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14.04.2012

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- Hola a todos... - Mi nombre es Sara.
- Hola Sara- se oyeron voces al unísono-
- Cuéntanos tu historia – dijo una voz- de porque estás aquí.
Era una noche nublada. Mi hermano y yo discutíamos por quien iba a
manejar. Yo estaba aprendiendo.
- ¡No Sara! – me grito mi hermano- se que estas aprendiendo a
manejar, pero recuerda que mis padres me dieron las llaves a mí, es
una vía muy peligrosa y ya está de noche.
- Pero por favoooor- dije mientras alargaba la letra “o” y ponía
mi cara de niña que no rompe un plato.
- No pongas esa cara, sabes que no me convencerás.
- Bueno, por lo menos lo intente.
- Cierto, ahora anda a vestirte que llegaremos tarde a casa de los
abuelos, allá deben de estar papá y mamá esperándonos.
Ese era Peter, mi hermano mayor. Él… bueno, él está muerto.
- Lo sentimos mucho.
- Gracias- dijo Sara, como si tuviera ganas de llorar-
- Continua con tu historia – dijo un anciano que estaba sentado
entre el circulo de gente- y cálmate, no tienes porque llorar, aquí
estamos todos para ayudarte.
- Gracias de verdad, aunque quiera llorar no puedo, las lagrimas no me
salen – dijo un poco confundida-
- Continua por favor- dijo el anciano-.
Recuerdo que subí a mi habitación a cambiarme. No sabía que ponerme
y Peter me gritaba que me apurara que llegaríamos tarde.
- ¡Apúrate Sara, llegaremos tarde!
- ¡Ya va! – grite fuerte para que me oyera- ¡me falta un gancho!
Era mentira, no había escogido la ropa. 15 minutos después siento
que tocan la puerta.
- Sara, por favor – dijo Peter calmado- nos van a regañar.
- Ya estoy lista – le dije mientras abría la puerta-.
- No y que te faltaba un gancho – me dijo en un tono pícaro-.
- ¡Rayos! Olvide el gancho – dije para mis adentros- es que decidí
quitármelo.
- ¿Qué hare contigo hermana? Ya vámonos
- ¿Me dejaras manejar?
- Lo siento pero no lo hare.
Bajamos las escaleras y el tomo las llaves del auto y salimos de casa.
- Él nunca tomo las llaves -dijo el anciano a la señora que tenia al
lado-.
- ¿Por qué miente? –pregunto la señora en voz baja para que nadie
oyera-.
- No está mintiendo, ella no recuerda y por eso inventa, pero no lo
sabe.
En el auto le dije a mi hermano que era un estúpido por no dejarme
manejar – seguía Sara con la historia- y le di un golpe en la
cabeza.
- ¡Hey! ¿Por qué hiciste eso? – pregunto mi hermano molesto-
- Porque si – le conteste- te lo mereces por no dejarme manejar.
- ¡Sara ya compórtate! – me grito- ya estás muy grandecita para
la gracia.
- Está bien hermano, lo lamento, esta será la última vez que
suceda.
- ¿Por qué dijiste eso? – interrumpió el anciano-
- ¿Decir qué? – pregunto Sara un poco confundida-.
- “esta es la última vez que suceda”
- ¡Porque no lo molestaría más! – dijo Sara un poco alterada-
cuando saliera con él me comportaría.
- ¿Aun sigue sin recordar? – pregunto la señora al anciano-
- Así es – contesto el anciano sin que Sara oyera.
- Disculpen- interrumpió Sara con un poco de pena-
- Si niña.
- ¿De qué hablan Ud. y la señora?
- Pronto lo sabrás. Ahora continúa con la historia.
Bueno, encendí la radio y empezó a sonara una canción, era la
favorita de mi hermano.
- Déjala – dijo mi hermano- es mi favorita. La la la la.
- Jajaja, no te la sabes, aunque es muy buena la canción.
- Para que veas que tu hermanito no tiene malos gustos musicales.
- Tonto. Te quiero mucho hermano, lo siento.
- Yo también te quiero hermana.
- ¿Recuerdas que decía o como se llamaba la canción? –
interrumpió el anciano-
- No, no lo recuerdo. Pero era buena, aunque daba un poco de miedo la
letra. Era sobre la muerte o algo así. Detesto no poder recordar.
- Pronto lo harás.
- Y ¿cómo lo sabe?
- A la mayoría de las personas que vienen aquí les ha pasado eso,
pero con el tiempo logran recordarlo todo.
- Debería ser así, para eso les pagan.
- No nos pagan, pero no te desvíes del tema. Continúa por favor.
- Ya no recuerdo más. Lo último que recuerdo fue ver esa luz
brillante del lado del conductor. Pero lo que me parece extraño es
que… ¡limbo! así se llamaba la canción.
- Continua – dijo entusiasmado el anciano- sigue recordando, no
mientas. Trata de recordar lo que decía, esa es la clave.
- ¿La clave de qué? -dijo Sara desesperada-
- Recuerda y lo sabrás.
Sara empezó a tararear la canción en su mente, movía los pies y las
manos al ritmo de una canción desconocida y que nadie escuchaba hasta
que por fin abrió los ojos como platos y exclamo.
- ¡Ya la recuerdo!
- Vamos, compártela con nosotros – dijo la señora que se
encontraba al lado del anciano-
- El limbo es el lugar al que iras, donde nada recordaras – empezó
Sara a decir- no podrás llorar y tus ojos arderán y si no recuerdas
cosas inventaras y finalmente morirás. Recuerda, no inventes y a la
vida regresaras. Solo trata de recordar.
- ¡Perfecto!- exclamo el anciano- ahora lo recuerdas todo. Una
última pregunta. Antes de que te interrumpieras cuando recordaste el
nombre de la canción ¿Qué fue lo que te pareció extraño con la
luz brillante?
- Bueno que la luz venia del lado del conductor, y yo la sentí muy
cerca.
- ¿Como si tú estuvieras manejando?
- Exactamente- contesto Sara sin darse cuenta- … ya va… no, es
imposible. Eso no puede ser. ¿Qué sucede? ¡Mis ojos me arden!
¿qué es esto? ¿dónde estoy?
- Cálmate, no trates de llorar, tus ojos arderán. Los muertos no
lloran.
- ¡Yo no estoy muerta! – grito Sara- ¿por qué dices eso?
- Estas en el limbo, en mi limbo. Yo decido si la gente regresa a la
vida o muere. Pero eso depende de ellos. Comenzaste a inventar y ahí
me di cuenta de que habías muerto
- ¿Inventar qué? ¿De qué habla? – dijo Sara desesperada-
- En tu historia. Hay cosas que inventaste solo porque no recordabas.
No era tu hermano quien manejaba, eras tú, por eso sentiste la luz
tan cerca. Tu tomaste las llaves, no él. Cuando tenías ganas de
llorar, no pudiste hacerlo, recuerda que los muertos no lloran. Una
última cosa ¿lo recuerdas todo?
- Si, lo recuerdo – dijo Sara totalmente calmada- recuerdo que tome
las llaves, nos montamos en el auto. Ya en la carretera le dije a mi
hermano que lo sentía, que sería la última vez que sucedería.
Encendí la radio, sonó la canción. Le dije a mi hermano que lo
quería y él me contesto que también me quería. En ese momento vino
un carro de carga y se llevo el carro por el medio. Eso paso porque me
comí la luz del semáforo y me quede atravesada ahí. Por eso le
pedí disculpas a mi hermano, supongo que él no reacciono porque
sabía que era muy tarde, por eso me dijo que también me quería. Por
cierto ¿donde está él?
- Ya él cruzo y está esperando por ti.
- Yo nos asesine, no merezco ir a donde esta él.
- Esa no es tu decisión. Ya recordaste, ahora ve tranquila.
- Muchas gracias, ahora ya estoy tranquila.
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Todo sucedió esa fría... - noche de diciembre. Recuerdo que estaba sentado en la ventana de mi
habitación. Te vi pasar a mi lado y te pregunte que querías, no
dijiste ni una palabra. Esa era tu manera de decirme que no sucedía
nada cuando en realidad si te pasaba algo, pero sabias que al
decírmelo comenzaríamos a discutir.
Me diste la espalda y saliste de la habitación, saliste de la casa y
más nunca volviste a entrar. No fui tras de ti porque no tenia
ánimos de discutir. Quería seguir mirando la luna. Era luna llena.
Recuerdo cuando me dijiste que yo era como una especie de hombre lobo,
la luna llena me hipnotizaba y te gustaba verme así porque de esa
manera no peleábamos.
Cuando te marchaste me dejaste destrozado, no pensé que todo
terminaría de esa manera tan trágica pero así es la vida. Por un
momento nos hace felices y al otro nos destruye por completo.
No sé porque te fuiste, ese día estábamos felices. Tú sonreías y
con tan solo verte así yo era feliz. Siempre fui feliz estando a tu
lado. Ese día fue el más hermoso de mi vida, pero también el más
desagradable.
El ver tus maravillosos ojos grises me hacia querer tenerte de por
vida y perderme en ellos, pero no fue así. Te perdí. Trate de seguir
adelante, pero cuesta.  Cuando me dijiste “no aguanto más” supe
que era el final, pero las lágrimas en tus ojos delataban que
querías quedarte. Me dijiste que conseguiría a alguien mejor que tu,
pero no hay nadie que pueda superarte. Me dijiste adiós a pesar de
habernos jurado nunca decirnos esa palabra porque ambos conocemos su
verdadero significado.
Franco se levantó del suelo, se limpió las rodillas ya que las
tenía cubiertas de grama. Miro a la tumba donde descansaba el amor de
su vida, dio media vuelta y se fue. Mientras caminaba a su auto
recordó la noche en que su amada murió y toda su vida cambio.
Todo sucedió esa fría noche de diciembre. Recordó que estaba
sentado en la ventana de su habitación. La vio pasar a su lado y le
pregunto qué quería, ella no dijo ni una palabra. Esa era su manera
de decirle que no sucedía nada cuando en realidad si le pasaba algo.
Lo que pasaba es que ella estaba frente a la casa, agonizando, estaba
muriendo. El supo que algo le había pasado cuando escuchó un carro
frenar y estrellarse contra una pared. Salió corriendo y la vio, la
tomo en sus brazos. Ella le dijo “no aguanto más” y lo beso.
Finalmente le dijo adiós, a pesar de haberse jurado nunca decirse esa
palabra porque ambos conocían su verdadero significado.



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