Cuando el día
amanece encapotado, y sientes que toda esperanza esta
perdida, es cuando en tu interior sientes que nada
volverá a ser lo
mismo, pero que a pesar de todo dentro de ti crece una
sensación. Una
sensación tan fuerte que te impulsa a hacer todo lo
que estás
haciendo, que te hace seguir adelante, ante todas las
preocupaciones
que tengas, todos tus problemas... Un sentimiento, un
alguien. Ese
alguien; que nada más verlo ya se ilumina el
día por completo; nace
en tu cara una sonrisa que antes no estaba. Cobra vida un
sentimiento
de felicidad, cual antes no estaba completo. Es entonces
cuando te
sientes llena, cuando crees que el día ya es perfecto
con todas las
palabras; cuando en tu alma se forman unas ganas impulsivas
de saltar,
de gritar, de decirle a todo el mundo que lo has visto, que
lo estas
viendo, que ha pisado los mismos pasos tuyos, que respira tu
mismo
aire... Todo. Pero, en ese momento pasa: Se va. Ya no
está. Ya no
esta a tu lado, se ha ido. No lo ves, y tu sonrisa
desvanece.
Sigues andando, y recapacitas: Cuando aparece,
sientes que toda música cobra vida; te das cuenta de
que el mundo no
es en blanco y negro, si no de colores; que no llueve por
llover... Lo
sientes, dentro de ti. Dentro de tu corazón.
Lo más
lamentable, es que seas tú la única que lo
sienta de los dos. Yo.