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11.02.2011

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puntos 21 | votos: 21
Hay personas que tienen la belleza - de mil atardeceres.
puntos 12 | votos: 12
No sé por qué estás tan lejos de mí, - si yo estoy justo a tu lado...
puntos 24 | votos: 26
No son culpables - No desahogues tus frustraciones diarias con tus hijos
puntos 4 | votos: 6
Aprendamos a - tratarle a la gente de tal forma que se comporten con nosotros y no de
tal manera que nos hayan hablado de ellas.
puntos 13 | votos: 13
Cambiar es una gran aventura. -

puntos 17 | votos: 17
Para Navidad - solo pediría un último abrazo tuyo.
puntos 11 | votos: 11
Bromear - con tal de hacer sonreír a esa persona especial.
puntos 18 | votos: 18
Lo cierto es, mi jodido amor, - que mi camino ya no tiene tus pasos, pero ha dejado un bonito rastro.
puntos 6 | votos: 10
Los bigotes molan. -
puntos 3 | votos: 3
La evolución, - no es un aspecto meramente genético. Así pues, la selección
natural, tampoco. La conducta de un individuo no se forma sólo con su
genoma, el entorno, y, en especies intelectualmente superiores, la
educación o la cultura, también influyen. Podría extenderme, y tal
vez en el futuro lo haga, aclarando que la selección natural, como
motor de la evolución, no implica mejoría de la especia, y menos aun
cuando choca con una cultura hiperglobalizada y que no es capaz de
asumir la muerte como algo natural; tan sólo asegura el crecimiento
de la especie, a menudo, como se ha visto en la historia natural de
este planeta, conllevando masivas extinciones, y también involución
e incapacidad en los individuos de adaptarse a nuevos hábitats o
cambios en el propio, pero, como digo, no los trataré ahora. Aunque
el tema de la involución intelectual, en esta era tecnológica,
provocada por el mayor número de descendientes en las clases de menor
nivel cultural, y la dependencia de una tecnología que requiera
“genes inteligentes” manteniéndola en funcionamiento, todo ello
coincidiendo con las pesimistas previsiones de sobrepoblación y
agotamiento de recursos naturales, me resulte sumamente interesante. 
Me voy a centrar, como era mi intención inicial en “justificar”,
o más bien en explicar, el racismo, desde un punto de vista
evolutivo, y como ejemplo, y a la vez prueba, de que la selección
natural puede provocar fallos evolutivos y problemas a nivel de
especie, pues éste ha motivado guerras desde el origen de la historia
humana. Supónganse cuatro poblaciones. O tribus, para enfatizar la
idea de que me refiero a comunidades aisladas entre sí, con culturas
diferentes. Y también con características genéticas distintas entre
sí, dos de un tipo y dos de otro. Y de cada tipo, una tiene una
cultura racista y otra que no lo es. En las dos con una genética más
“fuerte”, no importa su comportamiento en este sentido. Las de
genes “débiles” son las que nos ocupan: sus genes se perderían,
a lo largo de las generaciones, si se mezclasen con individuos de
genes dominantes, mientras que sobrevivirían si se mantuviesen
aislados. 
Abreviando, pues es bastante simple, una etnia con muchas
características asociadas a alelos recesivos, como la aria, de no
haber tenido una cultura racista, se habría extinguido, en el sentido
de no perpetuarse, pues aunque sus individuos tuviesen descendencia,
ésta no habría heredado, y por tanto perpetuado, sus genes.
Independientemente de que dichas características fuesen buenas o
malas, por clasificarlas de modo simplista, para la supervivencia del
individuo.
Por otro lado, este comportamiento de aislamiento, racista, de haberse
referido a una comunidad más pequeña, habría degenerado en
endogamia, impidiendo la supervivencia, ésta vez sí, como
individuos, pues proliferarían las mutaciones más rápido de lo que
la especie pudiera soportar, y las enfermedades genéticas
terminarían por mermar la población, con lo cual, la tribu, se
extinguiría. Así funciona la selección natural, los errores se
eliminan y sólo queda “Lo correcto”.
Por tanto, la tendencia de ser racista, debería producirse a nivel de
gran especie, en muchos individuos simultáneamente, no sólo en la
descendencia de un individuo concreto, nacido con una mutación
puntual. Es decir, sería una herencia cultural, no genética, pero
como se dijo al principio, eso no le excluye de la selección natural.

puntos 42 | votos: 42
Pregúntate si los mejores - hombros para reír también lo serán para llorar.
puntos 33 | votos: 33
El problema es que muchas - veces nos esforzamos para demostrar a los demás lo que valemos en
lugar de a nosotros mismos.
puntos 9 | votos: 9
Los bigotes molan. -
puntos 7 | votos: 9
Unos cuantos - que en casos sorprendentes no llegan ni al 1% de la población de sus
paises, son los que deciden hasta la vida y la muerte de las mayorias.
puntos 17 | votos: 17
Sentirse especial... - es a veces un privilegio del optimismo y a veces un defecto terrible
de la soberbia.

puntos 12 | votos: 12
Cuando te gusta la acupuntura -
puntos 18 | votos: 18
Viendo cómo está la cosa ahora... - ¿qué tal si le pedimos a algún famosillo de renombre que nos ataque?
puntos 15 | votos: 15
El secreto está en que te mire - con los mismos ojos, pero desde la perspectiva de la realidad.
puntos 19 | votos: 19
No puedo hablar en pasado - cuando la persona que quiero vive en mí.
puntos 9 | votos: 11
No entiendo nada - nada ni a nadie, ni consigo que nadie me entienda, pero me he hartado
de intentarlo, ya no me importa. Ya no me importa nada ni nadie, y a
nadie creo importar demasiado. Si en algo de esto me equivoco, no
sólo me disculpo con estas personas, también les agradezco su
comprensión y aprecio, que como acabo de demostrar con la última de
mis decisiones, no merecía”. Dejó la nota justo donde la
encontró. Junto al reciente cadáver, convenciéndose a sí de que,
en efecto, estaba equivocado. Pero realmente no era así. No llegó a
entender del todo su nota, y tampoco se esforzó demasiado por
hacerlo. Y ni siquiera a su familia más próxima le importó todo
aquello más allá de lo habitual en estos casos; unos meses más
tarde estaría prácticamente olvidado. Su único esfuerzo fue evitar
que aquella nota maldita fuese conocida por nadie más. “Prevención
contra el efecto Werther”, lo habría llamado. Mas ahí sí habría
errado, tan sólo era el deseo de ocultar su culpabilidad en todo
aquello, en la forma más miserable del egoísmo humano: robar su
memoria a un difunto.

puntos 10 | votos: 10
Los bigotes molan. -
puntos 8 | votos: 10
Sabía que era su última oportunidad, - pero sus caballerescos principios le impedían echarse atrás. Era lo
que había visto, eran sus creencias. Era su palabra de honor. Estaba
seguro de que ya nadie recordaba a quién pertenecía aquel erial
miserable, aquel pequeño y yermo feudo en el que ya había más
hombres enterrados que árboles vivos. Pero le costaba no dudar que
fuese de la familia de su señor, y mucho más que lo fuese por
intervención “divina”. Y aun así, habría dado la vida por él.
Como tantos otros, en ambos bandos, tal vez durante siglos. Pues la
reyerta era vieja, anterior incluso al pequeño fuerte sobre el que
reposaban los cimientos del castillo en el que en aquellos instantes,
previsiblemente los últimos de su vida, se encontraba.
No había viajado tanto como había soñado hacer en su niñez, ni
poseía más libros de los que cabían en las alforjas de su caballo.
Pero la educación que había recibido gracias a su padre, muerto en
aquella interminable guerra que a él mismo le habría costado la vida
de no ser por el  supuesto milagro, le impedía creer que había
acontecido tal. Sabía que no había milagro alguno en aquello. 
Cualquier metal atrae aquello que, según su padre, comenzaban a
llamar electricidad, que constituía los rayos y relámpagos, y por
tanto también atrae a éstos. Especialmente los más brillantes, pues
eran los más parecidos a ellos, al igual que los peces preferían los
arroyos más limpios y relucientes, los lagartos las matas más
oscuras y las mariposas las flores más coloridas. Y el caudillo de
los que, por juramento, debía considerar sus enemigos, siempre fue
conocido por ataviarse con las armaduras más ostentosas y refulgentes
armaduras, por portar las armas más largas y por hacerse rodear los
más decorados estandartes. “Pues la capacidad de observación”,
citó mentalmente, “es la que distingue al hombre sabio, al que
conoce y comprende el mundo, del que tan sólo pasa por él“. Así
finalizaba su libro preferido. Y casi sonrió al recordarlo.
Había perdido la noción del tiempo que llevaba en los sótanos de
los que acababan de sacarle, pero lo recordaba perfectamente. La tarde
de la batalla, una tormenta cayó sobre ambos ejércitos, y aunque el
viento y la lluvia impedía a sus contrincantes disparar sus arcos
contra ellos, y aprovechar así la principal ventaja de estar en una
posición más elevada, el barro les dificultaba indeciblemente su
ascenso colina arriba. Estaban prácticamente derrotados, cuando una
de las pocas flechas que hacían blanco, de todas las que volaban
sobre ellos, acertó en el corazón al sacristán que les acompañaba;
preciso instante en que un rayo hizo arder, literalmente, al hombre
que los lideraba, así como a su hijo y su guardia personal, que se
encontraban junto a él, además de a su inocente montura. Las tornas
cambiaron, el miedo, a lo sobrenatural hizo huir a los despavoridos
soldados que momentos antes estaban dispuestos a masacrarles, y se
llamó “milagro”.
Al menos, sus compañeros así lo hicieron. Pero él, en su inagotable
esfuerzo de transmitir sus conocimientos aplicándolos a ejemplos
prácticos, insistió en llamarlo casualidad, fenómeno natural y
demás blasfemias. Y era aquella obstinación por “corregir” sus
declaraciones, la que le habían llevado sobre la pira en la que se
encontraba, y a la acercaba lenta, casi majestuosamente, una antorcha
el encapuchado en el que se escondería, y no dudaba de ello, algún
antiguo compañero de batallas. El mismo que horas antes, y aún en
los húmedos sótanos de los que ambos provenían, le intentó obligar
a declarar en contra de lo que creía.
Y en el preciso instante en que reconoció los ojos que lo miraban con
odio, una voz conocida, y no desprovista del mismo odio, pronunció,
en un tono tan bajo que estaba seguro de que sólo él pudo oír, pero
aun así sentenciosa:
-Pues que la ciencia te salve.
puntos 32 | votos: 34
Ella veía belleza donde nadie más, - y puede que, en el pequeño caos que era su mente,
lo único que tuviese claro era que no estaba ciega.
puntos 27 | votos: 27
La mujer que se enamoro de ti - Cuando no tenías nada, es la que debe estar a tu lado cuando tengas todo.
puntos 40 | votos: 44
Serás un héroe en tu país - pero para el resto del mundo no eres más que un asesino.

puntos 7 | votos: 7
Cuando la naturaleza - ya te dio lo más vital
puntos 9 | votos: 9
Porque  nosotros - podemos ver como se va a terminar
pero yo aun tengo este amor por ti!!
no puedo seguir así
tengo que olvidarte...

one on rock-pierce
puntos 10 | votos: 12
Los bigotes molan. -
puntos 8 | votos: 8
Era acostarse con ella - –tragó saliva-, o no volver a verla. No tenía otra opción. Estar
obligado a actuar no es sinónimo de actuar bien, no bastaba para
acallar su conciencia. ¿Pero qué otra cosa podía haber hecho? 
Repasó mentalmente el resumen de los acontecimientos de la noche
anterior. Todo empezó haría cerca de cuatro años. Sabía el número
exacto de días desde que la vio por primera vez, siete menos que el
número exacto de días desde que se enamoró de ella, podría haberlo
calculado, pero decidió, sacudiendo ligeramente la cabeza (tan
ligeramente que no estaba seguro de haber llegado a hacerlo),
centrarse en lo importante. En lo reciente. Durante todo ese tiempo,
hubo altibajos, como el primero de los tres últimos veranos, en el
que estuvo más de dos meses sin saber de ella. O cuando su mejor
amiga estrenó móvil y les hizo una foto, la única, juntos. O la vez
que le pidió en clase un simple bolígrafo, y él le dio el suyo, sin
tener otro y sabiendo que no lo necesitaba, porque también sabía que
era una excusa para volver a hablarle tras una semana sin hacerlo por
una discusión que, y lamentaba tener que admitirlo, no recordaba. Y
durante todo ese tiempo, no había hecho otra cosa que esperar la
oportunidad, el momento adecuado, de confesarle sus sentimientos. Pero
la situación idónea no se daba, y apurado por el último día de
clase, se vio obligado a forzarla. De modo que se plantó ante ella,
con un “tenemos que hablar” tan peliculero y misterioso como pudo,
obligándose a sí mismo a expresar lo que sentía. O eso esperaba. 
Se apartaron de la multitud de la fiesta de graduación, y volvió a
verse frente a ella, cara a cara. Pero esta vez no le salían las
palabras. Se esforzaba por disimular lo mucho que le estaba costando
impedir que sus rodillas temblasen. Ambos habían bebido, y le
atormentaba la idea de que alguien pudiera sospechar que había
pretendido emborracharla para aprovecharse de ella, cuando en realidad
él había bebido deliberdamente para armarse de valor y llamarla a
solas.
Pero ya lo había hecho, y seguía sin saber qué decirle, cómo
empezar. Sentía la mirada de la chica presionándole, inquisitiva,
impaciente, como si le obligase a hablar y dejarla ir. De modo que
decidió, de forma desesperada, besarla. No recordaba haber sentido
nunca su corazón tan acelerado. Ni siquiera durante las pruebas
finales de educación física del año anterior, cuando acabó una
carrera “al borde del infarto” porque sabía que ella lo estaba
mirando. También ahora lo miraba. Se acercó a ella lentamente.
Cerró los ojos.  Temía su reacción, de modo que los abrió
ligeramente, mirándola a través de las pestañas. Notaba la presión
sanguínea en sus párpados. Ahora le preocupaba que pudiera parecer
que los estaba moviendo. No sabía, ni quería saber, cómo se vería
con los párpados palpitando, el flequillo pegado a la frente por el
sudor y el gesto de quien no sabe si recibirá un beso o una bofetada,
con el significado implícito que ambas acciones conllevaban. 
Así que apretó sus ojos para lanzarse hacia ella cuando,
inesperadamente, ella se le adelantó. Trataba de autoengañarse,
fingiendo que no quería revivir, ni mentalmente, lo que hicieron a
continuación por respeto hacia su amada, decencia, caballerosidad y
esas cosas. Pero lo cierto es que apenas podía recordar los detalles
de lo que siguió, salvo nimiedades como que uno de los dos (no estaba
seguro de quién) pulsó todos los botones del ascensor para que el
corto trayecto no acabase nunca, consiguiendo así que parase en cada
piso y además se pasaran el suyo. O que le arañó accidentalmente el
muslo y ella se quejó con un gritito que pareció un maullido, y
ambos rieron. O el olor a frambuesa de su champú.
Aspiró lentamente para volver a apreciarlo, y el sentimiento que
aquel aroma le provocó casi dolía, pero era un dolor agradable.
Seguía dormida a su lado. Una punzada de culpabilidad le hizo volver
a la realidad cuando dudó, por un instante, si se habría vestido. Y
volvió a la duda que, inconscientemente, había evitado desde que
despertó: ¿Había sido por amor? ¿Habrían llegado a tanto si
hubiera sabido hasta qué punto la amaba? ¿Sería aquello el comienzo
de lo que tanto había deseado? ¿o la más cruel de las despedidas?
Y entonces, un “buenos días” volvió a sacarle de sus
pensamientos.
puntos 6 | votos: 10
Los bigotes molan. -

puntos 30 | votos: 34
Siento un profundo respeto - por los gatos, ya que son la única especie animal que trata al ser
humano como lo merece.
puntos 8 | votos: 10
Sólo - al perder la esperanza hallamos la libertad
puntos 33 | votos: 35
De mirar hacia atrás se rompen - más almas que cuellos.
puntos 32 | votos: 32
Hay amigos que duran poco pero los - momentos que vivimos a su lado duran mucho más que ellos.
puntos 46 | votos: 56
Poder decir adiós - es crecer

puntos 9 | votos: 9
¡Con la de hierro que tiene! -
puntos 30 | votos: 32
CARTEL 500 - Si te encuentras solo cuando estás solo, estás en mala compañía.
puntos 38 | votos: 38
Amigos sin fecha de caducidad - Amigos a los que puedes no ver en años y al juntaros sigue siendo
tan agradable como al principio. A esos amigos me refiero.
puntos 15 | votos: 17
¿Estáis seguros - de que matáis al animal correcto?
puntos 11 | votos: 11
Lejos de lo que podamos sentir, - hay medidas que siempre debemos tener presentes.

puntos 26 | votos: 30
Existen dos tipos de orgullo, - el que te infla el ego para verte idiota ante los demás y el de la
dignidad que te quita lo idiota ante todos.
puntos 45 | votos: 47
Mentí al decir - que duermo pensando en ti, la verdad es que pensando en ti
no puedo dormir.
puntos 18 | votos: 18
El frío acero en mi piel - Llega la paz que me devuelve la vida.
puntos 7 | votos: 9
Cuando te dices a ti misma: - Me como esta polla y ya dejo el bukkake
puntos 24 | votos: 24
La gente no es pobre por como vive - es pobre por como piensa.

puntos 20 | votos: 28
Mi jefe cuando vuelve - de las vacaciones
puntos 25 | votos: 29
Cometemos el error - de dejar lo que tenemos por querer algo supuestamente mejor
puntos 7 | votos: 9
-Capítulo 8- - Nikolay continuaba devorando el cuerpo sin vida de Waltk, le había
arrancado los brazos, que estaban a unos metros del cuerpo. El
destrozo era tal que gran parte de sus órganos estaban esparcidos por
toda la sala, la cantidad de sangre esparcida por ella era asombrosa.

 Braz no recordaba haber estado tan aterrado nunca antes en su vida,
bajó su cabeza y se encontró con la de Waltk a sus pies, este había
muerto con los ojos abiertos y la expresión de su cara era
indescripitble, Braz soltó un grito de terror.

 Nikolay se detuvo y se giró hacia Braz. Ya le había caído gran
parte de su pelo y la cara le colgaba a tiras, además, toda su cara
estaba impregnada de la sangre de Waltk.

-¿Nikolay?- preguntó incrédulo Braz, a la vez que se percataba que,
alejado de ellos, yacía el cuerpo de Lance.

 Nikolay lo observaba, temblaba intensamente y respiraba con rapidez.
Braz, por precaución, le apuntaba con su pistola.

 -Niko… ¿Qué te ha pasado?- preguntó de nuevo Braz.

  Nikolay respiraba aún más fuerte que antes y ya se había olvidado
por completo de lo poco que quedaba de Waltk.

 -Tranquilo…-dijo Braz mientras se acercaba a él- hallaremos la
forma para que vuelvas a ser como antes.

 Nikolay se abalanzó de pronto contra él, emitiendo el grito que él
mismo había escuchado días atrás de aquel monstruo. Braz reaccionó
rápido, retrocedió y apretó el gatillo. Nikolay cayó mientras
gritaba furioso.

 Braz no podía creerse lo que veía, pero su instinto de
supervivencia le dictaba que debía matar a su amigo. Apuntó de nuevo
a Nikolay, cerró los ojos, y disparó varias veces. Los gritos de
Nikolay cesaron.

 Braz corrió entonces hacia el cuerpo de Lance, era inútil, llevaba
muerto un buen rato, se dejó caer de rodillas y comenzó a llorar. El
recuerdo de su familia perdida había renacido en su interior, y a él
se sumaba la pérdida de sus únicos amigos, uno de ellos asesinado
por él mismo. Se llevó la pistola a la sien. Pero no disparó, ellos
no querrían eso, volvió a gritar desesperado.

 Al cabo de un rato se levantó y tiró  el arma, tenía que salir de
allí. Pronto salió a la calle, aquel lugar era subterráneo, pero
por fortuna estaba directamente conectado con los conductos
subterráneos de la ciudad, por lo que pudo salir por la boca de una
alcantarilla.

 Comenzó a caminar cabizbajo por la primera acera que encontró, al
parecer, el barrio en el que se encontraba estaba casi deshabitado y
en ruinas, pero aún resistían algunas pequeñas casas. Siguió
andando y se encontró con un perro atado a una farola, este lo miraba
fijamente. Braz recordó que a su hijo, a quien le encantaban los
perros, como a Nikolay, estuvo a punto de volver a llorar pero se
contuvo, no podía seguir llorando.

 Se acercó al perro y se dispuso a acariciarlo, pero el animal
comenzó a ladrar enrabietado y a tirar fuertemente de la cadena.

 -¡Quieto!- gritó Braz, sorprendiéndose a sí mismo de su
reacción, el perro se detuvo y comenzó a ladrar lastimosamente
intentando alejarse de Braz, quien decidió olvidarse del perro y
sentarse en un banco que había más adelante.

 Allí se preguntó qué sería de él ahora, desde que había huido
de los nazis no había tenido otra familia que sus compañeros, y no
tenía fuerzas para indagar en quien los había secuestrado y para
qué. Se llevó las manos a la cabeza, ya no había lugar para él en
el mundo. 
 Se sentía raro, y muy enfurecido, además, le parecía que tenía
menos pelo, retiró sus manos de la cabeza y se las miró,
efectivamente, el pelo se le estaba cayendo, y la piel.
puntos 8 | votos: 10
-Capítulo 7- - -Eeeeh, tranquilo amigo, recuerda que sólo yo sé crear el antídoto
a esto- dijo Waltk, esta vez evidentemente nervioso.


 Braz acababa de tocar todos los botones del centro de control,
confiando en que alguno de ellos liberase a sus amigos. Había
conseguido evitar que lo encerrasen fingiendo estar inconsciente y
golpeando por sorpresa a los dos guardias que lo acompañaban, gracias
a que a uno de ellos le robó el uniforme y su pistola pudo deshacerse
sin ser visto de otros dos guardias y llegar al centro de control.
Todo lo que le había enseñado Lance desde que se había unido al
grupo había sido muy útil, esperaba que su compañero estuviese
bien. De pronto oyó unos pasos que se acercaban hacia su ubicación,
así que se escondió detrás de la puerta.

 -Eh Tom, la puerta del centro de control está abierta…- dijo una
voz.

 -Ve a mirar, Martin.- respondió la otra.

 -¿Pero… y si el fugitivo está ahí?- preguntó Martin, Braz
tragó saliva.

 -¡Eh! ¿Quién es el superior aquí? ¿Tú o yo?- Inquirió con
ironía Tom.

 -Tú, pero…

 -¡Pues a callar y a obedecer!- le interrumpió Tom.

 -Está bien…- cedió Martin.

 Braz aguardó nervioso detrás de la puerta, cuando Martin la cruzó
él se apresuró a agarrarlo por el cuello y se situó detrás de él,
utilizándolo como escudo frente al otro guardia.

-¡Quieto! –le gritó Braz a Tom- ¡Tira el arma!

-¡Joder!- gritó asustado Tom, y seguidamente abrió fuego.

 Afortunadamente para Braza, todas las balas impactaron en el cuerpo
de Martin, pero se vio obligado a abrir fuego, con una ráfaga de tres
disparos, uno de ellos en la cabeza, abatió a Tom. Luego de terminar
el corto pero intenso tiroteo, dejó caer el cuerpo de Martin, quien
había recibido numerosos disparos de su compañero, y continuó
andando.

 Llegó a un largo pasillo que acababa en una gran puerta de metal,
estaba abierta, por lo que Braz decidió avanzar hacia ella con
cautela. Una vez cruzada la puerta, se encontró en una habitación
muy grande y rara.

 Era un gran despacho, contaba con una mesa de estudio llena de
papeles, su silla, un estante con numerosos libros y centenares
figuras del esqueleto humano y otras clases de maquetas extrañas por
toda la habitación. Observó los papeles amontonados en el
escritorio. Vio las mismas fotos que había visto días atrás Nikolay
y, al igual que este, se quedó atónito con lo que vio. Aquellos
seres que salían en las fotos le habían recordado la pesadilla que
había sufrido en el campo de concentración, así como a su fallecida
familia. Comenzó a llorar y a temblar violentamente, pero unos
extraños ruidos le hicieron recapacitar.

 Se dirigió al lugar de donde provenían esos ruidos. Avistó un
pasillo al otro lado de la habitación, este torcía a la derecha y no
se divisaba el otro lado, pero los ruidos provenían de allí con
total seguridad.

 Siguió avanzando hacia ese pasillo, realmente no sabría describir
lo que escuchaba, no había oído nunca antes nada similar. Aunque se
sentía un poco desconcertado, venció sus miedos y se asomó al
pasillo para ver el otro lado, lo que vio le dejó sin habla.
puntos 10 | votos: 14
-Capítulo 6- - -No puedo hacerlo- respondió Nikolay.

-¡Hazlo!-gritó Lance- si alguien tiene oportunidades de salir de
aquí, eres tú Niko.

 Nikolay sabía que lo que decía Lance era completamente cierto, pero
le era imposible  matar a su compañero y amigo, de ningún modo
podía hacerlo. Negó de nuevo con la cabeza.

 -Lo suponía… -dijo Lance con una sonrisa- antes no tuve el coraje
de hacerlo, pero veo que no me queda otra opción…

 Seguidamente, se colocó en su estómago la navaja, que tenía unas
dimensiones bastante grandes,  y se abalanzó contra una de las
paredes, Nikolay trató de detenerlo, pero no pudo actuar a tiempo.

 -¡Lance!-gritó Nikolay, al tiempo que corría hacia su amigo, aún
estaba vivo, lo agarró y lo tumbó en su regazo- Lance…- murmuró
entre lágrimas Nikolay.

 -Niko… Braz y tú debéis de salir de aquí… -dijo Lance con una
voz muy débil acompañada de una sonrisa, se disponía a decir algo
más, pero una tos cargada de sangre interrumpió su discurso, Lance
cerró los ojos por última vez en su vida.

 -¡Lance!- gritó Nikolay cargado de ira y de dolor.

 -Realmente conmovedor- dijo una voz, Waltk estaba al otro lado del
cristal de la sala, en donde Nikolay se había despertado el día
anterior.

 -¡Tú! – gritó Nikolay mientras se abalanzó contra el cristal y
comenzó a golpearlo con gran furia, inútilmente por supuesto.

 -Eso es mi amigo, así el proceso de transformación será más
rápido-  dijo Waltk- Sabía que era una buena idea dejarle la navaja
a tu amigo, pero me esperaba que la utilizaría para matarte, me
equivoqué jeje- concluyó, con una sonrisa infantil.

 -¿Dónde está Braz?- Preguntó furioso Nikolay, a quien ya se le
estaban cayendo la piel y el pelo, Waltk decía la verdad.

 -Tu amigo ha escapado- dijo Waltk con total tranquilidad.

 Nikolay se quedó asombrado, a la vez que muy feliz por su amigo, al
menos uno de ellos conseguiría sobrevivir.

 -Pero tranquilo- continuó Waltk- Aún sigue en mis instalaciones,
por lo que es cuestión de tiempo que mis guardias lo atrapen, cuando
eso suceda lo meteré aquí contigo jaja… -un suceso inesperado
cortó el discurso de Waltk, el cristal que separaba las dos salas se
deslizó hacia una de las paredes, alguien desde el centro de control
la había abierto.

 Nikolay y Waltk estaban frente a frente.





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