En Desmotivaciones desde:
30.03.2011

 Última sesión:

 Votos recibidos:
bueno 0 | malo 0

puntos 33 | votos: 33
No necesito razones para luchar - solo a personas por las que hacerlo
puntos 33 | votos: 35
Si tu no sabes olvidar, - ni yo dejar de querer, estemos juntos toda la vida, yo te querre para
siempre y tu no me olvidaras nunca
puntos 19 | votos: 19
Nunca te recuerdo - porque jamás te olvido
puntos 17 | votos: 17
Desmotivacion es  - Cuando eres el nuevo y nadie se acerca ni a saludarte...
puntos 8 | votos: 12
Al otro lado de la vida - 1x18 - Residencia de la familia Peña
16 de septiembre de 2008

La alarma de un coche sonaba de fondo, incansable desde hacía ya
varias horas en esa calurosa tarde de verano. Ahora todo parecía
tranquilo, pero habían pasado ya por demasiado y la decisión era
irrevocable; se irían de esa ciudad maldita para no volver jamás.
Zoe estaba sobre el sofá, mirando la calle a través de la cortina.
Sus padres iban de un lado para otro, acabando de rellenar la última
 maleta, sabiendo que lo que no cogieran ahora jamás lo volverían a
ver. Uno de ellos apareció por la calle, corriendo sin rumbo, se
chocó contra una papelera y volcó su contenido en el suelo. Acto
seguido se agachó y comenzó a husmear en la basura, llevándose de
vez en cuando algo a la boca, para luego escupirlo.
	Zoe dejó caer la cortina y dio media vuelta. Su padre descansaba
sentado en una silla del comedor, mirándola con una expresión de
claro pesar en la cara. Su madre luchaba con una gran maleta,
tratando de cerrarla después de haber metido demasiada ropa dentro.
Adolfo le ayudó y acabaron cerrándola. La agarró, y la llevó
hasta la puerta de entrada, respirando agitadamente. Fuera sonó un
grito, y los tres se giraron instintivamente hacia la ventana. Adolfo
corrió al segundo piso en busca de algo y Paola anduvo hacia su hija,
mientras ésta la miraba sin poder evitar demostrar el miedo que
tenía.
PAOLA – Ahora nos iremos de la ciudad, a un lugar donde no hay
ninguna de esas personas enfermas. Cuando lleguemos ya no habrá nada
que temer, hija.
	Zoe miraba a su madre en silencio, con la boca cerrada y apenas sin
parpadear. Desde que empezasen los primeros alborotos, Zoe se había
mostrado temerosa, pero se amparaba en el silencio y la quietud, mas
que mostrar su pánico de una manera más activa. De hecho, no había
llorado ni una vez, ni cuando había recibido la trágica noticia de
la muerte de sus abuelos un par de días antes. Estaba demasiado
sobrepasada por la situación como para enterarse bien de lo que
ocurría, y el miedo no le permitía abrirse. Su madre leyó todo eso
en sus ojos, y sintió una vez más una gran impotencia, mientras
rogaba al cielo que con su huida del país se acabase esa pesadilla.
PAOLA –  Ya verás como todo saldrá bien.
	Paola besó en la frente a su única hija, y la abrazó con todas
sus fuerzas, estrujándola contra sí, notando que de ese modo la
podía proteger y que así conseguiría que jamás le pasase nada
malo. Adolfo bajó las escaleras a toda prisa, con un maletín negro.
Miró a las dos mujeres de su vida, y corrió de vuelta hacia la
puerta.
ADOLFO – Tenemos que irnos.
PAOLA – Si.
	Paola se levantó, y se acercó a Adolfo para hablar con él.
PAOLA – ¿Está todo?
ADOLFO – Si... Espero que sea suficiente.
PAOLA – ¿Cuanto...?
ADOLFO – Catorce mil.
	Paola miró el maletín, bajó la mirada, y se esforzó por mostrar
una cara serena cuando se dirigió de nuevo a su hija.
PAOLA – Nos vamos ya. Ve a ver si tienes algo más que coger de tu
cuarto, y en cuanto vuelvas, nos iremos.
	Zoe la miró, con la acostumbrada mirada inexpresiva que tanto le
dolía a su madre. Quedó quieta unos segundos, y acabó
levantándose. Se dirigió a su cuarto, aún con la idea de que no
volvería a entrar en el jamás. Abrió la puerta suavemente, oyendo
su gruñido característico, y se encontró en una habitación que
poco tenía que ver con la que ella recordaba. La luz se filtraba
entre las rendijas que dejaban los tableros de madera que su padre
había clavado días antes. Esa era la única luz de la que
disponía, pues hacía ya un par de días que habían cortado el
suministro eléctrico. 
	La sola visión de su cuarto muerto, al igual que lo estaba el
hombre que se había chocado contra la papelera, le hizo erizar el
vello de los brazos. No quería estar ahí, le daba miedo entrar en
su propio cuarto, tenía miedo que uno de ellos apareciese entre las
sombras para llevársela, al igual que habían hecho con los abuelos,
de modo que volvió al salón con las manos vacías. Ahí la estaban
esperando sus padres. Adolfo respiró hondo y quitó el seguro de la
puerta. Paola le miró y él le devolvió la mirada, entonces la
abrió.
ADOLFO – Zoe, ven con papá.
	Zoe se acercó sumisa a su padre, y éste la agarró en brazos, pese
a que ella ya era mayor para eso. Se disponía a agarrar la maleta con
el izquierdo cuando Paola posó su mano sobre la suya, y le señaló
el maletín con la mirada. Adolfo le hizo caso, y agarró el maletín
al tiempo que ella cogía la maleta. El resto de maletas ya
descansaban en el coche, que estaba estratégicamente aparcado
haciendo de barricada frente a la puerta. Paola corrió hacia el
maletero y metió la enorme maleta, al tiempo que Adolfo abría las
puertas delanteras e invitaba a Zoe a que se sentase en el lugar del
copiloto.
	Sonó el portazo del maletero al cerrarse, y antes de darse cuenta
ya estaban los tres dentro. Zoe estaba sentada sobre el regazo de su
madre, y Adolfo iba de conductor. Posó la frente sobre el volante, y
respiró hondo de nuevo. Colocó la llave en el contacto y tras un par
de intentos que de poco acaban con la poca serenidad que le quedaba,
consiguió finalmente arrancar y guió el coche hacia el portón de
entrada. Tras dejar el coche encarado al portón, y a sabiendas de
que con el mando a distancia no lo abriría jamás, puesto que no
había luz, bajó del coche. Paola le miró con miedo, viendo como
arrastraba la enorme puerta metálica sin dejar de mirar la calle,
por la que no pasaba nadie en ese momento. Cuando el portón estuvo
suficientemente abierto, Adolfo corrió de nuevo al coche, y lo puso
en movimiento, totalmente ignorante de lo que les estaba a punto de
ocurrir.




LOS MEJORES CARTELES DE

Número de visitas: 11449070957 | Usuarios registrados: 2057477 | Clasificación de usuarios
Carteles en la página: 8001797, hoy: 2, ayer: 24
blog.desmotivaciones.es
Contacto | Reglas
▲▲▲

Valid HTML 5 Valid CSS!