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Eurovisión - Da lastima ver otro concurso amañado por politica entre paises,
siempre nos quedara los 12 puntos de Andorra
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En la Rusia Soviética - El pollo se come a Andreita,
puntos 11 | votos: 11
Lo blando es - más fuerte que lo duro; el agua es más fuerte que la roca, el amor
es más fuerte que la violencia
puntos 11 | votos: 11
Una familia - tiene una enfermedad sexual,tiene tres hijos.Uno sordo,otro sordo
mudo,y otro Sordo,mudo y paraplejico.La Mujer se queda embarazada,el
medico le dice que aborte,¿Tu abortarias? Si tu respuesta es si,tu
te hubieras cargado a beethoven
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perros - lo único que no envidio de ellos es que yo me puedo masturbar

puntos 11 | votos: 13
Parecidos razonables -
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Marty... - -Si mis cálculos son correctos , si esa vellesa llegue ah 140 votos
positivos veras algo acojonante.
+¿que? LLegaremos ah la Principal doc?
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Que curioso - Pongo carne en el google y no sale porno
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desmotiva  - que después de un tiempo sin poder entrar en desmotivaciones acceder
y encontrarte con una pareja de canis
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 Marujas debotas sin atractivo. - Monaguillos que no se pueden sentar
Toreros llorando a la virgen
iglesias recubiertas en oro pidiendo ayuda

Encapuchados del cucus clan
!Estais todos locos!

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Si una rubia - se tiñe de moreno ¿Se considera inteligencia artificial?
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Odio vivir en un mundo - En el que se le da más importancia a una boda que a un dictador asesino
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5 -
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Sin comentarios - ...
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Empollonas - que se ponen a llorar por sacar un 6 en un examen

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La Celestina - by: CUENTA .CUENTOS
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Aquí donde le ves - Podría ser esa elfa de sangre Paladín tan simpática que conociste ayer en el WoW
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Porque todos en clase - tenemos un amigo que pinta como nadie
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¡¡¡PACO!!! - - dime manolo 
+ esa vaca me mira mal 
- manolo eso no es una baca  
¡¡¡¡¡ostiasssssssss!!!!!!!
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Testigos de jehová - tocando los cojones desde tiempos inmemoriales

puntos 12 | votos: 12
Que dos desgracias - no tapen las demás.
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Grapadora - Descripción grafica
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Al otro lado de la vida - 1x12 - Cubierta del edifico Astoria 23
29 de septiembre de 2008

Antes que tuviera tiempo de correr a cerrar la puerta, él ya había
cruzado su umbral, y la había visto. Ya era tarde para lamentarse de
haberla dejado abierta. Jamás hubiera pensado que eso iba a ser tan
importante,  tal vez la delgada línea entre la vida y la muerte.
Tras el primero apareció un segundo, parecían haber previsto lo que
haría, y haber actuado en consecuencia, yendo a su encuentro. Aunque
eso no era posible; no tenían tanta capacidad de razonamiento para
hacer tales conjeturas, no eran más que animales, absurdos y
estúpidos depredadores en busca de una presa débil e indefensa.
	La escalera de incendios estaba al otro extremo del tejado, y para
llegar a ella tendría que cruzarse con los vecinos, cosa que no le
apetecía en absoluto. Eso sin contar que en la calle le estarían
esperando otros tantos. Si volvía por donde había venido, a la que
llegase a la altura del balcón le cogerían los que ahí le estaban
esperando, luego tampoco era una buena idea. Una vez más se sintió
acorralada, superada con creces por la situación, y quiso con todas
sus fuerzas estar en cualquier otro lugar, sintiéndose desfallecer y
perder todas las fuerzas ante este nuevo mazazo del destino.
	No tardaron mucho en correr hacia ella, y Bárbara no pudo menos que
correr en la otra dirección, a ciegas, sin saber donde iría a parar.
A la docena de pasos, frenó al encontrarse la medianera del edificio
contiguo, un piso más alto. Parecía no haber escapatoria, puesto
que a lado y lado de la medianera tan solo había una barandilla que
circundaba todo el edificio, y más allá el vacío y una muerte
segura. Cada vez estaban más cerca, Bárbara les echó un último
vistazo, viendo como enseguida darían con ella y la descuartizarían
ahí mismo, y saltó.
	Consiguió agarrarse al borde superior de la terraza contigua, pero
le faltó impulso para subir del todo. No tenía punto de apoyo para
poder seguir adelante, y las fuerzas le escaseaban, pues no había
podido aún sobreponerse de la escalada por el cable hacía tan solo
unos segundos. Trató de alzarse con todas sus fuerzas, pero el
esfuerzo resultó inútil una vez más. Llegaron. Uno de ellos hizo
el amago de morderla en su pie descalzo, pero ella lo apartó
rápidamente, librándose así de la fatal mordedura. Con el mismo
impulso que llevaba su pierna, la apoyó en el hombro de ese ser que
le estaba tanteando el culo y trataba de morderla nuevamente, y con
ese nuevo punto de apoyo, tan oportuno como inesperado, consiguió el
impulso necesario para subir. 
	Subió con presteza el antepecho de obra, y se dejó caer al otro
lado, jadeando por el esfuerzo, con el corazón latiéndole a mil por
hora. Miró a un lado y a otro, pero el sitio parecía seguro. Ella
sabía que eso no significaba nada, pues podría aparecer alguno del
lugar menos esperado. Se levantó, todavía muy impresionada por lo
cerca que había estado de la muerte, y observó con más
detenimiento ese nuevo tejado. Estaba limpio, y la puerta del cajón
de las escaleras, cerrada desde dentro, lo cual era en parte una
garantía. A lo lejos se oían las voces de los que la esperaban en
el tejado, en el balcón, en la calle, todos exigían su parte del
pastel.
	Se trataba de una manzana alargada y estrecha, que aún continuaba
media docena de edificios más allá. Al ver que no podía volver al
del extremo, y que por ese tampoco podría salir, puesto que la
única salida estaba cerrada, saltó al siguiente, que era algo más
bajo. Ahí tampoco había nadie. Las voces sonaban cada vez más
lejanas y apagadas. Se acercó a la puerta que daba a las escaleras
de este tercer edificio, preparada para salir corriendo a la primera
de cambio, y vio que estaba entreabierta. La acabó de abrir con una
patada, y el fuerte olor la hizo dar un paso atrás.
	No hubiera podido determinar si se trataba de un hombre o una mujer,
pero lo que si sabía era que no se levantaría para comérsela.
Temía bajar las escaleras, previendo lo que podría encontrarse ahí
dentro, de modo que descartó esa posibilidad, y prefirió seguir
adelante, sin saber muy bien hacia donde. Estaba a punto de llegar a
la medianera con el siguiente edificio, cuando tuvo una idea. Paró,
dio media vuelta, y volvió a la vera de ese cadáver putrefacto.
Antes de empezar con su improvisado plan, le cogió un zapato y se lo
puso. Le iba un par de tallas grandes, pero serviría. Sacó al cuerpo
de ahí, y cerró la puerta a su paso; no quería más sorpresas.
	Agarró a lo que creyó era una mujer, tratando de no mancharse
demasiado, y la arrastró hasta la barandilla del tejado en el que se
encontraba, dejando un reguero de sangre a su paso, una macabra línea
roja que delataba lo que estaba haciendo. Cuando llegó al borde,
miró abajo, y vio como todavía seguían ahí los que la estaban
esperando en la calle. Entre ellos también se encontraba el que le
había quitado la bamba, solo que ahora ya no la llevaba. Se armó de
valor, cogió aire y gritó, agitando los brazos, llamando la
atención de todos los que pretendían alcanzarla.
	Enseguida se dieron por aludidos, y se giraron para mirarla,
acercándose patosamente hacia esa zona de la calle. Bárbara pidió
perdón a esa mujer, cuyos intestinos, al menos la parte que aún
quedaba de ellos, se encontraban fuera de su estómago. La alzó como
pudo y la dejó caer al vacío, viendo como en su trayectoria se
golpeaba un par de veces contra la fachada, manchándola de rojo. El
sonido que hizo al caer le hizo arrepentirse de lo que había hecho,
pero ahora ya era tarde para eso. Debía darse prisa.
	Tras un último vistazo en el que vio como todos se acercaban a
comérsela, partió. Si todo salía como tenía pensado, eso los
entretendría un rato,  tal vez suficiente para abandonar el edificio
en busca de un lugar más seguro donde asentarse. Saltó de un
edificio a otro, ahora escalando ahora saltando, y no tardó en
llegar al otro lado. Su marcha había llegado al fin, y ahora debía
bajar y afrontarse de nuevo a su destino. Ahí no había escalera de
incendios alguna que la permitiese bajar, tan solo se encontraba la
puerta de las escaleras, abierta, de la que no brotaba más que el
silencio.
	Antes de bajar, echó un vistazo alrededor, tratando de trazar un
plan para saber donde iría una vez llegase de nuevo a la calle. La
ausencia de niebla y la gran altitud a la que se encontraba, le
permitieron otear gran parte de las afueras de la ciudad. A un
extremo se erguía majestuoso el cementerio, más allá el bosque. Al
otro lado crecía imparable la ciudad. Edificios y más edificios,
todos distintos, todos muertos, tapizaban el suelo a su paso,
perdiéndose en el horizonte. Entonces vio algo que le llamó la
atención, junto al portón de entrada de suministros de un
supermercado. Una bicicleta roja, de un tamaño que delataba que era
propiedad de un niño.
	Ahora sabía que no se había tratado de una visión, y sintió en
su interior que debía dirigirse hacia ahí. Ese sería su objetivo.
puntos 2 | votos: 4
¡Un par de huevos! - Versión:Canaria
puntos 0 | votos: 4
John von Neumann - y tú?

puntos 12 | votos: 14
Porque esto simplemente - es un asesinato
puntos 7 | votos: 11
¿!Como coño es posible ¡? -
puntos 11 | votos: 11
¡Te he visto por aquí! - Tu eres un tal..¿Voto positivo, tal vez...?
puntos 7 | votos: 7
Si y también nos dieron  - la lección de que no todos los finales son felices...
puntos 21 | votos: 23
Problem? -

puntos 6 | votos: 12
Lo que desmotiva - Es que haya gente que no le importe los problemas de los demás
puntos 1095 | votos: 1157
Los que se pelean se deseaaaan! - Decir eso en el cole de pequeño y sentirse macarra
puntos 9 | votos: 11
Y me pregunto yo... - ¿Como harán para cagar los astronautas en el espacio?
puntos 11 | votos: 21
Al otro lado de la vida - 1x07 - Tejado del edifico Astoria 23
28 de septiembre de 2008

La puerta gruñó al oscilar sobre sus goznes. Bárbara la abrió
lentamente, esperando encontrar cualquier cosa tras ella. Lo único
que ahí había era una escoba, un recogedor y un cestito con pinzas
junto a una pared, todo iluminado por un gran lucernario que filtraba
la tardía luz del ocaso al generoso hueco de la escalera. Ese era un
lugar cerrado, y si entraba ahí, no quería tener ninguna sorpresa
desagradable, de modo que habló. Preguntó en voz alta si había
alguien ahí. No obtuvo respuesta, ni buena ni mala. Eso no era una
garantía para saber que ahí estaría segura, pero ya era algo.
	Dejó la puerta abierta y se dirigió hacia la barandilla para
empezar a bajar las escaleras, oyendo un inquietante eco a cada paso
que daba, alejándose cada vez más de la luz. El rellano al que
llegó, el del sexto piso, tenía cuatro puertas; dos a cada lado de
un pasillo que acababa en la misma puerta tapiada con maderos que
viera por fuera mientras subía. Abandonó la escalera y anduvo hacia
las puertas, sin mucha esperanza de encontrar ninguna abierta,
empezando a pensar que sería lo que haría si en ese bloque no
había ni un solo piso al que poder entrar.
	Sexto primera, cerrada a cal y canto; incluso se veían las puntas
de algún que otro clavo asomar por el marco. Sexto segunda idéntico
resultado. Sexto tercera parecía igualmente impenetrable, pero cuando
Bárbara giró el pomo la puerta cedió sin dificultad. No había
previsto que eso pudiera ocurrir, y por ello le dio más respeto que
satisfacción. Empujó suavemente la puerta, al tiempo que decía un
largo ¿Hola?. Al parecer no había nadie ahí dentro. Echó un
último vistazo al pasillo y entró en la casa, en cuya puerta
pendía una placa que decía Señor y Señora Soto. Cruzó el
umbral algo asustada, y cerró la puerta tras de si.
	Todo parecía en regla ahí dentro, y eso le dio una extraña
sensación de que estaba haciendo algo mal. Entrar en una casa ajena
sin ser invitado y disponerse a pasar ahí la noche y saquear su
cocina, sin ni siquiera conocer a los dueños, no hubiera estado bien
en el mundo real, en el que había leyes y normas morales. Ahora todo
era distinto. En una especie de comunismo extremo, todo era de todos
y debía ser compartido sin importar el origen y la condición del
individuo. Era una ley por nadie establecida, pero obedecida por
todos; una especie de conocimiento colectivo sobre la manera de
actuar. 
	Tras dejar caer la ropa que llevaba sobre el sofá, miró alrededor,
y vio un pequeño salón acabado en un gran ventanal con vistas al
cementerio.  Tal vez no era el lugar más acogedor del mundo, pero a
Bárbara no se le ocurría uno mejor donde resguardarse. Se acercó a
un gran mueble y asió una foto en la que se veía una pareja de unos
treinta años. El señor Soto abrazaba a la señora Soto por detrás,
colocando su cabeza sobre el hombro de ésta, que sonreía con los
ojos achinados. Estaban en una playa paradisíaca, mucho antes de que
todo esto empezara. Envidió su situación, la felicidad que
demostraban con sus caras risueñas, y se preguntó donde habrían
ido a parar; no tardaría mucho en averiguarlo.
	Todo estaba demasiado tranquilo, demasiado ordenado. Ahí había
algo que no le acababa de encajar. Vio la mesilla de una televisión,
sin televisión, un equipo de música y una gran mesa con seis sillas
perfectamente colocadas. Lo primero que hizo fue dirigirse hacia la
cocina, pues el hambre ya empezaba a hacerse bastante acusado.
Incluso ahí dentro parecía todo en regla. Sobre la encimera de
mármol negro descansaba un cuchillero repleto de cuchillos de todos
los tamaños. Bárbara agarró el más grande que vio, algo más
tranquila al verse armada. Si bien un cuchillo no acabaría con uno
de ellos, podría entorpecerle un rato,  tal vez lo suficiente para
salir por piernas de ahí.
	La luz se filtraba por una ventana apaisada, bañando con una luz
mortecina todo cuanto la rodeaba. Se acercó a la nevera y puso su
mano sobre el asa que la abriría, tirando de ella. El intenso olor
que de ahí manó la hizo cerrarla al instante. Dos semanas sin
electricidad eran más que suficientes para echar a perder lo que
quiera que guardasen ahí dentro. Debería seguir buscando.
Ingenuamente abrió el grifo, pues también estaba sedienta, pero
éste se limitó a hacer un ruido, como un gorgoteo, y volvió a
quedar en silencio. Tras la puerta de acceso había otra puerta,
cerrada. Bárbara pensó que  tal vez sería la despensa. Se acercó
a ella y la abrió. 
	En efecto, se trataba de la despensa, pero ahí no se encontraba lo
que ella hubiera podido prever, sino algo mucho más desagradable. A
juzgar por la barba que asomaba por entre la sangre seca de lo que
quedaba de su cara, debía de tratarse del señor Soto. Estaba
sentado en el suelo, medio de lado, con una de sus manos todavía
sosteniendo la escopeta de caza que le había quitado la vida, y que
le había volado media cabeza. Los efectos del disparo aún se
notaban por todos lados, pues la estantería que había tras él
estaba bañada en sangre, y con el disparo había dejado caer parte
de los alimentos envasados que ahí guardaban.
	La visión era horrible, y de buen grado hubiera cerrado esa puerta
de nuevo para no volver a abrirla, pero ahí había todavía
demasiada comida intacta, y ella tenía mucha hambre. Cuchillo en
mano se acercó al señor Soto, y le sustrajo la escopeta de las
manos. Tal y como tenía la cabeza, desfigurada y agujereada,
Bárbara bien sabía que no volvería a levantarse. Comprobó que la
escopeta estaba vacía. Por lo visto había gastado su última bala
en quitarse la vida; Bárbara debería conformarse con el cuchillo.
Agarró una botella de agua, un par de latas de conserva y una bolsa
de patatas fritas, y salió finalmente de ahí.
	Dejó toda la comida sobre la mesa de la cocina, y tomó asiento en
una silla de madera. Encarada por si las moscas a la puerta de
entrada, y con el cuchillo bien a mano, comenzó a comer y beber,
saciando sus necesidades, sintiendo por primera vez en mucho tiempo,
algo de placer, algo de paz.
puntos 15 | votos: 15
La rana gustavo  - y sus terrible oficio

puntos 1021 | votos: 1109
Aviones que se disfrazan - de bailarinas de ballet.
puntos 845 | votos: 931
Patoso - Definición gráfica
puntos 6 | votos: 10
¿Con cuál te quedas? - ¿Agua, fuego o planta?
puntos 20 | votos: 20
Cojones - ellos los tienen
puntos 6 | votos: 8
Videogames - Descripción: grafica

puntos 12 | votos: 12
ESA EXTRAÑA SENSACIÓN - DE COJER UN BOLI TRAS LAS VACACIONES
puntos 8 | votos: 10
porque a veces  - la solucion es la mas sencilla
puntos 11 | votos: 11
ORIGINALIDAD  - digan lo que digan en mi clase la hay
puntos 7 | votos: 7
que si quisieran... - pero si ya la han puesto hasta en la Luna
puntos 11 | votos: 11
Todos somos iguales - ante el dinero

puntos 18 | votos: 18
Tu también viste uno por la calle - y pensaste en pasar corriendo y llevarte un pack sin que te vean.
puntos 6 | votos: 8
OJALÁ - Fuese realidad...
puntos 18 | votos: 18
Yo también - he querido que todos tengan el mismo nivel económico, que no haya diferencias.
puntos 12 | votos: 14
Institutos,  - Deseas que se quemen, pero si eso ocurre, te aburrirás de por vida.
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