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08.10.2011

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Quidditch - Cuando empezó el mes de noviembre, el tiempo se volvió muy frío.
Las montañas
cercanas al colegio adquirieron un tono gris de hielo y el lago
parecía de acero
congelado. Cada mañana, el parque aparecía cubierto de escarcha. Por
las ventanas de
arriba veían a Hagrid descongelando las escobas en el campo de
quidditch, enfundado
en un enorme abrigo de piel de topo, guantes de pelo de conejo y
enormes botas de piel
de castor.
Iba a comenzar la temporada de quidditch. Aquel sábado, Harry
jugaría su primer
partido, después de semanas de entrenamiento: Gryffindor contra
Slytherin. Si
Gryffindor ganaba, pasarían a ser segundos en el campeonato de las
casas.
Casi nadie había visto jugar a Harry, porque Wood había decidido que
sería su
arma secreta. Harry también debía mantenerlo en secreto. Pero la
noticia de que iba a
jugar como buscador se había filtrado, y Harry no sabía qué era
peor: que le dijeran que
lo haría muy bien o que sería un desastre.
Era realmente una suerte que Harry tuviera a Hermione como amiga. No
sabía
cómo habría terminado todos sus deberes sin la ayuda de ella, con
todo el entrenamiento
de quidditch que Wood le exigía. La niña también le había prestado
Quidditch a través
de los tiempos, que resultó ser un libro muy interesante.
Harry se enteró de que había setecientas formas de cometer una falta
y de que todas
se habían consignado durante los Mundiales de 1473; que los
buscadores eran
habitualmente los jugadores más pequeños y veloces, y que los
accidentes más graves
les sucedían a ellos; que, aunque la gente no moría jugando al
quidditch, se sabía de
árbitros que habían desaparecido, para reaparecer meses después en
el desierto del
Sahara.
Hermione se había vuelto un poco más flexible en lo que se refería
a quebrantar las
reglas, desde que Harry y Ron la salvaron del monstruo, y era mucho
más agradable. El
día anterior al primer partido de Harry los tres estaban fuera, en el
patio helado, durante
un recreo, y la muchacha había hecho aparecer un brillante fuego
azul, que podían llevar
con ellos, en un frasco de mermelada. Estaban de espaldas al fuego
para calentarse
cuando Snape cruzó el patio. De inmediato, Harry se dio cuenta de que
Snape cojeaba.
Los tres chicos se apiñaron para tapar el fuego, ya que no estaban
seguros de que
aquello estuviera permitido. Por desgracia, algo en sus rostros
culpables hizo detener a
Snape. Se dio la vuelta, arrastrando la pierna. No había visto el
fuego, pero parecía
buscar una razón para regañarlos.
—¿Qué tienes ahí, Potter?
Era el libro sobre quidditch. Harry se lo enseñó.
—Los libros de la biblioteca no pueden sacarse fuera del colegio
—dijo Snape—.
Dámelo. Cinco puntos menos para Gryffindor.
—Seguro que se ha inventado esa regla —murmuró Harry con furia,
mientras
Snape se alejaba cojeando—. Me pregunto qué le pasa en la pierna.
—No sé, pero espero que le duela mucho —dijo Ron con amargura.
En la sala común de Gryffindor había mucho ruido aquella noche.
Harry, Ron y
Hermione estaban sentados juntos, cerca de la ventana. Hermione estaba
repasando los
deberes de Harry y Ron sobre Encantamientos. Nunca los dejaba copiar
(«¿cómo vais a
aprender?»), pero si le pedían que revisara los trabajos les
explicaba las respuestas
correctas.
Harry se sentía inquieto. Quería recuperar su libro sobre quidditch,
para mantener
la mente ocupada y no estar nervioso por el partido del día
siguiente. ¿Por qué iba a
temer a Snape? Se puso de pie y dijo a Ron y Hermione que le
preguntaría a Snape si
podía devolverle el libro.
—Yo no lo haría —dijeron al mismo tiempo, pero Harry pensaba que
Snape no se
iba a negar, si había otros profesores presentes.
Bajó a la sala de profesores y llamó. No hubo respuesta. Llamó otra
vez. Nada.
¿Tal vez Snape había dejado el libro allí? Valía la pena
intentarlo. Empujó un poco
la puerta, miró antes de entrar... y sus ojos captaron una escena
horrible.
Snape y Filch estaban allí, solos. Snape tenía la túnica levantada
por encima de las
rodillas. Una de sus piernas estaba magullada y llena de sangre. Filch
le estaba
alcanzando unas vendas.
—Esa cosa maldita... —decía Snape—. ¿Cómo puede uno vigilar a
tres cabezas al
mismo tiempo?
Harry intentó cerrar la puerta sin hacer ruido, pero...
—¡POTTER!
El rostro de Snape estaba crispado de furia y dejó caer su túnica
rápidamente, para
ocultar la pierna herida. Harry tragó saliva.
—Me preguntaba si me podía devolver mi libro —dijo.
—¡FUERA! ¡FUERA DE AQUÍ!
Harry se fue, antes de que Snape pudiera quitarle puntos para
Gryffindor. Subió
corriendo la escalera.
—¿Lo has conseguido? —preguntó Ron, cuando se reunió con
ellos—. ¿Qué ha
pasado?
Entre susurros, Harry les contó lo que había visto.
—¿Sabéis lo que quiere decir? —terminó sin aliento—. ¡Que
trató de pasar por
donde estaba el perro de tres cabezas, en Halloween! Allí se dirigía
cuando lo vimos...
¡Iba a buscar lo que sea que tengan guardado allí! ¡Y apuesto mi
escoba a que fue él
quien dejó entrar al monstruo, para distraer la atención!
Hermione tenía los ojos muy abiertos.
—No, no puede ser —dijo—. Sé que no es muy bueno, pero no iba a
tratar de robar
algo que Dumbledore está custodiando.
—De verdad, Hermione, tú crees que todos los profesores son santos
o algo
parecido —dijo enfadado Ron—. Yo estoy con Harry. Creo que Snape
es capaz de
cualquier cosa. Pero ¿qué busca? ¿Qué es lo que guarda el perro?
Harry se fue a la cama con aquellas preguntas dando vueltas en su
cabeza. Neville
roncaba con fuerza, pero Harry no podía dormir. Trató de no pensar
en nada (necesitaba
dormir; debía hacerlo, tenía su primer partido de quidditch en pocas
horas) pero la
expresión de la cara de Snape cuando Harry vio su pierna era difícil
de olvidar.
La mañana siguiente amaneció muy brillante y fría. El Gran Comedor
estaba inundado
por el delicioso aroma de las salchichas fritas y las alegres charlas
de todos, que
esperaban un buen partido de quidditch.
—Tienes que comer algo para el desayuno.
—No quiero nada.
—Aunque sea un pedazo de tostada —suplicó Hermione.
—No tengo hambre.
Harry se sentía muy mal. En cualquier momento echaría a andar hacia
el terreno de
juego.
—Harry, necesitas fuerza —dijo Seamus Finnigan—. Los únicos que
el otro equipo
marca son los buscadores.
—Gracias, Seamus —respondió Harry, observando cómo llenaba de
salsa de
tomate sus salchichas.
A las once de la mañana, todo el colegio parecía estar reunido
alrededor del campo
de quidditch. Muchos alumnos tenían prismáticos. Los asientos
podían elevarse pero,
incluso así, a veces era difícil ver lo que estaba sucediendo.
Ron y Hermione se reunieron con Seamus y Dean en la grada más alta.
Para darle
una sorpresa a Harry, habían transformado en pancarta una de las
sábanas que Scabbers
había estropeado. Decía: «Potter; presidente», y Dean, que
dibujaba bien, había trazado
un gran león de Gryffindor. Luego Hermione había realizado un
pequeño hechizo y la
pintura brillaba, cambiando de color.
Mientras tanto, en los vestuarios, Harry y el resto del equipo se
estaban cambiando
para ponerse las túnicas color escarlata de quidditch (Slytherin
jugaba de verde).
Wood se aclaró la garganta para pedir silencio.
—Bueno, chicos —dijo.
—Y chicas —añadió la cazadora Angelina Johnson.
—Y chicas —dijo Wood—. Éste es...
—El grande —dijo Fred Weasley
—El que estábamos esperando —dijo George.
—Nos sabemos de memoria el discurso de Oliver —dijo Fred a
Harry—.
Estábamos en el equipo el año pasado.
—Callaos los dos —ordenó Wood—. Éste es el mejor equipo que
Gryffindor ha
tenido en muchos años. Y vamos a ganar.
Les lanzó una mirada que parecía decir: «Si no...».
—Bien. Ya es la hora. Buena suerte a todos.
Harry siguió a Fred y George fuera del vestuario y, esperando que las
rodillas no le
temblaran, pisó el terreno de juego entre vítores y aplausos.
La señora Hooch hacía de árbitro. Estaba en el centro del campo,
esperando a los
dos equipos, con su escoba en la mano.
—Bien, quiero un partido limpio y sin problemas, por parte de todos
—dijo cuando
estuvieron reunidos a su alrededor.
Harry notó que parecía dirigirse especialmente al capitán de
Slytherin, Marcus
Flint, un muchacho de quinto año. Le pareció que tenía un cierto
parentesco con el trol
gigante. Con el rabillo del ojo, vio el estandarte brillando sobre la
muchedumbre:
«Potter; presidente». Se le aceleró el corazón. Se sintió más
valiente.
—Montad en vuestras escobas, por favor.
Harry subió a su Nimbus 2.000.
La señora Hooch dio un largo pitido con su silbato de plata. Quince
escobas se
elevaron, alto, muy alto en el aire. Y estaban muy lejos.
—Y la quaffle es atrapada de inmediato por Angelina Johnson de
Gryffindor... Qué
excelente cazadora es esta joven y, a propósito, también es muy
guapa...
—¡JORDAN!
—Lo siento, profesora.
El amigo de los gemelos Weasley, Lee Jordan, era el comentarista del
partido,
vigilado muy de cerca por la profesora McGonagall.
—Y realmente golpea bien, un buen pase a Alicia Spinnet, el gran
descubrimiento
de Oliver Wood, ya que el año pasado estaba en reserva... Otra vez
Johnson y.. No,
Slytherin ha cogido la quaffle, el capitán de Slytherin, Marcus Flint
se apodera de la
quaffle y allá va... Flint vuela como un águila... está a punto
de... no, lo detiene una
excelente jugada del guardián Wood de Gryffindor y Gryffindor tiene
la quaffle... Aquí
está la cazadora Katie Bell de Gryffindor; buen vuelo rodeando a
Flint, vuelve a
elevarse del terreno de juego y.. ¡Aaayyyy!, eso ha tenido que
dolerle, un golpe de
bludger en la nuca... La quaffle en poder de Slytherin... Adrian Pucey
cogiendo
velocidad hacia los postes de gol, pero lo bloquea otra bludger,
enviada por Fred o
George Weasley, no sé cuál de los dos... bonita jugada del golpeador
de Gryffindor, y
Johnson otra vez en posesión de la quaffle, el campo libre y allá
va, realmente vuela,
evita una bludger, los postes de gol están ahí... vamos, ahora
Angelina... el guardián
Bletchley se lanza... no llega... ¡GOL DE GRYFFINDOR!
Los gritos de los de Gryffindor llenaron el aire frío, junto con los
silbidos y
quejidos de Slytherin.
—Venga, dejadme sitio.
—¡Hagrid!
Ron y Hermione se juntaron para dejarle espacio a Hagrid.
—Estaba mirando desde mi cabaña —dijo Hagrid, enseñando el largo
par de
binoculares que le colgaban del cuello—. Pero no es lo mismo que
estar con toda la
gente. Todavía no hay señales de la snitch, ¿no?
—No —dijo Ron—. Harry todavía no tiene mucho que hacer.
—Mantenerse fuera de los problemas ya es algo —dijo Hagrid,
cogiendo sus
binoculares y fijándolos en la manchita que era Harry.
Por encima de ellos, Harry volaba sobre el juego, esperando alguna
señal de la
snitch. Eso era parte del plan que tenían con Wood.
—Manténte apartado hasta que veas la snitch —le había dicho
Wood—. No
queremos que ataques antes de que tengas que hacerlo.
Cuando Angelina anotó un punto, Harry dio unas volteretas para
aflojar la tensión,
y volvió a vigilar la llegada de la snitch. En un momento vio un
resplandor dorado, pero
era el reflejo del reloj de uno de los gemelos Weasley; en otro, una
bludger decidió
perseguirlo, como si fuera una bala de cañón, pero Harry la esquivó
y Fred Weasley
salió a atraparla.
—¿Está todo bien, Harry? —tuvo tiempo de gritarle, mientras
lanzaba la bludger
con furia hacia Marcus Flint.
—Slytherin toma posesión —decía Lee Jordan—. El cazador Pucey
esquiva dos
bludgers, a los dos Weasley y al cazador Bell, y acelera... esperen un
momento... ¿No es
la snitch?
Un murmullo recorrió la multitud, mientras Adrian Pucey dejaba caer
la quaffle,
demasiado ocupado en mirar por encima del hombro el relámpago dorado,
que había
pasado al lado de su oreja izquierda.
Harry la vio. En un arrebato de excitación se lanzó hacia abajo,
detrás del destello
dorado. El buscador de Slytherin, Terence Higgs, también la había
visto. Nariz con
nariz, se lanzaron hacia la snitch... Todos los cazadores parecían
haber olvidado lo que
debían hacer y estaban suspendidos en el aire para mirar.
Harry era más veloz que Higgs. Podía ver la pequeña pelota,
agitando sus alas,
volando hacia delante. Aumentó su velocidad y..
¡PUM! Un rugido de furia resonó desde los Gryffindors de las
tribunas... Marcus
Flint había cerrado el paso de Harry, para desviarle la dirección de
la escoba, y éste se
aferraba para no caer.
—¡Falta! —gritaron los Gryffindors.
La señora Hooch le gritó enfadada a Flint, y luego ordenó tiro
libre para
Gryffindor; en el poste de gol. Pero con toda la confusión, la snitch
dorada, como era de
esperar, había vuelto a desaparecer.
Abajo en las tribunas, Dean Thomas gritaba.
—¡Eh, árbitro! ¡Tarjeta roja!
—Esto no es el fútbol, Dean —le recordó Ron—. No se puede
echar a los
jugadores en quidditch... ¿Y qué es una tarjeta roja?
Pero Hagrid estaba de parte de Dean.
—Deberían cambiar las reglas. Flint ha podido derribar a Harry en
el aire.
A Lee Jordan le costaba ser imparcial.
—Entonces... después de esta obvia y desagradable trampa...
—¡Jordan! —lo regañó la profesora McGonagall.
—Quiero decir, después de esta evidente y asquerosa falta...
—¡Jordan, no digas que no te aviso...!
—Muy bien, muy bien. Flint casi mata al buscador de Gryffindor, cosa
que le
podría suceder a cualquiera, estoy seguro, así que penalti para
Gryffindor; la coge
Spinnet, que tira, no sucede nada, y continúa el juego, Gryffindor
todavía en posesión
de la pelota.
Cuando Harry esquivó otra bludger, que pasó peligrosamente cerca de
su cabeza,
ocurrió. Su escoba dio una súbita y aterradora sacudida. Durante un
segundo pensó que
iba a caer. Se aferró con fuerza a la escoba con ambas manos y con
las rodillas. Nunca
había experimentado nada semejante.
Sucedió de nuevo. Era como si la escoba intentara derribarlo. Pero
las Nimbus
2.000 no decidían súbitamente tirar a sus jinetes. Harry trató de
dirigirse hacia los
postes de Gryffindor para decirle a Wood que pidiera una suspensión
del partido, y
entonces se dio cuenta de que su escoba estaba completamente fuera de
control. No
podía dar la vuelta. No podía dirigirla de ninguna manera. Iba en
zigzag por el aire y, de
vez en cuando, daba violentas sacudidas que casi lo hacían caer.
Lee seguía comentando el partido.
—Slytherin en posesión... Flint con la quaffle... la pasa a
Spinnet, que la pasa a
Bell... una bludger le da con fuerza en la cara, espero que le rompa
la nariz (era una
broma, profesora), Slytherin anota un tanto, oh, no...
Los de Slytherin vitoreaban. Nadie parecía haberse dado cuenta de la
conducta
extraña de la escoba de Harry Lo llevaba cada vez más alto, lejos
del juego,
sacudiéndose y retorciéndose.
—No sé qué está haciendo Harry —murmuró Hagrid. Miró con los
binoculares—.
Si no lo conociera bien, diría que ha perdido el control de su
escoba... pero no puede
ser...
De pronto, la gente comenzó a señalar hacia Harry por encima de las
gradas. Su
escoba había comenzado a dar vueltas y él apenas podía sujetarse.
Entonces la multitud
jadeó. La escoba de Harry dio un salto feroz y Harry quedó colgando,
sujeto sólo con
una mano.
—¿Le sucedió algo cuando Flint le cerró el paso? —susurró
Seamus.
—No puede ser —dijo Hagrid, con voz temblorosa—. Nada puede
interferir en una
escoba, excepto la poderosa magia tenebrosa... Ningún chico le puede
hacer eso a una
Nimbus 2.000.
Ante esas palabras, Hermione cogió los binoculares de Hagrid, pero en
lugar de
enfocar a Harry comenzó a buscar frenéticamente entre la multitud.
—¿Qué haces? —gimió Ron, con el rostro grisáceo.
—Lo sabía —resopló Hermione—. Snape... Mira.
Ron cogió los binoculares. Snape estaba en el centro de las tribunas
frente a ellos.
Tenía los ojos clavados en Harry y murmuraba algo sin detenerse.
—Está haciendo algo... Mal de ojo a la escoba —dijo Hermione.
—¿Qué podemos hacer?
—Déjamelo a mí.
Antes de que Ron pudiera decir nada más, Hermione había
desaparecido. Ron
volvió a enfocar a Harry. La escoba vibraba tanto que era casi
imposible que pudiera
seguir colgado durante mucho más tiempo. Todos miraban aterrorizados,
mientras los
Weasley volaban hacía él, tratando de poner a salvo a Harry en una
de las escobas. Pero
aquello fue peor: cada vez que se le acercaban, la escoba saltaba más
alto. Se dejaron
caer y comenzaron a volar en círculos, con el evidente propósito de
atraparlo si caía.
Marcus Flint cogió la quaffle y marcó cinco tantos sin que nadie lo
advirtiera.
—Vamos, Hermione —murmuraba desesperado Ron.
Hermione había cruzado las gradas hacia donde se encontraba Snape y
en aquel
momento corría por la fila de abajo. Ni se detuvo para disculparse
cuando atropelló al
profesor Quirrell y, cuando llegó donde estaba Snape, se agachó,
sacó su varita y
susurró unas pocas y bien elegidas palabras.
Unas llamas azules salieron de su varita y saltaron a la túnica de
Snape. El profesor
tardó unos treinta segundos en darse cuenta de que se incendiaba. Un
súbito aullido le
indicó a la chica que había hecho su trabajo. Atrajo el fuego, lo
guardó en un frasco
dentro de su bolsillo y se alejó gateando por la tribuna. Snape nunca
sabría lo que le
había sucedido.
Fue suficiente. Allí arriba, súbitamente, Harry pudo subir de nuevo
a su escoba.
—¡Neville, ya puedes mirar! —dijo Ron. Neville había estado
llorando dentro de la
chaqueta de Hagrid aquellos últimos cinco minutos.
Harry iba a toda velocidad hacia el terreno de juego cuando vieron que
se llevaba la
mano a la boca, como si fuera a marearse. Tosió y algo dorado cayó
en su mano.
—¡Tengo la snitch! —gritó, agitándola sobre su cabeza; el
partido terminó en una
confusión total.
—No es que la haya atrapado, es que casi se la traga —todavía
gritaba Flint veinte
minutos más tarde. Pero aquello no cambió nada. Harry no había
faltado a ninguna regla
y Lee Jordan seguía proclamando alegremente el resultado. Gryffindor
había ganado por
ciento setenta puntos a sesenta. Pero Harry no oía nada. Tomaba una
taza de té fuerte,
en la cabaña de Hagrid, con Ron y Hermione.
—Era Snape —explicaba Ron—. Hermione y yo lo vimos. Estaba
maldiciendo tu
escoba. Murmuraba y no te quitaba los ojos de encima.
—Tonterías —dijo Hagrid, que no había oído una palabra de lo
que había
sucedido—. ¿Por qué iba a hacer algo así Snape?
Harry, Ron y Hermione se miraron, preguntándose qué le iban a decir.
Harry
decidió contarle la verdad.
—Descubrimos algo sobre él —dijo a Hagrid—. Trató de pasar
ante ese perro de
tres cabezas, en Halloween. Y el perro lo mordió. Nosotros pensamos
que trataba de
robar lo que ese perro está guardando.
Hagrid dejó caer la tetera.
—¿Qué sabéis de Fluffy? —dijo.
—¿Fluffy?
—Ajá... Es mío... Se lo compré a un griego que conocí en el bar
el año pasado... y
se lo presté a Dumbledore para guardar...
—¿Sí? —dijo Harry con nerviosismo.
—Bueno, no me preguntéis más —dijo con rudeza Hagrid—. Es un
secreto.
—Pero Snape trató de robarlo.
—Tonterías —repitió Hagrid—. Snape es un profesor de Hogwarts,
nunca haría
algo así.
—Entonces ¿por qué trató de matar a Harry? —gritó Hermione.
Los acontecimientos de aquel día parecían haber cambiado su idea
sobre Snape.
—Yo conozco un maleficio cuando lo veo, Hagrid. Lo he leído todo
sobre ellos.
¡Hay que mantener la vista fija y Snape ni pestañeaba, yo lo vi!
—Os digo que estáis equivocados —dijo ofuscado Hagrid—. No sé
por qué la
escoba de Harry reaccionó de esa manera. .. ¡Pero Snape no iba a
tratar de matar a un
alumno! Ahora, escuchadme los tres, os estáis metiendo en cosas que
no os conciernen
y eso es peligroso. Olvidaos de ese perro y olvidad lo que está
vigilando. En eso sólo
tienen un papel el profesor Dumbledore y Nicolás Flamel...
—¡Ah! —dijo Harry—. Entonces hay alguien llamado Nicolás
Flamel que está
involucrado en esto, ¿no?
Hagrid pareció enfurecerse consigo mismo.
puntos 4 | votos: 4
vivo con miedo - de jugar al villar y que un pac-man guigante se como las volas
puntos 31 | votos: 35
No al maltrato infantil - 
Mi nombre es Sarah 
Tres años de edad 
Mis ojos hinchados 
No puedo mirar 

Debo ser estupida 
Debo ser mala 
Porque otro motivo 
Mama esta enojada 

Quisiera ser mejor 
Quisiera fea no estar 
Entonces tal vez mami 
Me quiera abrazar 

No debo hablar 
No debo hacer mal 
De lo contrario 
Todo el dia me van a encerrar 

Cuando despierto 
Siempre estoy sola 
La casa esta oscura 
Por horas y horas 

Cuando mami regrese 
Tratare de ser Buena 
Si ella me golpea 
Que sea solo una 

No hagas ni un ruido 
La puerta acabo de escuchar 
Mi papi ha llegado 
Borracho de un bar 

Lo escucho enojado 
Mi nombre gritar 
Y contra una pared 
Me trato de resguardar 

Trato de esconderme 
De su horrible Mirada 
No aguanto el llanto 
Me siento espantada 

Me encuentra llorando 
Me grita me insulta 
Me dice que sus problemas 
son por mi culpa 

Me empieza a golpear 
Me sigue gritando 
Me logro soltar 
Y corro tropezando 

Caigo al suelo 
Mis huesos doliendo 
Papa me dice palabras 
Que ya no le entiendo 

Perdoname le grito 
Pero ya es muy tarde 
Su rostro desencajado 
parece que arde 

Los golpes y las palabras 
Me duelen de verdad 
Le pido a Dios 
Misericordia y piedad 

Por fin el termina 
Y camina a la puerta 
Mientras yo en el suelo 
Quedo casi muerta 

Mi nombre es Sarah 
Tres años de edad 
Esta noche mi padre 
Me mato sin piedad
puntos 18 | votos: 20
Falta  - una uva
puntos 6 | votos: 6
chuck norris - toco esta cancion con un triangulo

puntos 10 | votos: 10
Kamehameha!!!!!!!!!!!! -
puntos 6 | votos: 6
matrix - nivel: bicicleta
puntos 7 | votos: 9
Esta volando - pero a que precio.
puntos 9 | votos: 9
Mama, ¿soy adoptado verdad? - No, hijo, aun no, pero hemos puesto un anuncio.
puntos 4 | votos: 4
Más vale condón en mano...! - Que en nueve meses un enano!

puntos 7 | votos: 7
Vivo con miedo - de que remi gaillard me arroje platanos y  tortugas por la carretera
puntos 2 | votos: 2
donde cojones - estaba el arbitro cuando estos dos  incendiaban el balon o congelaban a los jugadores
puntos 9 | votos: 9
que fuerte - este red bull es la leche
puntos 12 | votos: 14
Con dos cojo... -
puntos 2 | votos: 6
yefri - yefri  ...   yyyyyyyyyeeeeeeeeffffffrrrrrriiiiiiiiii

puntos 3 | votos: 3
como narices - metieron ay 50 zombies y al abrirse no se beia ni uno
puntos 25 | votos: 31
Tu - Literalmente
puntos 18 | votos: 20
El profesor Layton - un mundo paralelo en el que gana el mas inteligente.
puntos 33 | votos: 41
Walt_k - Todo un incomprendido
puntos 1 | votos: 1
El nuevo superheroe - Bananaman el hombre plátano ¿Por que le llamaran así?

puntos 3 | votos: 5
desmotiva - que esta tia sea mas famosa que milla jovovich



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