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VI - Coger aire, morder la lengua, empujar, solatar aire.

Se han escrito un sinfín de tratados sobre sexo, existen cien mil
métodos para funcionar mejor en la cama, remedios y tratamientos para
la eyaculación precoz, juguetes, porno, revistas y kamasutras. Se
encuentra todo lo que se quiera sobre cómo llevar correctamente
nuestras intimidades carnales.

Pero nada superó a esa vecina que a las once, siempre a las once se
desnudaba, todos los días, con la cortina corrida y la luz encendida,
dejando entrever su silueta curvada. Nada que leí, ningún manual ni
lista de consejos útiles superó el dejarse llevar, el no pensar más
que en disrutar y ser disfrutado, nada como coger aire, morder la
lengua, empujar, solatar aire; nada como el orgasmo.
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V - —Voltairine de Cleyre in memoriam—

-

Ten novia para que te enderece. Ten novio para que te lleve, te pague,
te venda. Ten todo lo que dice la tele: un coche, una casa, un
perfume, un champú.

Estudia, trabaja, cásate y procrea, divórciate, pelea por la
custodia (sin dejar de trabajar), cásate otra vez (que se más guapa,
más joven que tú), procrea otra vez, jubílate y muere.

Sé como la gente, muévete como la gente, vive como la gente y sueña
como en el cine. 

Mientras haces todo eso, mientras sigues la cadena y vuelas herido en
tu jaula, yo...

...yo seguiré follándome al dinero.
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IV - —to my 18 years Grace Slick girl—

CUENTO FRAGMENTADO, INACABADO Y TRISTE

I
Si tuviera un pincel y la gracia de Renoir te pintaría por el día y
por la noche. Ojalá nunca hubiera olvidado dibujo. Hoy te pintaría
como hoy te quiero ver: quieta pero eterna, tumbada al lado mía.

II
Pero no tengo pincel, ni cincel ni pluma fina; sólo un portaminas que
me escribe a su manera. Las minas son las balas que me atraviesan, de
lado a lado, llevándose con ellas mis miserias y alegrías.

III
Yo te pintaría, te esculpiría y rompería en pedazos tu figura y
rompería luego los pedazos por ser restos de una mujer que con frío
mármol respondía a mis caricias.

IV
Pero no tengo cincel, ni martillo ni plumilla; tan solo un portaminas
y esta hoja vacía. Por no tener, no tengo ni atenta la vista cuando
el paisaje te envuelve. Un primer plano de mi cuadro no serías ni tú
ni tus hombros ni tus vaqueros. Tras el lienzo, mis palabras
dibujarían tu retrato, el testamento de un cantante mudo, sin pincel
ni cincel ni martillo ni plumilla, que te escribe desvelado mientras
duermes, que se escribe para no morir en vida.

V
“Lamenté no poder comunicarme con una mujer en esos pocos casos en
que parece imposible resignarse a la idea de que será para siempre
ajena a nuestra vida”. (E. Sábato, El túnel) — Y es que a pesar
de mis letras y arrojos en el papel, también tengo algo más que me
acompaña en esta vida.

VI
Eres tú, que aunque vengas tarde y mal, cansada y somnolienta, me
traes cada día la más triste de las resignaciones, que aunque te
hablo yo grito en mar adentro, que siempre me serás ajena, una
extranjera americana en mi república soviética.

VII
Y escribo y escribo sobre el número que llevo en mi cuello, que no
sé si es el principio o sólo un día en el calendario. Escribo solo
y sólo por ti, desesperado por tu paso que me aparta el cuerpo pero
arrastra mi alma. Sobre un siete versaron tantas hojas como éstas,
sobre “ella” y nuestras restas, las bondades del amor y el clamor
de su comienzo. Pero hoy no.

* * *

VII + I
Hoy es cifra entre mil cifras que cimentan cien mil versos; en mi
cuello está marcado cual pecado está en un preso.

IX
Y si le miento, le mentí o no fui honesto yo, lo siento. Siento que
un buen día de junio, de los primeros, jurara amor eterno y mutara en
un ser ciego, en sordo de sus besos y frío como esos restos de la
estatua que hice añicos.

X
Hoy es diferente. Hoy camino muerto de su mano mientras vivo en un
papel, al que sin su cuerpo y sin plumilla ni martillo ni pincel, supe
llenar de mierda, quererlo y serle fiel.
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III - ELLAS

Yo estoy aquí y la rubia en mi cabeza. Yo aquí y ella besándome en
sueños. Yo estoy aquí y la morena en mi cama. Yo aquí y ella
queriéndome a solas. Yo con ella o soy sexo o no soy nada. Y me
revuelvo entre las sábanas mojadas, buscando eso que antes nos
acompañaba cada noche y que tanto se parecía a la magia. 

Yo estoy aquí y ella en la habitación de enfrente. Yo borracho y
ella llorando, salir del barrio no fue suficiente para su hijo. Yo
aquí y ella en Barcelona. Yo con mis bolsas y ella con sus letras,
lejos de sus palabras que calman pero muerden cuando en mal momento
las recuerdas. Yo picando piedras y ella pasando páginas, son dos
formas de consumir la vida.

Dos maneras de ser en este mundo, yo y ellas, yo y las mujeres que
rodean mis semanas, que me cuidan y me llaman cuando más lo necesito.
Unas duelen y otras ríen, las hay que son más de pensamiento que de
sentirlas a tu lado; las hay que siempre cumplen y que te hacen un
buen plato. Sea como fuere todas son mis voces, esas voces
femeninas... que juntas hacen ruido, pero que la dignidad y entereza
de cada una me complace más que las voces ebrias de mis cien hombres
mediocres.
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ii - -
A todos ellos:

Salgo a la calle y ¿qué veo?

Un gato muerto, calles desiertas,

un polígono que alberga

un exceso de horas extra;

veo pájaros que me cantan,

veo pájaras que no me miran

y ando y me encuentro mil puertas;

todas cerradas, sólo una abierta.

Sólo una, seductora, llena de mierda.

¿Cuántos chavales entrando?

¿Cuántos saliendo demacrados?

¿Cuántos se han quedado dentro

y arrastrado consigo 

a sus seres queridos?

Tantos niños han caído

por creer tener dominio

mientras eran ellos dominados…

Maldigo, no evito el enfado,

un castigo injusto

a una inocencia mustia:

a la mierda otra vida entera,

consumida por la angustia.

¿Cuántas más? ¿Cuánto más nos van a matar?

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i - black jeanz.

Delante mía tus hombros, tu pelo cae por la silla.

Miro a mi izquierda y sólo hay abismo.

Te giras, sonríes y me matas por dentro.

Te levantas y yo pienso en tus vaqueros, en ti sin ellos.

Pienso una vida contigo, pero no me la creo.

Ahora sólo pienso en quitarte tus vaqueros negros.
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II - —Truman Capote in memoriam—

CRUZCAMPO

Cuando entras a tu cuarto de noche, todos duermen y tú vas dando
tumbos hasta abrir la puerta y a duras penas encender la luz. Es el
caos. Te quedas mirando el cuarto con la boca abierta y las llaves en
la mano: un minuto, dos minutos, cinco minutos.

Vaya, parece que percibo un olor a marihuana. Pero es demasiado bueno
para ser de la mala. Y yo tengo de la mala. Es verano y el pueblo es
un desierto de yerba. Vuelvo a oler algo que no me encaja, es como
mujer, como cuando ella viene.

Me ilumina el despertador, marca las seis. Las seis y huele a mujer.

Y ahí está. Justo a mi lado, el armario de la ropa, de los juegos y
los libros antiguos, de botellas vacías y mi bandera republicana.
Envuelta en ella, un sostén. Parece viejo mas no lo es. Conforme me
acerco a él se acentúa el olor a sudor. Pero sigue oliendo a ella.
Es un olor como el de la pólvora, que embriaga y es único, perfecto.

De vuelta a la cama, noto como de repente se me empieza a empapar la
camiseta y la sudadera y los pantalones y todo. Toda la cama mojada.
Recuerdo entonces que había puesto dos botellines abiertos en los
bolsillos interiores de la chaqueta. Los dejo en el armario y me
acuesto, aspirando de la sábana ese olor único, embriagador,
Cruzcampo.
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I - —Terenci Moix in memoriam—

RECUERDO ALCOHÓLICO DE REMATE MASTURBADO

Las pasadas fiestas llovió...

sep. 15

y yo, ajeno al gentío y su repanocha septembrina, miro las gotas
resbalar por la ventana. Una de ellas se detiene; otra, que baja, la
arrastra y ambas mueren sobre el marco de la ventana.

Me llama Jose. Ya es de noche cuando quedamos. Dejamos las litronas en
un banco y él prepara el material. Bebiendo y fumando sin parar de
reír... así pasan las horas. 

Despunta el día. Jose parece disfrutar del deslumbre, pues su vista
se fija en el sol. Le miro a los ojos, achinados pero birllantes, las
venas granas pero el iris verde jade. Miro sus hombros anchos, miro
sus labios finos, que sin decir nada se mueven despacio. Mis
pantalones se agitan. Sobre los suyos, mi mano insurrecta pasea
buscando guerra, pero su mirada cortante me frena.

Vuelvo a casa borracho, cansado. Ya en la cama, empapo los entresijos
de mis dedos; siento un cosquilleo tibio alrededor de mi ombligo. En
la ventana, una gota que arrastra a otra.

Qué ironía, verlas vivas descender con esa rapidez inquieta, y
acabar fundidas, acostadas sobre el marco de la ventana.



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