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21.10.2013

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Veterano Nivel 3

puntos 17 | votos: 17
La soledad no empieza a devorarte - hasta que te obligan a convivir con ella.
puntos 12 | votos: 12
Rojo gélido - La luz que se filtra por las ventanas tiñe la casa de un tintineante
carmesí. Las copas refulgen rojizas, vacíos sus cuerpos de frágil
cristal. El péndulo oscila lentamente mientras las manecillas
repiquetean inocentemente.
El silencio acuna la casa, las frías e inertes manos de la tragedia
se alargan hasta rozar la puerta principal. Un solitario baile
acontece en el centro del lugar. Eternamente inalcanzables, dos
figuras danzan. Sus cuerpos entrelazados suspiran mutuamente, sus
húmedos ojos dejan escapar vacías lágrimas que rebozan en las copas
de cristal.
El péndulo continua con su mecánico movimiento cual inerte verdugo.
El frío rojo que envuelve las estancias se pasea solemnemente por
ellas. Un rojo que se fue marchitando con el paso de las estaciones.
El polvo del olvido reclamó el lugar y se adueño de él mientras el
cáliz iba derramando su contenido. Las palabras se desvanecieron,
ahogadas en el silencio de la vida que se extingue. De los
sentimientos que se desprenden del cuerpo cual hojas de árbol en
otoño. De las miradas que ya no se encienden al encontrarse.
El péndulo del único reloj de la casa oscila hacia la derecha y
queda suspendido en un irreal equilibrio. Las figuras se estremecen,
incapaces ya de soportar el latido de sus pechos.
El péndulo reanuda su descenso, el afilado filo de su guillotina
compuesta de tiempo inexistente corta el silencio escarlata.
Dos cabezas rebotaron en la escalera, arrastrando consigo un
insoportable silencio. Una solitaria compañía que se volvió
demasiado pesada a medida que las manecillas avanzaban.
Dos cabezas rodaron por la alfombra, mas ya estaba bañada de
sangriento rojo. Dos cráneos se contemplan mutuamente mientras el
rojo se desvanece en un manto blanquecino. Lentamente, el rojo
carmesí se contrae, replegándose, mientras el inerte e ilusorio
blanco toma la casa.
Dos cuerpos se desplomaron en el suelo, sumiéndose en un sueño
eterno, incapaces tan siquiera de compartir el silencio mortecino que
los arropa.
puntos 13 | votos: 15
El humo de la locomotora se eleva, - mezclándose con las nubes de la perezosa madrugada. Las plumas de los
pájaros barren el suelo de la vieja estación, mientras unas
delicadas piernas, enfundadas en negras medias, se balancean
lentamente. El motor del tren deja escapar un fuerte estertor mientras
un silbido rompe el ronroneo de la descomunal máquina. La joven se
alisa el vestido con las manos, levantándose de un salto, mientras
toma una pequeña maleta que reposaba a sus pies. Camina hacia el
monstruo mecánico, su negro cabello se balancea elegantemente. Entra
en las entrañas de la criatura y se sienta en un desgastado banco de
madera, contemplando el paisaje que empieza a avanzar, rumbo a ninguna
parte.
puntos 13 | votos: 15
La intimidad acostumbra - a arroparse en un manto de silencio.
puntos 12 | votos: 12
Me gustaría saber - a partir de cuántas mascotas pasas de ser amante de los animales al
loco o la loca de los gatos.

puntos 14 | votos: 14
Todos estamos locos, - pero unos más que otros.
puntos 14 | votos: 14
Corriendo sin apenas respirar - una pequeña coneja de blancas orejas persigue a la luna. ¿Qué vera
cuando salta? ¿Acaso sabe quién se encuentra detrás de ella? La
coneja de orejas de algodón sigue saltando, la luna llena sigue
demasiado lejos de sus pequeñas manos. Tan cerca, pero a la vez tan
lejos, burlándose de ella mientras se balancea entre las estrellas.
Mirando entre carcajadas como cae, rozándola con la punta de sus
dedos plateados, mientras la pequeña coneja contempla como se aleja
de nuevo de ella. Desde el frío e inerte suelo, la coneja aguanta la
mirada a la luna, frotándose los ojos. Niega con la cabeza,
ajustándose el colgante. Alza la cabeza hacia la plateada reina de la
noche y le saca la lengua, descarada. “Ríete cuanto quieras” le
grita. “Pero una de estas noches saltaré tan alto que serás tu la
que tenga que levantar la vista para mirarme”.
puntos 25 | votos: 25
Las pesadillas, - al igual que los sueños, también pueden hacerse realidad.
puntos 8 | votos: 8
Espeso, cálido, frió... - Fluyendo por mis carcomidas venas, sin poder descansar, una verde
sustancia me ahoga. Dando vueltas sin rumbo, anclado en un pálido
cuarto, descendiendo en caída libre en una espiral sin fin. Ahora
durmiendo, ahora despertando. Poco más puedo hacer, perdido en un mar
de vendas y cables. Preferiría desaparecer… Respirando a duras
penas, conectado a las paredes de mi celda salpicada de mi propia
sangre en una existencia vacía. Viendo pasar los días y las noches,
diferenciándolos a duras penas. Gritando con mi agónica voz al
universo. Gritándole que me deje despertar de esta pesadilla que
ellos llaman vida. Si los sueños pueden hacerse realidad, las
pesadillas también ¿verdad?
puntos 19 | votos: 19
Me entristece encontrar - más consuelo y compañía en los libros que en las personas.

puntos 12 | votos: 12
En la oscuridad II - El manto de la noche cubre, silencioso, el mundo. Un niño alza la
cabeza, sonriendo, para recibir un beso de su madre. La mujer lo
arropa, deseándole felices sueños, antes de salir del cuarto,
cerrando la puerta tras ella. Las nubes se dispersan en el horizonte.
El derecho es rojo. Rojo y dulce. ¿Acaso ya ha devorado todas tus
ilusiones?
El niño se revuelve en sueños, tratando de ponerse cómodo. En la
mesilla de noche hay una pequeña lámpara de cuando era un bebé. Ya
no está encendida, ya no teme a la susurrante oscuridad.  Las
estrellas empiezan a asomar en el despejado cielo.
El izquierdo también es dulce. Y rojo. Tan rojo… ¿Acaso ya no
puedes aguantarte en pie?
El cielo está completamente despejado. Una media luna sonríe,
colgando entre las rutilantes estrellas. El viento acuna las hojas de
los arboles, que susurran entre ellos viejos y olvidados cuentos. La
oscuridad de la noche se desliza lentamente entre la cerradura de la
puerta, desperezándose.
Dentro de mi… Rojo ardiente… Es dulce, muy dulce. Y tan rojo…
¿Acaso no lo ves refulgir?
El niño se incorpora y sale a tientas de la cama. Tiene que ir al
baño. Sale al pasillo frotándose los ojos. Corretea descalzo hasta
el baño. La puerta se encuentra abierta, como de costumbre. La luz
del televisor alumbra mínimamente el cuarto, reflejándose en el
espejo. El volumen esta al mínimo y tiene que esforzarse para oír,
amortiguada, la voz del presentador. Estira de la cadena poniéndose
de puntillas. Se inclina, asomándose al salón, hasta ver la cabeza
de su madre, recostada en los cojines del sofá. Vuelve,
tambaleándose, a su cuarto. Se lleva sus diminutas manos a la boca,
ocultando un bostezo.
Una rosa manchada del rojo que resuma de tu cuerpo se refleja en las
pupilas de la joven alumna. ¿Acaso ya estas demasiado cansado para
seguir corriendo?
Se mete de nuevo en la cama, temblando a causa del frío. Se cubre el
cuerpo con las manos, hasta la barbilla, frotándose los pies contra
el colchón, tratando de entrar en calor. Una bocanada de aire gélido
escapa de su boca. Ríe bajito, soltando otra bocanada de blanca
neblina. En la cercana lejanía del comedor, el televisor sigue
ronroneando, escupiendo noticias sin que nadie le haya dado permiso.
Una ingente cantidad de juguetes, algunos todavía en sus cajas,
inundan la habitación del niño. Apenas hay pequeños pasillos por
los cuales moverse de puntillas. El niño pasa un rápido inventario
visual de ellos, satisfecho de tener más que sus amigos. Su mirada
recae en un destartalado gato de peluche, lleno de remiendos,
manoseado y viejo. Arruga la nariz, asqueado. No recuerda tener un
peluche tan horrible. Vuelve a destaparse, decidido a cogerlo y
tirarlo a la basura.
Dentro de mí, una espiral sin fin de un dulce negro carmesí… De tu
afónica garganta brotan enrojecidas notas. ¿Acaso te has tropezado y
ya no puedes levantarte? ¿Acaso tienes miedo de lo que te puedas
encontrar al abrir los ojos?
El niño cae hacia atrás, un leve grito de sorpresa se escabulle de
entre sus labios. Una pequeña niña, no mucho más mayor que él, le
aguanta la mirada mientras mueve las patas del peluche. Sus ojos no
pierden detalle del rostro sobresaltado del niño, que jadea
descontrolado.
Tus órganos emiten unos hermosos destellos escarlata, ¿no crees? Tan
rojos… ¿Acaso tu pequeño corazón ya no puede más?
-Miedo… También es rojo…- Susurra la pequeña mientras sus ojos
se contraen, desapareciendo.- Todo tu cuerpo reluce con un hermoso
rojo carmesí…
Dos cuencas vacías, negras, rezumando un espeso líquido oscuro, se
acercan al niño, que niega con la cabeza como si pudiera hacerla
desaparecer. Tiembla, paralizado por el pánico que le oprime el
pequeño pecho. La niña observa, con curiosidad, los juguetes que
pueblan la habitación. En su vacío cuarto tan solo hay una fría
cama y un viejo escritorio con una silla igual de antigua.
Sus dedos se hunden en los asustados ojos del niño, que chilla,
arañando los dedos de la niña, luchando en vano por liberarse. El
fulgor escarlata de su pecho se va apagando a cada grito. Una alta
figura contempla, sonriente, la invisible carnicería mientras se
relame un espeso liquido gris de los finos labios. De entre sus dedos
se deslizan los restos despedazados de un cerebro humano.
El rojo escarlata es ahogado por una grumosa oscuridad. La niña se
lleva a los labios la negra substancia que a asfixiado el rojo del
niño, bebiéndola lentamente, sedienta. El cuerpo del niño se ha
reducido a un lastimoso montón de burbujeante carne fundida, donde un
revoltijo de aniquilados huesos y órganos emana un putrefacto olor.
La figura de afilada sonrisa se arrodilla junto a la niña, secándole
los labios con un pañuelo gris.
¿Acaso te volviste ceniza y ya nada quedo?
puntos 14 | votos: 16
Una joven contempla - unas vastas tierras, recostada en un trono. Haciendo siempre la
distinción entre el blanco y el negro, para ella el término
“gris” no existe. Dictando sus sentencias sin piedad, sin dar
opción a protestar, leyendo con voz severa todos los detalles de las
vidas de las criaturas que pasan ante sus ojos. Negándose a hacer
concesiones, decidiendo entre el castigo y la redención. Limpia
lentamente la superficie de un pequeño espejo con la manga de su
uniforme. Observa como una barca de madera se acerca oscilando por el
largo río. La joven, incapaz de tolerar la ambigüedad, se levanta,
ajustándose un recio gorro en la cabeza de verdes mechones. Recoge
los pergaminos desperdigados por el suelo, en los que se puede leer,
en una lengua olvidada, el listado de las almas en pena que esperan a
ser juzgadas. Camina hasta unos amplios portones de hierro y los abre,
suspirando, agotada. Siempre anhelando un mundo limpio y ordenado, en
perfecto equilibrio. Un mundo en el que ya no sea necesario discernir
entre el bien y el mal.
puntos 11 | votos: 11
Una débil canción se eleva - hacia las estrellas entre la bruma de la noche. Unas alas, manchadas
de barro y sangre, se arrastran pesadamente por el suelo. La pequeña
criatura tose, agotada, demasiado débil para mantenerse en pie. De su
frágil garganta brotan delicadas notas mientras entona una triste
canción. Desesperada, aferrándose el cuello, notando como la sangre
brota de él. Luchando, presa del pánico, por terminar su recital.
Chilla, clavándose las uñas en la herida, elevando su canción más
allá de las altas copas de los arboles. Una funesta letra surgiendo
de la oscura sangre que mancha su cuerpo, empapando el manto nocturno
de un profundo rojo escarlata. La pequeña ave se desploma en el suelo
mientras murmura las últimas notas, antes de cerrar los ojos. Las
hojas de los arboles gimen, estremeciéndose, mientras, con un último
estertor, el canto de la joven se acalla por siempre.
puntos 8 | votos: 8
Entre los copos de nieve que caen - adormilados, contemplando tristemente un lago helado, una pequeña
hada azul guarda silencio. Se sienta encima de la crujiente nieve que
empieza a derretirse. La última tormenta de invierno empieza a
alejarse. El hada sujeta una diminuta flor rosada, la primera en
asomar su delicado cuerpo entre las capas de hielo. Los copos
blanquecinos se arremolinan ante ella, rozando sus húmedos ojos.
Alarga la mano, ofreciendo la flor a la borrosa figura, esforzándose
en sonreír entre las lágrimas. La figura intenta secarlas, pero sus
dedos desaparecen al tocar el rostro de la pequeña criatura. El hada
niega con la cabeza, frotándose los ojos. Deja caer la flor a los
pies de la figura. “Nos prometimos que veríamos las primeras flores
de la primavera juntas” Sonríe. “Pero como ya no puedes venir a
verlas, yo te las he traído hasta aquí.” La figura le devuelve la
sonrisa, llorando, feliz. Sus labios rozan la frente de la hada de
vestido azul antes de desvanecerse en el cielo, arrastrando consigo la
pequeña y delicada flor, mientras, desde el helado lago, una diminuta
figura la despide con la mano.
puntos 10 | votos: 10
Volando lentamente en el cielo, - respirando pesadamente entre el gélido viento, una pequeña hada se
aleja de en el horizonte. Se frota los cansados ojos mientras bosteza.
El otoño cubre la tierra mientras vuela. Se repliega elegantemente
entre las nubes mientras el ocaso de su vida llega a su fin. Unos
últimos pétalos de primavera se enredan en sus dedos que se van
enfriando a medida que pasa el tiempo. Su corazón enmudece mientras
se deja caer entre las nubes de tormenta. Hundiéndose entre las
flores marchitas cierra los ojos. Sus respiración se detiene mientras
las hojas de los arboles sepultan su cuerpo. Durmiendo plácidamente,
reposando en la árida tierra, una pequeña hada deja escapar su
último aliento, guardando silencio mientras la primavera se aleja de
su cuerpo.

puntos 7 | votos: 7
Dando vueltas - y más vueltas, danzando entre las rendijas del tiempo, jugando a
placer con la historia. Cuando la vida y la muerte forman parte de la
misma broma, hasta tu propia existencia poco te preocupa. Girando
elegantemente, protegiéndose del sol con una sombrilla, camina una
delicada mujer. Su sedoso cabello de oro ondea en el viento mientras
contempla el paso de la luna y el sol. Se cubre los finos labios con
un abanico, ocultando una enigmática sonrisa. Ante sus ojos se
despliegan los secretos del universo, saltando de mundo en mundo.
Eternamente vagando con una elegante sonrisa en los labios. Una
sonrisa que se entreteje en un lejano recuerdo. Un recuerdo incapaz de
desaparecer, imperecedero en el flujo incesante del tiempo.
Filtrándose entre las grietas de su mente, derramándose de sus ojos
de ensueño. Una historia eterna, un sentimiento inmortal, latiendo
por siempre en su pecho.
puntos 9 | votos: 9
Arrastrando pesadamente los pies - por las profundidades del bosque avanza una joven de cabello rojizo.
Abraza con fuerza su cabeza, separada del resto del cuerpo por un
ataque traicionero desde sus espaldas. La maleza le raspa las piernas
mientras trata de mantener los ojos abiertos. Dando vueltas sin parar,
la mirada perdida en el infinito, caminando sin rumbo. Cae de rodillas
frente a un riachuelo. Sumerge su cabeza, limpiándola cuidadosamente.
La sangre reseca se resbala del rostro y se funde con las cristalinas
aguas. Seca su cara con su capa, mirando nerviosa a su alrededor.
Arranca una larga rama de un viejo sauce y ata su cráneo al cuello.
Un lastimero canto se eleva entre los llorosos sauces. La joven se
ajusta la capa, cubriendo la rama del sauce, y se acomoda en el tronco
del árbol. La luna reluce en sus ojos inertes, reflejándose en su
mente, ahora vacía. Condenada a no morir jamás, vagando por toda la
eternidad entre los sauces que lloran su fatídico destino.
puntos 20 | votos: 20
A veces el destino - es extraño y romántico.
puntos 6 | votos: 6
En la oscuridad I - Sola, temblando en la oscuridad, una pequeña figura se abraza a un
desaliñado peluche. Dolor, sufrimiento, desprecio… No son más que
la misma broma cruel, una y otra vez, repitiéndose incesante entre
las rendijas del tiempo. Las tinieblas se ciernen a su alrededor
mientras la oscuridad brota de su asustado cuerpo.
-Tengo miedo…- Susurra a las sombras.
Su peluche se revuelve. Lo abraza con más fuerza, notando el pequeño
objeto que oculta en su interior. Jadea. Tiene miedo, mucho miedo…
¿Acaso no es eso lo que querían? ¿Qué ha hecho mal?
-Decídmelo, por favor…- Llora, mojando el peluche con gastadas
lágrimas.- Decidme que he hecho mal…
Borrosas figuras se alejan de ella mientras avanza.
-Siento todo lo que hice…- Las lágrimas empapan su rostro mientras
chilla, desesperada- ¡Siento haber nacido! ¡Perdonadme, por favor!
¿De qué sirve pedir perdón si tan siquiera sabe en qué se ha
equivocado?  Eternamente pérdida en un océano de dolor y lágrimas.
Unas lágrimas vacías, pues no tiene a nadie por quien verterlas. Un
corazón que, lentamente, fue apagándose. Una sonrisa que se
desvaneció como los dibujos de una alfombra a través de millares de
pisadas. Donde una vez hubo un ser amable y tierno ahora se yergue una
criatura corrompida, enterrada en vida.  Cientos de aterrorizados
cuerpos huyen al oírla acercarse.
“Míralos… ¿No te parece curioso que ahora ellos te tengan miedo
a ti? Ah… estúpidas mentiras de gente idiota…”
-Y… Según tu… ¿Qué debo hacer?- Pregunta a las violáceas
tinieblas, temblando. La duda se refleja en sus aterrados ojos.
“¿Tu qué crees? Es hora de ajustar cuentas, ¿no crees? A fin de
cuentas, este es un mundo cruel… Tan solo nos tenemos el uno al
otro.”
-Pe-pero… Me he portado mal ¿verdad? Entonces… yo…
“Oh, amor mío… No derrames tus hermosas lágrimas por ellos, no
se las merecen. Eres una criatura excelente, vida mía. Sé una buena
chica y hazme caso”
-¿Qué quieres que haga?- Sus ojos se nublan. Unas pálidas manos le
cogen el trastornado rostro, torciéndole lentamente la cabeza.
“Así me gusta…” Una afilada risa cruje en los pasillos “Eres
perfecta, cariño… Escúchame bien, no lo voy a repetir…” Unos
finos labios se aprietan contra el oído izquierdo de la joven,
susurrándole algo que hace que niegue, asustada, con la cabeza. Una
mano se alza ante sus ojos, arrebatándole el peluche. Lanza un grito
y trata de recuperarlo.
“Ya te lo guardo yo, mi amor. Cuando hagas lo que te he pedido, te
lo devolveré”
-No le hagas daño, por favor…- Jadea, hiperventilando.
“Yo sería incapaz de hacerle daño. Lo cuidaré bien.” Guarda
silencio, contemplándola frotarse los brazos, luchando por no huir.
“Luego te leeré un cuento y, si quieres, esta noche puedes dormir
conmigo.”
-¿De verdad?- Sus enrojecidos ojos se iluminan.
“Claro. ¿Cuándo te he mentido?”
-A-hora vuelvo- Sonríe. 
Una pequeña criatura, desesperada y perdida, que cayó en los brazos
de un ser cruel y despiadado. Un ser que le susurra envenenadas
palabras al oído mientras la arropa, deseándole felices sueños. Un
ser que le hizo recordar el olvidado significado del afecto y la
seguridad. Pero ¿a qué precio? Ni tan siquiera ella lo sabe…
“Es maravillosa, ¿no crees?” murmura la voz alzando el viejo
peluche ante sus ojos. “Hace todo lo que le pido sin apenas
rechistar. Fue tan sencillo atraparla…” Sonríe, escuchando unos
horribles gritos pidiendo clemencia. “Tan solo tuve que abrazarla y
me siguió como un cachorro abandonado.” Suspira, deleitándose con
los fuertes golpes que se oyen.
-No huyáis, por favor… ¡Dejad de huir de mi!
La oscuridad se cierne sobre el cuerpo de la joven. Sus ojos se
oscurecen mientras alza la mano. Una forzada sonrisa desencaja su
rostro.
-¿Acaso no podéis oír mi grito agónico quebrantando el silencio de
este oscuro manto nocturno?- Brillantes destellos de luz brillan ante
sus ojos.- ¿O acaso tenéis miedo de aquello que contribuisteis a
crear?
Cierra la mano alzada con fuerza. Los puntos de luz desaparecen con un
estallido escarlata. Regresa, tambaleante, apoyándose en la pared
para no resbalar. Sonríe tímidamente, se siente mucho mejor. Él
siempre ha hecho lo que era mejor para ella… Y para sus propios
objetivos. Un entorno cruel y despiadado, demasiado para una joven
como ella. Acorralada, atada a la pared con fuertes cadenas… Cuando
noto la afilada guadaña posarse en su cuello mientras las arenas del
tiempo la sepultaban en las sombras una mano cogió la suya y la
arranco de su funesto destino.
Cubierta de rojo, salpicada de despedazados órganos, cae de rodillas
ante la alta figura.
“Esta es mi chica” Deja caer el peluche entre sus ensangrentadas
manos. La joven lo aferra, apretándolo contra su pequeño pecho.
“Ven aquí…” Se arrodilla, limpiándole los ojos.
Una criatura tan frágil y débil, a merced de tan cruel ser.  Unidos
por una fatal coincidencia, por un juego que salió mal. Uno
engendrado desde el dolor y la agonía, otro desde el odio y el
desprecio. Dos almas gemelas que el destino nunca quiso que se
encontraran. Un rastro de sangre y muerte fluye mientras avanzan…
Pero, a fin de cuentas, este es un mundo cruel, tan solo nos tenemos a
nosotros dos.
¿Verdad, amor mío?
puntos 14 | votos: 14
Dos criaturas, - unidas por un fino lazo, se alejan lentamente la una de la otra. En
silencio desean permanecer abrazados un instante más. Un instante que
fluye entre sus fríos cuerpos, formando un caudaloso río,
separándolos. Son conscientes que, tarde o temprano, tendrán que
regresar al lugar del cual proceden. Sus dedos se buscan en la calidez
de la noche, manchados de un ardiente  escarlata. Tan solo una caricia
más antes de despedirse sin saber cuándo volverán a cruzarse sus
caminos. Con las rutilantes estrellas y la omnipresente luna como
mudas testigos de sus oscuros sentimientos, estas almas perdidas se
ocultan entre sus brazos. Tan solo un suspiro más antes de regresar.
Tan solo una mirada cómplice antes de decirse adiós, ambos soñando
con otro camino el cual puedan recorrer juntos. Un camino donde nunca
tengan que darse la espalda.

puntos 18 | votos: 18
El autentico infierno está - justo dentro de la cabeza.
puntos 11 | votos: 11
Dos almas errantes - Incapaces de permanecer juntas, incapaces de alejarse la una de la
otra. Cayendo en una oscuridad sin final. Condenadas a no poder ser un
solo ser, andan perdidas por las calles ruinosas. Unos ojos vacios que
contemplan el inmenso manto nocturno sin poder alcanzarlo jamás. Un
siniestro quejido elevándose entre las flores marchitas, resonando en
las inertes paredes. Arrebatan la energía vital a los humanos con la
débil esperanza de poder estar juntos sin sufrir, simplemente
escuchando la lluvia caer. Un fino hilo de oscura sangre brota de sus
labios, deslizándose lentamente por el frio suelo, floreciendo cual
venenosa flor. Creando un pequeño paraíso escarlata con sus dedos,
se van acercando el uno al otro. La luz muere, ahogándose lentamente
en sus cuerpos. Dispuestos a acabar con todo, tan solo para poder
permanecer juntos en la lejanía.
puntos 12 | votos: 12
Pocas cosas me repugnan más - que las personas que ofrecen su ayuda
tan solo para mantener las apariencias.
puntos 12 | votos: 12
Las personas desequilibradas - acostumbran a ser las que equilibran la situación.
puntos 7 | votos: 7
Un abrumador olor - a fósforos quemados emerge desde el averno. Una gata empuja una
llameante carreta por las grutas escarbadas en las rocas. La carreta
traquetea mientras avanzan, rebosante de cadáveres. Cuerpos sin vida,
arrastrados al fuego abrasador por una pequeña gata de dos colas. Las
almas en pena vuelan a su alrededor, vertiendo vacías lágrimas. En
la soledad de los ríos de lava, que fluyen incesantes, engullendo los
cuerpos sin vida, la gata de pelaje de fuego contempla la bóveda de
piedra. En la lejanía se escuchan fuertes estallidos. La temperatura
no cesa de subir. La joven gata se trenza el pelo delicadamente,
acicalándose a los pies de una ardiente cascada. Con un lastimero
maullido se alza y recoge su carreta. Un único cuerpo reposa en su
interior. La gata le cierra los ojos, murmurando una oración. El
cadáver sonríe mientras ella lo cubre con una blanca sabana,
besándole la frente. La gata arroja el cuerpo a la lava, junto a un
ramo de flores. Una funesta canción, un bello ramo, flotando junto al
cadáver. Un último canto para su única compañera en la soledad del
averno, hasta que llegue el día que sus cuerpos se reencuentren en
las profundidades del rió. La gata la despide con la mano, susurrando
unas últimas palabras:
Requiescat in pace, amiga mía

puntos 12 | votos: 12
En las profundidades del planeta, - en una jaula plateada, yace encerrada la locura. Un pacto sellado en
las mismas tinieblas que ahora la mantienen prisionera, durmiendo un
sueño eterno. Unas alas, ya inservibles, brotan de su espalda. Su luz
se apaga, ahogándose en un resignado llanto. “Quizá si lo deseo
con fuerza…” murmuran sus pensamientos “Quizá si lo deseo con
fuerza pueda volar hacia la luna una vez más…” Su corazón late
lentamente, sumiéndose en las profundidades de su cárcel. Su cuerpo
se paraliza, extendiendo una inmovilidad pétrea por todo su ser,
aferrándose a su alma. Espesas lágrimas brotan de sus ojos cerrados,
corroyendo suavemente las cadenas. Sumida en un ensueño
imperturbable, la locura sueña. Sueña que, quizás, algún día,
podrá sentir una vez más el brillo de la luna sobre su pequeño
cuerpo.
puntos 19 | votos: 19
Todos albergamos las semillas - de la locura en nuestro interior,
pero solo unos pocos las dejan florecer.
puntos 16 | votos: 16
Tic-tac - El tic-tac de un reloj de ébano cruje en el silencio de la sala. Un
gato negro contempla a la luna alzarse en el cielo mientras su reflejo
llora estrellas desde el lago. Sigue el compás de las manecillas con
la cola, balanceándola desde el alféizar. Una joven de pálida piel
acaricia las vetas de la madera del reloj, escuchando algo que solo
ella entiende.
-Faltan diez minutos para medianoche…
El gato ronronea cuando ella le acaricia las orejas, frotándose
contra su cuerpo. El reloj marca lentamente la hora con un leve
chirrido mecánico. La luna contempla a las dos figuras de la ventana,
estremeciéndose. Incluso sus plateados rayos apenas llegan a rozar
los muros del palacio.
-Faltan nueve minutos para medianoche…
El reloj gruñe levemente, sorprendido, cuando la joven de piel de
alabastro golpea suavemente con las uñas la esfera que aprisiona las
manecillas. La chica le sonríe, susurrándole que se apremie en
marcar las doce.
-Faltan ocho minutos para medianoche…
La joven recoge una capa negra de un oscuro sillón y se la echa sobre
los hombros. El gato la mira de reojo, lamiéndose la pata izquierda
lentamente, dejando que el áspero sonido de su lengua se funda con el
de las manecillas. La joven le sonríe, arqueando su cuerpo para que
su sombra se cierna sobre la del reloj, amenazadora.
-Faltan siete minutos para medianoche…
La joven da pequeños saltos por la habitación, bailando
delicadamente una inaudible música. Sus ojos escarlata refulgen en
las tinieblas del cuarto mientras danza entre las sombras. La capa se
arremolina en su frágil cuerpo, oprimiéndolo cual mortaja. Una tenue
risa brota de su garganta mientras el reloj avanza, quejándose con un
débil estertor, hacia la medianoche.
-Faltan seis minutos para medianoche…
El gato se estira y salta encima del reloj. Contempla desde lo alto el
movimiento oscilante del péndulo, que refleja el baile de la joven,
la cual coge de la cintura a un ilusorio acompañante. El gato
maúlla, envidioso. Una mirada de los refulgentes rubís del rostro de
su ama acalla sus quejas. La joven se cubre el rostro con la capucha
de la capa, ocultando sus ojos. Tan solo sus cálidos y tiernos labios
quedan a la vista. La joven alza las manos a su mascota, llamándola
con un dulce murmullo.
-Faltan cinco minutos para medianoche…
El gato salta a sus brazos, frotando su cabeza contra la barbilla de
ella, que lo arrulla con dulzura. La joven vuelve a acariciar el
reloj, golpeando con cierta impaciencia las manecillas mientras el
gato negro se acomoda en sus hombros.
-Tan solo faltan cuatro minutos para medianoche…
En el exterior, la luna tiembla en su trono oscuro. Las estrellas
derraman brillantes lágrimas por las almas que fluyen, perdidas, en
el lago. Lastimeros lamentos se elevan de las negras aguas,
acariciando, huidizas, el sombrío palacio. Las luces están apagadas,
pero un fulgor rojizo alumbra una estancia. En ella una sombra baila
lentamente.
-Tan solo faltan tres minutos para medianoche…
El gato mira las manecillas del reloj mientras su ama acaricia la
única puerta de la estancia, arañando, ansiosa, su superficie. La
zeta gravada en el collar del animal reluce levemente. Se escucha el
crujido del reloj mientras las manecillas tiemblan mientras avanzan,
aterrorizadas por los ojos del gato.
-Tan solo faltan dos minutos para medianoche…
La joven abre la puerta. Una gélida corriente de aire la golpea,
haciendo chasquear su capa. Trata de acariciar el viento, pero se
escapa entre sus dedos y le besa las mejillas. El gato se arrima más
a su cuerpo, en busca de calor.
-Tan solo falta un minuto…
El reloj de ébano se apremia en mover las manecillas mientras el gato
acaricia con sus orejas el rostro de su compañera. La joven de rostro
de alabastro y ojos escarlata alza los brazos, dejando que el viento
la abrace con fuerza. Deja escapar un tenue quejido, acariciando sus
ojos. El tic-tac del reloj bulle en su mente. De las profundidades del
reloj brota un ronco susurro mientras las manecillas señalan las
doce. El profundo repiquetear de las campanas se extiende en la noche
mientras la joven sale de la estancia, la luna alcanzando su cenit. La
joven susurra, con una voz irreal, de ultratumba:
“Ya es medianoche…”
puntos 9 | votos: 9
En la soledad de la mañana, - contemplando el baile de los pétalos de las rosas con el viento, una
joven se pregunta donde estará ella ahora. Si, por un casual, estará
mirando el mismo cielo azul. Alarga la mano, tratando de atrapar los
pétalos, que se deslizan entre sus dedos, alejándose de su lado. Un
rostro, iluminado por una elegante sonrisa, irrumpe en su memoria.
Pequeñas perlas azuladas se deslizan de sus ojos carmesí. Un fuerte
dolor le oprime el pequeño pecho. Una tenue caricia le roza la
mejilla mientras los pétalos se arremolinan a su alrededor. La joven
sonríe entre lagrimas, recordando lo que le susurro tiempo atrás:
“Todo estará bien. Siempre estaré a tu lado, cuidando de ti.
¿Sabes por qué? “ La joven niña niega con la cabeza mientras un
cálido susurro llega a sus oídos: “Porque las historias que se
recuerdan desde el calor del corazón son lo que nos hace inmortales,
mi pequeño ángel escarlata.”
puntos 5 | votos: 5
Una pequeña gata de pelaje marrón - corre entre los callejones de la ciudad. Sus dos colas chasquean en el
aire mientras salta entre los tejados. Una joven e inexperta shikigami
se aleja de su ama, la curiosidad guía sus pasos. Poco a poco sus
energías van diezmando. Sus cascabeles tintinean al entrar en una
casa ruinosa. El miedo late en su pequeño pecho, oculto por una
incontrolable curiosidad. Lentamente, con un delicado maullido, vuelve
a su forma humana. Registra los recuerdos rasgados de la casa, algunos
todavía arden levemente. Los fantasmas del pasado le acarician el
joven rostro mientras recoge un anillo ennegrecido por el humo.
Testigo mudo de la vida de los habitantes de aquel lugar, devorado
ahora por las llamas. La pequeña gata sale en silencio de la casa,
volviendo lentamente a los brazos de su ama. Una solitaria lágrima se
desliza por su rostro, reflejando, con un resplandor anaranjado, el
plácido aire que había mecido aquellos días.

puntos 14 | votos: 14
Una pequeña y delicada muñeca - de melancólico rostro contempla su reflejo. Sus acuosas pupilas le
devuelven la mirada. Decepcionada por unas palabras que una vez creyó
ciertas, aparta la mirada. Se abraza a su cuerpo, un contenedor
pasajero, con fecha de caducidad, pudriéndose a cada segundo que
pasa. Traicionada por el único ser en el cual ha llegado a confiar y
amar. Las lágrimas brotan al fin de su rostro impasible. Despertando
lentamente de su ensueño, rompiendo el embrujo, la desesperación
reflejándose lentamente en sus ojos. Recuerdos que fluyen en la
eternidad hasta desaparecer para siempre. Cogiendo de la mano a la
soledad la muñeca se aleja del único hogar que ha conocido. Un
destino que no puede evitar, entrelazándose en encuentros y
despedidas sin fin. Una tristeza que se va desperdigando en el cielo
azul mientras avanza por una senda desconocida, olvidando lentamente
las manos que le dieran forma y color.
puntos 17 | votos: 29
Y así fue como nació - el protagonista masculino de las ediciones Blanca y Negra 2
puntos 6 | votos: 6
Una sombra - se tambalea en la oscuridad. Miles de ojos siguen sus pasos en esta
tierra de pesadilla. Una tierra en la que no puedes confiar ni en ti
mismo, donde todo difiere de la realidad. La sombra de cabello azul
avanza entre las tinieblas que ella misma creo, atrapada en sus
sueños, sin poder detenerse. Una tierra monocroma en la que ni
siquiera sabe quién es. Medio dormida, medio despierta, corriendo sin
rumbo entre un pestilente aroma. Las tinieblas la persiguen, ni tan
siquiera la luz es segura. Un mundo que empezó a latir cuando abrió
los ojos al universo. Un mundo donde la única forma de sobrevivir es
enfrentarse a los horrores de la mente humana.
puntos 10 | votos: 10
Por ese montón de ropa - que pasa de la cama a la silla y de la silla a la cama hasta que nos
decidimos a lavarlo.
puntos 16 | votos: 16
Ocultar algo - tan solo acelera su descubrimiento.

puntos 8 | votos: 8
Abandonado a su suerte, - en medio de un cementerio arcano, yace un cuerpo sin vida. Se dice
que, mucho tiempo atrás, ese cuerpo descompuesto y carcomido por
gusanos fue una hermosa joven al servicio de la reina de un lejano
país. Ahora vaga entre las tumbas por obra del conjuro de un
hechicero, convertida en una jiang shi, alimentándose de la energía
vital de cualquier criatura que ose posar un pie en estas tierras
prohibidas. Su cuerpo rígido y entumecido se mueve entre los ataúdes
vacíos, rebuscando entre los troncos podridos algo con lo que
alimentarse. Nadie sabe con certeza quien le insuflo vida ni por qué.
Tan solo saben que quienes se internen en los pantanos, hacia el
ruinoso cementerio, jamás regresan.
puntos 11 | votos: 11
Entre las nubes, - como una estrella fugaz, vuela una joven bruja de pelo dorado.
Contempla el paisaje bajo sus pies mientras su vestido ondea entre las
corrientes de aire. Se sujeta el gorro con una mano para evitar que
salga despedido mientras sonríe. La bruja del vestido blanco y negro
vuela plácidamente, descendiendo para zambullirse en las nubes.
Atravesando el cielo nocturno, saludando a las estrellas a su paso,
veloz como un meteorito. Volando sin una meta fija, con el cabello
ondulando incesante como un par de alas, la bruja de la estrella fugaz
se pierde en el horizonte. Su risa impregna la noche de su magia con
un destello dorado mientras se lanza en picado hacia la tierra a sus
pies. Una joven bruja perdida en un vasto mundo, sin más compañía
que su escoba, provoca al universo con una sonrisa antes de surcar de
nuevo el cielo, volando siempre hacia las estrellas.
puntos 9 | votos: 9
Dos seres completamente opuesto, - procedentes de dos puntos cardinales distintos que, por obra de una
extraña coincidencia, corren el uno al lado del otro. El destino
trata de separarlos, persiguiéndoles implacablemente. Ambos corren
por un camino sin retorno, cogidos de la mano. La ciencia le da la
mano a la magia en una desesperada carrera contra el universo. El
pánico late en sus corazones mientras atraviesan un bosque,
perseguidos por la oscuridad y la luz. Un amor imposible en una tierra
de cuento de hadas salta entre las montañas. Tan solo confiando la
una en la otra, dos jóvenes se enfrentan a su destino, desgarrando
sus páginas para poder escribir una nueva historia. Una historia de
ensueño, con un deslumbrante amanecer en el horizonte. Una historia
sin principio ni final, tan solo sus manos entrelazadas con fuerza,
contemplando el cielo azul.
puntos 9 | votos: 9
Incluso un encuentro casual - se debe a la suerte de una vida anterior.
puntos 14 | votos: 14
En las profundidades del océano - yace un viejo y olvidado barco. En sus entrañas está encerrado el
cuerpo de una joven capitana. Vagando entre el oleaje, una noche de
tormenta, se alzó sobre el barco una ola, hundiéndolo en el oscuro
abismo oceánico. La joven capitana, con las cadenas del ancla
rodeando su cuerpo, arrastrándolo a las profundidades, contemplaba
como en la superficie los rayos del sol iban disipando la tormenta.
“Si hubiera aguantado un poco más…” pensaba mientras los
pulmones se le llenaban de agua “Si hubiera aguantado tan solo un
poco más…” La tristeza y la resignación tensaron la cadena,
clavándola en el fondo del océano, junto a su querido barco. Los
cuerpos inertes de la tripulación se elevan lentamente hacia la
mortecina luz solar mientras la capitana, con un último estertor,
cierra los ojos. En su mente aun permanece vivo el recuerdo de un
cielo gris, con el sol del amanecer brillando en el horizonte. Un sol
que ella nunca más verá, un horizonte que jamás alcanzará.
Permaneciendo anclada en las profundidades por toda la eternidad.

puntos 13 | votos: 13
Mikisugi Aikurou y el Prof.Ciprés - Parecidos razonables.
puntos 15 | votos: 15
Es mejor tomarse la vida - en una taza pequeña y saborearla a pequeños sorbos.
puntos 11 | votos: 11
Fleshchild - Una mujer cuelga el teléfono con brusquedad. Se han vuelto a pelear.
Casi no había tenido la necesidad de mantener el auricular cerca de
su oído, los gritos de su pareja llegaban con claridad del piso de
abajo. Con un gruñido rabioso se acerca a la encimera y se sirve una
copa de vino. La vacía de un trago y reprime una arcada. Esta
caliente. Deja la copa en la mesa del salón. Su vista repara en su
llavero. Falta la llave del piso de su pareja. Alza la vista al techo,
exasperada. Está segura de que su novio pensara que la ha perdido
adrede. Maldiciendo en silencio a su compañero y preguntándose
cuándo pensó que era buena idea salir con el vecino de abajo,
arrastra los pies hasta la cama. Se mete entre las sabanas, dejando
que su sedosa cabellera negra se derrame por la almohada. En pocos
minutos se sumerge en un sueño profundo.
El pomo principal de la puerta chirría levemente, girando asustado.
Una larga sombra se proyecta en el suelo del piso. Se rasca el corto
pelo negro mientras avanza de puntillas por el piso, cogiendo de la
mano a otra figura. Les ha costado más de lo que pensaban. Tres veces
se les resbalo la llave mientras intentaban insertarla en la
cerradura. Por suerte, habían ido considerablemente rápido en la
recolección anterior y tienen tiempo de margen.
-¿Estás bien hermano?- Susurra una de las figuras mientras contempla
a la otra rascarse furiosamente el pelo.
-Sí, tranquila Visi. ¿Qué tal las cuerdas vocales?- Murmura una voz
dolorida.
-También me duelen.-carraspea Visi.- Madre dijo que en un par de
noches ya nos habremos acostumbrado.
-Seguro que sí.- Sonríe el cuerpo de cabello negro.- Madre nunca se
equivoca.
Los dos hermanos se deslizan con lentitud en el piso, escuchando. Visi
estira de la camisa de su hermano y señala una puerta. De ella
provienen tenues ronquidos. Los gemelos se acercan al sonido. Visi se
adelanta, entrando en el dormitorio.
-Visi ¿Estás bien?- su hermano se acerca a ella, preocupado.
Para toda respuesta, Visi le extiende la mano, pidiéndole en silencio
las tijeras que usaron en el piso de abajo. El niño se las tiende
mirando lo que ha fascinado a su hermana: una espesa y sedosa mata de
cabello negro como el alquitrán, muy parecido al suyo. Visi se acerca
lentamente al cuerpo que duerme. Lo observa con placer, retirando un
mechón del rostro. Se inclina en silencio, alzando las tijeras sobre
el cuello. El cuerpo se revuelve en sueños y unos soñolientos
parpados se abren. El hermano se acerca a su gemela, como ella hizo
antes en el piso de abajo. La mujer susurra algo inconexo antes de
abrir los ojos aterrorizada. Visi le apuñala la yugular derecha,
clavándola al colchón. La mujer se convulsiona mirando dos pedazos
de carne rosada con forma humana y comprueba, con horror, que uno de
ellos tiene un rostro idéntico al de su pareja. Los gemelos le
arrancan los ojos mientras la sangre brota lentamente del cuello,
empapando la cama y goteando en el suelo.
-Ayúdame Vis.- ruega Visi, forcejeando con las tijeras.
Su hermano le rodea las manos y ambos hacen palanca con las tijeras
hasta que la cabeza salta con un sonoro “plop” y cae a sus pies.
Vis eleva el cráneo con cuidado mientras Visi cierra los ojos con
fuerza. Con un fuerte golpe, la cabeza impacta en la de Visi. Su carne
y músculos se apresuran a aferrar la recolección y a unirlo al resto
del cuerpo con un suave crujido de huesos. La espesa cabellera negra
roza los tobillos de Visi y se balancea elegantemente mientras salen
del cuarto.
Mientras salen a la oscura calle se van lamiendo la sangre de los
brazos. Tan dulce y tan cálida… Escurriéndose lentamente por sus
nuevas cabezas mientras la herida del cuello cicatriza, vertiendo
espesas gotas del delicioso líquido rojo. Mientras regresan a casa en
sus mentes resuena lo que les dijo Madre la primera vez que fueron de
recolección:
“Recordad: cuantos más órganos, más humano.”
puntos 14 | votos: 16
Solo los estúpidos creen - que el sufrimiento es el inconveniente de ser diferente.
puntos 7 | votos: 7
En la placidez de una pequeña gruta, - en lo más profundo de ella, suaves latidos se escuchan. Dos figuras
dormitan, conectadas por una fina vena que brota de sus nucas y se
trenza, alzándose hasta el techo. Dos criaturas, perdidas en un
sueño, entrelazadas desde su nacimiento. Obedientes, serviciales,
escuchando siempre las ordenes de su madre. Dos pequeños seres de
húmeda carne fresca, rosada y tierna, con una devoción absoluta al
ser que los engendro. Dos mentes que piensan al unisonó, cuatro
cuencas vacías que contemplan el mismo mundo. Gemelos, idénticos
como dos trozos de carne palpitante. Nadie sabe que pretenden, ni tan
siquiera ellos saben cuál es su objetivo. Tan solo obedecen a su
madre con una sonrisa. Tan solo dos pequeños niños que quieren que
su madre se sienta orgullosa de ellos. A cualquier precio.

puntos 6 | votos: 8
Se oyen pasos apresurados - por los pasillos del hospital. Dos pequeñas figuras se deslizan bajo
una puerta, ocultándose tras ella. “Tengo miedo” susurra una de
ellas en el cerebro de la otra. “Yo también.” responde. Ambas
figuras se arrastran bajo una mesa, escuchando atentamente los pasos
que se acercan. “¿Te sigue doliendo la cabeza?” “Si… Me arde
mi cerebro” “A mí también.” asiente, posando unos entumecidos
y encarnados dedos encima de la mano de la otra figura. “Madre dijo
que tardaríamos en acostumbrarnos, es cuestión de tiempo, nada
más.” Lo que habían planeado como una entrada rápida,
dirigiéndose hacia su objetivo sin desviarse, obtener lo que
necesitaban y volver con Madre sin perder tiempo se había convertido
en una odisea. Primero, se encontraron con que no entendían ni una
palabra de los carteles e indicaciones, por poco no se cortan la carne
con unos escalpelos que se les cayeron encima al chocarse contra una
mesa y, ahora, estaban escondidos bajo una mesa, aterrorizados,
escuchando atentamente los pasos del vigilante del hospital y rogando
que no les haya visto ni oído.  “Oye, Visi…” habían acordado
una palabra para referirse el uno al otro. “Dime Vis”  “¿Crees
que si nos encuentran nos harán daño?” Un frío glacial recorre
fugazmente la espalda de Visi. “Ocurra lo que ocurra, estaremos
juntos.” responde, rodeando a Vis con los brazos. “Tal y como dijo
Madre.” concluye, mirando con un nerviosismo creciente la sombra de
unos pies a través de la rendija inferior de la puerta. Ambos
tiemblan agradecidos cuando los pasos se alejan, en dirección al
timbre de un teléfono. “Vamos Vis. Vayámonos ahora que podemos.”
“No me acostumbro a esto de tener pies” gime Vis, andando
torpemente, aferrado a la mano de Visi para no caer. “Ya nos
acostumbraremos, Madre lo dijo.”  Una extraña mueca se dibuja en la
boca sin labios de Visi. “Seguro que estará muy orgullosa de los
nuevos cerebros que hemos conseguido.”
puntos 10 | votos: 10
Ven a mis brazos, - esta noche pienso concedernos un baile. Las estrellas brillan solo
para ti, la luna ilumina nuestra pista de baile. Dame la mano y
disfrutemos de las fragancias de la noche, no hay nada que temer. La
luna carmesí reluce en tus ojos, deslizando sus rayos por tu piel de
alabastro, destellando en tu vestido de seda. No tienes que tener
miedo, nadie nos espera. Tan solo toma mi mano y bailemos. Bailemos
hasta que la luna estalle en mil pedazos.
puntos 7 | votos: 7
En el silencio de la noche - una joven se oculta en las sombras. Sujeta entre sus temblorosos dedos
reposa una aguja enhebrada con un fino hilo negro. Acaricia la esfera
azulada, que la mira entristecida. “No tengo otra opción” le
susurra, tratando de contener las lágrimas “No quiero acabar como
mi hermana.”  Se aguantan la mirada en silencio. “Lo siento… Lo
siento mucho”. La esfera se mueve, negando con la cabeza, haciendo
ondular las venas y arterias que los unen. Un fugaz trazo de calor le
recorre la mejilla, una tenue caricia. La joven tiembla mientras la
esfera cierra su único ojo cuando le acerca la punta de la aguja. En
el silencio de la noche, la joven va cosiendo el ojo de la esfera, a
cada pasada, lentamente, su peculiar don va desapareciendo. Una
cristalina lágrima brota del ojo sellado y la youkai ve reflejada en
ella su propio llanto. Deposita la aguja a su lado, después de cortar
el hilo. Se levanta, mareada, abrazando la adormecida esfera azul y
echando a andar bajo el manto nocturno. Muy dentro de ella, oculto en
un diminuto recoveco, un nuevo poder, todavía más inquietante,
empieza a brotar, mientras el ojo sellado llora sangre. La joven le
seca las lágrimas carmesí con su ropa. “Jamás te abandonaré.”
Le murmura. “Estaremos juntos por siempre, ocurra lo que ocurra.”
puntos 14 | votos: 14
Una pequeña mariposa revolotea - entre las flores de cerezo. Una mujer de pelo rosado le ofrece la mano
para que descanse. La misma mariposa que tiempo atrás se poso en sus
labios se limpia las alas entre sus dedos. La trágica princesa
fantasma alza la vista al cielo. Anclada para el resto de la eternidad
en un lugar incierto, viendo pasar el sol y la luna ante sus ojos,
sentada al pie de un milenario cerezo. La mujer mira al insecto y le
sonríe, acariciándole con cuidado las frágiles alas. Quizá
debería estar triste por llevar la carga de una existencia atemporal,
en medio de ninguna parte. Cuando las lágrimas pugnan por derramarse
de sus ojos, recuerda lo que le dijo su madre, lo que le susurro
cuando la enterraron. “Nunca te arrepientas de tus actos, mi
pequeña mariposa”. La mujer sonríe, alzando las manos, impulsando
a la mariposa, invitándola a volar. La pequeña mariposa, de un
reluciente azul, revolotea entre los pétalos del cerezo,
zambulléndose en ellos, dejando que el aire los conduzca. Mientras la
joven princesa los mira, mariposa y pétalos se funden en un único
ser y se elevan en el cielo, libres.
puntos 9 | votos: 9
Moviéndose torpemente - una pequeña figura avanza por el bosque. El sol ilumina el cielo con
brillantes destellos, pero ella solo contempla una insondable
oscuridad. La pequeña de cabello rubio avanza con los brazos
extendidos, dando vueltas sobre su eje, para notar cualquier cosa que
pueda hacerla caer. Una pastosa negrura cubre su diminuto mundo.
Incluso cuando la noche profunda cubre la tierra con su aliento es
demasiado brillante para sus ojos. Dolorosamente brillante. En su
mente recuerda un delicado amanecer, tiempo atrás. Una luz cegadora
la derriba siempre que abre sus pequeños ojos. Lanza un grito de
dolor y se aferra las pupilas, temblando, aterrorizada. Pero ella
quiere ir hacia ese haz de luz. Quiere ser parte de él. Sigue
avanzando, tambaleándose, dirigiéndose a la cálida luz, que se
aleja a cada paso que da. Una distante voz de mujer resuena en sus
oídos mientras corre hacia el calor: “Cuando las tinieblas quieren
volverse luz, desaparecen para siempre.” La niña grita para sofocar
esa voz, lanzándose a la dolorosa y amada luz. Un destello negro
atraviesa el cielo fugazmente, mientras un lazo rojo sale volando
hacia las nubes.





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