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10.02.2011

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Veterano Nivel 3

puntos 14 | votos: 14
Luz - Seguí toda mi vida sus pasos, no dudé un instante.
No importó la distancia, siempre corto el camino, sin llevar
equipaje.
Nadie fue tan lejos tan rápido. Nadie dejó tanto rastro.
Nadie tuvo tanta importancia, en este mundo tan vasto.
El Norte la llamó, yo fui con ella.
Le presté mi calor, no me aparté de su lado.
Ni ante la ventisca más dura dejé que sufriera, 
juntos llegamos al final, al polo helado.
Y allí, al borde de la gran grieta del glaciar más azul que los ojos
del océano, me dijo adiós.
Y se fue, caminando por la escala de cristal y oro del invierno, lejos
de este mundo demasiado duro para la bondad y belleza de su alma.
Adiós, Aurora.
No dejaré de buscarte.
puntos 3 | votos: 3
Canción de Ozma - Ya sólo el viento ríe por mis salones.
Las murallas de mi fortaleza yacen cansadas.
Rendidos los goznes de las puertas, perdidas las ventanas.
Nada queda del tiempo pasado, sólo un instante del ahora, no me
encontrará el mañana.
No temo al tiempo, no es mi enemigo. No lo enfrento, no me ata.
Dejaré esta tierra, mi  bello jardín donde disfruté la larga
infancia.
Mis años no duran lo mismo que los tuyos, mi alma no sufre tus penas.
Mi corazón no pertenece a nadie.
Querida amiga, contigo queda este mundo, que se marchita sin tu luz.
Yo me voy. Me llevo un hilo de oro tuyo, para plantar una nueva
primavera.
Aquí dejo tu paz, al final del camino. Lejos llevo mi hacer, que
nunca termina. 
Que este cristal guíe vuestras almas, y encontréis otra reina más
clara.
puntos 5 | votos: 5
Arrojo - Uno tras otro, iban cayendo al precipicio. No cejaban en su empeño,
testarudos, ciegamente luchando contra una distancia insalvable para
sus fuertes piernas. No tenían forma de atravesar la temible garganta
para llegar al lugar sagrado. El más mínimo temblor, originado de la
más pequeña duda, hacía desaparecer el sencillo puente.
Una mañana, el campamento de fieles vio alterada su monótona rutina.
Una joven, vestida con ropas sencillas, de campesina, que portaba una
margarita. Algunos se rieron de su pobre ofrenda, orgullosos de sus
propias figuras doradas, altares portátiles, y demás maravillas
artesanales. Pero la joven no dijo nada, sólo se encaminó hacia el
abismo.
Una vez al borde del precipicio, se descalzó, y comenzó a atravesar
el puente, tan despreocupadamente como había pasado al lado de los
opulentos creyentes. Ni un momento apartó la vista de su destino, ni
una bocanada de aire fue acelerada ante la visión de la inmensidad
del vacío. 
Ya al otro lado, caminó hacia una modesta sepultura, cubierta ya de
hierba. 
Aquí tienes tu flor, abuelo. Te quiero.
Y, sin mirar ni una vez al monumento objeto de tanta admiración y
artífice de tantas muertes, volvió por el mismo camino que vino.
puntos 2 | votos: 2
Corazón - Nunca quiso despedirse de su casa. 
Allí guardó la huella de sus primeros pasos guiados por su madre, el
sonido de la profunda voz de su padre, el tacto del pequeño gato que
se encontró jugando entre sus plantas, el olor de los desayunos de
domingo.
Pero pasaron los años, y su amor enfermó. Y él, muy a su pesar, fue
alejándose poco a poco de aquellas memorias, para atesorar en su
lugar las escasas sonrisas de quien ahora ocupaba sus sentimientos.
Finalmente, puesto en una encrucijada, fue derrotado.
No eligió, no quiso renunciar a nada.
Y así, fue contando menos sonrisas, y poco a poco se heló el calor
de su hogar.
No, no sé si hubo un final feliz. No quise seguir escuchando. Hay
historias que es mejor no contar enteras. Hay historias que sería
mejor que no terminaran. Porque después del final no hay tiempo para
arreglos.
puntos 8 | votos: 8
Caída - Aquí ya no quedan pájaros que canten el despertar del Este.
Se fueron, huyendo del joven que detestaba su música y los trató
cruelmente, llevándose para siempre a uno de ellos.
Este pedazo de tierra es menos libre desde entonces, una cortina de
plomo entorpece el paso discreto de la alegría, que apenas se atreve
a acercarse al árbol.
Mientras, el joven cuenta canas, y no les enseña canciones a sus
hijos. No quiere que crezcan para ser aves. No quiere que vuelen, no
quiere que salten, y puedan caer.
El joven se apoya en su bastón y se acerca al árbol. Con el poco
aire que queda en su ya derrotado pecho, suspira mientras se sienta,
las piernas colgando, la espalda contra el tronco.
Han pasado varias horas, y el hombre no se levanta, siente que no
puede moverse. Su cuerpo está atenazado, encerrado en la ausencia de
sonido, buscando un último lamento.
Y entonces, desde el fondo de su pecho, parte el canto más hermoso
jamás oído, no igualado nunca ni siquiera por el más apasionado de
los ruiseñores. 
Al final, el ave tan terriblemente atormentada seguía viva.

puntos 4 | votos: 4
Jotun - En los bosques del norte, cubiertos de una niebla perpetua, nunca se
aventuraba nadie.
Los rugidos por las noches, los árboles arrancados de la tierra y los
arañazos en las paredes de piedra de las casas eran los testimonios
de la crudeza con la que la naturaleza trataba a los pocos habitantes
que aún la desafiaban.
Un día, el hijo pequeño de una de las familias del pueblo, tras una
pelea con sus padres, decidió en su enfado adentrarse en el bosque.
Nada más dar los primeros pasos dentro de la niebla, todo su enfado
se disipó, transformándose toda su emoción en miedo. Al darse la
vuelta para correr de vuelta a la seguridad, se encontró con un muro
impenetrable de árboles y helechos.
Un rugido pavoroso resonó entre los musgosos troncos de los
gigantescos árboles. El chico sólo pudo reaccionar tirándose al
suelo, y echándose a llorar, mientras notaba unas pisadas que
parecían pertenecer a un gigante.
El oso llegó junto a la pequeña criatura rubia acurrucada en el
suelo, y la olisqueó, curiosa al verla temblar.
El niño no volvió a aparecer por el pueblo, y los rugidos se
siguieron oyendo todas las noches, el resto de la vida de los
habitantes, y de sus hijos, sus nietos, y todas las generaciones. Pero
siempre que alguien se atrevía a ir al bosque, dejaban de oírse por
algunas noches. Y ese silencio era peor que cualquier pesadilla.
puntos 3 | votos: 3
Gris - ¿Cuánto hace que no tenéis un árbol favorito bajo el que sentaros
a leer un libro?
¿Cúanto hace que no tenéis un amor con el que sentados a contemplar
el cielo?
¿Cuánto hace que no tenéis un momento del día cuya luz os hace
sentidos plenos?
¿Cuánto hace que no camináis para pensar, y no para llegar a algún
sitio?
¿Cuánto hace que no os despertáis, coméis, dormís, habláis,
pensáis, queréis, miráis, reís, fuera de los tiempos que os dan
establecidos?
¿Cuánto hace que no tenéis color, que no sois más, que no sois uno
aparte?

Faltamos uno a uno, pero al final faltamos todos. Y nos quedamos
siendo una masa gris, embotellada en el cristal turbio de nuestra
ordinariez.
Sólo nos queda una cosa.

Salvarnos nosotros. Porque no hay nadie más.
puntos 4 | votos: 4
Frío - La luna se acercaba cada vez más al estanque, buscando su cristalino
beso, el frío abrazo, aunque amoroso, del espejo nocturno. 
Tan sólo una luz se acercaba por el camino desde la casa del
pescador, recogida entre los chopos. La figura blanca, de trémulo
contorno, parecía deslizarse sobre la sombra fresca de la hierba,
hasta que llegó a la orilla, cirio en mano.
La hija del pescador dejó la luz en el suelo, suavemente, como una
caricia, mientras sacaba una carta, escrita con cuidado, lágrimas y
pocas horas de sueño.
Como cada noche, tras mirar fijamente el centro del lago, depositó la
carta junto a la luz, y se volvió, camino de la casa. 
El ulular de un búho le recordó la existencia del miedo, del
misterio oscuro de la noche, y se apresuró a ponerse a resguardo tras
las paredes de madera.
El viento de la mañana abrazó los restos de la cera, y una ráfaga
terminó tirándolos al agua. El escrito salió volando, impulsado
primero hacia el lago, y luego hacia el techo de la cabaña, donde se
desplegó al chocar con la chimenea.
Hola, padre. Te quiero, y te echo de menos
Bajo el techo, se interrumpían los sueños y comenzaba una nueva
mañana de otoño.
puntos 4 | votos: 4
La leyenda del mar - Cuando el mundo aún era joven, un hombre caminaba solo por el
desierto.
Nada detrás de él, nada a sus lados, sólo el vapor de su sudor que
moría bajo el sol ardiente. Pero delante de él, un sueño. Ése al
que por mucho que caminara nunca llegaba acercarse.
Porque al igual que no había tenido miedo de adentrarse  sin
compañía en el más mortal de los lugares, no había tenido valor
para aprender a compartir su viaje.
En busca de alguien que fuera su descanso, no claudicó en su caminar,
por muchos días y noches que pasaran en el inhóspito yermo.
Ya convertido en una leyenda, el inmortal caminante siguió su
solitaria trayectoria hasta llegar al corazón del desierto.
Una niña harapienta, abandonada por una caravana, yacía tirada tras
una roca. Con sus últimas fuerzas extendió una mano trémula, cuya
blancura no había podido marchitar aún el implacable sol, hacia la
figura que se acercaba.
El hombre detuvo su caminar por primera vez en años. Estrechó la
mano de la niña, y acto seguido se arrodilló junto a ella, y la
abrazó con todas sus fuerzas.
Cuentan las leyendas que en el nacimiento del milagroso río que cruza
ahora el desierto está coronado por los cuerpos de la singular
pareja, convertidos ahora en una roca de colores blanco y negro, la
más bella del mundo.
Los náufragos habían encontrado su puerto, habían perdido el miedo.
puntos 5 | votos: 5
Las noches de seda, los días de oro - Y es que en el mundo los motivos para no sonreír son muchos, y
duelen, pero seguimos haciéndolo.
La curva más bella no es la que describe el calmado mar en una bahía
paradisíaca, cubierta de palmeras. Tampoco la eterna silueta sinuosa
del reloj de arena, que nos ve pasar los minutos, es tan bella.
Tampoco la luna mora, el gato de Cheshire en el cielo adorado por
tantos poetas y que ha ondeado en tantas banderas.
No, la curva más bonita que jamás he visto no es otra que la de tu
sonrisa.
Y el brillo. El brillo no se compara, no es el mismo que el del sol
que se abre camino por muy mala que sea la tormenta, no es el mismo de
una lámpara amiga en la noche, ni el de la linterna de un faro que
evita que naufrague sin remedio, pero tiene mucho de todos ellos.
Buscar un lugar mejor que cerca no tiene mucho sentido. Porque allí
huele a galletas y los buenos días se dicen con más ganas. Porque
allí, quiero decir, aquí, hay tanto que no cabe en este poema, o lo
que quieras que sea, pero sí se puede decir al oído.
Bienvenido sea un poco de caos, pero acompañado de calor, de echar de
menos, de risas y de algún que otro ceño fruncido.
Los sueños y el destino no son reales. Pero si se dan la mano muy
fuerte, (una de ellas siempre atrás), puede que no se hagan daño al
saltar a este mundo para hacerlo un poco mejor.
Y puede que todo salga mejor que lo que nunca se había planeado.

puntos 8 | votos: 8
Nana de los perdidos - Aquella tarde, mientras él cerraba los ojos por primera vez en varios
días, ella sintió la necesidad de cantar.
Canturreaba suavemente, apenas una caricia triste al aire, no quería
ser oída. 
Una canción en el idioma de los raíles del tren, de las ventanas
empañadas por el aliento de un alma ardiendo en medio del frío
invierno, un faro vestido de verde oscuro, con una mochila marrón
tierra.
Una canción en la lengua de los ojos color café, con las palabras de
las noches en un asiento incómodo; mientras más atrás otro borrego,
gordo, rico y calvo, ronca feliz. 
Una nana al amor como necesidad, como rumbo, como único mapa. Sin
título, sin un final, sin ganas de ser escrita ni recordada, pero
más bella que cualquier poema de amor pagado con dólares o besos.
Una herida en los días interminables de sol implacable, una
melancolía del otoño. 
Un canto para ella, un beso a los fantasmas.
Él se despertó.
¿Estabas cantando algo?
Nada, (sólo mi vida) nada.
puntos 7 | votos: 9
Canción del marinero - Mirando su hogar mecerse, iridiscente en el preludio de la noche
fría, abrazado al vino, un hombre tumbado en cubierta tarareaba una
nana.
Duerme, amada mía, que el agua ya te corre por las venas y no
tendrás quien te despierte, que el Sol no se atreve a llegar tan
abajo.
Descansa entre cofres que guardan los corazones de mil marinos
enamorados de las sirenas, arrópate con los sargazos, y olvídate de
mí, que por cobarde me quedé aquí arriba y no fui contigo.
Que la caracola de Tritón no te perturbe nunca, y los leviatanes no
te causen pesadillas, que los hipocampos bailen para tus ojos azules
ya cerrados, y que tu colgante, mi colgante, no se oxide hasta que
pueda yo yacer a tu lado.
Espérame, amor, que el mar me llama cada noche con más fuerza.
El hombre se levantó, lanzó un beso al horizonte, le dio otro a la
botella y se volvió a su camarote, a no dormir otra noche.
puntos 6 | votos: 6
Mañana - Si me duelen las venas, si me arden los huesos.
Si mis manos no pueden volverse a encontrar con las vuestras.
Si mis oídos no pueden distinguir el silencio de vuestras voces.
Si alguna vez mis ojos no son capaces de ver los suyos, ni siquiera
cerrados, envueltos en el delirio del sueño, y hacerme sonreír,
dadme por muerto.
Eso sí, sólo si he vivido. En otro caso, sólo estaré esperando
para volver a nacer, otro día, esperando un aire (y unos corazones)
más puros.
puntos 4 | votos: 4
Raíz. - Quiero dejar de soñar y empezar a crecer.
No más planes, más esquemas, más decisiones adelantadas.
Quiero elegir, no obedecer.
Ser, no estar.
Sentir el dolor, el placer, la pasión, el frío, el calor, lo mismo
una patada que un beso en los labios. Y no pararme a analizarlo.
Quiero olvidarme de que soy consciente de mí mismo, de que tengo que
ser correcto, listo, guapo, justo, imperturbable, maduro. Ser un
vórtice de sensaciones, viajar a Perú, a Japón, ver la aurora
boreal una y mil veces.
Quiero nieve en verano, y sol en invierno.
Y ser el árbol torcido, pero feliz y realizado, en el bosque
milimétricamente organizado que sois todos, podridos por dentro pero
inmaculados por fuera.
puntos 7 | votos: 7
Inevitable. - Que, alguna vez, al correr tropieces y te rompas los dientes contra el
asfalto.
Que vuele cada noche que estoy solo.
Que el corazón, algún día,  asuma que construye palacios a demonios
por puro capricho.
Que tú, y tú, y tú, (pero tú no) seáis eternos.
Que la tristeza te llame a las tantas.
 ¿Por qué no te hice caso?
Y que cada noche, un rato, lo mismo dan dos minutos que tres horas,
sienta que necesito alguien que me ayude a no ser yo, yo, y sólo yo.
 Ah, y la luna, la puta luna.

puntos 4 | votos: 4
Al revés. - Una noche, cansado de buscar un motivo a lo que hay fuera, decidí
encerrarme en mí mismo. Y entonces me aventuré, sin mapas, brújula
ni guía, en los páramos más luminosos y los bosques más
descoloridos.
 Vagué con tan poco miedo como rumbo, sin un propósito fijo,
buscando sólo un por qué.
Y no encontré razón alguna. 
Vi fuegos fatuos que derramaban lágrimas que se hacían ríos de
pena, unos junto a otros, en corro. Escuché cómo bestias informes,
demasiado bellas para soportar su existencia, se corroían de puro
orgullo. 
Y llegué a donde estaba ella, de espaldas, mirando al mar. Sólo la
luz de un sol ensangrentado la cubría. Pero no se volvió, ni esperé
que lo hiciera. Lanzó un beso al aire, y se fue, caminando sobre las
olas.
    Volví a la realidad. Amanecía y estaba lloviendo.
 ¿Podéis creer que era feliz?
puntos 4 | votos: 4
Hielo - Belleza, dinero, fama, conocimiento, hombres, salud. Ella lo tuvo
todo.
Hasta que un día, decidió que le faltaba algo: calor.
Y se fue, abandonó su palacio, sus riquezas, su interminable cortejo
de pretendientes, sus libros y su maquillaje, sus vestidos, sus
collares de perlas.
Y fue regalando, como había leído en los libros, sus sonrisas y sus
manos, la vida en sus ojos, a todo aquel que se cruzaba y sólo le
sirvió para ser más pobre que nunca. Y se dio cuenta de que los
libros mentían. 
No encontró quien le devolviera una sonrisa sincera, quien la hiciera
feliz en su pobreza, quien la mirara como la reina que había sido,
aunque fuera una pordiosera.
Y se hundió en el hielo azul, sintió el frío que venía de más
adentro de sus costillas, se despertó con la angustia de vivir otro
día, y cuando podía dormir, lo hacía con miedo a despertarse.
Hasta que un día, dejó de buscar quien le diera luz, quien le diera
un plato de comida, un fuego donde calentar ese frío que la devoraba.
Y entonces llegó él.
Se desmontó de un caballo negro, y la acarició, con una mano
envuelta en un guante de cuero. Y sintió su aliento. Frío, fría su
mano, frío el suelo que pisaba y las cuencas vacías de sus ojos. El
mismo frío de su pecho, inmenso, insaciable. Y cuando él tendió la
mano, sin dudar le entregó la suya.
puntos 3 | votos: 3
Diseño inteligente. - Estamos programados para chocar, bien sea puño contra puño o labio
contra labio, con la misma pasión hacia el enemigo que hacia el
amado. 
Amamos sentir la sangre bullir, acelerando por las venas, enajenarnos
con la ira, el amor, el odio, la alegría, la desinhibición, el
poder.
 Porque cada uno de esos acelerones, cada bombeo alocado del corazón
nos hace sentir más vivos, más únicos, menos vulnerables, más
poderosos, capaces lo mismo de tirar abajo los muros de un castillo
que de abrir una brecha en los de un corazón ajeno.
Vivimos en el anhelo de la emoción, como yonquies de la adrenalina,
buscando siempre sentirnos más, mejor, invencibles, dioses... pero no
nos damos cuenta, que eso es lo que más terrenales nos hace. 
Las máquinas no tienen pasión. Eso sí es un diseño inteligente. 
¿Nosotros? Somos un diseño vivo, cuya carne se pudre, cuyos fallos
son incontables, pero cuya capacidad de maravillar y defraudar es
infinita.
puntos 7 | votos: 11
Llevamos escrita la vida - en las manos, en la sonrisa, y en la mirada.
puntos 7 | votos: 7
Su luz sólo brilla para los demás, - dejando su interior umbrío, fresco e impenetrable.
Su escudo es el desequilibrio, frente al cual no hay estrategia
posible. No hay planes, no hay motivos, pero tampoco hay comprensión.
Es libre, incluso de sí misma.
Su alma vaga por un páramo que, cuando sueña, se convierte en la
más lluviosa y rica de las selvas.
Y en su huida no corre sino hacia arriba, buscando una bocanada de
aire lejos del océano imperturbable de la calmada rutina, cuya
cristalina superficie quiere romper, con tanta violencia que le
acarree mil años de mala suerte. Pero mala suerte elegida.
Su pelo es negro, sus ojos tierra húmeda, sus labios sangre, y su
piel reluce casi tanto como su sonrisa. 
Su voz es el primer trueno del año, la nana de una joven madre, la
brisa escapando entre las grietas de las paredes de un cuarto tapiado,
la ilusión del que acaba de conocer y el pesimismo de quien ya lo
sabe todo de sí mismo.
Se oculta del sol, le duele la luz, pero aún no ha visto en su espejo
que la que ella desprende quema más, y más veloz.
Es una antorcha en un faro de dura roca cuyas escaleras son de hielo,
y nadie las ha subido sin dejar algún que otro peldaño roto.

puntos 6 | votos: 6
Caníbales - Cuántos disfrutan de la destrucción progresiva, parasitaria, de los
demás.

Cuántos de nosotros no experimentamos placer al vencer a un enemigo,
al arrancarle la victoria de sus manos, al arrebatarle sus esperanzas
de triunfo.

Cuántos llorarían de gozo al ver morir el Sol, sumidos en la
oscuridad, caóticos, primarios, devorados por el ansia humana (que no
animal) de superar al prójimo a toda costa.

¿Acaso alguien duda que el último hombre sobre este planeta no
estaría orgulloso de haber llegado hasta el final? ¿Que no se
sentiría un elegido, si tuviera la certeza de ser el último?

Somos peores caníbales que los aborígenes, porque montamos un
festín bárbaro con las ilusiones, las esperanzas, los quiero ser
ajenos. 
Y ninguno de nosotros se salva.
puntos 4 | votos: 4
Electroshock - La sensación de alivio al explotar la agobiante monotonía de los
tediosos días soleados, esa nube fugaz que promete una tormenta que
nunca llegará, pero con la que es delicioso soñar.
No dormir sólo por el desafío a las normas autoimpuestas, vivir de
verdad el libre albedrío, como correr con una venda en los ojos,
impidiendo a los prejuicios salir a envenenarnos y llenarnos de miedos
y cautela. 

Ser un dios, tu dios, el único que importa, solitario por capricho,
hermoso porque es libertad que respira. Ceder al caos, jugar con él 
como los niños hacen con perros que podrían destrozarles la garganta
de un mordisco, y dominarlo, conquistarlo, hacerlo un servidor más a
nuestro deseo.

Ser un sueño, un instante inimaginablemente único, ser magia hecha
carne. Una sobredosis de alma.
puntos 6 | votos: 6
Nos empeñamos en buscar - una luz redentora, una bocanada de aire puro y divino, la palabra
poderosa de quien pueda absolvernos de nuestro pasado, y quitarnos el
peso del remordimiento, ese demonio se alimenta de nuestra conciencia
mientras se posa sobre nuestros hombros.
 Pero no hay salvación, porque tampoco hay pecado, y sin delito no
habrá castigo. Somos libres, únicos, irrepetibles, y estamos vivos. 
 No dejaremos más rastro que unos huesos rotos, y una memoria que, al
pasar de unos a otros, se distorsionará. 
No encontraremos el perdón definitivo, pero no lo necesitamos. Porque
el único juez de este mundo somos nosotros. Y no sé qué pensaréis,
pero yo, por mi parte, no me voy a condenar.
puntos 3 | votos: 3
Y es sólo tras haber perdido - en nuestro afán de protegerlo, cegados por nuestro orgullo y
creyéndonos invencibles, aquello que nos juramos proteger, cuando de
verdad nos habremos destruido.
Y la redención nunca será total.
puntos 6 | votos: 6
La distorsionada visión - de todos los enajenados de este mundo, de todos aquellos que por azar,
por acción de otros, o por necedad propia son presos de la estafa de
la ilusión, es el camino más rápido a la autodestrucción.
Las llamas del ímpetu (esa fuerza arrolladora a la par que efímera
que nos hace creernos elegidos, dioses invulnerables, titanes capaces
de cualquier cosa que abarque nuestra enferma imaginación) sólo
tienen como objetivo devorar los restos que deje el fracaso.
¿Y lo divertido que es notar la quemadura, el ardor?

puntos 5 | votos: 5
Mil reflejos de la misma luz, - de la misma imagen, del mismo instante, cada uno ligeramente distinto
del contiguo. Esos son nuestros mundos, nuestros pequeños reductos de
individualidad, imaginados infantil e ingenuamente como compartidos.
Porque pocas burbujas se unen con otras sin romperse en el intento,
como pocas veces compartiremos nuestro todo con otra persona, sin
que esta acabe mutilándolo.
Eso sí, tanta variedad, tanta confusión, tiene que ser un
espectáculo precioso de ver desde fuera.
puntos 5 | votos: 5
Eres una constelación, - para ser más concretos, la estrella más brillante de su centro. Tu
luz sólo aparece por la noche, y únicamente revelas el poder de tu
voz en la intimidad oscura.
 Pero te mantienes distante, lejana, incandescente pero fría, sólo
un reflejo roto de la fuerza ardiente y hermosa de tu esencia. ¿Por
qué? No es por no hacer el mal, por evitar daños. Es porque, a pesar
ser consciente de tu grandeza, de tu resplandor, eres tímida y te
escondes de aquellos que, piensas, no sabrán encontrarte. 
No he nacido con un mapa del cielo, pero aunque supiera hacer uno, no
me hace falta buscarte. Aunque tú no lo creas, te llevo tatuada en
mis ojos, y no podría separarme del camino que marcas, ni apartar mi
vista de ti cada noche, por mucho que quisiera.
Brillas aún más de lo que crees.
puntos 4 | votos: 4
Ya está hecho, - hemos matado a la calma, hemos mutilado a la lógica, le hemos volado
los sesos a la coherencia, y dejado malherida a la razón. Y lo hemos
hecho tan sólo por buscar una bocanada de aire limpio en este pozo
cenagoso, en el que no hay si no fetidez, hedor, dolor sordo y odio,
en dosis monumentales.
¿Ocultar nuestro crimen? Por qué no. No por miedo al castigo, no por
falta de arrepentimiento, no por emprender una huida sin tener a
dónde ir. Lo haremos para evitar que algún otro lo repita.
¿Y ahora qué?
Vivir con las consecuencias de lo hecho. Buscar desesperadamente un
madero al que aferrarnos cuando la inundación se libere de los restos
de su dique protector, al que hemos apuñalado sólo para ver si
sangraba, y que agoniza maldiciendo su tarea. Sobrevivir a una mente
macabra, torcida, que hace caso omiso de toda precaución y humanidad.
Escapar de la penitencia que lleva consigo el pecado a la razón. Que
venga, que la esperamos armados.
puntos 7 | votos: 7
Y es que duele darnos cuenta - de que nos engañamos cada día, de que de nuestra boca no sale ese
Quédate esta noche que está en nuestra cabeza, sino un frío
Hasta mañana. 
Duele ver que malgastamos cada mirada, cada gota de lluvia que va a
caer a una presa que algún día se romperá, de tanto contener
inmóviles esperanzas y sueños no realizados, por falta de espíritu
y exceso de ganas.
Duele que nos guste la tensión, que nos sintamos tan bien al hacer
daño, que el juego de dobles vidas, ignorar y necesitar al mismo
tiempo, se nos dé tan bien. 
Dueles.
puntos 5 | votos: 5
Nos encanta mezclar - la sensación más dulce con el regusto más amargo, intercalar una
bocanada de aire puro con otra de aire enrarecido por el humo, incluso
de segunda mano.

Nos encanta intoxicarnos, sentir que nuestra consciencia se enturbia,
por el mero placer de explorar un mundo inexistente, distinto,
inalcanzable permanentemente, porque nos cansamos de la precisión, la
previsibilidad, y la insensibilidad del mundo real. 

Nos encanta combinar dolor y placer, y, en nuestras intoxicadas mentes
y cuerpos, difuminar la línea entre uno y otro. Por eso hay gente que
odia y ama al mismo tiempo, gente que llora y ríe, dicotomías
reunidas antinaturalmente por una capacidad de romper límites
abrumadoramente humana, que sienten el doble, y, a la vez, nada.

puntos 6 | votos: 6
No hay unión eterna, - ni siquiera la más dura roca, la más alta montaña consiguen
perdurar por milenios, ¿por qué debería una simple promesa, un roce
de labios, un abrazo desesperado valer como prueba de que un
sentimiento será inacabable?
Vivimos en un mundo perecedero, y nosotros mismos no somos más que
una alocada historia con un desenlace fijado. Historia que nunca será
recordada por sus pasiones, ya que el único género que se expone en
la biblioteca de la Memoria de la Humanidad es el puro documento
fáctico, despiadado y frío.
La única explicación, el único motivo por el que quizás merece la
pena sacrificar  nuestra mente a ese ídolo que llaman amor,
entregando nuestra racionalidad al demente bufón que juega en nuestro
subconsciente, que nos haga vivir cada momento de dolor y placer como
algo nuevo. 
Nada en esta vida física y mundana, una vez repetido, es único.
Recurramos entonces a esta imposibilidad de amar, de apuntalar
montañas, de resucitar rocas, y de trascender de seres humanos a
seres increíbles, ficticios, idealizados. 
Aunque nunca seamos felices, habremos intentado otra manera.
puntos 2 | votos: 2
Bailemos - la danza de la inmolación.
Rompamos nuestra conciencia, rechacemos a pedradas todo razonamiento,
pateemos hasta la extenuación la bondad, la compasión, la decencia. 
 Dobleguemos, enmudezcamos, ahoguemos en un pozo de sangre la voz de
nuestra ya mutilada humanidad.
Despleguemos el poco poder que nos queda, sólo para disfrutarlo un
instante, para echar abajo las puertas de nuestra mediocridad, delito
cuya pena es la vuelta a la nada.
Bailemos.
puntos 7 | votos: 7
Somos una tormenta - un instante turbio, violento y magnífico en la quietud del paso del
tiempo, los hijos centelleantes del azar, que nacen, recorren su
camino zigzagueando, y que al morir van todos a dar con su cuerpo en
la tierra, quedando reducidos a un recuerdo aún más efímero que
nuestra propia existencia.
La humanidad es una lluvia, el colectivo implacable, determinado,
monótono y despiadado que percute el mundo, ignorante del daño que
causa, y jactancioso del bien que injustamente reparte.
puntos 17 | votos: 17
Hay gente que dice - que es mejor guardar el corazón herido en una caja para conservarlo. 
A mí la vida me ha enseñado que el alcohol conserva mejor los
órganos muertos. Así que no entiendo por qué hay tantos que ahogan
su corazón en la ginebra, en el vodka. O en bebidas más ardientes,
que conserven mejor ese corazón asesinado. Y ahí está la paradoja,
intentan olvidar esa defunción cardiaca metiéndola en el único
sitio donde jamás cambiará. Beber para olvidar es una estupidez,
porque no haces más que sumergir el dolor en un fluido que lo
conserva, mientras te rompes y ahogas en una negrura provocada por ti
mismo.
Para los corazones rotos, destrozados, desgarrados, o incluso aquellos
inertes por ser de piedra, hay pocos caminos que puedan revivirlos, o
que por lo menos permitan al usuario seguir caminando vivo (y no como
un alma en pena).
Y esos caminos son capaces de unirse en uno. Y son, nada más y nada
menos, que el conocimiento de las letras, el disfrute de la música, y
la libertad. 
El amor no arregla un corazón roto. Ni revive uno muerto. Porque
sólo el amor los rompe, y este veneno no funciona como antídoto.
puntos 5 | votos: 9
Vamos a tomarnos otra copa, - y a ver si el whisky nos quita el disfraz, la careta y el perfume, y
por fin saber cómo somos, sin miedo al rechazo, con descaro,
tirándonos las verdades a la cara, rompiéndonos el orgullo,
escupiendo las ganas. 
Y tomémonos otra más para celebrarlo.
Pero si aún quieres otra más, que sea de la botella. Que le den a
los intermediarios. Sin hielo, que no querremos perder el calor.
La cuarta ya no será whisky. Ni ron, ni vodka, ya tenemos bastante
alcohol en el cuerpo para beber uno del otro.

puntos 5 | votos: 7
La música de tu voz - es cada vez más dolorosa, más dulce, más tóxica, más cortante.
Pero bien merecen la pena sus heridas. Porque el veneno que llevan no
es otro que la pasión. Una pasión separada de la realidad, ajena a
toda barrera, ajena a un futuro aún más doloroso e incierto, ajena a
toda desesperanza, pero que sabe que nunca será satisfecha. Es una
pasión ideal, dura, tangible, dolorosa y placentera. 
Sí, eres tóxica. Pero me he enamorado de tu veneno.
puntos 10 | votos: 12
La vida es mucho más fácil - si tienes un par de ases guardados en la manga.
puntos 8 | votos: 10
¿En qué momento decidimos - darnos la vuelta, y caminar tan lejos de nuestro origen?
¿Cuándo decidimos acordar que éramos superiores al resto de la
naturaleza?
Sí, ahora vivimos más. Sí, nuestra tecnología es asombrosa. Pero
yo me pregunto: ¿No hubiera sido posible un desarrollo menos
antropocéntrico, más coordinado con el resto de elementos de este
planeta?
Nos decimos que somos libres, cuando estamos atrapados en nuestro
ambiente artificial. Ya no sabemos vivir en la naturaleza, lo vemos
como algo ajeno, extraño. Nuestra inteligencia, nuestra técnica, nos
han ayudado a crecer. Pero... ¿es esta la dirección adecuada?
¿Cuánto tiempo más aguantaremos dando la espalda a lo que fuimos,
lo que somos, y lo que podríamos haber sido?
puntos 14 | votos: 16
Llamadme ingenuo, - porque creo que aún hay lugar para la esperanza en este mundo, porque
aún creo que seremos capaces de ser justos, que la conciencia no
será un animal en peligro huyendo de la muerte a manos de la
barbarie, ni la inteligencia habrá de esconderse de la denigrante
dictadura de la ignorancia. 
Llamadme ingenuo, estúpido, imbécil, soñador, porque creo que
algún día seremos hombres y mujeres, y no meros reflejos torcidos,
obscenos, antinaturales y grotescos, moldeados y manoseados por la
sociedad.
Llamadme loco, si pienso que nuestra ceguera está causada por
nosotros mismos. Si pienso que seremos capaces de quitarnos este
engrudo, este alquitrán de los ojos, cuando queramos saber lo que hay
fuera. Fuera de lo que está fuera de lo natural, buscando así
dentro, y sintiendo el mundo como propio, como un padre, una madre, un
hermano, un amigo. 
Los salvajes son más felices, porque saben quién son. 
Llevan pintada la piel, pero su pintura no les cierra los oídos, ni
les niega el tacto, ni les nubla la vista.
Llamadme infantil, llamadme idealista, pero les envidio.
puntos 9 | votos: 9
Hay gente ambiciosa que dice - que te llevará con ellos al cielo, que eres lo único en su vida, que
siempre estarás en su corazón. No son más que pretensiones,
intentos por disfrazar de poderoso, eterno y verdadero algo que por
naturaleza es pura impotencia, fugacidad y poco concreto, difuso,
inabarcable. 
Pero dejemos que los enamorados sigan soñando con que son los
primeros que experimentan ese sentimiento, con que les hace volar, con
que nada les hará salir de ese enajenado estado. Porque sin ese
sueño, ese engaño a sí mismo, ese truco de la naturaleza, la vida
puede hacerse muy aburrida.

puntos 10 | votos: 10
¿Y qué si se me olvidó - la canción de aquella película que decidiste llamar nuestra? No era
mi canción, tampoco era mi película, tampoco somos nosotros. Así
que, no albergo sentimiento de culpa ninguno, sino de liberación, el
placer de recuperar las viejas canciones, las mías, y mis películas
de siempre.
puntos 5 | votos: 5
Y ahora, ya ves, - voy buscando en la basura unos labios que me digan esta noche quédate.
puntos 11 | votos: 11
Y,contigo,vivir sin la necesidad - de preguntarnos si vengativos dioses nos condenarán, o si por Tutatis
el cielo sobre nuestras cabezas caerá.
puntos 11 | votos: 11
La gente a la que quieres - siempre se acaba llevando un pedazo de ti.
puntos 10 | votos: 10
Nunca tuve imaginación. - Nunca pude aprender a ser original, diferente. Pero aprendí a ser
feliz, viendo a los demás ser felices.
No me enseñaron a ser egoísta, ni a buscar en la pérdida de otros
mi beneficio. Me enseñaron a unir, a cuidar, a colaborar, a creer que
todos hacemos este mundo único. Y, aunque, como todos, desobedecí,
hoy me arrepiento. Porque perdí un pedazo de la tarta que me ofrecía
la vida.
Quizás me falta ambición, quizás soy demasiado despreocupado,
demasiado permisivo, demasiado dialogante. Pero, gracias a ello, no me
he hecho feliz sólo a mí mismo, sino a más gente. Y de eso no me
arrepentiré jamás.

puntos 13 | votos: 13
Por esas chicas que no sueñan - con cuentos de hadas, sino con vivir libres, a su manera.
puntos 19 | votos: 19
-Perdona, ¿qué has dicho? - Es que hablas tan bajo que mi indiferencia me impide oírte.
puntos 11 | votos: 11
Ni la ginebra, ni el mejor vino, - van a sustituir el placer de emborracharme de ti.
puntos 12 | votos: 12
Tú eres mi patria, - tu sonrisa, mi bandera
 tus ojos, las estrellas de mi cielo.
puntos 10 | votos: 10
¿Dónde guardas los besos - que me debes, el sueño que me roba tu piel por las noches, el aire
que decide secuestrar tu perfume?





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