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bueno 3049 | malo 41
Veterano Nivel 2Geek

puntos 7 | votos: 7
Y esto... - Es resultado del aburrimiento en clase
puntos 12 | votos: 12
Esos momentos - en que escuchando música
nuestra imaginación vuela
haciéndonos creer que 
estamos en un videoclip o en un concierto
puntos 4 | votos: 4
Aunque ella esté lejos - Algunos de sus gestos, me hacen sentir aun mas cerca.
PD: Te amo Omaglin Vivian :$
puntos 1994 | votos: 2010
Pequeños gestos... - ...que te sacan grandes sonrisas
puntos 2074 | votos: 2112
Ya puedes empezar a partirtela. -

puntos 15 | votos: 15
Yo tengo un consejo para ti - Ve a la escuela y aprende a escribir!
puntos 21 | votos: 21
Hagamos un trato: - Si tu me prestas la Ds
Yo te presto mi jaula con todo y mi ruedita
¿¡Siiiiiii!?
puntos 29 | votos: 29
Carlo Giuliani - El 20 de Julio del año 2001 Carlo Giuliani es disparado en la cabeza
por un carabiniere y atropellado dos veces por el coche en el que
estaba su asesino, mientras se encontraba en una manifestación en
Genova

Desmotiva, da rabia e impotencia que la policia pueda asesinar
legalmente.
puntos 4580 | votos: 5476
Si, seguro... -
puntos 22 | votos: 24
Luke - creo que tengo trastorno de la personalidad

puntos 30 | votos: 30
Asegurate... - ... de no tener que partirte tu cara.
puntos 2582 | votos: 2706
Mis días pasan así: - -Luuuunneeeeeeeeeeeeees -Maaaaaaaaaarteeeeeeeeees
-Mieeeeeeeeeeeeercoooooooleeeeeees -Jueeeeeeveeeees -VIERNESABADOMINGO
puntos 13 | votos: 13
Arte con rubik - ¡Lo estas haciendo de puta madre!
puntos 20 | votos: 20
Candace y Stacy - Dentro de 10 años
puntos 47 | votos: 47
Me mata... - no saber lo que sientes realmente por mi.

puntos 34 | votos: 34
Sueños... - que desearías que fueran reales.
puntos 57 | votos: 57
Mientras tanto en Australia... - ¡Vamos a morir!
puntos 10 | votos: 10
Restaurante Marijuana - Por si creías haberlo visto todo...
puntos 12 | votos: 14
Ese sentimiento - de culpabilidad que da al ver esto...
puntos 2141 | votos: 2215
Amor - Un sentimiento, mil maneras de sentirlo.

puntos 28 | votos: 28
Aunque nunca - nacieras, te quiero mucho, muchísmo ... (L)
    Att: tu hermana mayor.
puntos 5 | votos: 17
Odio  - que me hagan esperar.
puntos 12 | votos: 14
-¡Despedida! - +Si me despide tendrá que pagarme todas las deudas y...
-¡Contratada denuevo!
puntos 2537 | votos: 2595
Motiva que gente - a pesar de sus defectos, se rían de ellos.
puntos 11 | votos: 11
Perspectiva... - Dulce perspectiva...

puntos 3047 | votos: 3105
El mejor amigo - Grita como padre, se preocupa como madre, fastidia como hermana,
irrita como hermano, te ama más que tu novio
puntos 8 | votos: 12
Yo Veo - Un Helado Y Tu ¿Que Ves?
puntos 18 | votos: 18
No sabes... - Cuanto me duele saber que solo pueda verte através de una pantalla
puntos 12 | votos: 14
Expectativas v/s Realidad - Mejor me quedo con las expectativas...
puntos 16 | votos: 18
Aunque no lo creas -  aún no he conseguido olvidarme de ti.

puntos 17 | votos: 17
El día que caigas, -  estaré detrás de tí.
puntos 13 | votos: 13
Las peleas - no solo afectan a adultos
puntos 40 | votos: 40
Por desgracia todos hemos - tenido esta experiencia
puntos 226 | votos: 238
Porque de niños - una simple piruleta nos alegra el dia.
puntos 2570 | votos: 2630
Esas ganas de asesinar  - A quien escribe este tipo de comentarios...

puntos 25 | votos: 25
Porque si ella no se rindió ,  - Tú tampoco deberías hacerlo. :)
puntos 10 | votos: 10
Malpensado - Es Solo Una Manzana.
puntos 15 | votos: 15
Pornopótamo - Porque los hipopótamos también merecen fappearse
puntos 19 | votos: 19
Diferencia - Entre la mujer y el hombre...
puntos 3386 | votos: 3460
Pequeñas acciones - que te hacen sacar una sonrisa

puntos 20 | votos: 20
Momento de tensión... - Si apretar Cerrar páginas o Esperar
puntos 14 | votos: 14
Ahora que lo has visto - tú también quieres uno
puntos 17 | votos: 23
Al otro lado de la vida - 1x05 - Afueras de Sheol
28 de septiembre de 2008
 
Se esforzó por alejar esa absurda imagen de su cabeza. Era evidente
que había sufrido mucho y todavía se encontraba en una situación
de desbordante estrés postraumático, aunque su trauma todavía
persistía y persistiría mientras viviese. De cualquier modo, creía
no ser ya dueña de sus sentidos, y que éstos le habían jugado una
mala pasada. Se alejó del chico, que ya había asumido la derrota y
se limitaba a mirarla a través de los barrotes, y caminó lentamente
por el camino que unía el viejo cementerio con las afueras de la
ciudad. No se veía ni un alma en los alrededores; todo el mundo
había tratado de huir, y los que no, habían muerto.
	Alcanzó la calle por la que poco antes creyó haber visto a esa
chica, y miró a ambos lados. La carretera estaba vacía. Ni un
coche, ni un alma, pero ella sabía que no debían andar muy lejos.
Si bien la niebla no se despejaba, el ocaso se hacía cada vez más
acusado; debía darse prisa. Caminó por el centro de la calzada, a
sabiendas de que nadie le atropellaría ni le llamaría la atención,
fijándose en cada sombra, en cada silueta, hasta el punto que la
niebla se lo permitía; no quería más sorpresas. No tardó mucho en
llegar a una urbanización de viviendas humildes. Ahí los estragos
del éxodo eran más evidentes. Parecía un mundo fantasmal,
olvidado. La última herencia de una civilización extinta.
	Pasó junto a un coche que tenía todos los cristales rotos. Estos
descansaban a su vera, en mil y un pequeños pedazos que tapizaban la
calle varios metros a la redonda. Miró dentro, y se dio cuenta que le
faltaban los asientos y el volante, y que alguien se había
entretenido en rajar la tapicería, y tal vez a utilizarlo de
inodoro, a juzgar por el olor que manaba del interior. Además tenía
un par de ruedas pinchadas. Se maldijo una y otra vez por no haber
aprendido a conducir antes del holocausto, pues ahora le resultaría
muy útil. Todavía confiaba tener tiempo de aprender, siempre que
encontrase a alguien dispuesto a enseñarle. Eso sí sería tarea
difícil.
	Docenas de papeles yacían tirados sin ton ni son a su paso. Uno de
ellos era la hoja suelta de un periódico, la primera plana fechada
del 13 de ese mismo mes. El titular resultaba bastante esclarecedor;
LOS MUERTOS CAMINAN. Le dio una patada al papel, que fue a parar
junto a una lata de refresco vacía, y continuó caminando. Entonces
llegó a una zona edificada con bloques de pisos. Echó un vistazo al
bloque más cercano y se dijo para sus adentros que alguno de ellos
sería su dormitorio. Se acercó a la fachada, con una falsa
sensación de seguridad, pues hacía ya un buen rato que no tenía
ningún encuentro indeseado. 
	Se dirigía hacia uno de los portales que tenía esa manzana, cuando
pasó junto al escaparate de una tienda de muebles. Tenía las rejas
bajadas, pero la gran cristalera le ofreció un plano general de si
misma. Se paró un momento a contemplar su lamentable estado. Al
mirarse en la sucia superficie espejada del escaparate de esa tienda
muerta, vio a una mujer muy diferente de la risueña Bárbara que
tantos planes de futuro albergaba escasas semanas atrás. Frente a
ella había una mujer que había sufrido mucho en muy poco tiempo, y
que no había tenido tiempo de asumir todas las cosas que le habían
ocurrido, al igual que el resto de supervivientes de la masacre.
	Se fijó que tenía una herida en la cabeza. Su en tiempos
esplendorosa melena rubia, ahora era un compendio de sangre seca y
grasa. Ella misma se dio cuenta que debía oler fatal, aunque ya no
lo notase, afortunadamente no había nadie ahí para echárselo en
cara. Sus grandes ojos marrones, acompañados de unas generosas
ojeras, denotaban el cansancio. Su figura, más delgada que de
costumbre, denotaba la malnutrición asociada a los tiempos que le
había tocado vivir. Confió que hubiese algo que echarse a la boca
en el lugar donde tenía pensado ir. Apartó la mirada de esa
extraña, y continuó su camino.
	De repente oyó un grito. Alguien pidió auxilio, no muy lejos de
ahí. Se trataba de una voz femenina. Un chillido precedió al grito,
y acto seguido todo volvió a quedar en silencio. En un primer
momento, Bárbara sintió una oleada de optimismo, al oír a un
semejante. Pero lo que había dicho no podía significar nada bueno.
No obstante, decidió acercarse; tal vez pudiera echar una mano. De
todas maneras, en los alrededores había muchos sitios a los que
subirse o en los que esconderse si la cosa se ponía fea. Anduvo
hacia la esquina de la manzana, respirando lo justo y necesario para
no hacer ruido, fijándose en donde ponía el pie en cada paso, hasta
quedar en el extremo de la misma. Entonces se asomó a ver que había
al otro lado.
	Lo que vio era dantesco. Ya no había salvación alguna para esa
joven. No tendría más de quince años; ya no volvería a cumplir
ninguno más. Bárbara se llevó las manos a la boca para no gritar,
pero el asesino de la chica ya le había visto. Era un crío de no
más de diez años, un niño. Estaba arrodillado frente al cuerpo de
la joven, con la boca manchada de sangre. Bárbara le sostuvo la
mirada unos segundos, esperando cualquier reacción para salir
corriendo, pero el chico se limitó a gruñirle. Un gruñido largo
con el que se hizo entender rápidamente. Decía Fuera de aquí,
esta comida es mía.
	Bárbara pilló la indirecta, y se volvió a esconder tras la
esquina, apoyando la espalda en la fachada de ésta, lejos del campo
de visión del chico, que ya había vuelto a sus quehaceres,
mordiendo el brazo desnudo de esa pobre chica. Bárbara respiró
hondo, con los ojos cerrados, tratando de reponerse, sabiendo que
jamás podía hacerlo. Cada vez estaba más oscuro.
puntos 14 | votos: 20
Al otro lado de la vida - 1x04 - Cementerio de Sheol
28 de septiembre de 2008

Bárbara sabía que cuando uno de ellos te echaba el ojo, estaba
dispuesto a perseguirte hasta el fin del mundo. Eso era así, siempre
que no se encontrase con una presa más fácil en el camino, y ahí...
estaba ella sola. Tragó saliva y ambos se miraron a los ojos unos
instantes antes de emprender la frenética carrera. Bárbara se
adelantó al chico, y corrió hacia donde creía saber que se
encontraba la salida; la niebla aún no permitía distinguirla.
Corrió tanto como le permitieron sus piernas, sin dejar de mirar
atrás. Ese engendro no tardó en ir tras ella.
	La imprudencia le costó muy cara, pues al no ver donde pisaba, se
dio de bruces contra una vieja lápida y cayó rodando al suelo, con
un fuerte golpe en la rodilla que le hizo ver las estrellas. Se giró
a tiempo de ver como el chico se acercaba peligrosamente, pero ahora
otro problema monopolizaba su atención. Uno de ellos se encontraba
medio enterrado en esa pequeña parcela de tierra. Ya había
conseguido sacar un brazo entero y parte de la cabeza. Con el brazo
agarró a Bárbara fuertemente por el tobillo, y la atrajo hacia sí
con una fuerza impensable para alguien que llevaba tanto tiempo
muerto. Se estaba ayudando de ella para desenterrarse del todo, y
Bárbara no pudo evitar soltar un grito de pánico.
	Sus uñas, de un desagradable color negruzco, llenas de tierra,
delataban que había vuelvo a la vida bajo tierra, y que había
utilizado las manos para salir. Las uñas se clavaron en la
superficie blanca y lisa de sus recién adquiridas bambas, dejando un
pequeño surco a su paso. Bárbara trató de zafarse estirando la
pierna hacia sí, pero con ello tan solo consiguió que ese infeliz
estirase con mayor fuerza. Su otro perseguidor estaba cada vez más
cerca, se veía cada vez más claro, emergiendo de la niebla, ya con
la boca abierta, preparado para dar el primer mordisco.
	Mientras más esfuerzo hacía por quitárselo de encima, con más
fuerza tiraba él. Bárbara le miró a la cara, mientras los
extraños sonidos que salían de su garganta acababan de volverla
loca. Vio la cuenca de uno de sus ojos vacía, parcialmente llena de
tierra. Estaba morado, con unas pequeñas venas rojizas dibujadas en
la sien, frío, sucio, lleno de tierra, con sangre seca pegada a los
labios y la barbilla. Sintió una incomparable repugnancia y tomó
otra determinación, pues el chico estaba a punto de alcanzarla. Con
la pierna libre, le dio una fortísima patada a la cabeza, de tal
modo que le partió el cuello. Eso sirvió para que aflojase un poco
la mano, y con un último tirón pudo zafarse de él.
	Se levantó a toda prisa, apoyándose en el suelo, clavándose
algún que otro guijarro en la palma de las manos, viendo como ese
desgraciado seguía luchando por desenterrarse para comérsela, pese
a tener el cuello partido y la cabeza girada en una postura
imposible. Desapareció de ahí justo a tiempo de que su otro
perseguidor no consiguiera alcanzarla. Corrió a ciegas por la
niebla, sin mirar atrás, luchando por no gritar, sabiendo que en
cualquier momento podría encontrarse de frente con otro de ellos, lo
cual resultaría su ruina. El chico sí gritaba. Emitía unos sonidos
sin sentido alguno, unos alaridos espeluznantes que invitaban a
Bárbara a que dejase de correr y se dejase matar.
	Vio pasar junto a ella el edificio principal del cementerio, cuya
puerta estaba concienzudamente cerrada, y rezó porque no lo
estuviese de igual modo el portón de entrada. Poco a poco se fue
dibujando frente a sí susodicho portón, y para su regocijo, se
encontraba medio abierto. No obstante, ese demonio le había ganado
mucho terreno en la carrera, y ahora le pisaba los talones. Esos
seres, siempre que no fueran ancianos o bebés, corrían como balas,
y parecían no cansarse jamás, lo cual hacía que la mayoría de
veces acabasen consiguiendo lo que se proponían. Bárbara rezó para
que ésta vez no fuera una de esas.
	Hizo un último esfuerzo y consiguió alcanzar la verja, justo a
tiempo antes de que ese chico, con los brazos ya extendidos, lograse
agarrarla de su larga melena dorada. Se escurrió por la rendija que
había entre las dos puertas, y se disponía a cerrar del todo el
portón entreabierto, cuando su compañero lo hizo por ella, con toda
la fuerza del impulso que llevaba corriendo. La puerta se cerró con
un sonoro choque metálico justo a tiempo para permitir a Bárbara
salir, y dejar a su captor encerrado dentro. Éste salió rebotado
con el golpe y cayó de espaldas al suelo.
	Bárbara dio un par de pasos hacia atrás, sin dejar de mirarle,
viendo como se levantaba con presteza y se tiraba como una fiera
indómita hacia los barrotes, con una mueca de disgusto en la cara.
Por suerte para ella, se limitó a sacar los brazos entre los huecos
que dejaban los barrotes, tratando de alcanzarla, cuando tan solo
estirando la puerta hacia él podría haberla abierto y cogerla con
facilidad. Tenían mucha fuerza bruta y mucho aguante, pero no eran
muy listos. Bárbara respiraba agitada, tratando de recuperarse de la
carrera que acababa de protagonizar, y se sorprendió dándole vueltas
al anillo que llevaba en su dedo corazón. Era algo que siempre hacía
cuando estaba nerviosa.
	Cuando el chico vio que Bárbara se alejaba, gritó con más fuerza,
pidiéndole que no se fuera todavía. A Bárbara le temblaban todos
los huesos, y ahora tan solo quería encontrar un lugar tranquilo
donde pasar la noche, puesto que el ocaso había empezado su ciclo
imparable. Bien sabía que sin luz se volvían más agresivos y
hábiles, ya que veían muy bien en la oscuridad. Además eran
mayores en número, puesto que gran parte de ellos dormía durante el
día. Anduvo unos pasos más por el camino desierto, y vio algo que
creyó que era un espejismo.
	El abundante manto de niebla que todo lo cubría, la hizo dudar,
pero parecía demasiado real para obviarlo. Creyó ver una bicicleta
roja circulando a una velocidad moderada por la calle perpendicular
al camino donde ella se encontraba. Sobre ella había una joven
niña, con un vestido rosa de una pieza. No se atrevió a decir nada,
y tan pronto como creyó verla, desapareció de nuevo entre la niebla.
puntos 14 | votos: 14
El animal mas dormilón  - Es el Koala, duerme 22 horas por día. 
Mierda, ¡Me superó un animal!

puntos 28 | votos: 36
Al otro lado de la vida - 1x02 - Respiró hondo, y posó la palma de sus manos sobre la trampilla de
madera. El corazón le dio un vuelco al comprobar que cedía sin
ninguna dificultad. Llegó a elevarse unos centímetros antes de que
la dejase caer de nuevo, asustada. Había recuperado la libertad,
pero eso no hacía más que ponerle las cosas todavía más
difíciles. Ahora debería prepararse de nuevo a comenzar la cruzada
en busca de la supervivencia, y como desde el primer momento, creía
no estar preparada para ello.
	No obstante algo tenía que hacer, no podía quedarse ahí
eternamente, así que decidió mover ficha. Por lo menos contaba con
la ventaja que no había oído a ninguno de esos monstruos en todo el
rato que llevaba despierta; trató de convencerse de que tal vez no
hubiese ninguno en los alrededores. Dio media vuelta en la oscuridad
del ataúd, y volvió a quedar de cara al acolchado. Con uno de sus
pies levantó un poco la tapa y aprovechó la posición que tenía
para echar un rápido vistazo por la rendija que había abierto. El
paisaje no le resultó familiar, y eso aún la descorazonó más.
	Una densa niebla lo cubría todo, pero lo que más le llamó la
atención fue que parecía estar en un bosque. Tan solo podía ver
las copas de algunos árboles cercanos, la niebla no le permitía ver
más allá. Levantó un poco más la tapa, y pudo ver con mayor
claridad lo que le envolvía. Docenas de lápidas se distribuían
aleatoriamente por el suelo cubierto por una verde capa de hierba.
Altos cipreses se extendían en todas las direcciones, dando sombra a
algunas de las tumbas. Aparentemente no había nadie cerca, y esa era
una muy buena noticia. Dejó caer la tapa de nuevo, y dio media
vuelta una vez más. Se armó de valor y, lentamente, la abrió por
completo, hasta que llegó un momento en el que cayó por su propio
peso hacia el otro lado, e hizo un algo de ruido.
	Cualquiera que la hubiera visto abrir la tapa de ese modo, la
habría confundido con uno de ellos, y de bien seguro se hubiera
llevado un balazo en la frente, pero ahí no había nadie. Hacía
largo rato que todos los supervivientes habían abandonado el lugar.
La sola visión de ese sitio le hizo poner el vello de los brazos de
punta. La niebla confería al camposanto un aspecto tenebroso, y el
no poder ver más que a unos pocos metros de distancia, aún la
ponía más nerviosa.
	Sentada como estaba, con las piernas desnudas estiradas sobre el
tejido mullido del ataúd, se disponía a echar un vistazo general a
su alrededor, cuando reparó algo que estaba a sus pies. Se agarró
al borde y miró hacia abajo con curiosidad. Otro ataúd, idéntico
al suyo, descansaba tirado en el suelo, con la tapa abierta y una de
las esquinas astilladas por el golpe. Eso había sido lo que le
había impedido abrir su féretro; por lo visto, alguien había
colocado ese otro ataúd encima, y su peso había hecho que no
pudiese levantar la tapa desde el comienzo. Un vistazo más
concienzudo le hizo darse cuenta que no estaba vacío.
	Medio cuerpo de un hombre adulto asomaba fuera del ataúd; el resto
del cuerpo había quedado bajo el peso de éste en la caída. Ese
hombre sí estaba muerto. Podía ver con claridad la parte trasera de
la cabeza de ese pobre infeliz. Tenía parte del cuero cabelludo
rapado, y mostraba una fea herida burdamente cosida. Ese simple
hecho, aunque la hizo sentir una nueva arcada, la tranquilizó
bastante. Su piel había adquirido un desagradable color violeta
pálido, y llevaba puesto un traje cortado en vertical de la nuca
hacia abajo. Tal vez había sido uno de ellos, o tal vez él mismo se
había quitado la vida, cosa de la que no se le podía culpar. Fuera
como fuese, lo importante era que ya no suponía ninguna amenaza.
	Trató de alejar esa imagen de su mente, y miró hacia otro lado.
Pudo distinguir entre la niebla lo que parecía la silueta de una
excavadora. La mayoría de las lápidas que reinaban en el lugar
estaban cubiertas de una fina capa de musgo, y algunas aún
conservaban ramos de flores marchitas. En todas direcciones crecían
altos árboles de vivos colores; la mayoría de ellos perderían su
follaje en pocas semanas. No tardó mucho en descubrir donde estaba,
aunque no podía explicarse como había llegado ahí. Hacía muchos
años que no visitaba el cementerio viejo de su ciudad natal.
	Seguía sin ver señal alguna de vida, de ningún tipo, y eso aún
la puso más nerviosa. Con el paso de los días había aprendido que
no existía ningún sitio totalmente seguro, y que estuvieras donde
estuvieses, si podías ver el cielo, estabas en peligro, y si no, la
mayoría de las veces, también. De modo que la prioridad ahora era
encontrar un refugio, antes de que su olor alertase a ninguno de esos
indeseables y acabase sirviéndoles de merienda. Se decidía a salir
por fin de ahí, cuando vio que estaba muy alta, miró hacia abajo y
vio que la habían colocado sobre una gran caja de hormigón. Sin
llegar a preguntarse qué era eso, sacó las piernas fuera del ataúd
y se ayudó de los brazos para tocar tierra firme.
	Al posar los pies sobre el suelo, se dio cuenta que estaba descalza.
Desde que se despertara, tan solo había pensado en cómo salir de
ahí, y no se había dado cuenta del estado en el que se encontraba
ella. Posó el otro pie en el suelo, y al mirarlo se fijó que
llevaba puesto un pequeño calcetín deportivo blanco, cuya suela
estaba negra, igual que la de su pie descalzo. Levaba unos tejanos
recortados por encima de las rodillas, y una camiseta desgarrada que
le hacía mostrar medio pecho. Todo eso no le importó lo más
mínimo, todavía podía correr, y eso era, a resumidas cuentas,
cuanto debía preocuparle.
puntos 11 | votos: 11
 Hipopotomonstrosesquipedalio- - -fobia... 
Aunque no lo creas, es la fobia a las palabras largas.
puntos 8 | votos: 8
¿Me has traído zanahorias? -
puntos 10 | votos: 10
gomas - porque siempre que caen rebotan lo mas lejos posible de ti.
puntos 8 | votos: 10
Esa emoción que sentíamos - Cuando nos pedían firmar algo





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