En Desmotivaciones desde:
19.10.2011

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puntos 13 | votos: 13
No es solo el comienzo - de mi aventura, es el comienzo de mi leyenda.
puntos 12 | votos: 12
Cada día hay algo - nuevo por hacer y algo nuevo que aprender.
puntos 1 | votos: 19
Mario Casas - La perfección en persona.
puntos 8 | votos: 10
Admítelo - tú también pones los 6 sentidos 
cuando juegas a las consolas.
puntos 10 | votos: 10
Solo quiero - encontrar mi lugar en el mundo

puntos 12 | votos: 12
SI DOS PERSONAS - se quieren, deberian poder estar juntas sin importar lo que sea que las diferencie
puntos 9 | votos: 9
-Chico: ¿La verdad duele? - -Chica: Sí, pero tengo una duda. ¿Por qué tú llevas calzoncillos?
puntos 10 | votos: 10
SE QUE ES MEJOR - abrazar la realidad que vivir en un falso sueño, pero aun asi, duele
despertar y descubrir que no estas a mi lado
puntos 7 | votos: 7
En la batalla - el que muestra debilidad es solo el primero que caerá.
puntos 12 | votos: 12
Me gustaría - volver atrás, para vivir otra vez aquellos momentos que me hicieron reír.

puntos 14 | votos: 14
Si los médicos aseguran - que reír alarga la vida, yo soy inmortal.
puntos 4 | votos: 6
Aburrimiento en clase - nivel->extremo
puntos 39 | votos: 39
Amar no es solamente querer, - es sobre todo comprender
puntos 5 | votos: 5
UN AMIGO - es esa persona que sabe lo que necesitas con solo mirarte a los ojos
puntos 12 | votos: 12
Piensa - que harias si esto ocurriera de verdad en la puerta de tu casa.

puntos 14 | votos: 14
Mentira popular #1 - Si me he liado con otros no ha sido 
por placer sino para intentar olvidarme de ti...
puntos 6 | votos: 6
MUCHAS VECES - no es que no podamos hacer realidad un sueño, es que tenemos
demasiado miedo de ver como se cumple
puntos 11 | votos: 11
Significado de ETC: - Escribir, Tanto, Cansa.
puntos 7 | votos: 7
Desmotivaciones - no entiende que debo estudiar.
puntos 15 | votos: 15
Si ahora - me echo atrás, nunca conseguiré lo que vine a buscar.

puntos 7 | votos: 7
EL TIEMPO - Lo que  dicen que  pasara                      -                                           Lo que pasa
puntos 11 | votos: 11
NO IMPORTA - con cuantas murallas protejas tu corazon, siempre habra alguien que
encontrara una grieta por la que colarase
puntos 10 | votos: 10
Antes de hablar - piensa bien lo que vas a decir o te podrás arrepentir.
puntos 17 | votos: 17
HASTA EL CORAZON - mas frio es capaz de derretirse bajo la calidez de una sonrisa de la persona indicada
puntos 10 | votos: 10
todos creen - que el sueño de toda mujer es encontrar al hombre perfecto
!!!!!!PUES NOOO!!!!!
es poder comer de todo sin engordar

puntos 25 | votos: 25
Porque nunca nos despertamos - en la misma posición que nos acostamos
puntos 10 | votos: 14
Por todas esas chicas - que nos vemos El barco sólo porque sale Mario Casas .
puntos 12 | votos: 12
POR FAVOR - No leas este cartel!!! dije que No! .. que pares te dije! pero Ya! que
no leas! ¿No entiendes? ¡deja de leerlo! WOW! ERES UN REBELDE!
puntos 2 | votos: 2
¿Principe Azul? - Mejor un lobo, te ve mejor, te escucha mejor y te come mejor.
puntos 13 | votos: 13
Prefiero vivir - la vida a mi manera, lo de cada día ya me aburría.

puntos 6 | votos: 6
Gente - que parece necesitar un suministro continuo vía intravenosa de All-Bran.
puntos 4 | votos: 4
+ Mi novio? - ves a aquel chico de la camiseta rosa? Pues el de al lado.
- No hay nadie al lado.
+ Exacto.
puntos 20 | votos: 22
Dato intrigante #1: - Puedes haber visto a walt_k por la calle y no haberte dado cuenta.
puntos 13 | votos: 15
TÚ - ahora mismo.
puntos 8 | votos: 8
LAS GUERRAS - no las gana quien mas tierras invade, si no quien mas corazones conquista

puntos 8 | votos: 8
LA MEJOR FORMA - de librarse de la tentacion es caer en ella
puntos 22 | votos: 22
No hagas de tu vida - una pesadilla, intenta mejorarla para convertirla en un sueño.
puntos 17 | votos: 17
Confié en alguien - y me traicionó, y aún así parece que no aprendí la lección.
puntos 18 | votos: 18
Tan cerca estaba - que no podía darme cuenta de lo que de verdad tenía.
puntos 8 | votos: 8
Siento decepcionarte - pero no soy de esos que se rinden a la primera.

puntos 7 | votos: 7
HAY SENTIMIENTOS - que duran para siempre, pero tambien hay lecciones que nunca se aprenden...
puntos 5 | votos: 25
Me gusta Justin Bieber - y también hacer bromas pesadas.
puntos 6 | votos: 6
EN AQUELLA - ultima lagrima, encerre mi promesa de guardarte para siempre en el
fondo de mi corazon
puntos 23 | votos: 25
Historia del maltrato - Javier me llamaba torreta solamente por ser alto. A causa de ser
alto, tenía problemas de espalda y me llamaba Gollum, como ese
personaje de “El Señor de los Anillos” que iba siempre encorvado.
Un día decidí armarme de valor y pegarle. A pesar de que me pegó un
rodillazo en los testículos, le di un bofetón que le dejé la cara
roja. Después de dos puñetazos en el estómago y que mi puño
estuviese temblando después de haberle atestado semejantes golpes, un
profesor nos paró y nos mandó al jefe de estudios. Primero se
explicó él, con una excusa barata mientras sollozaba a causa del
dolor que le causé.

- ¿Qué ha pasado?-Preguntó el jefe de estudios.

- Diego se acercó a mi cabreado y…y… me dio una bofetada, nos
peleamos y…y... mire cómo me ha dejado la cara-Dijo entre llanto y
llanto mientras se señalaba la cara donde estaba la marca de mi mano.

- Está bien, vete a la enfermería a que te curen.

Javier se fue de la habitación con las manos en la mejilla mientras
los demás alumnos miraban asombrados el panorama fuera del despacho
del jefe de estudios.

-Bien, ya he oído su versión. Ahora, Diego, explícate.

-Javier me ha estado insultando desde hace ya cuatro meses-Respondí
escuetamente.

-¿Nada más?-Negué con la cabeza como respuesta.

-Bueno-Continuó el jefe de estudios-A pesar de los acontecimientos,
creo que tú, Diego, no tenías motivos para pegar a Javier de esa
forma. Estás en un colegio católico y te hemos enseñado a que no se
debe pegar a nadie. Estáis castigados los dos, pero tú más tiempo
que Javier.

Salí del despacho del jefe de estudios mientras veía que algunos
alumnos se alejaban de mí aterrados. Me tenían miedo porque yo lo
notaba en sus ojos. No me importaba.
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Aquella corta experiencia no sirvió de nada. No solo Javier se metía
conmigo, sino cuatro años después, más gente se metía conmigo. Por
culpa de aquella pelea que tuve, me moría por dentro al querer
ajustar cuentas con aquellos chavales, pero mis padres me echaban
broncas y me decían que era una mala persona. No querían cambiarme
de colegio. En el colegio me trataban como a un desperdicio. No me
gustaba la violencia ya que siempre me pongo tenso cada vez que voy a
entrar en una pelea y me dan ganas de llorar. Nunca he tenido trato
con mis padres porque ellos nunca lo han querido tener conmigo. No le
importaba prácticamente a nadie, pero nunca me quejé, ya que, según
mis padres, “era una mala persona”.

Después de aquel incidente, mi clase me rodeó en una esquina y me
echaban la culpa de algo que hice mal, pero que al fin y al cabo no
era para tanto. Todos habíamos hablado en clase de Lengua y el
profesor nos castigó sin recreo. Uno de aquellos abusones me empujó.
Yo, en vez de empujarle, le asesté tres golpes en la cabeza,
estampándole su cara contra el armario a cada golpe. Le salió un
chichón. Una vez más, me enviaron a mí y a este chaval al despacho.
De este chico ya ni me acuerdo de su nombre, pero eso no es lo
importante. El jefe de estudios era otro, llamado don Manuel. Nos
sentamos los dos mientras don Manuel se fijaba en mí. 	

-¿Puedes contarme tu versión junto a tu compañero, Diego?

-No-Respondí.

-Bien, entonces te pido que te vayas y vuelvas cuando termine con
Diego-El chico del chichón se fue de la sala con unas lágrimas en
los ojos de dolor.

-Menudo chichón has dejado a tu compañero, ¿eh?-Se rió mientras me
ofrecía un caramelo, el cual rechacé.

-No me resulta divertido dejar semejante chichón a una persona por
muchas razones que pueda tener.

-Sabes lo que va a pasar, así que tomártelo con un poco de humor no
viene mal al fin y al cabo-Me repugnó esa forma de pensar que tuvo,
pero razón no le faltaba-¿Insultarte es un motivo para pegar a la
gente? Vaya, eso es algo nuevo que no se aprende todos los días.
¿Qué será lo siguiente, matar a gente por escuchar rap?

-Está más justificado tener motivos para pegar que no tener motivos
para insultar.

- En este colegio no te enseñamos así. Estás desperdiciando una
oportunidad de ser buena persona.

- No me pongas semejante excusa, don Manuel-Me levanté furioso de la
silla y puse las dos manos en su escritorio de forma violenta- No me
está dando un argumento, me está dando una excusa. Mire, soy
católico gracias a este colegio, es algo que agradezco, pero
Jesucristo dijo en una ocasión: “Amaros unos a los otros como yo os
he amado.” Si de verdad el tonto del chichón es católico, díselo
a él también, pero le voy a decir lo que va a pasar: A mí me
castigarán y a él no, porque prefieren ver la estética del colegio
impoluta que ayudar católicamente a los alumnos.

Efectivamente, me castigaron a mí y a él no. De todas formas, ahora
da igual…soy una persona que busca ahora la venganza en todos
sitios. No soy un héroe, ellos no matan si no es por defensa propia.
Yo ahora mato y lo hago por las injusticias. Ten cuidado, no insultes
a nadie, puede que tú seas el próximo…
puntos 16 | votos: 16
Me gustaría saber - con que soñaría el ser humano si la magia fuera real.

puntos 8 | votos: 8
LA VIDA NO SIEMPRE ES - un cuento de hadas con final feliz, a veces, debemos sacrificar
nuestra propia felicidad para que sea otro quien la disfrute
puntos 4 | votos: 6
LA VERDAD - es que no soy fuerte, solo intento parecerlo cuando estoy contigo
puntos 11 | votos: 11
Una lluvia de barro y sangre. - La lluvia caía sin descanso por las ya inundadas calles de París
durante dos días seguidos. El temporal estaba arreciando y no tenía
intención alguna de parar. Las carreteras estaban anegadas, las
aceras intransitables y los ríos que atravesaban la ciudad empezaban
ya a desbordarse.  

El plan de emergencia ya había sido activado y los equipos de
salvamento hacían todo lo posible por evacuar a las víctimas de la
riada que ya se había tragado la mayor parte del centro de la ciudad.

Marcel salía del trabajo un par de horas antes de lo habitual por
orden de los directivos de la empresa como medida de precaución
frente a la catástrofe que se avecinaba y que amenazaba con sumergir
la ciudad tarde o temprano.

—Joder, qué mal tiempo hace ¿no?— inquirió Charles, su
compañero de trabajo—. Bueno, mientras nos dejen salir antes…—
dijo con tono socarrón esperando la contestación de su colega.

—Sí— respondió éste—. Y todavía dicen que va a ir a peor. 

—Qué locura, si es que el tiempo está como una regadera. Je, ¿lo
pillas?— a pesar de la situación, el joven compañero de Marcel
todavía conservaba el buen humor que le caracterizaba.

—Sí, sí… Qué gracioso— respondió con poco entusiasmo. En
otras circunstancias, Marcel se hubiera incluso reído de aquella
tontería, pero esta vez no tenía ganas de juerga. Según los
expertos, el barrio de Marcel estaba a punto de ser el siguiente en
hundirse.

Con rapidez se encaminó hacia la salida para acabar con esa charla de
besugos, quería llegar a su casa cuanto antes para decidir qué
salvar en caso de que tuviera que ser evacuado. Se despidió de su
compañero y salió del edificio. En un primer momento habría pensado
en coger el coche para llegar cuanto antes a su casa, pero ese día el
tráfico estaba cortado por toda la ciudad, con las consecuencias que
aquello ocasionaba, por lo que quien tuviera que ir al trabajo, o
volver de él, no le quedaba otra opción que hacerlo a pie. Suspiró.

Aquella tarde sólo unas pocas personas como él habían ido a
trabajar a pesar del temporal, por lo que a esas horas las calles
estaban vacías de transeúntes, sólo estaban él, la basura que se
llevaba el viento y la basura arrastrada por la corriente. 

Caminó lo más deprisa que podía. No quería correr por miedo a
tropezarse y quedarse herido y solo en medio de la nada. Pero aún
así esa velocidad era lenta incluso para él, por lo que optó cortar
por lo sano y pasar por la Plaza de la Concordia para cruzar el
Jardín de las Tullerías, el cual, aunque se había convertido en un
horrible barrizal, era de todas formas el atajo más rápido para
llegar a su casa.

Cruzó el cordón de advertencia que habían puesto ahí para evitar
que nadie se accidentara con el fango, pues los servicios de
Emergencias  estaban cortos de personal y no podían dedicarse a
recoger paseantes perdidos en medio de la inmensidad del Jardín. Pero
a Marcel no le quedaba otro remedio: con toda seguridad su casa no
pasaría de esa noche, y además él era un hombre precavido, por lo
que no tendría ningún problema en atravesar el parque en cuestión.

Avanzó con dificultad, sus pies resbalaban, la lluvia le golpeaba en
la cara y más de una ocasión tuvo que esquivar un proyectil de
desechos voladores. 

Aquel paseo estaba siendo más tortuoso de lo que él pensaba y lo que
en un principio iba a ser cruzar de parte a parte el paseo principal
del Jardín, se había convertido en una aventura.

Fue entonces, mientras pensaba en lo agotador de su travesía, cuando
se percató de que había una sombra sentada en un banco a su lado.
Esa sombra pertenecía a una persona de baja estatura que se refugiaba
en un largo abrigo y en sus manos parecía como su guardara algo
pequeño, como si lo estuviera protegiendo.

—Qué mal día hace hoy— Marcel se acercó al extraño personaje.
No sabía si necesitaba ayuda o si simplemente estaba allí por
decisión propia. 
La sombra no respondió. Marcel lo volvió a intentar.

—Disculpa, ¿necesitas ayuda? ¿Hola?— se acercó con cautela.

>>Oye, chico ¿no eres demasiado joven como para estar aquí? Venga,
este sitio es peligroso. Vuelve a casa— Marcel seguía acercándose
al joven.

>>Chico. ¿Chico?— le puso la mano en el hombro y el joven se
desplomó hacia adelante.

>>¡Ah! ¡¿Pero qué coño?!— exclamó sorprendido, pero esa
sensación se vería transformada en miedo cuando miró al agua
alrededor del cuerpo. Ésta se estaba tiñendo de rojo.

El hombre le cogió de la muñeca, le tomó el pulso y comprobó que
de verdad el joven estaba muerto. Y no sólo eso, sino que también
descubrió la empuñadura de un cuchillo de gran tamaño asomando por
la espalda del muchacho.

Retrocedió de un salto y las ondas que provocó en el agua a
consecuencia de esto movieron las manos del cadáver que soltaron una
extraña figurita de arcilla. Se trataba de una figurita que se
asemejaba a una niña, cuya forma empezó a desintegrarse, al igual
que el material del que estaba hecha.

—Joder, joder, joder— blasfemó con gran horror. Había visto
aquellas figuritas antes y en aquellas circunstancias y sabían qué
significaban. Desde hace un tiempo, alguien había empezado a asesinar
a gente y dejando en la escena del crimen figuritas de arcilla
¿Sería este desgraciado la siguiente víctima o sólo se trataba de
una coincidencia? Y lo peor de todo ¿Seguiría por ahí el asesino?
¿Sería él el siguiente?

Abandonó el cadáver y salió corriendo lo más deprisa que podía de
la escena del crimen. Ya no le importaba tropezarse o pisar basura o
lo sucio que pudiera quedar. Llamaría a la policía desde la cabina
más cercana y volvería a casa lo antes posible.

Corrió o, mejor dicho, vadeó el Jardín a gran velocidad y acabó
por fin en el otro extremo de lugar, frente al Museo del Louvre. Allí
consiguió alcanzar una cabina telefónica y llamó a las autoridades
rezando porque la línea no estuviera cortada o estuviera saturada.
Entonces fue cuando sonó una voz femenina al otro lado.

—Policía, ¿dígame?

—Hola, buenas tardes. Quiero informar de un asesinato.

—¿Perdone? No le oigo bien— se podían escuchar como
interferencias. La línea telefónica estaba a punto de caer también
a consecuencia del temporal. Marcel debía actual rápido.

—Sí, le digo que he encontrado un cadáver aquí, en el Jardín de
las Tullerías. Vengan rápido— Marcel hablaba alto y
atropelladamente para no perder tiempo, pero esta vez la operadora
pareció entenderle.

—De acuerdo, mandaremos una patrulla cuando podamos. Ahora mismo no
podemos atender su aviso, ¿podría darnos su nombre, apellidos,
dirección, así como un número de contacto para que le podamos
localizar, por favor?

Marcel dio toda la información necesaria y colgó. Respiró aliviado
por superar aquella prueba pero no debía dormirse en los laureles.
Todavía le quedaba volver a casa… si es que nadie se lo impedía.

Reemprendió  el camino por la carretea sin mayor incidencia salvo las
causadas por la tormenta, pues como no había tráfico, tenía la
calle para él solo.

Estaba a unas pocas manzanas de su casa cuando unas luces le
sorprendieron por detrás. No se trataba de un coche, sino más bien
de un camión que se acercaba a él a gran velocidad. Marcel saltó a
la acera para dejar paso libre al pesado vehículo, pero cuando este
cambió de dirección hacia la acera, Marcel lo tuvo claro: es el
asesino.

Sin dudarlo por un solo momento, tiró su paraguas y la carpeta con
sus documentos del trabajo. Su vida era más importante. Corrió y
corrió, pero el 
camión era más rápido que él y pronto le daría alcance.

Entonces, en un intento por esquivar a su perseguidor, Marcel torció
en la boca de un estrecho callejón con la esperanza de que el
vehículo se viera obligado a pasar de lado o de que tuviera que
maniobrar para poder entrar. 

Nada más lejos de la realidad: el conductor del vehículo era un
psicópata imparable y poco le importó dónde se metiera su víctima.
Estaba decidido a matar a Marcel por el medio que fuera.

El camión dio un giro brusco y derrapó hasta chocar con la esquina
del callejón, pero no se detuvo ahí. El camión volvió a acelerar y
entró estrepitosamente en el estrecho pasadizo. Marcel no podía
creérselo, ¡ese tipo quería matarlo! Corrió. Corrió como nunca
antes lo había hecho, buscando un lugar en el que resguardarse,
algún portal o comisura en la pared en la que poder entrar para
evitar ser arrollado. Pero ahí no había nadie.

El callejón se terminaba. El camión ya casi lo tenía.

¿Debía hacer Marcel un último esfuerzo?

¿Debía rendirse a lo inevitable?

Ya casi estaba fuera. El callejón finalizaba en una calle trasversal
y, si no tomaba una decisión, si no elegía adónde ir ahora, derecha
o izquierda, lo único con lo que se toparía sería una precipitada
caída a las furiosas aguas del Sena.  

No se lo pensó. Giró a la izquierda al alcanzar la esquina. Se
tropezó y se cayó al suelo golpeándose la cabeza con una farola.

El camión seguía su marcha, pero cuando vio que su objetivo giraba
hacia la izquierda, el vehículo intentó frenar, pero las ruedas no
podían agarrarse al firme de la calzada y al final acabó
deslizándose contra la barrera de protección rompiéndola como si
fuera de mantequilla y cayendo al canal.

Marcel se levantó. Todavía le dolía todo el cuerpo y seguía
agotado. El caer al suelo le había empapado por completo y notaba las
molestias que le causaba la ropa del trabajo. Sin embargo, todo ello
era pasajero en ese momento. Contra todo pronóstico seguía vivo.
¡Había derrotado a su destino!

Tras levantarse y desabrocharse el nudo de la corbata, continuó en
dirección a su hogar, donde se encontró un coche patrulla. Dos
agentes salieron del vehículo a recibirle y éste les contó lo que
había pasado. Les habló del encuentro del parque, de la figurita y
de la persecución. Los policías tomaron nota y se ofrecieron a
escoltarle hacia la comisaría más cercana para poder redactar un
informe completo sobre todos los sucesos de los que Marcel había sido
protagonista ese fatídico día. Éste aceptó pero les rogó que le
esperaran un momento mientras él se cambiaba de ropa y cogía lo
indispensable en caso de que se hiciera efectiva la evacuación.

Entró en la casa y pulsó el interruptor de la entrada, pero no
funcionaba.

—Vaya, debe ser que al final la corriente se ha ido al
garete—sentenció.

Subió a su dormitorio, se cambió de ropa, hizo las maletas y bajó a
la cocina a prepararse algo de merendar. 

Entonces lo vio…

Una figurita. Pequeña. Iluminada por la mortecina luz que entraba por
la ventana. Era de arcilla. Era una niña.

“Está aquí”. Pensó Marcel atónito. Intentó salir a la calle
para avisar a los agentes. Pero de repente sintió algo… Una
sensación que nunca antes había sentido, como un frío que se
apoderaba de todo su ser. Un frío que 
literalmente le atravesaba las entrañas… 

Miró hacia abajo y para su asombro vio sobresalir el filo de un
cuchillo de gran tamaño de su torso. No podía creer qué, cómo ni
por qué, pero en esos momentos poco le importó.

Sintió miedo. Sintió frío. Sintió sueño. 

Todo había acabado…
puntos 14 | votos: 14
Historia del botón rojo - Abrí los ojos. Estaba en una sala a oscuras. No sabía dónde estaba.
De pronto se encienden las luces. A causa de la oscuridad veo borroso
en todas partes hasta que las cuencas de mis ojos son capaces de
vislumbrar una mesa de aluminio con un botón rojo encima junto a una
persona. Era un hombre con el pelo rubio y largo, ojos color miel, con
un hombro más grande que otro. En su muslo derecho tiene un puñal
clavado, pero no sale sangre y ni tan siquiera hay manchas de ello.
Lleva una gabardina que le llega hasta la cadera y unos pantalones
vaqueros, rajados por la pernera izquierda. Era la visión de una
persona muy extraña para mí, ya que no había visto a nadie igual.
Su cara era una expresión de dolor y alegría a la vez, como si
supiese el día de su muerte.

De pronto, se me acercó lentamente y me dijo algo que cambiaría mi
vida para siempre:

—Hoy vas a ser el que decida la vida de muchas personas, Steven.

— ¿Cómo sabes mi nombre?  ¿Cómo he llegado hasta aquí? ¿Quién
coño eres?

—Solamente sé lo que debo saber, nada más. He llegado igual que
tú a esta habitación y tan solo he visto esta nota en la que te
decía qué tienes que hacer.

Me entregó una nota, en la cual decía: “Dile a Steven que debe
decidir el destino de todos los criminales del mundo. Si no pulsa el
botón, todos los criminales podrán irse de esta gran sala. Si lo
pulsa, los matará a todos, soltándose un gas mortífero.”
Anonadado estaba. Miré a aquel hombre extraño y me señaló a una
ventana que estaba enfrente de la mesa. Una sala enorme, totalmente
llena de personas. Hombres, mujeres de todas las edades y de todos los
lugares del mundo. Todas aquellas personas habían quebrantado la ley
con asesinatos, estafas, timos, atracos, falsificaciones y demás.
Estaban todos dormidos, sin expresión de terror o miedo en sus caras.

—	Llevo aquí desde hace dos días y solamente he visto a este
montón de gente durmiendo. No se han despertado en ningún momento y
eso me preocupa.

—	¿Qué te pasó en la pierna?

—	El tipo que me secuestró me clavó este puñal mientras intentaba
dejarme inconsciente. ¿Tú cómo has llegado hasta aquí?

—	No me acuerdo de nada, salvo de que estaba en mi casa y todas las
luces se apagaron…Me desperté aquí.

—	Ninguno de los dos tiene suerte, ¿eh?
Me quedé viendo aquel botón rojo. No tenía claro qué hacer.

—	¿Qué vas a hacer?- Preguntó.

—	Irme de aquí, no pienso formar parte de esto.

—	La puerta está cerrada. Cuando nuestro secuestrador te dejó, yo
estaba durmiendo.

—	¿Cómo sabremos si podemos salir de aquí?

—	Tan solo tienes que tomar una decisión. O los matas, o no los
matas.

Caminé hacia la mesa con el botón encima. Tenía que tomar una
decisión. Todas aquellas personas habían cometido malos actos y si
mueren se podría conseguir la paz mundial. Sería un mundo perfecto,
sin preocuparse de ser atracado o asesinado en cualquier momento. Se
podría ayudar a todas esas personas que lo han pasado mal por culpa
de esta gente. Además, es gente que ha tirado su vida a la basura y
que nadie echaría de menos. También quería salir de aquí, así que
hice algo que debí pensar dos veces. Pulsé el botón. El gas empezó
a fluir saliendo del conducto de ventilación. Pero también oí una
cosa: Un disparo. El mecanismo del botón activó una pistola que
estaba a mis espaldas y me había dado en el cuello, mientras
desangraba poco a poco, aquel hombre abrió la puerta y antes de irse
dijo lo siguiente:

—	Enhorabuena, Steven, has matado a todos los criminales del mundo.
Veo que no te acuerdas de mí ni de tu intento de matarme con este
puñal mientras te secuestraba. Ahora te dejaré morir mientras ves
cómo te conviertes en el mayor asesino de todos los tiempos. Pero
esto no hará que el mal se erradique mientras existan seres humanos
en este planeta. Adiós, Steven.

Entonces comprendí que yo debería haber estado en esa sala enorme
junto a los criminales.
puntos 10 | votos: 10
El crimen perfecto - Felipe, el marido de María, era un hombre de costumbres, y era por
eso por lo que a las 18:00, ella estaba en la cocina sacando una
cerveza de la nevera para cuando él regresase de trabajar.

Sonreía. Hoy la rutina iba a ser muy distinta: ese día era su
décimo aniversario de bodas y algunos amigos irían a visitarles a
eso de las 20:00. Encima de la mesa del salón había una enorme
escultura de hielo que representaba a una pareja de cisnes
arrejuntados y alrededor de ella veinte vasos esperando a sus
respectivos usuarios. Alicia estaba ya impaciente por que llegara la
hora.

Era feliz: tenía un hermoso bebé durmiendo en la planta de arriba,
una casa muy bonita y un marido al que amaba con locura. Y no sólo
eso, sino que además él era un ejecutivo de una importante empresa,
y ella podía vivir sin demasiadas preocupaciones como ama de casa.

Su esposo abrió la puerta y se metió en la cocina. Ella se volvió y
le dio una cerveza tras un intercambio de arrumacos mal
correspondidos, síntoma de que algo no andaba bien.

—Siéntate— dijo con seriedad—. Tengo algo que decirte.

María no sabía que en los próximos dos minutos su vida iba a
cambiar para siempre.

—Lo siento— prosiguió—. Sé que es nuestro aniversario, pero
tengo que confesarte que Kati, mi secretaria, y yo estamos saliendo,
ya tenemos planes hechos y bueno… quizás es hora de que nos
separemos. No te preocupes por Lucas, todavía es pequeño, me
seguirá teniendo como padre.

¡No podía creer lo que sus oídos le decían! ¡Estaba soñando!
¡No podía ser verdad!

—Vale— consiguió articular ella—. Iré a prepararme para la
fiesta...

Entró tranquilamente al salón y cuando volvió, su todavía marido
estaba de espaldas a ella, bebiendo su cerveza tranquilamente. María
llevaba algo en sus manos, algo grande y pesado. El hombre se volvió.

—¡Pero qué…!— Esas fueron las últimas palabras de Felipe. Su
mujer le había golpeado mortalmente con aquello en la cabeza.

Al principio no se movió, pero tres largos segundos más tarde el
hombre cayó al suelo.

De repente María empezó a pensar con claridad. Devolvió el objeto a
su sitio y llamó a la Policía. Después puso la calefacción al
máximo y subió las escaleras en dirección al dormitorio para
maquillarse.

La Policía llegó en seguida, pero como se trataba de un pueblo muy
pequeño, los efectivos que allí había no eran más que un inspector
con pocas luces y un par de ayudantes. Los recién llegados empezaron
a investigar.	

—¿Está bien?— preguntó, preocupada.

—Está muerto— respondió un agente. Ella gritó.

—¡No! ¡Felipe, no!— lloró desconsolada mientras se acercaba al
cadáver de su fallecido esposo—. ¡No, por favor! ¡Tú no, Felipe!


La mujer se levantó y se acercó al inspector.

—Dígame, ¿tiene alguna pista de quién puede haberlo hecho?

—Ladrones. Lo más probable es que volviera de trabajar sin saber
que había alguien en la casa, y ese alguien le mató. Últimamente se
han registrado varios asaltos por los pueblos de alrededor.

—Dios mío…— más lágrimas cayeron por el rostro de la mujer.

—Siento tener que hacerle esta pregunta pero, ¿podría decirme qué
estaba haciendo usted mientras tanto?

—¿Yo? Estaba haciendo la compra— empezó a inventar—. Nada
importante, sólo unas cosillas para la fiesta— dijo mirando
aquellos vasos de la mesa, aquellos vasos que rodeaban una estatua de
hielo que estaba empezando a perder su forma.

—Perdón— interrumpió el inspector—, pero debemos encontrar el
arma homicida lo antes posible. Si el crimen no fue premeditado lo
más probable es que el arma todavía siguiese por aquí, muy cerca.
Señora, ¿le importaría que echáramos un vistazo por la casa?

—No, en absoluto. Por cierto, ¿quieren que les traiga algo de
beber? Parece que están sudando— observó la mujer.

—Sí— respondió el hombre—. La verdad es que hace mucho calor
en esta casa.

—No se preocupen, que ahora mismo les traigo algo frío de beber. Es
que a estas horas el calor de la calle todavía pega con fuerza.

María cogió unos cuantos vasos de la cocina, los llenó de brandy y
cogió parte del hielo de la estatua para echarlo a la bebida, que
repartió servicialmente mientras mostraba una mueca de intenso duelo
por la muerte de su amado y devoto marido mientras que por dentro era
sumamente feliz.

La investigación se prolongó hasta entradas las 20:00 de la tarde,
momento en el en que se retiraron los policías con el cuerpo y pudo
empezar la fiesta, aunque los invitados no lo estuvieran pasando tan
bien como habían planeado. María se convirtió en el centro de
atención y toda la fiesta giró en torno a ella. 

A estas alturas poco quedaba ya de la estatua de hielo salvo un
inmenso charco de agua que al final acabó saliéndose de su bandeja y
empapó el suelo momentos antes de que la anfitriona lo recogiera con
la fregona y tirara ese agua por el desagüe. 

—Me pregunto con qué le golpeó el ladrón al pobre Felipe—
preguntó uno de los invitados.

—Quién sabe…— respondió su acompañante.

María, que en ese momento pasaba por ahí, escuchó la conversación
y sonrió para sus adentros.





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