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23.04.2011

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GeekVeterano Nivel 3

puntos 20 | votos: 20
~ - “¿Me vas a echar de menos?”
preguntó,
entre vómitos.
Alcohol mezclado con restos de comida.

Soñaba con que la resaca del pasado
no la pillase nunca en la cama.
Con que la borrachera llegase,
al menos, a la mañana siguiente.

Luego, borracha, decía
soñar con mi boca
y me aguantaba la mirada.

Y solo en tres días, joder.
Solo en tres días.


“Hoy duermes conmigo”
afirmó,
entre risas.
Su aliento se mezclaba con mi prisa.

Ahora pienso que debía de haber
mil maneras de hacerlo todo diferente.
De acurrucarme más, de abrazarla más fuerte,
de estrellarnos juntos por alguna carretera.

Pero la desperté, a las siete,
y se fue,
como estaba previsto.

Y todo en tres días, joder.
Solo en tres días.


Se pasó tres días escondida dentro de mi abrigo, mil tallas grande,
riéndose de la lluvia que no la mojaba, tentándome con su andar
recto, con su mirada felina, con sus dedos acariciándome la mejilla.
Fue un terremoto haciendo vibrar el aire, una revolución delirante,
una llama intentando prender cenizas, intentando incendiar el cielo,
intentando ser fénix. Pero es que el alcohol con tan pocos grados no
arde.

Se pasó tres días jugando a perderme, a emborracharse, a pasear por
Barcelona en mi regazo, a dudar con un lápiz en los dedos, a reírse
de mis amores olvidados. Se pasó día y medio abaratando el precio de
las sonrisas, y un día titubeando, y medio huyendo de sí de
madrugada, y en cinco segundos abarató el despido y las despedidas y
se esfumó, y yo me pasé días enteros soñando con no haberla
conocido, por no perderla.


“¿Me vas a echar de menos?”
preguntó
en un abrazo.
Me callé un millar de quejas.

Se quedó el olor de su colonia
en el cuello de mi chaqueta
un mes y medio. Entones la lavé.
No la volveré a ver más.

Que se diluya,
poco a poco,
su recuerdo.

Y solo en tres días, joder...
puntos 13 | votos: 15
Barcelona está toda mojada, - y es culpa, probablemente, de tus caderas.
De tu moño apretado al salir de la ducha.
De tu forma de negarte
a hacerme el boca a boca
incluso cuando me ahogo en este océano 
de ocasiones perdidas, bares, neones,
y horas que pasan sin salvarme.
Culpa de tu manía de quitarte toda la ropa a la vez.
De mi manía de perseguirte entre gente
y, a pesar de todo, querer esperarte.
De la rutina, de la ruina, de la lluvia
que intenta taparte las estrellas,
de los humedales que habitan tus ojos,
de la revolución que intentan políticos
que se gritan unos a otros.
Será culpa del Mediterráneo,
de tu aliento entrecortado, del mal
de saberme perdido en tu nuca, 
de que nunca te gires a mirar el pasado.
Serán los animales del zoo, que lloran tu sonrisa.
Será tu prisa por irte, tu bufanda en invierno,
tu falda en verano, tu urgencia en la cama y la cocina.
Tu manía de esconderte en el baño.
Mi manía de buscarte en las cumbres.
Será que tus vecinas ya no me hablan de ti.
Será que te vi en la Rambla de madrugada
y se me vino el mundo encima.
puntos 14 | votos: 14
Falda y blusa. - Pies descalzos. Amanece y casi no le queda borrachera para sonreír.

“Soy roja, ¿sabes? Roja, como la sangre que corre por las venas de
toda la humanidad. Como el atardecer. Y desafío al capitalismo como
sistema” me escribía desde su iPhone, y creía que así ganaba
todas nuestras discusiones sobre religión. De las discusiones de
filosofía solo recuerdo su olor, que me sigue confundiendo por la
calle.

A ella le dio por enamorarse, y a mí por coleccionar besos.
Y la quise mucho menos de lo que ella a mí.
Y sabía a mandarinas y chocolate, y a un poso de resentimiento.

Solo la recuerdo con arena en el pelo y entre los dedos de los pies. Y
desnuda, entre sábanas, a la hora de comer, cuando no le quedaba casi
resaca para seguir muriendo.

A veces, cuando escribo, disimulo trozos de mi vida entre metáforas.
A ella nunca le escribí. A ella nunca la escribí.

A un bar le sigue otro cuando la única compañía es un clavel
ahogado en penas. Cuando preguntaba, siempre le decía “Sabes a
mandarinas y chocolate” y me callaba el poso de resentimiento, y
ninguna banda sonora podrá explicar lo cómico que me resulta esto
ahora, ni por qué al salir del bar me voy al de enfrente a olvidar
que la he vuelto a recordar. Y luego ya siguen bares porque la noche
siempre es joven.

Lo nuestro fue un delirio de promesas en la cama. En esas
circunstancias, suele ocurrir que donde dije digo, digo Diego, 
y ya lo dijo Diego: “ya verás como me olvidas”.

Vestido y tacones. Labios pintados. Anochece, y casi no le queda
cordura para vivir.


A veces, cuando escribo, me olvido de pensar,
y de la mitad de los problemas de la vida cotidiana. 
También me olvido de que, una vez, la tuve, y la rompí.
Me falta darle simplicidad a las cosas que la merecen.
puntos 15 | votos: 15
bragas de calzedonia - Náufrago de algún lugar inhóspito, viaja a la oscuridad de su soez
habitación; cierra la puerta y construye su propio universo. No
existe nada ni nadie más que él y su malestar. 
Al cerrar el telón de sus esmeraldas ojos hace desaparecer a todos
los niños perdidos, israelíes repitiendo una mala historia, pobres
sin casa y otros aún más pobres en yates defraudados. 
Su psicólogo le recomendó hacer terapia, la cual él se pasó por el
forro de sus raídos calzoncillos. 

Los ojos esmeraldas quedaron al descubierto dando paso a una vía
láctea aún más inmensa, inmerso en su propia galaxia, observando
estrellas que penden de una tela de araña, a las que le había dado
nombre aunque ahora no lo recordara, demasiadas mezclas (alcohol,
pastillas y de genes). 
Al menos cumple, o eso cree, uno de sus sueños; ser astronauta. 

Volar no es lo suyo y la fuerza de gravedad de su insulsa galaxia no
ayuda a mejorar dicha labor. Los versos se escapan de la prisión de
su conciencia cuando las musas le dan por buen comportamiento el
tercer grado. 
Transforma sus sufridas manos llenas de callos y cicatrices en
magnificentes alas, aquellas que le prestó la más hermosa de las
hadas, su madre. Sólo tiene eso que le recuerde su procedencia, casi
olvidada, como las flores del desierto; un talento prestado. 

Su barca no le lleva a ninguna parte, mar adentro, cada vez más lejos
de la clarificiencia de sus pensamientos. El tiempo pasa aunque no se
va el tiempo pasado, lo intuye porque sus astros de ocho patas se han
alineado con Venus. 

Hoy el eclipse lunar ha sido muy poco espectacular, demasiado corto,
sin las florituras de siempre a las que ya está más que
acostumbrado. 
Su galaxia es demasiado inmersa para hacer un cambio y que se note, al
igual que el repulsivo mundo en el que le obligan a vivir. Donde los
eclipses lunares y las cosas bellas sólo ocurren cada cien años.
puntos 15 | votos: 15
Puta primavera - con su alergia a las flores
y a los políticos en precampaña.

puntos 9 | votos: 9
Meeriis - Hay un hombre en la playa afilando rayos de luz y cosiendo las olas
del mar a la orilla. Y yo lo veo. Lo veo cortándose en todos los
dedos, veo la sangre bañándose en el mar, veo el mar luchando por
liberarse de su encierro.
Veo niños quebrando acantilados y echándose a temblar. Se avecina
tormenta de arena. La bahía va a estallar. Y el hombre se
sacrificará. Los rayos de luz serán sus clavos y el mar será su
cruz. Y todos estaremos libres de pecado.
puntos 12 | votos: 12
Lux. - Al principio no sentí nada cuando te vi la primera vez. Es un cliché
muy romántico, pero fue después cuando te miré y aluciné. El cielo
ya no era tan cielo desde entonces, cielo.
Al principio yo sentía que me dabas la vida. Que si me decían que
escuche mi corazón me acercaba a tu pecho.
Al principio me cagaba en Dios porque poco me importaba la salvación
de mi alma cuando tenía mi cuerpo pegado al tuyo. Eso sí era
religión.
Al principio creía en pequeñas cosas. Y creía que eran importantes,
así que las defendí ciegamente, que es la peor forma de luchar por
algo. O por alguien. O por ti.
Al principio yo no sabía a qué sabían las mentiras, qué querían
decir las lágrimas en ciertos ojos, qué significaban tus palabras
cortas y vacías.

Ahora puedo distinguir entre el dulce y ácido de las mentiras y sé a
qué sabe la rabia.
Ahora sé que me das la vida mientras me la quitas al mismo tiempo.
Ahora sé que me late el corazón por cuenta propia, pero no tiene ni
puta gracia si no puedo sentirlo en el pecho. Ahora sé que no me has
robado el corazón, te lo entregué yo. Sabiendo los riesgos.
Ya no miro al cielo, cielo.

Al principio tenía miedo de perder, ahora sé que he perdido.
puntos 7 | votos: 7
.Akleduok. - Unos versos pedidos..
Más borrones sin sentido.
Un tiempo que se agota
y unas palabras que caen.. rotas.
El frío ya no congela,
las nieves abrasan las ideas.
El café se está enfriando
y unas lágrimas caen en su intento por calentarlo.
Todo su mundo
se tornó del claro más absurdo.
Y todo el suyo..
del negro más profundo.
Los pétalos de aquella rosa negra
caen a diestro y siniestro.
El agua que la mantenía con vida..
terminó por arrancarle las raíces su agonía.
Caerá de nuevo la noche.
Ya no se escucharán reproches.
Todos se han dormido.
Los latigazos de su propio insomnio..
han destrozado todos sus sentidos.
puntos 8 | votos: 8
Fue poeta - “Entre salitre y olas besaba el viento su pelo,
y esperaba al barco perdido
en el muelle en que ya no hay veleros”,
y cerraba el cuaderno porque ya no sabía seguir,
y perdía en el océano sus ojos.

Se describía como una persona un poco mirla,
de sábados y lunes, de té amargo sin azúcar
pero de churros con chocolate. Y toda su historia
la escribía en ese cuaderno que solo cerraba
cuando sus musas callaban,
o se perdía el océano en sus ojos
y con la visión nublada no quería manchar las palabras.

No era raro encontrarla en su cuarto a las tres con la lámpara
encendida,
o tomando un café en el bar a la salida de la universidad
contemplando con su mirada de tinta las historias no contadas de la
gente que pasaba por allí.
Y yo me perdí en el océano de sus ojos,
una tarde,
y no supe salir.



Y un día, le dirá a sus hijos
de otro hombre que fue poeta,
y ellos se reirán de ella, y sus ojos
(otra vez) se llenarán de mar.
puntos 15 | votos: 15
Escribo en un papel en blanco - para poder torcerme sin que hasta las paredes me miren con
condescendencia. Y mientras, la ropa sucia se amontona en un rincón
del cuarto y yo repito calzoncillos por cuarto día consecutivo. Es
otro de esos días en lo que internet me aburre, la desidia me puede y
estoy cansado de hacerme pajas. Y si yo soy un triunfador, ¿cómo os
sentís el resto?
Llevo demasiados meses atrapado en esta ciudad en la que nunca crecen
flores. Tampoco puedo esperar más, viviendo bajo la capa de mierda y
mentiras que llamamos sociedad desarrollada. Entiendo que no durmáis
del estrés de no poder mantener a una familia que no llega a fin de
mes. Entiendo que os caséis, porque esta vida sin significado
necesita algún sentido. Y no hay muchas alternativas.
El mejor momento para pasear en diciembre es a las tres de la mañana,
cuando esas luces de colores que se burlan de nosotros ya se han
apagado y el aire frío en la cara me hace sentir algo. Aunque solo
sea frío. Hoy tampoco pondré la lavadora. Solo sé que estoy
desesperado, y me han dicho que las drogas son una buena forma de
escapar de la realidad. Y la realidad es que comparto calle solo con
el camión de la basura. Y no está tan mal, ya que vivo entre los
abismos de la inseguridad de conocer a alguien nuevo mañana y del
vértigo al mirar atrás.
En sueños aún puedo volar, pero el despertador suena a las siete
cada jodida mañana.

puntos 16 | votos: 16
~ - Fuimos un amanecer borracho, y una fiesta nuestra mientras el resto
dormía. Ella desafiaba las olas, y yo pensaba que, joder, dos pasos
adelante y podría ser sirena de pelo mojado. Lo mejor era cuando se
giraba y sonreía. Como tímida.
Fuimos manta y sofá los domingos por la tarde. Fuimos alas y lastre.
Yo tiraba de ella hacia atrás, y ella de mí hacia delante, siempre
subiendo escaleras para besarme sin resuello en lo alto. Ella iba con
su pincel tachando esquelas, y yo me creí un poeta. Idiota. Fui un
poeta idiota. Y aún así, nunca me aprendí la cantidad de
azucarillos que le ponía al café que dejaba enfriarse cuando volvía
a la cama, o si se ponía primero el calcetín derecho o la sonrisa al
despertarse.
Ella fue falda de colores al empezar el invierno, y yo fui llorar en
silencio el día que le robó un trozo al viento y se lo regaló a su
hermana bailando. Fuimos un marzo mojado. Y fui anidando cada noche
más en ella, y quedándome desnudo, y ella fue mi lo siento, pero me
esperan en casa.
Fuimos dioses, y yo ateo cuando dejé de creer en ella, y ella un
naufragio de cartas sin remite en el río de sus ojos, que no
aprendieron a esperar más de cinco minutos entre revolución y
revolución.
Fuimos luz, y manchas de café (su café) en las sábanas. Entonces
descubrí que los periódicos solo traen noticias tristes si los lees,
y no teníamos tiempo que perder. Tampoco fecha de caducidad. Y aunque
no fuimos, estuvimos en París, rompiéndolo a carcajadas. 
Fuimos felices. Tal vez.

Ahora somos dos poemas en la acera, escritos con tiza.
Y está lloviendo.
puntos 16 | votos: 16
Tenía 22 años - y cocinaba, cada noche, para uno. Y cenaba mirando una silla vacía.
	Le decían que tenía buen gusto para la música y malo para los
amigos. Y con esos amigos se preparaba cada noche para salir a beber
unas copas, a alegrarse unas horas con los efectos etílicos, y a ir a
la discoteca a ahogarse en besos y deseos de cariño. Que en la resaca
de la mañana todos los ojos se hubiesen borrado y quedasen solo
condones usados era solo un daño colateral, que no empañaba en nada
el éxito de la noche previa. Y al escuchar a Nach recitando poesía
las heridas solo escocían un poco.
	Tenía 22 años y cocinaba, a mediodía, para uno. Y comía mirando
una silla siempre vacía.
puntos 20 | votos: 20
~ - Se ríen las nubes en el cielo
cuando salgo cada mañana
solo.

Le gustaba escribir versos sin sentido y prosas sin comas,
y se empeñaba en rimar pan con hambre,
para distraerse de las carencias de las sábanas de hotel
y por respeto a tantos niños de África.

No sé qué pasó
con su manía de pintar acuarelas
solo los días de lluvia,
y de sonreír.

Guardaba en la alacena
solo platos rotos,
en deferencia a los poetas sin abril
y los atardeceres y amaneceres nublados.

Y aunque a los poetas les roben abril,
yo perdí noviembre
y una sinfonía de violines.

A pesar de todo,
me muero por volar
como lo hacía con ella.
Y qué putada
cuando se posa
en el alféizar
de mi sueño.

Al final no le dije
ni que la quería
ni que no la echaría de menos.
puntos 9 | votos: 9
Mi monólogo - dura demasiados años, y empiezo a acostumbrarme a las miradas
reprobatorias y las muecas de los que me rodean. Me odio, y no es solo
culpa vuestra, y de vuestra televisión, vuestras revistas y vuestras
patéticas ideas sobre la estética, sino también mía, por daros el
más mínimo crédito. Me gustaría saber cómo habéis conseguido que
me preocupe peinarme cada mañana, y que aún así me quiera creer
diferente.
Me deprimo, sin motivo aparente, y me encuentro a las tres de la
madrugada mirando el techo sucio que cubre mi cama, preguntándome
qué hago aquí y por qué me niego a aceptar la razón de las
guerras, después de lo que leo en los periódicos y de comprobar la
mezquindad que me rodea. Ojalá el infierno de un primer piso sin aire
acondicionado en verano, con la ventana abierta encima del cubo de la
basura, me hiciese sentir mejor.
Me sorprende más, cada día, el crecimiento de mis ojeras, y el hecho
de levantarme, y no haberme ahogado aún en drogas, y el deseo eterno
de los adultos de que te esfuerces por sacar buenas notas, porque es
lo único que te hará un ser humano de provecho. ¿Qué importa, si
puedo ir a la discoteca y follarme un coño sin cara y volver a casa
siendo el héroe de la noche?
¿Sabéis qué? Que paso ya de este estercolero llamado ciudad en el
que nos ha dado por apresarnos. Los coches, los neones, las
alcantarillas y toda la mierda que flota en el aire se pueden ir a
tomar por culo. Con un poco de suerte mañana un meteorito nos matará
a todos.

¿Qué es lo que se debe hacer cuando el fondo de los vasos consuela
menos que la mirada vacía y burlona de unas paredes sin respuestas?
puntos 22 | votos: 22
~ - “Me apuesto la soledad a que no me das un beso”,
y perdí.

Fue en la época en que los veranos tenían tres meses y la comida no
nos preocupaba, porque estaba servida al llegar. La época en que las
pelotas de fútbol importaban un poquito menos y las lágrimas,
demasiado para derramarlas. La época en que perdí(mos) la fe en
tantas cosas.

“Me apuesto tu boca a que quieres la mía”,
y no volví a probar sus labios.

Ella tenía la costumbre de ganar siempre, y yo, de perseguir su culo
por el barrio. No hubo poemas, ni ningún otro tipo de mentiras. Yo
solo quería su boca y ella quería… ella solo quería. Y nos
apostábamos cada paso, ella aburrida de ganar, yo perdiendo sin
querer.

“Me apuesto mi amor a que me enamoro de ti”,
y perdí por última vez.

puntos 24 | votos: 24
~ - Se le enfriaba la noche sin el estrépito de voces que solía
caracterizar su sueño, y se despertó perdida.
Se enfriaba la almohada por la cara vista; la persiana bajada filtraba
la risa, la cinta acababa su cara B y, sin música, se dijo “aún…
aún no he soñado”.
Se enfriaba el balcón al salir a su dulzura, de blanco lino el
camisón, de blanco lino las cortinas que se estiraban para rozar
senos y labios. Miró al cielo y a su mar de estrellas y vio desfile
de modelos sin la luz más bella: “aún… aún no se ha asomado”.
Se enfriaban las dudas al mirar abajo y encontrar el sendero entre
almendros desflorados. Jilgueros en la barandilla acudían a sus manos
y a la pluma tatuada en su hombro: “aún… aún no he volado”.
Se enfriaba el colchón y miraba al cielo con flores en los labios,
con mirar confuso, con mirar desatinado. Y veía el cielo negro:
“aún… aún no ha desfilado”.

Se enfriaban su cuerpo, su piel tersa, sus ojos cerrados. Los dientes
blancos sonreían al cielo en que la luna, sorprendida, miraba hacia
abajo. Con mirar triste. Aún no ha despertado.
puntos 15 | votos: 15
Siete meses después, - boli y papel de nuevo, y escribir el estrés después del tiempo que
dura, y escribir un adiós después del siguiente hola, y escribir un
amor (perdón, un polvo de media hora), y escribir con palabras
exageradas mi caricatura.
Todo es tan simple y complejo: solo cara o cruz, pero miles de
detalles reflejan la luz del atardecer en las playas de la desidia. La
lejía no es tan buena bebida como me habían prometido. Y entre
metido y sacado se ha acabado otro año, y otro suspiro, y otros
cuantos millones de vidas que ya no he tenido, y otras tantas
ocasiones para, sin querer, enamorarme.
El colchón en el suelo y las zapatillas apestando, que es verano, y
aún así frío, porque así no duele tanto. Ni da alegrías. Aunque
el sol al salir sobre el Mediterráneo sigue siendo una vista bella.
Como los momentos improvisados. Como este.
A las hadas las saludo y las despido en el aeropuerto (los trenes ya
son lentos para metáforas de esta vida ajetreada y, sin embargo,
circulan; lentos, lentos…) sin ganas de levantar el culo de mi
asiento. El futuro no se perfila tan incierto sin ojos verdes que lo
confundan. 
Mi mirada vaga por el tumulto. Puto mundo acelerado. A las musas las
atropello a insultos. A los dragones les muerdo el cuello. A las
mariposas las miro embelesado.
puntos 24 | votos: 24
Me casé - con ella por despecho, por olvido al amor verdadero. Por resentimiento
hacia amores de mentira. Por eso le mentí. Venga, no es tan difícil.
La miré a los ojos y le dije que la quería y que viviría solo por
ella. Me casé con ella para hacerla mía. Para que no se fuera como
todas.
Me casé con ella porque me cansé de volver a una casa siempre
vacía. Me cansé de las calles vacías de Murcia, del asfalto gris,
de los cristales que me reflejan solo. Me cansé de no poder follar
cada noche. Y, cansado, me casé por inercia. Porque es lo que se
esperaba de mí.
Me casé con ella por miedo.
puntos 11 | votos: 11
Hablo - de nadadores natos y nadadoras de nata, de esa que compone las fresas
y los sueños húmedos de la Luna, esa a la que aúllan el Sol y los
lobos, y los locos que se creen enamorados durante breves pedazos de
tiempo. Hablo de sepias encerradas en fotos en sepia encerradas en
fotos a todo color, y de calamares gigantes que (hacen bien) aún se
esconden del mundo. Hablo de pasarnos la noche despiertos, y ver salir
el sol a deshora por el norte en que queremos perdernos, entre farolas
que no saben que ya es hora de irse a dormir. Hablo de lanzar palabras
al azar para aplacar las mañanas estériles. Hablo de la hipótesis
de Kutta, del vuelo de los aviones y de la matemática de la
gramática jamás escrita. Hablo de vocablos en bocas propias y
ajenas, de cenas compartidas con los susurros del viento y el ruido de
fondo de la tele encendida, de las natillas guardadas para el postre
y, a la postre, el dolor de ojos que aporta el mirar al mundo. Hablo
de ciegos, de borregos, de mansas ovejas. Hablo del tiempo, del
tiempo, del tiempo… Hablo de hadas, porque todos tenemos un vicio, y
el mío es capturar miradas aladas que no teman al invierno (por
valientes o por desconocimiento) y coleccionar todos los besos que me
han regalado; y guardar las miradas en tarros de translúcido caramelo
(los besos me los guardo en el recuerdo). Hablo de la sinfonía que de
la afonía brota, de orgías de palabras sobre un lienzo, de la
música que calma los sentimientos desbordados, de las tortugas
benévolas que dejan ganar la carrera a los hipopótamos, de la
inconmensurable cantidad de átomos que necesita el viento para
acariciarte. Hablo de los colores que deja un arcoíris al
desaparecer, de los tequieros que no van a volver, de los delirios
embusteros, de lo mucho que cuesta llegar al final del querer. Hablo
de no ahogarnos en charcos, sino de saltar y mojarnos los pies. Hablo
de no alargarme mucho más, porque puedo escribir aleatoriamente
muchas páginas. Hablo de los trenes que llegan a la estación y
¡zas! se llevan cientos de recuerdos que aún no lo son. Hablo de
saber que el que fuiste no va a volver, de que ya no eres lo que eres
ni serás lo que quieres ser. Hablo de despertar desnudos y vivir
arropados en mentiras. Hablo de las veletas, y de que nos vayamos con
ellas a visitar nuestros propios mundos. Hablo de la sumisión casi
infinita al tictac de las horas. 
Hablo de que no todo está perdido.

***

¿Quién pretende enseñarnos a ser inmortales, sin saber siquiera
cuánto frío hace en el cielo?
puntos 14 | votos: 14
Vago, por hacer el vago, - por los altos picos del mundo, pisando los relojes que marcan lo mucho
que os odio. 
Me siento preso de las flores que se abren al salir la Luna, de la
sangre que corre y me desgasta el corazón, del medir los besos en
metros, y no en horas.
Absurdo, todo es absurdo, como el sol frío y azul que ilumina mis
mañanas. El lento trabajo de las termitas acabará con el derrumbe de
mi cerebro.

puntos 17 | votos: 17
en la brevedad de los días -
puntos 13 | votos: 13
~ - Los lápices de colores en sus pasos, coloreando el mundo. Las
acuarelas de sus manos, fugaces, dejando su rastro en otros cuerpos.
Los óleos tristes, grises, en sus ojos marrones. El insomnio en su
cabeza, de pájaros volando a todas horas, a pesar de su coraza
(corazón) siempre arrastrada por el barro. La carne de sus labios,
mil veces mordida, besando vasos por los bares de La Latina; sus ojos,
atentos, buscando deseo; su lengua, mil veces mordida, lamiendo
cuellos. Su llanto, como Dios, eterno, pero nunca presente. El compás
de los violines de los gemidos de su sexo, y a ese compás, el
movimiento de sus caderas, el rechinar de los muelles. Sus pechos,
como esculpidos; sus pezones, sensibles, acariciando cuerpos desnudos;
su humedad hambrienta. Las manos en los bolsillos del abrigo cada
mañana, después de arreglarse un poco el alma. El sabor de boca de
la resaca, de los besos prestados y las aspirinas. El aliento echando
de menos las noches. La lujuria del hada que quiere follarse al mundo,
y quiere que el mundo se la folle.
puntos 15 | votos: 15
Volveré a llenar folios - de tachones y frases sueltas cuando mis emociones me corten las venas
y la sangre no dibuje corazones. Volveré a hablar del pasar y el
correr del tiempo en el fondo de las botellas, de las estrellas que,
frías, no me quitan el aliento, de lo eterno, de lo efímero, de
andar y no dejar huellas. Volveré a vivir entierros cuando se acabe
la primavera. Volveré a viajar por bares cuando ya no queden pecas.
Volveré a decirle al viento que lo siento, y a las hadas, que me
cuesta vivir sin ella. Cuando duelan los recuerdos y se arrastre la
tristeza, cuando se acaben los abrazos, volveré a escribir mi pena.
puntos 11 | votos: 11
Vosotros - y vuestras mariposas en el estómago.
Rápida digestión.
puntos 11 | votos: 11
Ya no llegan trenes - llenos de gente o de mercancías. Ya no se hacinan los presos. Ya no
se oyen sus llantos. Se acabaron las raciones de pan, los trabajos
forzados, las cremaciones masivas, los experimentos con humanos. Los
dibujos de los niños que vivieron el Horror ya están en los museos.
Cesaron las deportaciones a Auschwitz. Cayó la fachada de esa gran
pantomima nazi.

Aún llueve tristemente sobre Terezín.

puntos 17 | votos: 17
Se acaba el verano - y se apagan antes las luces. Las sábanas frías se abrazan a las
mantas y yo me cuelgo de la soledad de las calles de Barcelona, tan
grises como las de cualquier otra ciudad después de la hora de cerrar
los bares.

Sopla el viento plagado del humo de los coches acumulado en toda la
semana y no se lleva las hojas que el otoño aún no ha derrumbado,
pero sí las colillas que se amontonan por el suelo.

Andar de noche es otra forma de evadirse. Como saltar por los tejados
(no quedan princesas en apuros), caer al mar nocturno o mirar embobado
ese hueco oscuro que deja el cielo entre estrella y estrella.

El abrigo no me abriga por dentro pero voy (poniendo parches) pidiendo
deseos, uno por cada pétalo arrancado a las olas del mar. Y pido
tiritas para el mundo, y lluvia que moje las flores, y enamorarme un
poco, y escaparme de la rutina del insomnio de las noches.

Duermen los conformistas esperando a que salga el sol. El problema es
el miedo intrínseco a que se nos escape el tiempo. La (des)ventaja es
que a estas horas todas las horas se parecen entre sí (esta verdad
cambia cuando amanece).

***

Nunca sale el sol por el este. No si la pena se enfría en el
periódico en el que aún no has derramado el café.
puntos 12 | votos: 14
Érase una vez - una mujer normal, con un nombre normal y una belleza normal, amada y
conocida por su familia y amigos, sin títulos, sin tierras, sin nada
que ostentar. Vivía en un bajo normal, en el centro de una ciudad
cualquiera, con la mierda habitual de una ciudad, sola con su perro.
Era el suyo un perro valiente, majestuoso, grande (es un cuento, pero
no conozco perros del tamaño de caballos), como cualquier chucho. Por
las noches, se encerraba en su casa con llave, por miedo a lo que
pudiese entrar desde fuera.

Una noche, desde un callejón cercano comenzó a emerger una sombra.
Venía precedida por el ruido de sus valientes pasos, un trotar
desatinado, confuso, sin estandartes; el caminar de un borracho
cualquiera, en esa ciudad cualquiera, después de haber mezclado
demasiado, un borracho maloliente, con las uñas podridas, que escupe
flemas y palabras. Y era el suyo un objetivo claro: rescatar a la
bella damisela del torreón en que estaba custodiada por un pérfido
dragón.

En realidad, para cualquiera que conozca el funcionamiento habitual de
los cuentos infantiles este debe de ser aburrido. No hay gran cosa que
contar, más allá de lo que se cuenta en todos: las grandes hazañas
del borracho cualquiera tratando de llegar a la torre donde está
encerrada la dama. No son estas hazañas menores. No hay casi farolas,
y hacer eses entre la acera y el asfalto puede ocasionar tropiezos de
lo más aparatosos. Podría haber caído sobre los escombros de una
obra cercana. Podría haber habido alcantarillas abiertas, por las que
nuestro héroe se podría haber caído, seguramente para romperse el
cuello contra el fondo. Podría haber habido policías, a los que
nuestro borracho habría tenido que esquivar, de los que habría
tenido que esconderse. Pero, afortunadamente, no se encuentra con
percances imprevistos, y logra salvar los mencionados haciendo gala de
su gran físico, sin duda ayudado por el equilibrio que su barriga
prominente le proporciona.
Llegó así, trastabillando, nuestro borracho cerca del bajo en que se
halla nuestra mujer, encerrada, leyendo tranquilamente a la luz de la
lámpara de la sala de estar. Está encerrada, como acabamos de decir,
y mirar a la ventana fijamente no va a hacer que se abra, por lo que
nuestro borracho se ve forzado a tomar una decisión audaz: volverá
sobre sus pasos para coger un ladrillo de las obras, una herramienta
tremendamente útil para abrir ventanas cerradas, y con un
funcionamiento también simple, de modo que, aún en su estado de
embriaguez, no le resultó difícil destrozar el vidrio y, entre el
estruendo del cristal roto y los gritos de la mujer, encaramarse al
alféizar y saltar dentro.

No son estos los únicos ruidos, sin embargo. Ya se olvidaba nuestro
héroe del último obstáculo que hay que superar en todos estos
cuentos, el guardián de la torre, y hasta él llegan rápidamente los
ladridos del perro que habita la misma casa. Tal vez describirlo como
grande en la introducción de esta historia, en un sentido literal,
haya sido una exageración; apenas llega a las rodillas del hombre que
acaba de entrar. Sin embargo, no quedará duda a los lectores de la
grandeza del perro, referida a su nobleza o su perfidia, según lo
interprete cada uno, al saber que no dudó en abalanzarse sobre el
intruso que pretendía, aparentemente, llevarse a la mujer que estaba
bajo su custodia. Fue en verdad un obstáculo para nuestro hombre,
quien debido a los litros consumidos esa noche (y a algunas otras
sustancias) ya tenía problemas para enfocar las cosas de la manera
habitual. Es por esto que cayó al suelo, sobre los cristales que
acabada de romper, hiriéndose manos y posaderas mientras un perro, a
su entender rabioso, trataba de morderle donde podía, en una batalla
que se prolongó durante unos segundos, mientras la mujer salía
huyendo y se escondía en su habitación. La gran ventaja combativa de
nuestro borracho era su falta de raciocinio normal, tal vez debida a
algún trastorno psicológico perpetuo o a las sustancias ingeridas
con anterioridad, pero sea como fuere, quien se levantó triunfante
fue él, tras haber agarrado al perro y haberle cortado la garganta
con uno de esos cristales con que se había cortado él mismo las
manos.

Ya solo resta la parte final del cuento, aquella en que el héroe,
triunfante, sube a lo alto de la torre, a los aposentos de la bella
dama, para decirle que ha sido rescatada. Y así hizo nuestro
borracho, se dirigió a la habitación en que, aterrorizada, se
encontraba la dueña del perro, sin saber qué había ocurrido fuera,
abrió la puerta, buscó a la mujer con la mirada y, cuando la
encontró, en un arrebato de felicidad, la llevó a la cama y la
violó.
puntos 17 | votos: 17
No son los besos - lo que echo de menos, aunque el roce de los labios siempre me ha
fascinado. Tampoco es el sexo; eso, hoy en día, solo cuesta dinero y
un poco de autoestima. No es un precio muy alto. Igual echo un poco de
menos la ilusión. Tal vez la putada de hacerse mayor sea olvidarse de
creer en las hadas.
puntos 14 | votos: 14
Que se mueran, - una a una, esas ambiciones de poder y gloria a las que llamáis
sueños. Que se mueran de pena, de asfixia, de hambre y del odio que
les profeso. Que se marchiten, poco a poco, que agonicen, que les
duela, que os duela, que os joda la vida por detrás. Y por delante. A
la vez. Como a todos. Enterradlos y lloradles, como todos antes que
vosotros.

Esforzaos, esforzaos por pasar a formar parte de ese grupo al que
llaman “los triunfadores”, aunque nadie sabe muy bien quiénes
son. ¿Qué es triunfar? No tenéis ni puta idea, pero os
estrellaréis contra los muros del sistema mil veces más antes de
desistir, lucharéis al menos una vez más por salir de este agujero
de mierda y mentiras en que vivimos, sin saber que por arriba está
tan cerrado como por abajo. Las mentiras están demasiado
entrelazadas. Hundíos, hundíos en la miseria, en la certeza de que
no hay escape posible. Y cuando estéis derrotados, culpad al destino
o a Dios, y en el fondo sabeos causantes de casi cada desdicha propia,
porque no es tan fácil desprenderse de la noción de la libertad y de
que los actos tienen sus consecuencias directas.

Y cuando estéis derrotados del todo, sin deseos ni voluntad, empezad
a rezar para tratar de recuperar un poco de la esperanza perdida.
Rezadle a Dios para que os ayude, porque tampoco hay nadie más en la
tierra que pueda. Envolveos en esas nuevas (viejas) mentiras, hundíos
más en el pozo del que hace tan poco tratabais de salir, y soñad
otra vez con un mundo de paz eterna, un edén perfecto, del cual (sin
que os fijéis) ya os han dicho que mantiene la estructura social que
tenemos aquí mismo, con una jerarquía establecida y que, además, es
eterna. Y conforme pasen los años, acrecentad esa creencia, sentíos
seguros en su seno, alimentaos de esa esperanza marchita mientras se
marchitan vuestros cuerpos.

Pagad y tendréis una lápida. Formad vuestro bosque de lápidas, para
mayor gloria de Dios, y creed que formaréis parte de su séquito. Y
en cincuenta años, si tenéis suerte, moho, musgo y olvido. Si no,
que os jodan a vuestras lápidas, a vuestra vida eterna y a vosotros,
que forrarse siempre es más importante.

Si queréis ser útiles, donad vuestros órganos. Los que sirvan para
algo. No vuestros cerebros. Ni mi corazón. Los bulbos raquíticos de
mi corazón se pudren por exceso de humedad.

Que nadie escriba mi epitafio.
puntos 12 | votos: 12
Todas las noches - seguían la misma rutina. La baraja, las copas, el siete de copas y el
siete abierto (según le habían dicho hacía años) en el corazón, a
pesar de que no sangrara.

Baraja, la española, que hay que apoyar el producto de la tierra,
aunque, no nos engañemos, era la única que sabía usar. Las copas
variaban cada noche; el anís y el aguardiente eran las habituales, y
él siempre prefería la ginebra. El siete de copas le gustaba, porque
lo combinaba todo: la baraja, las copas, y el otro siete. Aunque rara
vez acababa la noche sin haberse tomado siete copas de las de verdad.

El plan siempre era el mismo. Después de un día en la obra,
necesitaba a alguien con quien charlar y echarse unas risas. Y echarse
unos tragos. Y echarse unas partidas. Y apostarse algo. Y apostarse
algo. Y nunca apostarse nada. Porque él no había estudiado, pero
sabía que el dinero, solo, no vale nada. Y, total, en algo había que
gastarlo.

Se sentaban, pues, a jugar, siempre en la misma mesa en el rincón del
bar, siempre con una copa en la mano derecha, siempre en las mismas
posiciones, mientras a él, entre carta y carta, le hipnotizaban las
luces parpadeantes de la tragaperras. Y así pasaba la noche, y otra
noche, y otra noche, y otro verano, hablando de toros, de fútbol, de
tetas y de la parte de la economía que todos entendían, que era la
de que estaban jodidos y así iban a seguir, porque hay cosas que no
cambian nunca, hasta que se despedían y se iba, solo, por su lado.

Y llegaba a casa borracho, y le escribía cuatro versos de esos,
cutres, estúpidos, a sus labios. Y pensaba en lo que le explicó
aquella vez el cura, de lo que era la monogamia, que era querer solo a
una persona, y se preguntaba si es que él era monógamo, porque no
quería. Porque la quería. Y le hacía daño. Y pensaba en otro día,
en levantarse e ir al trabajo, en subir ladrillos para arriba, cargar
sacos para abajo, en mezclar cemento, levantar paredes, comerse su
bocadillo de chorizo subido en el andamio, en mirar pasar la vida,
oír los silbidos y piropos de sus compañeros a cada mujer que pasa
por abajo, en volver a quemarse la nuca y joderse la espalda currando,
en ir al bar por la noche, en beber hasta acabar borracho, en hablar
de tetas y fútbol, en apostar nada de vez en cuando, en volver a casa
solo y escribir cuatro versos, de esos, cutres y estúpidos, a sus
labios.

Y pensaba en su sonrisa. Y sonreía. Y se dormía soñando…

puntos 10 | votos: 10
Imagíname feliz, - así será como un cuento...
puntos 8 | votos: 8
La vi bañarse una vez - y me sacó los colores.
La vi desnuda y lloré
(lloró conmigo la noche).
puntos 12 | votos: 12
Me ha llamado caballero - la puerta de un lavabo.
Me he mirado en el espejo
y no era cierto, y he llorado...
puntos 20 | votos: 20
Silencio - Llueve silencio a cántaros, destrozándome con su estruendo. Estoy
solo. Amargo. Solo. Los senderos se extienden como las raíces de un
árbol arrancado. Eso verde de las paredes podría ser hierba. ¿Por
quién suenan los violines?

No hay hadas. Solo mariposas negras, con ojos oscuros en las alas.
Solo. Un puente de baldosas rotas cruza en abismo. Los ángeles
cornudos se ríen desde sus pedestales. El color va desapareciendo.
Eso verde de las paredes podría ser sangre. ¿De quién se ríen los
dioses?

Se oscurece todo. Solo hay un sol y una luna. Solo. Tuberías
oxidadas, rotas, sobresalen de las paredes. Cubrimos el suelo de
heces, que se infectan de moscas y gusanos. Eso azul de las paredes
podría ser el cielo. ¿Por quién aúllan las sirenas?

Camino entre nubes, como cayendo. Los pechos agrietados no sangran,
solo se pudren. Solo. Nuestros suspiros corrompen el aire. La ceniza
se mezcla con las almas y el estiércol. Eso rojo de las paredes
podría ser arte. ¿Por quién callan los cuervos?

De tanto silencio va a reventar el mundo.
puntos 19 | votos: 19
Hagamos un experimento. - Solo necesito un poco de tu tiempo, tu imaginación y que no tengas
prisa. Párate. Ve con calma.

Imagina que estás en el pico de un monte, en un día soleado, y que
te pones de cara al viento. Imagina que te despeina, que seca el sudor
del esfuerzo de llegar hasta allí. Imagina que el sol te ciega, pero
te calienta, y disfrutas del paisaje.

Imagina que pierdes un partido de fútbol ante la mirada reprobatoria
de tu padre, que se avergüenza de lo mal que juegas.

Imagina que te vuelves a enamorar por primera vez,
y que no tienes ni idea de qué es eso que sientes.

Imagina que tiras tu puto móvil al váter.

Imagínate en una cama de hospital, con la cabeza apoyada en las
manos.
Te acaban de diagnosticar cáncer terminal.

Imagina que tienes todos los motivos del mundo para sonreír.

Vuelves a ser un niño. Ves con alegría cómo tu padre sopla,
hinchando un globo rojo, y cómo tu madre le hace un nudo y, con un
hilo, te lo ata a la muñeca. Corres con tu globo rojo, de un lado
para otro, feliz.
Tu globo explota.

Estás por fin de vacaciones.

Estás teniendo sexo con alguien a quien no amas, buscando solo tu
propio placer. Sin condón, porque no importa. Te corres tres veces en
una noche.

Estás en mitad de un gran concierto,
mientras tu grupo preferido toca tu canción favorita.

Es tu primer día en un instituto nuevo, en el que no conoces a nadie.
Sientes inseguridad ante las posibilidades que se abren ante ti.

Estás en el andén, ya te has despedido de todos.
Subes al tren con la tristeza del que se va. Arranca.
Te despides de los que se quedan con la mano, 
sin saber cuándo les volverás a ver.

Imagina que cae una bomba en el edificio de enfrente.

Imagina que no hay nada.
Ves nada, oyes nada, sientes nada.
Todo es vacío, no existe.
Tú no eres.

Imagina que el hada más bella que puedas imaginar se acerca
y te besa en los labios.



Espero que lo hayas disfrutado.

puntos 24 | votos: 24
~ - “Voy a escribir el poema más triste del mundo”,
decía, y juraba que no usaría palabras.
Lo decía a la noche, cuando nadie escuchaba,
frente a un vaso de whisky y rodeado por el humo
de los puros y gritos de ánimo al Madrid.

“Voy a escribir el poema más gris del mundo”,
lloraba, y a ratos se le escapaban suspiros
cuando recordaba el día que cruzasteis caminos,
el día que entre libros y un bosque de susurros,
dando tumbos, conoció una flor de alhelí.

“Voy a escribir el suicidio más bello del mundo”,
y empezó a escribirse tu nombre en las venas,
tachando con él cada una de las penas.
Dijo que se había cansado de vivir de luto,
y que te lo contara cuando le viera morir.
puntos 22 | votos: 24
~ - No quiero escribir más poesías falsas esta noche.

No me quiero estrujar el cerebro buscando formas bonitas de explicar
algo que no siento. No quiero escribirle a la belleza que lo domina
todo en este mundo, porque llega un momento en que me canso. No quiero
inventarme historias de caballerías protagonizadas por hombrecillos
de caballerosidad galante y virtud exquisita que nunca podrán
existir. No quiero contaros mi vida, ni ninguna de mis vidas
imaginarias. No quiero hacer más críticas vacías a las que no tengo
derecho, porque yo tampoco hago nada. No quiero pintar un futuro de
oro, ni el pasado de gris. No quiero escribir de hadas a las que no
sabréis apreciar. 
Solo quiero dormir. 
Y, tal vez, soñar.
puntos 14 | votos: 14
Se llena el mar de necios - Se amontona el polvo en los años y aún nos creemos invencibles
(¿pero de qué color es el alma de un gorrión?). Pero es cierto que
han muerto más flores que humanos, y queremos mantener la función
sin cambios, así que si muere Sísifo condenaremos a un nuevo
Sísifo.
Se amontonan los años en el polvo, en una inconsciencia perfecta. De
ser consciente se habría vuelto loco. Aumentan los despropósitos
(¿pero de qué color es el alma de un poeta?), pero si gano dinero y
por ello me llaman bueno, seamos todos millonarios.
Se acumula, pues, la historia en el polvo, y ya no hay forma de
besarla sin ensuciarse.

****

Se habían ido. No volvían. Estaba solo. Me habían abandonado. No
querían volver. No habían vuelto. No iban a volver. Estaba solo.
Esperaría.

Se han ido. No vuelven. Estoy solo. Me han abandonado. No quieren
volver. No han vuelto. No van a volver. Estoy solo. Esperaré.

Se habrán ido. No volverán. Estaré solo. Me habrán abandonado. No
querrán volver. No habrán vuelto. No irán a volver. Estaré solo.
Habré esperado.

Me quedaré solo.

****

Los peces y los pecios nadan en mi memoria.
Nada Nadia con nadie, se esconden en las sombras,
se esconden entre corales, entre tantas estadísticas rotas;
estadísticas que decían que podía recuperar mi historia,
pero Nadia nada con nadie, y a mí se me acaban las horas.

****

Definamos grupo como un conjunto de varones tales que todos ellos son
amigos entre sí. Consideremos un grupo de n varones, numerados según
el índice k. Supongamos que cada varón tiene una pareja (femenina)
que indexaremos con la misma k del varón.
Durante un tiempo, la k-ésima mujer tiene relaciones sexuales con k-1
varones diferentes del grupo, además de su pareja, sin que esta lo
sepa, para todo k entre 1 y n. Después de un tiempo, todas las
relaciones se hacen públicas.
a) Calcule el tamaño del grupo más grande que puede quedar.
b) Concluya que el conjunto inicial, en vista de los hechos, no podía
ser un grupo.

****

Maldigo cada uno de los suspiros que se escapan de mis labios cuando
recuerdo esos ojos alegres, y ese lunar en tu rostro, y esa manera en
que el sol se derrite por tocar tus labios, y la noche, por abrazar tu
sombra. Y es que vigilo cada sonrisa, cada paso, cada repiquetear de
tus dedos contra la mesa, y te protegería del viento si amenazase con
estropear tu ausencia de prisas, y contra cientos de alientos que te
quieran llevar a la cama, y contra dagas y agujas que intenten dañar
tu hermosura. Y es que en tu presencia se ruborizan los ángeles y
lloran las hadas por envidia a tu andar de mariposa, y me transformo
en caballero, y cuando te pienso ya no escribo más que mierdas
empalagosas.
puntos 39 | votos: 39
~ - Decía que no le gustaban los poetas. Que eran unos farsantes de
palabras bonitas, que siempre se transformaban tras puertas cerradas.
Que los cuentos en verso solo engañaban a los ingenuos. Que las
plumas estaban mejor en los gansos, la tinta en los pulpos y las
metáforas en el suelo. 

Decía que no le gustaban los dioses. Que si eran tan poderosos no se
deberían esconder entre los faldones de los hombres. Decía que no le
gustaban los hombres, que si eran tan inteligentes no deberían
esconderse tras los faldones de los dioses.

Decía que estaba cansada de enamorarse. Cansada de sietes en el
corazón, catorces en los febreros y veintiuna alhajas que tiraban de
ella hacia el suelo. Cansada de camas de alquiler vacías en cada
llanto. Decía que no le gustaban los hombres, que solo le daban malos
tragos y promesas menos consistentes que el humo de los bares. Decía
que nunca quiso enamorarse.

Decía que llevaba demasiadas noches rotas a la espalda, demasiadas
fotos y comidas atrasadas. Que odiaba las estrellas y la luna, porque
en ellas no había brisa que le agitase el pelo. Decía que era una
asesina, y una suicida, y que nunca sería madre. Que no tenía
suficiente viento en el vientre, ni en el corazón. Decía que llevaba
demasiadas malas pasadas.

Decía que pensaba cambiar las cosas. Que no iba a seguir así. Que
rompería las esquinas de las noches y se colaría por las grietas,
para ver lo que ocultaba ese telón negro. Que no lloraría lágrimas,
sino melodías de armónica. Que el alféizar de su ventana era un
hueco demasiado pequeño para anidar, y que las golondrinas, atrapadas
en sus nidos, parecían demasiado tristes. Que prefería alzar el
vuelo, estrellarse contra el cielo. Que prefería ser mariposa, y
morir entre flores vivas, que era mejor que vivir entre flores
muertas. Decía que brillaría como el sol.
puntos 11 | votos: 11
Eggs! Fried eggs! - Se giró y se vio, y se volvió y se volvió y ya no estaba. Estaba,
pero no era él. Era él, pero estaba muerto. Porque entre vuelta y
vuelta vio dos ojos verdes, ¿sabes?, verdes, como la hierba, como los
pinos, como el diablo, verdes, como la sangre que quedaba después del
atropello, como el verde. Y el resto de colores pasaron a ser
estúpidos. Pero ya no estaban. No estaban. Ni los demás colores, ni
los ojos, ni la sangre, ni el verde, ni él (que estaba, pero no era),
ni la vuelta entre vuelta y vuelta, entre verde y no volver a verte.

puntos 11 | votos: 11
Levántese. - Póngase una corbata sosa. Salga de casa. Trabaje. Gane dinero. Por
Dios, ¿no le da vergüenza? Más dinero, necesita más dinero.
Ascienda rápido, trabaje extra, demuestre que tiene capacidad para
ganar más dinero.
Si tiene usted un apellido de alta alcurnia, presuma. Si no, trate de
buscar como pareja a alguien que lo tenga. Y presuma. Cásese, eso es
importante. Tenga usted un buen matrimonio, y presuma.
Dígalo, no es el único que lo piensa: los inmigrantes solo vienen a
quitarnos el trabajo. Si tiene empleados, despídalos y contrate a
varios negros dispuestos a cobrar menos que sus antiguos empleados.
Hágase respetar. Compre un buen coche. No se fíe de la educación
pública, sus hijos deberían acudir a una institución con prestigio.
Llene la casa de banderas cada vez que se acerque el mundial. Vaya a
misa cada domingo con su mejor traje, y confiésese una vez al mes. Si
devolver el préstamo que pidió para comprar el coche no es un
problema, pague una sirvienta o dos. Si no, asegúrese de que su mujer
sabe planchar y cocina bien. Inculque a sus hijos la importancia del
dinero. Cómprese un chalet.
Charle con sus amigos, invíteles a cervezas. Discutan de temas
importantes (los toros, el gobierno, el fútbol). Si le llevan la
contraria, levante la voz, debe usted dar impresión de seguridad. Es
un triunfador. No se deje subyugar. Y si le llaman facha,
enfurézcase.
puntos 15 | votos: 15
El blanco del papel - me duele en los ojos, pero te prometí que te escribiría.
Espero que te vaya todo bien. Espero que te traten bien los años, y
que por fin seas pintora, y que hayas conseguido dejar de fumar.
Espero que no pienses mucho en mí.
Yo tampoco pienso mucho en ti. Ni en nosotros.
Todavía tengo en el cajón de mi mesilla una caja de Café Crème
medio vacía que te dejaste aquí. Bueno, todo en la habitación sigue
igual que la última vez. Salvo por la luz. Por las ventanas entra
menos luz que cuando estabas conmigo. Y aún voy al mismo curro,
cogiendo un tren cada mañana. Me gusta sentarme al lado de chicas
guapas, pero nunca me atrevo a decirles nada. Pero tú eso ya lo
sabes. Ah… ya casi nunca pienso en nosotros.
Sé que te prometí que escribiría un poema de amor, pero, ¿sabes?,
en el fondo unas rimas no cambian nada. Y el amor, probablemente,
tampoco.
Me va todo bien. En realidad no tengo gran cosa que contar. No sé por
qué te estoy escribiendo. Desde que te marchaste no ha habido grandes
cambios en mi vida. Ni pequeños. Todo parece estático. Bueno,
conseguí dejar de fumar. Sin esfuerzo. Supongo que ya no tenía
sentido, si no podía compartir caladas contigo. Y la cama se me queda
grande cuando duermo acurrucado contra la pared.
Ahora te estoy imaginando leyendo esto en tu cama, con las piernas
cruzadas, con una flor de jazmín entre los labios, de esas con las
que, de vez en cuando, te adornabas el pelo. Qué estúpido.
Seguramente no te molestarás en leerme. Me gustaba tu pelo. Nunca te
lo dije, pero me gustaba tu pelo. Nunca nos dijimos tantas cosas…
Bueno, cuéntame de ti. Hace tiempo que no sé nada. ¿Aún pintas
cuadros grises de días de lluvia? ¿Aún sonríes cada mañana cuando
descorres las cortinas? ¿Sigues tarareando, como hacías entonces,
cuando estabas en la cama y no conseguías dormir? No lo sabes, pero
siempre me gustó escucharte. O igual sí lo sabes, y tarareabas para
mí.
Estaré esperando tu respuesta para saber de ti. Aunque en realidad
sería mejor que no contestes. No contestes. No quiero pensar más en
ti. No sé qué sensación te dará esta carta, pero no te preocupes
por mí. Me va bien. Ya no pienso en nosotros. Es solo que hoy me
sentía un poco solo. Pero me va bien. Solo un poco solo.

Ya no pienso en ti.
puntos 18 | votos: 20
Ya hace siete años - que no escribo poemas de amor.

Cada noche la dedico a matar musas, ya sea ahogándolas en mares de
alcohol, fumándomelas entre flores de cerezo o quemándolas con el
fuego que se prende entre las páginas de una triste revista porno.
Le he cogido miedo al papel blanco que no se lía, y al abismo vacío
que promete. Le tengo miedo a la pluma, y a ese volar que un día lo
supuso todo. Siempre que los enfrento, me pierdo y pierdo y tiemblo
toda la noche de miedo a mis fantasmas, y luego solo quedan rayajos y
papeles húmedos, muy pocas veces por culpa del rocío, y un puñado
de recuerdos.
Me queda el sexo, sí, pero ya no hay hadas que me echen polvos
mágicos. ¿No lo sabes, niña, que con cada beso que doy se muere un
poeta? Pero igual aún soy un soñador. Ya sé que lo que importa no
es lo de dentro, pero muerdo flores por adornarme el estómago.

Y a la mañana, una taza de golondrinas con café, para tenerme otro
día solo y despierto.
puntos 21 | votos: 21
Cae una lágrima. - Cae una lágrima. Cae una lágrima.

¿Por qué me siento tan vivo?

Cae una lágrima. Cae una lágrima.

Me ahogo en mis sollozos.
Caen lágrimas y sollozo. ¿Por qué estoy tan vivo?

Cae una lágrima. Cae otra. Cae. Cae. Cae; cae, cae, cae.
Llueven todas en torno a mis manos.

Sollozo, lágrima, sollozo. Me atraganto.

Yo tan vivo, y ella tan muerta.

Cae una lágrima, y veo al Sol y a la primavera reírse de mi suerte.
puntos 24 | votos: 24
Ser humano, - ser inútil que no vuela, ser inútil que ahora vive solo para
trabajar, inconsciente de la pérdida de sueños por complejos
deprimentes y obsesión por los billetes que tenemos que olvidar.

puntos 22 | votos: 22
¿De verdad quieres saberlo? - He visto mares secarse en las mejillas de niños pequeños. He visto
fronteras entre países, entre clases, entre personas; he visto
guerras, he visto cada puto gobierno que ha pasado por el mundo. Veo
violaciones cada día, bolsillos llenos de hambre y justicia para los
ricos. Veo un puto mundo competitivo en el que solo importa tener más
que el vecino. He visto Hiroshima y Nagasaki, y todo lo que ha pasado
en Guantánamo. He visto Chernóbil y las razones del desastre, y vi
al Prestige hundirse y arrasar con toda una economía. Vi nazis, y
ahora veo neonazis y me pregunto de qué sirve estudiar historia. He
visto trenes volando por los aires después de una explosión y dos
grandes torres venirse abajo en medio de un atentado, y las pilas de
cadáveres que quedaron detrás. He visto evolucionar los métodos de
tortura, convirtiéndose cada vez en algo más cruel. He visto
política, joder. He visto política. Te he visto a ti ignorándolo
todo. He visto a hipócritas reírse de todo, y me he reído con
ellos. Joder, ¿qué coño quieres que te diga? He visto demasiados
hombres como para creer que vamos a cambiar.

He visto niños con las barrigas hinchadas de muerte, y madres
esqueléticas demasiado deshidratadas como para llorar. He visto, al
salir de mi casa, a una mujer que dormía en el portal mientras la
salpicaba la lluvia. He visto a la personificación del terror rezando
en voz alta a unos dioses que nunca contestaron mientras llovían
bombas del cielo. Y he visto a gente pidiendo en la calle, y a chicos
patearlos hasta dejarlos sin sentido. He visto la evolución de
vuestras putas ideas racistas, y sexistas, y homofóbicas, y cómo han
convertido a tanta gente en esclavos. Y he visto a soldados y
policías, perros, matar a palos a hombres y mujeres, sin cuestionarse
jamás su propia hombría. He oído las órdenes que llegan de arriba,
y sé que las cloacas esconden más mierda de lo que parece. He visto
al país que lleva por bandera la libertad subyugar a tiros a todo el
que se le opone, y esclavizar a sus propios súbditos mediante el
atontamiento de sus mentes. He visto eso a lo que llaman progreso y
sé que solo es la consumación del más vil capitalismo y de la más
cruenta corrupción. He visto las caras de las mujeres de los hombres
que no volvieron de la guerra. Os he visto encogeros al pasar al lado
de mendigos, sin mirarlos, como si prefirieseis que no estuviesen
ahí, porque a todos nos incomoda la verdad. He visto a un niño reír
mientras chutaba un balón en el que aún se podrían encontrar los
rastros de las lágrimas del niño que lo cosió, y he visto al que se
enriqueció por en medio comprarse un coche de lujo para presumir con
sus amigos y, tal vez, ligarse a la tía más banal, más llena de
Botox y con las tetas más grandes que pueda encontrar a la salida de
un bar de copas del centro de Los Ángeles.

He visto a David crecer mil veces para convertirse mil veces en
Goliat.

¿Y sabes lo que he hecho?


Nada.
puntos 16 | votos: 20
He visto golondrinas - que incumplieron la promesa de Bécquer.
puntos 22 | votos: 24
~ - Cae la lluvia. Plinc, plinc. Caen gotas del cielo.
Cae el otoño, y caen praderas azules, muertas,
de los árboles dormidos. Caen estrellas
(plinc, plinc) que mojan las horas y las hojas feas.
Se cae el cielo. Se llena de barro. Se ensucia el cielo.

Cae  la noche en un gris oscuro,
aburrido. Llueve. Piano, piano.
Caen nidos de luciérnagas, que en vano
se opusieron a las farolas. En vano.
Caen sus párpados. Se cae el mundo.

Cayó ya hace tiempo chocolate en su cara,
pecas, polvo de hadas
que aún no se lleva el viento.

Se caen las alondras.
Se cae el viento. Escucha. Se calla el viento.
Tontas alondras. Se caen y se calla el cielo.

Y en la catástrofe de cosas cayendo,
vuela ella. Vuelan sus pecas. Vuela su sueño.
Su sonrisa pequeña, envuelta en sábanas de flores verdes.
Se despiden las luciérnagas. Vuelan sus versos.
puntos 13 | votos: 15
Sueño sus ojos azules - mientras me pierdo en otros labios.
Y me pregunto a qué sabrán los suyos.

Por las noches ardo, y me quemo durante el día;
exploto, pero no hay fuegos artificiales;
y entonces el cielo se rompe y estoy solo otra vez.

Me hundo en las pozas que tengo donde en otros habita el corazón.
puntos 13 | votos: 15
¿No os habéis enterado? - ¿No os habéis enterado? Lo dice el periódico. No queda hambre, ni
odio, ni niños mutilados. Los prejuicios han dado paso a una mejor
comunicación y en el amor solo importan los dos interesados. Nadie
desprecia por culpa de la religión y la economía no gobierna
nuestras vidas.

¿No os habéis enterado? Lo gritan las paredes. El aspecto exterior
ha dejado de ser importante y no hay recelos entre países. Los
ecosistemas se están salvando y la justicia es justa por fin. Se
buscan méritos propios y no defectos ajenos y la envidia está en
claro retroceso.

¿No os habéis enterado? Se nota al salir a la calle. El aire vibra
con la felicidad de la gente que se saluda al pasar, sonríe y se
besa. Los transeúntes charlan entre sí y no hay más altercados. Se
festeja el inminente fin de esta era.

Por fin. Se ha acabado la guerra. Las armas caen al suelo mientras
desaparece la última frontera. Por fin somos hermanos.


Se cierra el telón.
Se encienden las luces.
Se acaba la función.





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