Se llamaba Prisco Átalo,

para exigir a Honorio, por aquel entonces augusto de Occidente, que accediera a sus pretensiones, entre ellas la concesión de tierras para su pueblo y, en última instancia, ser nombrado jefe de los ejércitos por el propio emperador. En 408, Alarico llegó al extremo de sitiar

la propia ciudad de Roma; no sería la última vez que lo haría. Mientras tanto, Honorio residía en Rávena, desde donde intentaba mantenerse a flote en su delicada situación. A principios de 409 envió una embajada a Alarico para intentar negociar; entre los miembros de la embajada

estaba Prisco Átalo. A pesar de que no obtuvieron resultados reseñables, Átalo fue recompensado con el cargo de 'Comes Sacrarum Largitionum', cuya área de acción eran las finanzas del estado. Poco después, aún en 409, volvió a ser enviado a Roma, pero esta vez con el prestigioso

cargo de prefecto urbano de Roma (PVR). El pequeño problema es que Alarico volvió a las andadas, y en verano de ese año sitiaba de nuevo a la ciudad de Roma, poniendo a sus habitantes en una situación muy apurada por la falta de víveres. El senado romano no tuvo más remedio que

aceptar las condiciones de rendición exigidas por Alarico, que incluían una importante suma de dinero. No contento con esto, el caudillo godo decidió cambiar de estrategia: ya que Honorio seguía negándose a acceder a sus pretensiones, pensó que lo mejor sería nobrar a un

emperador hecho a su medida, que le permitiera gobernar en la sombra. Esa persona, efectivamente, fue Átalo. Se desconocen los detalles del nombramiento. ¿Fue una mera imposición de Alarico? ¿O por el contrario Átalo participó en todas estas maquinaciones por voluntad propia?

Filostorgio, en su 'Historia Eclesiástica', nos cuenta una versión poco creíble, según la cual Alarico dio al senado romano la opción de elegir al nuevo augusto. No parece muy probable que, a esas alturas, Alarico estuviera muy preocupado por cuestiones democráticas, aunque sí

que le convenía tener o al menos aparentar buenas relaciones con el senado. Sea como sea, Átalo asumió el cargo y lo ejerció con determinación, pero eran tiempos muy complejos, en los que las alianzas tardaban poco en caducar

En verano de 410, tras una serie de acontecimientos, Alarico decidió destituir a Átalo. Honorio, aparentemente reconciliado con Alarico, quedaba una vez más como el único augusto de Oriente.

Por suerte para Átalo, Alarico prefirió no entregarlo a Honorio, y tampoco consta que le infligiera castigo alguno; simplemente, le permitió quedarse con los godos. Poco después, en un nuevo giro de los acontecimientos, Alarico lanzó el ataque definitivo contra la ciudad de Roma,

que fue finalmente saqueada. Pero no tuvo poco tiempo para saborear su triunfo, ya que falleció ese mismo año. Su sucesor fue Ataúlfo, que en el año 412 conduciría a su pueblo a la Galia, donde los godos acabarían estableciendo un importante reino.

Entre los que iban con Ataúlfo estaba Átalo, convertido ahora en mero apátrida sin oficio conocido, y Gala Placidia, hermana de Honorio, que había sido apresada en Roma. De hecho, lo siguiente que conocemos de Átalo tiene que ver con Gala Placidia. En enero de 414, tras una serie

de circunstancias, se celebró en Narbona el matrimonio entre la propia Gala Placidia, nacida en el seno de la familia imperial romana, y el caudillo godo Ataúlfo, un hecho sin

sin precedentes en la larga historia del Imperio. Aprovechando que Átalo estaba por allí, y teniendo en cuenta que era un hombre con una notable formación, tal como atestiguan otras fuentes antiguas, Átalo fue elegido para pronunciar un discurso (epitalamio) durante la ceremonia.

La idea, supongo, era dar cierto lustre a un acontecimiento tan inclasificable como este. Según Olimpiodoro, Placidia iba elegantemente vestida a la manera romana. También Ataúlfo, que la obsequió con gran cantidad de regalos de gran valor, algunos procedentes del saqueo de Roma

No sé si era muy consciente de la ironía de todo ello... Se cantaron los coros nupciales, dirigidos por Átalo, y luego hubo alegría general y juegos, en los que bárbaros y romanos participaron alegremente. La pena es que no se conserva el texto que Átalo compuso para la ocasión.

Menuda papeleta tener que escribirlo sin herir sensibilidades... Imaginamos que lo debió hacer muy bien, porque ese mismo año Átalo era de nuevo nombrado augusto, esta vez por Ataúlfo. No se conocen muy bien los detalles, pero lo cierto es que, una vez más, la cosa no duró mucho.

El año siguiente cambiaron las tornas, y Ataúlfo, ante el avance de las tropas romanas al mando de Constancio (futuro marido de Placidia), se vio obligado a replegarse a Hispania. Pero esta vez Átalo quedó abandonado a su suerte. Apresado por los romanos, fue llevado a Rávena,

donde recibió un severo castigo: tras ser mostrado por las calles de Roma en el triunfo celebrado por Honorio, este ordenó que le amputaran dos dedos de la mano derecha y que lo desterraran a las islas Lípari, en Sicilia. No se sabe nada más de Átalo, así que cabe imaginar que

falleció en el destierro. Triste destino para alguien que jugó con el destino, que entró de lleno en la gran política de una época tan volátil como esta.
Acerca de Átalo. Algunas fuentes antiguas, p.e. Filostorgio o Sozómeno, señalan que era pagano, algo que tendría sentido entre la aristocracia romana de la época, y que casaría a la perfección con su erudición clásica.

Ahora bien, después de su primer nombramiento como augusto fue bautizado por el obispo (arriano) de los godos, convirtiéndose así, al menos para guardar las apariencias, en un emperador cristiano. Muy interesante el testimonio de Sozómeno, que en su 'Historia eclesiástica' nos habla de las esperanzas que habían depositado en Átalo

tanto los paganos de Roma como los godos arrianos. Según el autor, defensor a ultranza de la ortodoxia nicena, los unos soñaban con la restitución de los antiguos templos y cultos a los dioses; los otros, con un 'revival' del arrianismo, como en los tiempos de Constancio I y Valente.

Evidentemente, cada autor tenía sus propias prioridades y mostraba la realidad histórica a su manera, pero leyendo a unos y otros podemos hacernos una idea aproximada de quién fue Prisco Átalo, personaje cuya biografía, francamente, me ha sorprendido.

@iab, con dos dedos llega para tenerme pendiente :v

@Soy una pirata Yo-oh, a 40 grados me llevass :V

@iab, le damos a fuego?

@Soy una pirata Yo-oh,

@iab,