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20.11.2013

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Confusión - al sentirse protegido por la propia fuente de inseguridad
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Ese momento - En el que te das cuenta de que no puedes ganar...
pero no te resignas a perder.
puntos 7 | votos: 7
Soluciones prácticas - que sabes que no son permanentes.
puntos 3 | votos: 3
Por esas pequeñas casualidades - que marcaron nuestras vidas
puntos 5 | votos: 5
Tras sufrir miles de falsas derrotas - Llegamos a nuestro objetivo. Avancé, con una rosa en las manos, y
pude ver el miedo reflejado en sus ojos. Gritó entonces con tono
autoritario, pero no ocurrió nada. Desesperado, ofreció miles de
papeles coloridos a la multitud que me seguía, que a mi se me
antojaron inútiles. Dirigió hacia mi un aparato metálico, pero
nuestras miradas paralizaron sus dedos antes de que pudiese
utilizarlo. 
Y entonces comenzó a entender, pues su último recurso había
fallado. Millones de personas comprendimos entonces el error que
habíamos cometido; temer al patético hombrecillo que yacía ahora
frente a nosotros.
Decidimos, sin mediar palabra, que aún una criatura así merecía
nuestro perdón, así que lo único que hicimos fue sembrar mi rosa en
el mismo corazón de su guarida... ¡lo que pasó entonces fue
absolutamente inesperado! La criatura no podía soportar la vida que
desprendía mi rosa, símbolo de nuestra determinación, y la temió
hasta tal punto que, imagino, aún estará huyendo de ella.

puntos 2 | votos: 2
Flores de lápiz, VI - Entró un profesor, Hank, mi compañero de botánica. Protestaba por
el escándalo. Cuando me encontró llorando en el suelo fue en mi
socoro. “Hank, ¿tú lo ves no? ¿Ves los colores en sus pechos?”,
le pregunté desesperado. Cerró los ojos y asintió. Al ver su
afirmación acompañada de una completa pasividad, una simple
aceptación, me derrubé. “Ven, debes tomar un vaso de agua”, dijo
Hank.

Lo acompañé hasta su departamento, contiguo al mío. Nos servimos un
vaso de agua cada uno. Se austenó por unos momentos y luego estuvo de
vuelta. Traía en sus manos un chico tiesto. En él, plantada una
flor, ¡una flor roja!  ¡Roja de veras, de color! Era el rojo más
vivo que había visto nunca. Cogí el tiesto con ambas manos y me lo
puse delante de los ojos. Asombroso. “Un alumno lo hizo”, me dijo
Hank, “yo me quedé el tiesto, al alumno se lo llevaron. Debe ser lo
único colorido de por aquí. No sabemos cómo lo hizo, sólo sabemos
que tras expandirse el rumor de esta maravilla, dos hombres vinieron,
lo llevaron en un coche y no hemos vuelto a ver al jóven”. Yo
seguía atónito, con el tiesto en frente de mis ojos.

Aquella flor,
tan roja, tan bella.
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Entendí, al romper la última atadura - Que lo mismo que me sostenía me había impedido avanzar.




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