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Comentarios (5)
una nueva expresión, ni un símbolo, ni
un ejemplo. El maltrato a hombres es una realidad, igual de
feroz que
el maltrato a mujeres. No hay diferencia.
Pero la sociedad, y por
tanto las leyes hechas a su medida, no ha querido mantener
un concepto
de violencia familiar que englobara todos los maltratos que
tienen
lugar en el seno de una familia, sin distinguir según
el sexo de la
víctima.
La violencia en el ámbito familiar está
prevista en el
Código Penal, pero existe una poderosa corriente
social que pretende
reducir el término “violencia” a la que
ejercen los hombres y
padecen las mujeres, negando así cualquier
opción a que la
situación sea la opuesta. Contrario a todo principio
de igualdad y de
presunción de inocencia, así ha quedado
reflejado en la actual Lay
Integral contra la Violencia de Género.
Naturalmente esta
situación conduce inexorablemente a una
discriminación cada vez más
aguda e insostenible, que no sólo no evita el
maltrato sufrido ni por
hombres ni por mujeres, sino que además genera una
situación
propicia para dotar a las mujeres maltratadoras de un arma
nueva y muy
poderosa contra los hombres: las denuncias falsas.
Puesto que la
presunción de inocencia de un hombre acusado de malos
tratos está
cuanto menos muy en entredicho, una denuncia falsa provoca
la
detención del hombre, su puesta a disposición
judicial y con
frecuencia la prisión preventiva, con la única
esperanza posible del
sobreseimiento del caso, que llegará sólo en
el mejor de los
casos.
Pero la presión social a la que están
sometidos los jueces
es tan grande que la inocencia absoluta no asegura a los
hombres la
libre absolución en un caso en que no hay pruebas
contra él, como
debería obligar la presunción de inocencia que
existe desde el
Derecho Romano (“in dubio pro reo”) De tal modo
que una mujer
puede maltratar al hombre con absoluta impunidad, amparada
en el
sistema judicial.
Hembristas, dejen de hablar pelotudeces... me
tienen arto
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