En Desmotivaciones desde:
15.08.2011

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GeekVeterano Nivel 3

puntos 11 | votos: 13
Nubes en forma de penes - Temblad monjas, temblad..
puntos 14 | votos: 14
Djs asesinos - jodiendo canciones desde tiempos inmemorables
puntos 14 | votos: 16
Aprende a digerir - los pensamientos y a ser menos radical porque siempre hay alguien en
medio al que tu radicalismo y tu vehemencia pueden arrollar y herir.
puntos 10 | votos: 10
Ten cuidado con lo que deseas, - porque puede que lo consigas, y si lo consigues puede que no sepas que
hacer con ello, cuando se transforme en algo  diez veces más grande
de lo que esperabas.
puntos -19 | votos: 37
Gente como él - solo pasa una vez en la vida, aprovecha el momento, que las buenas
personas como él mueren jovenes

puntos 20 | votos: 20
Sueña lo que quieras soñar, - ve a donde quieras ir, se lo que quieras ser, porque tienes tan solo
una vida y una oportunidad para hacer todo lo que quieras hacer.
puntos 14 | votos: 14
Por esas canciones - Que es inevitable Leer la letra sin cantarla...
puntos 3 | votos: 3
La muerte... - ...esta atn segura de su victoria que nos da toda una vida de ventaja.
puntos 17 | votos: 17
Porque te quiero como el mar - quiere a un pez que nada dentro, dándole de respirar, protegiéndolo del viento.
puntos 10 | votos: 10
Nuestra concepción actual - de la belleza humana es un trozo de plástico antropomórfico

puntos 44 | votos: 44
Aunque me sueltes las alas - no vuelo, porque no hay nada más dulce que tu veneno.
puntos 8 | votos: 8
Desmotiva - que sea conocido como aquel rapero blanco que está chiflado por
causa de drogas y que grabó una cancion con Rihanna.ÉL fue el primer
rapero blanco,no está chiflado es serio a causa de su infancia y no
ha grabado una canción con Rihanna,sino que le hace canciones a sus
fans y a sus hijas.
puntos 19 | votos: 25
Sméagol no queria matar - Sméagol sólo quería mutilar o herir gravemente
puntos 24 | votos: 28
Ella: ¿Por qué me miras? - Él: Porque te amo.
Ella: ¿por qué yo? Si mi amiga es más bonita y está detrás de ti.
El: voltea y le dice: ¿Estás bromeando? Atrás no hay nadie.
Ella: lo sé, pero si en verdad me amaras no hubieses volteado a ver
puntos 3 | votos: 17
No te deceo el mal - Por que con esa cara te basta

puntos 11 | votos: 17
No dependas de nadie - en este mundo porque hasta tu sombra te abandona cuando estás en la oscuridad.
puntos 44 | votos: 48
Te dio los zapatos de tu talla, - así que póntelos y llévalos. Sé tú mismo y siéntete orgulloso por ser así.
Y aunque suene cursi, nunca dejes que digan que no eres hermoso.
puntos 16 | votos: 16
Acordarte de cachos - de la letra de una canción que te encanta, y no te acuerdes de su nombre.
puntos 11 | votos: 13
Desmotiva - que el papa diga que la crisis se solucionará gracias a la fé.
puntos 19 | votos: 19
No estoy triste, - es que no veo la necesidad de sonreír para mostrar mi felicidad.

puntos 13 | votos: 13
Juegas a ser valiente  - sabiendo que ese juego se te da muy mal.
puntos 25 | votos: 27
¿Sabías que... - los seres humamos compartimos el 99% del ADN con un simio?
puntos 10 | votos: 12
Creo - que voy a ser  Jack Sparrow .
puntos 27 | votos: 27
Si Dios creo - la diferencia de idiomas para que no nos entendiésemos, el hombre
creo la música para compartir sentimientos.
puntos 1 | votos: 5
Darse cuenta de - que aveces tus sueños no valen la pena

puntos 11 | votos: 13
Tan importante - como la flor que se admira es la raíz que no se ve.
puntos 30 | votos: 30
Personas como estas... - en este mundo, no abundan: pero deberían.

Never Shout Never             Secondhand Serenade            The Ready Set
puntos 17 | votos: 17
¿Quieres saber... - cómo es una persona en realidad?
-Enamórate de ella.
puntos 21 | votos: 21
Este cartel - es para reflexionar.
Últimamente en México se ha hablado mucho sobre el tema de los
boletos agotados del concierto de Justin Bieber que se llevara a cabo
en Monterrey. Muchas beliebers lloraban inconsolablemente por no
alcanzado un boleto  para ver a justin bieber, en lo personal a mi no
me gusta Justin bieber pero creo que puedo entender el porque de su
llanto, pero lo que no puedo creer es que se les cierre el mundo por
no haber comprado un boleto y que muchas beliebers estén dispuestas a
vender su cuerpo por un simple boleto de justien bieber.
En esta vida hay cosas mas importantes por las que preocuparse, no
hagan cosas estúpidas por un cantante que ni siquiera sabe que
existen, mejor concéntrense en las personas que si los quieren 

PD: este cartel no es para ofender a nadie, solo doy mi punto de vista
puntos 0 | votos: 4
Palabras de una drogadicta: - ¡Estoy en el cielo!

puntos 8 | votos: 10
No estoy sola - cada día cuando despierto, tú estas ahí, te miro y me sonríes.  Si
yo estoy débil o agobiada tu estás detrás de mí, te miro y me
sonríes. Cuando tengo un mal día corro a casa y llorando entro en mi
habitación, tú estás dentro, te miro y me sonríes.  Otras veces
antes de dormir te cuento cosas, te digo lo mucho que te quiero y tú
no hablas únicamente me miras y me sonríes. Yo haga lo que haga
siempre que te miro me sonríes, por eso me gusta mirarte. Hay días
que me paso largo tiempo mirando tu sonrisa para ver si se borra, pero
nunca lo hace. Cuando más lo necesito intento tocar tu rostro y cada
vez que lo hago una fina lágrima cae y ensucia el cristal de tu
marco, entonces cojo tu foto, la dejo en mi cómoda y me voy, porque
sé que así cuando vuelva a entrar, tú estarás ahí, te miraré y
me sonreirás...
puntos 8 | votos: 8
A veces te sientes cansado, -  te sientes débil y
Cuando te sientes débil, te sientes como si quisieras abandonar.
Pero tienes que buscar dentro de ti, tienes que encontrar esa fuerza interior
Y simplemente sacar esa mierda de dentro de ti,
y conseguir esa motivación para no abandonar
Y no ser un perdedor dando igual como de mal vayas a caer dejandote la cara
en el suelo
puntos 8 | votos: 8
Recuerda - que tú eres del dueño de los mundos de tu mente
puntos 7 | votos: 9
Yo también estaría harta - de que llamen a la puerta un amigo de Pablito y diga  puedo hacer caca en su baño
puntos 17 | votos: 17
Jesucristo en sandalias, - y el Papa en un Mercedes tras un cristal blindado

puntos 5 | votos: 5
Esa incomoda sensación  - cuando te clavas una espina del pescado en el cuello.
puntos 41 | votos: 41
No me importa - si eres negro, blanco, heterosexual, bisexual, gay, lesbiana, 
bajo, alto, gordo, flaco, rico o pobre. Si eres agradable conmigo, 
seré agradable contigo. Tan simple como eso.
puntos 14 | votos: 16
Típico  - Estás viendo la tele en el salón por la noche, te entra el sueño, te acuestas y se te quita.
puntos 18 | votos: 18
La vida - es tan bella como tú la quieras ver.
puntos 39 | votos: 39
-Ayer no estaba tan borracho... - -Tío, le prendiste fuego a mi loro y dijiste: ¡Fawkes, resurge de tus cenizas!

puntos 7 | votos: 9
Deja que los coches te salpiquen -  cuando pasen, y mojen tu risa con su puta prisa..
puntos 17 | votos: 17
Hay mucha gente que os quiere, - aunque algunos os empeñeis en creer que estáis solos.
puntos 23 | votos: 23
No sé cómo podéis - concentraros las tias, miráis hacia abajo y ¡¡¡PECHOS!!!
puntos -1 | votos: 17
A través de la trampilla - En años venideros, Harry nunca pudo recordar cómo se las había
arreglado para hacer
sus exámenes, cuando una parte de él esperaba que Voldemort entrara
por la puerta en
cualquier momento. Sin embargo, los días pasaban y no había dudas de
que Fluffy
seguía bien y con vida, detrás de la puerta cerrada.
Hacía mucho calor, en especial en el aula grande donde se examinaban
por escrito.
Les habían entregado plumas nuevas, especiales, que habían sido
hechizadas con un
encantamiento antitrampa.
También tenían exámenes prácticos. El profesor Flitwick los llamó
uno a uno al
aula, para ver si podían hacer que una piña bailara claqué encima
del escritorio. La
profesora McGonagall los observó mientras convertían un ratón en
una caja de rapé.
Ganaban puntos las cajas más bonitas, pero los perdían si tenían
bigotes. Snape los puso
nerviosos a todos, respirando sobre sus nucas mientras trataban de
recordar cómo hacer
una poción para olvidar.
Harry lo hizo todo lo mejor que pudo, tratando de hacer caso omiso de
las
punzadas que sentía en la frente, un dolor que le molestaba desde la
noche que había
estado en el bosque. Neville pensaba que Harry era un caso grave de
nerviosismo,
porque no podía dormir por las noches. Pero la verdad era que Harry
se despertaba por
culpa de su vieja pesadilla, que se había vuelto peor, porque la
figura encapuchada
aparecía chorreando sangre.
Tal vez porque ellos no habían visto lo que Harry vio en el bosque, o
porque no
tenían cicatrices ardientes en la frente, Ron y Hermione no parecían
tan preocupados
por la Piedra como Harry. La idea de Voldemort los atemorizaba, desde
luego, pero no
los visitaba en sueños y estaban tan ocupados repasando que no les
quedaba tiempo para
inquietarse por lo que Snape o algún otro estuvieran tramando.
El último examen era Historia de la Magia. Una hora respondiendo
preguntas sobre
viejos magos chiflados que habían inventado calderos que revolvían
su contenido, y
estarían libres, libres durante toda una maravillosa semana, hasta
que recibieran los
resultados de los exámenes. Cuando el fantasma del profesor Binns les
dijo que dejaran
sus plumas y enrollaran sus pergaminos, Harry no pudo dejar de
alegrarse con el resto.
—Esto ha sido mucho más fácil de lo que pensé —dijo Hermione,
cuando se
reunieron con los demás en el parque soleado—. No necesitaba haber
estudiado el
Código de Conducta de los Hombres Lobo de 1637 o el levantamiento de
Elfrico el
Vehemente.
A Hermione siempre le gustaba volver a repetir los exámenes, pero Ron
dijo que
iba a ponerse malo, así que se fueron hacia el lago y se dejaron caer
bajo un árbol. Los
gemelos Weasley y Lee Jordan se dedicaban a pinchar los tentáculos de
un calamar
gigante que tomaba el sol en la orilla.
—Basta de repasos —suspiró aliviado Ron, estirándose en la
hierba—. Puedes
alegrarte un poco, Harry, aún falta una semana para que sepamos lo
mal que nos fue, no
hace falta preocuparse ahora.
Harry se frotaba la frente.
—¡Me gustaría saber qué significa esto! —estalló enfadado—.
Mi cicatriz sigue
doliéndome. Me ha sucedido antes, pero nunca tanto tiempo seguido
como ahora.
—Ve a ver a la señora Pomfrey —sugirió Hermione.
—No estoy enfermo —dijo Harry—. Creo que es un aviso...
significa que se acerca
el peligro...
Ron no podía agitarse, hacía demasiado calor.
—Harry, relájate, Hermione tiene razón, la Piedra está segura
mientras
Dumbledore esté aquí. De todos modos, nunca hemos tenido pruebas de
que Snape
encontrara la forma de burlar a Fluffy. Casi le arrancó la pierna una
vez, no va a
intentarlo de nuevo. Y Neville jugará al quidditch en el equipo de
Inglaterra antes de
que Hagrid traicione a Dumbledore.
Harry asintió, pero no pudo evitar la furtiva sensación de que se
había olvidado de
hacer algo, algo importante. Cuando trató de explicarlo, Hermione
dijo:
—Eso son los exámenes. Yo me desperté anoche y estuve a punto de
mirar mis
apuntes de Transformación, cuando me acordé de que ya habíamos
hecho ese examen.
Pero Harry estaba seguro de que aquella sensación inquietante nada
tenía que ver
con los exámenes. Vio una lechuza que volaba hacia el colegio, por el
brillante cielo
azul, con una nota en el pico. Hagrid era el único que le había
enviado cartas. Hagrid
nunca traicionaría a Dumbledore. Hagrid nunca le diría a nadie cómo
pasar ante Fluffy...
nunca... Pero...
Harry, súbitamente, se puso de pie de un salto.
—¿Adónde vas? —preguntó Ron con aire soñoliento.
—Acabo de pensar en algo —dijo Harry. Se había puesto pálido—.
Tenemos que ir
a ver a Hagrid ahora.
—¿Por qué? —suspiró Hermione, levantándose.
—¿No os parece un poco raro —dijo Harry, subiendo por la colina
cubierta de
hierba— que lo que más deseara Hagrid fuera un dragón, y que de
pronto aparezca un
desconocido que casualmente tiene un huevo en el bolsillo? ¿Cuánta
gente anda por ahí
con huevos de dragón, que están prohibidos por las leyes de los
magos? Qué suerte tuvo
al encontrar a Hagrid, ¿verdad? ¿Por qué no se me ocurrió antes?
—¿En qué estás pensando? —preguntó Ron, pero Harry echó a
correr por los
terrenos que iban hacia el bosque, sin contestarle.
Hagrid estaba sentado en un sillón, fuera de la casa, con los
pantalones y las
mangas de la camisa arremangados, y desgranaba guisantes en un gran
recipiente.
—Hola —dijo sonriente—. ¿Habéis terminado los exámenes?
¿Tenéis tiempo para
beber algo?
—Sí, por favor —dijo Ron, pero Harry lo interrumpió.
—No, tenemos prisa, Hagrid, pero tengo que preguntarte algo ¿Te
acuerdas de la
noche en que ganaste a Norberto? ¿Cómo era el desconocido con el que
jugaste a las
cartas?
—No lo sé —dijo Hagrid sin darle importancia—. No se quitó la
capa.
Vio que los tres chicos lo miraban asombrados y levantó las cejas.
—No es tan inusual, hay mucha gente rara en el Cabeza de Puerco, el
bar de la
aldea. Podría ser un traficante de dragones, ¿no? No llegué a verle
la cara porque no se
quitó la capucha.
Harry se dejó caer cerca del recipiente de los guisantes.
—¿De qué hablaste con él, Hagrid? ¿Mencionaste Hogwarts?
—Puede ser —dijo Hagrid, con rostro ceñudo, tratando de
recordar—. Sí... Me
preguntó qué hacía y le dije que era guardabosques aquí... Me
preguntó de qué tipo de
animales me ocupaba... se lo expliqué... y le conté que siempre
había querido tener un
dragón... y luego... no puedo recordarlo bien, porque me invitó a
muchas copas. Déjame
ver... ah sí, me dijo que tenía el huevo de dragón y que podía
jugarlo a las cartas si yo
quería... pero que tenía que estar seguro de que iba a poder con
él, no quería dejarlo en
cualquier lado... Así que le dije que, después de Fluffy, un dragón
era algo fácil.
—¿Y él... pareció interesado en Fluffy? —preguntó Harry,
tratando de conservar la
calma.
—Bueno... sí... es normal. ¿Cuántos perros con tres cabezas has
visto? Entonces le
dije que Fluffy era buenísimo si uno sabía calmarlo: tocando música
se dormía en
seguida...
De pronto Hagrid pareció horrorizado.
—¡No debí decir eso! —estalló—. ¡Olvidad que lo dije! Eh...
¿adónde vais?
Harry, Ron y Hermione no se hablaron hasta llegar al vestíbulo de
entrada, que
parecía frío y sombrío, después de haber estado en el parque.
—Tenemos que ir a ver a Dumbledore —dijo Harry—. Hagrid le dijo
al
desconocido cómo pasar ante Fluffy, y sólo podía ser Snape o
Voldemort, debajo de la
capa... No fue difícil, después de emborrachar a Hagrid. Sólo
espero que Dumbledore
nos crea. Firenze nos respaldará, si Bane no lo detiene. ¿Dónde
está el despacho de
Dumbledore?
Miraron alrededor, como si esperaran que alguna señal se lo indicara.
Nunca les
habían dicho dónde vivía Dumbledore, ni conocían a nadie a quien
hubieran enviado a
verlo.
—Tendremos que... —empezó a decir Harry pero súbitamente una voz
cruzó el
vestíbulo.
—¿Qué estáis haciendo los tres aquí dentro?
Era la profesora McGonagall, que llevaba muchos libros.
—Queremos ver al profesor Dumbledore —dijo Hermione con valentía,
según les
pareció a Ron y Harry.
—¿Ver al profesor Dumbledore? —repitió la profesora, como si
pensara que era
algo inverosímil—. ¿Por qué?
Harry tragó: «¿Y ahora qué?».
—Es algo secreto —dijo, pero de inmediato deseó no haberlo hecho,
porque la
profesora McGonagall se enfadó.
—El profesor Dumbledore se fue hace diez minutos —dijo con
frialdad—. Recibió
una lechuza urgente del ministro de Magia y salió volando para
Londres de inmediato.
—¿Se fue? —preguntó Harry con aire desesperado—. ¿Ahora?
—El profesor Dumbledore es un gran mago, Potter, y tiene muchos
compromisos...
—Pero esto es importante.
—¿Algo que tú tienes que decir es más importante que el ministro
de Magia,
Potter?
—Mire —dijo Harry dejando de lado toda precaución—, profesora,
se trata de la
Piedra Filosofal...
Fue evidente que la profesora McGonagall no esperaba aquello. Los
libros que
llevaba se deslizaron al suelo y no se molestó en recogerlos.
—¿Cómo es que sabes...? —farfulló.
—Profesora, creo... sé... que Sna... que alguien va a tratar de
robar la Piedra. Tengo
que hablar con el profesor Dumbledore.
La profesora lo miró entre impresionada y suspicaz.
—El profesor Dumbledore regresará mañana —dijo finalmente—. No
sé cómo
habéis descubierto lo de la Piedra, pero quedaos tranquilos. Nadie
puede robarla, está
demasiado bien protegida.
—Pero profesora...
—Harry sé de lo que estoy hablando —dijo en tono cortante. Se
inclinó y recogió
sus libros—. Os sugiero que salgáis y disfrutéis del sol.
Pero no lo hicieron.
—Será esta noche —dijo Harry una vez que se aseguraron de que la
profesora
McGonagall no podía oírlos—. Snape pasará por la trampilla esta
noche. Ya ha
descubierto todo lo que necesitaba saber y ahora ha conseguido quitar
de en medio a
Dumbledore. Él envió esa nota, seguro que el ministro de Magia
tendrá una verdadera
sorpresa cuando aparezca Dumbledore.
—Pero ¿qué podemos...?
Hermione tosió. Harry y Ron se volvieron.
Snape estaba allí.
—Buenas tardes —dijo amablemente. Lo miraron sin decir nada.
—No deberíais estar dentro en un día así —dijo con una rara
sonrisa torcida.
—Nosotros... —comenzó Harry, sin idea de lo que diría.
—Debéis ser más cuidadosos —dijo Snape—. Si os ven andando por
aquí, pueden
pensar que vais a hacer alguna cosa mala. Y Gryffindor no puede perder
más puntos,
¿no es cierto?
Harry se ruborizó. Se dieron media vuelta para irse, pero Snape los
llamó.
—Ten cuidado, Potter, otra noche de vagabundeos y yo personalmente
me
encargaré de que te expulsen. Que pases un buen día.
Se alejó en dirección a la sala de profesores.
Una vez fuera, en la escalera de piedra, Harry se volvió hacia sus
amigos.
—Bueno, esto es lo que tenemos que hacer —susurró con prisa—.
Uno de nosotros
tiene que vigilar a Snape, esperar fuera de la sala de profesores y
seguirlo si sale.
Hermione, mejor que eso lo hagas tú.
—¿Por qué yo?
—Es obvio —intervino Ron—. Puedes fingir que estás esperando al
profesor
Flitwick, ya sabes cómo —la imitó con voz aguda—: «Oh, profesor
Flitwick, estoy tan
preocupada, creo que tengo mal la pregunta catorce b...».
—Oh, cállate —dijo Hermione, pero estuvo de acuerdo en ir a
vigilar a Snape.
—Y nosotros iremos a vigilar el pasillo del tercer piso —dijo
Harry a Ron—.
Vamos.
Pero aquella parte del plan no funcionó. Tan pronto como llegaron a
la puerta que
separaba a Fluffy del resto del colegio, la profesora McGonagall
apareció otra vez, salvo
que ya había perdido la paciencia.
—Supongo que creeréis que sois los mejores para vencer todos los
encantamientos
—dijo con rabia—. ¡Ya son suficientes tonterías! Si me entero de
que habéis vuelto por
aquí, os quitaré otros cincuenta puntos para Gryffindor. ¡Sí,
Weasley, de mi propia casa!
Harry y Ron regresaron a la sala común. Justo cuando Harry acababa de
decir: «Al
menos Hermione está detrás de Snape», el retrato de la Dama Gorda
se abrió y apareció
la muchacha.
—¡Lo siento, Harry! —se quejó—. Snape apareció y me preguntó
qué estaba
haciendo, así que le dije que esperaba al profesor Flitwick. Snape
fue a buscarlo, yo
tuve que irme y no sé adónde habrá ido Snape.
—Bueno, no queda otro remedio, ¿verdad?
Los otros dos lo miraron asombrados. Estaba pálido y los ojos le
brillaban.
—Iré esta noche y trataré de llegar antes y conseguir la Piedra.
—¡Estás loco! —dijo Ron.
—¡No puedes! —dijo Hermione—. ¿Después de todo lo que han
dicho Snape y
McGonagall? ¡Te van a expulsar!
—¿Y qué? —gritó Harry—. ¿No comprendéis? ¡Si Snape
consigue la Piedra, es la
vuelta de Voldemort! ¿No habéis oído cómo eran las cosas cuando
él trataba de
apoderarse de todo? ¡Ya no habrá ningún colegio para que nos
expulsen! ¡Lo destruirá o
lo convertirá en un colegio para las Artes Oscuras! ¿No os dais
cuenta de que perder
puntos ya no importa? ¿Creéis que él dejará que vosotros y
vuestras familias estéis
tranquilos, si Gryffindor gana la copa de la casa? Si me atrapan antes
de que consiga la
Piedra, bueno, tendré que volver con los Dursley y esperar a que
Voldemort me
encuentre allí. Será sólo morir un poquito más tarde de lo que
debería haber muerto,
porque nunca me pasaré al lado tenebroso. Voy a entrar por esa
trampilla, esta noche, y
nada de lo que digáis me detendrá. Voldemort mató a mis padres,
¿lo recordáis?
Los miró con furia.
—Tienes razón, Harry —dijo Hermione, casi sin voz.
—Voy a llevar la capa invisible —dijo Harry—. Es una suerte
haberla recuperado.
—Pero ¿nos cubrirá a los tres? —preguntó Ron.
—¿A... nosotros tres?
—Oh, vamos, ¿no pensarás que te vamos a dejar ir solo?
—Por supuesto que no —dijo Hermione con voz enérgica—. ¿Cómo
crees que vas
a conseguir la Piedra sin nosotros? Será mejor que vaya a buscar en
mis libros, tiene que
haber algo que nos sirva...
—Pero si nos atrapan, también os expulsarán a vosotros.
—No, si yo puedo evitarlo —dijo Hermione con severidad—.
Flitwick me dijo en
secreto que en su examen tengo ciento doce sobre cien. No me van a
expulsar después
de eso.
Tras la cena, los tres se sentaron en la sala común, lejos de todos.
Nadie los molestó:
después de todo, ninguno de los de Gryffindor hablaba con Harry, pero
ésa fue la
primera noche que no le importó. Hermione revisaba sus apuntes,
confiando en
encontrar algunos de los encantamientos que deberían conjurar. Harry
y Ron no
hablaban mucho. Ambos pensaban en lo que harían.
Poco a poco, la sala se fue vaciando y todos se fueron a acostar.
—Será mejor que vayas a buscar la capa —murmuró Ron, mientras
Lee Jordan
finalmente se iba, bostezando y desperezándose. Harry corrió por las
escaleras hasta su
dormitorio oscuro. Sacó la capa y entonces su mirada se fijó en la
flauta que Hagrid le
había regalado para Navidad. La guardó para utilizarla con Fluffy:
no tenía muchas
ganas de cantar...
Regresó a la sala común.
—Es mejor que nos pongamos la capa aquí y nos aseguremos de que nos
cubra a
los tres... si Filch descubre a uno de nuestros pies andando solo por
ahí...
—¿Qué vais a hacer? —dijo una voz desde un rincón. Neville
apareció detrás de un
sillón, aferrado al sapo Trevor, que parecía haber intentado otro
viaje a la libertad.
—Nada, Neville, nada —dijo Harry, escondiendo la capa detrás de
la espalda.
Neville observó sus caras de culpabilidad.
—Vais a salir de nuevo —dijo.
—No, no, no —aseguró Hermione—. No, no haremos nada. ¿Por qué
no te vas a la
cama, Neville?
Harry miró al reloj de pie que había al lado de la puerta. No
podían perder más
tiempo, Snape ya debía de estar haciendo dormir a Fluffy.
—No podéis iros —insistió Neville—. Os volverán a atrapar.
Gryffindor tendrá
más problemas.
—Tú no lo entiendes —dijo Harry—. Esto es importante.
Pero era evidente que Neville haría algo desesperado.
—No dejaré que lo hagáis —dijo, corriendo a ponerse frente al
agujero del
retrato—. ¡Voy... voy a pelear con vosotros!
—¡Neville! —estalló Ron—. ¡Apártate de ese agujero y no seas
idiota!
—¡No me llames idiota! —dijo Neville—. ¡No me parece bien que
sigáis faltando
a las reglas! ¡Y tú fuiste el que me dijo que hiciera frente a la
gente!
—Sí, pero no a nosotros —dijo irritado Ron—. Neville, no sabes
lo que estás
haciendo.
Dio un paso hacia Neville y el chico dejó caer al sapo Trevor, que
desapareció de la
vista.
—¡Ven entonces, intenta pegarme! —dijo Neville, levantando los
puños—. ¡Estoy
listo!
Harry se volvió hacia Hermione.
—Haz algo —dijo desesperado. Hermione dio un paso adelante.
—Neville —dijo—, de verdad, siento mucho, mucho, esto.
Levantó la varita.
—¡Petrificus totalus! —gritó, señalando a Neville.
Los brazos de Neville se pegaron a su cuerpo. Sus piernas se juntaron.
Todo el
cuerpo se le puso rígido, se balanceó y luego cayó bocabajo,
rígido como un tronco.
Hermione corrió a darle la vuelta. Neville tenía la mandíbula
rígida y no podía
hablar. Sólo sus ojos se movían, mirándolos horrorizado.
—¿Qué le has hecho? —susurró Harry.
—Es la Inmovilización Total —dijo Hermione angustiada—. Oh,
Neville, lo siento
tanto...
—Lo comprenderás después, Neville —dijo Ron, mientras se
alejaban para
cubrirse con la capa invisible.
Pero dejar a Neville inmóvil en el suelo no parecía un buen augurio.
En aquel
estado de nervios, cada sombra de una estatua les parecía que era
Filch, y cada silbido
lejano del viento les parecía Peeves que los perseguía.
Al pie de la primera escalera, divisaron a la Señora Norris.
—Oh, vamos a darle una patada, sólo una vez —murmuró Ron en el
oído de Harry,
que negó con la cabeza. Mientras pasaban con cuidado al lado de la
gata, ésta volvió la
cabeza con sus ojos como linternas, pero no los vio.
No se encontraron con nadie más, hasta que llegaron a la escalera que
iba al tercer
piso. Peeves estaba flotando a mitad de camino, aflojando la alfombra
para que la gente
tropezara.
—¿Quién anda por ahí? —dijo súbitamente, mientras subían
hacia él. Entornó sus
malignos ojos negros—. Sé que estáis aquí, aunque no pueda veros.
¿Aparecidos,
fantasmas o estudiantillos detestables?
Se elevó en el aire y flotó, mirándolos de soslayo.
—Llamaré a Filch, debo hacerlo, si algo anda por ahí y es
invisible.
Harry tuvo súbitamente una idea.
—Peeves —dijo en un ronco susurró—, el Barón Sanguinario tiene
sus propias
razones para ser invisible.
Peeves casi se cayó del aire de la impresión. Se sostuvo a tiempo y
quedó a unos
centímetros de la escalera.
—Lo siento mucho, sanguinaria señoría —dijo en tono meloso—.
Fue por mi
culpa, ha sido una equivocación... no lo vi... por supuesto que no,
usted es invisible,
perdone al viejo Peeves por su broma, señor.
—Tengo asuntos aquí, Peeves —gruñó Harry—. Manténte lejos de
este lugar esta
noche.
—Lo haré, señoría, desde luego que lo haré —dijo Peeves,
elevándose otra vez en
el aire—. Espero que los asuntos del señor barón salgan a pedir de
boca, yo no lo
molestaré.
Y desapareció.
—¡Genial, Harry! —susurró Ron.
Unos pocos segundos más tarde estaban allí, en el pasillo del tercer
piso. La puerta
ya estaba entreabierta.
—Bueno, ya lo veis —dijo Harry con calma—. Snape ya ha pasado
ante Fluffy.
Ver la puerta abierta les hizo tomar plena conciencia de aquello a lo
que tenían que
enfrentarse. Por debajo de la capa, Harry se volvió hacia los otros
dos.
—Si queréis regresar, no os lo reprocharé —dijo—. Podéis
llevaros la capa, no la
voy a necesitar.
—No seas estúpido —dijo Ron.
—Vamos contigo —dijo Hermione.
Harry empujó la puerta.
Cuando la puerta crujió, oyeron unos gruñidos. Los tres hocicos del
perro
olfateaban en dirección a ellos, aunque no podía verlos.
—¿Qué tiene en los pies? —susurró Hermione.
—Parece un arpa —dijo Ron—. Snape debe de haberla dejado ahí.
—Debe despertarse en el momento en que se deja de tocar —dijo
Harry—. Bueno,
empecemos...
Se llevó a los labios la flauta de Hagrid y sopló. No era
exactamente una melodía,
pero desde la primera nota los ojos de la bestia comenzaron a
cerrarse. Harry casi ni
respiraba. Poco a poco, los gruñidos se fueron apagando, se
balanceó, cayó de rodillas y
luego se derrumbó en el suelo, profundamente dormido.
—Sigue tocando —advirtió Ron a Harry, mientras salía de la capa
y se arrastraba
hasta la trampilla. Podía sentir la respiración caliente y olorosa
del perro, mientras se
aproximaba a las gigantescas cabezas.
—Creo que podemos abrir la trampilla —dijo Ron, espiando por
encima del lomo
del perro—. ¿Quieres ir delante, Hermione?
—¡No, no quiero!
—Muy bien. —Ron apretó los dientes y anduvo con cuidado sobre las
patas del
perro. Se inclinó y tiró de la argolla de la trampilla, que se
levantó y abrió.
—¿Qué puedes ver? —preguntó Hermione con ansiedad.
—Nada... sólo oscuridad... no hay forma de bajar, hay que dejarse
caer.
Harry, que seguía tocando la flauta, hizo un gesto para llamar la
atención de Ron y
se señaló a sí mismo.
—¿Quieres ir primero? ¿Estás seguro? —dijo Ron—. No sé cómo
es de profundo
ese lugar. Dale la flauta a Hermione, para que pueda seguir
haciéndolo dormir.
Harry le entregó la flauta y, en esos segundos de silencio, el perro
gruñó y se estiró,
pero en cuanto Hermione comenzó a tocar volvió a su sueño profundo.
Harry se acercó y miró hacia abajo. No se veía el fondo.
Se descolgó por la abertura y quedó suspendido de los dedos. Miró a
Ron y dijo:
—Si algo me sucede, no sigáis. Id directamente a la lechucería y
enviad a Hedwig a
Dumbledore. ¿De acuerdo?
—De acuerdo —respondió Ron.
—Nos veremos en un minuto, espero...
Y Harry se dejó caer. Frío, aire húmedo mientras caía, caía,
caía y..
¡PAF! Aterrizó en algo mullido, con un ruido suave y extraño. Se
incorporó y miró
alrededor, con ojos desacostumbrados a la penumbra. Parecía que
estaba sentado sobre
una especie de planta.
—¡Todo bien! —gritó al cuadradito de luz del tamaño de un
sello, que era la
abertura de la trampilla—. ¡Fue un aterrizaje suave, puedes saltar!
Ron lo siguió de inmediato. Aterrizó al lado de Harry
—¿Qué es esta cosa? —fueron sus primeras palabras.
—No sé, alguna clase de planta. Supongo que está aquí para
detener la caída.
¡Vamos, Hermione!
La música lejana se detuvo. Se oyó un fuerte ladrido, pero Hermione
ya había
saltado. Cayó al otro lado de Harry.
—Debemos de estar a kilómetros debajo del colegio —dijo la niña.
—Me alegro de que esta planta esté aquí —dijo Ron.
—¿Te alegras? —gritó Hermione—. ¡Miraos!
Hermione saltó y chocó contra una pared húmeda. Tuvo que luchar
porque, en el
momento en que cayó, la planta comenzó a extenderse como una
serpiente para sujetarle
los tobillos. Harry y Ron, mientras tanto, ya tenían las piernas
totalmente cubiertas, sin
que se hubieran dado cuenta.
Hermione pudo liberarse antes de que la planta la atrapara. En aquel
momento
miraba horrorizada, mientras los chicos luchaban para quitarse la
planta de encima, pero
mientras más luchaban, la planta los envolvía con más rapidez.
—¡Dejad de moveros! —ordenó Hermione—. Sé lo que es esto.
¡Es Lazo del
Diablo!
—Oh, me alegro mucho de saber cómo se llama, es de gran ayuda
—gruñó Ron,
tratando de evitar que la planta trepara por su cuello.
—¡Calla, estoy tratando de recordar cómo matarla! —dijo
Hermione.
—¡Bueno, date prisa, no puedo respirar! —jadeó Harry, mientras
la planta le
oprimía el pecho.
—Lazo del Diablo, Lazo del Diablo... ¿Qué dijo el profesor
Sprout?... Le gusta la
oscuridad y la humedad...
—¡Entonces enciende un fuego! —dijo Harry.
—Sí... por supuesto... ¡pero no tengo madera! —gimió Hermione,
retorciéndose las
manos.
—¿TE HAS VUELTO LOCA? —preguntó Ron—. ¿ERES UNA BRUJA O NO?
—¡Oh, de acuerdo! —dijo Hermione. Agitó su varita, murmuró algo
y envió a la
planta unas llamas azules como las que había utilizado con Snape. En
segundos, los dos
muchachos sintieron que se aflojaban las ligaduras, mientras la planta
se retiraba a causa
de la luz y el calor. Retorciéndose y alejándose, se desprendió de
sus cuerpos y pudieron
moverse.
—Me alegro de que hayas aprendido bien Herbología, Hermione —dijo
Harry,
mientras se acercaba a la pared, secándose el sudor de la cara.
—Sí —dijo Ron—, y yo me alegro de que Harry no pierda la cabeza
en las crisis.
Porque eso de «no tengo madera»... francamente...
—Por aquí —dijo Harry, señalando un pasadizo de piedra que era
el único camino.
Lo único que podían oír, además de sus pasos, era el goteo del
agua en las paredes.
El pasadizo bajaba oblicuamente y Harry se acordó de Gringotts. Con
un desagradable
sobresalto, recordó a los dragones que decían que custodiaban las
cámaras, en el banco
de los magos. Si encontraban un dragón, un dragón más grande... Con
Norberto ya
habían tenido suficiente...
—¿Oyes algo? —susurró Ron.
Harry escuchó. Un leve tintineo y un crujido, que parecían proceder
de delante.
—¿Crees que será un fantasma?
—No lo sé... a mí me parecen alas.
Llegaron hasta el final del pasillo y vieron ante ellos una
habitación brillantemente
iluminada, con el techo curvándose sobre ellos. Estaba llena de
pajaritos brillantes que
volaban por toda la habitación. En el lado opuesto, había una pesada
puerta de madera.
—¿Crees que nos atacarán si cruzamos la habitación? —preguntó
Ron.
—Es probable —contestó Harry—. No parecen muy malos, pero
supongo que si se
tiran todos juntos... Bueno, no hay nada que hacer... voy a correr.
Respiró profundamente, se cubrió la cara con los brazos y cruzó
corriendo la
habitación. Esperaba sentir picos agudos y garras desgarrando su
cuerpo, pero no
sucedió nada. Alcanzó la puerta sin que lo tocaran. Movió la
manija, pero estaba cerrada
con llave.
Los otros dos lo imitaron. Tiraron y empujaron, pero la puerta no se
movía, ni
siquiera cuando Hermione probó con su hechizo de Alohomora.
—¿Y ahora qué hacemos? —preguntó Ron.
—Esos pájaros... no pueden estar sólo por decoración —dijo
Hermione.
Observaron los pájaros, que volaban sobre sus cabezas, brillando...
¿Brillando?
—¡No son pájaros! —dijo de pronto Harry—. ¡Son llaves! Llaves
aladas, mirad
bien. Entonces eso debe significar... —Miró alrededor de la
habitación, mientras los
otros observaban la bandada de llaves—. Sí... mirad ahí.
¡Escobas! ¡Tenemos que
conseguir la llave de la puerta!
—¡Pero hay cientos de llaves!
Ron examinó la cerradura de la puerta.
—Tenemos que buscar una llave grande, antigua, de plata,
probablemente, como la
manija.
Cada uno cogió una escoba y de una patada estuvieron en el aire,
remontándose
entre la nube de llaves. Trataban de atraparlas, pero las llaves
hechizadas se movían tan
rápidamente que era casi imposible sujetarlas.
Pero no por nada Harry era el más joven buscador del siglo. Tenía un
don especial
para detectar cosas que la otra gente no veía. Después de unos
minutos moviéndose
entre el remolino de plumas de todos los colores, detectó una gran
llave de plata, con un
ala torcida, como si ya la hubieran atrapado y la hubieran introducido
con brusquedad
en la cerradura.
—¡Es ésa! —gritó a los otros—. Esa grande... allí... no,
ahí... Con alas azul
brillante... las plumas están aplastadas por un lado.
Ron se lanzó a toda velocidad en aquella dirección, chocó contra el
techo y casi se
cae de la escoba.
—¡Tenemos que encerrarla! —gritó Harry, sin quitar los ojos de
la llave con el ala
estropeada—. Ron, ven desde arriba, Hermione, quédate abajo y no la
dejes descender.
Yo trataré de atraparla. Bien: ¡AHORA!
Ron se lanzó en picado, Hermione subió en vertical, la llave los
esquivó a ambos, y
Harry se lanzó tras ella. Iban a toda velocidad hacia la pared, Harry
se inclinó hacia
delante y, con un ruido desagradable, la aplastó contra la piedra con
una sola mano. Los
vivas de Ron y Hermione retumbaron por la habitación.
Aterrizaron rápidamente y Harry corrió a la puerta, con la llave
retorciéndose en su
mano. La metió en la cerradura y le dio la vuelta... Funcionaba. En
el momento en que
se abrió la cerradura, la llave salió volando otra vez, con aspecto
de derrotada, pues ya
la habían atrapado dos veces.
—¿Listos? —preguntó Harry a los otros dos, con la mano en la
manija de la puerta.
Asintieron. Abrió la puerta.
La habitación siguiente estaba tan oscura que no pudieron ver nada.
Pero cuando
estuvieron dentro la luz súbitamente inundó el lugar, para revelar
un espectáculo
asombroso.
Estaban en el borde de un enorme tablero de ajedrez, detrás de las
piezas negras,
que eran todas tan altas como ellos y construidas en lo que parecía
piedra. Frente a ellos,
al otro lado de la habitación, estaban las piezas blancas. Harry, Ron
y Hermione se
estremecieron: las piezas blancas no tenían rostros.
—¿Ahora qué hacemos? —susurró Harry
—Está claro, ¿no? —dijo Ron—. Tenemos que jugar para cruzar la
habitación.
Detrás de las piezas blancas pudieron ver otra puerta.
—¿Cómo? —dijo Hermione con nerviosismo.
—Creo —contestó Ron— que vamos a tener que ser piezas.
Se acercó a un caballero negro y levantó la mano para tocar el
caballo. De
inmediato, la piedra cobró vida. El caballo dio una patada en el
suelo y el caballero se
levantó la visera del casco, para mirar a Ron.
—¿Tenemos que... unirnos a ustedes para poder cruzar?
El caballero negro asintió con la cabeza. Ron se volvió a los otros
dos.
—Esto hay que pensarlo... —dijo—. Supongo que tenemos que ocupar
el lugar de
tres piezas negras.
Harry y Hermione esperaron en silencio, mientras Ron pensaba. Por fin
dijo:
—Bueno, no os ofendáis, pero ninguno de vosotros es muy bueno en
ajedrez...
—No nos ofendemos —dijo rápidamente Harry—. Simplemente dinos
qué
tenemos que hacer.
—Bueno, Harry, tú ocupa el lugar de ese alfil y tú, Hermione,
ponte en lugar de esa
torre, al lado de Harry.
—¿Y qué pasa contigo?
—Yo seré un caballo.
Las piezas parecieron haber escuchado porque, ante esas palabras, un
caballo, un
alfil y una torre dieron la espalda a las piezas blancas y salieron
del tablero, dejando
libres tres cuadrados que Harry, Ron y Hermione ocuparon.
—Las blancas siempre juegan primero en el ajedrez —dijo Ron,
mirando al otro
lado del tablero—. Sí... mirad.
Un peón blanco se movió hacia delante.
Ron comenzó a dirigir a las piezas negras. Se movían silenciosamente
cuando los
mandaba. A Harry le temblaban las rodillas. ¿Y si perdían?
—Harry... muévete en diagonal, cuatro casillas a la derecha.
La primera verdadera impresión llegó cuando el otro caballo fue
capturado. La
reina blanca lo golpeó contra el tablero y lo arrastró hacia fuera,
donde se quedó
inmóvil, bocabajo.
—Tuve que dejar que sucediera —dijo Ron, conmovido—. Te deja
libre para coger
ese alfil. Vamos, Hermione.
Cada vez que uno de sus hombres perdía, las piezas blancas no
mostraban
compasión. Muy pronto, hubo un grupo de piezas negras desplomadas a
lo largo de la
pared. Dos veces, Ron se dio cuenta justo a tiempo para salvar a Harry
y Hermione del
peligro. Él mismo jugó por todo el tablero, atrapando casi tantas
piezas blancas como
las negras que habían perdido.
—Ya casi estamos —murmuró de pronto—. Dejadme pensar... dejadme
pensar.
La reina blanca volvió su cara sin rostro hacia Ron.
—Sí... —murmuró Ron—. Es la única forma... tengo que dejar
que me cojan.
—¡NO! —gritaron Harry y Hermione.
—¡Esto es ajedrez! —dijo enfadado Ron—. ¡Hay que hacer algunos
sacrificios! Yo
daré un paso adelante y ella me cogerá... Eso te dejará libre para
hacer jaque mate al
rey, Harry.
—Pero...
—¿Quieres detener a Snape o no?
—Ron...
—¡Si no os dais prisa va a conseguir la Piedra!
No había nada que hacer.
—¿Listo? —preguntó Ron, con el rostro pálido pero decidido—.
Allá voy, y no os
quedéis una vez que hayáis ganado.
Se movió hacia delante y la reina blanca saltó. Golpeó a Ron con
fuerza en la
cabeza con su brazo de piedra y el chico se derrumbó en el suelo.
Hermione gritó, pero
se quedó en su casillero. La reina blanca arrastró a Ron a un lado.
Parecía desmayado.
Muy conmovido, Harry se movió tres casilleros a la izquierda. El rey
blanco se
quitó la corona y la arrojó a los pies de Harry. Habían ganado. Las
piezas saludaron y se
fueron, dejando libre la puerta. Con una última mirada de
desesperación hacia Ron,
Harry y Hermione corrieron hacia la salida y subieron por el siguiente
pasadizo.
—¿Y si él está...?
—Él estará bien —dijo Harry, tratando de convencerse a sí
mismo—. ¿Qué crees
que nos queda?
—Tuvimos a Sprout en el Lazo del Diablo, Flitwick debe de haber
hechizado las
llaves, y McGonagall transformó a las piezas de ajedrez. Eso nos deja
el hechizo de
Quirrell y el de Snape...
Habían llegado a otra puerta.
—¿Todo bien? —susurró Harry.
—Adelante.
Harry empujó y abrió.
Un tufo desagradable los invadió, haciendo que se taparan la nariz
con la túnica.
Con ojos que lagrimeaban debido al olor, vieron, aplastado en el suelo
frente a ellos, un
trol más grande que el que habían derribado, inconsciente y con un
bulto sangrante en la
cabeza.
—Me alegro de que no tengamos que pelear con éste —susurró
Harry, mientras
pasaban con cuidado sobre una de las enormes piernas—. Vamos, no
puedo respirar.
Abrió la próxima puerta, los dos casi sin atreverse a ver lo que
seguía... Pero no
había nada terrorífico allí, Sólo una mesa con siete botellas de
diferente tamaño puestas
en fila.
—Snape —dijo Harry—. ¿Qué tenemos que hacer?
Pasaron el umbral y de inmediato un fuego se encendió detrás de
ellos. No era un
fuego común, era púrpura. Al mismo tiempo, llamas negras se
encendieron delante.
Estaban atrapados.
—¡Mira! —Hermione cogió un rollo de papel, que estaba cerca de
las botellas.
Harry miró por encima de su hombro para leerlo:
El peligro yace ante ti, mientras la seguridad está detrás,
dos queremos ayudarte, cualquiera que encuentres,
una entre nosotras siete te dejará adelantarte,
otra llevará al que lo beba para atrás,
dos contienen sólo vino de ortiga,
tres son mortales, esperando escondidos en la fila.
Elige, a menos que quieras quedarte para siempre,
para ayudarte en tu elección, te damos cuatro claves:
Primera, por más astucia que tenga el veneno para ocultarse siempre
encontrarás alguno al lado izquierdo del vino de ortiga;
Segunda, son diferentes las que están en los extremos, pero si
quieres moverte
hacia delante, ninguna es tu amiga;
Tercera, como claramente ves, todas tenemos tamaños diferentes: Ni el
enano
ni el gigante guardan la muerte en su interior;
Cuarta, la segunda a la izquierda y la segunda a la derecha son
gemelas una
vez que las pruebes, aunque a primera vista sean diferentes.
Hermione dejó escapar un gran suspiro y Harry, sorprendido, vio que
sonreía, lo
último que había esperado que hiciera.
—Muy bueno —dijo Hermione—. Esto no es magia... es lógica... es
un acertijo.
Muchos de los más grandes magos no han tenido una gota de lógica y
se quedarían aquí
para siempre.
—Pero nosotros también, ¿no?
—Por supuesto que no —dijo Hermione—. Lo único que necesitamos
está en este
papel. Siete botellas: tres con veneno, dos con vino, una nos llevará
a salvo a través del
fuego negro y la otra hacia atrás, por el fuego púrpura.
—Pero ¿cómo sabremos cuál beber?
—Dame un minuto.
Hermione leyó el papel varias veces. Luego paseó de un lado al otro
de la fila de
botellas, murmurando y señalándolas. Al fin, se golpeó las manos.
—Lo tengo —dijo—. La más pequeña nos llevará por el fuego
negro, hacia la
Piedra.
Harry miró a la diminuta botella.
—Aquí hay sólo para uno de nosotros —dijo—. No hay más que un
trago.
Se miraron.
—¿Cuál nos hará volver por entre las llamas púrpura?
Hermione señaló una botella redonda del extremo derecho de la fila.
—Tú bebe de ésa —dijo Harry—. No: vuelve, busca a Ron y coge
las escobas del
cuarto de las llaves voladoras. Con ellas podréis salir por la
trampilla sin que os vea
Fluffy. Id directamente a la lechucería y enviad a Hedwig a
Dumbledore, lo
necesitamos. Puede ser que yo detenga un poco a Snape, pero la verdad
es que no puedo
igualarlo.
—Pero Harry... ¿y si Quien-tú-sabes está con él?
—Bueno, ya tuve suerte una vez, ¿no? —dijo Harry, señalando su
cicatriz—.
Puede ser que la tenga de nuevo.
Los labios de Hermione temblaron, y de pronto se lanzó sobre Harry y
lo abrazó.
—¡Hermione!
—Harry.. Eres un gran mago, ya lo sabes.
—No soy tan bueno como tú —contestó muy incómodo, mientras ella
lo soltaba.
—¡Yo! —exclamó Hermione—. ¡Libros! ¡Inteligencia! Hay cosas
mucho más
importantes, amistad y valentía y... ¡Oh, Harry, ten cuidado!
—Bebe primero —dijo Harry—. Estás segura de cuál es cuál,
¿no?
—Totalmente —dijo Hermione. Se tomó de un trago el contenido de
la botellita
redondeada y se estremeció.
—No es veneno, ¿verdad? —dijo Harry con voz anhelante.
—No... pero parece hielo.
—Rápido, vete, antes de que se termine el efecto.
—Buena suerte... ten cuidado...
—¡VETE!
Hermione giró en redondo y pasó directamente a través del fuego
púrpura.
Harry respiró profundamente y cogió la más pequeña de las
botellas. Se enfrentó a
las llamas negras.
—Allá voy —dijo, y se bebió el contenido de un trago.
Era realmente como si tragara hielo. Dejó la botella y fue hacia
delante. Se dio
ánimo al ver que las llamas negras lamían su cuerpo pero no lo
quemaban. Durante un
momento no pudo ver más que fuego oscuro. Luego se encontró al otro
lado, en la
última habitación.
Ya había alguien allí. Pero no era Snape. Y tampoco era Voldemort.
puntos 20 | votos: 20
No dejes que te noqueen. - Oblígales a noquearte, oblígales a romperse las manos para
noquearte. Hazles saber que están peleando, dales algo para que se
acuerden de ti cada vez que se miren en el espejo.

puntos 36 | votos: 38
Mi nombre es Harry Potter - Hola Harry Potter, mi nombre es Tom Riddle.
Sabes algo sobre la Camara de los secretos?
Si.
Podrías contarme?
No. 
Pero puedo mostrarte...
Dejame llevarte 50 años atras..
puntos 5674 | votos: 5884
Simplemente  - increible




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