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22.07.2011

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Veterano Nivel 2

puntos -30 | votos: 56
Motiba, sinplemente, - motiba
puntos 27 | votos: 27
D.E.P Abuela - Abuela hoy va por ti...
Descansa en paz junto con el abuelo!
Te quiero y siempre te querre!
:(
puntos 5 | votos: 5
Aquellos  - que se pueden reír sin causa, o bien han encontrado
 el verdadero significado de la felicidad, o sólo son locos.

Norm Papernick.
puntos 10 | votos: 10
Amar a distancia  - es una gran prueba de amor.
puntos 18 | votos: 18
Escuchar - una canción que te gusta y empezar a mover la cabeza al ritmo de la música.

puntos 6 | votos: 6
Sonreir - y creer que estás en un videoclip cuando estás escuchando música.
puntos 2967 | votos: 2997
Esos instintos homicidas, - que te entran cuando l@ ves con otr@.
puntos 6 | votos: 8
Ver a las señoras - que nadan intentando no mojarse el pelo y pensar
que por nada del mundo harás lo mismo a su edad.
puntos 1105 | votos: 1687
Incendiar tu casa - y sentirte Eminem
puntos 2318 | votos: 2430
Escuchar música a bajo volumen - es como conducir un Ferrari a 50km/h

puntos 5 | votos: 9
EN LA PISCINA - forever balon
puntos 5 | votos: 5
Pedir una ensalada  - en el Mcdonalds es como pedir un abrazo en un puticlub
puntos 16 | votos: 22
Me referia al viejo - Malditos pajeros
puntos 1740 | votos: 1766
No te fíes de nadie - hasta haberlo conocido a fondo
puntos 12 | votos: 12
La tortuga - Debe estar viendo algo interesante

puntos 5 | votos: 5
Ser serrrsy - Descripción gráfica
puntos 10 | votos: 10
Es mismo viento - que puede apagar el fuego,
puede reanimar la llama que agoniza
puntos 13 | votos: 13
Ese momento -  que el amor se convierte en obsesión.
puntos 29 | votos: 29
La música - Es una forma de sentirse mejor
en los malos momentos.
puntos 9 | votos: 9
Si se tiene talento - todo lo demás no importa.

puntos 18 | votos: 18
Tu pides un celular nuevo - y ellos solo piden comida
puntos 1819 | votos: 1875
No hay mayor error - que confundir disciplina con educación
puntos 12 | votos: 16
Sufrir - al tener a la persona que amas en frente tuyo y no poderla besar.
puntos 1734 | votos: 1870
Dime pinocho - -Has cogido tu la galleta que falta?
-Si papá Jepeto, lo siento..
-Seguro que fuiste tu?, porque te creeré si me dices que no fuiste tu.
puntos 8 | votos: 8
A veces hay una luz - que no te deja ver las estrellas.

puntos 8 | votos: 8
Cuando estes triste Sonrie - Porque no sabes quien se enamorara de tu sonrisa
puntos 8 | votos: 8
La belleza - está en la arruga
puntos 8 | votos: 14
El vidrio que se desvaneció - Habían pasado aproximadamente diez años desde el día en que los
Dursley se
despertaron y encontraron a su sobrino en la puerta de entrada, pero
Privet Drive no
había cambiado en absoluto. El sol se elevaba en los mismos
jardincitos, iluminaba el
número 4 de latón sobre la puerta de los Dursley y avanzaba en su
salón, que era casi
exactamente el mismo que aquél donde el señor Dursley había oído
las ominosas
noticias sobre las lechuzas, una noche de hacía diez años. Sólo las
fotos de la repisa de
la chimenea eran testimonio del tiempo que había pasado. Diez años
antes, había una
gran cantidad de retratos de lo que parecía una gran pelota rosada
con gorros de
diferentes colores, pero Dudley Dursley ya no era un niño pequeño, y
en aquel
momento las fotos mostraban a un chico grande y rubio montando su
primera bicicleta,
en un tiovivo en la feria, jugando con su padre en el ordenador,
besado y abrazado por
su madre... La habitación no ofrecía señales de que allí viviera
otro niño.
Sin embargo, Harry Potter estaba todavía allí, durmiendo en aquel
momento,
aunque no por mucho tiempo. Su tía Petunia se había despertado y su
voz chillona era el
primer ruido del día.
—¡Arriba! ¡A levantarse! ¡Ahora!
Harry se despertó con un sobresalto. Su tía llamó otra vez a la
puerta.
—¡Arriba! —chilló de nuevo. Harry oyó sus pasos en dirección a
la cocina, y
después el roce de la sartén contra el fogón. El niño se dio la
vuelta y trató de recordar
el sueño que había tenido. Había sido bonito. Había una moto que
volaba. Tenía la
curiosa sensación de que había soñado lo mismo anteriormente.
Su tía volvió a la puerta.
—¿Ya estás levantado? —quiso saber.
—Casi —respondió Harry
—Bueno, date prisa, quiero que vigiles el beicon. Y no te atrevas a
dejar que se
queme. Quiero que todo sea perfecto el día del cumpleaños de Duddy.
Harry gimió.
—¿Qué has dicho? —gritó con ira desde el otro lado de la
puerta.
—Nada, nada...
El cumpleaños de Dudley... ¿cómo había podido olvidarlo? Harry se
levantó
lentamente y comenzó a buscar sus calcetines. Encontró un par debajo
de la cama y,
después de sacar una araña de uno, se los puso. Harry estaba
acostumbrado a las arañas,
porque la alacena que había debajo de las escaleras estaba llena de
ellas, y allí era donde
dormía.
Cuando estuvo vestido salió al recibidor y entró en la cocina. La
mesa estaba casi
cubierta por los regalos de cumpleaños de Dudley. Parecía que éste
había conseguido el
ordenador nuevo que quería, por no mencionar el segundo televisor y
la bicicleta de
carreras. La razón exacta por la que Dudley podía querer una
bicicleta era un misterio
para Harry, ya que Dudley estaba muy gordo y aborrecía el ejercicio,
excepto si
conllevaba pegar a alguien, por supuesto. El saco de boxeo favorito de
Dudley era
Harry, pero no podía atraparlo muy a menudo. Aunque no lo parecía,
Harry era muy
rápido.
Tal vez tenía algo que ver con eso de vivir en una oscura alacena,
pero Harry había
sido siempre flaco y muy bajo para su edad. Además, parecía más
pequeño y enjuto de
lo que realmente era, porque toda la ropa que llevaba eran prendas
viejas de Dudley, y
su primo era cuatro veces más grande que él. Harry tenía un rostro
delgado, rodillas
huesudas, pelo negro y ojos de color verde brillante. Llevaba gafas
redondas siempre
pegadas con cinta adhesiva, consecuencia de todas las veces que Dudley
le había
pegado en la nariz. La única cosa que a Harry le gustaba de su
apariencia era aquella
pequeña cicatriz en la frente, con la forma de un relámpago. La
tenía desde que podía
acordarse, y lo primero que recordaba haber preguntado a su tía
Petunia era cómo se la
había hecho.
—En el accidente de coche donde tus padres murieron —había
dicho—. Y no
hagas preguntas.
«No hagas preguntas»: ésa era la primera regla que se debía
observar si se quería
vivir una vida tranquila con los Dursley.
Tío Vernon entró a la cocina cuando Harry estaba dando la vuelta al
tocino.
—¡Péinate! —bramó como saludo matinal.
Una vez por semana, tío Vernon miraba por encima de su periódico y
gritaba que
Harry necesitaba un corte de pelo. A Harry le habían cortado más
veces el pelo que al
resto de los niños de su clase todos juntos, pero no servía para
nada, pues su pelo seguía
creciendo de aquella manera, por todos lados.
Harry estaba friendo los huevos cuando Dudley llegó a la cocina con
su madre.
Dudley se parecía mucho a tío Vernon. Tenía una cara grande y
rosada, poco cuello,
ojos pequeños de un tono azul acuoso, y abundante pelo rubio que
cubría su cabeza
gorda. Tía Petunia decía a menudo que Dudley parecía un angelito.
Harry decía a
menudo que Dudley parecía un cerdo con peluca.
Harry puso sobre la mesa los platos con huevos y beicon, lo que era
difícil porque
había poco espacio. Entretanto, Dudley contaba sus regalos. Su cara
se ensombreció.
—Treinta y seis —dijo, mirando a su madre y a su padre—. Dos
menos que el año
pasado.
—Querido, no has contado el regalo de tía Marge. Mira, está debajo
de este grande
de mamá y papá.
—Muy bien, treinta y siete entonces —dijo Dudley, poniéndose
rojo.
Harry; que podía ver venir un gran berrinche de Dudley, comenzó a
comerse el
beicon lo más rápido posible, por si volcaba la mesa.
Tía Petunia también sintió el peligro, porque dijo rápidamente:
—Y vamos a comprarte dos regalos más cuando salgamos hoy. ¿Qué te
parece,
pichoncito? Dos regalos más. ¿Está todo bien?
Dudley pensó durante un momento. Parecía un trabajo difícil para
él. Por último,
dijo lentamente.
—Entonces tendré treinta y.. treinta y..
—Treinta y nueve, dulzura —dijo tía Petunia.
—Oh —Dudley se dejó caer pesadamente en su silla y cogió el
regalo más
cercano—. Entonces está bien.
Tío Vernon rió entre dientes.
—El pequeño tunante quiere que le den lo que vale, igual que su
padre. ¡Bravo,
Dudley! —dijo, y revolvió el pelo de su hijo.
En aquel momento sonó el teléfono y tía Petunia fue a cogerlo,
mientras Harry y tío
Vernon miraban a Dudley, que estaba desembalando la bicicleta de
carreras, la
filmadora, el avión con control remoto, dieciséis juegos nuevos para
el ordenador y un
vídeo. Estaba rompiendo el envoltorio de un reloj de oro, cuando tía
Petunia volvió,
enfadada y preocupada ala vez.
—Malas noticias, Vernon —dijo—. La señora Figg se ha fracturado
una pierna. No
puede cuidarlo. —Volvió la cabeza en dirección a Harry.
La boca de Dudley se abrió con horror, pero el corazón de Harry dio
un salto. Cada
año, el día del cumpleaños de Dudley, sus padres lo llevaban con un
amigo a pasar el
día a un parque de atracciones, a comer hamburguesas o al cine. Cada
año, Harry se
quedaba con la señora Figg, una anciana loca que vivía a dos
manzanas. Harry no podía
soportar ir allí. Toda la casa olía a repollo y la señora Figg le
hacía mirar las fotos de
todos los gatos que había tenido.
—¿Y ahora qué hacemos? —preguntó tía Petunia, mirando con ira
a Harry como si
él lo hubiera planeado todo. Harry sabía que debería sentir pena
por la pierna de la
señora Figg, pero no era fácil cuando recordaba que pasaría un año
antes de tener que
ver otra vez a Tibbles, Snowy, el Señor Paws o Tufty.
—Podemos llamar a Marge —sugirió tío Vernon.
—No seas tonto, Vernon, ella no aguanta al chico.
Los Dursley hablaban a menudo sobre Harry de aquella manera, como si
no
estuviera allí, o más bien como si pensaran que era tan tonto que no
podía entenderlos,
algo así como un gusano.
—¿Y qué me dices de... tu amiga... cómo se llama... Yvonne?
—Está de vacaciones en Mallorca —respondió enfadada tía
Petunia.
—Podéis dejarme aquí —sugirió esperanzado Harry. Podría ver lo
que quisiera en
la televisión, para variar, y tal vez incluso hasta jugaría con el
ordenador de Dudley
Tía Petunia lo miró como si se hubiera tragado un limón.
—¿Y volver y encontrar la casa en ruinas? —rezongó.
—No voy a quemar la casa —dijo Harry, pero no le escucharon.
—Supongo que podemos llevarlo al zoológico —dijo en voz baja tía
Petunia—... y
dejarlo en el coche...
—El coche es nuevo, no se quedará allí solo...
Dudley comenzó a llorar a gritos. En realidad no lloraba, hacía
años que no lloraba
de verdad, pero sabía que, si retorcía la cara y gritaba, su madre
le daría cualquier cosa
que quisiera.
—Mi pequeñito Dudley no llores, mamá no dejará que él te
estropee tu día especial
—exclamó, abrazándolo.
—¡Yo... no... quiero... que... él venga! —exclamó Dudley entre
fingidos
sollozos—. ¡Siempre lo estropea todo! —Le hizo una mueca burlona
a Harry, desde los
brazos de su madre.
Justo entonces, sonó el timbre de la puerta.
—¡Oh, Dios, ya están aquí! —dijo tía Petunia en tono
desesperado y, un momento
más tarde, el mejor amigo de Dudley, Piers Polkiss, entró con su
madre. Piers era un
chico flacucho con cara de rata. Era el que, habitualmente, sujetaba
los brazos de los
chicos detrás de la espalda mientras Dudley les pegaba. Dudley
suspendió su fingido
llanto de inmediato.
Media hora más tarde, Harry, que no podía creer en su suerte, estaba
sentado en la
parte de atrás del coche de los Dursley, junto con Piers y Dudley,
camino del zoológico
por primera vez en su vida. A sus tíos no se les había ocurrido una
idea mejor, pero
antes de salir tío Vernon se llevó aparte a Harry.
—Te lo advierto —dijo, acercando su rostro grande y rojo al de
Harry—. Te estoy
avisando ahora, chico: cualquier cosa rara, lo que sea, y te quedarás
en la alacena hasta
la Navidad.
—No voy a hacer nada —dijo Harry—. De verdad...
Pero tío Vernon no le creía. Nadie lo hacía.
El problema era que, a menudo, ocurrían cosas extrañas cerca de
Harry y no
conseguía nada con decir a los Dursley que él no las causaba.
En una ocasión, tía Petunia, cansada de que Harry volviera de la
peluquería como
si no hubiera ido, cogió unas tijeras de la cocina y le cortó el
pelo casi al rape,
exceptuando el flequillo, que le dejó «para ocultar la horrible
cicatriz». Dudley se rió
como un tonto, burlándose de Harry, que pasó la noche sin dormir
imaginando lo que
pasaría en el colegio al día siguiente, donde ya se reían de su
ropa holgada y sus gafas
remendadas. Sin embargo, a la mañana siguiente, descubrió al
levantarse que su pelo
estaba exactamente igual que antes de que su tía lo cortara. Como
castigo, lo encerraron
en la alacena durante una semana, aunque intentó decirles que no
podía explicar cómo
le había crecido tan deprisa el pelo.
Otra vez, tía Petunia había tratado de meterlo dentro de un
repugnante jersey viejo
de Dudley (marrón, con manchas anaranjadas). Cuanto más intentaba
pasárselo por la
cabeza, más pequeña se volvía la prenda, hasta que finalmente le
habría sentado como
un guante a una muñeca, pero no a Harry. Tía Petunia creyó que
debía de haberse
encogido al lavarlo y, para su gran alivio, Harry no fue castigado.
Por otra parte, había tenido un problema terrible cuando lo
encontraron en el techo
de la cocina del colegio. El grupo de Dudley lo perseguía como de
costumbre cuando,
tanto para sorpresa de Harry como de los demás, se encontró sentado
en la chimenea.
Los Dursley recibieron una carta amenazadora de la directora del
colegio, diciéndoles
que Harry andaba trepando por los techos del colegio. Pero lo único
que trataba de hacer
(como le gritó a tío Vernon a través de la puerta cerrada de la
alacena) fue saltar los
grandes cubos que estaban detrás de la puerta de la cocina. Harry
suponía que el viento
lo había levantado en medio de su salto.
Pero aquel día nada iba a salir mal. Incluso estaba bien pasar el
día con Dudley y
Piers si eso significaba no tener que estar en el colegio, en su
alacena, o en el salón de la
señora Figg, con su olor a repollo.
Mientras conducía, tío Vernon se quejaba a tía Petunia. Le gustaba
quejarse de
muchas cosas. Harry, el ayuntamiento, Harry, el banco y Harry eran
algunos de sus
temas favoritos. Aquella mañana le tocó a los motoristas.
—... haciendo ruido como locos esos gamberros —dijo, mientras una
moto los
adelantaba.
—Tuve un sueño sobre una moto —dijo Harry recordando de
pronto—. Estaba
volando.
Tío Vernon casi chocó con el coche que iba delante del suyo. Se dio
la vuelta en el
asiento y gritó a Harry:
—¡LAS MOTOS NO VUELAN!
Su rostro era como una gigantesca remolacha con bigotes.
Dudley y Piers se rieron disimuladamente.
—Ya sé que no lo hacen —dijo Harry—. Fue sólo un sueño.
Pero deseó no haber dicho nada. Si había algo que desagradaba a los
Dursley aún
más que las preguntas que Harry hacía, era que hablara de cualquier
cosa que se
comportara de forma indebida, no importa que fuera un sueño o un
dibujo animado.
Parecían pensar que podía llegar a tener ideas peligrosas.
Era un sábado muy soleado y el zoológico estaba repleto de familias.
Los Dursley
compraron a Dudley y a Piers unos grandes helados de chocolate en la
entrada, y luego,
como la sonriente señora del puesto preguntó a Harry qué quería
antes de que pudieran
alejarse, le compraron un polo de limón, que era más barato. Aquello
tampoco estaba
mal, pensó Harry, chupándolo mientras observaban a un gorila que se
rascaba la cabeza
y se parecía notablemente a Dudley, salvo que no era rubio.
Fue la mejor mañana que Harry había pasado en mucho tiempo. Tuvo
cuidado de
andar un poco alejado de los Dursley, para que Dudley y Piers, que
comenzaban a
aburrirse de los animales cuando se acercaba la hora de comer, no
empezaran a practicar
su deporte favorito, que era pegarle a él. Comieron en el restaurante
del zoológico, y
cuando Dudley tuvo una rabieta porque su bocadillo no era lo
suficientemente grande,
tío Vernon le compró otro y Harry tuvo permiso para terminar el
primero.
Más tarde, Harry pensó que debía haber sabido que aquello era
demasiado bueno
para durar.
Después de comer fueron a ver los reptiles. Estaba oscuro y hacía
frío, y había
vidrieras iluminadas a lo largo de las paredes. Detrás de los
vidrios, toda clase de
serpientes y lagartos se arrastraban y se deslizaban por las piedras y
los troncos. Dudley
y Piers querían ver las gigantescas cobras venenosas y las gruesas
pitones que
estrujaban a los hombres. Dudley encontró rápidamente la serpiente
más grande. Podía
haber envuelto el coche de tío Vernon y haberlo aplastado como si
fuera una lata, pero
en aquel momento no parecía tener ganas. En realidad, estaba
profundamente dormida.
Dudley permaneció con la nariz apretada contra el vidrio,
contemplando el brillo de
su piel.
—Haz que se mueva —le exigió a su padre.
Tío Vernon golpeó el vidrio, pero la serpiente no se movió.
—Hazlo de nuevo —ordenó Dudley.
Tío Vernon golpeó con los nudillos, pero el animal siguió
dormitando.
—Esto es aburrido —se quejó Dudley. Se alejó arrastrando los
pies.
Harry se movió frente al vidrio y miró intensamente a la serpiente.
Si él hubiera
estado allí dentro, sin duda se habría muerto de aburrimiento, sin
ninguna compañía,
salvo la de gente estúpida golpeando el vidrio y molestando todo el
día. Era peor que
tener por dormitorio una alacena donde la única visitante era tía
Petunia, llamando a la
puerta para despertarlo: al menos, él podía recorrer el resto de la
casa.
De pronto, la serpiente abrió sus ojillos, pequeños y brillantes
como cuentas. Lenta,
muy lentamente, levantó la cabeza hasta que sus ojos estuvieron al
nivel de los de
Harry.
Guiñó un ojo.
Harry la miró fijamente. Luego echó rápidamente un vistazo a su
alrededor, para
ver si alguien lo observaba. Nadie le prestaba atención. Miró de
nuevo a la serpiente y
también le guiñó un ojo.
La serpiente torció la cabeza hacia tío Vernon y Dudley, y luego
levantó los ojos
hacia el techo. Dirigió a Harry una mirada que decía claramente:
—Me pasa esto constantemente.
—Lo sé —murmuró Harry a través del vidrio, aunque no estaba
seguro de que la
serpiente pudiera oírlo—. Debe de ser realmente molesto.
La serpiente asintió vigorosamente.
—A propósito, ¿de dónde vienes? —preguntó Harry
La serpiente levantó la cola hacia el pequeño cartel que había
cerca del vidrio.
Harry miró con curiosidad.
«Boa Constrictor, Brasil.»
—¿Era bonito aquello?
La boa constrictor volvió a señalar con la cola y Harry leyó:
«Este espécimen fue
criado en el zoológico».
—Oh, ya veo. ¿Entonces nunca has estado en Brasil?
Mientras la serpiente negaba con la cabeza, un grito ensordecedor
detrás de Harry
los hizo saltar.
—¡DUDLEY! ¡SEÑOR DURSLEY! ¡VENGAN A VER A LA SERPIENTE! ¡NO
VAN A CREER LO QUE ESTÁ HACIENDO!
Dudley se acercó contoneándose, lo más rápido que pudo.
—Quita de en medio —dijo, golpeando a Harry en las costillas.
Cogido por
sorpresa, Harry cayó al suelo de cemento. Lo que sucedió a
continuación fue tan rápido
que nadie supo cómo había pasado: Piers y Dudley estaban inclinados
cerca del vidrio,
y al instante siguiente saltaron hacia atrás aullando de terror.
Harry se incorporó y se quedó boquiabierto: el vidrio que cerraba el
cubículo de la
boa constrictor había desaparecido. La descomunal serpiente se había
desenrollado
rápidamente y en aquel momento se arrastraba por el suelo. Las
personas que estaban en
la casa de los reptiles gritaban y corrían hacia las salidas.
Mientras la serpiente se deslizaba ante él, Harry habría podido
jurar que una voz
baja y sibilante decía:
—Brasil, allá voy... Gracias, amigo.
El encargado de los reptiles se encontraba totalmente conmocionado.
—Pero... ¿y el vidrio? —repetía—. ¿Adónde ha ido el vidrio?
El director del zoológico en persona preparó una taza de té fuerte
y dulce para tía
Petunia, mientras se disculpaba una y otra vez. Piers y Dudley no
dejaban de quejarse.
Por lo que Harry había visto, la serpiente no había hecho más que
darles un golpe
juguetón en los pies, pero cuando volvieron al asiento trasero del
coche de tío Vernon,
Dudley les contó que casi lo había mordido en la pierna, mientras
Piers juraba que había
intentado estrangularlo. Pero lo peor, para Harry al menos, fue cuando
Piers se calmó y
pudo decir:
—Harry le estaba hablando. ¿Verdad, Harry?
Tío Vernon esperó hasta que Piers se hubo marchado, antes de
enfrentarse con
Harry. Estaba tan enfadado que casi no podía hablar.
—Ve... alacena... quédate... no hay comida —pudo decir, antes de
desplomarse en
una silla. Tía Petunia tuvo que servirle una copa de brandy.
Mucho más tarde, Harry estaba acostado en su alacena oscura, deseando
tener un
reloj. No sabía qué hora era y no podía estar seguro de que los
Dursley estuvieran
dormidos. Hasta que lo estuvieran, no podía arriesgarse a ir a la
cocina a buscar algo de
comer.
Había vivido con los Dursley casi diez años, diez años
desgraciados, hasta donde
podía acordarse, desde que era un niño pequeño y sus padres habían
muerto en un
accidente de coche. No podía recordar haber estado en el coche cuando
sus padres
murieron. Algunas veces, cuando forzaba su memoria durante las largas
horas en su
alacena, tenía una extraña visión, un relámpago cegador de luz
verde y un dolor como el
de una quemadura en su frente. Aquello debía de ser el choque,
suponía, aunque no
podía imaginar de dónde procedía la luz verde. Y no podía recordar
nada de sus padres.
Sus tíos nunca hablaban de ellos y, por supuesto, tenía prohibido
hacer preguntas.
Tampoco había fotos de ellos en la casa.
Cuando era más pequeño, Harry soñaba una y otra vez que algún
pariente
desconocido iba a buscarlo para llevárselo, pero eso nunca sucedió:
los Dursley eran su
única familia. Pero a veces pensaba (tal vez era más bien que lo
deseaba) que había
personas desconocidas que se comportaban como si lo conocieran. Eran
desconocidos
muy extraños. Un hombrecito con un sombrero violeta lo había
saludado, cuando estaba
de compras con tía Petunia y Dudley Después de preguntarle con ira
si conocía al
hombre, tía Petunia se los había llevado de la tienda, sin comprar
nada. Una mujer
anciana con aspecto estrafalario, toda vestida de verde, también lo
había saludado
alegremente en un autobús. Un hombre calvo, con un abrigo largo,
color púrpura, le
había estrechado la mano en la calle y se había alejado sin decir
una palabra. Lo más
raro de toda aquella gente era la forma en que parecían desaparecer
en el momento en
que Harry trataba de acercarse.
En el colegio, Harry no tenía amigos. Todos sabían que el grupo de
Dudley odiaba
a aquel extraño Harry Potter, con su ropa vieja y holgada y sus gafas
rotas, y a nadie le
gustaba estar en contra de la banda de Dudley.
puntos 9 | votos: 9
Alone in the dark - nunca mejor dicho
puntos 3048 | votos: 3134
Personas que se suicidan - porque no quieren sufrir más y no se paran a pensar el sufrimiento
que van a provocar ellos.

puntos 2056 | votos: 2250
Si eres joven... - no tienes idea del por que están juntos...

SI ERES MUY JOVEN...

No tienes ni idea de que es lo que esta arriba del Lapiz...
puntos 2940 | votos: 3078
No lo niegues... - tú también lo has hecho.
puntos 119 | votos: 129
Desmotivacion es que... - De la primera imagen, pasaran a la segunda.

Este chico de 16 años, mato a su novia porque de broma su amigo le
prometió un desayuno gratis si la asesinaba, y así fue, termino con
la vida de su novia solo por un simple desayuno gratis, solo por eso.

Desmotiva tanto que haya personas como el en este mundo.
puntos 10 | votos: 10
Ahora no.. - que estoy cagando
puntos 16 | votos: 18
Admítelo - ahora que los has visto,te apetece darle un bocado a uno!

puntos 7 | votos: 7
Desmotiva que -  Tener que cenar frutos secos
 porque se te ha quemado la pizza y el horno
puntos 19 | votos: 19
Típico - Te vas a dormir, te acuestas en tu cama y te abraza un chico. Diciendo
que hueles bien o///o
puntos 12 | votos: 12
Just - bukkake
puntos 8 | votos: 10
1 -No es ahy,es hai.  - 2- No es Estabanos, es estabamos. 3- No es haiga, es haya. 
4- No es amar, es sentir. 5- No es prometer, es cumplir.
puntos 3 | votos: 3
Si hubiera sabido que seria - la ultima vez que te escuchara decir te quiero lo hubiera grabado

puntos 2 | votos: 6
mujeres - alguien me puede  explicar como hacen para meterce en tu cabesa
puntos 10 | votos: 10
Dos se pueden amar mucho - pero al final uno siempre acaba sintiendo menos.
puntos 20 | votos: 20
Es mejor ser pesimista, - que llevarte una desilusión..
puntos 32 | votos: 32
Si notas que alguien - va despacio contigo, alégrate ya que no quiere 
volver a fallar en éste juego llamado Amor.
puntos 8 | votos: 8
¿Habrá vida  - después de la muerte?

puntos 9 | votos: 9
Por esas veces que - intentamos abrir una botella y no podemos
puntos 3 | votos: 3
¿Quien quiere que - entendamos esto?
puntos 19 | votos: 19
Modas de Desmotivaciones - que cada día nos sorprenden más.
puntos 15 | votos: 15
¿Alcohol?  - Esa palabra no entra en mi vodkabulario, lo buscare en la Whiskypedia.
puntos 14 | votos: 14
Gracias a ella - tengo mas claro que nunca que jamás dejaré de luchar por mis sueños





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