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07.09.2014

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bueno 5356 | malo 102
GeekPrincipalero Nivel 2

puntos 98 | votos: 102
Los mejores escalofríos - no los produce el frío.
puntos 6 | votos: 6
Aunque no queramos sonreír - lo hacemos solo porque no queremos la ayuda de los demás
puntos 6 | votos: 6
Una ruptura o una traición - sencillamente se convierte en la espada con mas filo
puntos 6 | votos: 6
Tienes que aprender a ser feliz - por tus propios medios y por tus propias acciones
puntos 81 | votos: 81
Aunque a veces no queramos - las canciones se hicieron para recordarnos algo o a alguien.

puntos 98 | votos: 98
No le des a cualquiera - el gran privilegio de conocer a tu verdadero yo.
puntos 5 | votos: 5
Un héroe - no tiene que salvar personas como único objetivo
puntos 4 | votos: 4
En mi vida - e dado aproximadamente veinte millones de consejos de los cuales ni
uno de ellos e sido capaz de seguir aun sabiendo que yo mismo los dije
puntos 9 | votos: 9
Vivimos en una sociedad - en la que nos duele mas que no haya internet que ver a niños
aguantando hambre en la calle
puntos 88 | votos: 88
Aún no sabíamos ni caminar - ni hablar, pero sabíamos cuando todo estaba bien.

puntos 8 | votos: 8
Mientras los poderosos gozan - el pueblo se ahoga en su sufrimiento
puntos 7 | votos: 7
Ese miedo de caer - de nuevo en lo que te costo tanto salir alguna ves
puntos 6 | votos: 6
La vida te puede hacer caer - pero solo tu decides si quieres volver a levantarte
puntos 7 | votos: 7
Cuídese - porque los envidiosos son mas
puntos 18 | votos: 20
Personas ridículas - que se sienten mal una día y ya se quieren morir

puntos 9 | votos: 9
Tener ese increíble y sensacional - don de reírse por todo
puntos 7 | votos: 7
Cuando te digan: No puedes - tu diles: ¡Mira como lo hago!
puntos 6 | votos: 6
Hay dos grandes días en tu vida - el día en que naces y el día en que descubres para que
puntos 7 | votos: 7
Somos una especie - adicta a las historias
puntos 3 | votos: 5
Pues érase una vez - una niña muy guapa, que tenía una muñeca preciosa. Bueno, en
realidad la muñeca no era preciosa, porque estaba sucia, pelona, y
era de trapo, pero a la niña le gustaba mucho. Y la niña le hablaba,
y la muñeca le contestaba. Sólo que la muñeca contes¬taba con unas
palabrotas terribles, que la niña aprendía y luego repetía.
«¿Quién te ha enseñado esas palabrotas tan feas?», le preguntaba
su mamá. «¡Mi muñeca», decía la niña. «Eres una mentirosa, las
muñecas no dicen pala¬brotas. Son los chicazos los que las
enseñan.» «Que no, que es la muñeca. Anda, muñeca, dile una
palabrota a mi mamá.» Y la muñeca, que hacía todo lo que le pedía
la niña, porque la quería mucho, decía unos tacos tre¬mendos:
«hostia puta, cojones, la madre que me parió, me cago en...,
¡culo!, ¡cu-lo, cu-lo, cu-lo!» ¡Uyyy! La mamá, roja de ira,
arranca la muñeca de manos de la niña, abre la ventana, y zas, la
tira al prado a un montón de basura. «Mamá mala, mamá mala», dice
la niña, y co¬rre al prado, pero en ese momento pasa un gatazo rojo,
que coge la muñeca entre los dientes y se la lleva al bos¬que. Sin
dejar de llorar, la pobre niña echa a correr de¬trás del gato. Y
busca buscando, camina caminando, se pierde en el bosque. Es de noche,
y el bosque se ha con¬vertido en una selva inmensa. De pronto, a lo
lejos, la niña ve una lucecita... Era un enanito subido a una seta,
que hacía un pis fluorescente. «Enanito, ¿has visto a un gatazo
rojo que Llevaba en la boca una muñeca de trapo que dice
palabrotas?» «Ahí está», dice el enano soltando un chorro de pis
sobre el gato, que cae al suelo ful¬minado... Ya se sabe que el pis
de enano es un veneno tremendo para los gatos. «¡Gracias,
gracias!», grita la niña, abrazando a su muñeca empapada en pis.
«¿Quién es ese tonto del culo —grita la muñeca—, ese
mariconazo de mierda que ha matado a mi gatazo rojo que yo le quería
tanto, que me pegaba y me dejaba el culo como un tomate, me hacía
trabajar, me hacía guarrerías pero a mí me gustaba tanto? Me tenía
de criada, yo lloraba y sufría, pero me gustaba aún más, porque me
hacía sen¬tir una mujer, ¡y tenía a mi macho! Y ahora, sin mi
gatazo, enano bastardo cara de culo, ¿qué hago?» «Uy cómo me
gusta esta muñeca tan mal hablada —dice el enano—. ¡Voy a
casarme con ella!» «De eso nada, me casaré yo con ella», dice una
voz terrible que sale de la oscuridad del bosque...» ¿Quién era?
¡Un lobo tremen¬do, con unos dientes así de largos! «Yo me casaré
con ella.» «No quiero —dice la muñeca, llorando—, no quie¬ro a
ese maricón de lobo.» «Pero si soy ingeniero elec¬trónico,
convertido en lobo por las malas artes de una bruja malvada. Y si esta
niña virgen me besa en la fren¬te, me convertiré en un joven
ejecutivo, buena presencia, sensible y cariñoso, ofrécese para
amistad afectuosa.» Entonces la niña besa al lobo, y... ¡zas!,
aparece el in¬geniero guapísimo, que de la alegría se tira un pedo
tre¬mendo en plena cara de! enano, que cae redondo al suelo. Es
sabido que los pedos de ingeniero son venenosísimos para los enanos.
Al verlo, la niña se enamora del inge¬niero: «¡Oh qué guapo, qué
guapo!» Y el ingeniero, como había pasado mucho tiempo y la niña
había crecido..., le habían salido esas cosas redondas que las
mujeres tienen por delante y por detrás. ., que los ingenieros se
vuelven locos por esas cosas redondas..., ¡por algo eligen esa
facultad! «Me lo he pensado mejor», dice, «ya no me caso con la
muñeca, sino con la niña de las tetitas pimpantes y el culito
redondo». Así que se casaron y vivie¬ron eternamente felices. Al
día siguiente, la muñeca dice: «¡Asamblea, asamblea! ¡Queridos
novios de mierda! ¡Ya está bien, eternamente felices! Estoy hasta
los cojones de veros morreándoos todo el día, y a mí me margináis.
Y encima él se larga a electronizar, y tú te quedas llo¬riqueando
hasta que vuelve por la noche, ¡te tumba en la cama, y hala! Y por la
mañana, lo mismo, que pone el despertador, ¡y otra vez igual! Y
también después de comer, que es malísimo para la digestión.»
«Pero es que yo soy muy feliz —dice la niña-mujercita que tenía
la tripita hinchadica—, ¡estoy tan enamorada!» «No me vengas con
paridas —dice la muñeca de trapo—, ¡Soy feliz!”, pero si en
mi vida he visto una gilipollas tan triste como tú. Gilipollas, sí,
como yo cuando estaba con el gatazo rojo... Pero es que además tú,
con el electró-nico, lo tienes aún peor. No te pega, pero te deja
todo el día aquí sola, no te dirige la palabra, ¿no te das cuenta
de que es aún peor, tarada?» «Oye, asquerosa muñeca de trapo
—gritó el ingeniero buena presencia—, ¡o dejas de lavarle el
coco a mi mujer, o te tiro a la taza del water!» «Muy bueno lo tuyo
—contestó la muñeca, muy chula y muy basta—., ¡pero al water te
vas tú a cagar!» ¡Le dijo eso a un electrónico! «De acuerdo, iré
al water, pero contigo, para limpiarme el trasero.» Y sin
pensár¬selo dos veces, el ingeniero electrónico coge la muñeca de
trapo y se encierra en el -water. «¡No, por favor, no lo hagas,
maridito mío, no le hagas eso a mi muñeca, pobrecilla, abre!» «No
pienso abrir, tengo los pantalo¬nes bajados y ahora misino voy a
limpiarme el trase¬ro.» Entonces se oyó un terrible alarido del
ingeniero: «¡Ahahahahab!», un alarido electrónico. ¿Qué es lo
que había ocurrido? Que la muñeca, mientras él se limpia¬ba...,
¡zas!, se le metió dentro, con su cabecita, y sólo le asomaban los
pies. «Ayúdame, esposa mía, que ha ocurrido una desgracia. Esa
muñeca malvada se me ha me¬tido por el trasero..., ¡sácamela!»
«Ya tiro. ., ¡pero no sale!» «¡Ayyy, qué dolor! Me siento
morir..., ¡es como si estuviera pariendo! ¡Socorro! ¡Llama a la
comadrona!» La niña-mujer obedece y va a avisar a la comadrona. No
hace más que abrir la puerta de la casa..., las vías del Señor ya
se sabe que son infinitas..., que por ahí pasaba precisamente una
comadrona, con un mandil que ponía «Comadrona», pero al revés,
como en las ambulancias. «Pase, señora comadrona, el cielo la
envía, tengo un problema de familia...» Cuando la comadrona vio el
trasero del electrónico, preguntó: «¿Es su marido?» «Sí.»
«Par¬to difícil, viene de nalgas.» Y le entró tanta risa, que,
como a todas las mujeres, (al público) ya sabéis lo que nos pasa
cuando nos entra la risa floja... (Grita.) «¡Que me meo! Soy
comadrona, sí, pero estoy embrujada, y hago muchísimo pis...
¡Socorro! No quiero hacer un de¬sastre..., inundaciones... ¡No
quiero muertos! Déme un cubo.» Le dan un cubo, y hace todo su pis,
muy digna. «Déselo a su marido para que se lo beba. Es pis
embru¬jado. Le ayudará a evacuar.» El ingeniero: «En esta casa os
habéis vuelto locas, si pensáis que me voy a beber el pis de una
comadrona a la que ni siquiera conozco.» «Pues yo te la presento.»
«¡No! ¡No quiero conocerla!» «Pero es que tienes que evacuar...»
«Es verdad, de acuer¬do, pero añádele un poco de vermut, vino
dulce, dos hue¬vos batidos... Qué rico, prueba, está muy rico, ¿no
que¬réis?» «No, tómatelo tú...» Y él, venga beber... y el
vientre se le hincha, se le hincha, y ¡buml, estalla. Y no quedó del
ingeniero ni el rotring que llevaba siempre en el bolsillo. En cambio
la muñeca estaba enterita, y se reía como una loca. «¿Has visto
—le dijo a su amiga la niña crecidita—, pedazo de estúpida?
Ahora ya eres libre, dueña de tu cuerpo, de tus elecciones, de ti
mis¬ma, eres ¡¡¡libreee!!! Vamos.» La niña crecidita aprieta muy
fuerte conta su pecho a su muñeca, y poco a poco la muñeca
desaparece dentro de su corazón. Ahora la niña crecidita está sola,
en un camino muy largo,, muy largo... Caminando, caminando, llega a un
árbol muy grande, y debajo del árbol hay muchas niñas creciditas
como ella, que la reciben con mucha alegría. «Siéntate —le
dicen—, ven con nosotras, nos estamos contando cada una su historia.
Empieza tú», le dicen a una rubita. Y la rubita empieza: «Yo cuando
era pequeña tenía una muñeca de trapo que decía palabrotas.» «Ja
ja —se ríen en coro todas las niñas creciditas—, qué gracia,
quién lo hubiera dicho. Tenemos todas la misma historia..., todas: la
misma historia que contar.»

puntos 97 | votos: 99
Cosas que parecen mucho - más bonitas si las observas con las personas adecuadas.
puntos 14 | votos: 14
Entonces dime... - ¿Hasta cuando tengo que sufrir?
puntos 9 | votos: 9
La gente mira extraño - a los que no son iguales a ellos y por el hecho de ser diferente
tienden a juzgarlo
puntos 82 | votos: 82
Es de ignorantes - atacar a lo diferente
puntos 6 | votos: 6
Me pregunto qué es lo que abra - al otro lado del espejo

puntos 8 | votos: 8
Me puedes ver por dentro - con solo mirarme de frente
puntos 9 | votos: 9
Tengo mucho que escribir - y poco papel
puntos 5 | votos: 5
Si crees en ti mismo - ni el cielo sera tu limite
puntos 5 | votos: 5
Va pasando el tiempo y ves - que no existe lo perfecto
puntos 4 | votos: 4
Estoy harto de vivir - huyendo siempre del pasado

puntos 5 | votos: 5
Cuántas cargas - he llevado para tan pocos años
puntos 5 | votos: 5
Cuando hagas algo - hazlo porque prefieres hacer eso a cualquier otra cosa, sino, no lo hagas
puntos 6 | votos: 6
Tu decides - tiras al mas la carga para salvar a la tripulación o tiras algunos
cuantos para salvar la carga
puntos 65 | votos: 69
Brindo por todo - el que puede ser feliz aunque no tenga nada
puntos 8 | votos: 8
La vida no es un cuento - mucho menos de hadas

puntos 7 | votos: 7
El tren pasa solo una vez - y yo no dejaría marchar
puntos 6 | votos: 6
No escogiste donde nacer - pero si donde estarás mañana
puntos 6 | votos: 6
Y tu... - ¿Que quieres ser cuando seas grande?
puntos 2 | votos: 4
Hector Lavoe me decía - que me suerte iba a cambiar
puntos 16 | votos: 16
Estoy cansado de gastar energía - en palabras que no tienen sentido para nadie

puntos 14 | votos: 14
Tengo derecho a soñar - y a convertir mi fantasía en realidad
puntos 9 | votos: 9
Ser rió en lugar de laguna - ser lluvia en lugar de ver llover
puntos 54 | votos: 62
Si tú estás no le temo a nada. -
puntos 9 | votos: 9
Tantos finales, tan pocos felices - Tantas heridas, tantas cicatrices...
puntos 11 | votos: 11
Por esas veces - que no puedo más pero siempre lo intento

puntos 11 | votos: 11
Hay cosas - que se tatúan sin tinta
puntos 11 | votos: 11
No te puedes rendir - ni permitir que te destrocen
puntos 7 | votos: 7
Mírate al espejo y di: - Nadie podrá conmigo
puntos 8 | votos: 8
No dejes que nadie te corte las alas - nadie mas que tu conoce lo que necesitas
puntos 11 | votos: 11
A veces hay que llorar - para que te deje de doler





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