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Regnum italicum
Reichsitalien
Reino de
Italia
Constituyente del Imperio carolingio
y del Sacro Imperio
Romano

774–1801
(1796) →
(1796) →
(1797)

(1798) →



Corona
Férrea
El reino de Italia (en rosa), y sus marcas, a mediados
del siglo X
Capital Pavía
Idioma
oficial latín
Religión Católica
Historia
• Conquista
de Carlomagno 774
• Tratado de Lunéville 1801
El Reino de
Italia (Regnum Italiae o Regnum Italicum) fue una entidad política y
geográfica circunscrita al norte de la península itálica, que
sucedió al reino de los lombardos, tras la conquista de Carlomagno en
774.
El reino de Italia siguió las vicisitudes de descomposición
del Imperio carolingio con el desarrollo del feudalismo, con las
incursiones de sarracenos y de magiares, y con las disputas por el
poder, dado que el control del reino posibilitaba a su titular ser
coronado emperador por el Papa. Desde 950, el monarca germano
incorporó Italia a sus territorios, lo que supuso su vinculación al
Imperio alemán. Pero lo que quedaba de sistema administrativo fue
minado por la ausencia del soberano, que confiaba en los poderes
feudales locales, por el desarrollo comunal parejo al del comercio, y
por las querellas del Emperador con el Papa, que polarizaron la vida
italiana entre güelfos y gibelinos.
El Gran Interregno liquidó el
poder efectivo del Emperador, no sólo en Italia sino en la misma
Alemania, pero aún retuvo la autoridad jurisdiccional para
legitimizar los gobiernos locales. Debido a las querellas internas, el
sistema comunal de las ciudades cambió a dos modalidades, la
señoría y la república, de entre los cuales, sólo los regímenes
fuertes y poderosos, con capacidad para contratar fuerzas mercenarias,
pudieron someter a ciudades vecinas creando estados
territoriales.
La intervención francesa a partir de 1494 alteró
la relaciones de poder en la península y atrajo de nuevo la atención
del emperador en los asuntos italianos. Las paces de Bolonia en 1530
convirtieron al emperador en árbrito de Italia, pero la herencia
italiana y la hegemonía recayó en los reyes de España hasta que en
la Guerra de Sucesión española, el emperador recobró un papel de
preponderancia. Tras estabilizar las relaciones de poder entre las
dinastías rivales de Habsburgo y Borbón, el desarrollo de la
Ilustración sirvió a gobernantes italianos para iniciar reformas que
se vieron obstaculizadas por los poderes tradicionales de la nobleza y
la Iglesia. Finalmente la Revolución francesa y su extensión a
Italia supuso la liquidación de la autoridad imperial en Italia, y
pocos años después en la propia Alemania.
Contenido
[ocultar]
1 El Reino en el Imperio Carolingio
1.1 Carlomagno y
sus sucesores
1.2 El orden social
1.3 Régimen
institucional
1.4 El Papado
1.5 Los sarracenos
2 El reino de
Italia hacia el periodo postcarolingio
2.1 Transformación
económica y social: el feudalismo
2.2 Reyes carolingios
2.3
Anarquía feudal
3 El Reino en el Sacro Imperio Romano
Germánico
3.1 Dinastía sajona: Renovatio Imperii Romanorum
3.2
El desarrollo de las ciudades y aparición de las comunas
3.3 La
dinastía salia: la reforma religiosa y la querella de las
investiduras
3.4 El desarrollo comunal en Italia en el siglo
XII
3.5 Guerras civiles en Alemania: aparecen los güelfos y los
gibelinos
3.6 Federico I y Enrique VI
3.7 Inocencio III y Otón
IV
3.8 Política comunal en el siglo XIII
3.9 Federico II y
Conrado IV
3.10 El interregno
3.11 El fin de los poderes
universales
3.12 El desarrollo económico de los siglos XIII y
XIV
3.13 Política comunal en los siglos XIV y XV
3.13.1 El
sistema señorial y republicano
3.13.2 Inestabilidad y
guerra
3.13.3 La formación de los principados territoriales
italianos
3.13.4 Los vicarios imperiales
3.14 La decadencia
imperial en los siglos XIV y XV
3.14.1 En Italia
3.14.2 En
Alemania
3.15 Milán y Florencia
3.16 El sistema de Lodi
3.17
Guerras italianas
3.17.1 Carlos VIII de Francia
3.17.2 Luis XII
de Francia
3.17.3 Francisco I de Francia y el emperador Carlos
V
3.17.4 Hacia la paz de Cateau-Cambrésis
3.18 Economía y
sociedad de los siglos XVI al XVIII
3.19 Reichsitalien
3.19.1 La
reforma imperial y el Reichsitalien
3.19.2 La hegemonía
española
3.19.3 La disputa entre las Casas de Habsburgo y de
Borbón
3.20 El movimiento reformista
3.21 La época de la
Revolución
3.21.1 Crisis del despotismo ilustrado
3.21.2
Intervención francesa contra la Primera coalición
3.21.3 Las
repúblicas del trienio de 1796-1799
3.21.4 Intervención francesa
contra la Segunda coalición
3.22 Tratado de Lunéville y
epílogo
4 Notas y referencias
5 Bibliografía
El Reino en el
Imperio Carolingio
Península itálica durante el
reinado de Astolfo (749-756).
Carlomagno y sus sucesores
Tras el
fallecimiento del rey Astolfo en 756, Desiderio fue elegido como nuevo
rey de los lombardos. Este rey pudo llevar a cabo un fortalecimiento
de su posición regia, al restablecer el control real sobre los
ducados de Espoleto y Benevento, y apoderarse de territorios de la
donación de Pipino aprovechando las dificultades de los papas en ver
reconocida su autoridad en el antiguo exarcado, en competencia con el
arzobispo de Rávena.
Sin embargo, la posición del rey Desiderio
se tambaleó cuando en 771, Carlos (Carlomagno), hijo de Pipino el
Breve, logró imponerse como único rey de los francos, y el papa
Adriano I se impuso entre las distinas facciones romanas. Los intentos
de Desiderio de apoyar a los sobrinos de Carlomagno al trono, junto
con las demandas de restitución de territorios por parte del Papa,
aceleró un nuevo acuerdo entre el Papa y el rey de los
francos.1
En una campaña en 773–774, Carlomagno conquistó a los
lombardos, forzando la rendición de Desiderio, asumió la corona del
reino intitulándose rex Francorum et Langobardorum atque patricius
Romanorum con lo que incluyó de esta manera el norte de Italia en su
ámbito territorial. Este reino carolingio de Italia, que reemplazó
al precedente reino lombardo, abarcaba el norte y centro de la
península itálica, aproximadamente las actuales regiones de
Piamonte, Liguria, Lombardía, Toscana, Friuli, Véneto y Abruzos,
exceptuando el ducado bizantino de Venecia, y los territorios del
exarcado bizantino de Rávena (que incluía el ducado de Roma, Romaña
y Pentápolis), cuyos territorios habían sido donados al Papa por
Pipino el Breve. El ducado de Espoleto formaba parte del reino, con lo
que tenía duques francos, mientras que el ducado de Benevento, aunque
a veces reconocía la supremacía carolingia, mantuvo su
independencia.
En este contexto, dada la gran extensión del reino
de los francos, Carlomagno atendió las particularidades regionales en
las zonas excéntricas como Aquitania e Italia, donde ubicó como
reyes a sus hijos Luis y Pipino respectivamente en 781, para apoyar su
política expansiva, especialmente frente al imperio bizantino tras la
coronación imperial del año 800. Carlomagno aún mantuvo el título
de rey lombardo, y su hijo Pipino fue un fiel cumplidor de la
política paterna. A la muerte de Pipino acaecida el 8 de julio de
810, la identidad del reino lombardo fue garantizada por Carlomagno al
conferir la dignidad real a Bernardo, hijo de Pipino en 813. Al mismo
tiempo, también Carlomagno preparó la sucesión al otorgar el
título imperial a su hijo Luis.
Cuando murió el emperador
Carlomagno (814), el poder imperial fue finalmente asumido por su
hijo. La paralización de la expansión territorial en esta época,
finalizó un periodo de beneficios para la aristocracia, que
ambicionando mejorar su patrimonio y atribuciones administrativas,
dirigieron sus apetencias interviniendo en la rivalidades internas que
eclosionaron en varias guerras civiles que implicaron al emperador y
sus hijos.
El Imperio carolingio al ascenso de Luis el
Piadoso en 814.
Inicialmente, el emperador Ludovico Pío permitió
a Bernando mantener el título real aunque Italia quedaba dependiente
de la autoridad imperial, Pero al establecer en el Ordinatio imperii
(817) el reparto territorial entre sus hijos, la marginación de
Bernardo le impulsó a conspirar contra el emperador. Bernardo fue
derrotado, encarcelado y cegado, y murió el 17 de abril de 818, el
reino de Italia fue asignado a Lotario I, quien llevó a cabo una
labor de fortalecimiento regio decretando y haciendo cumplir las
leyes, aunque más preocupado en los asuntos al norte de Europa, se
preocupó poco de expandir la influencia carolingia en el reino
italiano, ya que ejerció su autoridad en Italia sin residir allí
durante diez años. El día de Pascua de 823 fue vuelto a coronar
Emperador, en Roma, y en 824 impuso al Papa, la Constitutio Lotharii o
Constitutio Romana por la que el Emperador garantizaría elecciones
papales libres y canónicas, y el Papa prestaría juramento su
fidelidad al Emperador antes de su consagración.2 No obstante el
padre de Lotario no se desligó del territorio italiano, en 828 el
emperador Luis depuso al duque Balderico de Friul, y el territorio
friulano que entonces se expandía hacia Carniola y Carintia3 fue
dividido su territorio en cuatro condados Friul, Istria, Carniola y
Carintia-Baja Panonia. El territorio de Friul pasaría a Everardo,4
padre del emperador Berengario I, y el de Carintia y Carniola a Luis
el Germánico, lo que suponía un punto de fricción con su hermano
Lotario, puesto que hasta entonces ambos territorios habían caído
dentro de su ámbito territorial.5 6
Lotario intervino en las
guerras civiles por la sucesión de su padre el emperador, en
conflicto con su padre y en defensa de la unidad del imperio. Lotario
tuvo que residir en Italia más permanentemente desde el 829,7 lo que
supuso que su ámbito de acción se restringiera a Italia, y esto
contribuyó a fortalecer la existencia del reino. Las guerras civiles
terminaron en 843 con el Tratado de Verdún, en el que los tres
hermanos supervivientes decidieron repartirse el
territorio:
Divisiones del Imperio carolingio en el Tratado
de Verdún (843).
Luis el Germánico, pasó a ser rey de los
francos del este.
Carlos el Calvo, pasó a ser rey de los francos
del oeste, en lucha contra su sobrino Pipino II rey de
Aquitania.
Lotario I emperador desde el año 817, le correspondió
los francos centrales con las capitales imperiales Aquisgrán y Roma.
En 844, Lotario otorgó el Regnum Italiae a su hijo Luis II, y
coronado emperador en 850. Poco antes de morir, en 855, el resto de
territorios (Lotaringia y Borgoña) los repartió entre sus hijos en
el Prüm.
Luis II agrandó el reino durante su reinado tras
fallecer en 863 su hermano Carlos, con los obispados de Arlés, Aix y
Embrun.8 E incluso trató de incorporar el Exarcado al reino de
Italia.9
Pero el papel más destacado de Luis II fue el intervenir
activamente en consolidar el poder carolingio. Trajo a muchos de los
obispos bajo su control y publicó decretos el desarrollo de su reino,
combatiendo el bandolerismo, el deterioro de edificios, caminos y
puentes y reforzó la autoridad central frente a los abusos de los
señores,10 11 lo que va a llevar al mantenimiento una estructura
organizativa más centralizada que en Francia occidental.
Más
transcendencia tuvo en el reinado de Luis II la asociación y
vinculación del título imperial con el de rey de Italia. Con el
reparto efectuado por Lotario I, el título imperial quedó confinado
a Italia.12 y a la defensa del papado, institución que tras la muerte
de Luis II se abrogó la iniciativa de designar al emperador.13
El
orden social
La conquista carolingia no supuso la migración de un
pueblo, sino que se introdujeron y distribuyeron contingentes armados,
que se establecieron principalmente en las ciudades y puntos
estratégicos para controlar tanto las rutas de comunicación
terrestre y fluvial como a los núcleos lombardos, y de este modo no
hubo una ruptura en la estructura social y económica. Los cambios en
la distribución en el poder político no afectaron al poder
económico de la aristocracia lombarda basado en la tierra, y el
control de la tierra por la nobleza urbana, la Iglesia, y el monarca
se mantuvo como un mecanismo clave para el poder.
La aristocracia
lombarda mantuvo su estatus subordinándose a la política de los
francos, a los que se añadieron elementos provenientes de Francia, en
especial, en 834, cuando el restaurado emperador Ludovico Pío,
estableció en Italia una clase dirigente franca a costa de tierras
confiscadas a la Iglesia, lombardos y del fisco real. Algunas de estas
familias tendrían un gran peso en el reino en época postacarolingia,
como los Unróquidas en Friul, los Supónidas en Parma o los Guidoni
en Espoleto.14 La nueva aristocracia franca, aparte de detentar el
gobierno territorial como instrumentos del poder regio, también
obtuvieron una significativa base territorial a través de donaciones
reales y del uso de su poder político en beneficio propio
vinculándose con las instituciones eclesíasticas y emparentando con
las ricas familias lombardas. Pero esto no supuso una ruptura, sino
una integración en el orden existente.
Los guerreros que se
establecieron en Italia, viniendo del norte de los Alpes por
disposición del rey o al servicio de la aristocracia, eran de diversa
procedencia étnica (francos, alamanes, bávaros, burgundios), y se
integraron con la clase de los pequeños propietarios, los denominados
arimanni. Con esto, apareció un elemento nuevo respecto a la Italia
lombarda: estas fuerzas estaban al servicio permanente o específico
del rey o de sus representantes (condes) en el aspecto militar e
incluso también político, pero aparte de eso, esta relación se
reforzaba con una relación de vasallaje, que fue la institución que
importaron los francos con la conquista del reino lombardo.
En una
época en la que el poder público ofrecía una protección
insuficiente, se desarrolló la relación de vasallaje, que era una
forma de encomienda en la que un vasallo entraba en obediencia y
prestaba un servicio militar a un poderoso a cambio de protección y
asistencia, de este modo los guerreros se transformaron en una
clientela en torno a un señor. El ejército del pueblo, de origen
étnico, se transformó en un ejército compuesto por clientelas
vasalláticas junto con los arimanni, ya que aunque la mobilización
estuviera dirigida a los hombres libres, la realidad fue que el
ejército carolingio estaba basado en relaciones de vasallaje ligados
en relaciones personales a altos cargos. Mientras los arimanni
realizaban un servicio público, los vasallos realizaban un servicio a
su señor, y éste le procuraba un sustento otorgándoles un beneficio
territorial, esto es, un usufructo vitalicio. Estas tierras otorgadas
en beneficio fortalecían a los vasallos, que a la misma vez eran
propietarios de alodios. Además del vasallaje, existían otras
relaciones de subordinación a la poderosa aristocracia laica o
eclesiástica, como las basadas basadas en el pago de una renta.
En
el reino de Italia la población no vivía aislada sino formando
poblados, en torno a los cuales se hallaban los campos cultivados de
cereales, vino y praderas, y la tierra no cultivada de pastos y
bosques, de uso común por los habitantes del pueblo. El curtis estaba
compuesto por el dominicum, las tierras administradas directamente por
el señor, y por el massaricium, el grupo de mansi cuyo gestión
estaba encargada a un villicus. Estos territorios no eran continuos,
sino que se dispersaban entre los diversos poblados, de modo que el
curtis como unidad administrativa vinculada a un gran señor, abarcaba
partes de distintos poblados. De este modo, para una misma población
había campesinos dependientes de distintos señores, y también
pequeños propietarios alodiales no dependientes, los arimanni. Estos
arimanni aún pudieron mantenerse en época carolingia de forma
independiente a las relaciones de vasallaje.15 Los arimanni eran
pequeños propietarios de alodios y estaban libres de dependencias
personales, sólamente del poder público, lo que les suponía prestar
asistencia militar por petición del rey, mantener puentes y caminos,
y edificios públicos y religiosos, y sustentar a funcionarios
públicos y prelados en el ejercicio de sus funciones cuando estaban
en la localidad. Los arimanni estuvieron sometidos a exacciones (en
las capitulares carolingias el términos es oppressiones) por los
grandes señores o sus vasallos, armados y beneficiados con mansos. De
esta forma, se estableció una tendencia a crear un grupo territorial
más homogéneo y compacto por los grandes señores.
Régimen
institucional
Con la invasión lombarda de Italia en el siglo VI,
los lombardos habían parcelado el gobierno del territorio del reino
entre los generales con el título de duque, en total en torno a una
treintena, a los que propietarios libres alodiales servían para la
defensa pública; y junto a estas posesiones alodiales estaban las
posesiones de la Corona administradas por los gastaldos.16 Tras la
restauración de la monarquía en la persona de Autario (584-590),
pasado el periodo de anarquía, la posición del rey lombardo era
difícil de determinar, puesto que la política administrativa y
judicial oscilaba entre el poder real centralizador y la resistencia
del poder ducal.17
La conquista de los francos no supuso una
ruptura con respecto del reino lombardo. El reino mantuvo su
individualidad como Italia o Langobardia, Pavía continuó siendo la
capital, aunque Milán fue favorecida como lugar de residencia y ceca
principal, y asímismo se mantuvo durante más tiempo un poder real
con carácter y autoridad públicas y una consistencia y
sistematización administrativas, que enlazaba Pavía con las ciudades
a través de funcionarios como los missi dominici y los scabini,18 y
con un corpus legal formado por las leyes lombardas y las capitulares
carolingias, donde la legislación de los reyes lombardos fue
reafirmada por los carolingios.
Después del fracaso de la revuelta
del duque de Friul en 776, muchos de los duques lombardos fueron
reemplazados por condes francos, el resto de duques lombardos leales a
los carolingios se integraron en el sistema administrativo carolingio
de condados, de modo que la aristocracia lombarda vio drásticamente
reducido su poder político, aunque se mantuvieron presentes en los
cargos eclesiásticos. No sólo fueron reemplazados los ducados, sino
también divididos en condados, como el ducado de Friul, subdividido
en condados en 828.19
Los condes (comites) eran los agentes
públicos de la administración central, representantes del rey en los
condados, responsables del mantenimiento de la paz pública,
recaudación de impuestos, reclutar a los arimanni para el servicio
militar, y la administración de justicia20 21 22 civil y criminal, en
especial los relativos a la propiedad. Cada condado estaba sudividido
en distritos más pequeños, en los que los scabini se encargaban de
pequeños delitos y pleitos de índole personal, sometido al control
del conde. Los condes carolingios fueron pues, sucesores de los duques
y gastaldos lombardos en gobernar los distritos del reino. Las marcas
eran agrupaciones de condados bajo un mando militar, el del
marqués.23 El título ducal se mantuvo para los gobernadores de
Espoleto y Friul, e intermitentemente para Istria, alternándose o
uniéndose al de marqués para resaltar la responsabilidad de gobierno
en territorios fronterizos.24
A ser funcionarios públicos, los
condes o marqueses no estaban necesariamente en relación de vasallaje
respecto del soberano, pero como la administración central se mostró
incapaz de mantener una burocracia de agentes al servicio del rey,
remunerados y revocables, estos agentes tendían a ser escogidos entre
una poderosa clientela militar a los que se recompensaba con tierra.
El rey trataba de asegurarse que los oficios públicos de conde, duque
y marqués, sin perder su carácter público, también vieran
reforzados su sumisión al poder regio a través del servicio de
vasallaje, a cambio de un beneficio de las tierras del fisco. Así
pues, los carolingios confiaron la administración del reino a estos
mismos nobles que se le habían encomendado a él personalmente bajo
un vínculo de fidelidad, y a los que se les otorgaba beneficios
territoriales a cambio de contar con su fidelidad y su apoyo militar
al aportar una mesnada. La actividad de los funcionarios públicos
siguió siendo esencialmente un poder militar para suprimir la
violencia privada.
Para contrarrestrar a los condes, el rey
también contaba con la ayuda de sus vasallos, los vassi dominici,
encomendados personalmente a él,25 a cambio de que el rey les
garantizara el beneficio de territorios procedentes de la propiedad
regia y eclesiástica. Los vassi podían reclutar sus propias tropas
para el ejército del rey y que no estaban sujetos a las órdenes del
conde.26
El imperio cristiano carolingio adoptó los trazos de una
gran estructura de poder eclesiástico, vinculado a un concepto de
orden jerárquico universal y en la que el aparato militar estaba a su
servicio y su defensa. El soberano empleaba el orden eclesiástico
para supervisar a los funcionarios públicos, controlar ciudades y
rutas de comunicación, y obtener obediencia del pueblo, y a su vez
empleaba a leales para el gobierno de abadía y obispados,
seleccionados de entre la misma aristocracia militar y recompensados
por donaciones a la Iglesia e inmunidades. La necesidad de contar con
el poder eclesiástico posibilitó en Italia carolingia el desarrollo
de la inmunidad (mundeburdium) a obispos y abades, de modo que ningún
funcionario público pudiera intervenir para ejercer algún tipo de
poder militar o jurisdiccional, con lo que el rey privaba a sus
propios funcionarios de autoridad en las tierras eclesiásticas lo que
produjo la constitución de una autoridad señorial a obispos y
abades, y además, el orden eclesiástico impedía así que los
oficiales públicos pudieran imponer tributos y prestaciones sobre los
colonos del patrimonio eclesiástico. Tal abuso de poder de los
funcionarios públicos para sus intereses particulares ocurrían sobre
los campesinos y creaban conflictos con los arimanni y con aquellos
señores laicos y eclesiásticos sin vínculos de amistad con los
nobles detentadores del poder público. La inmunidad inicialmente era
una garantía de inviolabilidad de unas tierras pertenecientes a la
Iglesia y no afectaba a los colonos dependientes económicamente de la
entidad detentadora de la inmunidad, sin embargo, se desarrolló
forjando un derecho de coerción (districtus) sobre todos los
residentes en las tierras inmunes excluyendo a los condes, como
agentes del poder público del rey.
Los reyes carolingios apenas
promulgaron diplomas de inmunidad a laicos, ya que éstos poseían
poseían un poder señorial vinculado a cuadros de mando militar en
los ejércitos del rey, capaces de un mayor y efectivo poder
coercitivo sobre sus siervos, colonos y bienes, con lo que los
funcionarios del rey se prevenían de posibles arbitrariedades, aunque
ya de por sí, eran escogidos dentro del mismo estamento militar. De
este modo los potentados laicos no tenían necesidad de la
inmunidad.
El poder coercitivo requería de una clientela de
vasallos que ofrecía un servicio armado tanto a señores laicos como
religiosos. Estos vasallos recibían como remuneración un beneficio
de las propios alodios del señor. Las clientelas de los oficiales del
rey: condes, duques o marqueses, suponían un refuerzo al ejército
del rey, y un refuerzo a los funcionarios del reino. Estos oficiales
del rey, en tanto tenían una responsabilidad pública recibían del
rey un beneficio del fisco, pero como pertenecían a una familia
poderosa, podían mantener a sus propios vasallos otorgángoles
beneficios de sus alodios, sin embargo, cuando ya dejaban de prestar
el servicio al reino, no por ello dejaban de mantener a los vasallos a
su servicio.
Los condes, abades, obispos y funcionarios encargados
de los ingresos del rey, sólo podían ser sometidos ante el conde
palatino, como delegado del soberano27 y presidente de la curia regis
(tribunal de apelación).28 29 Pero además, la supervisión del
soberano se hallaba encargada a una pareja itinerante de missi
dominici (un laico y un religioso) a un distrito de varios condados
(missaticum), para identificar los abusos, ceñir a los condes a sus
cometidos, renovar la fidelidad e informar periódicamente al
soberano. Los missi eran escogidos de entre los condes, obispos y
abades, y sin perder sus cometidos se les añadía las funciones
itinerantes de inspección aunque en otras zonas distintas de sus
distritos administrativos.30 Su cometido supuso la integración de los
territorios del imperio manteniendo vigentes las instituciones
públicas (tribunales, ejército) y el cumplimiento las disposiciones
del soberano.31 32 Con el declive de la autoridad central los missi
dominici perdieron su viabilidad, aunque en Italia seguían existiendo
en el siglo XI.33
La descomposición del sistema carolingio fue
incentivada por la extensión del vasallaje: la aristocracia creó sus
propias clientelas de vasallos, y esta relación de vasallaje
fortaleció a estas grandes familias al garantizarse su propia defensa
en sus señoríos, que condujeron a la creación de señoríos
autónomos dentro del reino. No obstante, aun el reino carolingo no
implantó una jerarquía propiamente feudal, sino trató de convertir
a la red territorial en un poder público.
La aristocracia franca
importada a Italia enraizó en el territorio donde asumió el poder
militar y político con lo que se mantuvo la diferenciación regional
de Italia respecto del Imperio. Con una nobleza establecida en las
ciudades, y de la que surgirían los obispos, los tribunales condales
fueron cayendo bajo la supervisión de los nobles, y cuando a mediados
de siglo se desintegró el sistema carolingio, los condes retuvieron
el poder militar y judicial.
El Papado
Es en la época
carolingia cuando va a comenzar la influencia del papado en el devenir
histórico del Reino de Italia. Si bien durante la época lombarda el
Papa se había mantenido bajo la influencia bizantina para disfrutar
de una amplia autonomía lejos de la lejana corte imperial de
Constantinopla, en el siglo VIII, el Papa va a entrar en conflicto
religioso con el Emperador por la iconoclastia, y temiendo la tutela
expansiva lombarda que amenazaba las posesiones imperiales en Italia,
va a buscar el apoyo en los francos. Pipino el Breve otorgó al Papa
el poder temporal sobre el exarcado de Rávena en 756, conformando los
futuros Estados Pontificios, aunque el Papa no había renunciado al
emperador bizantino y los territorios pertenecían al Imperio. La
conquista de Carlomagno del reino lombardo va a colocar al rey de los
francos en un plano de superioridad y va a limitar el ámbito
territorial del Papa. Finalmente, el Papa León III renunció al
imperio bizantino y coronó como Emperador a Carlos, lo que le
suponía ser el protector de la Iglesia, y del Papa.
Y así el
papado apoyó y se subordinó al emperador carolingio en la medida que
con ello contribuía a su ideal de Imperium christianum. En teoría,
el Emperador era el soberano de patrimonio romano, mientras el Papa
era el que gobernaba el territorio como lugarteniente del Emperador,34
así, la Constitutio Romana (824) supuso la afirmación de la
soberanía carolingia en los territorios papales,35 por lo que el
emperador Lotario I, ponía bajo control imperial los actos políticos
y administrativos del Papa, así como obligarle a un juramento de
fidelidad del Papa hacia el emperador,36 y la presencia permanente de
dos missi domici.
Luis II se aferró a estas prerrogativas
interviniendo en las elecciones papales, ejerciendo control sobre la
política interna de Roma, y también en el exarcado instalando en el
territorio a vasallos imperiales.36 Pero las divisiones internas y
guerras intestinas durante el reinado de Luis I y sus sucesores,
procuraron al Papa Nicolás I (858–867) un acrecentamiento de su
papel de árbitro en la ley canónica.37
Las razzias sarracenas
sobre la costa italiana, impulsaron a los Papas a buscar protección
en el emperador Luis II, quien con su activa política
intervencionista en Italia combatió a los musulmanes. Su muerte en
875 privará al papado de apoyo, con lo que se va a impulsar a los
Papas a una búsqueda de candidatos a ser coronados emperador entre
aquellos que pudieran defenderlo de los musulmanes y de los señores
locales, y de esta forma el Papa sentará el precedente que la
dignidad imperial debía estar vinculada a la coronación del
aspirante por el Papa en Roma. Sin embargo, con la coyuntura
existente, el Papa tuvo que pedir ayuda a los bizantinos, por lo que
mantuvo una postura más flexible con Bizancio en materia
religiosa.38
Los sarracenos
Otro factor que mediatizó el
devenir del Reino durante el periodo carolingio fueron las razzias de
los sarracenos. Estas incursiones habían comenzado a principios del
siglo VIII, pero sus efectos se agudizaron en la década del 830, ya
que por un lado el imperio dejado por Carlomagno carecía de ejército
permanente, de marina, de fortificaciones sólidas, y de un sistema
financiero, y por otro la coyuntura política consistía en una serie
de conflictos civiles y dinásticos por la sucesión de Ludovico Pío;
y añadido a esto, al ser interrumpidas la vías comerciales por la
invasión islámica en el siglo VII, los piratas sarracenos fueron a
buscar el botín no ya tanto en el mar, sino en tierra, donde
establecieron sus bases. De esta forma, los sarracenos iniciaron la
conquista de Sicilia en la década de 830, y de aquí pasaron al sur
de Italia, donde inicialmente intervinieron como mercenarios39
apoyando en sus luchas a los distintos poderes locales tanto
bizantinos (Nápoles o Amalfi) como lombardos (Benevento, Capua y
Salerno).
Al norte de Benevento, el ducado de Espoleto era un
territorio fronterizo del reino de Italia, allí el emperador Lotario
había investido a Guido I como marqués encomendándole con la
defensa de Roma y de las relaciones con los lombardos.40 Así pues,
una flota pirata rechazada de Nápoles, recaló en el Tiber y saqueó
los extramuros de Roma el 23 de agosto de 846, y fueron rechazados por
las tropas espoletanas.41 Pero en su relación con los poderes
lombardos procuró su propio engrandecimiento, añadió territorios a
su ducado a costa de los lombardos39 y favoreció las querellas entre
los lombardos logrando la división del principado de Benevento en
849,42 lo que favoreció la entrada y extensión de los sarracenos en
el sur de la península, ya que hizo a los príncipes lombardos más
débiles y dependientes del espoletano.
La actividad del marqués
del Espoleto, aunque incrementaba la presencia carolingia en el sur,
más bien fortalecía su poder personal e independencia frente a la
autoridad del rey. Frente a esto, Luis llevó una política de
gobierno más directo, y ante el fallecimiento de Guido I de Espoleto
rechazó42 la sucesión en su Lamberto I, hijo de Guido, de forma que
en 860, el rey tuvo que someter una rebelión del nuevo marqués
Lamberto I afirmando el poder real en la zona, como punto de partida
para llevar a cabo el programa imperial de defensa de la Cristiandad y
de la Iglesia,43 amenazadas desde el sur de la
península.
El emperador Luis II en la captura de Bari
(871).
En mayo de 866 empezó su campaña en el sur italiano contra
los musulmanes con el apoyo de la flota bizantina,41 a pesar de
éxitos como la toma de Matera, Venosa, Canosa y Oria, y sobre todo la
de Bari en 871, aún quedaba una gran parte de Apulia y Calabria en
manos de los sarracenos.44 Estas victorias fueron vistas amenazadoras
por el emperador Basilio I, y en Benevento, el emperador fue apresado
por el duque Adelchis de Benevento45 durante unos meses. De vuelta a
su reino preparó otra nueva expedición contra los sitiadores
musulmanes de Salerno,46 falló en capturar Tarento y falleció en
Brescia en agosto de 875.47 a la muerte del emperador Luis II la
posición carolingia se desmoronó, el duque de Benevento entró de
nuevo en la órbita bizantina y el Imperio bizantino recuperó
posiciones manteniendo una posición sólida.48
Así pues, a pesar
de los intentos del Emperador Luis II, la defensa y contención de los
sarracenos fue llevada principalmente por los bizantinos ubicados en
el sur de la península, con lo que el esfuerzo musulmán se fue
contra el norte, al reino carolingio. En Minturno, en el río Liri los
sarracenos establecieron una base de la que no fueron desalojados
hasta 916 por una coalición al organizada por el papa Juan X; e
incluso alcanzaron el Adriático en connivencia con los piratas
eslavos. No fue hasta mediados del siglo XI, cuando las ciudades del
norte iniciaron su renacimiento comercial y marítimo, y los normandos
iniciaron la conquista del sur de Italia, para que la retirada
sarracena fuera irreversible.
Por otro lado, en la década de 840,
los sarracenos iniciaron sus incursiones en Provenza, con el resultado
de establecer una base permanente en Fraxinetum hacia 890, desde donde
controlaron el acceso a los Alpes durante casi un siglo, la captura
del abad Mayolo de Cluny en 972, dirigió la atención de los grandes
en este punto y finalmente una coalición de nobles locales lo
expulsó de allí en 973, pero su estancia había contribuido a
deshacer los lazos existentes en época carolingia entre Francia
occidentalis e Italia. Desde entonces se verificó la recolonización
del territorio costero.
El reino de Italia hacia el periodo
postcarolingio
Este periodo se va a caracterizar por la
ausencia de un poder efectivo y duradero, lo cual va a posibilitar a
los príncipes regionales el ampliar sus parcelas de poder. Hasta 888,
los carolingios se suceden en la dignidad real, pero al ser reyes
foráneos permanecieron poco tiempo en la península. Desde 888,
serán las familias aristocráticas las que se disputen el título.
Además, a las razzias sarracenas se les añadirán los raides
magiares. El sur de la península estaba dividida entre los
territorios remanentes del Imperio Bizantino (Thema de Lombardía) y
los poderes locales lombardos (Capua, Benevento, Salerno) y bizantinos
(Amalfi, Gaeta, Nápoles, Venecia). En cuanto a las islas, Sicilia
había sido conquistada por los aglábidas, y las islas de Córcega y
Cerdeña estaban aisladas y sometidas a la piratería sarracena,
aunque Córcega, perteneciente al reino de Italia desde c.725,49 50
había sido incluida en las donaciones de Carlomagno y de Luis el
Piadoso (Pactum Ludovicianum)51 y cayó bajo protección de los
marqueses de Toscana);52 53 y Cerdeña, era teóricamente dependiente
de Bizancio, y gobernado por un hypatos o archon.54 55
En el norte,
las grandes dinastías nobiliarias provenían de la nobleza franca:56
los Unróquidas controlaban la marca de Friul, desde 874 el marqués
era Berengario, y como tal, sus obligaciones comprendían no sólo
proteger el norte de Italia de los eslavos sino también proteger la
ruta a Baviera por el paso del Brennero, y por matrimonio estaba
emparentado con los Supónidas que gobernaban en los condados de
Parma, Piacenza y Brescia; más al sur, el ducado de Espoleto
permanecía en manos de los Guidoni, quienes intervenían en los
asuntos de Roma, Nápoles y Capua; en el Patrimonio de San Pedro, tras
el asesinato a martillazos del papa Juan VIII (882), cayó en el
faccionalismo y las luchas internas, y el papado cayó en manos de las
familias aristocráticas polarizadas entre los tusculanos y
espoletanos; aparte de Friul y Espoleto, había otros dos grandes
importantes territorios en el reino que podían modificar el balance
de poder en el reino, Ivrea y Toscana. En el extremo oeste, el conde
Anscario de Ivrea controlaba los accesos alpinos y era aliado del
duque Guido III de Espoleto, mientras que el marqués Adalberto II de
Toscana mantuvo una postura ambivalente respecto de Berengario de
Friul,57 usando sus recursos económicos y militares para impedir que
pudiera imponerse un poder regio sobre sus propio
dominios.
Transformación económica y social: el feudalismo
Es
en esta época cuando se va a producir la decadencia a de las
ciudades, ya que en una época de inseguridad, con los mares y costas
asolados por los sarracenos, el gran comercio prácticamente
desapareció y con ello los grandes mercados. Frente a este panorama,
Venecia, vinculada al imperio bizantino va a mantener un comercio
activo con el Imperio y con los árabes, en disputa con los piratas
eslavos narentanos. Este movimiento contagió a las ciudades italianas
vecinas a través del río Po con el beneplácito de los emperadores
carolingios. Así, al comercio de productos agrícolas se les irán
sumando los industriales, de modo que en el norte de Italia va a haber
una mayor circulación monetaria y comercial respecto a lresto de
Europa occidental. Desde el sur de Italia, Amalfi y Nápoles (aliadas
por motivos comerciales con los sarracenos), van a propagar actividad
comercial al norte, y desde el inicio del siglo XI, Génova y Pisa
comienzan la ofensiva frente a los musulmanes que irán retrocediendo
poco a poco arrebatándoles sus bases que les permitieron cerrar el
Mediterráneo al comercio: Cerdeña (1022), Córcega (1091) y la
conquista normanda de Sicilia (1058-1090), y van abrir su influencia
hacia Oriente con el inicio de las Cruzadas. En este contexto, es
desde Lombardía donde confluye todo el movimiento comercial del
Mediterráneo, al este por Venecia y al oeste por Pisa y Génova; y
desde Lombardía gracias a la fertilidad de su suelo y al
resurgimiento de la manufactura industrial, se expande hacia el sur, a
Toscana, y hacia el norte siguiendo el curso de los ríos Ródano, Rin
y Danubio. Estas particularidades económicas provocaron que al
contrario que en el núcleo del Imperio, donde los terratenientes al
perder sus salidas comerciales tendieron a autoabastecerse
permaneciendo solamente pequeños mercados locales, la nobleza
italiana no adquirió carácter rural al no residir en sus campos,
asolados por las razzias sarracenas, sino que se estableció en las
ciudades (civitas), y viviendo de las rentas de campesinos
arrendatarios.
Una vez finalizada la dinastía carolingia, el
periodo postcarolingio no supuso ni una ruptura ni una revolución
institucional. Aún existía la administración central dirigida desde
el palacio de Pavía. Este palacio funcionaba como residencia real,
como centro de organización financiera y también de administración
de justicia, como Cancillería, encabezada por un archicanciller, e
incluso como almacén y taller, lo cual favorecía la actividad
económica de la capital.58 La actividad legislativa carolingia a
nivel de orden público, que cesó en 898, consistía en recordar a
los pequeños propietarios libres (arimanni) sus obligaciones
militares y la defensa de sus derechos frente al abuso de los
funcionarios públicos, la administración de justicia, la
restauración y mantenimiento de edificios públicos, la tutela de los
derechos de la mujer y de sus bienes, la regulación de la venta, de
la propiedad y del registro por notarios, así como la prevención de
usurpación de los diezmos.
Sin embargo, los raídes húngaros
trastocaron el sistema administrativo, la autoridad pública fue
incapaz de garantizar la protección territorial, no sólo por la
diferencia de formas de combate, sino porque los condes y marqueses
estaban más preocupados en defender sus propias curtes que las
ciudades. Esto abrió el camino al faccionalismo para buscar reyes
alternativos, y en la fortificación particular (incastellamento) sin
intervención real, de territorios por los señores laicos, la
comunidades religiosas y las ciudades. Desde entonces la cancillería
real se limitó a publicar diplomata en los que alienaban y se
aplicaban leyes de propiedad a funciones públicas, concediendo
privilegios a la Iglesia, incluso a abadesas de conventos y a
parroquias, y la nobleza afín, en forma de inmunidades, derechos de
pesca y navegación, exenciones de peajes, ingresos por el paso por
caminos y puentes, por mercado y por acuñación, el reconocimiento de
la construcción de torres, murallas, puertas de ciudades, fosos,
castillos y fortificaciones, el más amplio fue el concedido a la
diócesis de Cremona en 916, en los que cedió a perpetuidad derechos
de fisco y poder público de la ciudad y territorio circundante en
beneficio del obispo.
Estos problemáticos años del reinado de
Berengario I el gobierno del reino tuvo que adaptarse a las
circunstancias. El sistema de diplomata llegó a ser la única forma
de intervención real, en la que el rey se intentaba asegurar y
mantener una compleja red de relaciones feudales, y del gobierno del
reino, que contrarrestase la colaboración voluble de los funcionarios
públicos. Pero el orden público se vio afectado por estas medidas,
ya que suponían un empobrecimiento del fisco por donaciones y
concesiones perpetuas, y un impedimiento del ejercicio de funciones
públicas, militares y judiciales tanto en tierras inmunes como áreas
fortificadas y ciudades. Los condados y marcas continuaron siendo
distritos públicos a disposición del rey y los condes y marqueses
siguieron siendo puestos públicos de voluntad regia, pero al mismo
tiempo eran esferas de poder en las que las familias poderosas
buscaban su heredabilidad, ya que a la concentración de propiedad
alodial y su control militar, añadían el ejercicio del poder
público asociado al título, aunque el rey se resistía a estas
aspiraciones dinásticas.
Como los obispos y los condes derivaban
su poder por el control de la tierra, competían por extender su
influencia a través del reino, aprovecharon las querellas entre reyes
para obtener la corona imperial y lombarda, con la subsiguiente
debilitación del poder real, de manera que los beneficios vitalicios
se transformaron en posesiones hereditarias, y los grandes
propietarios, como antes había hecho el rey, se reservaron unas
tierras directamente, mientras el resto lo otorgaba a particulares a
cambio de su fidelidad y asistencia militar; pero además, los
propietarios alodiales libres procedentes de época lombarda buscaron
protección y seguridad en los grandes propietarios, dada la
incapacidad de la corona de frenar los saqueos y rapacidad no sólo de
piratas, sino también de otros propietarios en busca de botín. Estos
pequeños propietarios entregaron sus tierras a los grandes
propietarios viviendo y trabajando esas sus tierras a cambio de
protección de las mesnadas privadas de los propietarios de esas
grandes superficies (curtes). Con la reducción del número de
pequeños propietarios, el rey y sus funcionarios perdieron la
costumbre de movilizar a las personas libres del reino para el
ejército, y encontraron más conveniente convocar a vasallos y
grandes propietarios, que eran los que efectivamente podían proveer
un cierto número de hombres, y así las relaciones del rey y sus
funcionarios con pequeños propietarios libres fueron excepcionales.
De esta forma, se formó una gran aristocracia que gobernaba grandes
principados territoriales, y por debajo, surgió una pequeña nobleza
de valvasores a los que se vinculaban con lazos de fidelidad. El
paisaje italiano aparece en esta época dominado por los valvasores,
quienes en sus fortalezas en el campo, contaban con sus tropas y los
siervos de la gleba; mientras, a un nivel superior, desde época
carolingia, fueron agrupándose condados bien por alianzas familiares
bien por violencia o bien por nombramiento real, cayendo en manos del
mismo gran feudatario, formando marcas, como las marcas de Friul
(también denominada denominada Verona59 ), Trento, Ivrea, Espoleto o
Toscana.60
El reino de Italia siguió la tendencia del resto del
Imperio en la que los obispos a cargo de sus diócesis aprovecharon el
desorden y la incapacidad del poder central para atribuirse
privilegios de jurisdicción e impuestos, de forma que sumaron a su
jurisdicción eclesiástica, la jurisdicción laica. Los obispos
fortificaron sus ciudades, organizaron la defensa de sus diócesis, y
obtuvieron derechos de inmunidad para evitar el acceso de funcionarios
reales, con los que al asumir funciones gubernamentales en su
obispados y asegurarse una infraestructura militar de poder,
constituyeron principados eclesiásticos como en Bérgamo, Módena,
Cremona, Parma o Piacenza. Los reyes carolingios favorecieron a los
obispos sobre los condes en el gobierno de las ciudades, y el poder
político del reino quedó distribuido en las zonas de Piamonte y
Toscana en poder de condes, y las zonas de Véneto, Emilia y
Lombardía, controlada más bien por obispos.
Los grandes señores
territoriales eclesiásticos y laicos del reino pertenecían
precisamente a las familias de donde el rey escogía a condes,
marqueses, e incluso a obispos o abades. Pero como los reyes obtenían
la corona no por derecho dinástico, sino por elección, por lo tanto
estas grandes familias, con un poder patrimonial, una autoridad
pública y sus propios vasallos, mediatizaron el poder regio, y tras
la deposición del emperador Carlos III, invocaron a reyes rivales. En
estas disputas entre reyes por el reino tuvieron el punto de mira en
la legitimidad que otorgaba la ocupación de la capital, Pavía, y su
palacio.58
El poder real tuvo que hacer frente a las aspiraciones y
competencia para crear bastiones de poder por los poderosos linajes
familiares e instituciones eclesiásticas. Como la autoridad real no
tenía capacidad para garantizar la paz territorial y seguridad, pudo
mantener la supremacía en el reino fomentando rivalidades y también
alianzas con las fuerzas locales que aspiraban un reconocimiento por
parte del rey.
De este modo, el reinado de Berengario I (888–924)
va a suponer un punto de inflexión en la política del reino. Antes
de su reinado, el reino era una entidad administrativa coherente, pero
a su muerte la autoridad monárquica estuvo en entredicho, ya que la
política básica del rey era la donación como medio de negociar con
los magnates, equilibrar facciones y establecer alianzas con el
clero.61 El rey otorgó tierras, inmunidades y privilegios judiciales
y recaudatorios para disponer de apoyo frente a los raídes magiares,
y para buscar fidelidad entre cambiantes y traicioneros partidarios
especialmente en periodos de disputas por la corona. Por su parte esta
poderosa aristocracia italiana deseaba un gobierno que respetase la
autonomía de sus regiones a través de debilitar el poder monárquico
central.
Reyes carolingios
El imperio de Carlos III el
Gordo en 887, antes de ser depuesto.
Tras la muerte del emperador
Luis II, la aristocracia local de condes, obispos, y vasallos del rey,
quería asegurarse la continuidad del ejercicio de su poder, ya que
debido a las divisiones del imperio de Luis I, esta aristocracia
había quedado circunscrita a tierras en regiones determinadas del
Imperio, junto con sus posiciones y oportunidades de acción e
influencia política, por lo que necesitaban del mantenimiento del
reino. El vacío de poder provocado ante la ausencia de descendencia
masculina de Luis II, motivó la reunión de la aristocracia titular
de posiciones públicas para elegir un nuevo soberano que asegurara el
mantenimiento del reino y garantizara el poder político local. Aún
mantuvieron la elección entre los carolingios, que aunque no tenían
origen italiano, tampoco tenían intención de establecerse
permanentemente en Italia, lo que contribuyó a incrementar la
influencia y el poder de la aristocracia, puesto que estos reyes
foráneos necesitaban apoyo y representación en Italia, lo que supuso
concesiones de títulos y poderes para la aristocracia local.
Por
su parte la posición del papa Juan VIII chocaba con el deseo de
autonomía de la aristocracia, ya que si la dignidad imperial
implicaba la defensa del papado, era el Papa quien tenía el derecho
no sólo de elegir al emperador, sino imponerlo como rey de Italia,
puesto que el reinado de Luis II había evidenciado que el emperador
sólo podía defender Roma si tenía sus bases en Italia.
Carlos el
Calvo, rey de Francia occidental, había sido designado como emperador
por el Papa,62 63 coronado emperador en diciembre de 875, fue elegido
rey de Italia en Pavía por una asamblea de magnates un mes después,
presidida por el propio papa.64 Carlos II designó a Bosón de
Provenza como su representante en Italia65 y regresó a Francia
occidental. Con esta elección, Carlos se vio en conflicto con su
hermano Luis el Germánico, rey de Francia oriental y sus sobrinos,
hijos de Luis. A pesar de los requerimientos del Papa no pudo aparecer
en Italia por las incursiones normandas. En junio de 877 apareció en
Italia, pero su sobrino Carlomán de Baviera invadió Lombardía, el
emperador sin apoyo de los magnates de Francia occidental regresó y
falleció en el camino en octubre de 877.66
Carlomán de Baviera,
hijo de Luis el Germánico, se hizo dueño del norte de Italia, fue
reconocido rey en Pavía, pero debido a una epidemia cayó enfermo y
regresó a Alemania, mientras, el papa en Roma se vio asediado un mes
en la basílica de San Pedro por el duque Lamberto I de Espoleto y por
el marqués de Adalberto de Toscana obligando a la nobleza romana a
tomar juramento por Carlomán.67 Sin embargo, las posibilidades de
candidatos para el papa eran bastante precarias, y en pocos años se
produjo un cambio generacional en el que Carlos el Craso quedó como
único candidato a la corona imperial68 en 881. Pero dada su
ineficacia en el gobierno de los reinos que iba adquiriendo, fue
depuesto por su sobrino Arnulfo de Carintia en noviembre de 887. En
particular su autoridad en Italia fue prácticamente nula, en sus
escasas apariciones en la península.69
Anarquía feudal
Tras la
deposición de Carlos III, en las distintas zonas del Imperio la
nobleza local pudo hacerse reconocer la dignidad real. En Italia, ya
con el fallecimiento del emperador Luis II en 875, se manifestaron dos
posiciones distintas con respecto a la elección del soberano. Una
parte de la aristocracia encabezada por el marqués de Friul y
focalizada en el nordeste italiano (Verona, Friul, Aquileia),
mantuvieron una posición progermana para continuar la política de
Luis II, de manteniemiento por un fuerte poder regio. La otra
posición, focalizada en el noroeste italiano y dirigida por el
arzobispo de Milán mantuvieron una posición profranca en la que se
afirmaba el control eclesiástico sobre el regio, y a la cual se
adhirió la aristocracia laica que deseaba sacudirse del control del
poder regio de un monarca autoritario, de forma que encontró sustento
en Tuscia y en Espoleto.
En 887, las diferencias entre estas dos
posiciones se acentuaron. Berengario de Friul, que era uno de los
mayores poderes dominantes del reino de Italia, fue elegido rey a
comienzos de 888, pero enseguida tuvo como rival a Guido, duque de
Espoleto, quien tras infructuosos intentos de ser rey en Francia
(occidental) y en Borgoña, retornó a Italia a finales de 888, y con
apoyo de los magnates eclesiásticos se enfrentó al clan Supónida
que apoyaba a Berengario, tras derrotarlo en el Río Trebbia, Guido
fue coronado rey en Pavía en febrero de 889 y su hijo Lamberto en
mayo de 891. Berengario aspiraba a un poder regio fuerte y liberar al
reino de sus conexión con el papado, y de hecho fue el primer rey de
carolingio de Italia en no ser consagrado por el Papa; mientras que
Guido aceptaba el condicionamiento y colaboración de las fuerzas
políticas del reino.
En esta división del poder regio, el título
imperial suponía una forma de acrecentar su influencia entre la
aristocracia frente al otro rival, así como ser apoyado por la papa.
Con lo cual, en la medida que quien pudiera asegurar su dignidad real
en el reino italiano podía controlar Roma y ser coronado emperador
por el Papa, de lo que resultó que la corona imperial se convirtió
en un paso subsiguiente tras la coronación real italiana con la
Corona Férrea. Guido de Espoleto logró que el papa Esteban V le
coronara emperador (891), debido al temor que suponía la
interferencia de Guido en los territorios papales, el emperador Guido
trató de restaurar el orden en Italia, e hizo que el papa Formoso
coronara coemperador a su hijo Lamberto en 892, pero contra los
espoletanos, Formoso pidió la ayuda al rey de los francos orientales,
Arnulfo, para que invadiera Italia, y con la oposición infructuosa de
Berengario, Lamberto y el marqués Adalberto II de Toscana, fue
coronado rey en Pavía, y emperador en Roma en febrero de 896,70 tras
un asedio y asalto, pero de camino a Espoleto, sintiéndose
severamente enfermo, tuvo que regresar precipitadamente a Alemania,
sin haber podido alcanzar una victoria contundente sobre Lamberto,
dejando a su hijo Ratoldo como rey de Italia, quien por su parte,
también tuvo que regresar a Alemania poco después,71 ya que
Berengario y Lamberto acordaron en repartirse el reino tomando como
frontera el río Po y el Adda.72 Los espoletanos se hicieron con el
poder en Roma, y el papa Esteban VI convocó un sínodo en el que se
juzgó y condenó al cadáver exhumado del papa Formoso. La memoria de
Formoso fue rehabilitada por el papa Juan IX en un sínodo en Rávena
(898),73 donde además se anuló la coronación imperial de Arnulfo y
se reafirmó la validez de la Constitución Romana de Lotario (824), y
el Papa recibió del emperador Lamberto el reconocimiento del dominio
temporal del papado sobre el ducado de Roma, el Exarcado y la
Pentápolis.74 Poco después falleció Lamberto, y Berengario quedó a
disposición de todo el reino.
La fragmentación del
Imperio carolingio en época del emperador Lamberto de Spoleto en
898.
El reinado de Berengario I (888–924), va a suponer un punto
de inflexión en la situación del reino. A la desaparición de la
autoridad monárquica contribuyó que el propio rey Berengario pasó
bastante tiempo de su reinado en sus bases de Verona,75 no sólo al
estar asediado por rivales, sino que además, desde el año 899, los
magiares destruyeron el ejército del rey Berengario en la Batalla de
Brenta en los que la capital del reino, Pavía fue pasto de las
llamas, tras los que siguieron raides en Italia durante la primera
mitad del siglo X. Después de esta derrota, la nobleza encabezada por
el marqués Adalberto II de Toscana, cuestionó su habilidad para
proteger el reino, y como resultado, llamaron a Luis el Ciego, que fue
coronado rey en Pavía en 900, tras lo cual fue coronado como
emperador Luis III por el Papa en 901, aunque fue derrotado por
Berengario en 902 y 905, y renunció a sus títulos real e
imperial.
Pero en esta coyuntura de invasiones, el rey reconoció a
particulares, los derechos de construcción de castillos como defensa,
en un proceso denominado incastellamento, con lo que surgió una
pequeña nobleza militarizada (milites o capitanei) teóricamente
vasallos de condes y obispos, enraizada localmente y con pocas
pretensiones nacionales ya que derivaban de relaciones
feudovasalláticas, y de esta forma, los castillos pasaron a ser
centros efectivos del poder local, adquiriendo a la larga
prerrogrativas de justicia en el siglo XI, son estos feudatarios los
que luchaban entre sí en apoyo de uno u otro rey, para obtener
beneficios. El incastillamento alcanzó también a las ciudades, que
también se fortificaron y se armaron para defenderse por ellas
mismas, con lo que de esta forma la particularidad regional italiana
estribó en dicha pequeña nobleza militar no alcanzó la influencia
de los castellani en Europa, sino que las ciudades permanecieron
también como centros políticos y administrativos, pero dado el poder
de la aristocracia que residía en ellas, se fueron convirtiendo en el
núcleos del poder familiar de la nobleza en detrimento de la
autoridad del rey. No obstante, el poder local oscilaba entre el poder
del conde y el del obispo, de forma que la intervención real
dependía de los equilibrios de poder, aunque el apoyo real se
inclinaba más a los obispos, pero esto produjo una fragmentación del
poder, ya que los propios obispos estaban más interesados en su
propia diócesis que en reino en su conjunto. Pero además del aspecto
defensivo del incastellamento hubo otro aspecto económico relativo al
control del señor de sus tierras , sino también de atraerse
colonos.76
Los territorios italianos (en color rosa) en
época de la coronación imperial de Berengario de Friul en
915.
Berengario fue coronado emperador en 915, por su colaboración
en la liga de príncipes italianos del norte, y lombardos y bizantinos
del sur, para desalojar a los sarracenos de su base en el Garellano.
Pero de nuevo tuvo que hacer frente a otra coalición nobiliaria
encabezada por el marqués Adalberto de Ivrea, quienes apelaron al rey
Rodolfo II de Borgoña. La contienda entre Rodolfo y Berengario se
resolvió en la batalla de Fiorenzuola d'Arda77 (julio de 923) con la
victoria de Rodolfo, pero la posición de Rodolfo era inestable,
amenazada la retaguardia por Hugo de Arlés, regente del antiguo
emperador Luis III en el reino de Provenza, y aún pudo Berengario
retornar al poder antes de morir asesinado en 924, coincidiendo con el
saqueo y devastación de Pavía por los húngaros, en un reino presa
de la división interna.78
La muerte de Berengario en 924, no
solucionó los conflictos internos. Ante la incapacidad de Rodolfo de
Borgoña para contener a los húngaros,79 la cambiante nobleza
encabezada por Ermengarda de Toscana apeló Hugo de Arlés, regente
del reino de Provenza y medio hermano de Ermengarda, contando incluso
con el beneplácito del papa Juan X, animado por encontrar apoyo
contra Marozia, dueña de Roma. Hugo fue coronado rey en julio de 926,
en Pavía, que vio su reconstrucción;58 con lo que Rodolfo tuvo que
retirarse a su reino borgoñón. El nuevo rey, estableció una alianza
con los bizantinos, por la que su hija ilegítima Berta fue desposada
con el futuro emperador Romano II, y se planearon campañas conjuntas
contras los sarracenos, especialmente en Fraxinetum.
El objetivo de
Hugo era la coronación imperial, pero el papa Juan X, que había
apoyado la venida de Hugo, fue depuesto y aprisionado por Marozia en
928. La oportunidad llegó cuando Marozia quedó viuda del marqués
Guido de Toscana desde 929, impuso a su hijo como papa Juan XI
(931-935), y buscó un nuevo consorte poderoso para fortalecer su
poder en la persona del rey Hugo, de modo que el papa Juan XI no se
opondría a la coronación imperial de su padrastro. En 932 tuvieron
lugar los esponsales en Roma, pero una revuelta popular liderada por
el hijo de Marozia, Alberico II de Spoleto, puso a su madre en
prisión y a Hugo en fuga. A pesar de varios intentos, Hugo no pudo
entrar en Roma,80 aunque en 939, el rey Hugo incorporó el exarcado al
reino de Italia,81 en venganza contra su hijastro, nuevo dueño de
Roma.
Hugo, incapaz de aprovechar los recursos administrativos,
planeó restablecer la autoridad de la monarquía expulsando a sus
rivales reemplazándolos por sus partidarios y familiares,
especialmente en obispados y las marcas,82 hizo a su hijo Lotario
co-rey de Italia en 931, y en 933 pactó con Rodolfo de Borgoña sus
ámbitos de poder, Italia para Hugo y las dos Borgoñas para Rodolfo,
eliminando así su riesgo de intervención.83 Y cuando murió Rodolfo
II de Borgoña, Hugo de Arlés trató de intervenir para incorporarse
el reino de Arlés casándose con su viuda, Berta de Suabia, y hacer
un compromiso de boda entre la hija de Berta y Rodolfo II, Adelaida y
su propio hijo, Lotario. Pero el rey de Alemania, intervino tomando la
custodia del nuevo rey de Borgoña Conrado III, controlando el
gobierno de Borgoña y de esta forma asegurando su frontera
sudoeste.
Sin embargo, el impedir el desarrollo de cualquier poder
local desafecto al monarca, no significó la creación de un poder
público, sino que la autoridad del monarca estaba basada en
relaciones de fidelidad y vasallaje. Pero sus medidas enérgicas
habían caído sobre una nobleza desorganizada, y los intentos del rey
Hugo de tratar de centralizar el gobierno fue lo que reorganizó a la
oposición. El marqués de Ivrea huyó a Alemania hacia 941, y el rey
Hugo fragmentó la gran marca de Ivrea entre los margraves Arduino
Glabrio en la marca de Susa, Oberto en la marca Obertenga y Aleramo en
la marca Aleramica, y aumentó la publicación de diplomas
reales.
Los territorios italianos (en rosa) en 947, siendo
rey de Italia Lotario de Arlés.
El exiliado marqués de Ivrea,
regresó de Baviera a Italia canalizando la oposición de magnates
subyugados por rey Hugo, especialmente con el apoyo de los obispos.84
Dándose cuenta de su situación precaria, Hugo mandó a su hijo
Lotario a Milán con una misiva en la que renunciaba al reino de
Italia y demandaba que la corona la retuviera su hijo Lotario. Y así,
en una dieta en Milán en abril de 945, los grandes del reino, por
evitar otorgar demasiado poder al marqués Berengario de Ivrea y para
tener un monarca débil, mantuvieron a Lotario de Arlés como rey,
pero no ejerció poder alguno, ya que el marqués Berengario de Ivrea
quedó como el verdarero dueño de la situación al ser designado
summus consiliarius (o summus consors) con el beneplácito de los
grandes feudatarios; como se podía esperar una venganza de Hugo de
Arlés, en caso de regresar a Provenza y organizar un nuevo ejército
con la ayuda de sus vasallos, Berengario reclamó también al trono a
Hugo de Arlés, aunque Berengario seguiría reteniendo el poder
efectivo. Bajo el gobierno de Berengario de Ivrea, la nobleza italiana
supervisó el sistema para asegurarse la heredabilidad de los cargos
públicos



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