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09.09.2011

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Tierra trágame - Y la tierra le tragó
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¿Qué harías hoy si supieras que - no vas a fracasar?
puntos 17 | votos: 17
Sabias que...? - Dicen que tardamos siete minutos en dormirnos.. 
Y que en los primeros seis minutos y cincuenta y nueve segundos,
nuestra cabeza, atumáticamente, reproduce todos y cada uno de los
momentos vividos a lo largo de ese día; y que en el último segundo,
aparece la persona que te ha hecho feliz hoy. Finalmente, el cerebro
se queda con lo más importante, con lo que más le ha gustado y lo
transmite en forma de película, una película llamada “sueños”
puntos 7 | votos: 7
Desmotiva - Empezar a escribir una historia  y que al mostrársela a tus padres,
te digan que es estúpida.
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Al otro lado de la vida -

puntos 10 | votos: 12
Al otro lado de la vida -
puntos 19 | votos: 21
Vivo con el miedo... - de que Pitbull me diga Ya tu sabe, y yo no lo sepa.
puntos 13 | votos: 13
Grabación en el contestador  - automático de Lord Voldemort: Soy quien vosotros sabéis, ya sabéis
donde estoy...Dejad ya sabéis el que, después de ya sabéis que.
puntos 7 | votos: 7
*Zero*  - Con esa ternura y madurez que tienes, haz ganado un lugar en mi corazón
puntos 24 | votos: 24
Yo también - decía Inglish Pitinglish cuando era pequeño

puntos 2 | votos: 4
Tipico: tienes un problema - y aparece una rosa blanca.
puntos 9 | votos: 9
La paciencia - La paciencia es amarga, pero sus frutos son dulces.
puntos 15 | votos: 15
Vivo con el miedo - de que Pitbull me diga ya tu sabe y yo no lo sepa.
puntos 8 | votos: 10
Muere Hombre De Pena - Dentro del cajón yacía un hombre de 67 años que murió soltero, sin
descendencia, parientes, ni amigos conocidos. No le habían
encontrado, siquiera, una enfermedad que lo acompañara al cajón.
Recibió una sepultura católica, pero, debido a la lluvia intensa, el
Padre Barragán no pudo salir de su casa y los empleados del
cementerio de La Paz, en Yerba Buena, tuvieron que enterrarlo sin que
nadie lo llorara ni lo recordara.
Lo único que lo acompañó al cajón fue un recorte de un aviso
fúnebre, publicado en el diario La Gaceta, con fecha del día
anterior. El anciano tenía el papelito doblado con prolijidad dentro
del bolsillo interior del saco marrón, el mismo que usaba cuando
murió y que también llevó a la tumba porque nadie apareció para
cambiarle las prendas.

El martes, un pelotazo lo tumbó del banco y los chicos se acercaron
temerosos a buscar la pelota. Cuando uno de ellos la agarró, todos
corrieron a sus casas. El hombre quedó en el piso, y el cuerpo se
interpuso en el camino del barrendero de la plaza, Martín Galv. Fue
él quien llamó a la ambulancia.
Los médicos no encontraron la causa de su muerte. O por lo menos no
se esforzaron en hacerlo. Indicaron, nada más y nada menos, que se le
detuvo el corazón:

Nadie reclamó por el hombre. Y nadie notó su ausencia.
La investigación periodística que acabo de terminar determina que
Antonio Alfredo Abaco, de nombre desconocido para el Estado y por ende
enterrado como NN, no murió de causa natural, como dijo el médico
que tenía prisa.
Antonio Abaco murió de pena.
* En su infancia, Antonio Abaco nunca jugó al fútbol, no porque
fuera mal jugador, sino porque nadie lo eligió en su equipo. Tampoco
jugó a las escondidas, y no porque no supiera esconderse, sino porque
nadie lo buscaba. Abaco no aprendió a escribir ni a leer porque no
tenía quién leyera sus primeras palabras, ni quien le dedicara unas
líneas. No lloró bien porque su llanto no se escuchaba. Y cuando
intentó reir no supo cómo hacerlo.

*La semana previa a su muerte Abaco se emborrachó con vino barato. Se
quedó dormido en el suelo hasta que la policía lo recogió. Lo
subieron en la parte trasera de la camioneta y lo requisaron antes de
encerrarlo en el calabozo. Estuvo preso hasta que se le pasó la
macha. Cuando salió pidió que le devolvieran sus pertenencias. Le
entregaron los cordones de las zapatillas, un pedazo de cuero que
usaba de billetera y unas monedas. Preguntó por una fotografía que
tenía entre sus trapos. Era una imagen de su madre. Le dijeron que
ellos no la tenían. Abaco se enfureció e insultó al cielo. Recibió
un golpe y lo encerraron tres días más.



* La única mascota que tuvo Abaco era conocida en el barrio como
Dana. Era una perra sucia, perezosa y sin dueño que lo acompañaba en
el banco de la plaza. No ladraba, ni gruñía. Un día, las niñas que
vivían en la calle Perú volvían de la escuela y, sin querer, una de
ellas la pisó. El animal respondió con una mordida y la nena lloró
hasta llegar a su casa. Su hermano llamó a sus amigos y decidieron
alimentar la perra con una cena mortífera: carne mezclada con vidrio
molido. Dana murió esa noche al desangrarse por dentro, cerca del
banco de la plaza. Cuando Abaco la vio muerta metió la mano en el
bolsillo y contó unos pesos. Luego caminó hasta la avenida
Aconquija. Con lo que juntó pagó un aviso fúnebre de dos líneas.
Cuando la mujer que le tomó el pedido le preguntó el apellido de la
difunta, Abaco no supo más que contestar el suyo. Dana Abaco, dijo.
Al día siguiente cuando volvió a la plaza, en completa soledad,
murió de pena.



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