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12.05.2017

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GeekVeterano Nivel 1

puntos 6 | votos: 6
Siento mi vida - Apagada y sin sentido
puntos 5 | votos: 5
Prefiero vivir en mis mentiras - amañar siempre a mi favor, que mas da que me pillen si así me siento mejor
puntos 13 | votos: 13
Sigo pensando - que deberíamos haber enviado a Eurovisión
a Fermín cantando Te retiro el saludo.
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Le da mil vueltas al rubiales ese, 
nos ha dejado en ridículo ese surfistucho sin tabla...
cantando en espaninglish tócate los huevos...
puntos 7 | votos: 9
La Inexpresiva - En junio de 1972, una mujer apareció en el hospital Cedar Senai
vestida solamente con una bata blanca cubierta de sangre. Esto por sí
solo no era nada extraño, pues la gente solía tener accidentes cerca
y venía al hospital más cercano para recibir asistencia médica.
Pero había una cosa que hacía que las personas que veían a esta
mujer huyeran aterrorizadas: ella no era precisamente humana. Se
parecía a algo así como un maniquí, pero tenía la destreza y la
fluidez de un ser humano normal. Su rostro era tan impecable como el
de un maniquí, desprovisto de cejas y lleno de maquillaje.

Desde el momento en que entró al hospital hasta que fue llevada a un
cuarto para proceder con la sedación, permaneció completamente
tranquila, inexpresiva e inmóvil. Los doctores habían decidido
sujetarla hasta que las autoridades llegaran y ella no protestó. No
pudieron sacarle ningún tipo de respuesta, y la mayor parte de los
empleados se sentían bastante incómodos al mirarla por más de unos
segundos.

Pero al momento en que el personal trató de sedarla, opuso
resistencia con una fuerza extrema. Dos empleados la sujetaban
mientras se levantaba de la cama inexpresiva. Luego giró sus ojos
impasibles hacia el doctor e hizo algo inusual. Sonrió. En cuanto lo
hizo, la enfermera gritó y la soltó por la impresión; ya que en la
boca de la mujer no habían dientes humanos, sino unos más largos y
afilados. Muy largos como para que su boca no se pudiera cerrar sin
causarle alguna herida…

El doctor la miró fijamente por un momento, antes de preguntarle,
“¿Qué mierda es usted?”.

Ella recostó su cabeza sobre su hombre para observarlo, aún
sonriendo. Hubo un largo silencio, el personal de seguridad ya había
sido alertado y se le podía escuchar corriendo por el pasillo.

En tanto él se volvió hacia el sonido de las pisadas, ella se le
abalanzó, hundiendo sus dientes en la parte anterior del cuello del
doctor, arrancando su yugular y dejándolo caer al piso. Luego se
inclinó hacia él, mientras jadeaba y se ahogaba en su propia sangre,
y le susurró al oído:

—Yo… soy… Dios.

Los ojos del doctor se llenaron de terror mientras la miraba voltearse
tranquilamente y caminar hacia los guardias. Lo último que vio fue
cómo se daba un festín con ellos, uno por uno.

El doctor que sobrevivió al incidente la nombró “La
Inexpresiva”.

Nadie nunca la volvió a ver.
puntos 10 | votos: 10
Acostumbrar a los labios -

puntos 8 | votos: 8
La vida - Siempre poniendonos a prueba hasta el ultimo segundo



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