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31.07.2012

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GeekVeterano Nivel 3

puntos 16 | votos: 16
Entrevista extraña a Elbuskador1, - el cual sigue sin reconocer que le gusta dar duro contra el muro a Telyg.
puntos 22 | votos: 22
Algunos están tan aburridos... - De este mundo, que crean sus propias utopías.
puntos 24 | votos: 24
Y fue bonito a veces, - pertenecerte a ratos, y amarte siempre.
puntos 17 | votos: 17
Dicen lograr ponerse en tu lugar - y comprenderte. 
Sabes que es falacia.
Son demasiado débiles para poder soportar 
lo que has tenido que vivir.
puntos 11 | votos: 11
Capítulo 3: Las balas perdidas. - El cielo se va tiñendo lentamente de un intenso naranja bañando las
calles con suaves sombras. En uno de los barrios de la zona más negra
de la ciudad, en la que hasta la propia policía teme patrullar, la
mayoría de los jóvenes sale a la calle. Subidos encima de los coches
o apostados en alguna esquina o callejón se dedican a fumar mientras
escuchan música poniendo el volumen lo más alto que pueden. Algunos
se acercan a algún ultramarino a comprar alguna botella de alcohol y
lo que puedan tomar cuando el dependiente aparte la vista un segundo
más de la cuenta.
En una de estas tiendas, una joven se echa encima una pesada bolsa de
papel marrón haciendo equilibrios para que no se caiga su contenido.
-Ah, póngame también esa revista.- Farfulla, señalando con la mano
libre una de las estanterías de detrás del mostrador.
Cuando el dependiente se gira, con dedos ágiles agarra un puñado de
las chocolatinas más caras y se las guarda en un bolsillo de su
chaqueta.
-Gracias.- Sonríe tomando la revista y guardándola en la bolsa. Deja
caer encima del mostrador un par de manoseados billetes y unas pocas
monedas, que tintinean dando vueltas.
Sale a la calle zarandeándose peligrosamente hasta recuperar el
equilibrio. Saca una de las chocolatinas y la desenvuelve con una sola
mano, dándole un gran bocado. Asiente satisfecha mientras la mastica,
saboreando el chocolate. Los chavales con los que se cruza se apartan
sin que tenga que decir nada, dejándole espacio para que siga
andando.
-¡Eh, Marisa!- La llaman desde el final de la calle.
-¡¿Qué coño pasa?!- Ladra, devolviendo el grito y girándose. En
esa zona de la ciudad es habitual que la gente se hable a gritos de
una punta a otra de la calle.- ¡¿Estas tan fumado que no ves que
estoy ocupada?!
-¡Tranquila tía!- Responde el chaval, sentado en el capo de un
lujoso coche deportivo, rodeado de otros chicos de más o menos la
misma edad.- ¡Tan solo quiero saber si Alice participará en la
carrera de esta noche!
-¡¿Tengo pinta de saberlo?!- Se aparta un mechón rubio de la cara-
¡Llevo todo el puto día haciendo la compra!
-¡Si va a participar, que me avise! ¡Apostaré quinientos pavos a su
favor!
-¡Tú no has tenido tanta pasta en toda tu puñetera vida!- Se acaba
la chocolatina y se limpia la boca con la manga de la chaqueta.
-¡Eso da igual! ¡Cada vez que esa tía participa en una carrera, les
da una paliza a todos los demás!
-¡Pues si la ves por allí, es que participará ze!- Responde con una
sonrisa burlona, retomando su camino.
Algunos pandilleros la saludan con un gesto a su paso, murmurando
palabras de respeto. Unos pocos la invitan a gritos a charlar y echar
un trago, a lo que Marisa señala la bolsa de papel y se encoje de
hombros esbozando una sonrisa resignada.
Al cabo de unos pocos minutos llega a un ruinoso edificio. Aparta de
una patada una sucia jeringuilla del suelo mientras entra dentro. Las
paredes están llenas de pintadas, algunas con más estilo que otras.
El aire está impregnado de un nauseabundo olor, mezcla de vomito y
alcohol. Arruga la nariz y empieza a subir por las escaleras,
maldiciendo al tipo que la noche anterior reventó la puerta del
ascensor en una pelea.
Avanza por los pasillos, esquivando a un par de hombres que se
escurren por el suelo con los ojos blancos a causa de una sobredosis
de droga. Las paredes, desconchadas, están estucadas de manchas y
algún agujero de bala. Hurga en sus bolsillos y saca un llavero con
esfuerzo. Lo introduce a ciegas en la cerradura de una puerta y la
acaba abriendo de una patada.
-Como sigas dándole esos golpes la vas a acabar rompiendo.- Masculla
una chica, recogiéndose el cabello en una coleta.
-Deja de quejarte y ayúdame ze.- Jadea Marisa, cerrando la puerta de
otra patada.
-¿Has traído la cerveza?- La chica se acerca y le quita la bolsa,
dejándola caer encima de una mesa y apartando los papeles
desperdigados en su superficie.
-Dos cajas.- Gime Marisa, desplomándose en una silla y abanicándose
con la mano.- ¿Y Alice?
-En el baño.- La chica de la coleta saca las latas de cerveza y las
lleva hasta una pequeña nevera cubierta de fotos.
Se oye el ruido de una cadena y una puerta se abre. De ella sale una
chica vestida con solo una chaqueta de estampado militar que tiene la
vista pegada en un periódico. Su corto cabello rubio está recogido
con una cinta para evitar que le caigan delante del rostro de
porcelana.
-¿Lo habéis leído?- Empieza a decir, recostándose contra la
pared.- Parece que han quemado otra casa del barrio del este.
-¿Seguro que no fue un accidente?- La joven de la coleta le lanza una
lata de cerveza a Marisa.- Las casas de esa zona están hechas de
madera podrida y arden con nada.
-Al parecer, los cadáveres que encontraron tenían agujeros de bala.-
Añade la chica.
-Venga, Alice, no es nada extraño.- Marisa da un trago a la lata de
cerveza y suelta un corto eructo.- Lo raro sería que no los tuvieran
ze.
-Eran balas de plata.- Suelta Alice, dejando el periódico en la mesa.
Las dos chicas se levantan de sus respectivas sillas y cogen el
periódico. Leen con cara de asombro el artículo mientras Alice mira
a través de la ventana como un coche de policía pasa rápidamente
por la calle.
-Mierda…-Susurra Marisa.- Es la quinta vez en está semana que hacen
algo así.
-¿Qué esperas de alguien como ella?- Bufa la joven de la coleta,
rascándose la cabeza.- Lo malo es que con tanto alboroto apenas nos
llegan encargos.
-¡No me jodas, Reimu!- Ruge Marisa, golpeando la mesa con los puños
cerrados.- ¡Tenemos que bajarles los humos o nos acabaremos muriendo
de hambre!
-¿Y cómo piensas hacerlo?- Reimu se cruza de brazo, alzando las
cejas.- Da gracias de que no nos conviertan la cabeza en un colador
mientras dormimos.
-Tiempo atrás te enfrentaste a ella ¿no?- Alice se lleva las manos a
los bolsillos- No digo que hagas lo mismo, pero sigues siendo una
sacerdotisa. Algo podrías hacer, por poco que sea.
- Si la derrote aquella vez fue porque su hermana se puso en medio.-
Reimu alza la vista a la bombilla desnuda del techo.
-No me puedo creer que se haya convertido en lo que es ahora.- Marisa
se muerde el labio inferior con fuerza y una solitaria lágrima se
desliza de su ojo izquierdo.- Entre las dos están convirtiendo la
ciudad en una bomba de relojería.

puntos 9 | votos: 11
Capítulo dos: Scarlet Lounge - Un coche negro se detiene frente a un lujoso restaurante de la zona
alta de la ciudad. Su conductora sale del vehículo y mira a ambos
lados de la calle antes de abrir una de las puertas. De ella sale
Sakuya que, imitándola, escruta la calle con sus penetrantes ojos
antes de hacerse a un lado. Ambas mujeres se llevan una mano al pecho
e inclinan la cabeza cuando Remilia sale de él y se encamina con paso
elegante hacia la entrada del restaurante, ajustándose la corbata.
Una vez en el interior, las camareras inclinan la cabeza a su paso
mientras los comensales de las mesas estiran sus cuellos para verla y
cuchichean los más alto que se atreven a susurrar mientras la joven
de cabello azul se dirige a uno de los ascensores del local.
-Da igual en que parte de la ciudad estés, los humanos siguen siendo
unos cotillas.- Suspira Remilia cuando están dentro del ascensor.
-Lo lamento señora.- Sakuya inclina la cabeza a la vez que pulsa una
de los botones.- Nos ha sido imposible vaciar todo el local con tan
poco tiempo. No sabría como excusar…
-Me basta con que la planta a la que vamos esté desierta.- La corta
con voz seca. 
La conductora del vehículo se cruza de brazos, mirando de reojo a
Remilia y Sakuya mientras un tenso silencio se adueña del interior
del ascensor. Se aparta de un soplido un mecho rojizo de la frente.
Sakuya la perfora con la mirada y la hace un gesto recriminatorio con
la cabeza, señalando a Remilia.
Con un suave tintineo, el ascensor se detiene y las puertas se abren
con suavidad.
-¡Onee-sama!- Chilla una niña, lanzándose encima de Remilia.
La aludida se libera de los pequeños brazos que la aprisionan con un
fuerte golpe y posa su mano en el rubio cabello de la niña,
revolviéndolo con suavidad.
-¿Te has portado bien mientras no estaba?
-¡Sí! ¡Y Pachi me ha llevado al centro comercial y me ha comprado
este peluche como premio!- La pequeña le estampa un oso de trapo en
la cara, estrujándolo con todas sus fuerzas.- ¡¿No te parece una
monada?!
-Señorita Flandre- Sakuya se agacha y aparta el muñeco del rostro de
su señora, que lucha por mantener la sonrisa.- es de muy mala
educación alzar tanto la voz en un lugar cerrado.
-¡Ah!- Flandre se lleva una mano a los labios, avergonzada.- L-lo
siento.
Remilia se atusa el cabello, carraspeando.
-China, encárgate de ella.- Dice, chasqueando los dedos mientras se
encamina a un de las mesas.
-S-señora, no me llamo así.- Trata de protestar la mujer de
cabellera pelirroja.
-¡Meiling! ¡Juega conmigo!- Ríe Flandre, aferrándose a su piernas
y tratando de escalar por su cuerpo.
Una chica de cabellos violáceos cierra el libro que estaba leyendo
cuando Remilia se sienta frente a ella.
-La próxima vez avísame antes de dejarme el “regalo”.- Espeta,
dejando el libro a un lado de la mesa con un fuerte golpe.
-Lo siento, Patchouli, no tuve tiempo. Tenía que salir de inmediato.
¿Ha causado algún destrozo?
-Tan solo ha estado mareando a los dependientes de la juguetería.-
Patchouli se lleva un vaso de agua a los labios mientras un par de
camareras sirven la comida y una copa de vino a Remilia.- Y de paso a
mí.
-Mejor que sea solo eso o tendríamos a la policía otra vez encima.
Patchouli alza las cejas, sarcástica, antes de pinchar un trozo de
pescado con el tenedor. Flandre se sube a la última silla restante de
la mesa. Necesita de dos intentos y un salto para lograr encaramarse a
ella. Remilia la contempla mientras toma con su diminuta mano su
cuchara y la hunde en su plato de curry, llevándose un gran bocado a
la boca. La pequeña lo mastica con una sonrisa de felicidad, moviendo
las piernas con fuerza.
Por un instante, mientras observa a su hermana menor, la cara de la
niña se desdibuja y ante su mirada pasa, veloz, un rostro deformado
por una descontrolada risa mientras dos ojos, cegados por la locura,
se abalanzan encima de ella desde la oscuridad.
Se frota los ojos con una mano y la imagen se desvanece como la
ceniza. Suspira, aliviada, y le limpia los labios a Flandre con una
servilleta.
-Onee-sama, está tarde podríamos ir a jugar juntas al parque.
-No tengo tiempo para eso, Flan.- Responde, dando un sorbo de vino.-
Estoy esperando una llamada y tengo que revisar unos documentos.
Los ojos de Flandre se humedecen y empieza a gimotear. Las camareras
se apresuran a retirarse para no estar presentes cuando rompa a
llorar. Meiling se acerca con rapidez a su silla y se agacha.
-¡Hey, Flan-chan!- Le dice, esforzándose en esbozar su mejor
sonrisa.- ¿Qué te parece si en vez de ir al parque tu y yo vamos a
tomar un helado? Han abierto una heladería nueva y dicen que los
helados que venden están de rechupete.
-¡¿De verdad?!- Chilla la pequeña, secándose las lágrimas con
rapidez.- ¡Bien!
-Señorita Flandre…
-¡Ay! Lo siento, Sakuya.
Remilia suspira, algo molesta por la chillona voz de su hermana. Un
pitido empieza a sonar en la sala y se lleva la mano al bolsillo
interior de su chaqueta, levantándose.
-Hace tres horas que espero tu llamada.- Espeta al descolgar su
teléfono móvil. Escucha en silencio, llevándose una mano a la
cintura.- ¿Estáis seguras de esa información?- Vuelve a guardar un
escueto silencio.- Bien, voy hacía allí de inmediato.- Cierra el
teléfono y echa a andar hacía el ascensor.- Sakuya, nos vamos.
-¡Onee-sama!- Grita Flandre, tratando de escabullirse de los brazos
de Meiling, que la ha cogido en cuanto Remilia se ha levantado.
-China, cuida de ella hasta que vuelva.- Dice, entrando en el
ascensor.
-Que no me llamo así, señora…
puntos 14 | votos: 14
No me da miedo perder la cabeza - Porque ya la perdí
puntos 15 | votos: 15
La sirvienta del reloj de plata. - En los suburbios de una metrópolis decadente, entre los vapores
putrefactos que ascienden de las alcantarillas y los fumaderos de opio
clandestinos, un negro coche esta apostado, escondido, en una estrecha
callejuela.
En su interior una joven figura recostada en uno de los visiblemente
lujosos asientos saca un cigarrillo de una gastada y pequeña caja de
plata. Se la lleva a los labios contemplando el exterior a través de
las ventanas de cristal tintado. Chasquea los dedos y una mujer se
inclina desde las sombras con un mechero en la mano.
Con un destello rojizo prende la punta del cigarrillo. La joven cierra
los ojos y da una larga y lenta calada, expulsando con lentitud el
humo. El interior del vehículo queda cubierto rápidamente por una
fina neblina.
La mujer del mechero, tras guardarlo de nuevo en el bolsillo de atrás
de unos ajustados pantalones negros, desenfunda una reluciente
pistola. Quita el seguro con un sordo chasquido y comprueba la
cantidad de balas. 
-Quiero que les metas una bala a cada uno en el estomago.- Masculla la
joven, volviendo a colocar el cigarrillo en sus labios.- Asegúrate de
que sufren, pero no quiero que haya supervivientes.
-Entendido, señora.-Responde la mujer acariciándose el corto cabello
blanco.- Déjelo en mis manos.
La chica asiente, esbozando una sórdida sonrisa mientras la punta
encendida del cigarrillo reluce en la tenue oscuridad que las rodea.
La mujer de cabello blanco sale del vehículo, cerrando la puerta con
un suave golpe. Su pistola centellea con brillos plateados cuando los
rayos del atardecer acarician su superficie. Su camisa blanca y su
cabello níveo ondean junto a la cálida brisa mientras se encamina
con paso elegante a una cochambrosa casa, la cual parece que vaya a
derrumbarse en cualquier instante.
Una rata pasa corriendo a su lado cuando se detiene frente a la
carcomida puerta de entrada. Un helicóptero de la policía sobrevuela
el lugar, demasiado alto como para tan siquiera distinguir las casas
del suelo.
La mujer comprueba una última vez su pistola y echa la vista atrás
para ver la sombra del coche proyectarse en el suelo. Vislumbra a la
conductora, que le hace un gesto con la mano. Se lo devuelve y rodea
el pomo de la puerta. Respira larga y profundamente antes de hacer 
girar el pomo lentamente y entrar.
Su cristalina sombra se proyecta en el interior cochambroso de la
casa. Un señor, con el poco cabello que le queda empezando a
encanecer, sale de detrás de una vieja mesa de madera con trozos de
esparadrapo uniendo algunas de las patas, que se caen a pedazos. El
hombre se detiene en seco y su sonrisa amistosa desaparece al ver el
arma que sujeta la mujer.
-El plazo para retornar la deuda expiro hace una semana.- empieza a
decir la mujer, inspeccionando el interior del lugar y las personas
que ahí se encuentran.-Nos dijo que pagaría su deuda hace tres
días, pero no ha cumplido.- Alza la pistola y le apunta al estomago.
-¡Es- espere, por favor!-Ruega el hombre, alzando las manos,
alarmado.- He tenido muchos problemas para reunir el dinero y aun no
lo tengo. Si me dan una semana más, lo reuniré todo, se lo prometo.
-El tiempo se ha acabado.- Responde inflexible, advirtiendo a un par
de niños mirándola con ojos asustados.- Ya le dimos dos semanas
extra, ¿y consiguió el dinero? No.
-¡P-pero les di un adelanto! ¡Y me dijeron que me daban más tiempo
para reunir lo que faltaba!
-Eso fue hace un mes.- Espeta la mujer, frunciendo el ceño. Detesta
cuando estas cosas se alargan más de lo debido.- Usted ya sabía las
condiciones del préstamo, y no las ha cumplido. Nuestra paciencia
tiene un límite y lo ha sobrepasado con creces.
-¡N-no, por favor!
-Guárdese sus excusas para gritárselas a los gusanos.- Le corta,
accionando el gatillo.
Una bala de plata corta el aire con elegancia. Un tiro limpio y
preciso que le atraviesa el estomago al hombre. La mujer se gira con
rapidez y apunta a los niños, que se han puesto a llorar. El cañón
de la pistola sube por sus estómagos y les enfoca la frente. Se va a
meter en problemas por desobedecer la orden que le han dado, pero no
quiere que unos simples niños sufran por el error de un adulto. Dos
balas les perforan la frente a ambos y se desploman en el suelo.
Los casquillos repiquetean en armonía con los pasos de la mujer
mientras vacía lentamente el cargador de su arma. Al acabar, gira
sobre sí misma, asegurándose de que no ha quedad nada por hacer.
Asiente, satisfecha, y saca su mechero. Lo abre y la llama reluce,
hambrienta.
Un chasquido rompe el cielo mientras la llama queda suspendida en el
vacío. Con un nuevo golpe, una llamarada trepa por las paredes de la
habitación, devorándolas con avidez. La mujer sale por la puerta,
volviendo a guardar el mechero y el arma. El motor del coche se pone
en marcha con un suave ronroneo y entra en su interior.
La joven contempla con una sonrisa de placer las llamas que se
adueñan con rapidez de la casa y el humo que se enreda con las nubes.
El vehículo arranca con suavidad y sale de la callejuela, rumbo a la
ciudad que se recorta en la distancia. La chica se recuesta,
complacida, en su asiento y baja una de las ventanillas. Tira la
colilla humeante de su cigarrillo y se gira hacía la mujer.
-Buen trabajo.- sisea.- No esperaba menos de ti, Sakuya.
-Se lo agradezco, mi señora, pero tan solo cumplía sus órdenes.
-No has cambiado nada.- La chica contempla el árido paisaje que va
siendo sustituido por las calles de asfalto.- ¿Cuánto tiempo ha
pasado? ¿Mil, dos mil años? Ya ni recuerdo el olor de las flores de
cerezo del templo Hakurei…
-Usted misma dijo que ya no quería hablar de eso, mi señora.- Le
recuerda Sakuya.
-Ya lo sé.- Espeta con un bufido la chica.- No hace falta que me lo
digas cada vez que lo menciono.
-Le pido disculpas, señorita Remilia.
La chica vuelve a bufar y mira como los rostros de los transeúntes se
desdibujan, recordando aquellos años en los que los arboles lo
rodeaban todo y sus ojos se reflejaban en un lago de aguas teñidas
por el rojo escarlata de la luna.
puntos 20 | votos: 20
Enamorada de nada, de nadie. - Tristeza estúpida, distracción, miedo, ausencias. 
Me llevan y me traen.
puntos 9 | votos: 9
Encuentras mis palabras oscuras - La oscuridad está en nuestras almas
¿No crees?

puntos 13 | votos: 15
No hay una vieja casa - Que no tenga sus historias
No existe una vieja casa que no tenga sus fantasmas
puntos 13 | votos: 15
Te enseñaron a ser justo - y dar lo que recibes. 
No queda más que devolver todo el dolor que te han causado.
puntos 7 | votos: 7
Wendy Marvell - al fin decide dejar de ser débil y se corta el cabello
puntos 5 | votos: 7
A mi también - Me ponía nerviosa cuando decía Desu ne o Desu yo en cada
frase que decía
puntos 22 | votos: 22
La creatividad - Amplia todos los límites

puntos 8 | votos: 8
La vida - No se ha hecho para comprenderla, sino para vivirla
puntos 71 | votos: 71
Después de un buen día - de trabajo, darse un rinconcito para uno puede llegar a ser muy relajante.
puntos 21 | votos: 21
No te conviene pelear con miku - créeme es toda una fiera
puntos 157 | votos: 191
Mátalos a todos - y serás un dios.
puntos 23 | votos: 23
Y esto, damas y caballeros, - es lo que pasa cuando el aburrimiento hace estragos en mi mente
y tengo el Paint abierto.

puntos 13 | votos: 13
Personas Pervertidas - y Personas Puras Frecuentemente Fallan al Comunicarse.
puntos 6 | votos: 6
Si Esta Tratando de Asustarme - Esta Fallando y en Varios Niveles xD
puntos 8 | votos: 8
Vez corazón - No hagas lo que no te toca xD
puntos 12 | votos: 12
Kazuto Kirigaya - ahora si que está en serios problemas
puntos 18 | votos: 18
Cartel número 100 - Me ha encantado crearme una cuenta en desmotivaciones. He conocido a
personas maravillosas, he visto carteles buenísimos y he leído
novelas increíbles en desmotivaciones. Y he de reconocer que nunca
pensé que llegaría a mi cartel número 100. Para compensar a
aquellos que me han ayudado y me han hecho felices, me he puesto un
reto:
¿Qué quieres leer?
Lo que quieras.
Una promesa que llene tu alma,
tu salvación anclando en la mañana,
un cielo donde refugiar tu dolor,
algo que atestigüe tus cobardías,
algo que niegue tu rencor,
algo que solo hable de alegrías.
Lo que quieras yo te lo escribo aquí,
luego no digas que no te lo advertí.

Fdo:The shadow of the night/la escritora delirante

puntos 21 | votos: 21
Cuando todo el mundo está loco, - ser cuerdo es una locura.
puntos 108 | votos: 120
Espero que sonrías - como lo hiciste cuando me jodías la vida, ahora es mi turno.
puntos 9 | votos: 9
Los únicos demonios en este mundo - Son los que corren por nuestros propios corazones
Es allí donde se tiene que librar la batalla
puntos 13 | votos: 13
No temas - Ni a la prisión, ni a la pobreza, ni a la muerte
Teme al miedo
puntos 9 | votos: 11
Videojuegos - Que nos tienen todo el día frente a la pantalla

puntos 11 | votos: 13
Te habrás dado cuenta - de la muerte de tu inocencia, cuando el mundo  te tome,
te seduzca y te traicione a tal punto de ver como tú mismo llegas a
dañar de una forma que te hace ver como un reflejo del mundo que te
atrapo
puntos 11 | votos: 11
Si no poseo el gusto del misterio - Es porque todo me parece inexplicable, o mejor dicho
Porque lo inexplicable es mi único sustento y estoy harto de él
puntos 10 | votos: 12
Dime como hacer - para arrancarle las manecillas al reloj.
puntos 16 | votos: 16
Por cada lágrima - que derrames, yo derramare una gota de sangre.
puntos 23 | votos: 23
Odiaba que me llamaran pequeña, - pero él me lo dijo una vez y me gustó… no sé, todo lo que decía 
me parecía lo mejor.

puntos 16 | votos: 16
Tu inteligencia - tambien puede ser un arma para combatir la injusticia.
puntos 6 | votos: 6
Los días vienen y van, - las mismas noticias se repiten constantemente 
todo esto es tan ridículo.
Este mundo esta podrido.


(L)-DEATH NOTE
puntos 10 | votos: 10
En el corazón de un buen líder - debe residir la fuerza y la voluntad de guiar  con sabiduría siempre
al servicio y beneficio de la gente.
puntos 20 | votos: 20
Observo el techo de mi habitación - Mientras siento mi corazón latente
No late como debería, late con odio y miedo
Una sensación pesada e irritante
Mi corazón está muriendo una vez más
Después de intentar evitar esto, ahora solo lo dejo perecer
puntos 38 | votos: 40
No golpea mejor - quien lo hace más fuerte, sino quien lo hace con estilo.

puntos 23 | votos: 27
Y sinceramente, para qué seguir - viviendo con alguien que nos está matando.
puntos 11 | votos: 11
Si alguna vez - No te dan la sonrisa esperada, sé generoso y da la tuya.
Porque nadie tiene tanta necesidad de una sonrisa
como aquel que no sabe sonreír a los demás
puntos 16 | votos: 16
Así es como vez a tu mamá - cuando estas en la PC y te pregunta si ya hiciste tu tarea
puntos 13 | votos: 13
Y debería existir un punto medio, - el cual no implique ni estar solo, ni estar acompañado.
puntos 11 | votos: 11
La luna escarlata - se refleja en el líquido de una taza. Unas delgadas piernas se
entrecruzan y un pie, enfundado en un zapato rojo, se mueve
lentamente. El tiempo flota entre las burbujas de la estancia,
deslizándose en silencio por los rayos de la luna. El rostro de la
mujer se refleja en el de la reina de la noche mientras alza la taza.
Su delicada sonrisa centellea, proyectándose en las burbujas que
grácilmente se elevan, teñidas del rojo de la luna. Sus dedos
repiquetean en el borde de la taza cuando la deposita de nuevo en la
mesa. Se levanta en silencio acariciando su blanco vestido, el cual
cruje bajo el contacto de sus manos. Lentamente se aleja, alzando la
mirada a los astros, dejando que el rojo carmesí tiña sus alas.
Una joven doncella entra en la sala, acercándose a la mesa al compás
de las manecillas de su reloj de plata. Alza una vieja taza, en la
cual tan solo quedan los vestigios de un ardiente rojo, que ahora
yace, suspendido en el cielo nocturno, cubierto de un manto de polvo y
olvido.

puntos 11 | votos: 11
la fuerza - sale de 2 lugares 
de los Músculos y de las ideas
puntos 5 | votos: 7
lo que goza uno... - es la envidia del otro.
puntos 23 | votos: 25
Resulta irónico que algunas veces - lo único que evita que nos hundamos 
son aquellos problemas que nos llevaron a sumergirnos.
puntos 10 | votos: 10
Algo que nunca fallará - son los errores.
puntos 6 | votos: 8
la voluntad - es la fuerza del débil





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