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01.10.2011

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GeekVeterano Nivel 3

puntos 7 | votos: 7
·XVIII· - Te digo que esas risas verdes no existen en Júpiter,
ni a la vuelta de la esquina,
ni en las suertes del coronel.
Que se nos mojan la vida y las butacas siempre;
que me gotean los miedos y las manos me hierven.
Los engraso, a ver si se me escapan.
Luego vuelven a contarme que me engañan,
que me tragué el mar adrede.
·
No le tiraba pintura a las piedras aún
si en mi mundo se agrietaban las leyes,
pero me vienes tú, con espadas de nieve,
empaquetándome, pegándome sellos
del País de la Luz
y gritando que desde allá me hueles.
puntos 5 | votos: 5
Eso de que algún día - los cielos azules podrían volver
me mantiene despierto a la hora del almuerzo
y no me permite trocear la ira,
ver que del otro lado no hay suelo
y que a la vuelta de la esquina se reinicia el mundo,
con sus farolas, sus vecinas y su agua bendita.
puntos 10 | votos: 10
·XVII· - Porque todavía miro a ver
si es que no eres de goma,
o de porcelana
porque tus ojeras me emboban
y tus ciudades me empachan.
·
Porque todavía no sé
si fundiste el hierro de mi alambre
o las manos me engañan
diciéndome que ando más suave,
más azul y más claro,
como los cielos de primavera,
de esos que si los tocas se enojan
como la vida al decirle «estoy feliz,
no importa si algo se va al traste,
hoy me permito sonreír»
puntos 5 | votos: 5
·XVI· - Como que a veces no te quiero ver,
por si mis miradas te desgastan
y no te puedo recargar.
·
Como que cuando apareces,
el viento sopla más,
la gasolina baja,
la lluvia se duerme,
y yo no miro tanto hacia atrás.
·
Que ya,
que hoy los cielos grises vuelven
y las cara se nos llena de sal.
Que sí,
hoy los kebaps a dos por uno
y la pena a la mitad la segunda unidad.
puntos 7 | votos: 7
·XV· - -

puntos 7 | votos: 7
·XIV· - Estaré desde las ocho,
por si me llegas temprano,
para ver si sigues flaco
o si te has vuelto morocho.
·
Estaré desde las ocho,
y desde las siete y las seis,
sobre el mismo banco,
con el mismo rostro
al que pegaste una sonrisa
a las cuatro de la madrugada,
en un mes de esos rotos.
·
Luego a luego estoy desde la cinco,
con esto de que el sol me recuerda a ti
y a tu sonrisa del siglo.
Y, si me pillas, tal vez me veas a las tres,
con un jardín en el bolsillo
y mi vida entera a tus pies.
puntos 4 | votos: 4
·XIII· - Si eres mi cazador,
sabes que iré a la trampa,
pero, si quieres,
puedo ser un buen ciervo,
huir de tu escopeta
y decir que no te quiero.
·
En tus cejas hay bosques de fantasía,
en tu barbilla acantilados del destino
y en tus uñas castillos para la ira.
Si huyo de ti, que sea para recorrerte entero,
desde tus montañas hasta tus islas.
puntos 6 | votos: 6
·XII· - Es que, si me quedo,
sé que no respetaremos a la noche,
y que, si lo hacemos,
me despertarás en medio del sueño
para decirme:
«oye, que se acaba el mundo»
y yo te diré que no importa,
que estamos juntos
y que el amor no engorda.
·
Es que, si no vuelo,
sé que no despertaremos,
que nos tiraremos toda la mañana
en la cama, dándonos besos
y estirando las patas,
intentando quebrar el cielo
con las uñas rotas de nuestras garras.
puntos 5 | votos: 5
·XI· - Tomaré tempera azul
y te pintaré como un cielo intenso.
Sacaré la pintura verde:
serás los pastos gigantescos
y los árboles que nos darán sombra
cuando pinte también
un sol de estos inmensos.
Luego haré tu silueta con mis dedos,
tus ojos con marrón sobre mis uñas,
tu pelo con negro sobre mis pelos,
y tu amor con la carne de mis dudas.
puntos 5 | votos: 5
·X· - Tengo poemas que decirte,
hielos con los que quemarte,
gestos con los que divertirte
y mil besos para amarte.
Tengo miedo, a veces,
de no poder fiarme de estas cosas,
de estos tejidos tan densos y azucarados.
Ya hasta tengo miedo 
de que el sol se me caiga encima
y que la luna me arañe.
Creo que ya tengo miedo por siempre,
y rabia, y cólera;
y odio el mundo y su peste,
pero quiero tus vendas en mis heridas
y tus dientes sobre mis dientes.

puntos 8 | votos: 8
·IX–2· - Tienes que estar ahí,
desbordándome la mente
y diciéndome entre risas breves
«te quiero mucho, como el sol a la gente»
·
Tienes que venir aquí,
a besarme de repente,
que no lo note,
que me sorprenda
como una brisa fría
en una noche ardiente.
·
Sigues resonando así,
tan fuerte,
sobre las paredes,
sobre los huecos de mi barriga,
mis piernas y mis miradas al frente.
puntos 4 | votos: 4
·IX· - Los lunes por la mañana (por si no me has oído)
te imagino arañándome la espalda,
y al mediodía, cuando las nubes bajan,
te veo al otro lado del puente cosiéndome miradas.
·
En julio (por si no te has enterado)
me dejas en ocasiones ciego,
otras veces cojo,
pero siempre, siempre, contento.
·
Durante esos delgados días que te veo
germinas en mi panza
con el agua de mi sangre
y la sal de esos «te quiero»
que te decía cuando me dabas la espalda.
·
Y (por si no te ha quedado claro)
cada día flotas en mi aire,
y un poquito de ti nunca me hace mal
en estas dimensiones
en las que al amor le gusta hacer de sable.
puntos 4 | votos: 4
·VIII-2· - Pudiera ser que un día el sol quiera quemar las flores;
diga «hasta los cojones», les lance miradas frías
y las achicharre como estos deseos
que incendian por dentro mis días,
mi lógica y hasta el viento de la China.
·
Imagínate que un año la lluvia se harta de nosotros
y de nuestras pocas aventuras,
y se dedica a aguarnos las manos
para que resbalemos y no lleguemos
el uno al labio del otro.
Dime tú si no seríamos dos almas perdidas.
·
Piensa que no nos conocemos,
y que nos chocamos en una de nuestras vidas.
Piensa que nos conocemos
y que no querríamos doblar la esquina.
Piensa que no nos vemos,
y reconocemos el aroma del otro en una vía.
Piensa que nos vemos,
y que el cuerpo, con vida propia,
por la emoción se desvía.
puntos 7 | votos: 7
·VIII· - Los pescadores devuelven los peces al mar
mientras yo pienso en devolver
los rayos blancos de tu piel
a la luna o a la tierras de sal.
Los peces pescan ideas del coral
para calmarme, desfogarme
de esas gruesas ideas de besarte
y ver caer tus manos
sobre mis tundras, sobre mis mares
y sobre mis locas fantasías
de hasta las estrellas cargarte.
puntos 4 | votos: 4
·VII· - Veréis mi rifle cargado de esperanza,
veréis mis cejas gruesas de siempre
y el ego que a los cielos atrapa.
Leeréis mis poemas que al amor «matan»,
mis versos en las servilletas grasientas
del bar que a las 4am me llena a tapas.
Oiréis mi voz en los techos de casas tristes,
desocupadas, molidas por chistes;
en los pasillos oscuros donde solía besar
a deseos candentes que se han secado,
pero que he vuelto a poner en la maceta,
para ver si algún día crecen y me abrasan.

puntos 5 | votos: 5
·VI· - Dejaron de decirse «te quiero» un viernes feo,
después una lluvia nocturna y un polvo de esos
que uno compra en el chino de la esquina a dos euros.
Dejaron de besarse cuando el corazón se les llenó de frito
y sus manos juntas valían menos que en el cielo un kilo.
Ya no se miraban a la cara, ya no sentían deseos
y el amor se les había vuelto un mero aperitivo.
puntos 8 | votos: 8
·V· - Dos de tres veces te quiero,
y en la que queda muero,
solo, sobre un quitamiedos
de la carretera al cielo.
·
Dos de tres veces vuelvo,
a verte, a darte besos,
a decirte que luna sólo hay una
y que la otra duerme en mis cuentos.
·
Tres de dos veces lloro,
riego el pasto mustio,
quemo tus tesoros
y se los doy a un sol rubio.
puntos 2 | votos: 4
·IV· - Eres el tierno sonido de un piano viejo
abandonado en un bosque a su suerte
entre matorrales cazadores de miedo
y bichitos que viven la vida al dente.
Eres un archivo inmenso
en mi pantalón, en mis pensamientos,
en la cucharilla del café moreno,
en la carpeta del escritorio llamada «te quiero»,
Eres mi guía a un nuevo océano Pacífico,
a un nuevo infierno,
a una vía de purificación e incienso
deshecho sobre mi espalda,
traído de la cordillera del «bésame», 
del «perdóname, no quise»,
del «vuélvete»
 y  de los «ojalás» que habitan vidas con quistes.
puntos 6 | votos: 6
·Cuando se portaba mal - le daba bofetadas al aire de la tarde,
y de vez en cuando recibía reprimendas
por parte de su prima, la luna menguante.
Engañaba por la noche a las estrellas
con sus caderas diabólicas
hechas de madera y cobre brillante.
Por las mañanas, si le daba la gana,
convencía al rocío para que le pagase unas copas
de esas que le hacen a uno olvidar que el amor es asfixiante.
puntos 11 | votos: 11
Su broma de medianoche - con aroma a café recién molido
y amores que no toman reproches.
Venía de lugares pequeños
para marchar hacia la eternidad
con paradas ya pensadas
en fotografías, libros
y corazones de vidas sin sal.

puntos 7 | votos: 9
Me pintó un campo - lleno de flores excesivamente bellas
para hacerme entender qué era la felicidad,
o que, al menos, supiera que allá fuera
a algunas cosas todavía les queda color y vida.
·
Grabó el eco de su voz en una montaña,
en algún día de esos radiantes
que la gente recuerda con la nostalgia
propia de un alma que a sí misma se engaña.
·
Me escribió un relato 
cuyo protagonista era un abrazo,
queriendo enseñarme lo que era la amistad.
Al parecer interpreto mal los símbolos,
los abrazos no son puñales en la espalda.
Al perecer mi sentido común se me tiñe
el alma de color betún.
puntos 19 | votos: 19
No le quedaba amor, - por eso no lo compartía.
puntos 9 | votos: 9
.~Soy más que un vestido y una voz. - Bravo por ti, que a la brisa fría del mar le das calor,
pero yo sigo empapado por la oscuridad del templo hundido,
clavado en algún sitio de la arena oceánica,
taponando la lava del corazón de la tierra a propósito
(por eso ves en mi piel grietas con brillo)
y al núcleo de los arrepentimientos dándole plática.~
puntos 6 | votos: 8
Una larga guerra - en pos de un país de libros sin tinta
en los que nuestras palabras se graban
en forma de relieves que por irse no tienen prisa.
puntos 5 | votos: 7
No te preocupes por mi felicidad - le dije en día de sábado gris.
Él sólo suspiro con la cabeza gacha, como un dragón al que le han
extinguido el fuego. Y luego dicen que esos caballeros que invaden su
cueva son los héroes. Vaya.

Cuando la lluvia nos sorprendió en nuestro paseo vespertino,
le dimos envidia al darnos besos y abrazos.
Estás sola, y además empapada le dije desde mi cabeza.
Se cabreó y lanzó mil rayos a nuestro alrededor,
a los que no temimos.

De todas formas, íbamos a renacer.

Vimos por última (¿o primera?) vez
la manta marina abrigar el suelo
que miraba con todos sus ojos
al techo descolorido.

Él me recordó cuando le saqué
de aquella novela 
en la que se quedó encerrado
y yo le dije:
Estamos en empate.
¿No te acuerdas cuando me secuestraron
las notas del piano y tu viniste a rescatarme
con la melodía más hermosa del mundo?

Empate repitió él.

Ahora, cuando se fue a dormir el sol,
ya no intentamos despertarle.
De vez en cuando los engranajes
sólo van más rápido
y no los detiene 
ni la voluntad del más gigante.

El pasto frío,
por última (¿o primera?) vez,
nos hizo de cama,
de almohada,
de testigo de largos suspiros
que ya a nadie engañan.

···

A las doce, todo renace,
como una crisis lunar, pero eterna.
No hubo que decirle que no se preocupase,
no hubo que decirle que había empate.

Nadie dijo nada.

puntos 5 | votos: 5
Un maremoto - venido de otro planeta
(en donde no existe el mar)
toca mi puerta
y me invita a arrasar
con los nuevos mundos,
con los sueños en vela
y con esos cielos de otoño
que dejé marginados
en el felpudo de una casa
siempre envuelta en niebla.
puntos 8 | votos: 8
El otro día vi - que voluntad y volar tenían la misma base.
puntos 8 | votos: 8
Hablaban de Yugoslavia, - creo,
mientras yo conocía dos nuevos mares
(encerrados en bolas de cristal)
que con sólo mirarme me ahogaban.
En ellos veo
(o quiero ver, según dice la gente sabia)
corales de vidrio que desean reflejar
soles egoístas del mediodía,
mantas naranjas de la tarde
o noches de una luna sin prisa.
·
Y vuelvo a sentir
ese deseo de conquistar el mundo
(o de amar, como dicen algunos)
bajo aspas rotas y verdosas
de una tierra prometida inexistente,
donde, al parecer, no muere la mente
y esas rabias del día a día
quedan siempre calientes,
como hierros que no ven el frío de frente.
puntos 6 | votos: 6
¬. Te lo revelo: - las mejores historias nacieron
cuando te veía al lado mío,
en la cama, despierto.
Con el pelo de árbol viejo
y dos lunas por ojos.
Lunas que queman,
como el beso ese de las mañanas.
El que te doy después de decir
pareces un regalo nuevo.
·
¬. Te lo recuerdo
en el cielo vive la lluvia, 
pero también yo y mis cuentos.
De paso, entre hojas, estás tú,
en varias estrofas,
entre las líneas de los versos
o en la tinta que a mis manos emboba.
puntos 2 | votos: 2
Capítulo II - En la entrada a la escalera del templo estaba sentado el viejo Shilo
con su tinaja, y le dijo a un niño que pasaba con su madre:

- Ei, ¿quieres que te cuente un cuento?
- Tomás, aléjate de ese hombre – contestó la madre, y ambos se
fueron a paso acelerado siguiendo su camino.

El monje Matías, que al parecer había bajado, le habló por la
espalda.

- No has tratado con niños, ¿cierto?

- Mis primos, pero eran muy bebés. De vez en cuando a algún amigo en
la primaria. Y ya de adulto de niños cero, la verdad. Practiqué con
árboles, ellos me oían.

- Deberías ir a pedir consejo a la mansión de las tortugas.

- ¿¡No que esto era Templo de la Tortugas!? ¿Hay también mansión?

“Acompáñame” dijo mientras subía las escaleras con su tan
típico bamboleo lateral de cuerpo y prendas. El monje Matías tenía
siempre el rostro en sombras y su atuendo común era una estola blanca
que permitía ver unos finos brazos y piernas, como si lo hubiese
dibujado con crayones un niño que se abstuvo de imaginarse su cara.

Le guió hacia detrás del templo. Vieron a la mujer asceta. El suelo
de piedra terminó y, rodeado de matas, llegaron a lo que a Shilo le
parecía un horno con demasiados agujeros, con una plataforma circular
rodeándola. En frente había una butaca bajita de piedra. Matías le
dijo “Siéntate y espera”. Cuando el viejo Shilo se dio la vuelta,
el monje Matías ya no estaba. 

Se puso mirando al frente, escuchando cómo los árboles cuchicheaban
entre sí sobre su cabeza, como si lo estuviesen evaluando. 
Alguno diría “¡Qué feo! Tiene el tronco lleno de trapos raros
 y sus hojas son escasas muy oscuras”.

Shilo ya hace mucho dejó de poder oír las palabras de los árboles.

Lentamente, una pequeña tortuga de ojos cerrados salía de un agujero
y se puso justo enfrente de Shilo.

- Oh, este es un olor nuevo. ¿Quién eres? – dijo el animalillo con
una voz muy grave y ronca. 

- Soy Shilo, cuentista en proceso.

- ¿Cuentista? Eres el primer cuentista que veo por aquí. Dime,
¿cuál fue tu maldición?

- ¿Perdona?

- ¿Acaso no sabes que este es un templo que alberga personas
maldecidas de nacimiento?

- Pues yo no estoy maldito.

- Qué raro que te hayan dejado entrar. 
No es común en ella dejar entrar a gente normal.

- Bueno, normal. Hasta mi juventud podía hablar con las plantas, 
sobre todo con árboles.

- Ya veo – asintió la tortuga – ¿En qué te puedo ayudar
entonces? ¿Necesitas consejo, quizás?

- Exacto. Verá, señor tortuga, yo quería ser cuentista de niños,
pero he practicado tan pocos que no sé cómo atraerlos.

- ¡Niños! Por Shangri-La, hace mucho que no trato yo con niños más
que viéndolos desde aquí cuando vienen a pedir milagros con sus
madres. Veamos, los niños son personajes muy telúricos, casi como un
animalillo salvaje.  Tendría que saber cómo son tus cuentos para
decir si pudieran llamarles la atención.

- ¡De acuerdo! Traeré la tinaja – Shilo se levantó con pesadez y
tras un rato volvió con su recipiente.

- Espera, espera. ¿Cómo guardas los cuentos allí?

Shilo metió la mano y sacó unos cuantos pergaminos muy pequeños.

- Los cuentos están escritos aquí al completo, pero ya me los sé de
memoria, así que los uso como para hacer un sorteo. “¿Qué cuento
saldrá?” y esas cosas.

- A ver, saca, quiero oír uno.

- No sé…la gente adulta no entiende los cuentos, no les ven
sentido.

- ¿Cómo? ¿Has contado alguna vez un cuento a un adulto?

- No.

- ¿Tú puedes saber cómo de grande va a ser un bizcocho si no sabes
qué tan efectiva es la levadura?

Shilo calló.

- Venga, saca – la tortuga tosió.

El proto-cuentista metió la mano en la tinaja, y, tras remover un
rato, sacó un pergamino con cinta verde. “Un cuento sobre la
naturaleza” dijo. Desenrolló el objeto y leyó el título

#
-LA PLANTA DE RA-
Corría el rumor de que en el turbulento bosque de Fengaro se
encontraba la flor más antigua de toda la historia: la planta de Ra. 
Un gran explorador anglosajón, al oír la leyenda,  no dudó un
segundo en ir a buscarla. Mató a fieros tigres y hambrientas hienas
en la sabana de Mauria para poder abrigarse en el duro camino de la
cordillera que escondía el bosque. Después de meses sin suerte,
consiguió plantarse frente a la entrada de la verdosa ciudad. 

Extrañamente, el explorador no se encontró con ninguna traba en el
bosque. Ninguna planta venenosa, ningún animal salvaje. Incluso
pensó que los ayudaban. Finalmente el hombre llegó al corazón de la
maraña arbolada y vio a la diminuta flor de Ra rodeada de pequeñas
rocas grises. Se acercó a ella e intentó arrancarla, pero le fue
imposible, y del tirón, cayó de espaldas. 

“¿Sabes por qué te fue tan fácil el camino, forastero?” dijo la
flor. “Porque este es un bosque hecho a base de envidias. Cada ser
vivo de este bosque es un humano que ha codiciado mi eternidad.
Insisten en arrancarme. Se quedan incluso años. Varios mueren. Y cada
uno de sus cadáveres los hago renacer en hermosas flores y animales
de preciosas cabelleras y alas, para hacerme compañía, pero, a pesar
de mi piedad, no me quieren. Ayudan a todo aquel que busca mi riqueza
temporal, y vuelven a deprimirse cuando se dan cuenta de que, otra
vez, no pueden. 
Dime, ¿te apetece ser algún animal o planta en concreto? 
¿O vas a ser sensato?
#
La tortuga intentó aplaudir poniéndose a dos patas, pero se quedó
con el caparazón en el suelo. Shilo le dio la vuelta y entonces la
tortuga abrió los ojos.

Le brillaban, como una constelación.

- ¡Oh! Es hora de la comida – dijo la tortuga al ver que la mujer
asceta se acercaba a ellos.

puntos 8 | votos: 8
~Donde duermen - las pequeñas historias~ · Parte I.
···
“De mayor quiero ser cuentista” fue lo que le dijo 
el pequeño Shilo a su abuela la última vez que fue a visitarla. 
La mujer limpiaba despacito la vereda  que antes 
había mojado con la manguera.  La calle empedrada 
estaba enfadada porque los niños no paraban 
de molestarle andando con sus bicicletas encima de ella. 
Un destartalado coche llegó para llevarse a Shilo: 
ya el verano hacía las maletas
 y era tiempo de que el muchacho entrara en secundaria.

Y la secundaria voló como una mosca huyendo del calor y quedó con
forma de recuerdos en colores tímidos al estilo de las viejas
fotografías.  Dicen que Shilo era un estudiante ejemplar, su nota en
las pruebas de acceso a la universidad fue la más alta por décadas. 
En la facultad no hablaba con nadie que no fueran los árboles, y a
ellos les contaba los cuentos, ésos que su abuela guardó en una
tinaja. 
Y los árboles se limpiaban las orejas sólo para oírle.
 Los arbustos eran un poco más tercos y se negaban a escucharle, no
fuera a ser que les contagiara ideas extrañas. 

También humanos le oían en los jardines de la universidad,
escondiéndose tras las matas, pero a Shilo no le gustaba que le
oyesen los humanos, más concretamente, los adultos. Él creía que ya
habían perdido toda inocencia y sensibilidad para esa edad. 
No podía ver en sus ojos constelaciones brillantes que encontraba 
en los ojos de los niños. Así que, al no tener un público infantil,

el joven Shilo tenía que entrenarse como cuentista con los árboles.

***

La calle empedrada que estaba deseosa de jubilarse tenía un término
que daba paso a un largo sendero de tierra el cual conducía desde
Lázaro Sur a Lázaro Norte. A lo largo de este camino anchas colinas
de pasto claro se asomaban, y en el trayecto aparecía el denso bosque
que hacía de guardián del Templo de las Tortugas. Shilo hizo la
promesa de que cuando cumpliera los sesenta volvería al pueblo de su
abuela, con el fin de convertirse en un verdadero cuentista. Los
monjes del Templo de las Tortugas lo acogieron, pero tenían en un
principio cierta sospecha.

-  En estos últimos meses andan rondando muchos ladrones por los dos
Lázaros.

Pero, después de mantenerlo vigilado, determinaron que el viejo Shilo
no constituía ningún peligro. El templo de piedra se encontraba en
una elevación en medio del bosque, y lo cubrían altos árboles por
encima. Finos rayos de luz se colaban por el follaje, permitiendo un
frescor otoñal en las tardes de verano. 

El lugar tenía muchas habitaciones y sólo estaban ocupadas cuatro,
así que no hubo problema alguno en acoger a otro más. Había
también una mujer que parecía ser asceta, cuya sombra se veía sobre
todo por la parte trasera del templo. Shilo averiguó enseguida que el
lugar favorito de ésta era el estanque de los peces koi. 

Los otros monjes no eran personajes menos curiosos que ésta.
puntos 6 | votos: 6
~. Mola oírle bostezar, - aunque sea en forma de vaga idea en mi mente.
Miento si digo que no me gustan los pelos de sus brazos
y esos ojos achinados que tiene cuando va a despertar.
Pervive por la maraña de mis recuerdos
un día de sol caliente
en el que su espalda me mostraba,
como un muro ~.
·
Por aquel entonces ningún titán
 deshizo nunca en ladrillos mi suerte.
·
Pero soy un burro,
las sábanas están para dormir
y no para disfrazarse de fantasma
e ir de transparente por la vida.
No soy astuto.
No odio el mundo,
si bien siento que el magma del café
se ha puesto duro.
puntos 17 | votos: 17
Pese a este día lluvioso - (tan encantador)
salí con una sonrisa
y di la mano a la calle,
que olía a hierba mojada.
Los muros vacíos los llena la poesía
y las rimas las está esparciendo la brisa.
Yo haré como si fuera especial el día:
me querré más a mi misma,
me diré que estoy en la cima
y que desde aquí todos los mundos se divisan.
puntos 13 | votos: 13
Pero cada vez que me ponía triste - me hacía invisible, sólo ante ti.
Y yo quería formar una cascada
desde mis ojos hasta tu hombro,
pero era invisible, sólo ante ti.
·
Quería que me vieras,
que me abrazaras, 
saltando al igual que el agua hirviendo,
 como cuando en invierno calentábamos té 
(y tú le ponías doble de azúcar),
pero, verás, creo que sientes más al viento que mí.
·
Y quería, por último,
saber si podía fundirme con el agua.
Para que me bebieses y, por el riego,
hasta tus neuronas llegara
y te transmitiese: 
vivo, pero soy transparente.
Pero, sabes, es un hechizo sin fin.
puntos 12 | votos: 12
¬. Y siempre quise ser un payaso - para hacer reír a los demás cuando yo no fuera capaz,
para tener globos de colores inimaginables
con la forma de animales que antes no habían existido.
Y para ver los ojos de niños y sus constelaciones infinitas,
manitas queriendo ser alas
o pies reclamando nadar como los peces.

puntos 12 | votos: 12
El colacao de las mañanas - vuelve a darme consejos.
Me dice que no me fíe de las teclas,
porque se comerán mis cuentos.
puntos 15 | votos: 15
Y llega un momento - en el que te da igual romper los moldes que te han impuesto.
puntos 7 | votos: 7
···Curiosa la similitud - entre los verbos crear y creer,
como si fuera a pasar que, por tener un día fe,
   el mundo fuese mágicamente a perder un pie···
Yo creo que crear una escalera al infierno
no estaría del todo mal.
Si ya ardemos en la tierra,
acostumbrados al fuego estaremos.
Yo creo (al igual que todos, creo) un laberinto
en mi propia cabeza.
Sí, a donde ni el frío llega.
·
Y bueno, creo que hoy tampoco crearé
ni poemas, ni abrazos, ni besos bajo la lluvia
si quien quiero no la va a ver
ni dentro de mi alma ni enfrente de él.
puntos 3 | votos: 3
~.Besos enlatados muy caros para mí. - Ganancia sin fin debería haber llegado
al hombre que volaba dentro de la jaula.
Pero no.
A nadie le han dado el recado
y sigo siendo un profesor sin aula.
¿Pero no
soy yo quien huye de los rayos del sol?
Brillan mucho,
como el tesoro de plata que me había engatusado.
Impaciente, impaciente:
uva imberbe que busca vino en jugo ardiente.
puntos 8 | votos: 8
Nos quisieron robar las caricias - pero atrapamos a los rateros.
Y nos dimos muchos más abrazos,
unos mil quinientos, más o menos.
De lo restantes no sé nada,
sólo veo que el amor me da mareos.

puntos 6 | votos: 6
·III· - Te brillan mucho los ojos
frente al espejo, frente al odio.
De cara a este mundo disparejo
y al lado de esos que decimos 
hoy tampoco.
Tú en silencio, yo atento,
esperando que el sol deje de ser redondo,
dejando que el suelo ate nuestros pies.
Tú prohibiendo, yo atento
esperando a ver si viene algún socorro,
pero no existe, estoy solo,
o eso creo mientras te miro de reojo.
No nadaré sin flotador
en el mar de pétalos rojos,
si tengo fuerza y llego al puerto,
y me puedes ver con tus anteojos.
puntos 13 | votos: 13
Aunque no pueda ver más - sé que el cielo sigue ahí cuidándome.
·
Un acordeón me recuerda a la niñez,
me enseña lo que es saltar y volar
aunque no haya alas que usar.
·
Un paraguas me habla de qué es amar,
de todos besos que se han dado bajo él
y de cómo a la lluvia le gusta abrazarle.
·
Los semáforos me dicen que no hay prisa,
que el mundo aún no se va a acabar
y que ellos ya me avisarán cuando lo haga.
·
El asfalto me dice que no llore si tengo frío,
que un día alguien en sus brazos me tendrá
y que para siempre mi vida tendrá sentido.
puntos 15 | votos: 15
Me resulta triste pensar - que triunfar no está de moda.
puntos 10 | votos: 10
Una crisis en el aire, - una estampida que derrota al amor en balde.
Bajo el toldo de mi desesperación
finjo que sigo tras el escaparate
como un brillante pastel marrón
que con nata oculta su desarme.
puntos 4 | votos: 6
·II· - Llovería un día más sobre el piano,
pero yo ya estoy cansado del fin del mundo.
Que renazcamos, primeros los animales marinos,
luego yo, y que sea la poesía mi hermana melliza.
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No es justo que esté triste
No es justo que mi cuerpo esté encantado
En un bosque verde claro me escondo de la oscuridad,
buscando que quien la porte no me descubra.

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Y entonces quise recordar - por qué sonreía.
Y vi en frente de mí todos los colores de la vida.
Los cielos de océano, las luces amarillas.
El cedro bailador o las plantitas sin vida.
Mi fin es visitar toda la escala cromática.
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Otra sonrisa cómplice - de nuestros secretos románticos.
Los besos se pierden en el vórtice
del vago deseo de escaparnos.
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Me cuentan mentiras invisibles. - Cada una de ellas se llama Alicia y toma té por las tardes.
Huye la luna de ellas y el sol ni las mira, qué tristes.
Deberían descansar de vez en cuando,
pero no las dejan en paz, ni en feriado.
Qué amargo que no sepan que es vivir sin lindes.
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Hablemos de algo más feliz. - De los campos de tréboles o los bizcochos de chocolate.
De una mirada al paisaje,
o de cómo cogemos un regalo
y le quitamos el embalaje.
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De vez en cuando - se me encienden piras en el corazón.
Y, de cinco ocasiones, en cuatro
dejo morir al mini-infierno interior.
Mi alma toma forma de cántaro
y da una habitación a cada gota de lluvia.
De vez en cuando
está bien tener cenizas en el pecho
pero no formar al completo
 un castillo gris inmenso.





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