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15.05.2011

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Gente que no sabe - Diferenciar entre la vida real y la ficción del GTA
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La muerte no tiene sentido - Es tan solo un burdo renacimiento
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Hitler llamando a un Taxi - Descripción gráfica.
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Hace justo un año - Que un conductor borracho atropelló a mi madre cuando volvía de trabajar...
Por favor si bebes no conduzcas... :(
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Not bad -

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Ni pause. Ni deshacer. Ni reset. - Asegúrate de jugar lo mejor que puedas.
puntos 67 | votos: 67
Zorra implaKable - No tenemos mucha amistad pero quería dedicarte este cartel
ya que me parece que te lo mereces.
Para mi y para muchos serás siempre la número uno de
desmotivaciones, siempre decías que el ranking te daba igual y lo
demostraste,
mientras otros usuarios se pelean por un número en una página
tu te dedicas a pasarlo bien, mas usuarios como tu necesita esta
página.
puntos 25 | votos: 25
Tooodos Rojos -
puntos 12 | votos: 12
DONDE -
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no se por que - cuando el dolor lo causas tu es agradable

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. - Bueno walt_k que eres un crack haciendo lo tuyo en esta pagina.
Que la única vez que he hablado contigo me pareció que eres una
persona super grande y que es bondadosa. 
Que gracias por crear esta pagina, es en la que mas estoy, en la que
mas me gusta... Sin desmotivaciones, no sabría vivir.
Gracias, cuidate mucho, y un abrazo.
Si necesitas algo dimelo y te ayudaré sin pensarlo
puntos 16 | votos: 16
Soy Ateo - gracias a Dios.
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Siplemente - desmotiva
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¿Te quieres casar conmigo? - Ana María Sánchez Velasco, soy yo, tu novio Juan Alberto Ramirez,
no sabía como pedirtelo y como se que te apasiona esta página, como
te quiero tanto y siento que mi vida sin ti no es nada;
¿Te quieres casar conmigo?
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Riesgo potencial. -

puntos 4 | votos: 18
Este es Jeffery Dahmer - Más conocido como el carnicer de Milwokie y aqui os dejo su
entrevista (es muy fuerte): 
–No hubo nada.
¿Ninguna agresión, ni nada parecido?
–No. Violencia contra mí, sí. Fue a mí a quien atacaron, sin
motivo.
¿Puedes describir brevemente lo que ocurrió?
–Había ido a visitar a un amigo y volvía de noche a casa; vi que
se me acercaban tres chicos del instituto, estudiantes de último
año. Uno de ellos sacó una porra y me golpeó en la nuca. Así, sin
motivo. Eché a correr.
Hablemos un poco de la ruptura de tu familia. Es doloroso para mucha
gente, para la gente que ha hecho lo mismo que tú, y puede
convertirse en un elemento importante de su vida. Permíteme que te
pregunte: ¿en algún momento sufriste alguna agresión sexual?
–No.
Entonces, ésta no fue la causa. He oído de tu interés por
diseccionar animales y cosas por el estilo. ¿Cuándo empezó?
–A los quince o dieciséis años.
¿Empezó en la clase de biología?
–Sí. Nos hicieron diseccionar un lechón.
¿Cómo describirías tu fascinación por, bueno, por la
desmembración (Dahmer se ríe) de animales?
–Pues... uno fue un perro grande que encontré en la carretera. Iba
a separar la carne, blanquear los huesos, reconstruirlos y venderlo.
Pero no llegué a hacerlo. No sé cómo empecé a meterme en esto; es
una afición un poco rara.
Me parece recordar que pusiste la cabeza en un palo y lo dejaste
detrás de tu casa.
–Fue una broma. Encontré al perro y lo rajé para ver cómo era
por dentro. Después se me ocurrió que sería divertido clavar la
cabeza en una estaca y dejarla en el bosque. Llevé a uno de mis
amigos y le dije que me lo había encontrado entre los árboles.
¿Qué edad tenías entonces?
–Creo que dieciséis.
¿Qué año era?
–A finales de los setenta.
Estábamos ahora preparados para adentrarnos en el terreno de los
asesinatos. Dahmer tiene una imagen fija en la cabeza, el momento de
recoger a un hombre haciendo dedo, y cuando ésta se materializa en
la vida real, se siente arrastrado por los acontecimientos y tiene
que llegar hasta el final.
Tenías unos dieciocho años cuando cometiste el primer asesinato,
¿no es cierto?
–Antes llevaba un par de años teniendo la fantasía de encontrar a
un hombre guapo haciendo dedo y (pausa dramática)... gozar
sexualmente de él.
¿De dónde la sacaste: de una película, de un libro?
–No. Me vino de dentro.
De dentro.
–Ocurrió por casualidad una semana que no había nadie en casa. Mi
madre estaba fuera con David, en un motel a unos ocho kilómetros; yo
tenía el coche, eran más de las cinco de la mañana y regresaba a
casa después de haber bebido. No buscaba a nadie, pero a un
kilómetro de casa, lo vi. Hacía dedo. No llevaba camisa y era
guapo. Me sentí atraído por él. Pasé por delante de él, frené y
pensé: “¿Qué hago? ¿Lo hago subir o no?”. Le pregunté si
quería fumar un porro y él respondió: “¡Estupendo!”. Fuimos a
mi habitación, bebimos unas cervezas y en el rato que pasamos juntos
vi que no era gay. No sabía cómo retenerlosi no era agarrando la
barra de las pesas y golpeándolo en la cabeza. Luego lo estrangulé
con la misma barra.
¿Tienes idea de dónde te vino esta fantasía de tomar a alguien por
la fuerza? ¿También imaginabas quitar la vida a alguien?
–Sí, sí. Todo... todo giraba alrededor de tener un dominio
absoluto. Por qué, o de dónde me vino esto, no lo sé.
¿Te sentías fuera de lugar en tus relaciones con la gente?
–En el pueblo donde vivía, la homosexualidad era el máximo tabú.
Nunca se hablaba de eso. Yo sentía deseos de estar con alguien, pero
nunca conocí a nadie que fuera gay, por lo menos que yo supiera;
sexualmente era muy frustrante.
¿Y después de estrangularlo? ¿Hubo actividad sexual antes de eso?
–No. Yo estaba muy asustado por lo que había hecho. Anduve un rato
de un lado para otro por la casa. Al final me masturbé.
¿Estabas excitado por lo ocurrido?
–Por tenerlo cautivo.
Bien. Estaba inconsciente, o muerto; no podía ir a ninguna parte.
¿Eso te excitaba?
–Exacto. Más tarde bajé el cadáver al sótano. Me quedo allí,
pero no puedo dormir, vuelvo a subir a la casa. Al día siguiente
tengo que pensar en una manera de deshacerme de las pruebas. Compro
un cuchillo de caza. Por la noche vuelvo a bajar, le abro el vientre
y me masturbo otra vez.
¿Te excitó sólo el físico?
–Los órganos internos.
¿Los órganos internos? ¿La acción de destriparlo? 
–Sí, luego le corto un brazo. Luego todo el cuerpo en pedazos.
Meto cada trozo en una bolsa y después todo en tres bolsas grandes
de plástico para la basura. Pongo las bolsas en la parte trasera del
coche y me voy a tirar los restos a un barranco, a quince kilómetros.
Son las tres de la madrugada. Voy por una carretera secundaria
desierta y, a mitad de camino, me para un policía, por ir demasiado
a la izquierda. El agente pide refuerzos. Son dos. Me hacen la prueba
de alcoholemia. La paso. Iluminan el asiento trasero con la linterna,
ven las bolsas y me preguntan qué es. Les digo que basura, porque
cerca de mi casa no hay ningún vertedero. Me creen a pesar del olor.
Me ponen una multa por circular demasiado a la izquierda... y vuelvo a
casa.
¿Y qué hiciste con las bolsas?
–Las volví a dejar en el sótano. Agarré la cabeza, la lavé, la
puse en el suelo del cuarto de baño, me masturbé; luego volví a
meter la cabeza con el resto de las bolsas, abajo. A la mañana
siguiente... metí las bolsas en una tubería de desagüe enterrada
que medía unos tres metros. Aplasté la entrada de la tubería hasta
cerrarla y las dejé unos dos años y medio dentro.
¿Cuándo volviste a buscarlas?
–Después del ejército, después de trabajar un año en Miami.
Abrí la tubería, agarré los huesos, los rompí en trozos pequeños
y los esparcí por la maleza.
¿Por qué rompiste los huesos?
–Para acabar con todo. El colgante que él llevaba y las
pulseras... los arrojé al río.
¿No conservaste nada de aquel episodio? –No. Quemé las ropas.
No quiero que me describas cada uno de los casos, pero me gustaría
centrarme en algunos. ¿El siguiente homicidio cuándo ocurrió?
–En 1986. Invité a un chico que había conocido en un bar gay,
detrás del Hotel Ambassador, a pasar una noche de sexo y emociones.
Ya había empezado a dar píldoras a la gente.
¿Qué tipo de droga usabas?
–Píldoras para dormir.
¿Cómo te aficionaste a ellas?
–Llevaba un tiempo yendo al sauna y la mayoría de los que conocía
allí quería sexo anal; a mí esto no me interesaba, prefería
encontrar una manera de quedarme toda la noche con ellos sin
necesidad de esto.
¿Qué efecto notabas en ellos?
–Quedaban inconscientes unas cuatro horas.
¿Cuál era tu plan?
–Tener control sobre los demás sin hacerles daño.
En aquella época, ¿tenías intenciones de llevarte a alguien a
casa?
–No, en absoluto. Por eso empecé a utilizar el maniquí. ¿Sabía
esto? Buscaba la manera de satisfacerme sin hacer daño a nadie.
¿Intentaste apartarte de todo esto?
–Sí. Durante dos años. Alrededor de 1983 empecé a frecuentar la
iglesia con mi abuela. Quería enderezar mi vida. Iba a misa, leía
la Biblia, intentaba apartar todo pensamiento relacionado con el
sexo, y durante esos dos años salí adelante. Pero una noche, en la
biblioteca local, leyendo un libro y pensando en mis cosas, se me
acercó un chico, me tiró una nota en el regazo y se alejó
apresuradamente. La nota decía: “Si bajas al lavabo de la planta
baja, te la chupo”. Me lo tomé a broma y no le di más
importancia. Pero unos dos meses después empecé otra vez, el
impulso, la compulsión. Aumentó el deseo sexual. Volví a beber y a
frecuentar los sex-shops. En aquel tiempo tenía controlado el deseo,
pero quería encontrar la manera de saciarme sin hacer daño a nadie.
Así que me hice socio del sauna, iba a bares gay e intentaba obtener
satisfacción con el maniquí. Luego ocurrió el incidente del
cementerio. Leí la esquela de un joven de dieciocho años y me
presenté en el tanatorio. Vi el cadáver y era un hombre muy
atractivo. Cuando lo hubieron enterrado, agarré una pala y una
carretilla con la intención de llevarme el cadáver a casa.
Alrededor de medianoche me dirigí al cementerio, pero el suelo
estaba helado y tuve que abandonar mi propósito.
¿Descubriste que en los bares era fácil conseguir que alguien se
fuera contigo? –Exacto. Era un muchacho muy guapo. Le invité a la
habitación del hotel. Estuvimos bebiendo. Yo tomaba cola con ron de
alta graduación. Le hice beber a él también y se quedó dormido.
Yo seguí bebiendo y debí de quedarme en blanco, porque no recuerdo
nada de lo que ocurrió hasta que me desperté por la mañana. El
estaba tumbado de espaldas, con la cabeza colgando del borde de la
cama; yo tenía los antebrazos llenos de contusiones y él algunas
costillas rotas y otras lesiones. Al parecer, lo había golpeado
hasta matarlo.
¿No tienes ningún recuerdo de haberlo hecho? 
–No recuerdo haberlo hecho y no tenía ninguna intención de
hacerlo.
¿Qué haces a continuación?
–Estaba horrorizado. Pero... tenía que hacer algo con el cadáver.
Lo encerré en el armario, me fui al centro comercial y compré una
valija grande con ruedas. Lo metí dentro. Reservé la habitación
para otra noche. Me quedé ahí sentado, aterrorizado. La noche
siguiente, a la una de la madrugada, abandoné el hotel, pedí al
taxista que me ayudara a meter la valija en el portaequipajes, y me
dirigí a casa de mi abuela. Escondí la valija en el sótano y lo
dejé allí aproximadamente una semana.
¿Y no despedía ningún olor?
–No, porque hacía frío. Era la fiesta de Acción de Gracias y no
podía hacer nada porque iban a venir unos familiares de visita.
¿Por qué no dejaste el cadáver en la habitación?
–Porque estaba a mi nombre.
Sigamos. Tienes el cadáver escondido allí abajo una semana.
–Mi abuela sale un par de horas para ir a la iglesia, y yo bajo a
buscarlo. Agarro un cuchillo, le rajo el estómago, me masturbo,
luego separo la carne y la meto en bolsas, cubro el esqueleto con una
colcha y lo hago pedazos con una maza. Lo envuelvo todo y el lunes por
la mañana lo echo a la basura. Excepto el cráneo. El cráneo me lo
guardé.
¿Cuánto tiempo lo conservaste?
–Una semana. Lo metí en lejía concentrada para blanquearlo.
Quedó limpio, pero demasiado frágil y lo tiré.
¿No te dio miedo tirar todo a la basura?
–No sabía qué otra cosa hacer.
¿Y tu abuela no se imaginó algo raro?
–Sólo se quejaba de algunos malos olores.
En cierto momento te fuiste de su casa. 
–Pensé que, después de ocho años con ella, era hora de tener mi
propia casa, donde no me viera tan restringido.
¿Y dónde estaba esa primera casa?
–En la calle Veinticuatro. Allí es donde saqué aquella foto (de
la primera víctima laosiana). No quería hacerle ningún daño.
Era muy joven, ¿no? ¿Cuántos años tenía?
–Trece, catorce. Creí que era mayor. Ya sabe, un asiático puede
tener veintiún años y seguir teniendo cara de niño.
Así es. ¿Qué te impulsó?
–Era un domingo por la mañana. Había salido a dar un paseo.
Necesitaba actividad sexual. Lo vi, era muy atractivo. Le ofrecí
cincuenta dólares por sacarle unas fotos. El aceptó. Le hice dos
fotos, le di una bebida y creí que estaba inconsciente. Se escapó,
y se presentó la policía.
Ahí te salió el tiro por la culata. La policía te detuvo.
–Mmm-hmm. El agente y yo volvimos al apartamento. Registraron la
casa. No encontraron el cráneo que tenía en una cómoda del
vestíbulo.
¿Cómo es posible que no lo vieran?
–Estaba debajo de la ropa. En Ohio se les pasaron por alto las
bolsas de basura, y ahora no veían el cráneo.
Si lo hubieran encontrado, las cosas habrían cambiado
considerablemente, ¿verdad?
–Sí. Y salir del hotel como lo hice. No era nada normal. Cuestión
de suerte. En el diálogo siguiente, observarán que Dahmer interpreta
mal lo que yo le digo. Yo digo que la voluntad de los homosexuales de
relacionarse con desconocidos es una práctica peligrosa para ellos,
pero él interpreta toda referencia al peligro como peligro para él,
no para otros.
La mayor parte de tus víctimas las sacabas de bares o barrios gay.
¿Qué opinas de su disposición a relacionarse con desconocidos?
¿No crees que es peligroso?
–Sí, lo pensaba, pero la compulsión pasaba por encima de todo.
Según parece, habías elaborado un plan muy detallado para convencer
a la gente de que fuera contigo. Estabas seguro de que siempre lo
conseguirías.
–Sí.
Pero algunas veces no funcionaba.
–Algunas veces, muy pocas, estaba muy borracho, y me llevaba a
alguien que no era tan atractivo como había creído, y por la
mañana tenía resaca y se iba. Otras veces no quise matarlos, porque
no quería estar con ellos. Esto me ocurrió tres o cuatro veces.
Otras noches no quería estar con nadie y volvía a casa a ver un
video o leer.
No tenías muchas cintas de video.
–A medida que pasaban los años, fui dejando de lado los videos y
las revistas que no me atraían. Aparte de las películas porno, las
del Jedi (trilogía de La guerra de las galaxias), el personaje del
Emperador, con su control absoluto, encajaba perfectamente en mis
fantasías. Supongo que a mucha gente le gustaría tener el control
total, es una fantasía muy común.
Esta idea de dominación y control, ¿consideras que fue en aumento
desde la segunda víctima hasta la última?
–Mmm-hmm.
Y empezaste a perfeccionar tu técnica de llevarte chicos a casa.
–Se convirtió en el impulso y el foco de mi vida, lo único que me
daba satisfacción.
Tuviste algo con las ciencias ocultas. ¿Era un intento de conseguir
más poder?
–Sí, pero no fue nada serio. Hice algunos dibujos. Iba a
librerías especializadas en ciencias ocultas y compraba material,
pero nunca hice ningún ritual con las víctimas. Probablemente lo
habría hecho seis meses más tarde, si no me hubieran detenido.
Tengo una copia de un dibujo tuyo. Es toda una fantasía, ¿eh?
–Habría sido una realidad, con seis meses más.
Dahmer quería construir lo que él unas veces llamaba “centro de
poder” y otras “templo”, formado por una larga mesa en la que
colocaría seis calaveras. Dos esqueletos completos la flanquearían,
uno a cada extremo, suspendidos del techo. Una gran lámpara se
erguiría en el centro de la mesa y extendería seis globos de luz
sobre las calaveras. El propósito de Dahmer era crear un entorno
desde donde conectar con otro nivel de percepción o del ser, a fin
de conseguir el éxito en el amor y las finanzas.
¿Pensabas comprar todo ese equipo?
–Sí. Ya tenía las lámparas y los esqueletos.
¿Alguna vez creíste...?
–Nunca estuve seguro, pero...
¿Qué había detrás del hecho de que conservaras los esqueletos,
los cráneos, el pelo, las partes del cuerpo....
–Conservar los cráneos era una manera de sentir que había sido un
desperdicio total matarlos. Los esqueletos iba a utilizarlos para el
templo, pero ésta no fue la motivación para matarlos; se me
ocurrió después.
Parece que tolerabas mal que la gente se marchara.
–Eran levantes de una noche. Siempre me dejaban claro que tenían
que volver al trabajo. Y yo no quería que se fueran.
¿Crees que era realista? ¿No pensaste nunca en establecer una
relación permanente?
–No podía. Cuando fui a vivir al apartamento, ya estaba hasta el
cuello en cierta manera de hacer las cosas. Además, nunca conocí a
nadie que me inspirara la confianza para mantener ese tipo de
relación.
Entonces, ¿lo habrías preferido pero era imposible encontrar?
–No me quedaba tiempo para andar buscando. Trabajaba seis días a
la semana, tenía limitaciones de tiempo, y quería soluciones
inmediatas.
Con el primer muchacho, al que intentaste convertir en zombi, no te
salió bien. ¿Volviste a intentarlo?
–Lo intenté otra vez, doblé la dosis y el resultado fue fatal.
Esta vez no hubo estrangulamiento. Luego intenté inyectar agua
hirviendo. Más tarde se despertó. Estaba muy aturdido. Le di más
píldoras y volvió a dormirse. Esto fue la noche siguiente. De día
lo dejaba allí.
¿Le habías atado?
–No. Estaba siempre acostado. Aquella noche murió.
¿Y qué me dices de (otra víctima)?
–Le puse la primera inyección cuando estaba drogado, me fui por
una cerveza y cuando regresé...
¿Eso fue antes o después de que viniera la policía?
–Antes. La primera inyección fue antes. Salió del apartamento. Me
lo volvieron a traer, creyendo que estaba borracho. Le puse la segunda
inyección, y eso fue fatal.
¿Fue inmediato o...?
–Inmediato. Era el hermano del que había fotografiado. Fui a dar
una vuelta al centro comercial y me topé con él. No lo conocía.
¿Cuántas posibilidades había de que ocurriera algo así?
Astronómicas.
¿Hasta donde perforaste?
–Sólo hasta el hueso. Lo inyecté. Estaba dormido y salí a tomar
una cerveza rápida al bar de enfrente antes de que cerrasen. Cuando
volvía, le vi sentado en la acera y alguien había llamado a la
policía. Tuve que pensar deprisa: les dije que era un amigo mío que
se había emborrachado y me creyeron. En mitad de un callejón oscuro,
a las dos de la madrugada, con la policía a un lado y los bomberos al
otro. No podía ir a ninguna parte. Me pidieron el carnet de identidad
y se los enseñé. Trataron de hablar con él y les respondió en su
lengua. No había rastros de sangre; le examinaron y se creyeron que
estaba completamente borracho. Me dijeron que me lo llevara adentro;
él no quería entrar, pero entre dos agentes lo subieron al
apartamento.
¿Lo examinaron?
–No. Lo tumbaron en el sofá y echaron un vistazo al apartamento.
No entraron en mi dormitorio. Si lo hubieran hecho, habrían visto el
cadáver (de una víctima anterior) que aún estaba allí. Vieron las
dos fotos que le había sacado antes al muchacho, que estaban encima
de la mesa del comedor. Un agente le dijo al otro: “¿Lo ves? Ha
dicho la verdad”. Y se marcharon.
¿De dónde has sacado esta tranquilidad? En situaciones así, la
gente se pone a temblar.
–La primera vez que vinieron, temblaba... Bueno, no lo sé. No sé
de dónde he sacado esta tranquilidad. ¡No lo sé!

Muchos asesinos en serie conservan trofeos o recuerdos de sus
víctimas. Dahmer había llevado esta tendencia mucho más allá. De
las paredes de su apartamento colgaban numerosas fotos de esbeltos
modelos masculinos. Le pregunté si las poses de las víctimas en sus
fotos imitaban esas otras.
–Era para dar más realce a su físico.
¿Qué significado tenía esto para ti?
–Era una manera de ejercer el control, de que tuvieran el aspecto
que yo deseaba.
Era importante conservar las fotos.
–Las utilizaba para masturbarme.
Tenías montones. ¿Y no las escondías?
–Antes sí, pero en la época de la detención me estaba volviendo
muy descuidado.
Volviendo al muchacho del apartamento: ¿cuánto esperaste para
descuartizarlo y deshacerte del cadáver?
–Hasta el día siguiente.
¿Cuánto tardaste?
–Unas dos horas.
¿Tan sólo?
–Tenía mucha práctica. Es un trabajo sucio. Trabajaba deprisa.
¿Siempre en la bañera?
–Sí.
Y te deshiciste de él. ¿Arrojaste mucho por el inodoro? ¿No se
atascaba?
–No, jamás se me atascó.

Pregunté a Dahmer si había leído algo de otros asesinos en serie
como Gacy y me respondió que, cuando había oído hablar de éste
por primera vez, él ya había matado a varias personas. No puedo
asegurar si mentía o no, porque es frecuente que los asesinos lean
sobre los crímenes de otros asesinos, y, aparte de la satisfacción
que les produce ver que actúan de la misma manera, a veces aprenden
sus técnicas.
¿Torturaste a alguno de esos muchachos?
–Jamás. Jamás.
¿Se trataba siempre de anular su conciencia con las drogas y con la
muerte?
–Quería que fuese lo menos doloroso posible.
¿Cuándo tenía lugar la actividad sexual?
–Después de drogarlos.
¿Crees que era realista mantenerlos en aquel estado?
–Drogados no. Por eso empecé con las trepanaciones. Drogarlos no
funcionaba.
Tenías reparos en hacerles daño. Cuando estaban conscientes y les
hacías daño, ¿te preocupaba?
–Por eso no pude seguir con (nombre de la víctima). Y acabó
llamando a la policía. Pero no le creyeron. Estaba a tres
kilómetros de mi casa y me lo traje otra vez. Tenía el cuchillo,
pero fui incapaz de utilizarlo.
¿Alguna vez los mordiste?
–Sí, sí. Al primero. Cuando ya estaba muerto le mordí el cuello.
¿Y qué había detrás de eso, cuál era la motivación?
–La sensación de que pasaban a formar parte de mí.
¿Con cuál de las víctimas empezaste a comerlas?
–Con M. Fue después (del laosiano). Creo que el tercero del
apartamento.
Más o menos el número siete.
–Supongo.
¿Cómo ocurrió?
–Mientras lo desmembraba. Guardé el corazón. Y los bíceps. Los
corté en pedazos pequeños, los lavé, los metí en bolsas de
plástico herméticas y las guardé en el congelador; buscaba algo
más, algo nuevo para satisfacerme. Después los cociné, y me
masturbé mirando la foto.
¿Nunca sentiste inclinación por los niños? ¿Cuáles eran tus
preferencias?
–Los hombres hechos y derechos.
¿De tu misma edad?
–Mmm-hmm.
Blancos, negros y morenos.
–Esta es la cosa. Todo el mundo cree que era una cuestión racial,
pero eran diferentes. El primero era blanco, el segundo era un indio
norteamericano, el tercero era hispano y el cuarto era mulato. El
único motivo de que levantara hombres negros era que en los bares
gay eran mayoría.
Entonces era una cuestión de zona.
–Sí. Espero que haya quedado claro.
¿Te han acosado los negros en la cárcel por este motivo? 
–Sí. Creen que... se trata de algo racial.

La vez que Dahmer abrió un armario y el administrador olió el
contenido de un barril de plástico con capacidad para más de cien
litros, lleno de la solución de ácido que utilizaba para disolver
los huesos, el administrador a punto estuvo de desvanecerse. El le
explicó que allí vertía el agua sucia de la pecera y el hombre se
lo creyó. 
¿De la pecera? ¿Era una excusa creíble?
–Yo creo que no. Pero, según parece, se la tragó.
Poco después, tiró el barril con su contenido y se agenció un
enorme bidón azul de petróleo.
¿Qué había dentro?
–Los torsos sin cabeza.
Ese bidón azul, ¿era para guardarlos y procesarlos más tarde?
–Era para el ácido. Para tratar los torsos.
¿Cuál era el propósito de las lámparas?
–Eran globos azules. Apagaba la luz de arriba y conseguía dar una
atmósfera misteriosa y oscura al escenario. Efectos especiales.
¡Vaya escena!
–Como en las películas del Jedi.
¿Y por qué barnizar los cráneos?
–Para darles un aspecto más uniforme. Después de unas semanas,
algunos no estaban tan blancos como los otros y tenían un aspecto
artificial, como fabricados para un anuncio.
He visto fotos y es verdad, casi parecía una campaña comercial.
¿Los sacaste alguna vez? 
–Hace mucho tiempo. Una vez me llevé a casa a un muchacho de
Chicago. Los vio y creyó que eran comprados.
Algunos cadáveres tenían las plantas de los pies rebanadas. ¿Por
qué?
–Eso era simplemente para que el ácido tuviera una mayor
superficie para desintegrar la carne. La piel de la planta de los
pies normalmente es muy gruesa.
Seguimos hablando de dos casos que no terminaron en homicidio. En el
primero, un hombre joven había sobrevivido a “la bebida” en casa
de la abuela y Dahmer le permitió marcharse, pero más tarde el
muchacho tuvo que ser hospitalizado y denunció el incidente a la
policía, que no hizo un seguimiento muy bueno del asunto. A
continuación sigue la narración, palabra por palabra, del segundo
caso.
¿Qué pasó con aquel muchacho que golpeaste con un martillo?
–Se marchó furioso, diciendo que iba a llamar a la policía.
Quince minutos más tarde, regresó. Llamó a la puerta y le dejé
entrar. Dijo que necesitaba dinero para el teléfono, o el taxi, o no
sé qué. Me pareció increíble que volviera. ¿Puede creérselo?
¿En lugar de ir a la policía?
–Tenía miedo de dejarlo ir otra vez; forcejeamos unos cinco
minutos. Los dos estábamos agotados. Estuvimos en el dormitorio
hasta las siete de la mañana. Lo calmé; me prometió que no
llamaría a la policía. Fuimos a la esquina, paré un taxi y ésa
fue la última vez que lo vi.
Es raro que no presentara una denuncia.
–Lo hizo, pero contó una historia absurda de que yo le había
pegado y no le creyeron.
Beber más de la cuenta ha sido un problema constante en tu vida,
¿verdad?
–Sí. Era mi manera de sobrellevar la vida familiar. El divorcio. Y
los golpes. Bebía para borrar la memoria. Durante un tiempo
funcionó.
¿Puede decirse que te mantenías en un estado de semi..?
–En un estado de borrachera.
¿Lo sentías como una necesidad?
–Así parecía todo más fácil.
¿Te producía placer el acto de cortar en sí?
–Al principio sí. Luego pasó a ser una rutina.
¿Y el sexo después de la muerte?
–Placentero.
¿Y con los restos?
–No era tan placentero como cuando los tenía enteros.
¿Has sabido siempre que lo que hacías estaba mal?
–Sí, sí.
¿En algún momento llegaste a decirte: “Esto es una locura”?
–Sí. Cuando empecé con lo del taladro. Fue en el número doce, o
por ahí.
¿Eras consciente de que...?
–De que aquello ya era demasiado.
¿Te dijiste: “No volveré a hacerlo”?
–No. Quería conseguir la técnica del zombi.
¿Por qué crees que la dominación, el control, el poder sobre los
demás era tan importante? Para la gente corriente, son factores
importantes, pero no hasta el extremo que los llevaste.
–Si hubiera tenido intereses y aficiones normales, como el deporte,
no habrían sido tan importantes. ¿Por qué lo eran? No lo sé.
(Larga pausa). Supongo que me hacían la vida más atractiva, o más
plena.
De acuerdo. Pero se trataba de un poder y un control... fuera de
control. ¿Entiendes lo que quiero decir? 
–Ahora sí.
Cuando empezaste con lo del taladro, ¿tuviste la sensación de que
iban a agarrarte?
–No. Creía que podía evitar que me descubrieran. Fue después de
perder el trabajo cuando se me empezó a desmoronar todo.
¿Fue poco antes de que te detuvieran?
–Tal vez un mes.
¿Por qué perdiste el empleo?
–Porque llamé una noche, cuando estaba con el levantador de pesas
negro. Creía que aún me quedaba un día de baja por enfermedad,
pero no. Decidí pasar la noche con él, porque pensaba que al día
siguiente aún tendría el trabajo. Fue por eso.
¿Y lo de las lentes de contacto amarillas?
–Los dos protagonistas de estas películas (El retorno del Jedi y
El Exorcista III) llevaban unas lentes en los ojos que emanaban
poder. Formaba parte de mi fantasía.

Seguí con la lista entera de crímenes para descubrir algún indicio
de su estado mental en la época de cada uno de ellos. Para mí, el
acontecimiento clave era lo que había ocurrido en el Hotel
Ambassador en 1986. Me interesé por cómo era su vida en aquella
época.
–Por aquel entonces había dejado de intentar resistirme a los
deseos, pero, cuando conocía a alguien, iba a su casa y me limitaba
a pasar una noche de sexo con ellos. La violencia no entraba en mis
planes.
Pero esta vez te despiertas y el chico está muerto. Desde entonces
hasta enero de 1988 pasan dos años, pero desde enero de 1988 hasta
marzo de 1988 pasan sólo dos meses. Lo que ocurrió en el
Ambassador, ¿te pareció agradable...?
–No.
...¿o terrible?
–Terrible.
¿Por qué?
–No lo había planeado. Para mí fue una sorpresa encontrarme con
lo ocurrido.
Y que él te acompañara a casa de tu abuela, ¿qué fue? ¿Un
cúmulo de circunstancias?
–Sí. Nos desnudamos. Estuvimos en la cama, acariciándonos. Nos
masturbamos. Y... lo encontré tan atractivo que quise conservarlo.
Las siguientes preguntas tenían por objeto discernir qué crimen en
concreto había sido planeado y cuál espontáneo. Revisamos todos
los casos en una secuencia temporal. El siguiente había sido en
marzo de 1988.
¿Dónde lo encontraste?
–Yendo de copas. Llevaba toda la noche bebiendo y ya me iba a casa.
Cuando salí, lo vi y le hice el ofrecimiento.
¿Y otra vez a casa de la abuela, las drogas y todo lo demás?
–Mmm-hmm, el mismo plan.
¿En aquel momento sabías...?
–En aquel momento... sí, sin duda. El plan... Mmm-hmm.
Después pasa un año. Estamos en marzo de 1989. Aquella vez, cuando
saliste de casa, ¿ibas en busca de alguien? ¿Planeabas hacerlo?
–Sí, sí. Buscaba a alguien para llevarme.
El siguiente crimen se produjo catorce o quince meses más tarde.
“¿Cuáles habían sido las circunstancias?”, pregunté.
–Lo encontré delante de un bar. Se dedicaba a la prostitución y
era muy guapo. Le ofrecí dinero, fuimos a casa, y... el mismo plan.
Cuando fuiste a Chicago, ¿habías quedado con alguien?
–Sí.
¿Pensabas que la cita podía terminar en homicidio?
–Sí, probablemente.
Le pregunté a Dahmer si, en medio de una serie de crímenes, antes
de salir a la caza fantaseaba sobre lo que ocurriría.
–Sólo mirando fotos de víctimas anteriores. Videos, películas
pornográficas, revistas. No tenía fantasías elaboradas antes de
salir.
Entonces, te valías de las fotos y la pornografía para llenar los
huecos entre...
–Exacto.
...entre sucesos.
–Sí.
Le pregunté de nuevo por sus preferencias sexuales, qué tipo de
persona habría deseado como compañero sexual.
–Me habría gustado tener un hombre blanco bien desarrollado y
complaciente. Habría preferido tenerlo vivo y que estuviera siempre
a mi lado.
¿Que saliera a trabajar y que llevara una vida normal, o que sólo
estuviera contigo?
–Que sólo estuviera conmigo.
Menos preferible, pero aún deseable, dijo Dahmer en respuesta a
otras preguntas, habría sido dejar a alguien en “estado zombie”.
Bajando la escala, dijo que habría preferido “lo que he estado
haciendo”, es decir, ligar con hombres en los bares y llevárselos
a casa para matarlos. Bajando más aún en la escala de las
preferencias, sin embargo, dijo: “Nada”. Ni sexo homosexual
normal ni sexo heterosexual normal, ninguna pareja. O, en todo caso,
la pornografía.
¿Y después?
–Celibato, sin ninguna actividad sexual. Éste era el estado que
intentaba alcanzar los dos años en que fui a la iglesia.
¿Intentabas alcanzar ese estado porque sabías que así no te
meterías en líos?
–En efecto, en efecto.
En la época en que cometiste los crímenes, ¿creías que tenías
derecho a hacer lo que hacías?
–Siempre intentaba no llegar a conocer demasiado bien a la persona.
Así se parecían más a un objeto inanimado. Pero siempre supe que no
estaba bien. Tenía de culpa.
¿Alguna vez pensaste que el otro había hecho algo mal y que tú
tenías justificación para...?
–No. Esto es lo que creía Palermo, el psicólogo forense. Que lo
hacía para librar el mundo de malvados. Y no lo hacía por eso.
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  -  La chispa de mi vida reside en mi imaginación, la mejor de mis armas
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No os mováis! que disparo - lo digo en serio, estoy como una cabra
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The Power of Reggae -
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Por Fin Lo Que MuChos  -  EsPeraBamos El asCenSo DeL BeTis a Primera, Aora Seremos NosoTros
Quien CayareMos a Mucha GenTee...MuuCho BeeTiss(L)

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¡Woooow! - ¡Sin manos!
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¿¡QUÉ HAS HECHO!? - ¡ERA MI CENA!
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Todos tenemos - un Tyler Durden en nuestro interior
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Fapoleon - Estamos jodidos...
puntos 6 | votos: 6
walt_k - cambia su avatar en exclusiba para desmotivaciones

puntos 17 | votos: 19
TODOS - hemos jugado a las espadas con dos bolígrafos
puntos 17 | votos: 17
Oak... - Quiere pasar un buen rato.
puntos 9 | votos: 11
Desmotiva... - ver peliculas en el cine sobre personajes que intentan salvar un
espacio natural en el cual quieren poner un centro comercial, y que
tu estes viendo esa pelicula en un sitio que seguramente antes era un
bosque o un prado
puntos 12 | votos: 12
Perros breakers - vienen para quedarse
puntos 31 | votos: 31
TÚ, TAMPOCO LO SABÍAS -

puntos 32 | votos: 32
A la mierda las etiquetas - adoro el metal y no llevo el pelo largo ni soy satánico; soy jóven
y no me gusta ponerme ciego a alcohol; soy chico y cultivo petunias;
creo en la paz, pero hay días en los que me cargaría a más de
uno@; no he tenido novia pero me considero un romántico... sólo soy
una perosna
puntos 24 | votos: 24
Desmotiva - que la chica que te gusta te utilice para dar celos a su novio
puntos 5 | votos: 9
Yo siempre - he respetado tus gustos musicales de mierda.
puntos 9 | votos: 9
Por favor, - que alguien me lo explique.
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Mama - tengo hambre

puntos 8 | votos: 8
Thomas Beatie - fue el primer hombre embarazado del mundo 
fue en 2008 cuando su mujer nancy lo insemino en casa
se quedo engarzado
y tuvo su primer hijo
oy en dia tiene 2 y espera su tercero


La ciencia y sus asombrosos avances
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No rompas mas, mi pobre S2 - Tu también la has cantado alguna vez!
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ya sabemos - porque se produjo el tsunami que azoto a japon
puntos 2181 | votos: 2317
Eres más tonto - que el que se hizo dos cuentas en desmotivaciones y se votaba negativo.
puntos 9 | votos: 9
Eso estaba organizado. -

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Walt_k - y su infancia
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INSTITUTO - Aplastando  la sonrisa de los jóvenes con cada año que pasa.
puntos 30 | votos: 34
Jason - ♥Mi héroe♥



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