En Desmotivaciones desde:
26.05.2011

 Última sesión:

 Votos recibidos:
bueno 12 | malo 1

puntos 14 | votos: 22
Timo - Definición gráfica
puntos 9 | votos: 9
Te digo que bailo mejor yo -
puntos 6 | votos: 12
-¡Ferb!  - ¡Ya se lo que vamos a hacer hoy!:
Vamos a hacer un Submarino!
-Phineas, yo no fumo!
puntos 11 | votos: 13
Por esas personas que - Estan casadas con Justin Bieber, estan saliedo con Taylor Lautner, su
amante es Mario Casas y estan de rollete con Maxi Iglesias.
Pero ellos todavia no lo saben.
puntos 26 | votos: 26
Que sea difícil no significa  - que sea imposible, y que sea imposible no significa que vaya a rendirme.

puntos 4 | votos: 4
Al otro lado de la vida 1x74 - Escuela primaria Sagrado Corazón, Etzel
14 de septiembre de 2008

Morgan colgó el teléfono, ignorante de que esa sería la última
vez que hablaría con su esposa. Había pasado una semana que
parecía haberlo cambiado todo. Ahora cualquier alusión al mundo
real de antaño era tan solo un bonito recuerdo que aún hacía más
triste la situación actual. Todo esfuerzo parecía inútil, pues a
cada día que pasaba el número de infectados crecía y crecía, sin
darles la menor tregua. La gente no podía soportar quedarse en casa
y salía en busca de un destino mejor. La mayoría de ellos no
conseguían llegar muy lejos, y eso no hacía más que aumentar el
censo de homicidas, que ya habían tenido ocasión de asumir la
victoria.
	Se les había ido de las manos. El plan del capitán Guillén había
sido un rotundo fracaso, mas cuando estaban en tal inferioridad
numérica, y cualquier intento de ofensiva a mayor o menor escala
hacía diezmar aún más el ya escaso grupo de hombres y mujeres que
lo habían dejado todo para ir a echar una mano donde más falta
hacía. Según las noticias de Sofía, Sheol no andaba mucho mejor
que Etzel. Narraba su esposa que hacía ya tres días que no veía
pasar a nadie haciendo la habitual ronda por las calles, y eso no
podía significar más que malas noticias. Ellos les habían
sustituido, y rondaban a sus anchas por doquier, sobre todo por las
noches, aunque muchos todavía se resistían a asumir su nueva
naturaleza nocturna.
	Ahora todo esfuerzo resultaba inútil y la última decisión que
tomaron fue la de atrincherarse en el recinto de la escuela, que
estaba hábilmente vallado y hacía que resultase imposible que
ningún indeseable entrase si el que hacía de portero no decidía
abrirle la puerta. En total quedaban quince de los veintitrés
integrantes del grupo de salvación original. Sin embargo, a ellos se
les habían sumado cuarenta refugiados que habían conseguido sacar de
sus casas a rastras prometiéndoles la salvación en las hasta
entonces frecuentes rondas por el pueblo en busca de supervivientes.
El resto de casas estaban vacías o eran habitadas por quienes no
eran bienvenidos.
	A esas alturas resultaba muy peligroso seguir tentando a la suerte
saliendo de la escuela, donde estaban seguros y protegidos. Además,
la esperanza de encontrar a alguien más con vida era muy pequeña
después de los últimos tres intentos fracasados que habían tenido
el día anterior. Habían perdido tres hombres ese día. Tres hombres
que dieron su vida noblemente tratando de ayudar a alguien que
resultó no existir. Habían muerto para nada, y no se podían
permitir seguir así. No obstante, esa no era una situación que
pudiera prolongarse eternamente, pues los víveres de los que
disponían se agotaban a una velocidad alarmante, dada la enorme
cantidad de gente a la que había que dar algo que llevarse a la
boca. Había que hacer algo, y rápido. Lo que no sabían era qué.
	Los refugiados hacían su vida repartidos por las clases en las que
antaño los niños aprendían esas lecciones de la vida que de tan
poco servían hoy día. Una pequeña sociedad se estaba fraguando
entre esas paredes, con personas hasta entonces anónimas estrechando
lazos y aprendiendo a convivir en armonía, a pesar de algunas
discusiones esporádicas. A ese lado de la verja habían conseguido
encontrarse cómodos, sentirse protegidos y olvidar aunque fuese por
un momento la realidad que había al otro lado, para abandonarse a la
vida y tratar de sobrellevar las múltiples pérdidas con la mayor
entereza posible.
	Se alejó del teléfono y anduvo unos pasos hasta sentarse en una de
las sillas de la sala de profesores, la misma silla en la que Bárbara
había trabajado como un día cualquiera un mes atrás. El resto de
las provisiones estaban al fondo de la habitación. Habían apartado
un par de escritorios y vaciado una estantería para colocarlo todo.
Los informes de las bajas civiles de los primeros días del
holocausto descansaban en una caja de cartón junto a la puerta de
entrada. Cada refugiado había traído consigo todo cuanto tenía, y
todo ello lo habían relegado a ese fondo común, pero ahora que
Morgan lo veía, dudaba que pudiese durarles más de dos o tres días
a lo sumo, y eso le ponía aún más nervioso. Pareciera que la
responsabilidad fuese suya, pues todos acudían a él en busca de
respuestas. La presión le estaba haciendo mella.
	Al mirar por la ventana vio la verja que daba a una de las
principales avenidas de ese pueblo en el que ahora se sentía un
extraño. Pese a que eran las diez de la mañana, aún había dos de
ellos pegados a la verja, dando gritos y agitando las rejas,
enfadados por no poder entrar, sabedores que ahí dentro estaba lo
que ellos más querían en este mundo pero ignorantes de cómo
alcanzarlo. Por la noche se habían llegado a juntar más de cien,
atraídos por las luces y los sonidos del interior. Pese a que se
esforzaba por verlos a todos iguales, como si no fueran más que
soldados anónimos del maligno, no podía evitar sentirse mal al ver
a un niño en esa situación. Uno de esos dos chiflados era un niño
gordito. Aún mantenía el repeinado con gomina que le había hecho
su madre la mañana del día anterior, pocas horas antes de que su
hijo acabase con ella.
	Como sabía que Rafael y una soldado estaban haciendo guardia por
todo el perímetro, no les dio mayor importancia y cerró la persiana
veneciana para dejar de verles; no lo soportaba más. Se acercó a las
últimas provisiones y dio un largo trago de una botella de medio
litro de agua. Al menos tenían agua para todos, con el depósito del
terrado, con el que llenaban las botellas cada dos por tres. Pero no
solo de agua vive el hombre, y sabía a ciencia cierta que cuando se
acabase la comida, las cosas se pondrían mucho más tensas. Debía
encontrar una solución para todo eso, pero no podía permitirse
salir a la calle con un grupo de hombres a buscar alimentos cada vez
que se quedasen sin. Esa opción acabaría con todos ellos en menos
de un mes. Debía encontrar algo mejor, algo más grande…

	Esa misma tarde un trágico incidente a escasos kilómetros de ahí
les dejó incomunicados. Los teléfonos ya no daban tono y no había
manera de comunicarse con el resto del mundo, pues los walkie talkies
no tenían suficiente cobertura y los demás estaban o bien muy lejos
o bien muertos… o mucho peor. Eso hizo que Morgan no pudiese seguir
llamando a su mujer como lo llevaba haciendo con mucha frecuencia los
últimos días. Se habían llegado a pasar horas hablando sin decirse
nada, aferrándose a ese último resquicio de cordura. Pero ahora
hasta eso les había abandonado. Cada cual se lo tomó de un modo muy
distinto, mas el reencuentro hablaría por si mismo.
puntos 8 | votos: 10
No,no - Tonteriaaaaas!si si ,pero las justas...
puntos 17 | votos: 35
Mario Casas  -  Más que PERFECTO *__*! Y... el si que me pone & no antena 3 ;)



LOS MEJORES CARTELES DE

Número de visitas: 11447135305 | Usuarios registrados: 2057430 | Clasificación de usuarios
Carteles en la página: 8001755, hoy: 7, ayer: 22
blog.desmotivaciones.es
Contacto | Reglas
▲▲▲

Valid HTML 5 Valid CSS!