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11.07.2011

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puntos 8 | votos: 8
Querido dios, - Por favor este año manda ropa para todas aquellas pobres mujeres
desnudas del ordenador de mi papá, amén.
puntos 15 | votos: 21
Photoshop... - No solo provoca fails, también dice la verdad...
puntos 17 | votos: 17
Niña de papá - Descripción grafica
puntos 5 | votos: 7
La gente te Juzgara sin conocerte - Te criticara y te intentara pisotear si eres diferente.
Lo que no saben es que, Todos somos diferentes
¿Les airamos lo mismo a ellos que dicen ser Normales?
puntos 6 | votos: 6
Feel Like a Ninja - Eso debe sentir un político al robarnos el dinero sin darnos cuenta.

puntos 27 | votos: 27
El me quiere mas - Que yo a el.
puntos 2574 | votos: 2624
Nunca deje de quererte - Solo deje de demostrarlo.
puntos 39 | votos: 39
Amigo es aquel - que te critica de frente y te defiende a tus espaldas.
puntos 2786 | votos: 2964
La Casa de Forever Alone -
puntos 14 | votos: 14
¡Esa foto miente! - Ya cheque atras del monitor y solo hay cables

puntos 4 | votos: 4
La autoridad? - Podeis pegarnos, por supuesto !! Sois la autoridad !! Podeis darnos
con la porra, podeis tirarnos al suelo, podeis pegarnos patadas,
podeis arrastrarnos...claro, claro que podeis.

Incluso podeis hacerlo sin vuestro número de identificación, para
asi salvaros el culo. Pero siempre habrán cámaras, siempre habrán
móviles para grabaros. Recordad, una imagen vale más que mil
palabras. Siempre podreis alegar que de los 18 heridos 8 eran
policias, pero que curioso que no hayan pruebas de ello. Me dan igual
los partes médicos que hayais falsificado, o comprado, yo quiero
verlo, quiero ver con mis ojos como llegaba un indignado con unas
tijeras en mano y le rajaba la cara a un policia.
El dia que lo vea, lo reconoceré. Hasta entonces, seguiré diciendo
que sois unos hijos de puta, unos maltratadores, unos fascistas, que
abusais de vuestro poder sólo porque algunos os llaman la
autoridad.

Pero teneis demasiados factores en vuestra contra, y uno de ellos es
internet. Con o sin la Ley Sinde, seguiremos teniendo pruebas de como
abusais de nosotros cuando nuestras únicas armas son un par de manos,
manos alzadas, manos blancas que nunca han violado la ley más
universal e importante que exite: el respeto hacia los demás.

Continuad, de verdad, os animo a que nos pegueis. Cada golpe nos hace
más fuertes, cada vez que nos tirais al suelo nos levantamos con más
ganas. Nos llaman indignados, dicen que estamos hartos.
No, aun no lo estamos. El día que lo estemos sereis incapaces de
tocarnos. No podreis, no os lo permitiremos. Y si ese día llega es
gracias a vosotros, cuerpo de policía, la autoridad del estado,
quienes se encargan de mantener el orden, aquellos que trabajan
para defendernos a nosotros, al pueblo, a los ciudadanos de a pie,
porque cada vez que cargais nos dais la razón al pueblo.

Y recordad: el pueblo unido jamás será vencido.
puntos 8 | votos: 8
¿Por que los hombes... - No se dan cuenta de lo que tienen hasta que lo pierden?
puntos 13 | votos: 19
Tú eres mi google, ¿por que? - Porque tienes todo lo que busco.
puntos 13 | votos: 15
El amor  - Por que cada día la gente se fija mas en lo de fuera que en lo de
dentro, aprender a ver con el corazón y no con los ojos, que por eso
no seria amor si no un simple capricho.
puntos 2 | votos: 6
Al otro lado de la vida 1x101 - Comisaría 102 de Sheol 
1 de octubre de 2008

Bárbara apartó a Zoe de su lado, tapándole los ojos para evitar que
viera el dantesco espectáculo que se había formado en el despacho,
con los sesos de ese hombre derramándose por el agujero que Morgan le
había practicado junto al ojo, y las gotas de sangre escurriéndose
por las paredes. El propio Morgan se sorprendió por la potencia del
arma. Entonces el policía se giró hacia Bárbara, manteniendo la
misma mirada de odio que le había regalado a Alberto, con el
revólver todavía agarrado con ambas manos agarrotadas por la
tensión.
MORGAN – Ya podías haberme echado una mano, ¿no?
BÁRBARA – Yo…
MORGAN – Déjalo. No te esfuerces, niña.
	Más atontada por la situación que ofendida o avergonzada, Bárbara
vio como Morgan hacía un hábil movimiento con el arma, para
comprobar que el resto de huecos del tambor estaban ocupados por las
otras cuatro balas. Se la guardó en otro de los espacios de su
cinturón, que aunque preparado para una pistola lo acogió bien, y
por fin hizo lo que se había propuesto hacer al entrar, como si ese
intermedio no hubiera sido más que una pausa publicitaria en una
serie de televisión. Dio un par de pasos hacia la ventana, dando la
espalda al bueno de Alberto, y vio la columna de humo en el horizonte.
MORGAN – Como siga así va a arrasar la ciudad entera.
BÁRBARA – ¿Qué fue esa explosión?
MORGAN – Una caldera, un camión cisterna, una bombona de butano…
A saber. 
BÁRBARA – ¿Quieres decir que llegará aquí pronto?
MORGAN – No… No lo creo. Estamos muy lejos. Pero no creo que sea
prudente quedarse aquí mucho tiempo.
BÁRBARA – Si los infectados huyen del fuego, la ciudad será más
segura.
MORGAN – Si te apetece acabar prendida fuego, allá tú. Yo tengo
cosas mejores que hacer.
	Morgan pasó junto a Alberto, ignorándole, y dio media vuelta al
escritorio hasta acabar al otro lado del despacho, frente a la cómoda
silla de cuero negro salpicada de sangre. Abrió el primero de los
cajones: papeles y más papeles inútiles, y algo de material de
oficina. El segundo, más de lo mismo. Entonces vio que el tercero
tenía una cerradura. Su mente ya estaba desvariando, imaginándose a
si mismo tantear el cadáver de su jefe en busca de la maldita llave
que lo abriese. Pero para su sorpresa, al estirar no ofreció
resistencia alguna. Por primera vez en todo el día, se le iluminó el
rostro. Tan solo había un par de cajas, y una de ellas estaba
abierta, mostrando sólo la mitad de su contenido, pero era más que
suficiente para hacerle sentir de nuevo útil, para convencerse que
todo lo que habían hecho había servido para algo. Como ya tenía lo
que quería, se levantó y volvió por donde había venido. Le
entregó a Bárbara las dos cajas, para que las guardase; él no
tenía donde.
BÁRBARA – ¿Son balas?
MORGAN – Si, son balas.
	Se aguantaron la mirada un momento más, pero Morgan enseguida
prosiguió su camino. Bárbara y Zoe miraron cómo se dirigía a una
rudimentaria puerta de madera que había al otro extremo de la gran
sala. Como en la mayoría de ellas, un cartel blanco con grandes
letras negras delataba al inculto lo que había en su interior. En
este caso decía: TAQUILLAS. Morgan trató de abrir la puerta
estirándola, y al no conseguirlo la empujó. Miró un momento a las
chicas, que seguían plantadas en el mismo sitio desde hacía varios
minutos, y se llevó la mano a la espalda, a la altura de la cintura.
Ahí dentro estaba muy oscuro, de modo que encendió la linterna y
comprobó que no hubiese nadie ahí dentro; ya no se fiaba ni de su
sombra.
	Bárbara y Zoe le siguieron, sorprendiéndose al entrar en esa sala
donde las paredes habían sido sustituidas por taquillas de dos metros
de altura, y donde dos largos bancos eran todo el mobiliario que la
decoraba. La enorme mayoría estaban cerradas y con un candado
numérico; algunas de ellas estaban abiertas pero vacías. Morgan
sabía dónde iba, y se dirigió a uno de los extremos, para acabar
frente a la que había sido su taquilla desde el principio de los
tiempos. Agarró el candado con ambas manos, después de coger la
linterna con la boca, y mientras luchaba por evitar una arcada,
introdujo su número, con lo que la cerradura cedió y se quedo en sus
manos.
	Se encontró exactamente con lo que se esperaba, por mucho que había
fantaseado con otras posibilidades. Un uniforme limpio y planchado
pendía de la percha. Sobre el estante había unos guantes de cuero
negro, de los que se apropió, un bolígrafo que no funcionaba, y lo
que había venido a buscar. Su semiautomática, impecablemente limpia,
absolutamente vacía. Se giró para mirar a Zoe, y se palpó el
bolsillo de la pechera, donde descansaba la bala que tan inocentemente
le había regalado la niña. Se guardó la pistola en la cintura, por
la parte de atrás.
	Se disponía a dar media vuelta, cuando vio la taquilla de Rafael.
Estaba a un par de taquillas de la suya. Durante un segundo le
sobrevino un flash en el que le vio, bromeando mientras se ataviaba
con el uniforme de trabajo, charlando amistosamente con él, cuando no
existía mayor preocupación en el mundo que la de llegar a fin de
mes. Se acercó a la taquilla, iluminándola con la linterna, y
agarró el candado, dubitativo. Tenían el mismo número secreto, de
modo que no le costaría abrirla; el problema era que no se atrevía a
cruzar esa línea.
	Respiró hondo y se puso la linterna bajo la axila, para colocar los
cinco números en el candado, hasta que sonó el familiar clic. Lo
dejó abierto colgando de la argolla, y abrió la taquilla. Bárbara y
Zoe se acercaron al oír su exclamación de sorpresa. Ahora los
problemas parecían más pequeños. Cuatro cajas de cartuchos de
escopeta y tres de balas para la automática. Parecía que lo hubiera
hecho a propósito, y ese argumento ganó peso cuando levantó el
pequeño post-it rosa que había sobre una de las cajas, uno de los
que gastaba Alba en la recepción. 
	Contigo hasta el final, hermano. Morgan lo leyó y negó con la
cabeza al tiempo que se reía sin ningún tipo de tapujos y decía
hijo de puta. Bárbara y Zoe no comprendieron a qué venía todo eso,
pero pudieron leer en su cara que estaba de mucho mejor humor que
hasta hacía un momento. Morgan agradeció en silencio a Rafael su
gesta, allá dondequiera que estuviese.

puntos 9 | votos: 9
Ver esta imagen - Y recordar que había capítulos que te hacían llorar.



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