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23.04.2011

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GeekVeterano Nivel 3

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LIV - Todo es mejor con música de fondo. Más fácil. Eso es todo lo que he
sacado en claro de las películas románticas, de los dramas y de los
videoclips. Todo es diferente cuando suena algo que te dice
exactamente cómo sentirte.

Quizá no estaba ahí todo el tiempo, quizá no era perfecto, pero era
justificable. Me parecía justificable. Y no tenía quejas, cómo
podría tenerlas si aunque casi nunca estuviese era como un paraguas.
Si algo pasaba, él siempre estaba allí. Y llegué a desear que
jamás jamás jamás parase de llover. 
 
Parecía justificable hasta que dejó de parecerlo, hasta que un día
se hizo de día y me prometí no volver a ver salir el sol con
lágrimas en los ojos y la casa vacía esperando a que decidieras
llenarla. Ni siquiera das la cara. Me llamas y me dices que lo
sientes. Solo quiero que la culpa te consuma vivo lentamente, quiero
que te ahogues en cada mísero pensamiento que se te pase por la
cabeza. Quiero que llores dondequiera que vayas cuando te vas tan
lejos que ni siquiera recuerdo cómo era escucharte. 
 
He estado triste por tanto tiempo que a veces ni siquiera consigo
recordar las razones. A veces ni siquiera identifico cuál del resto
de sentimientos paralelos es el que experimento. Ojalá hubiese un
truco. Mientras tanto estoy demasiado ocupada pasando horas enteras
tirada en el suelo del salón, preguntándome cómo o por qué. Nada
concreto, solo cómo o por qué. Y a veces las respuestas se
entremezclan. A veces me duermo antes. Entonces acabo llorando en el
mármol mirando al balcón. 

Yo estaba despierta de madrugada y al ver que te habías ido me
pregunté si era esto lo que yo solía amar de ti. Encendí la luz de
la mesa de noche y me senté en la cama. Con dudas, echando de menos
entre cuatro paredes, dudando de qué estarás haciendo. Cambias
tanto. ¿Es así como solía amarte?. 
 
Definitivamente sería más fácil si sonase algo que me dijese cómo
debo sentirme.
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LIII - Se me pasan infinitas cosas por la cabeza y yo no soy capaz de retener
ninguna, como que van a más velocidad de la que nunca he visto antes
delante de mí.

Creo que huele a incienso, pero no del todo. Más bien huele como una
mezcla de incienso y el clásico olor que tienen los hospitales a...
Esterilidad. A desinfección, a limpieza. A nada concreto. Me dice que
pase y me siente, así que lo hago, pero es incómodo. Tengo frío.
Delante de mí, un señor que me conoce de hace muy poco tiempo me
sonríe y yo también a él, pero por dentro no quiero hacerlo. Por
dentro quiero darle las gracias por haberme dicho que viniese, decirle
que no me hace falta, levantarme y cerrar la puerta tras de mí. No va
a pasar, no soy así.

Me ha hecho preguntas sobre anoche. No sé. Ni me acuerdo mucho, ni
quiero hablarlo, ni quiero pensar. Que qué siento. Pues verá, siento
estar aquí. Aquí... aquí. Me refiero aquí. Es interpretable. Ahora
mismo siento estar aquí, en consulta, pero es provisional. Aquí, en
vida, es algo más atemporal. Seguramente no lo entiende. Y me ha
dicho que sí, claro, como siempre, pero no. No lo entiende. Y sé que
no lo hace porque me pregunta por qué todo para mí es así, y si lo
entendiese sabría que no puedo explicarlo. Que se me pasan un millón
de cosas por la cabeza en el minuto que me paso callado con los ojos
muy abiertos y que tampoco sé ir nombrando todo eso. Es
prácticamente inexplicable, difícil de definir. Sucede como en un
flashback rápido de las películas en el que solo hay un fondo blanco
y pasan un montón de imágenes, las percibes y tu cerebro se queda
con ellas, pero ves demasiadas y cada una te llama más la atención
que la anterior, así que las vas olvidando. Y cuando llegas al final,
quieres hacer una reconstrucción de todo lo que acabas de pensar pero
solo se te queda un borrón gris. Como si hubieses escrito a lápiz y
borrado lo mismo ciento veinte veces. Sabes que has pensado en muchas
cosas, pero en qué. Creo que acabo de definirlo, aunque no del todo.
A veces así se siente pensar. La mayoría del tiempo que estoy solo. 

 ¿Qué ha pasado con ella?. Yo qué sé. Ni quiero hablarlo, ni
quiero pensar, ni sé si lo recuerdo, ni creo que le importe, ni creo
que me ayude. Ni siquiera creo que ella sea algo, o que esté
siquiera. Creo que sería lo mismo, eso es lo que creo. Creo que se
piensa que puede ayudarme, cuando realmente no puede. No pienso en
ello. ¿Por qué?. Pues porque cuando lo hago llego a la conclusión
de que coexisto con ella pero a la vez existo al margen. Soy una cosa
y soy real y soy tangible y parece que existo cuando me mira. Pero
cuando llega la hora del día en el que no puedo verle los ojos,
también soy, pero diferente. Y a la vez igual que siempre. 

De verdad, tengo mucho frío aquí dentro. No me parece que esté
atendiendo a lo que digo, más bien me parece que está tan centrado
en buscar una explicación que ni siquiera escucha lo poco que estoy
dispuesto a contarle. Constantemente me pregunta por qué he hecho las
cosas que he hecho, pero es ilógico. Porque no quiero estar aquí. El
aquí atemporal. Pierde el tiempo, lo pierde. No quiero ver manchas
de tinta, no quiero hacer tests de inteligencia. No quiero hablar
sobre mi infancia, ni sobre mis amigos. Ni sobre no saber mantener a
ninguno. No quiero hablar sobre mi constante rechazo a hablar sobre
mí, ni sobre mi dificultad para intimar con otra persona. No quiero
hablar sobre ella. Ni sobre lo que pasó anoche. 

Solo hay silencio ahora. Debo aparentar como un fantasma ahí sentado,
quieto, blanquísimo, callado y manteniendo la mirada. Mantener la
mirada es la única cosa que se me da bien de manera innata. Sonríe y
es más bien una mueca, dice que hemos acabado, que ya me puedo ir. Yo
sé sonreír enteramente, también con los ojos y que quede natural.
Son años de experiencia. Me ha dicho que ha sido enriquecedor, que
hasta la próxima vez que nos citemos. Lo que él diga, no sé. Yo no
pienso volver.
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LII - Le he llamado y he colgado justo después de que cogiese el teléfono,
como que para mí es suficiente con saber que sigue vivo. Y he seguido
a mis asuntos.

Es cada veinte segundos
que encuentro nuevas formas
de echarme la culpa, la carga
o la bronca.
Es cada veinte segundos
que suena una nota.

Es cada veinte segundos
que me sorprendo.
Que me extraño,
que me compadezco:
porque dentro de veinte segundos
no estaré esperándolo
de nuevo.

Es cada veinte segundos
que pienso que no habrán otros veinte.
Que serán los últimos que escuche,
o que no me sorprenderán
si sí que vienen.

Es cada veinte segundos
que me acongoja una y otra nota,
que me hace querer estar sorda.
Cada veinte segundos pido al mundo
ser cualquier otra cosa.

Es curioso: no cualquiera
entiende el miedo de los veinte segundos.
El miedo de lo que es por sí solo,
aparentemente inofensivo.
No todo el mundo escucha
la terrorífica melodía que suena
como de fin, como de pena:
si agrupas seguidas las notas que truenan
cada veinte segundos.

He tirado el teléfono. Nadie lo entiende, pero no te volveré a
escuchar jamás.
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LI - Me gusta alardear de cosas banales como haberme olvidado de ti.
Delante de absolutamente nadie, solo yo mismo frente al espejo. 

Cada cierto tiempo me encuentro en el mismo punto del salón pensando
en cómo la luz naranja en mis paredes ahora dura eternamente, como
que la tarde se ha parado aquí. Solo para ti. Y acabo de pie mirando
a un punto fijo, doblando la misma manta que tan empalagosamente huele
a tu colonia.

El otro día, antes de dormir, tuve muchas ganas de hablar contigo
sobre la muerte. En realidad, tenía muchas ganas de escucharte decir
que no te gustaría que yo muriera. Tenía ganas de fantasear con la
vida, irónicamente. Contigo hablándome de la vida. No.

Es cierto que ya no te quiero. Es eso lo que apunto en mi diario cada
noche, es eso lo que se lee en cada pie de página desde el tres de
octubre del año pasado. Puede parecer que intento convencerme, pero
solo me lo estoy recordando.
 
El otro día, antes de dormir, soñé contigo despierto. No te deseaba
ni te echaba de menos, solo fue una imagen improvisada de ti. Y por un
momento deseé que no acabase nunca.
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L - ¿Mi revolución? En teoría también era quererle. 
 
Pero bueno, ya sabéis: que todo suicida está enamorado de un puente.
Y me parecía precioso hasta darme cuenta de que el puente puede ser
otra persona. Me besaba como si fuese a recoger los escombros luego.
Pero eso nunca pasa, me dijo. Y luego nunca pasa. Así que te
encoges de hombros, te das la vuelta y haces como que no te han vuelto
a usar. 
 
Y cuando por fin encuentres el único lugar en el que la lluvia ya no
empapa, te enviará un mensaje desde la otra punta del mundo. Desde
allí donde las nubes no cubren el cielo y los neones no están rotos,
donde no conocen la decadencia. Y suspiras, suspiras porque no tienes
licencia de armas.
 
¿Por qué, si lloras porque te han tirado, la gente te pone la pierna
después de levantarte? ¿Por qué te llevan al cielo si luego piensan
soltarte? 
 
Entonces, de repente, saltas. Y te preguntas por qué crees que es esa
tu única opción, pero no hay respuesta. Y de fondo escuchas gritos
pidiéndote que, por favor, pares de caer. Que pares de caer. Que,
después de todo, después de que hayas estado al borde mil veces y el
viento te haya empujado en esa dirección, después de que te hayan
dado palmaditas en la espalda para saltar, pares de caer. Que pares de
caer. Por ti mismo. 
 
Miras arriba, y arriba está muy lejos. Y muy roto. ¿Dónde dejó de
importarme lo bien para importarme lo mucho? Calidad antes que
cantidad, decía mi madre. Y perdí ambas al entrar al casino. Jamás
me permitiré de nuevo que me cieguen las luces, ni aunque llegue
navidad. 
 
¿Mi revolución? En teoría también era quererle. Justo entre mi
intención de mantenerme con vida y tener ganas de vivirla. Mi
revolución era yo, yo misma, solo para él. 
 
La revolución fue él, él mismo, justo dentro de mí. Y por dentro
ya no soy a prueba de balas.

puntos 6 | votos: 6
XLIX - Eh, escucha. 
 
El reloj marca las 23:52. Tal como ves, no hay nada exacto. Estoy
detrás de una ventana intentando encontrarte, pero la lluvia apenas
me permite distinguir de dónde vienen las luces que veo esta noche.
He parado el coche. Tengo un mensaje tuyo, pero no uno cualquiera: el
último que me has mandado, aún sin leer. Y casi que temo hacerlo,
porque puedo imaginar lo que me dices. 
 
Marca las 23:56. Llevo ropa oscura. Estoy parado en un lado de la
carretera, aunque justo dentro de la autopista. Los coches pasan muy
rápido y muy cerca de mí, pero no tanto como lo hace el tiempo.
Parece que te escribo a ti, pero en realidad no sé para quién lo
hago... ¿Para ti? ¿Para el resto? ¿Para mí mismo? Esto acabará en
manos de quien no sabe tu nombre, inevitablemente. Qué desgracia para
ellos, porque vamos a llevarnos con nosotros un nombre que jamás
sonará tan potente en el recuerdo de otros. 
 
Marca las 00:18. Y llegado este punto te preguntarás qué importancia
tiene la hora. Mucha, en realidad. Porque refleja el tiempo que me
toma escribir cada parte. Es cada vez más difícil abrirme a... La
situación, imagino. Parece que avanzo muy lento, pero para mí todo
ha ocurrido tan rápido desde que diste aquel portazo en mi piso
anoche. A estas alturas no sé qué hacer, no sé qué preguntas
hacerme. La lluvia sigue sin dejarme ver más que las luces, pero me
estoy planteando si realmente necesito algo más que eso. Y supongo
que no. De luces ha ido este último día, así que les habré cogido
cariño, con ese led del móvil parpadeando por tu mensaje cada
segundo... 
 
Reloj digital, y 00:41. Vestido de oscuro, autopista, no estás.
Parecen haber pasado mil años desde que no estás. Te echo de menos,
quizá debí decirlo antes. Y tras todo esto te preguntarás por qué
estoy escribiendo, si no he dicho nada. Tienes razón. Pero me da la
sensación de que he dicho más de lo que realmente queda reflejado
con palabras, ¿o no es así? Si estuvieras aquí no habría
preguntas. Solo respuestas. Quizá a susurros, quizá a gritos. Pero
conmigo, respuestas. Te echo de menos, ¿no es esa la clave de todo?
Te echo de menos, te echo de menos, te echo de menos. 
 
01:21. Coche parado, vestido oscuro, autopista, no estás, he leído
tu mensaje. No estás. No estás. No estás. Y estoy abriendo la
puerta. Sí, en medio de la autopista. He tirado mi móvil lejos, y no
he querido ver hacia dónde. Me tumbo en la carretera, estoy acostado.
No estás. No sé, no estás. A quién le importa esto ahora. Te echo
de menos. 
 
01:49. Autopista. Asfalto. Lluvia torrencial. Nada. 
¿Lo escuchas? 
Adiós.
puntos 9 | votos: 9
XLVIII - Algún día me casaré con otro hombre y te invitaré a la boda,
ansiosa por verte llegar ese mismo día. Me vas a saludar, yo a
sonreírte y haremos lo que debamos. Dejándolo pasar. Yo, casarme;
tú, mirar. 
 
Y cuando celebrando nos encontremos por el pasillo, casi a propósito,
rozaremos. Pedirás perdón y te miraré fijamente. ¿Perdón por
esto o por el resto de nuestra vida? y vas a esquivarme la mirada.
Porque es así como jugamos, así seguiremos jugando para siempre. Con
miradas hacia otra dirección, sonrisas que no pertenecen a nadie y
palabras en el aire que nadie consigue ordenar. Con el tiempo
suicidándose, porque nosotros nos negamos a matarlo. Y silencio. 
 
Algún día me verás rodear el cuello de otro hombre con los brazos y
sentirás como que ya no te importa mientras te preguntas qué hace de
invitado una persona que ya no está en mi vida. Y yo te miraré a ti
mientras lo abrazo y el viento se lleva el vestido que a ti tanto te
gusta aunque no te hayas atrevido a decírmelo. Porque hay muchas
cosas que no te atreviste a hacer por mí, también. 
 
Algún día me casaré con otro hombre y te invitaré a la boda, me
acercaré y te susurraré al oído: Pudiste ser tú.
puntos 9 | votos: 9
Equivocado de planeta - Hoy a la vida pierdo el apego
ni sé donde estoy,
en otro lugar, otro momento.
Equivocado de planeta.

¿Por dónde sale el Sol?
Ya hace tiempo que no lo veo
Dirán: Fue él quién lo perdió...
Quizás sea cierto.

Después de tanto andar
y ni siquiera llegar a ningún sitio
¿es que había otros caminos?
Equivocado de planeta.

Tocan campanas fuertes
y por la travesía la marcha fúnebre
acompaña aquél que parte
al son de trompetas grises.

Murmuran que decidió irse,
que a la vida no le encontró sentido.
Quizás sea cierto.
Equivocado de planeta.

Lejos de ese invierno, 
lejos del calor que desprendía
y me quemaba por dentro.


Hoy dudo hasta de mi procedencia, de mi estado, de la habitación a
oscuras, de la botella de ron a medias y del humo del último cigarro.
Dudo de la estela que fuimos dejando, de lo que nunca dije, de lo que
siempre hablamos y jamás hicimos.
puntos 16 | votos: 18
Una tarde - que ya nunca olvidarás,
llega a tu casa y se sienta a la mesa.
Poco a poco tendrá un lugar en cada habitación,
en las paredes y los muebles estarán sus huellas,
abrirá tu cama y ahuecará la almohada.
Los libros de la biblioteca, precioso tejido de años,
se acomodarán a su gusto y semejanza,
cambiarán de lugar las fotos
Otros ojos mirarán tus costumbres,
tu ir y venir entre paredes y abrazos
y serán distintos los ruidos cotidianos y los olores.
Cualquier tarde que ya nunca olvidarás
el que desbarató tu casa y habitó tus cosas
saldrá por la puerta sin decir adiós.
Deberás comenzar a hacer de nuevo la casa,
reacomodar los muebles, limpiar las paredes,
cambiar las cerraduras, romper los retratos,
barrerlo todo y seguir viviendo.
puntos 14 | votos: 14
Para eso sirve la poesía, - para hablar de la forma que tienen
las cosas que no tienen forma,
para eso y para tumbarme en la cama contigo
y leerte, y colocarte el pelo,
sabiendo que en la calle ya es invierno
pero en nuestras vidas no.

puntos 12 | votos: 14
Nací el 6 de junio - del verano,
en la primavera de los dientes del invierno,
cuando el otoño guardaba su ropa.
Nací apartando la tristeza con la mano
pero no me llegaba con la fuerza
así que se quedó a mi lado hasta los 30.

Cuando eres pequeña la vida es un acontecimiento.
Cuando eres pequeña y no te quieres
el mundo se vuelve pared
y la vida un pedazo calcado del dolor.

Era una inválida emocional,
os juro que lo era.
La soledad me apuntaba con sus cañones
y no encontraba consuelo en nada
pero corría por si acaso hacia los brazos
de mi madre
y me caía.

Ahora he crecido
y la niña que fui aún sigue presente
en cada una de las arrugas de mi rostro,
asoma la cabeza cuando sonrío
y se asombra cada vez que una persona
realiza un acto bello.

Sé que esa niña sufrió,
que he curado muchas de sus heridas
y que no debería volver
porque esta mujer es más feliz
menos frágil.
Pero algunas tardes la echo de menos
y entonces me gustaría hablarle
y decirle que me perdone
por no haberla querido algunas veces
y no haberla podido rescatar de aquella época
de llantos secos
y calles opuestas.

Ahora aquella niña es esta mujer.

Cuando hables conmigo,
si puede ser, mírala con ternura
que ya no está pero por algún lugar
aún sigue triste
y le vendría bien toda la calidez
que a aquellos días les faltaba.
puntos 9 | votos: 9
XLVII - Que suene tu nombre en una iglesia
y que, de cualquier manera
ya no sea tu nombre.
Porque, al fin y al cabo, 
tú ya no eres tú. 
Y vivir ya no es vivir. 
 
Que griten un nombre
frente a una lápida 
y no signifique nada. 
Quizá ni lo reconozcas.
 
Que oigas cómo te llaman
desde lejos, donde solo hay un eco
y no mires atrás 
porque ese sonido no tiene sentido, 
ya no es nada de ti. 
 
Porque no estás. 
 
Que entre oscuridades
y neones vaya gente, 
grupos, amigos, 
conocidos, quizá
hablando sobre alguien 
que crees recordar quién es
pero no enteramente:
porque no existe ya. 
 
Que no vuelvan a sonar
las consonantes y vocales
de nuevo juntas, en el mismo
orden, de la misma manera. 
Que si, quizá lo hicieran 
ya no fuese nada. 
 
Que en las fotos les suene tu cara
pero nunca nada más 
y nunca nada más, 
nunca nada más 
porque no estás. 
 
Ahora tu nombre
suena como un cántico, 
un mantra; algo a lo que aferrarse
mientras lo gritan frente a tu lápida.
O lo lloran. O lo lamentan. 
Todo cuando ya no estas.
puntos 8 | votos: 8
XLVI - Ojalá nunca nadie vuelva a llevarme al cielo si luego piensa
soltarme. 
 
Hoy me pregunto cómo es que los epitafios se eligen tan a la ligera,
o no se eligen. Lo único que queda de ti cuando te vas, lo único que
ven de ti cuando van a visitarte. 

Yo a ella la conocí porque hablaba de epitafios como quien habla de
su artista favorito, y era todo poesía. Cariño. Todo lo que yo no
sabía ser. Y era preciosa de cualquier forma. Y me quería. Y le
gustaban las cosas inteligibles, como yo. Por eso le escribí un día
algo, aunque fuese más largo que un epitafio y tuviese menos sentido
que nosotros:
 
Si supiese lo que deseo
me lo acercaría a la boca. 
Pero no lo sé. 
 
Tormenta       Tormenta
a las dos de la mañana
se apaga la mente. 
Y solo una tormenta
recorre con nosotros
una carretera de fuego. 
 
Ruido de agua antes de caer,
y tormenta         tormenta:
el último ruido que escuchará 
el mundo. 
 
Tormenta         Tormenta
Soy pálido, poderoso:
como un Dios muerto;
dios caído en el barro, 
sin creyentes, no promesas, 
nada de martillos en la mano. 
 
Descríbeme el atardecer
más bonito que hayas visto
y procura que no haya tormenta
que yo cierro los ojos
e imagino. 
 
Tormenta         Tormenta
pero recuerdame como de memoria, 
como que te sabes cada esquina
o que me has visto las pecas.
 
Y por último abrázame pronto
pronto, pronto, pronto
así: como en menos de dos años. 
Pero pronto, pronto, pronto
tan pronto como cese la tormenta.
 
Y me responde tal cual, con una sonrisa. Ojalá un día me diga dónde
esconde lo que esconde tras lo que hace. O lo que piensa. La quiero de
vuelta. Porque solo ella me ha hecho comprender que pasamos media vida
buscando nuestra alma gemela cuando, quizá, pudimos solo haber
sobrevivido nosotros. Como es el caso. 
 
De cualquier manera, aprendí todo de ella. Se diría que aprendí
arte del arte mismo. Y de él guardé su epitafio, porque nunca jamás
el arte se mostró tan unido a mí:
 
«Morir de amor
es un dolor asumible.
 
Lo insoportable es resucitar solo.»
puntos 8 | votos: 8
XLV - Su vida siempre pendía de un hilo. 

Ha huído
con los ojos abiertos
y las manos atadas:
y la ha alcanzado el hambre, 
la impotencia, el abandono, 
y la han tirado al suelo. 
Y nunca, jamás, 
nunca se ha sobrepuesto
a tales sentimientos. 
 
Se ha tumbado
esperando una señal
de quizá cualquiera. 
De cualquiera, quizá. 
Y se ha dejado morir
en un columpio 
a las tres de la mañana
sin la luz de 
siquiera 
sus ojos. 
 
Se ha tocado la piel
como si fuese un violín
intentando recordar
que es eso lo que se siente 
al ser libre. O feliz. 
O no. 
Porque eso ella no lo sabe,
y no quiere hablar de ello. 
 
Ha saboreado el césped 
en algún lugar
entre casa y la colina. 
No sé qué colina. 
Cualquier colina. 
Pero muy lejos. 
Y después de descubrir
que era artificial
ha vuelto. 
Con lágrimas en los ojos, 
a alguna parte. 
Pero no a casa. 
Porque no sabe dónde está, 
qué es, 
y aún así no sabría volver. 
 
Se ha tropezado
gateando. 
Se ha tropezado
g a t e a n d o. 
Porque quizá, 
no sé, 
no creo que necesite explicación 
algo tan vano, tan simple, 
aunque ello signifique tanto.
Porque, al fin y al cabo, 
sabemos lo que pasa
y se ha tropezado
y ha perdido las fuerzas
y ha acabado en el suelo
y ha dejado de intentarlo
gateando. 
Nada dice más. 
 
Y ha desaparecido 
de hacia donde huyó, 
incluso. 
Y nadie consigue encontrarla
ni en casa, 
(que no se sabe dónde es
o quién es) 
ni en la colina, 
ni en el columpio, 
ni en el suelo
porque ya no lo roza. 
 
Porque la última vez
que existió, 
pendía. 
De algo más que un hilo.
puntos 27 | votos: 37
pensando en nada. -

puntos 10 | votos: 12
Ha vuelto a aparecer aunque - no lo parezca.

A perecer, aunque al parecer, no padezca
                               [ nada
puntos 9 | votos: 9
XLIV - Dicen las malas lenguas
que ella no muere de amor:
que es portadora sana. 
 
Dicen las malas lenguas
que se llamaba Charlotte. 
Lo aprendimos por las malas. 

Dicen, en sí, las mujeres, 
que parecía muy delicada.
 
Que me pregunto qué coño sabrán 
de delicadeza
si jamás la han tenido entre sus brazos. 
 
¿Matarías por mí?, me preguntó. 
Como si lo realmente increíble 
no fuese más bien
si viviría por ella. 
 
Y a su pregunta le he traído rosas,
porque llevamos flores a los muertos. 
Nadie dijo que tuviesen que ser personas. 
 
(Y sé que no lo entiendes, 
es eso lo que espero) 
 
Dicen las malas lenguas
que jamás caía enferma.
Eso es para las humanas. 

Dicen las malas lenguas
que ella no muere de amor:
que más bien mata.
puntos 7 | votos: 7
XLIII - Entonces me doy la vuelta para marcharme y me abraza, como diciendo
que no me deja ir. Y yo le devuelvo el abrazo, como si de verdad le
hubiese pedido permiso. 
Y me voy. 
Me voy porque tengo que hacerlo. 

Me fui. 
 
Sigo pensando que si estuviesemos juntos sería todavía diciembre. Y
ojalá. Encuentro quien se queja de lo rápido que pasan los días, y
no le conocen. Le van a hablar de tiempo a un reloj. 

Imagínate, ¿y si un día te miras al espejo —nos miramos— y
solo queda uno de nosotros? Y nos reímos, como que no iba a pasar,
como que a la primavera no la arrasa más tarde el otoño. Y dejé de
fumar por verte para demostrarte que yo solito puedo caer en los
vicios.
 
Me fui. 
 
Y a la pregunta ¿Y ahora qué?, me he levantado sin decir nada,
acercándome a la nevera, y le he traído una cerveza más.
Porque sé que si intento pasar página voy a romperla.
puntos 15 | votos: 17
XLII - Recogió sus maletas
y se fue. 
 
Y los escalones
jamás fueron tan altos
(ni que yo recuerde, tantos). 
 
Tardé dos estaciones en encontrarla:
sí, se me hizo invierno
entre trenes y pasaje olvidado. 
 
Mirando atrás por si volvía
un día de estos, de noche, 
a hurtadillas. 
Esperando encontrarme
en el sofá. 
Donde ella cree que esperaría. 
 
Estúpido. 
 
Ella lo sabía:
yo no sirvo para esperar. 
Me dejo las uñas en la piel
de aquellos que creen ya no tenerla.  
 
Jamás me arrastré tanto
por el mismo suelo 
que había encerado. 
Y lo sentí como un cáctus:
 
Por favor, vuelve
donde la nieve se acumule 
en algo más que cadáveres
que yacen, sin esperanza, en el asfalto.
Y que, sin embargo, se mueven.
 
Vuelve donde los diciembres
duelen menos: que es en casa.
Arropados por todo el calor
que nos falta.
Yo te calentaré las manos,
caliéntame tú el alma.
puntos 30 | votos: 30
Hay corazones de hojalata. - Ojalá latan.

puntos 44 | votos: 48
[Tu Cartel me Suena - 3ª Edición] - Caballeros, se está preparando una nueva edición del famoso concurso
Tu Cartel me Suena, consistente en usuarios imitando a otros de la
mejor forma que puedan. Los más veteranos ya sabréis de qué va
esto, pero para los que no... (que os peten, haber estado en la
página hace tres años) en fin, que antes de ponernos a ello necesito
saber cuánta gente estaría dispuesta a participar y tal, porque si
se hace, que sea con los usuarios suficientes como para montar algo
decente. Ahora se os invocará de forma masiva, puede que varias
veces, y los interesados deberéis dejar claro si:
1: Estáis o no dispuestos a participar como imitadores
2: Estáis o no dispuestos a participar como jueces
3: Estáis o no dispuestos a hacer ambas cosas si os mola currar
4: Y por último, dejar claro si en caso de no querer participar ni de
una forma ni de otra, estáis de acuerdo o no con ser imitados y ser
objeto de burla durante mucho tiempo. Se entenderá que si un usuario
no dice nada de nada, es que está al menos de acuerdo con este
último punto... que hoy en día la peña se ofende muy fácilmente y
no queremos tener problemas, informad si os molesta que alguien os
imite con malas intenciones. 
.
Si aparecen bastantes usuarios comprometidos con la causa, se hará.
Si no, pues mala suerte y otra vez será. Recordad, se necesitan
concursantes, jueces, y gente que quiera hacer ambas cosas si se ven
capaces. En caso de que todo vaya bien, en menos de una semana se
subirá un nuevo cartel con los detalles del concurso y demás.
Animaos, porque esta vez el ganador podría llevarse un premio guay y
juro por Papá Pitufo que no es una cámara de fotos cutre.

-Atentamente: Usuario misterioso no relacionado con Caos-
puntos 10 | votos: 10
XLI - ¡Primero la revolución,
y luego, la poesía!,
solía gritar.
Y para mí estuvo muy claro:
revolución y poesía son lo mismo
cuando se trata de hablar sobre ella.
 
Aún estoy aprendiendo,
pero vengo a solucionaros la vida:
Amor es pedir perdón por pecados
que aún no has cometido.
Amor es pedir perdón
por pecados que no son siquiera tuyos.
 
Querido quienquiera que seas:
no estoy tan vacío como parece,
simplemente he entendido que, al final,
quien se queda...
Somos solo nosotros
con ganas de más.
 
Solía decirme:
Esperar es llevar rosas
donde aún no ha muerto nadie.
Pues espérame,
espérame.
Espérame fuerte,
sencillo,
bonito.
Puedes esperarme siempre:
no has de comprar flores,
la rosa eres tú.
(Y, por suerte,
no sabes que estoy muerto por dentro.
No aún.)
puntos 12 | votos: 12
Creíste que podrías - mantenerte en la superficie, aunque no supieras nadar.
Creíste que los nuevos comienzos tendrían un final diferente.
Creíste que hacer las cosas bien evitaría que todo se sintiera mal.
Creíste tantas cosas y olvidaste que con creer no es suficiente.
Y sí, con tantas piezas es fácil escribir un verso
como si desdibujarnos en una hoja fuese algo para admirar,
cuando los versos se acumulan porque nos estamos rompiendo.
Es verdad que con tanto horizonte se puede volver a volar
pero a estas alturas ya no importa seguir cayendo.
puntos 25 | votos: 25
Nos contamos historias - a nosotros mismos para vivir.
puntos 31 | votos: 33
La soledad - no es sentirse solo, es sentirse vacío.

puntos 8 | votos: 8
XL - Todas las historias de amor
son historias de fantasmas.
No lo digo yo, lo dice la vida,
lo dice todo el que no aguanta.
 
Y os voy a contar. 
 
Solía dormir abrazado a ella, y juré que esa iba a ser la droga de
la que no podría desintoxicarme jamás. Solía dormir abrazado a ella
y, al menos para mí, acabó significando todo aquello que se supone
que debí haber encontrado para ser feliz en mi vida. Acabó
significando que, igual, yo era una de todas esas cosas por las que
ella se decidía a dormirse por las noches sin importar lo que hubiese
pasado durante el día. Solía dormir abrazado a ella por las noches,
y no sabría explicar si me gustaba más eso o las mañanas en las que
se despertaba y me contaba lo que había soñado. Durante el día, me
preguntaba varias veces de si me acordaba para asegurarse de que no
estaba medio dormido cuando me lo contaba.
 
Y de repente un día todo cambia. 
 
Solía dormir abrazado a ella por las noches. Solía, sí, solía.
Solía hacerlo antes de su accidente. Solía dormir abrazado a ella
por las noches, solía dormirme oyendo cómo respiraba: muy
pequeñito, muy lento, muy tranquilo. Todo lo contrario a como se
encuentra mi cabeza hoy por hoy: muy amplia pero vacía, muy
acelerada, muy nerviosa. Sigo acordándome de sus costumbres antes de
dormir, de sus cuéntame qué tal tu día para acabar durmiéndose a
medias. Me encantaría poder decirle que a día de hoy, a mi parecer,
aún la abrazo. A ella y a todos sus recuerdos, sus cachitos. Me
encantaría poder decirle que me sigo acordando de muchos de sus
sueños.
 
Os lo repito:
Todas las historias de amor
son historias de fantasmas.
No lo digo yo, lo dice la vida,
lo dice todo el que no aguanta.
 
Lo dice todo el que no duerme,
todo el que se calla.
puntos 30 | votos: 32
¿Qué queda ahora - que ya no solo no se lo que siento, sino que también dudo de lo que sentí?
puntos 20 | votos: 20
~ - “¿Me vas a echar de menos?”
preguntó,
entre vómitos.
Alcohol mezclado con restos de comida.

Soñaba con que la resaca del pasado
no la pillase nunca en la cama.
Con que la borrachera llegase,
al menos, a la mañana siguiente.

Luego, borracha, decía
soñar con mi boca
y me aguantaba la mirada.

Y solo en tres días, joder.
Solo en tres días.


“Hoy duermes conmigo”
afirmó,
entre risas.
Su aliento se mezclaba con mi prisa.

Ahora pienso que debía de haber
mil maneras de hacerlo todo diferente.
De acurrucarme más, de abrazarla más fuerte,
de estrellarnos juntos por alguna carretera.

Pero la desperté, a las siete,
y se fue,
como estaba previsto.

Y todo en tres días, joder.
Solo en tres días.


Se pasó tres días escondida dentro de mi abrigo, mil tallas grande,
riéndose de la lluvia que no la mojaba, tentándome con su andar
recto, con su mirada felina, con sus dedos acariciándome la mejilla.
Fue un terremoto haciendo vibrar el aire, una revolución delirante,
una llama intentando prender cenizas, intentando incendiar el cielo,
intentando ser fénix. Pero es que el alcohol con tan pocos grados no
arde.

Se pasó tres días jugando a perderme, a emborracharse, a pasear por
Barcelona en mi regazo, a dudar con un lápiz en los dedos, a reírse
de mis amores olvidados. Se pasó día y medio abaratando el precio de
las sonrisas, y un día titubeando, y medio huyendo de sí de
madrugada, y en cinco segundos abarató el despido y las despedidas y
se esfumó, y yo me pasé días enteros soñando con no haberla
conocido, por no perderla.


“¿Me vas a echar de menos?”
preguntó
en un abrazo.
Me callé un millar de quejas.

Se quedó el olor de su colonia
en el cuello de mi chaqueta
un mes y medio. Entones la lavé.
No la volveré a ver más.

Que se diluya,
poco a poco,
su recuerdo.

Y solo en tres días, joder...
puntos 9 | votos: 9
XXXIX - Hoy por fin he olvidado
el camino a tu nueva casa.
Ojalá olvidara cómo localizarte,
ojalá simplemente olvidara.
 
Si algún día tengo una hija
espero poder acabar
agarrándola de las muñecas;
susurrándole que yo
no pasé hambre en ninguna guerra:
pero te perdí. 
 
Y me parece excusa suficiente.
 
Si me preguntas qué haré hoy
seguramente diga que la tonta.
Y permíteme decirte que
si es amor no debería ser un columpio
para acabar sirviéndote de soga.
 
Esto va por ti, por mí, porque
s i e m p r e
tuvieses la última palabra:
Puedo escribirte.
Dime qué coño hay que envidiarle
a los poetas.
 
Hoy por fin he olvidado
el camino del cementerio.
Y he sentido un pinchazo
como una vacuna que duele,
pero no cura.
puntos 9 | votos: 9
XXXVIII - Una vez más, como siempre,
he vuelto a acercarme a ella.
Una vez más, como siempre,
vuelve a ser toda mi paranoia.
 
Estoy loco por ti, le dije,
y me miró.
Como confesando que ella
no había cometido ese delito.
 
No puedes esperar nada de mí,
soltó.
Y yo no esperaba nada.
Y se convirtió en todo. 
 
Todo lo que hago desde entonces
es esperar.
El verbo favorito de la tristeza.
El acto más estúpido de los enamorados.
 
No es tan difícil, pensé.
Solo lo es tanto como verte con otro.
Solo lo es tanto como verte ir.
 
Es algo difícil, concluí.
Como explicarle a una rosa
que es bonita.
Aunque pinche, ya no huela
y esté marchita.
 
Debería dejar de hablar con fotos,
debería dejar de visitar el cementerio.
La vida es más triste desde que no estás,
la vida es más triste cuando no te tengo.

puntos 8 | votos: 8
¿Sabes? - ¿Sabes? 
Los amores no correspondidos son como los globos de helio.
Al principio te atraen, los encuentras bonitos, flotando solo a unos
centímetros de ti. 
Parecen frágiles arrastrados por el aire, entonces a ti te da por
protegerlos. 
¿La razón? No hay. Simplemente lo haces. 
Pero te acabas encariñando de ellos y sin que te des cuenta la cuerda
en la que está atado que llevas en la muñeca te empieza a rozar. 
Y tú aguantas y aguantas,porque te sigue atrayendo y lo sigues
queriendo incluso después del dolor que te causa, porque sigue siendo
bonito y te parece inocente. 
Y después de aguantar durante tanto tiempo te empiezas a platear como
serían las cosas sin ese hilo atado a ti. Piensas en tu libertad y en
la suya, y luego vuelves a decirte que si le dejas se romperá o se
escapara volando.
 Y después de varias decepciones y desilusiones decides dejarle
volar. Y tú incluso cuando estas cortando la cuerda sientes que
volverá porque en el fondo te quiere. 
Pero no, él se va volando y te deja allí, sola, sin nada a lo que
aferrarse. 
Pero luego te das cuenta que lo mejor fue dejarlo ir.
puntos 5 | votos: 5
Tardes de otoño. - Esta es mi trilogía de lluvia. Tres etapas, tres emociones, tres
versiones de mí, con mis sombras del pasado y mis irreales presentes.
Lluvia.
Tú, que siempre estas allí. Sumisa e incansable, en lo bueno y en lo
malo. Cayendo de las alturas y rozándome los pómulos en días de
otoño. Humedeciendo todo aquello que vivo y dándole un aire
melancólico a cada canción que suena por los auriculares y a cada
página que paso de este eterno fuego que consume las páginas de los
libros prohibidos.
El día que te conocí, llovía.
El día que andábamos juntos por una avenida en la cual nuestro
futuro se veía borroso y distante pero existente, llovía.
El día que decidí odiarte… No recuerdo si llovía, pero mi
corazón quedo calado e inservible. 
Muchos diréis, joven. Yo diré tonta e ilusa. No creo en el amor. Y
si, mientras lo escribo me rio, porque es cierto.
No quiero venir de víctima, no creo en él.
Tampoco de que he pasado muchas malas experiencias, al contrario,
simplemente no he vivido ninguno. Inexperta, pero incluso así atea en
cuanto a corazones se refiere.
Pero eso, es otro relevante aspecto de mí.
¿Para qué contar eso?
Me sobran amores, me faltan horas de llevar capucha e ir a saltar en
los charcos, de no dejarme hundir.
Recuerdos que se hunden en el barro de antiguos parques, que para una
niña de apenas cinco años, parecían bosques llenos de seres
fantásticos, de caracoles que hablaban y de las hadas del viento que
susurraban que la tormenta, tarde o temprano volvería; pero en ese
pequeño intermedio, la paz se apoderaba del suelo árido, que olía
tan intensamente a días de lluvia.
Olores que me conducen directamente al centro de mis mejores y peores
momentos.
Paseando con mis padres, con unas botas de agua que me iban enormes y
contándoles historias y viajes a la fuente de la eterna juventud, en
la que se hallaría la respuesta a todo.
Días de clínica en clínica, esperando para poder saber que narices
pasaba y porque mis abuelos me decían que todo iba a ir bien,
mientras que yo, ignoraba la realidad. Ignoraba los médicos que daban
pastillas con nombres impronunciables a mi madre para, según ellos
“Que estuviera bien”. 
A día de hoy, sigo teniendo dudas que me corroen, pero en fin, se
tiene que avanzar. 
Días en los que me sentaba frente la terraza de mi abuela, con ese
místico gato negro, que hoy en día ya no está a mi lado, y miraba
desesperada la lluvia, principalmente, porque mi mayor  deseo era que
dejara de llover, para poder salir a la calle y poder respirar.
Incluso allí, inconscientemente sabía que, mi hogar, en un momento u
otro me iba acabar asfixiando.
Quiero que llueva. Pero no como hoy. Cuatro gotas, no. 
Quiero que caiga una tormenta, quiero salir a la calle, sin paraguas.
Quiero ser feliz, saltar, cantar y burlarme de las personas que
piensan que los días son más duros para los soñadores.
Quiero que la lluvia me conduzca a Madrid, porque las promesas no se
deben olvidar.
Pero sobretodo, quiero que la lluvia, me moje y simplemente, yo
sonría.
Las tardes de otoño tienen  un olor especial, olor a lluvia.
¿Y a qué huele la lluvia? Te preguntarás.
Y yo, te contestaré firme y francamente.
La lluvia, huele a recuerdos, y mis recuerdos, huelen a lluvia.
puntos 9 | votos: 9
La paciencia - pierde la diplomacia si no llama.
Y su ausencia ya ocupa más sitio que yo en la cama.
puntos 12 | votos: 12
El verano de mi vida - fue ese invierno que pasé contigo.
puntos 13 | votos: 15
Barcelona está toda mojada, - y es culpa, probablemente, de tus caderas.
De tu moño apretado al salir de la ducha.
De tu forma de negarte
a hacerme el boca a boca
incluso cuando me ahogo en este océano 
de ocasiones perdidas, bares, neones,
y horas que pasan sin salvarme.
Culpa de tu manía de quitarte toda la ropa a la vez.
De mi manía de perseguirte entre gente
y, a pesar de todo, querer esperarte.
De la rutina, de la ruina, de la lluvia
que intenta taparte las estrellas,
de los humedales que habitan tus ojos,
de la revolución que intentan políticos
que se gritan unos a otros.
Será culpa del Mediterráneo,
de tu aliento entrecortado, del mal
de saberme perdido en tu nuca, 
de que nunca te gires a mirar el pasado.
Serán los animales del zoo, que lloran tu sonrisa.
Será tu prisa por irte, tu bufanda en invierno,
tu falda en verano, tu urgencia en la cama y la cocina.
Tu manía de esconderte en el baño.
Mi manía de buscarte en las cumbres.
Será que tus vecinas ya no me hablan de ti.
Será que te vi en la Rambla de madrugada
y se me vino el mundo encima.

puntos 34 | votos: 40
Eres una diosa atea, - que no cree en si misma.
puntos 10 | votos: 10
XXXVI - Una vez más, como siempre,
he vuelto a acercarme a ella.
Una vez más, como siempre,
vuelve a ser toda mi paranoia.
 
Estoy loco por ti, le dije,
y me miró.
Como confesando que ella
no había cometido ese delito.
 
No puedes esperar nada de mí,
soltó.
Y yo no esperaba nada.
Y se convirtió en todo. 
 
Todo lo que hago desde entonces
es esperar.
El verbo favorito de la tristeza.
El acto más estúpido de los enamorados.
 
No es tan difícil, pensé.
Solo lo es tanto como verte con otro.
Solo lo es tanto como verte ir.
 
Es algo difícil, concluí.
Como explicarle a una rosa
que es bonita.
Aunque pinche, ya no huela
y esté marchita.
 
Debería dejar de hablar con fotos,
debería dejar de visitar el cementerio.
La vida es más triste desde que no estás,
la vida es más triste cuando no te tengo.
puntos 38 | votos: 40
Bebían para olvidarse, - pero cada uno seguía siendo la resaca del otro.
puntos 40 | votos: 40
Le dije que se pondría bien. - Esa fue la primera y última vez que le mentí.
puntos 79 | votos: 79
Nadie va al funeral - de los que mueren por dentro.

puntos 79 | votos: 85
El problema de muchos - es que buscan sexo en princesas y amor en putas.
puntos 4 | votos: 4
Shoez - Entre nubes de algodón ensangrentado miraba a la luna por la ventana
del baño, y se dijo que no volvería a intentar atraparla.

Café instantáneo, y horas de periódicos por leer, y ni siquiera
girarse cuando llega el perfume de las niñas de faldas al viento que
podrían haber jugado entre naranjos. Eso, y una bufanda de lana, y la
maleta medio vacía de tener trabajo nuevo y no querer asentarse aún
del todo. Eso, y una libretita, y un lápiz en la mano, y el café
solo (solo, solo), demasiado frío como para abrigar penas, en la mesa
de la cafetería de la estación. ¿Cómo se le escribe un poema a una
rubia de ojos pardos?

En el televisor mal sintonizado aparece la cara de Rajoy moviendo los
labios, pero todo lo que se oye es el partido por la radio, y parece
que todo lo que importa es una tarjeta roja y que nadie se ha fijado
en que hoy el cielo está azul. ¿Cómo hace uno para enamorarse
después de siete años? Y no sabe qué le lleva a buscar la luna en
otros brazos, ni si la vida es algo que se deteriora, ni cómo vuelan
los aviones.

El café está demasiado frío para beberlo, pero darle vueltas con la
cucharilla es relajante, y más antes de emprender un viaje para el
que seguramente no hay regreso. Pero la luna no parece tan lejana a
quien ha intentado atrapar hadas al vuelo.

¿Cómo explicarle a un poeta que lo que escribe ya no transmite nada?
puntos 97 | votos: 105
Tampoco lo que puedes y no hacer - para ser feliz.
puntos 54 | votos: 56
Algunas cosas tienden a explotar, - esa es su naturaleza. Como la risa, como el llanto, la locura.
Nosotros. Sobre todo lo último.
puntos 14 | votos: 14
Falda y blusa. - Pies descalzos. Amanece y casi no le queda borrachera para sonreír.

“Soy roja, ¿sabes? Roja, como la sangre que corre por las venas de
toda la humanidad. Como el atardecer. Y desafío al capitalismo como
sistema” me escribía desde su iPhone, y creía que así ganaba
todas nuestras discusiones sobre religión. De las discusiones de
filosofía solo recuerdo su olor, que me sigue confundiendo por la
calle.

A ella le dio por enamorarse, y a mí por coleccionar besos.
Y la quise mucho menos de lo que ella a mí.
Y sabía a mandarinas y chocolate, y a un poso de resentimiento.

Solo la recuerdo con arena en el pelo y entre los dedos de los pies. Y
desnuda, entre sábanas, a la hora de comer, cuando no le quedaba casi
resaca para seguir muriendo.

A veces, cuando escribo, disimulo trozos de mi vida entre metáforas.
A ella nunca le escribí. A ella nunca la escribí.

A un bar le sigue otro cuando la única compañía es un clavel
ahogado en penas. Cuando preguntaba, siempre le decía “Sabes a
mandarinas y chocolate” y me callaba el poso de resentimiento, y
ninguna banda sonora podrá explicar lo cómico que me resulta esto
ahora, ni por qué al salir del bar me voy al de enfrente a olvidar
que la he vuelto a recordar. Y luego ya siguen bares porque la noche
siempre es joven.

Lo nuestro fue un delirio de promesas en la cama. En esas
circunstancias, suele ocurrir que donde dije digo, digo Diego, 
y ya lo dijo Diego: “ya verás como me olvidas”.

Vestido y tacones. Labios pintados. Anochece, y casi no le queda
cordura para vivir.


A veces, cuando escribo, me olvido de pensar,
y de la mitad de los problemas de la vida cotidiana. 
También me olvido de que, una vez, la tuve, y la rompí.
Me falta darle simplicidad a las cosas que la merecen.

puntos 3 | votos: 5
Sexo con él, sexo con ella, - dolor de ojos, dolor de pies, nariz que sangra, 
rodilla morada, codo morado, ojo morado, moratón tras moratón,
 sexo con ella, sexo con él, sexo con todos, 
celos, coca, cerveza, amor, amor a él, amor a ella, 
amor a todos, amor desmedido, 
corazón enorme, piernas al aire, bragas sucias,
 ropa tirada, pantalones vaqueros rotos, camiseta mojada, 
bañadores no, 
tetas al aire, pollas latiendo en el aire, 
música rock, gritos y más gritos, canciones sentimentales, 
pelearse con él, pelearse con ella, pelearse todos, 
gritar soy joven, gritar te quiero, gritar polla, gritar con todos, 
todos con todos, gritar el cielo es infinito como nosotros,

el cielo

es infinito

como nosotros…
puntos 41 | votos: 59
Efesofos lefengufuafajefes - quefe hafablafabafamofos defe nifiñofos yfy quefe pefensafamofos
quefe eferafan ifincofonprefensifiblefes pafarafa lofos afadufultofos.
puntos 14 | votos: 14
Hay mil putas, - pero solo pienso en ella.
Migrañas, borracheras y letras a medias. 
Continúo, pero las ilusiones vuelan 
según pasa el tiempo y las cosas se pone serias
puntos 14 | votos: 14
Y mañana volverá ese frío al cuerpo - porque no pasará mucho tiempo y nos olvidaremos.
Yo seré otro más al margen de tus sentimientos
y tú tan solo aquella chica de los ojos negros.
puntos 49 | votos: 49
Lo peor fue cuando Blancanieves - descubrió que el príncipe iba por ahí despertando a otras princesas.





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