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21.04.2012

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Lo esencial es invisible a los ojos. -
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Aprende de la Luna - que aunque está sola, nunca deja de brillar.
puntos 6 | votos: 6
Firmado: mis errores -
puntos 15 | votos: 15
Somos un globo lleno de emociones - en un mundo lleno de alfileres..
puntos 14 | votos: 14
Te equivocas cuando dices - que estas sola, porque tú eres la razón por la que vive otra persona.

puntos 15 | votos: 15
Soy una persona que - ha llorado sin derramar una lágrima, que ha gritado en completo
silencio y que ha sonreído a todo aquel que disfruta verme sufrir.
puntos 10 | votos: 10
¿Por qué querer ser como alguien? - ¿Por qué no ser tu misma y aún mejor?
puntos 7 | votos: 7
Demasiada gente - que juega con los sentimientos de los demás sin darse cuenta del
daño que pueden llegar a hacer.
puntos 16 | votos: 16
El amor empieza con una mirada, - se dice con una palabra, se siente con un beso y se pierde con una
lágrima.
puntos 12 | votos: 12
Trátalos como reyes - y como reyes te seguirán.
Trátalos como perros y como perros te seguirán.

puntos 17 | votos: 23
Las cosas malas en la vida - te abren los ojos para las buenas cosas que antes no les prestabas
atención.
puntos 10 | votos: 10
Nada daba mas emoción - de niño, que te pillaran o pillar  a alguien hurgando donde no debía.
puntos 8 | votos: 10
Todo el mundo quiere felicidad - sin dolor, pero no se puede tener un arcoiris sin un poco de lluvia.
puntos 17 | votos: 17
Quizá el truco consista - en dejar de hacerse tantas preguntas y sencillamente actuar.
puntos 10 | votos: 10
Algo asi, - Dedicas tantos insomnios a quien no va a venir, que cuando llegue
alguien que finalmente los merezca te vas a quedar dormida.

puntos 10 | votos: 10
Paraba balas por ti - y al final eras tú quien estaba detrás del gatillo.
puntos 11 | votos: 11
Las cosas no cambian solas, - si hay algo en tu vida que no te gusta no esperes sentado a que ocurran.
puntos 11 | votos: 11
¿Eres feliz? - o
¿Sólo una buena mentirosa?
puntos 10 | votos: 10
Nunca hagas con el amor - lo que un niño hace con su globo, que por jugar lo pierde y por
perderlo llora...
puntos 2 | votos: 4
Capítulo 1 - No creo que nadie pueda olvidar jamás el amanecer en el que Irina
apareció ahorcada en aquel viejo puente de piedra que atravesaba el
río. El modo en el que su cuerpo era mecido lentamente por el viento
como si de un columpio se tratase, o el graznido frenético de los
cuervos mientras dibujaban en el aire círculos infinitos. Os puedo
jurar que en aquel frío y tétrico paisaje, podías sentir el olor a
azufre de las profundidades del infierno. Por lo menos, eso es lo que
pensó Lucas cuando descubrió su cuerpo esa mañana. Tuvo que
frotarse los ojos con las manos, para creerse lo que estaba viendo, y 
tras haberse cerciorado, no pudo contener las ganas de vomitar. 
Cuando volvió a alzar la vista,  le fue imposible no preguntarse el
motivo que había impulsado a una chiquilla de apenas quince años a
hacer algo así. El tenía cuarenta y tantas primaveras encima, y un
centenar de problemas por delante,  pero jamás se le había pasado
por la cabeza algo como eso. Qué problema tendría que solo el
suicidio pudiera solucionar. Decidió no pensar en ello y marcar el
número de la policía en el teléfono móvil.
Debían de ser las ocho cuando sonó el móvil de Alejandro. No tenía
ninguna intención de contestar, había estado trabajando horas extras
durante el último mes, y ahora que por fin conseguía tomarse unas
vacaciones no le iban a dejar en paz, no tenían derecho. A pesar de
todo, como seguían insistiendo decidió coger el teléfono.
-Si…
-Vístase rápido. Ha ocurrido algo.- Ordenó Héctor alterado.
-Le recuerdo, jefe, que estoy de vacaciones.
-Pues va a tener que posponerlas, ha ocurrido algo.
-Déjeme pensarlo… ¿un borracho ha tirado una rueda en llamas a un
cajero automático? ¿O tal vez han vuelto a robar a la señora
Sofía?...- continuó Alejandro relatándole las incidencias ocurridas
con más frecuencia durante los últimos meses.
-Déjese de monsergas Alex, no tengo ganas, ni tiempo de oírlas.
Cámbiese y diríjase hasta al río. Sus compañeros le estarán
esperando.
-¿Qué ha ocurrido?- preguntó dándose por vencido.
-Una joven ha aparecido ahorcada.
Su rostro cambió por completo. Por una vez las palabras que había
pronunciado su jefe le habían desconcertado y casi lamentó haberse
mostrado tan arrogante al teléfono.
Se vistió de prisa y salió de casa. Su viejo Mercedes estaba
aparcado en el porche, como casi siempre, desde que se había mudado.
Ese coche era el único recuerdo feliz, que le quedaba de los años
que paso en la ciudad, más de una vez se planteo venderlo y
deshacerse al fin, de un pasado que tenía grabado en memoria. Pero
siempre acababa replanteándoselo. Sería como perder al hermano que
nunca tuvo.
Poco a poco, una multitud de gente se fue juntando alrededor del
cuerpo de Irina, con el fin lúdico de informarse. Un rasgo típico
del ser humano que se apreciaba en aquella peculiar escena. Alejandro
no tardó en llegar. Aparcó su coche junto al de sus compañeros, y
sin perder más tiempo se incorporo al trabajo. En seguida comprendió
porque Héctor le había llamado. No había más que mirar los rostros
de los dos agentes que estaban justo al cadáver para saber que
acababan de incorporarse al cuerpo recientemente, además su juventud
corroboraba la hipótesis.
-No os preocupéis, a todos nos ha pasado alguna vez.- Les dijo a los
novatos, mientras observaba restos de vómito en el suelo.
-Ha sido ese hombre.- Dijo uno de ellos, señalando a Lucas con cierta
indignación.-Él ha descubierto el cuerpo.
Alex asintió y dirigió su vista anta la chiquilla. Realmente le daba
la razón al pobre señor, la escena era horrible. No quería ni
imaginar la cara de los padres al recibir la noticia, sin lugar a
dudas ver su sufrimiento era lo peor del trabajo. Si fuese su hijo la
que estaba colgada en el puente, dudaba que pudiera superarlo.
Procuró borrar ese pensamiento de la cabeza y se dirigió a los dos
novatos.
-Quiero que uno de vosotros se  lleve a ese hombre a comisaría para
tomarle declaración.- Les comentó mientras señalaba a Lucas con la
cabeza.
En poco tiempo uno de los nuevos, había desaparecido con el coche
patrulla y con el testigo. El inspector, tras hacer para sí un
pequeño gesto de aprobación, se dirigió al otro agente. 
-¿Cómo te llamas chico?
-Chad.
-Bien Chad, parece que nos ha tocado la peor parte.
Después de que el nuevo asintiera, ambos se acercaron al cadáver de
Irina, y aunque a ninguno le apetecía, no dudaron en retirar deprisa
su cuerpo. En ese momento Alejandro no pudo evitar apenarse por los
padres.

Lejos de allí, Enzo, caminaba sobre el recién perfilado césped del
campo de fútbol. Su aspecto, melancólico y cabizbajo, podía decir
más de él que miles de palabras. Se sentía triste, sin apenas
esperanza. No podía imaginar un futuro lejos de su sueño, ese que le
había regalado fuerzas para afrontar cualquier desgracia, en el que
se había refugiado cuando todo andaba mal. Sin pretenderlo, su vista,
se detuvo en las redes de una de las porterías, y una tímida sonrisa
nostálgica afloró en su rostro. El recuerdo de un lejano día en el
que cumplió ocho años, paseaba tranquilo por su mente.
Aquel día, su padre había tenido que irse a trabajar. Aunque al
pequeño no le importó demasiado, su madre le había prometido que
irían al parque para estrenar el nuevo balón que le habían
comprado. Por el camino, no dejaba de sonreír, mientras conducía la
pelota con los pies. Seguidamente Sarah, le soltaba una reprimenda
sobre lo peligroso que era jugar por las calles, y su hijo algo
desilusionado cogía la pelota con las manos. No obstante, minutos
después e inevitablemente, esta volvía a circular libremente por el
suelo.
No resultó demasiado agradable para Enzo, encontrarse el parque
vacío. No tenía con quien jugar. Además su madre se había sentado
en un banco leyendo una revista. Al no tener nada que hacer, decidió
contar los toques que era capaz de dar con el balón, sin que llegase
a tocar el suelo. En un descuido, cuando ya llevaba treinta y tres
toques, golpeó la pelota con mucha fuerza y salió volando por los
aires lejos de allí. La fortuna quiso que cayese cerca de una vieja
pista de fútbol en la que unos chicos, estaban jugando un partido.
Indudablemente, Enzo, no pudo aguantar la necesidad de preguntarles si
podía jugar con ellos.
Todos los chavales oscilaban entre los dieciséis años, por lo que en
un principio se mostraron algo reticentes a la idea de que un enano
jugase con ellos. Pero pasados unos minutos, tras su constante
insistencia, decidieron darle el beneplácito de la duda.
Enzo no tardó en hacerse notar. Parecía que un raro magnetismo
insospechado lo unía a la pelota. Los pases le salían precisos, los
desmarques perfectos. Era como si por primera vez estuviese en su
hogar. Mientras estaba en la cancha, se sentía libre, descarado y
querido. Poco a poco, fue ganándose un hueco entre los chicos. Juntos
eran un grupo de amigos con un sueño común, el fútbol.
Enzo recordaba con claridad la facilidad con la que se pasaron esos
días, en los que lo único que importaba, era pasárselo bien y ganar
los partidos. Entonces, jugar por jugar, sin esperar más
reconocimiento que la euforia de tu equipo, era lo que realmente le
importaba, el amor a un deporte que le hacía respirar cada día. Pero
las cosas siempre se complican, primero con el accidente y luego con
la mudanza. Lentamente su infancia se fue perdiendo dejando tras de
sí un pequeño espacio que  naufragaba en su memoria.
-No me lo puedo creer, apenas falta un día para la final del
campeonato, y pareces un alma en pena. ¿No estarás nervioso?-
Comentó una voz conocida a su espalda.
Como casi siempre, Enzo no pudo evitar alegrarse, Tiara siempre había
tenido el don de arrancar sonrisas haya por donde fuera. Era una
extraña virtud que solía dejarle fascinado. Además era preciosa,
algo testaruda, pero preciosa. 
-¿Qué haces aquí?
-Bueno… tenía que desearle suerte a la estrella del equipo, pero en
su casa no estaba, y como da la casualidad de que lo conozco muy bien,
supuse que estaría en el campo torturándose a si mismo pensando en
lo que debería hacer mañana.
-Está bien, si veo a la estrella le diré que le buscas.
-Serás payaso.
Ambos se rieron, aunque Enzo, sin demasiado entusiasmo. Realmente, no
se creía el mejor del equipo. Ya no. Ahora mismo no se creía nada,
se sentía un chiquillo con una meta por encima de sus posibilidades,
y veía como cruelmente le había arrancado las alas con las que toda
su vida había volado en busca de su sueño.
-Los chicos te están esperando en El Italiano.
-…
-No digas nada, les he prometido que vendrías, y no me obligues a
llevarte arrastras.
-¿Han venido todos?
-Si, por lo visto quieren reunirse antes del partido.
-¿Así que El Italiano está lleno?
-Bueno… si sumamos a los del equipo, a Elizabeth, a Irina y a un par
de chicas más.
-Vamos, que no entra ni un alma
De nuevo se escucharon las risas de la curiosa pareja de amigos, que
sin decir más nada, abandonaron el campo a un ritmo parsimonioso y
lentamente fueron quedando ocultos tras la brumas de la mañana.
Durante el trayecto Enzo no dijo nada, se mantuvo distante y frío, en
su mente albergaba un dilema que lentamente lo comía por dentro sin
poder hacer nada para evitarlo. En ocasiones miraba a Tiara y sentía
la necesidad de compartir su dolor con ella, aun así se mantuvo en
silencio. A veces, somos tan testarudos. Nos lo guardamos todo dentro
con la convicción de que así no dañaremos a los demás, pero en
ocasiones el peso de ese sufrimiento es tan fuerte, que puede doblegar
a la roca más fuerte, y sin saberlo nos vamos hundiendo
paulatinamente en el caos más profundo y tenebroso.

Pocas son las personas que no disfrutaban con la comida que preparaba
Marcos en su conocido restaurante, y menos aun las que no comentaran
alguna vez la famosa decoración que ofrecía el local. Las paredes
estaban adornadas con imágenes de los más emblemáticos lugares de
la ciudad eterna, y en alguna de las fotos, se podía reconocer
algunos rostros conocidos y emblemáticos de Italia. Hacía menos de
cinco años desde su apertura, y ya era uno de los lugares más
queridos del pueblo. Especialmente para la gente joven, quienes ya no
veían en el local, un simple restaurante, sino como un lugar
agradable donde pasar el tiempo.
Marcos ojeaba desganado el periódico que le habían traído, tenía
la impresión de que todas las noticias se repetían constantemente, y
cada vez le costaba más no sucumbir al sueño. La noche anterior se
había quedado trabajando hasta tarde  haciendo una limpieza
exhaustiva de la cocina, dado que hasta la una de la mañana no había
podido despachar a los últimos clientes por lo que apenas había
podido dormir una horas. Probablemente habría caído en los brazos de
Morfeo, de no ser por la entrada a gritos de un grupo de chavales. No
tardo mucho en reconocer a cuatro de los miembros del equipo de
futbol. Últimamente la gente no hacía más que hablar de ellos,
aunque era razonable, era la primera vez en quince años que se
clasificaban para la final de la copa. No pudo evitar pensar en esos
días de hacía ya tanto tiempo, en los que el también era un joven
que podía surcar los cielos la ilusión.
-¿Cuánto tardarás en preparar dieciséis pizzas?- Preguntó uno de
los chicos.
-Una hora, si me pongo a ello.- Contestó el cocinero, algo
sorprendido.
-Pues ya te estás poniendo, que hay mucho celebrar.
-Ok, ¿Y cuántos vais a ser?- preguntó, mientras observaba a los
cuatro chicos.
-Nosotros, el resto del equipo, y algunas amigas.- Dijo antes de
guiñarle el ojo a los demás chicos.
¿De qué queréis las pizzas?
-De todo un poco.
Los chicos se sentaron a esperar por el resto de sus compañeros,
mientras Marcos se retiraba a la cocina a preparar la comida. En
ocasiones como estás se planteaba seriamente la idea de contratar a
alguien.

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Muchas veces es mejor - olvidar lo que uno siente y recordar lo que uno vale.
puntos 13 | votos: 13
Amigos - que te alegran el día cuando estas triste.



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