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Me Desmotiva  - pensar en que las personas gastan dinero en esto .

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Encuentra las 7 diferencias - Nivel: Principiante
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Calentamiento Global - Definición Gráfica .
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La Cola - Descripción grafica
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Al otro lado de la vida 1x95 - Entrando a Sheol por su parte oriental
1 de octubre de 2008

Morgan viró a la derecha tan rápido como pudo y enfiló la primera
calle que encontró, alejándose de ese modo de su objetivo. De haber
seguido hacia la comisaría, se habría tenido que cruzar con todos
ellos, así que tuvo que encontrar otra alternativa. Bárbara y Zoe se
habían dado media vuelta, hincando las rodillas en su asiento, para
ver desde ahí como se acercaba esa masa ingente de personas. Morgan
giró de nuevo, dándoles esquinazo y dejando de nuevo al todoterreno
en una zona desde la que no se les veía, de momento. Miró
rápidamente a un lado y al otro, y finalmente tomó la decisión más
adecuada que fue capaz de encontrar. 
Estaban junto a la bolera Sejoq, recientemente inaugurada. El
aparcamiento, al igual que el del resto de locales de la zona estaba
desierto, tan solo salpicado por algunas hojas secas y algún que otro
papel de periódico que se hacía eco de la tragedia. Pero algo hacía
a esa bolera diferente al resto de locales con los que se habían
cruzado en su corta pero intensa huída de los infectados. Todos los
demás tenían grandes y pesadas persianas mecánicas y metálicas
bajadas, impidiendo el paso a propios y ajenos, como la situación lo
requería. La bolera tan solo disponía de una reja manual que
mostraba cientos de rombos y permitía ver lo que había tras ella;
una puerta entreabierta con el logotipo de la bolera impreso sobre el
cristal al otro lado. Estaba a medio bajar; era todo cuanto impedía
el paso. Al parecer el dueño había tenido tanta prisa al salir que
no había tenido tiempo de cerrar correctamente.
Si bien ello representaba que no tendrían dificultad alguna para
acceder, de igual modo no les daba la seguridad que alguien lo hubiese
hecho antes que ellos. De todos modos, no había tiempo para
pensárselo dos veces. Morgan dirigió el todoterreno hacia la entrada
del parking de la bolera y lo dejó aparcado con un sonoro frenazo en
la plaza de minusválidos que había junto a la entrada. No hizo falta
siquiera hablar para que todos se sincronizasen, abriendo sus puertas
al mismo tiempo, saliendo del coche a toda velocidad, y cerrándolas
acto seguido para que ningún indeseable pudiera entrar durante su
ausencia. 
Dos bolos gigantes ocultaban los pilares que aguantaban la marquesina
que mostraba por donde se debía entrar. Se sintieron empequeñecer al
pasar entre ellos. El metro que faltaba por bajar de la reja les
inquietó de nuevo, pero el sonido de las pisadas se acercaba
peligrosamente. Entraron los tres a toda prisa; Morgan y Bárbara
arrodillados, Zoe ligeramente agachada. Una vez dentro, en la tierra
de nadie entre la reja y la puerta de entrada, Morgan arrastró el
trecho de reja que quedaba hasta encajarla en su punto más bajo. Acto
seguido agarró la puerta del pomo metálico y entró sin hacer mucho
ruido.
Una vez dentro se sintieron más seguros. El techo era muy bajo en
comparación con el gran espacio que albergaba. La luz se filtraba por
la fachada este, que era la única que disponía de cristaleras, todas
ellas intactas e impolutas. El otro extremo del local, la zona donde
se encontraban las pistas por las que un mes antes cruzaban las bolas
a toda velocidad, era bastante sombrío, sobre todo a medida que se
alejaba del único foco de luz natural del que disponía. Se
dirigieron hacia una de las mesas del pequeño bar junto a la puerta
de entrada, y bajaron tres de las cuatro sillas que había dadas media
vuelta sobre la mesa, para sentarse sobre ellas acto seguido. No
tardaron mucho en hacer de nuevo acto de presencia, los infectados.
Emergieron del oeste, por las calles perpendiculares a por la que
ellos habían accedido a la bolera, obviándola en su frenética
huída al pasar de largo. Cuando los vieron en primera instancia les
habían parecido muchos, pero ahora que podían verlos desde la
barrera, resguardados del peligro, coincidieron que había muchísimos
más de los que jamás hubieran pensado. Pasaban los minutos y la
marea humana no menguaba, si un caso se hacía más intensa a cada
segundo. Los tres se sorprendieron mucho al ver tal cantidad de
infectados. Por bien que sabían que la población de Sheol era muy
extensa y que la enorme mayoría de ellos habían pasado al otro lado,
al ver a tantos juntos se les revolvió algo en el interior.
Se quedaron mirando todo el tiempo que duró ese macabro espectáculo,
hasta que poco a poco la marabunta comenzó a menguar, pero sin llegar
a cesar en ningún momento. Había muchos rezagados que todavía
corrían como si la vida les fuera en ello, con idéntico destino al
resto de sus compañeros, destino todavía desconocido para nuestros
protagonistas. Bárbara le daba vueltas al motivo por el que tal
cantidad de infectados podía haberse puesto de acuerdo para partir en
la misma dirección y en el mismo momento, sin llegar a alcanzar la
respuesta por bien que lo intentaba. Desde el principio había pensado
que ellos habían sido quienes les habían atraído, pero al verles
pasar de largo sin inmutarse, esa teoría caía por su propio peso.
Morgan la abstrajo de sus pensamientos. 
MORGAN – No venían a por nosotros.
	Se giró hacia él y le miró con el ceño fruncido, sin entender a
qué se refería. Zoe miraba por la ventana, algo asustada pero
cómoda al sentirse acompañada y protegida.
MORGAN – Huyen del fuego.
Bárbara miró durante un momento a Morgan asintiendo levemente con la
cabeza, para luego posar de nuevo los ojos a través de la ventana, en
la calle, más allá del parking. Todavía seguían apareciendo más y
más rezagados, en un goteo interminable. Todos parecían venir de la
misma dirección, la dirección en la que se había producido la
explosión, de modo que la explicación de Morgan tenía todo el
sentido del mundo. Se quedaron un rato más viéndoles escapar de
Sheol, sentados en la mesa del bar, dando la espalda a la zona de
juego, ignorantes de que dos parejas de pequeños ojos no humanos les
miraban desde la oscuridad.
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