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01.10.2011

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GeekVeterano Nivel 3

puntos 7 | votos: 7
·XVIII· - Te digo que esas risas verdes no existen en Júpiter,
ni a la vuelta de la esquina,
ni en las suertes del coronel.
Que se nos mojan la vida y las butacas siempre;
que me gotean los miedos y las manos me hierven.
Los engraso, a ver si se me escapan.
Luego vuelven a contarme que me engañan,
que me tragué el mar adrede.
·
No le tiraba pintura a las piedras aún
si en mi mundo se agrietaban las leyes,
pero me vienes tú, con espadas de nieve,
empaquetándome, pegándome sellos
del País de la Luz
y gritando que desde allá me hueles.
puntos 5 | votos: 5
Eso de que algún día - los cielos azules podrían volver
me mantiene despierto a la hora del almuerzo
y no me permite trocear la ira,
ver que del otro lado no hay suelo
y que a la vuelta de la esquina se reinicia el mundo,
con sus farolas, sus vecinas y su agua bendita.
puntos 9 | votos: 9
Meeriis - Hay un hombre en la playa afilando rayos de luz y cosiendo las olas
del mar a la orilla. Y yo lo veo. Lo veo cortándose en todos los
dedos, veo la sangre bañándose en el mar, veo el mar luchando por
liberarse de su encierro.
Veo niños quebrando acantilados y echándose a temblar. Se avecina
tormenta de arena. La bahía va a estallar. Y el hombre se
sacrificará. Los rayos de luz serán sus clavos y el mar será su
cruz. Y todos estaremos libres de pecado.
puntos 10 | votos: 10
·XVII· - Porque todavía miro a ver
si es que no eres de goma,
o de porcelana
porque tus ojeras me emboban
y tus ciudades me empachan.
·
Porque todavía no sé
si fundiste el hierro de mi alambre
o las manos me engañan
diciéndome que ando más suave,
más azul y más claro,
como los cielos de primavera,
de esos que si los tocas se enojan
como la vida al decirle «estoy feliz,
no importa si algo se va al traste,
hoy me permito sonreír»
puntos 5 | votos: 5
·XVI· - Como que a veces no te quiero ver,
por si mis miradas te desgastan
y no te puedo recargar.
·
Como que cuando apareces,
el viento sopla más,
la gasolina baja,
la lluvia se duerme,
y yo no miro tanto hacia atrás.
·
Que ya,
que hoy los cielos grises vuelven
y las cara se nos llena de sal.
Que sí,
hoy los kebaps a dos por uno
y la pena a la mitad la segunda unidad.

puntos 7 | votos: 7
·XV· - -
puntos 7 | votos: 7
·XIV· - Estaré desde las ocho,
por si me llegas temprano,
para ver si sigues flaco
o si te has vuelto morocho.
·
Estaré desde las ocho,
y desde las siete y las seis,
sobre el mismo banco,
con el mismo rostro
al que pegaste una sonrisa
a las cuatro de la madrugada,
en un mes de esos rotos.
·
Luego a luego estoy desde la cinco,
con esto de que el sol me recuerda a ti
y a tu sonrisa del siglo.
Y, si me pillas, tal vez me veas a las tres,
con un jardín en el bolsillo
y mi vida entera a tus pies.
puntos 4 | votos: 4
·XIII· - Si eres mi cazador,
sabes que iré a la trampa,
pero, si quieres,
puedo ser un buen ciervo,
huir de tu escopeta
y decir que no te quiero.
·
En tus cejas hay bosques de fantasía,
en tu barbilla acantilados del destino
y en tus uñas castillos para la ira.
Si huyo de ti, que sea para recorrerte entero,
desde tus montañas hasta tus islas.
puntos 6 | votos: 6
·XII· - Es que, si me quedo,
sé que no respetaremos a la noche,
y que, si lo hacemos,
me despertarás en medio del sueño
para decirme:
«oye, que se acaba el mundo»
y yo te diré que no importa,
que estamos juntos
y que el amor no engorda.
·
Es que, si no vuelo,
sé que no despertaremos,
que nos tiraremos toda la mañana
en la cama, dándonos besos
y estirando las patas,
intentando quebrar el cielo
con las uñas rotas de nuestras garras.
puntos 5 | votos: 5
·XI· - Tomaré tempera azul
y te pintaré como un cielo intenso.
Sacaré la pintura verde:
serás los pastos gigantescos
y los árboles que nos darán sombra
cuando pinte también
un sol de estos inmensos.
Luego haré tu silueta con mis dedos,
tus ojos con marrón sobre mis uñas,
tu pelo con negro sobre mis pelos,
y tu amor con la carne de mis dudas.

puntos 5 | votos: 5
·X· - Tengo poemas que decirte,
hielos con los que quemarte,
gestos con los que divertirte
y mil besos para amarte.
Tengo miedo, a veces,
de no poder fiarme de estas cosas,
de estos tejidos tan densos y azucarados.
Ya hasta tengo miedo 
de que el sol se me caiga encima
y que la luna me arañe.
Creo que ya tengo miedo por siempre,
y rabia, y cólera;
y odio el mundo y su peste,
pero quiero tus vendas en mis heridas
y tus dientes sobre mis dientes.
puntos 8 | votos: 8
·IX–2· - Tienes que estar ahí,
desbordándome la mente
y diciéndome entre risas breves
«te quiero mucho, como el sol a la gente»
·
Tienes que venir aquí,
a besarme de repente,
que no lo note,
que me sorprenda
como una brisa fría
en una noche ardiente.
·
Sigues resonando así,
tan fuerte,
sobre las paredes,
sobre los huecos de mi barriga,
mis piernas y mis miradas al frente.
puntos 4 | votos: 4
·IX· - Los lunes por la mañana (por si no me has oído)
te imagino arañándome la espalda,
y al mediodía, cuando las nubes bajan,
te veo al otro lado del puente cosiéndome miradas.
·
En julio (por si no te has enterado)
me dejas en ocasiones ciego,
otras veces cojo,
pero siempre, siempre, contento.
·
Durante esos delgados días que te veo
germinas en mi panza
con el agua de mi sangre
y la sal de esos «te quiero»
que te decía cuando me dabas la espalda.
·
Y (por si no te ha quedado claro)
cada día flotas en mi aire,
y un poquito de ti nunca me hace mal
en estas dimensiones
en las que al amor le gusta hacer de sable.
puntos 8 | votos: 8
Fue poeta - “Entre salitre y olas besaba el viento su pelo,
y esperaba al barco perdido
en el muelle en que ya no hay veleros”,
y cerraba el cuaderno porque ya no sabía seguir,
y perdía en el océano sus ojos.

Se describía como una persona un poco mirla,
de sábados y lunes, de té amargo sin azúcar
pero de churros con chocolate. Y toda su historia
la escribía en ese cuaderno que solo cerraba
cuando sus musas callaban,
o se perdía el océano en sus ojos
y con la visión nublada no quería manchar las palabras.

No era raro encontrarla en su cuarto a las tres con la lámpara
encendida,
o tomando un café en el bar a la salida de la universidad
contemplando con su mirada de tinta las historias no contadas de la
gente que pasaba por allí.
Y yo me perdí en el océano de sus ojos,
una tarde,
y no supe salir.



Y un día, le dirá a sus hijos
de otro hombre que fue poeta,
y ellos se reirán de ella, y sus ojos
(otra vez) se llenarán de mar.
puntos 4 | votos: 4
·VIII-2· - Pudiera ser que un día el sol quiera quemar las flores;
diga «hasta los cojones», les lance miradas frías
y las achicharre como estos deseos
que incendian por dentro mis días,
mi lógica y hasta el viento de la China.
·
Imagínate que un año la lluvia se harta de nosotros
y de nuestras pocas aventuras,
y se dedica a aguarnos las manos
para que resbalemos y no lleguemos
el uno al labio del otro.
Dime tú si no seríamos dos almas perdidas.
·
Piensa que no nos conocemos,
y que nos chocamos en una de nuestras vidas.
Piensa que nos conocemos
y que no querríamos doblar la esquina.
Piensa que no nos vemos,
y reconocemos el aroma del otro en una vía.
Piensa que nos vemos,
y que el cuerpo, con vida propia,
por la emoción se desvía.

puntos 7 | votos: 7
·VIII· - Los pescadores devuelven los peces al mar
mientras yo pienso en devolver
los rayos blancos de tu piel
a la luna o a la tierras de sal.
Los peces pescan ideas del coral
para calmarme, desfogarme
de esas gruesas ideas de besarte
y ver caer tus manos
sobre mis tundras, sobre mis mares
y sobre mis locas fantasías
de hasta las estrellas cargarte.
puntos 4 | votos: 4
·VII· - Veréis mi rifle cargado de esperanza,
veréis mis cejas gruesas de siempre
y el ego que a los cielos atrapa.
Leeréis mis poemas que al amor «matan»,
mis versos en las servilletas grasientas
del bar que a las 4am me llena a tapas.
Oiréis mi voz en los techos de casas tristes,
desocupadas, molidas por chistes;
en los pasillos oscuros donde solía besar
a deseos candentes que se han secado,
pero que he vuelto a poner en la maceta,
para ver si algún día crecen y me abrasan.
puntos 5 | votos: 5
·VI· - Dejaron de decirse «te quiero» un viernes feo,
después una lluvia nocturna y un polvo de esos
que uno compra en el chino de la esquina a dos euros.
Dejaron de besarse cuando el corazón se les llenó de frito
y sus manos juntas valían menos que en el cielo un kilo.
Ya no se miraban a la cara, ya no sentían deseos
y el amor se les había vuelto un mero aperitivo.
puntos 8 | votos: 8
·V· - Dos de tres veces te quiero,
y en la que queda muero,
solo, sobre un quitamiedos
de la carretera al cielo.
·
Dos de tres veces vuelvo,
a verte, a darte besos,
a decirte que luna sólo hay una
y que la otra duerme en mis cuentos.
·
Tres de dos veces lloro,
riego el pasto mustio,
quemo tus tesoros
y se los doy a un sol rubio.
puntos 2 | votos: 4
·IV· - Eres el tierno sonido de un piano viejo
abandonado en un bosque a su suerte
entre matorrales cazadores de miedo
y bichitos que viven la vida al dente.
Eres un archivo inmenso
en mi pantalón, en mis pensamientos,
en la cucharilla del café moreno,
en la carpeta del escritorio llamada «te quiero»,
Eres mi guía a un nuevo océano Pacífico,
a un nuevo infierno,
a una vía de purificación e incienso
deshecho sobre mi espalda,
traído de la cordillera del «bésame», 
del «perdóname, no quise»,
del «vuélvete»
 y  de los «ojalás» que habitan vidas con quistes.

puntos 6 | votos: 6
·Cuando se portaba mal - le daba bofetadas al aire de la tarde,
y de vez en cuando recibía reprimendas
por parte de su prima, la luna menguante.
Engañaba por la noche a las estrellas
con sus caderas diabólicas
hechas de madera y cobre brillante.
Por las mañanas, si le daba la gana,
convencía al rocío para que le pagase unas copas
de esas que le hacen a uno olvidar que el amor es asfixiante.
puntos 16 | votos: 16
~ - Fuimos un amanecer borracho, y una fiesta nuestra mientras el resto
dormía. Ella desafiaba las olas, y yo pensaba que, joder, dos pasos
adelante y podría ser sirena de pelo mojado. Lo mejor era cuando se
giraba y sonreía. Como tímida.
Fuimos manta y sofá los domingos por la tarde. Fuimos alas y lastre.
Yo tiraba de ella hacia atrás, y ella de mí hacia delante, siempre
subiendo escaleras para besarme sin resuello en lo alto. Ella iba con
su pincel tachando esquelas, y yo me creí un poeta. Idiota. Fui un
poeta idiota. Y aún así, nunca me aprendí la cantidad de
azucarillos que le ponía al café que dejaba enfriarse cuando volvía
a la cama, o si se ponía primero el calcetín derecho o la sonrisa al
despertarse.
Ella fue falda de colores al empezar el invierno, y yo fui llorar en
silencio el día que le robó un trozo al viento y se lo regaló a su
hermana bailando. Fuimos un marzo mojado. Y fui anidando cada noche
más en ella, y quedándome desnudo, y ella fue mi lo siento, pero me
esperan en casa.
Fuimos dioses, y yo ateo cuando dejé de creer en ella, y ella un
naufragio de cartas sin remite en el río de sus ojos, que no
aprendieron a esperar más de cinco minutos entre revolución y
revolución.
Fuimos luz, y manchas de café (su café) en las sábanas. Entonces
descubrí que los periódicos solo traen noticias tristes si los lees,
y no teníamos tiempo que perder. Tampoco fecha de caducidad. Y aunque
no fuimos, estuvimos en París, rompiéndolo a carcajadas. 
Fuimos felices. Tal vez.

Ahora somos dos poemas en la acera, escritos con tiza.
Y está lloviendo.
puntos 11 | votos: 11
Su broma de medianoche - con aroma a café recién molido
y amores que no toman reproches.
Venía de lugares pequeños
para marchar hacia la eternidad
con paradas ya pensadas
en fotografías, libros
y corazones de vidas sin sal.
puntos 5 | votos: 5
El 75% de tu infancia - Te esta diciendo que lo quieres jugar ahora...
puntos 21 | votos: 21
.INVOCACIÓN DESMO. #2 -

puntos 22 | votos: 22
~ - “Me apuesto la soledad a que no me das un beso”,
y perdí.

Fue en la época en que los veranos tenían tres meses y la comida no
nos preocupaba, porque estaba servida al llegar. La época en que las
pelotas de fútbol importaban un poquito menos y las lágrimas,
demasiado para derramarlas. La época en que perdí(mos) la fe en
tantas cosas.

“Me apuesto tu boca a que quieres la mía”,
y no volví a probar sus labios.

Ella tenía la costumbre de ganar siempre, y yo, de perseguir su culo
por el barrio. No hubo poemas, ni ningún otro tipo de mentiras. Yo
solo quería su boca y ella quería… ella solo quería. Y nos
apostábamos cada paso, ella aburrida de ganar, yo perdiendo sin
querer.

“Me apuesto mi amor a que me enamoro de ti”,
y perdí por última vez.
puntos 7 | votos: 9
Me pintó un campo - lleno de flores excesivamente bellas
para hacerme entender qué era la felicidad,
o que, al menos, supiera que allá fuera
a algunas cosas todavía les queda color y vida.
·
Grabó el eco de su voz en una montaña,
en algún día de esos radiantes
que la gente recuerda con la nostalgia
propia de un alma que a sí misma se engaña.
·
Me escribió un relato 
cuyo protagonista era un abrazo,
queriendo enseñarme lo que era la amistad.
Al parecer interpreto mal los símbolos,
los abrazos no son puñales en la espalda.
Al perecer mi sentido común se me tiñe
el alma de color betún.
puntos 19 | votos: 19
No le quedaba amor, - por eso no lo compartía.
puntos 9 | votos: 9
.~Soy más que un vestido y una voz. - Bravo por ti, que a la brisa fría del mar le das calor,
pero yo sigo empapado por la oscuridad del templo hundido,
clavado en algún sitio de la arena oceánica,
taponando la lava del corazón de la tierra a propósito
(por eso ves en mi piel grietas con brillo)
y al núcleo de los arrepentimientos dándole plática.~
puntos 4 | votos: 4
El grito de dos gigantes - hace un tremendo eco que vibra hasta los límites de un mundo vacío y
lleno, en el que no hay nada pero que contiene todo.

Uno de los gigantes sin forma, desprendiendo una melodía antigua,
flota en el cielo oscuro, y su grito parece una alegre aunque terrible
carcajada. Apenas al escucharse, se descompone en una ráfaga de
emociones que se hilan en el aire y descienden como un arcoiris en
forma de hebras.

El otro gigante, riguroso heredero del mismo mundo, se asienta en el
suelo, y su grito se siente como un manifiesto lastimero, terrible,
poderoso y anhelante. Se transforma éste en agua que discurre fría
por el suelo, y en ráfagas de aire gélido que trituran rocas y
luchan contra el fuego.

***

Sin saber a dónde ir, aparezco en un espacio intermedio: noto aquí
una brisa cálida que empuja un río de agua y palabras en el que me
veo inmerso. Y mientras ahí permanezco, mi mente se llena con
imágenes de lugares verdes y mágicos. Sin distinguir ya entre
realidad y sueño, veo llover hebras multicolores que comienzan a
llenar de magia melódica la corriente salvaje de fluído
conocimiento... y mil palabras de poder se graban, candentes, en lo
más profundo de mi ser. Todas, sin embargo, giran sólo en torno a
una: ahora.

puntos 6 | votos: 8
Una larga guerra - en pos de un país de libros sin tinta
en los que nuestras palabras se graban
en forma de relieves que por irse no tienen prisa.
puntos 9 | votos: 13
Dentro de lo malo - aumentan los usuarios registrados.
puntos 5 | votos: 7
No te preocupes por mi felicidad - le dije en día de sábado gris.
Él sólo suspiro con la cabeza gacha, como un dragón al que le han
extinguido el fuego. Y luego dicen que esos caballeros que invaden su
cueva son los héroes. Vaya.

Cuando la lluvia nos sorprendió en nuestro paseo vespertino,
le dimos envidia al darnos besos y abrazos.
Estás sola, y además empapada le dije desde mi cabeza.
Se cabreó y lanzó mil rayos a nuestro alrededor,
a los que no temimos.

De todas formas, íbamos a renacer.

Vimos por última (¿o primera?) vez
la manta marina abrigar el suelo
que miraba con todos sus ojos
al techo descolorido.

Él me recordó cuando le saqué
de aquella novela 
en la que se quedó encerrado
y yo le dije:
Estamos en empate.
¿No te acuerdas cuando me secuestraron
las notas del piano y tu viniste a rescatarme
con la melodía más hermosa del mundo?

Empate repitió él.

Ahora, cuando se fue a dormir el sol,
ya no intentamos despertarle.
De vez en cuando los engranajes
sólo van más rápido
y no los detiene 
ni la voluntad del más gigante.

El pasto frío,
por última (¿o primera?) vez,
nos hizo de cama,
de almohada,
de testigo de largos suspiros
que ya a nadie engañan.

···

A las doce, todo renace,
como una crisis lunar, pero eterna.
No hubo que decirle que no se preocupase,
no hubo que decirle que había empate.

Nadie dijo nada.
puntos 5 | votos: 5
Un maremoto - venido de otro planeta
(en donde no existe el mar)
toca mi puerta
y me invita a arrasar
con los nuevos mundos,
con los sueños en vela
y con esos cielos de otoño
que dejé marginados
en el felpudo de una casa
siempre envuelta en niebla.
puntos 8 | votos: 8
El otro día vi - que voluntad y volar tenían la misma base.

puntos 8 | votos: 8
Mi ida comienza al llegar - y los segundos se agotan rítmicamente en una irónica cuenta atrás.

Las ruedas se detienen y se echa el freno, cojo las maletas y...
Tic-tac, tic-tac.
Respiro, avanzo, olvido.

***

Destaco con mi brillo destructivo, como en el bosque un incendio que,
sin remedio, consume lo que está vivo:

- Tú, ¿de qué vas?

-¿Yo? - susurro, sorprendido (quizás).

-¿Que ves contigo a alguien más?

Me giro

Ciego, pienso, que eclipsado por mi luz no ve mi compañía

-¿No contestas? No me extraña. Si tú fueses yo entenderías; que no
hay sitio aquí para ti, que tu ayuda no es aceptada. Vete con tu
magia y tus tonterías, que no queda ya quien escuche tus teorías y
de más están tus palabras.

Lo miro, y su mirada de ignorante desfío sólo aspira a pelear...
Tic-tac, tic-tac

-Me aburres.

***

Siete veces por semana, trenta días al mes. Cinco y media de la
tarde, cuando el sol no quema y la luna no se ve.

Tic-tac, tic-tac

Un ratito caminando y un momento de descanso, entonces aparece él.
Bajo el árbol, se sienta a mi lado y con una mirada, ésta sí
eterna, me da todo a entender; aplico entonces mis cuidados, pues su
alma lejana a ellos sí necesita descanso, no sea que me aburra
también.

Tic-tac, tic-tac

***

¿Que el tiempo se ha agotado? Pero yo no estoy preparado y me queda
mucho por hacer, que ni un sueño he reparado ni a una mente he hecho
entender.

Tic-tac, tic-tac

Reloj de arena que maldigo, que cada grano que se desliza me acerca
más a la partida, esa que con tristeza intento siempre retrasar.

El tren aún no está en marcha. Me asomo por la ventana y veo una
figura conocida que compra agua en una máquina, con la mirada
decaída oculta por un oscuro sombrero y el cuerpo entero oculto por
un abrigo negro.

Tic-tac, tic-tac

No hay atisbo de despedida; mi partida es pues entre lágrimas, pero
no de esas llenas de energía que resbalan con viveza sobre el rostro,
sólo gotas frías que reflejan un mundo gris erigido sobre recuerdos.

Tic-tac, tic-tac, tic-tac

Suena el motor, es la hora. Como siempre adopto elegante postura, miro
al frente con firmeza y agarro mi maleta con fuerza. Semejante farsa
sólo dura hasta que mi mente se quiebra y me derrumbo: gimiendo
débilmente con la cabeza apoyada en el asiento, me lamento (casi) en
silencio de que pudo haber sido, y de lo que por no ser caerá en el
olvido a una distancia imposible de salvar.

Tic-tac
puntos 12 | votos: 12
X - Cuando el tiempo nos lleve
y sea nuestra cama el único mar,
cuando el cielo no truene...
Allí estará nuestro hogar.

Cuando esa niña no llore
y tampoco a ti te vea llorar,
cuando en tus brazos me enrede...
Solo allí iré a parar.
 
Cuando la oscuridad no nos ambiente
y la luz no se digne a venirte a animar,
cuando el suicidio algo jure para mal...
Te iré a salvar.

Cuando el viento no nos bese
y el césped no se deje abrazar,
cuando preguntes dónde estás...
Me verás caer una vez más.

Y cuando el Infierno se hiele,
y el Cielo arda envuelto en mal,
cuando el Limbo no me anhele...
¡Me iré a matar!
puntos 8 | votos: 8
Hablaban de Yugoslavia, - creo,
mientras yo conocía dos nuevos mares
(encerrados en bolas de cristal)
que con sólo mirarme me ahogaban.
En ellos veo
(o quiero ver, según dice la gente sabia)
corales de vidrio que desean reflejar
soles egoístas del mediodía,
mantas naranjas de la tarde
o noches de una luna sin prisa.
·
Y vuelvo a sentir
ese deseo de conquistar el mundo
(o de amar, como dicen algunos)
bajo aspas rotas y verdosas
de una tierra prometida inexistente,
donde, al parecer, no muere la mente
y esas rabias del día a día
quedan siempre calientes,
como hierros que no ven el frío de frente.
puntos 6 | votos: 6
¬. Te lo revelo: - las mejores historias nacieron
cuando te veía al lado mío,
en la cama, despierto.
Con el pelo de árbol viejo
y dos lunas por ojos.
Lunas que queman,
como el beso ese de las mañanas.
El que te doy después de decir
pareces un regalo nuevo.
·
¬. Te lo recuerdo
en el cielo vive la lluvia, 
pero también yo y mis cuentos.
De paso, entre hojas, estás tú,
en varias estrofas,
entre las líneas de los versos
o en la tinta que a mis manos emboba.
puntos 7 | votos: 7
Fui maldecido por la poesía - a una edad demasiado temprana, creando en mi corazón expectativas
extremadamente poco realistas...

puntos 9 | votos: 9
Cold Blood - Zero entró en el hotel.

A priori, la sala de recepción tenía un aspecto lamentable. Era un
antiguo complejo creado a las orillas del río. Por las derruidas
ventanas se podía observar los restos de lo que había sido su
embarcadero. Refleja de forma espeluznante  la situación actual de la
ciudad que había sucumbido en el caos. Hacía años que se encontraba
 en un completo estado de  decadencia.

El viejo hotel había vivido muchos momentos gloriosos como insignia
de la ciudad. Entró en declive al no poder competir con las
construcciones locales lideradas por las mafias de la zona. Muy pronto
sería demolido.

Aún se aferraban los candelabros del oro al techo, moviéndose de un
lado hacia otro. Abrían el camino hacia unas extensas escaleras de
madera cubiertas por agujereadas alfombras rojas. Entre las numerosas
grietas de sus paredes aún se conservaba el aroma de aquellas
incontables fiestas que se celebraron dentro de él.

Zero se deteníó en el tercer piso. Marchó a la habitación de la
esquina derecha. Era la 
única que conservaba aún su número 

-Gutten morgen, Vincent- dijo Coronel agazapado en un reconfortable
sillón rojo.-
Espero que no le importe que haya traído esto para hacer más ameno
nuestro encuentro- concluyó señalando una pequeña mesa al lado suya
donde se encontraba una caja de habanos y una botella de vodka casí
vacías.-Como ve, he empezado sin usted-

A Coronel no le importaba ocultar sus vicios. Es más, se
enorgullecía de ellos ya que decía que eran parte de su
personalidad. Era un fumador empedernido y siempre andaba tras una
botella de licor. Se sentía hastío. Había perdido la mayor parte de
su juventud luchando en la guerra por lo que ahora, a sus cincuenta
años, quería recuperar el tiempo perdido. Pese a todos sus defectos,
era un hombre sagaz con una gran capacidad de raciocinio en las
situaciones más complejas. Vincent lo sabía y ese era el único
motivo por el cual había aceptado a realizar esta misión. Sentía
cierto respeto hacia él aunque nunca lo desmostrase.

-Bien Coronel- dijo Zero sin hacer caso omiso a los comentarios de su
locutor- Pasemos ya a asuntos mayores- dijo tomando asiento en una
silla polvorienta.

Mantuvieron su conversación hasta el anochecer.
puntos 6 | votos: 6
...Y sentí que me ahogaba. - Fue extraño, nunca pensé lo fina que era la barrera entre el odio y
el amor, pero así era.  Intente conquistarlo, supe desde el inicio
era imposible. Jamás se fijaría el en mi, sin embargo cuando supe
que amaba alguien mas calle y sonreí lo mejor que pude, el nudo en mi
garganta era muy grande, pero que podía hacer. nunca fui la primera
opción de nadie...
puntos 2 | votos: 2
Capítulo II - En la entrada a la escalera del templo estaba sentado el viejo Shilo
con su tinaja, y le dijo a un niño que pasaba con su madre:

- Ei, ¿quieres que te cuente un cuento?
- Tomás, aléjate de ese hombre – contestó la madre, y ambos se
fueron a paso acelerado siguiendo su camino.

El monje Matías, que al parecer había bajado, le habló por la
espalda.

- No has tratado con niños, ¿cierto?

- Mis primos, pero eran muy bebés. De vez en cuando a algún amigo en
la primaria. Y ya de adulto de niños cero, la verdad. Practiqué con
árboles, ellos me oían.

- Deberías ir a pedir consejo a la mansión de las tortugas.

- ¿¡No que esto era Templo de la Tortugas!? ¿Hay también mansión?

“Acompáñame” dijo mientras subía las escaleras con su tan
típico bamboleo lateral de cuerpo y prendas. El monje Matías tenía
siempre el rostro en sombras y su atuendo común era una estola blanca
que permitía ver unos finos brazos y piernas, como si lo hubiese
dibujado con crayones un niño que se abstuvo de imaginarse su cara.

Le guió hacia detrás del templo. Vieron a la mujer asceta. El suelo
de piedra terminó y, rodeado de matas, llegaron a lo que a Shilo le
parecía un horno con demasiados agujeros, con una plataforma circular
rodeándola. En frente había una butaca bajita de piedra. Matías le
dijo “Siéntate y espera”. Cuando el viejo Shilo se dio la vuelta,
el monje Matías ya no estaba. 

Se puso mirando al frente, escuchando cómo los árboles cuchicheaban
entre sí sobre su cabeza, como si lo estuviesen evaluando. 
Alguno diría “¡Qué feo! Tiene el tronco lleno de trapos raros
 y sus hojas son escasas muy oscuras”.

Shilo ya hace mucho dejó de poder oír las palabras de los árboles.

Lentamente, una pequeña tortuga de ojos cerrados salía de un agujero
y se puso justo enfrente de Shilo.

- Oh, este es un olor nuevo. ¿Quién eres? – dijo el animalillo con
una voz muy grave y ronca. 

- Soy Shilo, cuentista en proceso.

- ¿Cuentista? Eres el primer cuentista que veo por aquí. Dime,
¿cuál fue tu maldición?

- ¿Perdona?

- ¿Acaso no sabes que este es un templo que alberga personas
maldecidas de nacimiento?

- Pues yo no estoy maldito.

- Qué raro que te hayan dejado entrar. 
No es común en ella dejar entrar a gente normal.

- Bueno, normal. Hasta mi juventud podía hablar con las plantas, 
sobre todo con árboles.

- Ya veo – asintió la tortuga – ¿En qué te puedo ayudar
entonces? ¿Necesitas consejo, quizás?

- Exacto. Verá, señor tortuga, yo quería ser cuentista de niños,
pero he practicado tan pocos que no sé cómo atraerlos.

- ¡Niños! Por Shangri-La, hace mucho que no trato yo con niños más
que viéndolos desde aquí cuando vienen a pedir milagros con sus
madres. Veamos, los niños son personajes muy telúricos, casi como un
animalillo salvaje.  Tendría que saber cómo son tus cuentos para
decir si pudieran llamarles la atención.

- ¡De acuerdo! Traeré la tinaja – Shilo se levantó con pesadez y
tras un rato volvió con su recipiente.

- Espera, espera. ¿Cómo guardas los cuentos allí?

Shilo metió la mano y sacó unos cuantos pergaminos muy pequeños.

- Los cuentos están escritos aquí al completo, pero ya me los sé de
memoria, así que los uso como para hacer un sorteo. “¿Qué cuento
saldrá?” y esas cosas.

- A ver, saca, quiero oír uno.

- No sé…la gente adulta no entiende los cuentos, no les ven
sentido.

- ¿Cómo? ¿Has contado alguna vez un cuento a un adulto?

- No.

- ¿Tú puedes saber cómo de grande va a ser un bizcocho si no sabes
qué tan efectiva es la levadura?

Shilo calló.

- Venga, saca – la tortuga tosió.

El proto-cuentista metió la mano en la tinaja, y, tras remover un
rato, sacó un pergamino con cinta verde. “Un cuento sobre la
naturaleza” dijo. Desenrolló el objeto y leyó el título

#
-LA PLANTA DE RA-
Corría el rumor de que en el turbulento bosque de Fengaro se
encontraba la flor más antigua de toda la historia: la planta de Ra. 
Un gran explorador anglosajón, al oír la leyenda,  no dudó un
segundo en ir a buscarla. Mató a fieros tigres y hambrientas hienas
en la sabana de Mauria para poder abrigarse en el duro camino de la
cordillera que escondía el bosque. Después de meses sin suerte,
consiguió plantarse frente a la entrada de la verdosa ciudad. 

Extrañamente, el explorador no se encontró con ninguna traba en el
bosque. Ninguna planta venenosa, ningún animal salvaje. Incluso
pensó que los ayudaban. Finalmente el hombre llegó al corazón de la
maraña arbolada y vio a la diminuta flor de Ra rodeada de pequeñas
rocas grises. Se acercó a ella e intentó arrancarla, pero le fue
imposible, y del tirón, cayó de espaldas. 

“¿Sabes por qué te fue tan fácil el camino, forastero?” dijo la
flor. “Porque este es un bosque hecho a base de envidias. Cada ser
vivo de este bosque es un humano que ha codiciado mi eternidad.
Insisten en arrancarme. Se quedan incluso años. Varios mueren. Y cada
uno de sus cadáveres los hago renacer en hermosas flores y animales
de preciosas cabelleras y alas, para hacerme compañía, pero, a pesar
de mi piedad, no me quieren. Ayudan a todo aquel que busca mi riqueza
temporal, y vuelven a deprimirse cuando se dan cuenta de que, otra
vez, no pueden. 
Dime, ¿te apetece ser algún animal o planta en concreto? 
¿O vas a ser sensato?
#
La tortuga intentó aplaudir poniéndose a dos patas, pero se quedó
con el caparazón en el suelo. Shilo le dio la vuelta y entonces la
tortuga abrió los ojos.

Le brillaban, como una constelación.

- ¡Oh! Es hora de la comida – dijo la tortuga al ver que la mujer
asceta se acercaba a ellos.
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En este mundo - no existen las coincidencias, sólo puede haber lo inevitable
puntos 12 | votos: 12
Niebla del olvido - Sus pies desnudos hacían crujir las hojas. El camisón, blanco como
la nieve, le llegaba hasta los tobillos. Su pelo, lleno de rizos color
chocolate, le empapaba la espalda de agua helada. El silencio
sepulcral solo era interrumpido por el castañeteo incesante de sus
dientes.

Miró a su alrededor. La niebla lo invadía todo como un muro
impenetrable. Apenas se divisaban sombras y figuras que estuvieran a
pocos pasos más allá. Blanco. Nada. Intentó hablar, gritar, llamar
a cualquiera que estuviera cerca. Pero no podía. Era como si sus
cuerdas vocales hubieran dejado de existir.

 Sus ojos dejaban ver la confusión que la inundaba. Respiró hondo,
intentando tranquilizarse. Probó con todas sus fuerzas el recordar
cómo había llegado ahí, y cómo salir. En vano. Lo único que le
venía a la mente era ella misma despertando en aquel lugar. Caminó
sin rumbo lo que le pareció una eternidad, hasta que oyó algo
inusual. Era la primera vez que escuchaba ese sonido, demasiado
parecido al que hacía ella al caminar. Se giró.

 Apenas era un niño. La niebla le ocultaba el rostro, pero se podía
ver su silueta. La piel de sus brazos era pálida. Susurraba cosas que
ella no podía entender, y, aunque era incapaz de verlos, sentía sus
ojos fijos en ella. Un escalofrío le recorrió la espalda, similar al
que sentía cuando los veía. Almas que no abandonaban este mundo,
pero ya no habitaban en él. Aunque había algo diferente… La
silueta del niño le señaló una dirección, y después se evaporó
como el mismísimo humo. Ella tragó saliva, temerosa de lo que
pudiera encontrar allí. Algo le decía que no le iba a gustar, mas
necesitaba saberlo. Comenzó a caminar.

Era un lago profundo y con una capa de hielo cubriéndolo. Se acercó
lentamente, con aquel horrible presentimiento invadiéndola. Vio que
había un pequeño agujero circular, similar al que usaban los
esquimales para pescar. Estaba ya en la orilla del lago, sin saber
exactamente qué hacer, cuando volvió a ver la silueta del niño,
esta vez al lado del agujero.

Respiró hondo. Puso un pie cautelosamente sobre la capa congelada.
Aguantaba el peso. Un impulso más grande que ella misma la
impacientó; por lo que corrió como nunca hasta llegar al agujero. El
niño no estaba. Cuando se detuvo estaba jadeando y, para sus
sorpresa, no había entrado en calor, sino que todavía tenía más
frío.

Miró fijamente al agua cristalina, sin poder apartar la mirada. Se
arrodilló sobre el hielo, ignorando la oleada gélida que sintió.
Observó su reflejo, curiosa. Una gota de agua se desplazó por uno de
sus rizos, despegándose de él y cayendo en picado. Ésta impactó
sobre el agua, creando pequeñas olas. El reflejo cambió.

Ahora estaba más pálida, con unas oscuras ojeras recorriendo sus
pómulos. Sus labios eran morados como un tulipán marchito. Una
línea roja recorría su cuello, similar a una sonrisa diabólica. De
ésta emanaba líquido rojo, que teñía el agua del mismo color.

Tardó un instante en entenderlo todo. Un momento en recordarlo todo.
Y una eternidad en aceptarlo todo.

 El callejón oscuro. La voz ronca. Sus ojos vendados. Y esa fría
hoja incrustándose en lo más hondo de su garganta…

puntos 8 | votos: 8
~Donde duermen - las pequeñas historias~ · Parte I.
···
“De mayor quiero ser cuentista” fue lo que le dijo 
el pequeño Shilo a su abuela la última vez que fue a visitarla. 
La mujer limpiaba despacito la vereda  que antes 
había mojado con la manguera.  La calle empedrada 
estaba enfadada porque los niños no paraban 
de molestarle andando con sus bicicletas encima de ella. 
Un destartalado coche llegó para llevarse a Shilo: 
ya el verano hacía las maletas
 y era tiempo de que el muchacho entrara en secundaria.

Y la secundaria voló como una mosca huyendo del calor y quedó con
forma de recuerdos en colores tímidos al estilo de las viejas
fotografías.  Dicen que Shilo era un estudiante ejemplar, su nota en
las pruebas de acceso a la universidad fue la más alta por décadas. 
En la facultad no hablaba con nadie que no fueran los árboles, y a
ellos les contaba los cuentos, ésos que su abuela guardó en una
tinaja. 
Y los árboles se limpiaban las orejas sólo para oírle.
 Los arbustos eran un poco más tercos y se negaban a escucharle, no
fuera a ser que les contagiara ideas extrañas. 

También humanos le oían en los jardines de la universidad,
escondiéndose tras las matas, pero a Shilo no le gustaba que le
oyesen los humanos, más concretamente, los adultos. Él creía que ya
habían perdido toda inocencia y sensibilidad para esa edad. 
No podía ver en sus ojos constelaciones brillantes que encontraba 
en los ojos de los niños. Así que, al no tener un público infantil,

el joven Shilo tenía que entrenarse como cuentista con los árboles.

***

La calle empedrada que estaba deseosa de jubilarse tenía un término
que daba paso a un largo sendero de tierra el cual conducía desde
Lázaro Sur a Lázaro Norte. A lo largo de este camino anchas colinas
de pasto claro se asomaban, y en el trayecto aparecía el denso bosque
que hacía de guardián del Templo de las Tortugas. Shilo hizo la
promesa de que cuando cumpliera los sesenta volvería al pueblo de su
abuela, con el fin de convertirse en un verdadero cuentista. Los
monjes del Templo de las Tortugas lo acogieron, pero tenían en un
principio cierta sospecha.

-  En estos últimos meses andan rondando muchos ladrones por los dos
Lázaros.

Pero, después de mantenerlo vigilado, determinaron que el viejo Shilo
no constituía ningún peligro. El templo de piedra se encontraba en
una elevación en medio del bosque, y lo cubrían altos árboles por
encima. Finos rayos de luz se colaban por el follaje, permitiendo un
frescor otoñal en las tardes de verano. 

El lugar tenía muchas habitaciones y sólo estaban ocupadas cuatro,
así que no hubo problema alguno en acoger a otro más. Había
también una mujer que parecía ser asceta, cuya sombra se veía sobre
todo por la parte trasera del templo. Shilo averiguó enseguida que el
lugar favorito de ésta era el estanque de los peces koi. 

Los otros monjes no eran personajes menos curiosos que ésta.
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El cazador cazado I: - Cristian Sein era un empresario de éxito de Helemtown.

Tenía una gran fábrica y unas oficinas en las afueras de la ciudad.

Era un hombre de estatura media y musculatura fuerte.

Sein, además de ser uno de los hombres más poderosos y ricos de la
ciudad era el líder de lo hombres lobo que habitaban en la ciudad.
Uno de sus informadores entro en su despacho y dejo encima de la mesa
un periódico y la fotografía de Ivan.

-¿Qué es esto?

-Usted lea.

Cogió el periódico y lo observo sin comprender por que su
subordinado se lo había entregado. Entonces tras observar los
titulares su mirada se ensombreció en la portada a pie de página
podía leerse. “Catastrofico incendio en un bar en el kilómetro 340
de la autopista estatal”. El hombre trago saliva aquel bar era
propiedad de su organización y su perdida suponía una perdida
importante de ingresos y a eso habría que sumar que cabía la
posibilidad de que hubiese victimas.

-¿Que ha sucedido?-increpo a su lacayo.

-El bar comenzó arder a las 00:30 de la madrugada según el informe
policial, esto supone un gran contratiempo,ahora la policía no
dejará de hacernos preguntas y es posible incluso hasta que haya
juicios.

-¿El incendio fue provocado o accidental?

-Según la policía el fuego se origino al arrojar una cerilla sobre
gran cantidad de combustible, por lo tanto existe la total certeza de
que fue provocado.

-¿Hubo victimas?

-Aún no se sabe cuantas, debido al daño sufrido por los cuerpos por
la exposición a las llamas, pero según el informe policial, 
al menos quince.

-¿De quién es la fotografía?

-Al ver el fuego me acerque a la zona, vi a ese hombre salir del
interior.

-¿Sabes quién es?

-Me suena, creo que forma parte de la red de extorsión de Gunter.

-¿Gunter el líder de la mafia local?

-Eso me temo.

-¿Que puede tener la mafia contra nosotros?

-No les gusta la competencia, ellos tienen varios bares.

Sein reflexiono unos instantes.

-¿Crees que es posible, que conozcan nuestra naturaleza?

-Esa sería otra explicación.

-¿Crees que son cazadores?

-Por la palidez de su rostro, yo más bien diría que son vampiros.

Cristian observó la foto, el tipo era rematadamente pálido, de eso
no cabía duda, ¿pero sería un vampiro?, había oído leyendas entre
los sobrenaturales sobre que los vampiros habían fundado esa ciudad y
que esos mismos vampiros seguían gobernándola desde la sombra.

¿Serían Gunter y todos los suyos vampiros?, la idea le producía
escalofríos.

-Haremos una cosa- dijo al final, llama a Hank, dale la foto y dile
que se ocupe de ese tipo y reúna toda la información sobre el que
pueda, diles a Matt y Saimon que investiguen los locales de Gunter y
los suyos, si ven cualquier indicio de que puedan ser chupasangres
quiero saberlo.

-¿Crees que Hank podrá acabar con el vampiro?

-Es nuestra mejor baza.
puntos 6 | votos: 6
~. Mola oírle bostezar, - aunque sea en forma de vaga idea en mi mente.
Miento si digo que no me gustan los pelos de sus brazos
y esos ojos achinados que tiene cuando va a despertar.
Pervive por la maraña de mis recuerdos
un día de sol caliente
en el que su espalda me mostraba,
como un muro ~.
·
Por aquel entonces ningún titán
 deshizo nunca en ladrillos mi suerte.
·
Pero soy un burro,
las sábanas están para dormir
y no para disfrazarse de fantasma
e ir de transparente por la vida.
No soy astuto.
No odio el mundo,
si bien siento que el magma del café
se ha puesto duro.
puntos 4 | votos: 4
Un hombre - sólo tiene derecho, a mirar a otro hacia abajo cuando ha de ayudarle
a levantarse.
puntos 17 | votos: 17
Pese a este día lluvioso - (tan encantador)
salí con una sonrisa
y di la mano a la calle,
que olía a hierba mojada.
Los muros vacíos los llena la poesía
y las rimas las está esparciendo la brisa.
Yo haré como si fuera especial el día:
me querré más a mi misma,
me diré que estoy en la cima
y que desde aquí todos los mundos se divisan.





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