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07.10.2011

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puntos 13 | votos: 13
Fuiste la manera más cruel - que tuvo la vida, para hacerme entender que el amor es sólo una ilusión.
puntos 25 | votos: 27
El peor poder es que sepa - que con una sola palabra suya te revive o decide dejarte muriendo.
puntos 23 | votos: 25
No hay mayor resignación - que aquella que llega cuando se ha perdido toda esperanza.
puntos 30 | votos: 38
Ese triste momento en el que - la persona que te gusta deja de parecerte interesante.
puntos 38 | votos: 40
Un artista nunca acaba - de revelar todos los secretos de su cabeza.

puntos 19 | votos: 21
Si te la pasas haciendo cosas - que no quieres, después no te quejes por no tener tiempo para hacer
lo que en verdad amas
puntos 7 | votos: 7
Soy consciente de que hay cosas - que son imposibles de alcanzar, pero eso no me quitará mis deseos por
seguir soñando
puntos 77 | votos: 83
La palabra lunes al revés - Es senul que es un tipo de tortura lenta y dolorosa, ¿Coincidencia?
puntos 26 | votos: 28
Te besaré tan fuerte que sacaré - las mariposas muertas de tus ex amores.
puntos 90 | votos: 94
Regla #1 para alcanzar los sueños - Dejar de verlos como algo imposible de realizar

puntos 5 | votos: 9
Yo pienso que alguien le dijo - que ya no era un niño y se suicido.
puntos 8 | votos: 8
Es increíble - como la codicia, la envidia, la grosería, la avidez y todo ese conjunto
de atributos pueden verse en sólo una mirada
puntos 87 | votos: 107
Quiero el divorcio. -
puntos 7 | votos: 7
Bromas - everywhere
puntos 2 | votos: 6
Besé aun chico - Y ME GUSTÓ.
C.A

puntos 14 | votos: 14
Cualquier idea aunque sea pequeña - puede nacer un gran fanatismo
puntos 4 | votos: 4
Besé a una chica - Y ME GUSTÓ.
C.A
puntos 4 | votos: 4
Lee Esto: - Tu sonrisa es tan resplandeciente
A mi corazón deja encantado 
Ven toma mi mano, para huir
De esta terrible obscuridad.

En el instante en que te volví a encontrar
Mi mente trajo a mi a aquel hermoso lugar
De cuando era niño fue tan valioso
Para mi.

Quiero saber, si acaso tu conmigo 
Quieres bailar, si me das tu mano te llevare
Por un camino, cubierto de luz y obscuridad.

Tal vez sigas pensando en el,
No puedo yo saberlo, pero se y entiendo. 

Que amor necesitas tu, 
Y el valor para pelear
En mi lo hallaras.
 
Mi corazón encantado vibra
Por el polvo de esperanza y magia
Del universo que, ambicionan todos
Poseer.

Voy a amarte para toda la vida
No me importa si aun no te intereso

Ven toma mi mano
Para huir de esta infinita
Obscuridad.
puntos 4 | votos: 4
Mis carteles son tan malos - que podrían estar todos en recomendados 
y el gato no subiría ninguno
puntos 20 | votos: 20
El gozo que me produjo su mirada - me permitió entender porque las personas le tienen miedo a la muerte.

puntos 4 | votos: 4
tengo miedo.. :( -
puntos 21 | votos: 21
Aprendí a ser fuerte - porque viví situaciones que me hicieron sentir débil
puntos 13 | votos: 17
Si me dejas caer - que sea para hacérmelo contra el suelo.
puntos 66 | votos: 72
Muchos quieren el perfume que dan - las flores, pocos son los que se ensucian las manos para conseguirlo.
puntos 82 | votos: 96
Tienes 5 mensajes nuevos. -

puntos 17 | votos: 19
En este mundo irónico, - La vida misma pone los obstáculos a algunos, y las las das rápidas a otros
puntos 7 | votos: 7
IDIOTA -
puntos 86 | votos: 86
Haber tocado fondo - y descubrir que todavía se puede bajar más.
puntos 112 | votos: 116
Amo esas chicas que no se maquillan - pues saben que no lo necesitan para ser hermosas
puntos 7 | votos: 7
La alegría es la pena que se  disimula - sobre la tierra no hay más que dolores.

puntos 22 | votos: 24
La belleza de unos ojos - está en las historias que cuentan y los secretos que ocultan.
puntos 2 | votos: 2
Ole ole las chicas guapas -
puntos 25 | votos: 27
Entre más conozco a los hombres, - más admiro a los perros.
puntos 3 | votos: 7
¿Por qué se mueren - tan rápido las luciérnagas?
puntos 25 | votos: 25
Jugar bien no es sinónimo de nacer - con talento, sino que es sinónimo de aprender de los errores.

puntos 10 | votos: 10
Pequeños gestos - pueden hacer  grandes diferencias en la vida.
puntos 14 | votos: 14
La vida no es fácil en lo absoluto, - pero se vuelve menos difícil cuando te quitas las máscaras y eres
tú mismo.
puntos 9 | votos: 9
Nunca confies en algo peligroso - solo destruyelo y se despedazará.
puntos 3 | votos: 3
#Acertijo. - -> The Unkillable Monster L_¬.
puntos 89 | votos: 95
Impotencia - probablemente el peor sentimiento que puedas tener

puntos 27 | votos: 27
Las grandes victorias - pueden surgir cuando te atreves a apuntar hacia lo más alto.
puntos 0 | votos: 4
Mitos y verdades - Sesenta años después de su desaparición física, la figura de Adolf
Hitler —que un escritor norteamericano poco sospechoso de simpatías
nazis (Robert Waite, citado en Bene [1983], nota del editor)
predeciría como la de mayor impacto histórico después de la de
Jesucristo— está constantemente bajo la mirada general.
Sobre la vida y eventos vinculados al déspota germano se han escrito
miles de libros —de hecho, como se declara en una reciente obra
acerca del tema (Lukacs, 2004/1997), Hitler es quien más libros ha
inspirado en el siglo XX—, se han hecho cientos de documentales y a
su personaje se le ha llevado al cine y a la televisión muchas veces,
la mayoría en fugaces apariciones y en plan peyorativo; haciendo
circular múltiples imprecisiones sobre él.
Para el psiquiatra español Vallejo-Nágera (1980), los estereotipos
hitlerianos que circulan son los que construyeron sus enemigos y
vencedores, quienes al amparo del repudio legítimo por el genocidio
judío no le perdonaron nada de lo que hizo o dejó de hacer.
A este tipo que inventó el Volkswagen, la blitzkrieg y las
terroríficas sirenas de los Stukas le negaron hasta el mínimo
resquicio de razón: según ellos el hombre debía estar totalmente
loco y desquiciado, o poseído por algún númen diabólico. Era
incapaz de tener sentimientos y siquiera de comportarse amablemente.
Aquellos que lo siguieron eran estúpidos o estaban hipnotizados.
Era además un caudillo inepto: sus éxitos se debieron a errores o
descuidos de sus adversarios. Los Generales ganaban las batallas por
él, mientras que las derrotas fueron todas responsabilidad suya.
Sus arranques enérgicos o de furia liderezca eran arrebatos
histéricos.
Cuando levantaba la voz no gritaba, sino aullaba. Ciertos autores,
basándose en el testimonio de renegados nazis como Rauschning
(1940/1940) y de amigos de juventud de Hitler (Kubisek, 1955/1954),
hablan de su mirada fija y sin vida o alucinada, cuando algo que
particularmente se destacó en su tiempo entre sus fieles fue la
llamada mirada de águila, que se nota en la mayoría de las
imágenes conservadas como reconcentrada y analítica.
Su físico, bastante dentro del promedio del hombre del pueblo por
cierto, fue satirizado al punto de connotarlo con frecuencia como el
de un hombrecillo insignificante y hasta repugnante. (Recuerdo que
un amigo mío influido por tales leyendas me dijo creer que Hitler era
un enano, y se sorprendió mucho cuando le revelé que medía 1.73
mts.; talla mayor que las de Napoleón, Mussolini o Stalin entre
otros)2.
Aquel individuo tan repugnante, bizarro e inepto según sus críticos
logró extrañamente, sin embargo, sobrepujar algunas de las mayores
hazañas políticas y militares de la historia. Hitler, al margen de
sus nefandos crímenes contra la humanidad, pertenece a ese exclusivo
club (nada inocente, por cierto) de conquistadores del mundo
—Alejandro, César, Napoleón, entre los más grandes—, del cual
hasta hoy es el último representante, como lo reconocen sus dos
principales biógrafos (Shirer, 1983/1959, Bullock, 1962/1952).
Para los analistas sesgados de su trayectoria que le niegan la menor
virtud, tal hecho es tan misterioso como el inexplicable amor que el
Führer le tuvo a su sobrina Geli Raubal (¿cómo pudo ese sujeto
haber amado a alguien?), o el que Eva Braun sentía por él mismo
(¿cómo pudo alguien amar a Hitler?).
Todo eso revela, a los ojos del especialista imparcial, una
concepción maniquea, ingenua (o quizá convenenciosa) de hombres
inteligentes pero prejuiciados acerca de la psicología humana
—especialmente de la de un individuo al que no aprueban—, y a
pesar de ello pervive como verdad profunda.
El reciente estreno de dos películas poco difundidas aunque de buena
calidad, una hecha para el cine (Max, 2002) y otra para la
televisión (Hitler. El reinado del mal, 2003, premiada con un
Emmy), que se salen de las pautas preestablecidas respecto al común
de creencias sobre su personalidad3,
remueve el tema y provoca reflexiones encontradas.
En el caso específico de Max, una producción en la cual se abordan
ciertos aspectos humanos del
personaje, su estreno en Japón (2004) y el uso promocional de una
acuarela hecha por el caudillo germano en su juventud produjeron
reacciones por parte de diversos grupos vinculados a los derechos
humanos, logrando amedrentar y aminorar el afán de los organizadores
por promover la película y mantenerla en cartelera (esto recuerda en
menor escala el absurdo revuelo mundial por La
Ultima Tentación de Cristo). Lo extraño del asunto es que la
principal causa esgrimida por quienes protestaron es que Max
constituye un intento de humanización de Hitler, lo que de pasar
desapercibido sería un estímulo para los grupos pronazis y una
consiguiente desensibilización del ciudadano promedio frente al
holocausto. ¡Prohibido, entonces, el pensamiento y el arte
independientes porque, según la paranoia de los autoproclamados
guardianes de la conciencia humana, tales ejercicios sirven a fines
odiosos o sentimentalmente ingratos y hacen eco entre un público muy
crédulo!
Vallejo-Nágera (1980) describe bien el carácter pacato y tonto de la
actitud exageradamente antinazi después de más de medio siglo de
transcurridos los acontecimientos, indicando que dicha perspectiva
confunde la atracción y curiosidad histórica o psicológica que se
pueda sentir por una figura extraordinaria como la de Hitler y por un
tiempo como el del Tercer Reich, con la identificación ideológica
hacia su régimen, y peor aun, con la convalidación moral de sus
hechos (a pesar de todo, como dice Ian Kershaw [2003], la fascinación
y la repulsión no son conceptos tan incompatibles). Puede que
semejante afán de censura filomedieval tenga explicación en el
trauma sufrido a raíz de los horrores nazis, pero ningún
fundamentalismo es bueno, ni aun aquel que pretende acogerse bajo la
égida de la justicia.
Basado en estos argumentos pretendo ocuparme imparcialmente de este
tema, dada la importancia que tiene para el quehacer psicológico.
Lejos de mí el deseo de rehabilitar a Hitler, ni menos de negar o
minimizar la gravedad del holocausto en la línea, por ejemplo, de
Irving (1988/1977); lo que busco es simplemente establecer criterios
de mayor objetividad en el análisis del caso, aceptando que, después
de todo, Adolf Hitler era un ser humano con defectos, virtudes y
debilidades como cualquier otro individuo, o déspota, de la historia.
El conflictivo ambiente en que vivió y la magnitud de los
acontecimientos que lo rodearon lo hace muy especial, pues quizá
ningún personaje ni tiempo históricos ofrecen tal cantidad de
material para el análisis que los mencionados aquí, donde el
fanatismo, la genialidad y la criminalidad se dan la mano en tan
estrecha coyunda puesta al servicio de la dominación
psicotecnológica de una inmensa masa de individuos.
Aquí se ventilarán sólo tres aspectos medulares en la visión que
se tiene de Hitler, procurando revisarlos con una mirada objetiva: 1)
el ángulo psico(pato)lógico de su personalidad, 2) su conducta
sexual, 3) su aparente relación con el ocultismo.
EL ÁNGULO PSICO(PATO)LÓGICO
A Hitler se le ha procurado analizar desde diversos ángulos, pero
aquí interesa particularmente el psicológico. Entre los psicólogos
profesionales que se han dado el trabajo de sugerir interpretaciones
sobre el caudillo austroalemán sobresalen Fromm (1985/1941) y Erikson
(1948).
Cada uno de ellos, en su indagación psicoanalítica, realizó un
profundo estudio de la obra semiautobiográfica de Hitler: Mi Lucha,
basándose en aquella para sacar buena parte de sus conclusiones.
Erich Fromm especula en el Capítulo VI de su obra El Miedo a la
Libertad (Psicología del Nazismo) sobre la hipótesis del
sadomasoquismo como distintivo general de la personalidad del líder
teutón y de sus principales seguidores. Hitler, afirma Fromm, odiaba
a los débiles y amaba a los fuertes, y gozaba con el éxtasis de
sentirse inmerso en una gran colectividad de autosacrificio y a la vez
sojuzgarla. Esa tendencia signó, sin duda, su conducta personal y
todo el carácter de su régimen político.
Erik Erikson, por su parte, hace un estudio que denomina
psicohistórico acerca de la evolución personal llena de tensiones y
conflictos y un ambiente especial que hicieron de Hitler un fanático
racista y autoritario. En tal sentido analiza con largueza tanto las
experiencias de la niñez hitleriana como las costumbres nacionales
germánicas.
Las características de la crianza de la niñez alemana de aquellos
tiempos le dan a Erikson la clave para entender cómo es que el
ambiente familiar y cultural de fines del siglo XIX y principios del
XX producía adolescentes con un desviado espíritu revolucionario,
orientándolo hacia la suplantación de la autoridad paterna por un
culto místico-romántico: el del exagerado nacionalismo. Por otro
lado, el aspecto antijudaico lo atribuye a la envidia que —en
aquellos tiempos de crisis agobiante—, inclinaba a los oprimidos
alemanes arios a buscar chivos expiatorios de su situación en
ciertos representantes de la clase capitalista.
Debo añadir que, a pesar de que en los años cuarenta en los
círculos académicos y literarios eran muchas las tentaciones para
endilgar marbetes psiquiátricos al Führer, ni Fromm ni Erikson
cayeron en tal simplicidad.
Por el contrario, los numerosos apuntes acerca de la psicología
hitleriana hechos por muchos de sus historiadores y comentaristas
(quienes carecen, como es natural, del talento especializado), suelen
pecar de facilistas en sus calificativos acerca del estado patológico
de Hitler.
El periodista americano John Gunther (1939/?), por ejemplo, parte del
punto de vista de que todos los dictadores son anormales; se trata de
un hecho axiomático... la mayoría de los dictadores son
profundamente neuróticos (p 34). Incluso Vallejo-Nágera (1989), un
defensor de juicios más moderados al respecto, cae en ese tipo de
aseveraciones ingenuas calificando, sin más, de loco a Hitler.
La complejidad del asunto es mucho mayor, tal como lo nota el
historiador alemán P. E. Schramm (1965/1963):
Nunca se agota la cuenta si se trata de captar al hombre Hitler: su
contacto con los niños y con los perros, su alegría ante las flores
y las cosas cultivadas, su admiración por las mujeres hermosas, sus
relaciones con la música... eran cosas auténticas; pero también era
auténtica la tenacidad despiadada, implacable... con la que
saltándose todas las consideraciones morales, aniquilaba a los
adversarios de su poderío... Hitler, al variar guiado por la razón,
por el humor y el oscuro impulso, era más enigmático de lo que lo
haya sido ningún hombre en toda la historia alemana. (p. 48)
En la obra Carisma, Charles Lindholm (1992/1990) también dedica
extensos comentarios psicológicos al fenómeno nazi y al carácter de
su líder, expresando la dificultad de explicarlo mediante
simplificaciones. Dice, entre otras cosas lo siguiente:
Hitler era una figura proteica, febril y difícil de aprehender en
quien apenas se disimulaban las contradicciones: aprobó legislaciones
para asegurar la muerte indolora de las langostas de mar y era tierno
con los niños y los animales, pero podía ser inhumanamente cruel o
enfurecerse aterradoramente; su letargo alternaba con períodos de
inmensa hiperactividad: era un aspirante a artista cuyos sueños de
creación contrastaban con sus fantasías de aniquilación; un
pragmático presa de ilusiones antojadizas; un soldado valeroso
petrificado por sofocantes temores; un compañero encantador o
absolutamente brutal; un hombre austero con hábitoslibertinos. (p.
147)
Todo ello, según Lindholm, llevaría a la conclusión de que se trata
de una personalidad psicótica en el sentido psicoanalítico, si no
fuera porque Hitler encontró en el servicio militar, en el
nacionalismo y en el sentimiento de su propio destino providencial, la
forma de controlar esos impulsos en público y conservar la
coherencia, llegando únicamente a un estado limítrofe.
Pronto aprendió también a usar su talento oratorio de manera
catártica y a echar sus demonios internos hacia fuera, contagiando
de frenesí al público asistente a sus multitudinarios mítines.
La singular exaltación que Hitler manifestaba en sus discursos es,
aun ahora a través de la visión de documentales que lo reviven,
fuente de asombro: por un lado se le considera una especie de poseso
y maníaco, y por otro lado un maestro, incluso un genio, de la
comunicación de masas. Pero, debido al estigma de locura que carga la
figura del líder nazi, es mayor el impacto de las primeras
calificaciones. Poco importa recordar que, en la época de la Europa
de pre-guerras, el estilo oratorio de corte ampuloso y teatral era
común entre los políticos y revolucionarios.
Sin ir muy lejos, en su tiempo Mikjail Bakunin lo practicaba casi con
la misma pasión y vivacidad que el Führer, sin que a nadie se le
ocurriera decir que estaba loco por ello.
A propósito de esto último, algo que ha contribuido a cimentar la
idea de un Hitler desquiciado antes de 19424 es el abundante conjunto
de relatos que describen episodios de rabia incontenible en los cuales
el líder nazi echaba espumarajos, se le hinchaban las venas del
cuello, golpeaba las paredes, etc. (cosa que, por lo demás,
recuerda a cualquier sargento instructor de reclutas en el ejército).
Al respecto, Bullock (1962/1952) señala que muchos de esos estallidos
de cólera eran hábiles mascaradas, recursos calculados para hacer
capitular a sus interlocutores molestos. Parecida estrategia era la
usada por Napoleón .no tan estridente porque vivió en una época de
trato mucho más ceremonioso., según se puede ver en la biografía
que de él escribe Emil Ludwig.
Lo cierto es que, contra la opinión general5, Hitler no limitaba su
capacidad sugestiva a sus apariciones como tribuno. En realidad era un
manipulador psicológico a tiempo completo de todos cuantos se
cruzaran con él, sin importar su rango social o militar (véase
Picker, 1965/?). Así lo pinta el talentoso arquitecto del Reich,
Albert Speer (1976/1975), quien compartió largos períodos de trabajo
con el líder alemán:
El no manipuló tan sólo el instrumento de las masas populares; fue
también un psicólogo magistral frente al individuo. Adivinó los
más secretos temores y esperanzas de cada interlocutor... [fue] un
psicólogo como jamás me fuera dado conocer otro, y lo sigue siendo.
Me imagino que, algún día, los historiadores lo considerarán
únicamente grande en esa medida. (p. 190)
Evidentemente un enfermo mental, incapaz de pensar racionalmente
según muchos quieren presentarlo, no tendría la frialdad y el
autocontrol suficientes como para provocar con sus acciones semejantes
comentarios. Hitler era claramente un psicópata en el sentido lato
del término, que involucra tendencias obsesivas, histriónicas,
narcisistas y hasta paranoides, pero no era un esquizofrénico.
Hace varios años el psiquiatra y criminólogo alemán Wolfgang de
Boor hizo un minucioso estudio-peritaje post-mortem, en el cual
concluyó que se deben excluir en Hitler tanto trastornos psíquicos
patológicos como locura o profundas perturbaciones mentales en el
sentido que marca la ley (véase la noticia del diario El Comercio de
Lima-Perú, del 07/04/86; p. 19).
LA SEXUALIDAD DE HITLER
La inquina hacia el recuerdo del Führer nazi es tal que en algunos
documentales biográficos modernos (como por ejemplo el emitido hace
algunos años por Mundo Olé) se presentan escenas que, puestas en
cámara lenta y en retroceso, parecen mostrar gestos feminoides del
Dictador, tratando de sembrar la idea de homosexualidad (lo cual,
desde luego, no tendría nada de malo si fuera verdad).
Recientemente, un libro sensacionalista de Lotear Matchtan (2004/2004)
—rápidamente traducido al español, lo que denota el morbo que
despierta este tema— vuelve a traer a colación el asunto de la
supuesta identidad secreta gay de Hitler. Parece que las mismas
personas que abominan al nazismo por su discriminación racial
utilizan la discriminación homofóbica para añadir supuestos
baldones a su imagen.
Por ejemplo ya Rauschning (1940/1940), en Hitler me Dijo, que es el
testimonio de un ex-funcionario nacionalsocialista .entonces ya
emigrado., hacía algunas alusiones malintencionadas al respecto de la
sexualidad hitleriana. Las siguientes citas del libro de este hombre
que, por propia confesión, no se atrevía a chistar cuando estaba
ante la presencia de su Führer, son sólo pequeñas muestras,
aclarando que las palabras en cursiva son señaladas por mí:
... Goering tuvo siempre una actitud opuesta a la de Hitler, y... en
el círculo de sus amigos íntimos, no tenía empacho en expresar
groseramente su opinión sobre el loco afeminado. (p. 78)
Su boca arrojaba espuma; jadeaba como una mujer histérica y eructaba
exclamaciones entrecortadas... (p. 82)
Fue la merienda tradicional de las familias alemanas. Hitler hacía de
dueña de casa. Sosegado el espíritu, casi amable. (p. 84)
Recuerdo una frase de Forster, el amigo íntimo de Hitler. Bubi
Forster, el niño terrible entre los gauleiters: Ah, si tan siquiera
Hitler pudiera saber cuan agradable es tener entre los brazos a una
joven en flor... Ese pobre Hitler... Me guardé de hacerle ninguna
pregunta. (p. 223)
Pero Rauschning no calculaba varias cosas que podrían mellar la
credibilidad de sus confidencias: 1) no hay otro registro alguno de
que Goering se expresara así de Hitler en privado; 2) el histerismo
puede ser común a hombres y a mujeres por igual, así que calificarlo
de mujer histérica suena a insulto vulgar tanto a Hitler como a las
mujeres en general, y 3) posteriormente se descubriría que Forster, a
quien atribuye una conducta de mujeriego, era, sí, un auténtico
homosexual.
Pese a que sí se sabe que uno que otro individuo del círculo
dirigente nazi era homosexual (especialmente los jefes de las SA que
fueron asesinados en la noche de los cuchillos largos), como por
ejemplo Roehm, Heynes y el mismo Forster; realmente no hay la menor
prueba sólida de que el Dictador alemán lo fuera.
Es más, durante la dictadura hitleriana se persiguió a los
homosexuales y era notoria la aversión personal del Führer hacia
ellos: en una ocasión, con Hossbach (el autor del famoso Protocolo
Hossbach), Hitler le replicó hablando sobre uno de sus Generales
investigado por el servicio secreto: Ud. Se equivocó. Von Fritsch no
es sólo un ser desviado, sino también un embustero. Claro que todos
los homosexuales son embusteros (Brissaud, 1975/?, p. 186).
Sin embargo, queda como un misterio la verdadera conducta sexual del
Dictador nazi. Ciertamente se codeó con muchas mujeres y generaba
reacciones histéricas de adoración en gran parte de las asistentes a
sus mítines, mas no se le conoce con certeza romance alguno en el
sentido convencional, excepto, en parte, los tenidos con su sobrina
Geli y con Eva Braun; y ni aun en los mejores momentos de la relación
de Hitler con ésta última hubo demostraciones de afecto íntimo
entre ellos en público. Aunque algunos indicios llevan a considerarlo
un sadomasoquista que sometía a sus amantes a crudas experiencias
(Shirer, [1983/1959], al parecer Hitler embebido en la política nunca
se preocupó eróticamente demasiado por las mujeres, al punto que
muchos lo consideraban neutro o asexuado. Davidson (1981/?),
consigna que durante su juventud el futuro Canciller expresaba su
disgusto por la prostitución cuando pasaba por las zonas rojas de
Viena, y Gunther (1939/?) anota que Hitler veía a las mujeres más
como amas de casa o madres, comportándose con ellas como un caballero
dado al besamanos y nada más.
Vallejo-Nágera (1980) dice al respecto lo siguiente:
La vida íntima de Hitler ha dado lugar a muchas elucubraciones. En
parte debido a que Hitler fue siempre extremadamente discreto, en
parte porque con su gran instinto propagandístico comprendió que una
aureola de misterio en torno a su persona era muy conveniente para
montar sobre ella las invenciones de la propaganda y, en parte, porque
se veía obligado a ello al tener en verdad algo que ocultar. (pp.
18-19)
Lo que Hitler tenía que ocultar sólo puede conjeturarse. El informe
de la autopsia de Hitler, hecho por los médicos soviéticos y
misteriosamente guardado hasta 1968 (lo que después de todo suscita
sospechas de fraude), indica la ausencia de un testículo, defecto
congénito que no implica disfunciones mayores, pero que a nivel
psicológico puede ser devastador.
Los investigadores franceses Charlier y de Launay (1980/1979) esbozan
una posible explicación de la conducta sexual del líder nazi
fundados en ello, anotando que había cierta constancia en la
relación de Hitler primero con mujeres maduras o amigas maternales
como Winifred Wagner, y después con mujeres-niñas como Geli Raubal o
Eva Braun. Señalan que:
Si admitimos la existencia de un complejo de origen psíquico o
físico, su preferencia por las mayores, que lo perdonan todo, y
después por las adolescentes, que no saben nada y aceptan las
explicaciones de un héroe de la guerra, puede explicar la adaptación
de nuestro hombre. (p. 74)
Otras pistas llevarían a la hipótesis de una sífilis, posiblemente
contraída en la Primera Guerra Mundial cuando Hitler era soldado.
Según eso, los síntomas mentales y físicos del Dictador durante los
últimos años de su vida (delirios, alucinaciones, temblores, etc.)
se deberían a un estado terciario de esta enfermedad.
De cualquier manera había algo extraño relacionado con la autoimagen
sexual de Hitler. Datos conexos a esto que confirmarían la existencia
de un complejo psicológico son sus dos hábitos inveterados: por un
lado rehusaba absolutamente ser visto en ropa de baño (o desnudo
frente al masajista), y por otro cuando estaba en actitud de espera
acostumbraba tomarse las manos a la
altura de la ingle, pose en la cual aparece en una gran cantidad de
fotografías.
Lo cómico es que muchos de sus subalternos lo imitaron, como si se
tratara de un gesto eminente. Algo así como la mano de Bonaparte
metida en la solapa.
HITLER Y EL OCULTISMO
Algunos (Ribadeau, 1980/1975); Pennick, 1984/1981) consideran que la
conducta de los fanáticos líderes nazis sólo tiene explicación en
el marco de una cosmovisión ocultista. Basándose en fragmentarios
indicios cuyo origen está en la cercanía que algunos de sus más
cercanos colaboradores (Hess, Himmler) tuvieron con las llamadas
ciencias ocultas, los partidarios de esta postura sostienen que el
intento revolucionario de Hitler y sus asociados habría sido
esencialmente mágico: la creación de una raza de superhombres con
poderes psíquicos, capaces de dominar el universo y alcanzar la
inmortalidad.
Ello requería primero hacer una limpieza de lo subhumano, empezando
por judíos y gitanos.
Desde la perspectiva ocultista, hay toda una serie de datos que se
manejan para demostrar la inclinación de Hitler por lo esotérico.
Se dice, por ejemplo, que de niño le atraía la vida religiosa,
conociendo las cruces gamadas (antiguo emblema de las razas del norte
y símbolo de la luz) en el Monasterio de Lambach. A los doce años se
familiarizó con la música de Wagner y con todo lo que eso
significaba como información sobre los ancestrales mitos germánicos,
fascinándole Wotan, el Dios de la posesión demoníaca.
Poco a poco se convirtió en una especie de vidente signado por el
destino para llevar a su pueblo hacia la libertad, y pasaba el
tiempo en las bibliotecas leyendo libros sobre religiones orientales,
yoga, ocultismo, hipnotismo y astrología. Según Ribadeau
(1980/1975), un librero de Viena que era cultor del espiritismo hizo
amistad con Hitler y le inició en un ambiente de satanismo y
perversión sexual bajo el signo esvástico de una secta
paramasónica.
En ella frecuentó a otros miembros y, a través de Rudolf Hess llegó
a la Sociedad Thule6, un cenáculo interesado en cultivar la vieja
tradición germánica (incluyendo preservar la pureza de la sangre),
donde también se perfilaban ideas sobre la antigua conexión sagrada
entre la geografía y la política. Allí el futuro Mesías bebió de
fuentes cosmológicas que cimentaron su mística creencia en la
supremacía del germanismo, y en su propio papel como realizador de
esa utopía.
En este ensayo sería imposible dar una relación completa de todas
las afirmaciones hechas en esta línea por los partidarios de una
explicación ocultista del fenómeno nazi. Como toda teoría de la
conspiración mezcla verdades y mentiras, hechos comprobados e
hipótesis plausibles al lado de rumores absurdos e ideas jaladas de
los pelos7.
Si bien lo esotérico tiene un lugar dentro del desarrollo general del
nazismo y de sus dirigentes, el hecho es que Hitler era cualquier
cosa, menos un ingenuo. Probablemente en algún momento este Maestro
del Engaño supo utilizar a manera de bluff en su beneficio —como
hizo con todo lo que se cruzó por delante: individuos,
acontecimientos, ideas— el arma de propaganda ocultista para
impresionar a cierta gente y lograr ciertos objetivos, pero es dudoso
que íntimamente se lo tomara en serio. Muchas veces se refirió con
desdén hacia las creencias de su secretario Hess y en general hacia
el ocultismo (véase Bullock, 1962/1952); y la mejor prueba objetiva
de ello son sus propias órdenes en las cuales prohibió toda
conferencia sobre astros, espiritismo, telepatía y clarividencia,
así como todo anuncio de ellas en los diarios. En palabras de Schramm
(1965/1963), las supersticiones le eran totalmente extrañas (p.
39). Posteriormente mandaría arrestar a más de cien astrólogos,
mediums y videntes, y suspender la Sociedad Thule. Eso es lo real.
A MANERA DE CONCLUSIÓN
Aquí se han examinado algunos de los aspectos más polémicos de la
personalidad de Hitler, tratando de hacerlo con objetividad. Es tanta
la carga emotiva que evoca un personaje de esta naturaleza que quizá
desmentir ciertos prejuicios que coadyuvan a deformar su imagen puede
ser juzgado por sus críticos como un solapado apoyo pro-nazi.
No me preocupa esa objeción pues no comulgo con el llamado
revisionismo del holocausto ni soy antisionista; pero es de lamentar
la hipocresía de quienes, bajo el pretexto de combatir tendencias
totalitarias ajenas, las ejercen a su vez en contra de otros
impidiendo cualquier debate racional sobre lo que se cree
indiscutible.
Lo que es evidente e incontestable, es que Hitler fue durante la mayor
parte de su vida un psicópata (como también lo fue su colega Stalin,
o como lo puede ser hoy en otra escala y ambiente un Maradona, por
ejemplo), empeorado por las obsesiones de su terrible fanatismo, y que
en algún momento de su carrera de los últimos años las
circunstancias extraordinariamente difíciles que lo rodearon, y la
calidad de vida que llevó, hicieron mella en su personalidad
poniéndola en el límite de la cordura.
Sin embargo, es exagerado decir que comenzó a vivir en un mundo de
fantasía pura o que se convirtió en un enajenado. Tenía momentos de
tanta lucidez como podía esperarse para un individuo en su posición
y en una situación apocalíptica semejante.
El que sus postreras intuiciones o razonamientos fallaran en la
apreciación de los acontecimientos era muy natural, dado el escaso
margen de información segura a la cual tenía acceso desde el aislado
Bunker. Sus decisiones de tierra arrasada o de genocidio planificado
no tienen excusa, pero no son fruto de la demencia, sino de la
crueldad trágica típica de cualquier tenebroso verdugo de la
historia. Lo que las hace más impactantes son las dimensiones
colosales del escenario en que se produjeron y el número de víctimas
involucradas.
En cuanto a su suicidio y cremación, ésto no fue, como tantas veces
se ha asegurado desde la cómoda posición de un escritorio, un acto
de cobardía. Y no fue tampoco una salida heroica. Fue simplemente lo
único que cabía hacer: Hitler, demasiado conocido y que además
estaba muy mal de salud (lo que le impedía fugarse y convertirse en
un sumergido), sabía muy bien lo que le esperaba si caía vivo o
muerto en manos de sus tan implacables como innumerables enemigos
(recuérdese el destino de Mussolini), y por ello lo ilógico hubiera
sido tratar de resistir a mano armada o de entregarse.
Como se probó en el Juicio de Nüremberg (véase Heydecker y Leeb,
1970/1958), los millones de personas muertas y la serie innumerable de
dolores que causó el régimen nazi no deben achacarse únicamente a
su caudillo, como tampoco debe achacarse sólo a Mao la barbarie de la
Revolución Cultural china, ni a Bonaparte el inmenso coste humano y
material de su aventura imperialista. Fue, en realidad, toda una
pandilla de criminales y fanáticos respaldados por la posibilidad del
ejercicio del poder absoluto, sin frenos, la que produjo tanto mal. Y
esta pandilla de agitadores, sicarios y verdugos creció y actuó en
relación a una cantidad de factores ideológicos, étnicos,
geográficos, socioeconómicos e idiosincrásicos operantes a manera
de contingencias interdependientes de dimensión gigantesca.
Científicamente, utilizando el concepto de moldeamiento en la forma
utilizada por Skinner (1982/1971, p. 260), puede decirse que el
comportamiento nazi se moldeó en un entorno plagado de estimulación
aversiva y de reforzamiento negativo, lo que, aunado a una
multiplicidad de factores situacionales y personales de Hitler (su
nacimiento fruto de la unión de padres distanciados
generacionalmente, la influencia de alguno de sus profesores y de un
ambiente
provincial de frontera, su frustración por no poder seguir la
profesión de artista, sus lecturas de Nietzsche, etc.); y a sucesos
fortuitos diversos, dio por resultado el fenómeno hitleriano. Desde
este punto de vista Hitler, aparte su habilidad genial como cabecilla
de la banda, fue el exponente y el producto más visible, pero no el
único, de tan complejas condiciones; y surgió en base a un liderismo
carismático en el sentido en que Tucker (1976/1970) toma esta
expresión de Erikson, es decir rodeado de condiciones
psicohistóricas específicas: todo estaba preparado en la Alemania de
entonces para que estallara el polvorín racista y nacionalista.
Otro tipo de explicación cae obligatoriamente en providencialismos
místicos que lo único que hacen es obscurecer el verdadero carácter
de los acontecimientos, como ha ocurrido por más de medio siglo. Como
dice Kantor (1978/1959), para reconocer el carácter inevitablemente
conductual de las cosas, su composición y estructura no necesitan ser
revestidos con procesos o funciones psíquicas (p. 235). La crítica
a quienes han sesgado de esta y otras maneras la historia de Hitler
debe tomarse en consideración.
NOTA
1 Psicólogo y docente universitario en las asignaturas de Análisis
conductual Aplicado y Psicología de la Personalidad. E-mail:
avidolector[arroba]yahoo.es
2 El dato de la estatura se halla en la obra de Ryan (1966/1966, p.
114). Quizá la parodia de Chaplin (en El Gran Dictador), que si era
un hombre pequeño, haya contribuido al mito. Es pertinente, además,
recordar que un prominente político británico, A. Eden (1962/?), que
conoció personalmente a Hitler, lo describía como una persona de
aspecto elegante, casi apuesto, comedido y amistoso (p. 87).
3 Esto no se extiende a su aspecto físico, reproduciendo los
consabidos prejuicios. En Hitler. El reinado del mal, parece haberse
buscado a un actor singularmente pequeño y delgado (Robert Carlyle)
para interpretarlo, a la vez que a los principales jerarcas nazis que
lo rodeaban .Roehm, Goering, Strasser, incluso Goebbels . se les
representa como hombres mucho más altos y corpulentos de lo que eran,
como para establecer un violento contraste con la figura esmirriada
de su jefe (eso se completa con un juego de tomas de perspectiva en
las cuales casi siempre se visualiza la pequeñez del Führer frente
a sus colaboradores o adversarios).
4 Después de ese año sí se hizo notorio el deterioro progresivo que
tuvieron sus funciones cognitivas, tanto como las afectivas y motoras.
5 La idea común es la de que Hitler entraba en frenética actividad
comunicativa ante público numeroso, derrumbándose agotado y
tímido ante interlocutores individuales. Eso sólo ocurría cuando
percibía que éstos no le podían ser útiles en ese momento.
6 Thule, cantado por Wagner era, según el mito, un Edén nórdico
parecido a la Atlántida.
7 También aquí desempeña un papel importante Rauschning
(1940/1940), frecuentemente citado por los ocultistas en los pasajes
de su obra en que describe supuestos delirios demoníacos nocturnos de
Hitler, que, dice él informante, me negaría a creer, de no provenir
de fuente tan fideligna (p. 218). Lo cierto es que no hay otro
testimonio semejante entre las muchos personas que interactuaron con
Hitler en esa época, lo que hace pensar nuevamente en una
superchería dictada por el odio de un renegado nazi.
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Ver la mano de una persona por - debajo del pantalón y automáticamente empezar a malpensar
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El embustero convence con - palabras, el inteligente demuestra con hechos.
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No insistas - mi familia no va a revivir.

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Resulta raro que llamen estúpido - a alguien sólo porque sabe perdonar de corazón y regala una segunda
oportunidad a quien probablemente la merezca.
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Quien sienta envidia por esto - demuestra que no tiene ni tetas ni cerebro
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El ejemplo tiene más fuerza - que las reglas.
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Es difícil quedarse con una sola cosa - cuando todas las demás también te gustan
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PROBAD ESTO - y poner en comentarios.





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