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Eminen -  no hacen falta las drogas, no tener relaciones sexuales sin
protección, no seas violento.
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¿Cuando naciste? -
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Un día... - Estaba en el cuarto de una amiga, y de repente, puso una canicon de
Justin Bieber y la miré con cara de desprecio y tristeza.
-¿Qué pasa?
Me dijo, a lo que yo la respondi:
-¿Por que quieres morir?
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¿Tan difícil... - es ser tu misma?
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Por que las mujeres - tardan tanto en comprar algo tan sencillo?

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Pero si no hubiera Lunes - Odiaríamos los martes.
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Solo tienes - Acceso a Internet
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Por esas veces, - en las que queremos hacer una buena acción, pero la gente se ofende.
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Ya no les preguntaré - Si quieren ser mi novia, ahora les diré ¿Quieres ser mi amiga?
Seguro que me responden “Te quiero, pero como novios”.
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¿Quien no dijo nunca - yo voy a tener un ferrari de mayor?

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Al otro lado de la vida 1x169 - Residencia de la familia Cuesta, Olah
30 de septiembre de 2008

Marion estaba tumbada boca arriba en el sofá del salón. La luz
anaranjada del ocaso se filtraba casi horizontal por las cristaleras,
a través de las cortinas y de la reja metálica, dibujando en el
suelo una malla que siempre le recordaba a una cárcel. Eso era en lo
que se había convertido su casa las últimas semanas, y ella era la
única prisionera; los infectados del exterior, sus carceleros. Pronto
llegaría la noche, pronto tendría que volver a esconderse en el
sótano, a escuchar impotente los ruidos de los infectados en los
alrededores, rezando aún sin ser creyente porque no tratasen de
entrar en la casa.
	Habían pasado más de dos semanas desde la muerte de su padre. Ella
prefería creer que había muerto, pues lo contrario resultaría
demasiado doloroso y traumático. Aquella calurosa tarde de verano,
los instaladores que estaban en casa con ella cuando lo vio todo en
riguroso directo por televisión, fueron muy afables con ella,
tratando de tranquilizarla, pues la ansiedad casi le había hecho
perder el conocimiento. Estuvieron con ella hasta casi entrada la
noche, apoyándola por turnos mientras el otro acababa el trabajo.
Ella enfocó toda su impotencia y su ira contra ellos, pero aún así
estuvieron a su lado en ese momento tan difícil. Fue al acercarse la
noche cuando tuvieron que dejarla sola. No podían aventurarse a salir
caído el sol, ya no sólo por el toque de queda, sino por el peligro
que ello entrañaría, por mucho que los soldados siguieran haciendo
sus rondas.
	Pero de eso hacía ya mucho tiempo, ahora las cosas eran muy
distintas, peores en cualquier caso. Hacía más de cinco días que no
había visto pasar ninguna patrulla por las calles. Desconocía el
motivo, pero la respuesta se volvía más evidente cuando, algunas
noches, subía al desván del segundo piso y miraba la calle. Su
barrio solía ser un barrio muy poco concurrido. De hecho, seguía
siéndolo durante el día, donde rara vez se veía vagar algún
despistado, siempre buscando la sombra. Pero por las noches todo
cambiaba. Las calles se volvían ruidosas, llenas de perturbados que
aparecían por ráfagas intermitentes, como las olas en el mar,
sembrando el pánico, buscando carne fresca pero sin encontrarla, por
fortuna para ella.
	Había perdido la cuenta del tiempo que hacía que había dejado de
tener electricidad. Para esos entonces ya se le habían acabado todas
las velas, y las pilas de las linternas, y había acabado optando por
limitarse a dormir durante la noche, sobre la cama plegable que había
bajado al sótano, que era el lugar donde más segura se sentía, pese
a que Carlos y Mikhail habían convertido la casa en una fortaleza
impenetrable. El gas y el agua también habían quedado en el olvido,
pero afortunadamente su casa disponía de un pozo particular, con
acceso desde el sótano, con reserva suficiente para varios meses,
para una sola persona. También tenía más de una tonelada de comida
en la despensa, el último presente de su padre antes de abandonarla
para siempre.
	En definitiva, tenía todo cuanto necesitaba para subsistir ahí
dentro durante una larga temporada, sobre todo si racionaba los bienes
de los que disponía, cosa que no hacía. Pero aún así, no pasaba ni
un minuto sin fantasear con la idea de abandonar la casa. Se sentía
prisionera ahí dentro, más a cada hora que pasaba. Y esa
desagradable sensación luchaba por acabar con sus nervios. Se sentía
acorralada, encerrada entre esas cuatro paredes, pese a saber que
podía abrir la puerta cuando le viniese en gana. Pero no se atrevía,
ni en pleno mediodía cuando la probabilidad de encontrarse con
alguien no deseado era realmente baja. Era porque tenía miedo, y el
miedo era mucho más grande que todo lo demás. Temía acabar como
había acabado su padre, era lo que más temía en el mundo en ese
momento. Prefería quitarse la vida antes que acabar de ese modo, y
por ese motivo seguía ahí dentro.
	Estaba quedándose traspuesta en el sofá, pensando en qué habría
sido de sus amigos. Todos habían abandonado la ciudad a principios de
mes, cada cual a un extremo del globo, en busca de un lugar más
seguro. Se preguntaba si ellos habrían corrido más suerte que ella,
si la epidemia no se había extendido a esas alturas por todo el
mundo. Pero no tenía modo alguno de saberlo. Ella también hubiera
querido alejarse todo lo que hubiera podido de España, pero su padre
estaba casado con su trabajo, y se negó en redondo. Él decía,
apoyándose en los informes que recibía día a día en los estudios
donde trabajaba, que el problema estaba prácticamente solucionado,
que sería cuestión de tiempo que todo volviese a la normalidad. Nada
más lejos de la realidad.
	Había llegado a quedarse dormida, cuando unos golpes la despertaron.
En un primer momento no supo dónde estaba, y se asustó al ver que ya
era prácticamente de noche. Los ruidos persistieron unos segundos
más. Era el sonido de unos nudillos golpeando la puerta de entrada.
El timbre ya no funcionaba. Marion se levantó sobresaltada. El
corazón le latía a mil por hora en el pecho, incluso produciéndole
cierto malestar, por lo intenso de su nerviosismo. Los golpes cesaron.
Entonces escuchó un ruido de pasos apresurados alejándose de ahí.
	Agarró el atizador que había en una especie de paragüero junto a
la chimenea antes de acercarse temblorosa y asustada a la puerta de
entrada. Tragó saliva y echó un vistazo por la mirilla. Gran parte
de su congoja se disipó al comprobar que ahí no había nadie. Lo
único que se veía era una porción de su jardín, algo ajado por la
ausencia de cuidados, ya que el jardinero hacía mucho que no pasaba
por ahí, y al otro lado la calle vacía, muerta. Algo más relajada,
se dio media vuelta. Se disponía a encerrarse en el sótano, cuando
escuchó una voz infantil.
	¿Mami? Marion tragó saliva y aguzó el oído. ¿Mamiiiiii? No
llegó a pensárselo dos veces. Si lo hubiera hecho, jamás hubiera
abierto la puerta. Apoyó el atizador en la pared, y le quitó el
seguro a la puerta. Giró el pomo y la abrió lentamente, hacia sí.
Pese a que ya lo había deducido, su sorpresa fue mayúscula al ver en
el umbral de la puerta a un niño, un niño muy pequeño, aunque
suficientemente grande para tenerse en pie y preguntar por su madre,
ahí, mirándola fijamente con sus diminutos penetrantes ojos
marrones. El pequeñajo tenía los ojos enrojecidos por el llanto,
aunque ahora parecía bastante más relajado. Sostenía en su mano
izquierda un osito de peluche al que le faltaba un ojo. Sin que ella
tuviera ocasión de reaccionar, el muchacho entró en la casa a toda
prisa, gritando una y otra vez ¡Mamiiii, mamiiiiii!
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SIEMPRE - hay esperanza
puntos 7 | votos: 7
Estornudos... - ...que esperan que hayas acabado de maquillarte, para salir
puntos 18 | votos: 18
Quiero Besarte - Pero no lo leas así, joder. Le quitas toda la emoción al verso. Lee
entre lineas. Haz un esfuerzo. Ponte en situación. Imagina que estoy
frente a ti. Que estoy cerca. A cuatro, a tres, a dos centímetros de
ti. Que mis manos suben despacio, por tu espalda, por tu cuello... Que
sólo estamos tu y yo. Que te atraigo hacia mí y pasamos a medir las
distancias en milímetros. A estas alturas ya deberías sentir mi
respiración, ya deberías escuchar cómo te lo digo al oído...
puntos 23 | votos: 23
Aun así - Soy feliz con un comentario

puntos 12 | votos: 12
vivo en un mundo - en el que se puede ver como le cortan el cuello a uno en una peli y 
no se puede ver como hacen el amor
puntos 24 | votos: 24
yo también - confundo aburrimiento con hambre
puntos 20 | votos: 22
Sentirme insegura con mi cuerpo, - sonreír y recordar que soy hermosa.
puntos 1519 | votos: 1561
La obsesión - por una perfección inexistente.




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