En Desmotivaciones desde:
04.07.2011

 Última sesión:

 Votos recibidos:
bueno 0 | malo 0

puntos 16 | votos: 20
Propongo un cartel-juego - El juego es el siguiente: Cada uno pondrá en los comentarios sus
iniciales (Si te llamas Eufranasio Raimúndez, pondrás E.R.), y los
demás tendremos que pensar en un famoso, da igual de lo que sea, como
si es cantante, como actor, como futbolista, que tenga también esas
iniciales.
puntos 7 | votos: 11
Al otro lado de la vida 1x140 - De camino a Etzel
2 de octubre de 2008

El furgón siguió su camino. Pasaron junto a los cadáveres de al
menos media docena de personas, teniendo que aminorar la marcha para
poder esquivarlos. Uno de ellos llevaba un uniforme naranja. Christian
no pudo reconocerle, por bien que se esforzó; podría ser cualquiera
de sus compañeros. De todos modos, ese toque de atención le hizo
tomárselo todo más en serio. Hasta ahora había oído hablar de
ello, pero no había tenido tiempo de comprobarlo con sus propios
ojos. El ver esos cadáveres en la calle, y sobre todo el ver que
Morgan no se inmutó lo más mínimo, le encogió el corazón. 
No podía dejar de pensar en su madre, y la impotencia que sentía
aún aumentaba más su impaciencia, hasta el punto de preguntarse si
no había cometido un error al acceder a ir con esos desconocidos en
dirección contraria a dónde podría encontrarse ella. Miró a su
lado, y vio la escopeta del policía. Al menos se sentía seguro con
ellos, y eso ya era algo. Morgan le llamó la atención, y el chico se
giró para mirar lo que él señalaba. Junto a una pareja de
cadáveres que había en el arcén de la derecha, resguardados de la
lluvia bajo un enorme pino había un par de infectados en pie. A uno
de ellos le faltaba la camiseta, y al otro los pantalones. Se les
quedaron mirando al pasar, pero no osaron alejarse de su lugar al
resguardo de la lluvia. Un trueno resonó en el ambiente, y los
infectados se cubrieron la cabeza con las manos. Morgan frunció el
ceño al verles.
MORGAN – Están como atontados. Nunca les había visto así.
CHRISTIAN – ¿Así cómo?
MORGAN – Así... Parece que estén drogados. Normalmente se
abalanzan contra los coches, aunque vayas a toda pastilla.
CHRISTIAN – Tal vez estén saciados. ¿No has visto que había un
par de cuerpos junto a ellos? Comen… gente, ¿no?
MORGAN – Eso no tiene nada que ver. No es el hambre lo que les
mueve. Es… como un instinto, que les vuelve violentos. No son
depredadores que maten para alimentarse. Matan por deporte… por
ocio.
	Esos datos le ponían la piel de gallina, pero agradecía hasta la
última palabra. Si quería sobrevivir en ese nuevo mundo que se
había forjado a sus espaldas, debería al menos saber a qué se
enfrentaba. Christian se quedó mirando al policía; éste no apartaba
los ojos de la carretera desierta. Se sorprendió al ver que no se
cruzaban con ningún coche. Era lógico, pero aún así le llamó la
atención. En su fuero interno todavía guardaba la imagen del mundo
tal cómo lo conoció antes de ingresar en prisión, y todavía
tardaría mucho en acostumbrarse a ese nuevo mundo.
CHRISTIAN – Quizá no les guste la lluvia.
	Morgan apartó la mirada de la carretera para mirar al chico. En un
primer momento sintió la necesidad de burlarse de él por la aparente
estupidez que acababa de decir. Un instante después, reflexionó, y
se preguntó si realmente no sería tan mala idea.
MORGAN – Había escuchado que temían al fuego, pero a la lluvia…
Ahora que lo dices. No hemos visto apenas ninguno desde que empezó a
llover.
CHRISTIAN – Lo mismo es eso.
MORGAN – No, no. Aunque son nocturnos, siempre hay algún despistado
por la calle de día. Pero hoy… Están todos…
	Morgan dejó la frase incompleta. Pasaron bajo un puente sobre el que
cruzaban al menos seis carriles de la autopista. Por un momento
dejaron de oír el ruido del agua al chocar contra el furgón. Ahí
abajo había cuatro infectados más; al parecer les había pillado la
lluvia sin un lugar mejor en el que resguardarse. Esos tampoco
parecían tener ganas de marcha. Morgan frenó lentamente la
furgoneta, dispuesto a pegar un acelerón cuando hiciese falta. Los
infectados se les quedaron mirando, inmóviles desde su posición.
Estaban los cuatro de pie, uno junto al otro. Morgan llegó a parar
por completo el vehículo, a menos de cinco metros de ellos, y se les
quedó mirando con curiosidad. 
MORGAN – A que vas a tener razón…
	Christian chasqueó la lengua, mostrando su impaciencia y su miedo.
La tuviera o no, pararse junto a ellos era una estupidez se mirara
como se mirase. Morgan les hizo señales con las luces largas,
esperando una reacción que no se llegó a producir. 
BÁRBARA – ¡¿Por qué nos paramos?!
ZOE – ¡¿Ya hemos llegado?!
MORGAN – ¡No, aún falta un poco!
Con una cara más de desconcierto que otra cosa, pisó de nuevo el
acelerador y se alejó de los infectados, que siguieron el vehículo
con la mirada, apenas moviendo un poco el cuello para no perderles de
vista. De nuevo notaron la furia de la lluvia contra el metal y los
cristales. El resto del trayecto prosiguió sin mayores problemas, sin
ningún indeseable encuentro más. Un kilómetro antes de llegar a su
destino, tuvieron que sortear un trailer que había volcado en la
carretera. Al parecer transportaba material de construcción, a juzgar
por las toneladas de barras de metal que había por doquier. Morgan
tuvo que meterse en el carril de la izquierda, y conducir unos metros
contra dirección para sortear todo el desaguisado. Sabía que era
estúpido, pero se sintió raro al hacerlo.
La escuela estaba en las afueras, de modo que se ahorraron tener que
entrar al centro. Cruzaron una pequeña zona industrial y una de naves
comerciales, y finalmente alcanzaron la avenida que les dirigió a su
destino. Al llegar a la verja, Morgan vio que las puertas estaban tal
cual él las había dejado. Su única traba era un candado acompañado
de la misma llave que lo abría. Así se aseguraba que no podría
entrar ningún infectado, pero permitiría a cualquier persona sana
entrar si lo necesitaba. Al parecer nadie lo había necesitado en todo
ese tiempo. Morgan todavía guardaba la esperanza que alguno de los
que estaban con él el día que abandonaron la escuela hubiera
decidido volver. El ver que nadie lo había hecho le hizo revivir ese
amargo recuerdo.
Estacionó el furgón frente al portón, y salió a toda prisa a abrir
el candado. Abrió las puertas de par en par, y Christian se encargó
de meter el vehículo dentro. Una vez lo hizo, Morgan cerró de nuevo
las puertas, y en esta ocasión se guardó la llave del candado en el
bolsillo. No quería ningún tipo de sorpresa mientras estuvieran
dentro; menos al saber que el recinto estaba totalmente libre de
infectados. Recuperó su asiento al volante y dirigió el vehículo
hacia la entrada principal de la escuela, subiendo una pequeña
cuesta. Sin mediar palabra los hombres salieron de la cabina, y fueron
hacia la parte trasera del furgón. No tenía la llave echada, de modo
que tan solo tuvieron que abrir las puertas para dejar salir a las
chicas.
Estaban las dos sentadas en el mismo banco, el de la derecha. Cuando
el portón se abrió, ambas se levantaron. Bárbara fue la primera en
salir, y al ver dónde se encontraba, quedó boquiabierta. Todos
miraban su expresión sorprendida, sin comprender de qué iba todo
eso. Dio un par de pasos hacia las puertas de entrada, pintadas de un
verde chillón. Se acercó al cristal y miró hacia dentro,
haciéndose visera con las manos para ver mejor. Acto seguido se giró
hacia Morgan.
BÁRBARA – ¿Esto es una broma?
puntos 5 | votos: 9
Ahi gente - que no se atreve a decir Te quiero por miedo a escuchar un yo no
ellos no saben lo que es el verdader amor
puntos 13 | votos: 15
El 92% de la gente  - que escribe “jaja” en Internet no se ríe de verdad. Desmotivante
puntos 8 | votos: 8
desmotiva - que cuando tienes ganas de estornudar se te pasen las ganas




LOS MEJORES CARTELES DE

Número de visitas: 11443580782 | Usuarios registrados: 2057355 | Clasificación de usuarios
Carteles en la página: 8001680, hoy: 15, ayer: 18
blog.desmotivaciones.es
Contacto | Reglas
▲▲▲

Valid HTML 5 Valid CSS!