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27.06.2011

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Gracias a desmotivaciones.es -
puntos 19 | votos: 19
Hazme feliz - con otra falsa promesa, prométeme que nunca me olvidarás seamos lo que seamos
puntos 8 | votos: 8
Preocuparse no sirve de nada, - es como ir con un paraguas esperando a que llueva.
puntos 10 | votos: 10
Por esa gente que cuando juega - en las consolas a los coches, a parte de pulsar el botón de girar,
giran ellos mismos y el mando, sabiendo que no girará más por ello
puntos 241 | votos: 247
Encerrar una idea sin ponerla a - prueba es como meter a un pez en una pecera sin agua: Al poco tiempo muere.

puntos 15 | votos: 15
Hay animales - que se parecen a sus dueños y hay dueños que parecen animales
puntos 15 | votos: 15
La persona que mereces es - aquella que a pesar de poder hacer lo que quiera, te elige a ti en todo momento.
puntos 7 | votos: 7
La mejor ayuda - es ayudarse a uno mismo.
puntos 8 | votos: 8
Ganas de que llegue - el 14 de febrero para comprar chocolate barato.
puntos 13 | votos: 21
Burbuja de moco. -

puntos 45 | votos: 45
de mi corazón -
puntos 33 | votos: 33
La vida es demasiado corta - como para ir dejando pasar oportunidades.
puntos 21 | votos: 21
Le pedí a la noche - que se quedara, pero parece empeñada en imitarte.
puntos 23 | votos: 23
Una sola estrella - puede cambiar todo tu universo
puntos 3 | votos: 3
Eres como un perro - que obedece sin rechistar. 
Vives tan sumiso como el barco a la tempestad.
Has colaborado con las fuerzas del capital.
Pero ya muy pronto de tu cuerpo prescindirán.

Sé que podrás utilizarme, con gran facilidad.
Pero yo no quiero dejarme, tendrás que pelear.
Siempre serás sólo un farsante con vuestra sociedad
Tienes un coche tan flamante como tu necedad.
                                                        Barón Rojo.

puntos 20 | votos: 20
Nuestras huellas... - no se borran de las vidas que tocamos.
puntos 15 | votos: 15
Quédate con quien conoce - la peor parte de ti y no se asusta de ella.
puntos 7 | votos: 7
Capítulo 3: - A la mañana me desperté a causa de la claridad que entraba por la
ventana. Era lunes, había que volver a la monotonía de las clases.
Me levanté y me dirigí al armario pensando en que ropa me iba a
poner, al final me acabé vistiendo con unos pantalones tejanos y una
camiseta de media manga lila, a continuación fui a la cocina para
hacerme el desayuno, allí estaba mi madre, sentada en una de las
sillas con la radio conectada escuchando una emisora de radio y
tomando una taza de café.
-Buenos días Bhet
Me dijo con su expresión dulce y cálida.
-Buenos días mamá. ¿Cómo que no te has ido a trabajar?
Eran las siete, mi madre debería haberse ido a trabajar a las seis y
media. Por eso me extraño verla allí sentada sin preocuparse por su
trabajo.
-Hoy tengo que ir a recoger unos análisis al hospital y me he cogido
el día libre
-Ah, entiendo- Miré el reloj de la cocina y exclamé- ¡Ostras!
¡Llego tarde a clase! Adiós mamá te quiero.
Antes de que me pudiera contestar ya había salido corriendo por la
puerta con la mochila a cuestas. Mi instituto estaba a unos quince
minutos andando, pero corriendo llegaba en unos cinco minutos escasos.
De camino, me encontré a Amy que también llegaba tarde. Cuando la vi
afloje el ritmo y fuimos hablando tranquilamente, mientras no llegara
sola no me importaba ir un poco tarde. Pensé en explicarle lo que
había pasado la tarde anterior en el patio de mí casa, pero Amy era
muy melodramática y sabía que si se lo decía montaría alguno de
sus números como: los lobos son peligrosos, podría atacarte, es un
animal salvaje. Así que por mi bien, me lo callé.
Cuando llegamos allí la profesora, por suerte, no había llegado
aún. Nos tocaba lengua así que nos sentamos al final de la clase
para hablar mientras la profesora daba su lección.
Al finalizar las clases me fui sola a casa, porque Amy había quedado
en la biblioteca para acabar un trabajo de biología, el cual yo
tenía acabado desde hacía ya una semana.
Mientras caminaba camino a mi hogar me puse a tararear una peculiar
canción, una canción que conocía de un sueño que había tenido en
un sueño una noche no muy lejana, el sueño fue extraño pero de lo
más agradable: 
Soñé que estaba en la montaña acurrucada a mi hermano, o como
creía que es mi hermano, durante la noche y el tarareaba la canción
hasta yo quedarme dormida. Ese sueño se repitió más de una vez.
Pero no le daba ninguna importancia. 
Cuando llegué no había nadie. La casa estaba desierta, me dirigí a
la cocina en busca de vida humana. Sin resultado. Miré en la nevera y
vi una nota amarilla escrita con una caligrafía demasiado buena como
para ser de mi padre, sería de mi madre. Ya me podía imaginar lo que
ponía, pero aún así la leí:
Hola Bhet:
Quería decirte que tu padre y yo nos vamos a casa de unos amigos de
la infancia que han venido a la ciudad unos días, no sé  a qué hora
llegaremos hay comida en el congelador.
Cuídate. Besos tu madre
No acababan de llegar a casa y ya se volvían a ir. Esas cosas eran
las que más odiaba de mis padres, ¿Es que no entendían que yo
necesitaba tener a alguien cerca? 
Como iba a estar sola en casa el resto del día y no tenía deberes
decidí meterme en mi cuarto y relajarme un rato leyendo. Pasé el
pasillo hasta llegar al fondo donde estaba mi habitación. Mi madre
siempre la había denominado como “hippie”: Estaba toda llena de
caza sueños y del techo había colgadas varias plumas con dibujos
hechos por mí con pintura.
 Un gran escritorio con todos los utensilios de dibujo lienzos,
lápices, papeles, pinturas y de más, estaba empotrado en una de las
paredes. Desde pequeña me había encantado dibujar, por lo general
había dibujado las fotos que había sacado. Pero otras veces
retrataba las cosas que soñaba.
 En el suelo había una alfombra de pelo blanco que llegaba hasta los
pies de la cama, cubierta con las mantas también de pelo de
imitación como la alfombra de color crema, lo que más me gustaba de
mi habitación era que de la ventana salía un pequeño banco en el
que te podías sentar y mirar el bosque con el mar de fondo. Desde
luego era de lo más agradable.
 En el dormitorio había pasado toda mi vida como aquel que dice, ya
que, como me pasaba los días sola y me aburría iba allí y me ponía
a leer o a dibujar hasta que, al cumplir los 13 años, descubrí mi
pasión por la fotografía y salía al bosque a fotografiar.
Dejé la mochila en el suelo, a la entrada de la puerta, cogí el
libro que estaba encima de la cama y me senté en la ventana mirando
al bosque y al más allá imaginándome a mí en aquel bosque. Rodeada
de árboles, animales y aquel extraño lobo con el que había pasado
la tarde anterior.
 De repente, sin ninguna razón por mí mente pasaron varias preguntas
que hacía tiempo me rodaban en la mente: ¿Qué pasaría si me fuera
de casa? ¿Quién notaría mi ausencia? Eran preguntas estúpidas
quizás, pero para mí tenían un valor especial. Pensando mis
respuestas me quedé dormida mirando a aquel lugar en el que a veces y
sólo a veces me gustaría desaparecer.
Me desperté con un estruendo y un quejido en el comedor. No reconocí
su voz, era de un hombre, pero no la de mi padre. Me levanté y en
silenció recorrí el pasillo de puntillas, me asomé en la puerta y
para mi desgracia no era ninguno mis padres. Era un ladrón. Un hombre
de unos treinta años, no demasiado guapo ni esbelto. Tenía el pelo
negro y rizado. 
Me di la vuelta para esconderme en la azotea de la casa, pero al girar
del bolsillo de mi pantalón cayeron las llaves creando un ruido sordo
que hizo que el ladrón se percatara de mi existencia.
-¡Mierda Jenny!  Te dije que la casa no estaba vacía.
Dijo él en tono de enfado. ¿Jenny? ¿Es que no estaba solo? Sentí
como las piernas me temblaban. Deseé que todo aquello fuera una
pesadilla en la que me despertaría en mi cama o en el tranquillo de
la ventana. Pero para mi desgracia no lo era. Aquel hombre se acercó
a mí poco a poco y con paso decidido.
-Hola encanto, no tengas miedo, no te haremos nada que no sea
necesario, ¿De acuerdo?
Me dijo en un susurro. Le apestaba el aliento y yo por primera vez en
mucho tiempo sentí el miedo. No encontraba las fuerzas para contestar
así que simplemente asentí.
El hombre me miraba y me evaluaba con la mirada. En todo esto
aparecieron dos personas más a la sala. Una de ellas era una chica
alta y de pelo rubio recogido en una coleta con los ojos achinados,
por su aspecto pensé que sería mayor que el hombre quizás unos
treinta y cinco o cuarenta años, el otro era el más joven de todos.
Tendría unos veinte años y era, la verdad, atractivo. Era el
súper-chico que salía en las películas rubio y de ojos azules lo
único que no le convertía era que no estaba fuerte de gimnasio como
la mayoría de los actores.
-Ya me encargo yo de ella.
Dijo el chico de veinte años con tono divertido. Los otros asintieron
y se fueron de allí sin añadir palabra.
-No me hagas nada por favor.
Dije yo con las primeras lágrimas en mis ojos, no eran lágrimas de
dolor sino más bien de pánico. Él se acercó y me acarició la cara
de forma sutil y con expresión inocente en el rostro.
-Tranquila,  ¿Cómo te llamas, bonita?
-Bhet, me llamo Bhet
Dije con la voz entrecortada a causa del pánico, ¿Qué iba a ser de
mí?
Muy bien Bhet, ¿Te han dicho alguna vez que eres muy guapa?
Dijo acercándose más hasta quedarse a escasos centímetros de mí.
Al ver que no contestaba se acercó más y empezó a subirme la
camiseta. Se me formó un nudo en el estómago y empecé a sentirme
mareada.
-Por favor no… No quiero…
Dije con un hilo de voz casi inaudible. El chico soltó una carcajada
y empezó a bajar la mano hasta mi cintura mientras con la otra él se
desabrochaba su pantalón. Por mi mente los únicos pensamientos que
pasaban eran “No por favor, no quiero llegar a esto. Basta” Él se
aproximó y posó su boca en la mía mientras con las manos me bajaba
los tejanos. Sentí como  empezaba a llorar, tenía temor a lo que
pudiera pasar después de eso y cerré los ojos para imaginarme de
nuevo en aquel paraíso que era el bosque.
De golpe escuche un cristal rompiéndose muy cerca de donde
estábamos, pero yo no quise abrir los ojos. Sentí como se separaba
de mí soltando mil tacos de golpe, de repente algo me hizo abrir los
ojos. No fue los ruidos ni las voces de los ladrones.
Fue un olor que se me coló por mi nariz.
 Aquel olor tan peculiar y que, a pesar de haberlo olido solo una vez,
me resultaba tan familiar. No me equivoqué, era aquel lobo. Lo tenía
enfrente mío con el pelo de punta y gruñendo mientras enseñaba los
dientes. En un instante fugaz vi como se abalanzaba encima de cada uno
de los ladrones arrebatándoles lo que se habían llevado de la casa y
dejándoles varias marcas de arañazos y dentelladas en el cuerpo.
-¡Vámonos de aquí!
Exclamó el chico joven al resto levantándose y siguiéndole
corriendo. En un acto involuntario me abalancé sobre el lobo
abrazándolo y dándole las gracias como si pudiera entenderme. Él me
miró con expresión casi humana y apoyó su cabeza en mi hombro. Era
como si me dijera “Tranquila, todo va a estar bien”
 Cuando me separé de él me percaté de que tenía unos cortes
bastante profundos, seguramente causa de entrar por la ventana. Le
hice un gesto para que me esperara y el lobo, manso como un perro, se
tumbó en el pasillo. Yo me dirigí al cuarto de baño para coger el
botiquín, el mismo con el que el día anterior le había curado las
heridas a Amy.
Al principio no encontré el maletín, así que busque en el lavabo de
la planta de arriba, allí estaba. Lo cogí y corrí escaleras abajo a
curarle las heridas al cánido que minutos atrás me había salvado de
un terrible futuro. 
Empecé a curarle la más grave y profunda, la del lomo. Vertí un
poco de alcohol de curar en algodón y lo pasé por encima de la
herida, el lobo estremecido por el ardor y se levantó quejándose
mientras se lamía la herida, lo volví a tumbar y repetí el proceso.
Esta vez antes de que se levantara le cogí la cara con las manos y le
susurré varias veces que no pasaba nada,  este al escuchar esas
palabras pareció calmarse y ceder a que le curara las heridas.
Una vez acabé con eso guardar el botiquín. Pero el lobo me tendió
la pata, en esta había una herida a medio cicatrizar. Recordé las
fotos que le había echado la primera noche que lo vi, de alguna
manera entendí lo que me quería decir, así que le curé la pata y
se la vendé.
Miré la habitación y me di cuenta de que debía recoger la
habitación antes de que llegaran mis padres. Empecé por poner todos
los objetos preciados en sus habitaciones correspondientes después,
limpié los cristales del suelo y cogí la ropa que había tirada. 
Hasta ese momento no me había dado cuenta de que estaba en ropa
interior. Me dirigí a mi cuarto para cambiarme, el lobo me siguió
hasta quedarse en la puerta en la que se sentó, “Puedes entrar si
quieres, no pasa nada” dije y el lobo como un humano se levantó y
pasó al interior del cuarto.
Pareció gustarle mi habitación porque nada más entrar empezó a
mover el rabo y a sacar la lengua. Le acaricié las orejas y me
dirigí hacia el armario empotrado para ponerme mi pijama de color
celeste, me iba grande, por eso me gustaba tanto.  
Me desnudé y el lobo se fijó en mí un instante, después apartó la
mirada como avergonzado de lo que había visto. Una vez me cambié le
avisé y me volvió a observar, me estiré en la cama piqué para
hacer que viniera a estirarse allí conmigo. El cedió y se tumbó
allí. Yo empecé a acariciarle el lomo y las orejas hasta que me
dormí abrazada a él.
Me desvelé cuando mi madre picó a la puerta para preguntar si estaba
visible. Cuando me levanté dudé de lo que había pasado, el lobo ya
no estaba allí. Se había esfumado, y con él todo lo que había
pasado aquella tarde.
-Pasa mamá, estoy visible
Le grité a mi madre aún estirada en la cama
-¿Vas a bajar a cenar? La cena está hecha
-Buf… No tengo hambre, creo que me iré a dormir ya, estoy un poco
cansada
Mi madre se lo quedó pensando unos instantes hasta que asintió y me
deseó buenas noches. Cuando cerró la puerta vi un papel enganchado
con celo detrás de ella, no tenía muy buena letra, pero aún así se
podía leer, ponía:
A mi nueva amiguita:
Esta tarde me lo pasé bien, gracias por curarme las heridas, pero no
sé si soy demasiado bueno como para estar a tu lado, yo podría
hacerte daño y eso no creo que sea justo
PD: Deberías denunciar lo que pasó esta tarde en tu casa, tienes la
camiseta de ese chico, si la presentas podrán cogerlo.
Al final de la nota había una huella parecida a la de un perro,
estaba atónita, no entendía como un lobo podía escribir. Por un
momento pensé que aquel lobo era un hombre, pero no me cuadraba,
nunca había creído en aquellas cosas.
Sentí algo en el pecho entre la emoción y la incredulidad. Ahora ya
sabía varias cosas, mi cámara el día que me la dejé en el tren la
había cogido el lobo, y la nota también la había escrito él. Ahora
sólo me quedaba averiguar qué hacía allí y que estaba pasando, y
de ser realmente un humano, quién era.
Me dolía la cabeza de pensar en todo aquello, decidí relajarme. Así
que me senté en mi escritorio cogí mi bloc de dibujo y empecé a
dibujar.
Hice tres dibujos, dos de ellos de la noche en la que conocí al lobo,
un dibujo mostraba el lobo aullando con el pelaje mojado, otro era el
lobo de lado mirando al más allá y el último era yo con el lobo en
mi cama estirados el uno al lado del otro. Este último era el que
más me gustaba, seguramente porque para haberlo hecho sin ningún
tipo de muestra me había quedado un resultado bastante bueno.
Cuando decidí que estaba cansada me fui a la cama donde no tarde
demasiado en quedarme dormida, por la noche soñé que yo estaba en el
bosque corriendo y jugando con el lobo a la tenue luz del ocaso con
los pájaros volando a ras de nuestra cabeza.
puntos 19 | votos: 19
Antes te soñaba, - ahora no me dejas dormir.
puntos 12 | votos: 14
Desmocumple dani884 - gracias a todos :3

puntos 22 | votos: 24
Seis meses en desmo. - Muchos no sabrán quién soy, otros me odiarán, otros les dará
igual...etc. Pero hoy llevo medio año, podría decir cosas malas y
buenas; pero en general, no me arrepiento de haber hecho la cuenta,
aunque las mejoras no lleguen hay gente que hace de esta página algo
maravilloso,que te saca sonrisas cuando más las necesitas, que te
quitan el aburrimiento, que te quien violar, que de to un poco. Bueno
con esto y un biscocho...
puntos 40 | votos: 40
Solemos cometer el error de - pasar el día diciendo tonterías, en vez de expresar lo verdaderamente importante.
puntos 199 | votos: 219
Definitivamente, - se me va la pinza.
puntos 18 | votos: 18
Controla tus pies - nunca se sabe a dónde terminarás si no lo haces.
puntos 24 | votos: 24
Como dejar de sufrir por ti - Si cuando para ti no existo tu eres a quien quiero y nunca dejo de querer.

puntos 8 | votos: 8
Saberse una canción - de memoria, cantarla cuando no tenemos qué escuchar
y sentirnos reproductores de música.
puntos 11 | votos: 11
Capítulo 2: - De camino a casa fui distraída mirando por la ventana del tren los
paisajes que pasaban a gran velocidad sin poder distinguir nada de lo
que había en el exterior, aunque sabía lo que pasaba por allí:
bosque y más bosque. 
Nuestro pueblo se llamaba Middelton. En mi opinión un sitio
maravillosos y muy conectado con el medio ambiente, pero también
demasiado verde y muchos animales que podían acercarse libremente por
el pueblo. Mas de una vez se había dado el caso de que algún oso
había aparecido dormido en el patio trasero de algún vecino.
El día en si había estado bastante bien, pero los detalles de lo que
habían pasado en relación con aquel lobo no me gustaron en absoluto.
Prefería pensar que me había dormido y todo aquello había sido solo
un sueño. Además no valía la pena obsesionarme con eso, pero aún
así, lo hacía.
Cuando llegué a casa, aún ausente, ayude a Amy a recoger y guardar
sus cosas en la mochila. Mañana su padre vendría a buscarla para
llevarla a su casa de nuevo. Y yo, personalmente quería dormir hasta
lo más tarde que nos permitiera. Una vez habíamos acabado cenamos un
poco de pan con una variedad de embutidos que habían guardados en la
nevera y nos fuimos a dormir. Tanto ella como yo estábamos cansadas,
más de lo que podíamos imaginar. En esta ocasión fui yo la que me
dormí antes.
Por la noche volví a soñar con el mismo animal. Pero nada de lo que
había pasado en la playa, ni en el patio trasero de mi casa.
Simplemente estaba sentado entre la hierba alta, primaveral llena de
color y de flores de todo tipo.  Su intensa y penetrante mirada azul
me evaluaba y calculaban cada uno de mis movimientos, como si en el
más mínimo fallo pudiera abalanzarse sobre mí. Aún estando
soñando podía sentir aquella olor a bosque y humedad.
 Poco a poco me aproximaba a él, pero el animal no se movía ni se
mostraba fiero en ningún sentido. Tampoco se asustaba, Sólo estaba
allí, quieto como una figura de piedra esculpida. Alargué la mano y
pude acariciar su pelaje, sabía que era mucho más suave de lo que
realmente sería.
Me desperté por la mañana, esta vez antes que Amy la cual dormía
plácidamente con uno de mis pijamas. Seguramente lo habría cogido
por la noche para no deshacer de nuevo su bolsa. Ella, cuando
permanecía dormida no parecía la chica alborotada y llena de vida
que era, sino más bien todo lo contrario: Una chica tranquila y
paciente, capaz de afrontar todos los problemas sin perder ni un solo
segundo la calma.
 Abrí un poco la persiana para obtener un poco de luz sin tener que
llegar encender la lamparita que había sobre el escritorio. Cuando la
levanté miré de nuevo a Amy para asegurarme que no se iba a
despertar con la tenue iluminación que reflectaba el cristal. 
Ahora se podían diferenciar en una de sus mejillas un morado que le
había salido. Aquello me entristeció y enfureció. ¿Quién querría
hacer daño a una chica como Amy? Aún no me entraba en la cabeza.
Miré el reloj negro que me habían regalado mis padres hacía ya unos
años atrás, estaba colgado en mi pared ya descolorida. Marcaba las
ocho y media. El padre de  Amy aparecería por mi casa a buscarla a
eso las doce, así que decidí ir a darme una ducha y dejarla
durmiendo un rato más.
 Me dirigí hacia el cuarto de baño donde me desnudé y me metí
apresuradamente en la ducha para evitar que me calara el frio en el
cuerpo, encendí la ducha con agua muy caliente y me quede bajo los
chorros del agua pensando en varias preguntas que me rondaban en mi
mente: la primera era qué le había pasado a Amy, o mejor dicho
quién le había hecho eso a Amy, la segunda que había pasado hacía
dos noches con el lobo. Aún no se me ocurría ninguna razón para
enfadarse y enseñarme los dientes, la tercera era cómo el lobo
había llegado a la playa con mi cámara y la más importante quién
había escrito aquella nota.
Dejé que el agua me relajara durante un cuarto de hora, después me
enjaboné y aclaré para salir escopeteada a la cocina para preparar
el desayuno. Decidí hacerle un té rojo a ella y para mí un vaso de
leche. Encendí los fogones de la cocina para preparar unos huevos,
sabía lo mucho que a Amy le gustaban para desayunar. Una vez hecho el
desayuno miré el reloj. Eran las diez. Creí que era una buena hora
para despertarla despertarla.
Desvelé a  Amy acabando de subir la persiana del cuarto. Fuera el
día estaba encapotado y los rayos dorados del sol se habían
transformado en unos plateados tirando al gris. A mí, personalmente,
aquel estilo de días me parecían muy acogedores, quizás por el
hecho de que parecían muy monótonos. Amy se levantó vagamente,
mientras bostezaba una y otra vez sin parar, estiró los brazos
diciendo “Buenos días” con la voz ronca. Se cambió y fuimos a la
cocina donde el desayuno ya estaba servido y listo para tomar. Durante
el desayuno le insistí una vez más a Amy.
-¿De verdad no me vas a decir que te ha pasado?
Amy posó su mano en la mejilla y se acarició el morado con las yemas
de los dedos, tragó saliva y habló con un tono bastante inseguro.
-¿De veras quieres saberlo, Bhet?- Le mandé una mirada cálida y
asentí, ella continuó- Lo que me pasó fue que al salir de casa me
encontré con el grupo de mi ex novio y su mejor amigo me empezó a
decir que había sido estúpida por dejar escapar a Ken y todo eso.
Después de eso….
-¿Después de eso qué? ¿Qué pasó?
Dije yo elevando la voz más de lo que había pretendido, ella agachó
la cabeza y continuó hablando en voz muy baja, tanto que parecía un
susurro.
-Después de discutir me dijo que lamentaría lo que le había hecho a
su mejor amigo. Se abalanzó sobre mí y me empezó a pegar sin yo
poder defenderme. Por suerte un policía pasaba por allí y me dejaron
ir.-Amy levantó la cabeza y miró con los ojos llenos de lágrimas-
Siento no habértelo explicado antes Bhet, tenía miedo.
En aquella última frase se le quebró la voz porqué había empezado
a sollozar. Le di un fuerte abrazo acariciándole la cabeza hablé.
-Bueno, ya pasó, además ya sabes que me tienes aquí para lo que me
necesites. Para eso estamos las amigas, pero eso sí quiero que me
hagas una promesa.
-¿Cuál?- Preguntó Amy dudosa secándose las lágrimas
-La próxima vez que bajes las escaleras no te resbales ¿eh?- Bromee
guiñándole un ojo para intentar conseguir que se sintiera un poco
mejor.
Ella se echó a reír diciendo que no tenía remedio. Fue en ese mismo
momento cuando su padre picó a la puerta. Amy se apresuró a acabar
de tomar el té y a recoger sus cosas. Mientras tanto abrí la puerta
para recibir a su padre mientras le invité a pasar dentro, el cual,
como siempre, se negó.
 Nosotras nos despedimos dándonos dos besos. Los acompañé la
entrada del porche y cuando su padre y ella no eran más que una
sombra me metí de nuevo en casa.
Me sentía feliz porque Amy había tenido la suficiente confianza en
mí como para explicarme lo que le pasaba, pero a la vez estaba
enfadada porque odiaba que se metieran con Amy. Ella nunca haría nada
que pudiera hacer algún tipo de daño a cualquier ser vivo, ya fuera
animal, planta o persona, por eso siempre que le pasaban cosas así no
era capaz de contraatacar.
Eran las doce y media, mis padres me habían alertado antes de
marcharse de que llegarían a las tres del mediodía aproximadamente,
así que decidí esperarlos para hacer la comida. Y así comer juntos.

Sin saber que podía hacer para matar el tiempo decidí recordar los
deberes que tenía que hacer y, una vez me hice una lista mental de
ellos, subí a mi dormitorio y me puse a hacer el trabajo de lengua
para mañana. Mientras estudiaba, de vez en cuando, desviaba la mirada
a la ventana, el cielo se iba despejando poco a poco haciendo del día
más y más agradable.
Cuando acabé de hacer el trabajo decidí salir al patio a disfrutar
de aquel maravilloso día. Extendí una manta que había cogido de mi
dormitorio y la extendí en el suelo y me puse a leer un libro antiguo
que había encontrado en el desván. La portada estaba sucia y
estropeada, así que no se podía saber lo que estaba leyendo.
El libro era bastante interesante, trataba de una chica que se mudaba
a una ciudad nueva donde entraban en guerra. Pero ella se enamora de
un chico que pelea contra ella y han de verse a escondidas. Aquel
libro me gustaba así que me centre en él. Pero los cálidos rayos y
la suave brisa hizo que poco a poco se me cerraran los libros sin
poder evitarlo.
No me di cuenta de que me había dormido hasta que mi madre me
despertó diciéndome que fuera a comer, que la comida ya estaba
hecha. Me levante y me dirigí hacia la cocina aún medio dormida y
con ese sabor pegajoso en la boca de cuando te acabas de despertar. 
Me senté en la mesa y comimos mientras mi madre explicaba lo que
habían hecho y lo bien que se lo habían pasado. Yo asentía y
soltaba frases al azar como “¿Ah sí?” “Vaya, que bien, me
alegro” pero mi mente estaba en otro lugar en ese momento, vagaba
por lugares desconocidos.
Cuando mis padres acabaron de comer me dijeron que iban a echarse a
dormir un rato porque estaban cansados de tanto viaje. Así que me
toco lavar los platos y recoger la mesa. 
En cuanto acabé salí de nuevo a leer, pero, para mi gran sorpresa
cuando abrí la puerta no me podía creer lo que veía. Estaba allí,
estirado en la manta. Dormido. Era el mismo lobo que había visto ya
en otras ocasiones.
Una persona normal, en mi misma situación, se habría encerrado en
casa esperando a que se despertara y se fuera o habría llamado a la
policía o la protección de animales salvajes. Yo, sin embargo
decidí acercarme y acariciarle el pelaje. No sabía porque, pero un
instinto me llamó a hacerlo y a no tener miedo.
Confiaba en aquel depredador del bosque.
 En estar a unos pasos de él me escuchó y se despertó. El animal,
al igual que yo, tampoco actuó como los de su especie. En vez de
asustarse o mostrarse agresivo se quedó quieto. Inmóvil, apenas se
podía saber si estaba respirando.
 Me aproximé más todavía y me puse de cuclillas e hice como hacía
en mi sueño de la noche anterior. Estiré la mano y acaricié el pelo
de su lomo. Aspero pero a la vez sabe, era una textura diferente. No
llegaba a ser sedoso pero tampoco como la hierba seca. Era único.
 El lobo por un momento se puso tenso, pero en seguida volvió a
relajarse mientras lo seguía acariciando. Sentí como cerraba los
ojos y sacaba la lengua. Al poco tiempo empezó a mover la cola
velozmente. En un momento se dio la vuelta para mirarme. Yo estaba
sonriendo sin saber bien el porqué. Simplemente me sentía cómoda en
esa situación.
 El cánido apoyó la cabeza en mis piernas y yo le acaricié las
orejas y el entrecejo con el dedo. Pasamos así un largo rato hasta
que se levantó y desapareció en el bosque. Me miré las manos como
si aún tuviera en ellas el pelaje de aquel lobo. 
Me estiré en la manta mirando al cielo y pensando en todo lo que
acababa de pasar. La verdad no lo sabía con exactitud. Sólo tenía
claro una cosa, en aquella tarde había quedado demostrada mi teoría:

Aquel lobo, no era un animal corriente.
 Era algo especial o al menos, para mí. El resto del día
transcurrió sin ninguna novedad. Leí hasta que fui a hacer la cena.
Cenamos me preparé la mochila para el día siguiente y me fui a
dormir.
No comenté con nadie todo aquello, no quería que me tomaran por una
loca, o que alguien se obsesionara con que era peligroso.
 La noche fue tranquila, me costó bastante conciliar el sueño pues
en mi mente todo el rato se repetía la misma escena, una y otra vez,
sin parar ni un solo segundo.
puntos 360 | votos: 378
¿No tienes novio - en San Valentín? Hay personas que no tienen mamá el día de las
madres, ni papá el día de los padres, así que no te quejes.
puntos 7 | votos: 9
Cualquier niño abrazará - cualquier cultura que le haga crecer demasiado pronto
puntos 16 | votos: 16
Ver cuánto han cambiado - las cosas es una forma de autodestrucción rápida y, a veces, inevitable.

puntos 14 | votos: 14
Hay vínculos pequeños capaces - de unir a personas separadas por grandes distancias.
puntos 281 | votos: 281
Las personas que más saben de - nosotros suelen demostrarlo de forma dolorosa, pues ellos conocen los
puntos débiles de cada uno.
puntos 14 | votos: 14
No puedo competir con él - porque tiene moto, pero él no puede, como yo, ofrecerte el cielo.
puntos 16 | votos: 16
La vida es eso que pasa - mientras yo sueño que eres tú quien me abrazas.
puntos 11 | votos: 11
Todo - lo bueno y lo malo, deja un vacío cuando se interrumpe, pero si se
trata de algo malo, el vacío va llenándose por sí solo, mientras
que el vacío de algo bueno, sólo puede llenarse descubriendo algo
mejor.

puntos 9 | votos: 9
Las cadenas de la esclavitud - solamente atan las manos, es la mente lo que hace al hombre libre o esclavo.
puntos 401 | votos: 401
Hacer saber a una persona que - no está sola es, a veces, la única manera de hacerla sonreír de nuevo.
puntos 13 | votos: 13
Regla #283 de la vida - el seguro lo cubre todo, excepto lo que pasa.
puntos 13 | votos: 13
Yo hacía temblar su mundo. - Él hacía temblar mis piernas.
puntos 17 | votos: 17
El cariño que se coge hacia - algunas personas es directamente proporcional a lo especial que es
para ti esa persona.

puntos 16 | votos: 16
Las personas que utilizan la - frase: Ganar a la vida Dan a entender que ya la tienen perdida.
puntos 15 | votos: 17
Oír una conversación ajena - y no poder evitar escuchar lo que dicen sin que nadie se entere
puntos 999 | votos: 1031
Es irónico que a pesar de saber - que la magia no existe sigamos pidiendo deseos cuando tenemos la oportunidad.
puntos 20 | votos: 20
Hasta ahora - la única máquina del tiempo, es el recuerdo.
puntos 22 | votos: 22
No debemos pretender - que nos recuerden por quienes somos. Debemos querer que nos recuerden
por lo que hemos llegado ayudar, transmitir o sentir.

puntos 11 | votos: 11
Capítulo 1: - Mi vida nunca había sido una vida demasiado ajetreada ni con muchos
problemas. Lo normal para una chica de cuarto de secundaria, al menos
siempre había sido así hasta que llegó aquella temporada, la
temporada en que yo una chica de dieciséis años vivió una etapa que
aún no sé si fue todo un sueño.
Durante mi infancia mis padres me habían dado todo lo que había
estado en sus manos, pues no querían perder a otro hijo más, nunca
llegué a saber a ciencia cierta lo que le había ocurrido a mi
hermano y mis padres nunca me lo explicarían ya que, para ellos,
aquel recuerdo era el más amargo que podía existir en su vida. 
Yo sólo sabía que mi hermano había desaparecido a los tres años de
nacer. No sabía ni su nombre ni como era. Mis padres al poco tiempo
de que desapareciera eliminaron todas las fotos y recuerdos que
podían permanecer de él, supongo que para hacer su dolor más
pasajero. Yo, la verdad, siempre había querido saber qué fue lo que
le ocurrió a mi hermano, pero nunca saqué el tema delante de ellos,
no quería hacerles daño, así que para mí siempre fue como si yo
fuera hija única.
Mi curiosidad en el tema se despertó por la noche, cuando me paré a
pensar que mis padres nuca llegaron a poner un dispositivo de
búsqueda de mi hermano, es más, estaba segura que si fuera a la
policía a preguntar por el caso no sabrían nada respecto a él. Por
un momento pensé que mis padres nunca desearon tenerlo como a hijo y
que, quizás, lo abandonaran o lo regalaran. Me dolió el pensar
aquello. Mis padres siempre se habían sentido tristes y dolidos por
lo que le pasó a mi hermano, así que me saqué aquella alocada idea
de mi cabeza y me fui a dormir. 
Hacía mucho frío a pesar de que estuviéramos en plena primavera ya
que el cielo dictaba que no tardaría demasiado en ponerse a llover.
Fui a mi habitación, me puse el pijama y me arropé en la cama
escuchando el sonido del viento.
Me desperté a media noche cuando oí la lluvia que golpeaba
violentamente la ventana amenazando con colarse dentro de la
habitación rompiendo el cristal. Sin poder evitarlo, me senté en la
cama y miré al bosque por mi ventana, en él pude diferenciar una
extraña silueta que miraba la casa. No sabía con exactitud lo que
era pues la niebla era muy espesa y la lluvia hacía que la
visibilidad fuera, prácticamente nula.
 No le di importancia y me dediqué a coger la cámara para poder
fotografiar aquel maravilloso fenómeno atmosférico. Desde que era
pequeña me había encantado todo lo que estaba relacionado con el
arte y, la fotografía, no era para menos.
Cogí el aparato- que estaba guardado en el cajón de mi escritorio- y
saqué varias fotos a través del cristal, pero la lluvia hacia que
las fotos se vieran borrosas y que no se pudiera saber lo que era.
Así que dispuesta a salir a la calle me dirigí al armario y cogí el
chubasquero. El pelo, decidí recogérmelo con una coleta para no
mojármelo. 
Salí al patio trasero de la casa y fotografié los árboles y un
pequeño pájaro que luchaba por dar calor a sus hijos, la luna
encapotada por las nubes y varias cosas más. Todo iba bien, pero de
repente, noté algo que se movía a lo lejos. Era un lobo. Un lobo
grande de color marrón con rasgos rojizos, fue en ese instante en el
que recordé la silueta que vi desde la ventana, así que eso era.
Centre toda mi atención en él y me percaté de que tenía una herida
en la pata, no era muy profunda pero se notaba que él sentía
molestia, además estaba delgado y tiritaba de frío.
Decidí entrar a casa a buscar las sobras de la noche anterior para
darle al animal, pero cuando salí al patio de nuevo ya se encontraba
lejos, aullando al cielo. Sin pensarlo dos veces, dejé el plato en el
suelo y le saque unas fotos. Nunca había visto algo tan precioso,
aquel lobo tenía algo que me gustó, pero no sabía lo que era.
Por la mañana del día siguiente era sábado y mis padres habían
decidido irse de escapada. A mi no me importó, ya sabía cuidarme
sola, pero la verdad no me apetecía demasiado pasar el finde sola en
casa, así que telefoneé a Amy. Pero desgraciadamente no hubo suerte
y no me cogió el teléfono. Suspiré y recorrí el pasillo hasta
llegar a mi habitación. Me estiré en la cama y me quedé dormida de
nuevo.
Me desperté con el sonido de mi móvil al sonar, era mi madre quien
llamaba. Me aclaré la garganta y contesté al teléfono:
-¿Bhet? ¿Hola?
-Hola mamá, ¿Qué pasa? ¿A qué se debe tu llamada?
Dije aún adormilada y con la voz más grave de lo habitual.
-Parece que te moleste mi llamada- Hubo una breve pausa y continuó-
Solo quería decirte que tu padre y yo nos quedaremos también
mañana.
-Ah, vale y no es que me hayas molestado, es que me acabo de
despertar.
Dije sintiéndome culpable por haber hecho que se sintiera ofendida
por mi tono de voz.
Oí una risotada a través del teléfono. Ya se le había pasado la
pena, mi madre era muy autónoma y alegre al igual que mi padre. Pero
a causa del trabajo no solían estar en casa.
-Bueno cariño, me tengo que ir, pásatelo bien el fin de semana
-Eso haré. Adiós
Mi madre colgó el teléfono y yo me senté en la cama estirando los
brazos, aún agarrotados de haber dormido con ellos encogidos. En ese
momento vi la cámara de fotos, me levanté de la cama, me vestí y
fui a la tienda a revelar las fotos que había en el carrete, la
cámara era un modela bastante antiguo.
En llegar a casa empecé a observarlas una por una, había más de las
que recordaba, estaban las de las vacaciones de navidad, la del
aniversario de boda de mi madre y muchas más. Me fijé especialmente
en una foto que le había sacado a mi madre, una foto bastante triste,
se la saqué el día que debía ser el cumpleaños de mi hermano, mi
madre estaba mirando por la ventana, sin darse cuenta de que yo le
estaba sacando la foto. En la foto se la veía con su cabellera negra
y larga por detrás de la oreja los ojos tristes y por la mejilla se
podía ver una lágrima que se le había escapado.
Al ver aquella foto se me encogió el estómago, la expresión de mi
madre era triste, no encajaba en absoluto con la personalidad de ella.
En ese mismo momento el sonido del teléfono me devolvió a la
realidad. Era Amy, yo ilusionada contesté lo más velozmente que
pude.
-¿Amy?
-¡Hola Bhet! Acabo de ver tu llamada, ¿Pasa algo?
-No, no pasa nada, era sólo para preguntarte si te apetecería venir
a mi casa. Es que mis padres se han ido y estoy sola en casa- Hubo un
largo silencio y Amy no contestaba- Amy, ¿Sigues ahí?
- Sí Bhet, fui a preguntar a mi madre si me dejaba ir, dice que sí.
¿Te va bien si estoy allí en media hora?
-Genial, pues aquí te espero, hasta ahora.
Me apresuré a recoger la habitación para que cuando llegara Amy lo
encontrara “recogido”. Lo único que hice fue poner la ropa sucia
en el lavadero y me hice la cama, el resto estaba ordenado. Una vez
limpia mi habitación empecé a pensar lo que iba a hacer de cena. Amy
era alérgica a según qué tipo carne así que decidí preparar unos
macarrones con queso, algo fácil y rápido de preparar.
Cuando ella llegó a casa yo estaba echando la pasta en el agua
hervida, se había retrasado lo suficiente como para darme tiempo a
calentar el agua, ese detalle era extrañó, Amy no solía llegar
tarde nunca. Cuando eché la pasta a la olla fui a abrirle la puerta
para que entrara.
Lo que vi al abrir la puerta no me gustó nada, Amy tenía un morado
en la mejilla, le sangraba el labio e intentaba no llorar. Yo sin
pensármelo dos veces la abracé y ella rompió a llorar. Le hice
pasar hasta el comedor donde se sentó en el sofá marrón de piel.
Cuando estaba algo más tranquila le pregunté.
-¿Qué te ha pasado? ¿Quién te ha hecho esto?
Amy aún temblaba, y en sus ojos se podía ver el miedo que sentía,
pero aún así intento tapar lo que le había pasado.
-Me caí por las escaleras de casa y me hice daño, solo fue eso, no
te preocupes. Estoy bien
Dijo mientras sonreía falsa y fríamente.
Yo no quise forzarle a hablar si ella no quería, pero las dos
sabíamos que lo que le había pasado no era una simple caída por las
escaleras. Había sido peor.
Pasamos unos minutos en silencio, cuando vi que aún estaba temblando
decidí hablar
-¿Te apetece un té?
-Ah… Bueno vale, gracias
Me fui a la cocina a preparar la infusión aún pensando en lo que ya
sabía que le había pasado a Amy. Alguien le había pegado. Pero la
pregunta era ¿Quién le había pegado?
Cuando lo hube preparé se lo lleve a Amy que estaba ausente, sumida
en sus pensamientos, me senté a su lado y en cuanto se percató de
que estaba allí me miró. Iba a decirme algo pero se quedó callada,
yo sabía lo duro que resultaba explicar algo como eso.
Recordé aquel verano en la playa con mis primos, yo era solamente una
niña con el pelo rubio largo, de piel fina y no muy alta. Una niña
inofensiva e indefensa. Ahora ya no era igual, me había hecho más
alta y mi pelo pasó del rubio al castaño por la espalda, lo único
que no había cambiado desde que era una niña eran mis ojos, siempre
habían sido de color marrones, no un marrón normal, cuando les daba
el sol se ponían color dorados. En la playa, mi primo me llevó a una
parte más alejada de lo que yo sabía y allí me pegó hasta el punto
de dejarme inconsciente, lo único que recuerdo era mi primo
golpeándome y algo que me rescató de allí, una persona, supongo que
algún socorrista cercano. Yo no me atreví a explicar lo que me
había pasado a mis padres hasta que pasaron unos meses, no era capaz
de explicarlo  por miedo a que mi primo me pegara más.
Hasta que un día me di cuenta de que no podía seguir en aquellas
condiciones, que tenía que actuar, así que se lo expliqué a mis
padres. Ellos no avisaron a la policía, pero nunca más volví a ver
a mi primo.
Yo tarde en explicárselo a alguien, así que sabía por lo que pasaba
Amy y no le iba a obligar a hacer algo que ella no quisiera, así que
cambié de tema.
-Ayer saqué más fotos, y he encontrado varias más antiguas, ¿te
apetece verlas?
-Por supuesto – Dijo ella con una sonrisa.
Me encantaba cuando sonreía. Amy era una chica con el pelo marrón
casi negro y los ojos verdes con rasgos marrones, era delgada y muy
guapa. Desde que éramos pequeñas habíamos estado juntas, para mi
ella era una parte indispensable de mi vida.
Subí las escaleras en busca de las fotos que había imprimido
mientras esperaba a que Amy llegara. Al subir las escaleras pude
escuchar como Amy soltaba una risita en voz baja, me alegraba que ella
fuera feliz.
Entré en el estudio de mi padre y cogí las fotografías. Las ordené
de manera que encima quedaran las más antiguas y debajo las más
recientes, después de haberlas puesto en orden me dirigí al lavabo a
por el botiquín para curar a Amy las heridas que tenía. 
Bajé corriendo las escaleras y me senté en el sofá al lado de mi
invitada y le curé. no parecía que ninguna de sus heridas fueran
demasiado profundas, la más grave era la del labio. Después de
aquello tomé las fotos y las dividiéndolas en varios montones, las
empezamos a comentar, las dos nos fijamos en una foto en que salíamos
Amy, Diane, Ryan y yo en la habitación del viaje de fin de curso del
año pasado. Éramos todo nuestro grupo, los que habíamos estado
desde niños juntos.
Diane era una chica de ojos verdes muy intensos con gafas, y el pelo
rubio con delicados tirabuzones, era una chica frágil sensible pero
muy dulce y cariñosa. Ryan era en pocas palabras “el chico perfecto
para las chicas” era un chico alto con el pelo negro y los ojos
azules, muy atlético y divertido.
En la foto Diane nos abrazaba a mí y Amy por la cintura mientras que
Ryan por detrás nos abrazaba a las tres por los hombros, era la viva
imagen de la amistad. Si la foto hablara diría algo como “La
amistad nunca se rompe”
-Está foto me gusta, es bonita- Dijo Amy con voz dulce.
- Quédatela, yo tengo la muestra en el ordenador de mi madre.
-¿En serio? ¿Puedo? Muchas gracias Bhet
Seguimos viendo fotos y comentándolas hasta que tuve que desaparecer
para ir a la cocina a acabar los macarrones, los eché en un plato
añadí el tomate junto al queso y los metí en el horno. A
continuación salí al comedor donde Amy seguía mirando las fotos,
cuando llegó a las de la noche anterior se las quedo mirando un rato,
hasta que dijo:
-Son buenas, ¿Dónde las has sacado?
- Ayer por la noche, durante la tormenta salí al patio trasero.
Amy se quedó fascinada con una foto específica en la mano, la foto
del lobo. Aquel lobo con el pelaje rojizo y de ojos azules y
misteriosos. Aquel canino tan especial. Pasó a la siguiente foto, en
esta se le veía ya más alejado sobre unas rocas, se podía
diferenciar la lluvia y el pelo mojado de él. El horno sonó para
avisarnos de que los macarrones ya se habían acabado de hacer.
-Vamos a comer, ¿no?- Le dije a Amy mientras me levantaba del sillón
Amy se levantó y me siguió con el montoncito de las fotos de la
noche anterior. Se sentó en la mesa y, mientras yo servía los platos
con la comida, ella miraba las fotos una a una observando cada detalle
de las fotos. Acabé de servir la comida y comimos comentando las
fotos y hablando de lo que haríamos el día siguiente. Decidimos ir a
la playa a pasar la tarde -a ambas nos encantaba- si hacía buen
tiempo, la playa no estaba muy lejos de aquí.
 Las dos nos emocionamos. Hacía ya mucho tiempo que no quedábamos.
Si mi memoria no me fallaba, la última vez que habíamos estado fue
hacia unos años atrás, pero hubo un accidente y desde entonces no
volvimos a ir jamás: Una antigua mejor amiga desapareció en la
playa, Aleixa, una chica alta con el pelo rizado y los ojos verdes.
Todo ocurrió cuando decidimos ir a la playa con el resto del grupo,
comimos bailamos y nos divertimos, entonces a Aleixa se le ocurrió
que sería una buena idea darse un baño, ya que el mar estaba
tranquilo.  Amy y Diane la animaban, pero a Ryan y a mí nunca nos
pareció una buena idea. Ella no se lo pensó dos veces y se metió en
el agua, nadie se preocupó y seguimos hablando y divirtiéndonos. Le
empezamos a dar importancia cuando pasada una hora Aleixa no
aparecía. Al pasar otra hora más nos asustamos y decidimos ir a
buscarla. Ella nunca volvió a aparecer. Los policías crearon
investigaciones, nos interrogaron y buscaron pruebas, pero nunca
supieron lo que pasó.
Amy pudo saber en lo que pensaba y rápidamente habló.
-Habrá que llevarse algo de comida, ya me encargaré yo. Tú ya has
cocinado esta noche.
Le envié una sonrisa que ella me devolvió, recogimos la mesa vimos
un maratón de película todo el día hasta que nos llegó la hora de
ir a la cama.
Dormimos las dos en la misma cama. A media noche me desperté a beber
agua y lo volví a ver, aquel lobo que me miraba quieto, casi como una
estatua. Enseño los dientes arrugando su hermoso rostro y se alejó
dando un salto. Aquella reacción me asusto, no sabía que podía
haberle hecho sentir odio hacia mí. Ayer mismo me pude acercar a él.
Me volví a la cama aunque sabía que no iba a dormir, me estiré
evitando despertar a Amy y pensé. ¿Qué podía haber cambiado? No lo
entendía. Tras pensar durante un largo rato, el sueño se apoderó de
mí y me quedé dormida.
A las seis y media  sonó el despertador, me tenía que levantar para
prepararlo todo para ir a la playa. Para mi sorpresa cuando bajé a la
cocina Amy ya había hecho la comida. Cuando me vio dijo:
-Buenos días, te dije que de la comida me encargaba yo.
Dijo soltando una risotada que lleno toda la habitación, yo, en
seguida le contesté.
-¿Pero a qué hora te has levantado? Te dije que te quería ayudar.
-Lo sé. Pero estabas tan rica durmiendo que me dio pena despertarte.
¿Quieres desayunar?
Le lancé una mirada burlona, sabía lo mucho que odiaba que me
dijeran que era bonita o guapa, y añadí:
-¡Ah! ¿Qué encima has preparado el desayuno?
-Sí, eso he hecho.
Volvió a reír y me sirvió un té en mi taza favorita- era sencilla
de color menta con dos rayas azules en los bordes- y unas tostadas.
Ella se tomó un zumo de naranja y se untó mermelada en una de las
tostadas. Hablamos hasta las diez, cogimos las cosas y nos fuimos, yo
como de costumbre, cogí mi cámara de fotos y salimos de casa. No le
comenté lo que pasó ayer, quizás aquel lobo no fuera más que un
animal corriente. Pero lo dudaba. 
Subimos al tren y nos pusimos a evaluar a las personas que subían y
bajaban del tren. A la mitad del trayecto el tren tuvo una avería que
tardó en repararse unos quince minutos.
Al llegar a la playa sentí un nudo en el estomago pero a la vez me
sentía bien, cómoda y relajada. Amy me dio una palmadita en la
espalda.
-¿Ves como no había de que preocuparse?
- Sí, tenías razón, este lugar es increíble.
Se podía ver el agua azul y sentir la arena suave en los pies. La
brisa que corría era refrescante con olor a sal. Nos acercamos y
extendimos las toallas sobre la arena blanca.
-¿Qué te preocupa Bhet? No acostumbras a estar tan perdida ni
callada.
La miré de refilón. Me miraba con preocupación así que decidí
explicárselo.
-Ayer lo volví a ver- Dije agachando la cabeza y antes de que me
preguntara a quien me adelanté- Al lobo, me enseñó los dientes y
desapareció.
-Lo sé, te vi cómo te levantabas y te seguí a escondidas.- Se
quedó en silencio un tiempo- Quizás actuará así porque me vio.
Me plantee su idea. Le veía sentido, los animales se asustaban cuando
alguien que no conocen se acercaba a ellos. Así que le di la razón.
-Quizás tengas razón.
Las dos sonreímos y hablamos de temas más animados. Como por ejemplo
el chico que le gustaba a Amy según me comentaba era un chico rubio
muy guapo, un surfista que conoció el otro día en la biblioteca,
pero que no sabía ni siquiera como se llamaba. Me preguntó si a mí
no me causaba impresión ningún chico. Yo le contesté que no, que no
me era imprescindible tener novio.
Pasado un rato nos bañamos y tomamos el sol. Como ella estaba cansada
de tanto moverse se quedó dormida sin demasiado esfuerzo. Yo sin
embargo preferí ponerme música y sacar fotos a la playa, para mi
sorpresa cuando fui a coger la cámara de fotos no estaba. Había
desaparecido. Busqué en la mochila de Amy y en la mía, pero no
estaba. Me empecé a poner nerviosa, ¿Dónde podía estar la cámara?
Poco a poco mis nervios aumentaron, al ver que no aparecía. Estaba
segura de que la había cogido, aquella cámara era el único recuerdo
que me había quedado de mi abuelo. En aquel momento un ruido me
estremeció. Giré la cabeza y lo vi. Aquel lobo de pelo rojizo y ojos
azules, en la boca llevaba mi cámara. Me quedé quieta, sin
respiración, no sabía cómo actuar en aquella situación. El lobo se
acercó más y dejó la cámara sobre la toalla. Hasta entonces no me
percaté que era bastante más grande de lo que se veía en la
distancia, de alto me llegaba por la cintura y tenía una gran mata de
pelo. Pude sentir su olor a bosque y humedad. Después de eso se
desvaneció como una sombra en la penumbra del bosque. En aquel
momento en mi mente rondaban varías preguntas: ¿Cómo había llegado
el lobo hasta allí? Y ¿Cómo había cogido mi cámara fotográfica?
Hasta que me quise mover no me di cuenta que me temblaban las piernas.
Me senté y cogí la cámara. En la cinta había una nota en la que
ponía: “Ten más cuidado donde dejas las cosas, alguien podría
robártelas” Aquello me dejó sin aire, ¿Quién había escrito esa
nota?
puntos 31 | votos: 33
No quiero que esto termine así. - No quiero que esto se quede en nada.
puntos 5 | votos: 5
Cuidado, - correr riesgos podría merecer la pena.
puntos 15 | votos: 15
Todo el mundo puede fingir ser - feliz estando triste, pero pocas personas consiguen que la felicidad sea real.
puntos 78 | votos: 88
Al otro lado de la vida. - Bárbara despertó sobresaltada, tomando una gran bocanada de aire que
le provocó una arcada. Estaba tumbada de espaldas sobre algo mullido.
No obstante, le dolían todos los huesos y las articulaciones, y
acarreaba una gran jaqueca. Ignoraba dónde estaba y dedujo que se
encontraría en algún lugar cerrado, puesto que no podía ver nada.
Empezó a sentirse incómoda y decidió salir de ahí cuanto antes,
pero al tratar de incorporarse se golpeó la frente contra algo duro
y cayó de nuevo sobre esa especie de colchón que, por otra parte,
era muy cómodo. Trató de mantener la calma pero le resultó
imposible. Quería salir de ahí, y quería hacerlo cuanto antes.
	Levantó las manos y tanteó arriba y a los lados, encontrando una
frontera en todas las direcciones posibles, hasta darse cuenta que
estaba encerrada por todos los flancos en una especie de caja hecha a
la medida de su cuerpo. No tardó mucho en darse cuenta que la habían
metido en un ataúd. Entonces empezó a ponerse nerviosa de verdad.
Trató de recorrer con la mente todo lo que había hecho antes de
perder el conocimiento.
	En su interior empezó a tomar fuerza la idea de que estaba
enterrada, al menos dos metros bajo tierra, y que jamás saldría de
ahí, que enseguida se le acabaría el oxígeno y se ahogaría,
enterrada en vida. Eso acabó por destrozarle los nervios. La
angustia y el miedo empezaron a hacer mella en su ya maltrecha
estabilidad emocional, y comenzó a golpear con fuerza y sin medida
la tapa del féretro que la contenía. Muchos fueron los esfuerzos,
mucho el daño que se hizo en los nudillos, pero todo resultó
inútil. Colocó las palmas de las manos en la tapa y empujó con
todas las fuerzas que le quedaban, pero el resultado fue el mismo.
	Empezó a respirar agitadamente, presa del pánico, tratando de
alejar de su mente la inevitable imagen de su muerte, y se dio media
vuelta. Al hacerlo vio que de la esquina inferior del cajón de
madera emergía un leve hilito de luz, proveniente del exterior. Ese
simple dato le dio fuerzas para seguir luchando cuando ya
prácticamente se había abandonado a la consternación. Creyó que
tal vez no fuera demasiado tarde para salir de ahí. Volvió a dar
media vuelta, notando cada vez más pequeñas las dimensiones,
sintiendo una extraña sensación, como si el espacio que la
albergaba se hiciese cada vez más pequeño. La claustrofobia
empezaba a filtrarse por sus poros.
	La mandíbula y las manos comenzaron a temblarle y empezó a sentir
frío en la punta de todos sus dedos. Luchó una vez más por abrir
la trampilla que le permitiría salir al exterior y al no
conseguirlo, se puso cada vez más nerviosa. Golpeó con furia y
empezó a gritar sin control, pidiendo ayuda desesperadamente,
confiando que alguien, que alguien sano, le oyese y fuera en su
ayuda. Sabía que así tan solo conseguiría atraer a quien no era
bienvenido, pero eso ya le daba igual, no quería morir ahí dentro.
Prefería salir aún a sabiendas que ahí estaría más segura y
tendría una muerte más digna que la de muchos que le precedieron
desde que empezó esa pesadilla.
	Todo esfuerzo resultó inútil. El llanto siguió al los gritos, y
los golpes se fueron haciendo cada vez más débiles, a medida que se
iba abandonando al pesimismo, con una convicción cada vez más clara
de que esa sería su tumba. Acabó por dejar de golpear la tapa y
notó como se le secaban las lágrimas que habían corrido por su
piel hasta mojar el interior de sus orejas. Fue tranquilizándose
poco a poco hasta que consiguió que su agitada respiración se
transformase en un ligero silbido. Consiguió tranquilizarse por unos
minutos, limitarse a pensar, intentando no dejarse llevar por el
pánico otra vez, pero todo esfuerzo parecía inútil.
	Entonces se dio cuenta que estaba inmersa en el más absoluto
silencio. Desde que despertase hacía ya casi media hora, no había
oído absolutamente nada. Fue el contraste el que le hizo percatarse,
al oír un ruido lejano que le devolvió rápidamente al mundo real.
Aguantó la respiración por unos segundos para oír mejor, y acabó
determinando que se trataba de un ladrido. Dondequiera que estuviese
había un perro, y si ese maldito perro había conseguido sobrevivir
al éxodo, ella no tendría porque ser menos. Se quedó oyendo unos
segundos más, pero ya no había rastro alguno del ladrido. Empezó a
creer que lo había imaginado.
	Sabía que si se quedaba ahí quieta no conseguiría nada más que
morir encerrada, de modo que decidió afrontar su destino, sin
importar cuales fueran las consecuencias. Los precedentes indicaban
que no conseguiría nada empujando la tapa, hasta ahí había llegado
su entendimiento de la situación, de modo que trató de buscar una
alternativa, aunque pareciese imposible dadas las circunstancias.
Empezó a golpear con los hombros los lados del ataúd, tratando de
impulsarse cada vez con más fuerza, sin saber muy bien lo que
pretendía conseguir con ello. Los primeros golpes resultaron
inútiles, pero luego ocurrió algo.
	Un nuevo impulso hizo que el ataúd cediese un poco, moviéndose
ligeramente hacia un lado. Tenía ya los hombros doloridos, pero esa
buena noticia le llenó de fuerzas para continuar luchando. Dio más
y más golpes. La mayoría de ellos resultaban igualmente
infructuosos, pero de vez en cuando veía como el ataúd se movía
ligeramente, lo cual aún le daba más fuerzas para seguir. Cada vez
más confiada, haciendo caso omiso al punzante dolor que acarreaba en
los hombros, continuó dando bandazos de un lado al otro, con mayor
fuerza y convicción a cada golpe, hasta que algo le hizo parar.
	Llegó un momento en el que oyó un fuerte golpe. Parecía como si
algo muy pesado hubiese caído al suelo y se hubiera roto, pero ella
apenas se había movido unos centímetros. Volvió a quedarse
callada, respirando agitadamente, con el corazón latiéndole a toda
velocidad. Fue entonces cuando comprendió lo que había ocurrido.
Una amplia sonrisa se dibujó en su ajada cara al tiempo que se
disponía a dar el siguiente paso, que no sería más que el comienzo
de una larga odisea.





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