Mi corazón está difuminado,
no tiene forma. Cuesta verlo y entenderlo y, sin embargo, a
veces late. Sólo a veces. Pero luego le entra el
miedo y se pierde, se hace pequeño en mi escritorio.
Muy muy pequeño. Es entonces cuando te sustituyo por
el alcohol, pero pierdo con el cambio: el ron no me besa, ni
me pone, ni me llama. Y encima me he levantado con una
resaca espantosa.
Pero no sé, hoy no me apetece dormir sola. Así
es que tócame el alma, bébete mi cuerpo,
erízame la piel con tus besos, respírame al
oído y sí,
recórreme hasta que se agote el último gemido
de mi corazón.

que te llame tu madre porque se ha equivocado
cuando te esta pidiendo el chico que te gusta salir y que
este te rdiga: Nada, da igual.