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Todo empezó cuando yo tenía quince días. Era el conejito enano más mono de la tienda, y no es por presumir. Ese día una chica de seis años entró en la tienda acompañada de su madre. Vestían con ropa cara, como las que llevan las famosas, y llevaban un montón de joyas. Decían que querían un conejo, y me terminaron eligiendo a mí. Me llevaron a su mansión, que era gigantesca. El padre de la niñata esa, llamada Herminia, tenía un trabajo un poco…no sé…’’sucio’’. Lo único que sé es que no era legal, y que a los dos días de estar en su casa lo pilló la policía (os dejo imaginaros cómo). Bueno, es el caso, que al quedarse el padre sin trabajo, se quedaron a la vez sin dinero, y yo empecé a ser maltratado. Quiero decir, no me daban de comer, ni me bañaban. Herminia, como no podía ya presumir ni de su ropa ni de sus joyas, se dedicaba a tirarme de una de las orejas, que se me quedó más larga que la otra. La suciedad se acumulaba en mi cuerpo, y terminé con mis tres manchas marrones. Al final me dejaron tirado en la calle, sin comida, sin abrigo. La gente por la calle se me quedaba mirando, porque creían que tenía alguna enfermedad extraña. Como nadie me ayudaba y todos me insultaban, decidí suicidarme. Vi el reloj de la torre, decidí ahorcarme atando una cuerda a la aguja grande del reloj. Mi muerte sería a la una en punto (y me estaría empezando a asfixiar sobre la una menos diez). Calculé la medida de la cuerda. A las doce y media ya estaba atado. Y aquí me encontraba, esperando mi final. La gente empezó a acercarse a mí, solamente para verme morir. Las madres tapaban los ojos de sus hijos. La una menos cuarto, ya quedaba menos. A la una menos diez empecé a dejar de sentir el aire, pero hasta la una menos cinco no se hizo insoportable. Minuto a minuto, y yo esperando a que llegara la hora. Llegó una chica de unos quince años, de estas que no pueden ser más repulsivas e insoportables, acompañada por sus padres, que eran de protección de animales. No me impidieron mi suicidio. A la una menos un minuto, y yo ya casi sin nada de aire, el nudo de la cuerda sobre la aguja empezó a escurrirse por esta. Yo recuperé el aire. La gente que me observaba se partía de risa. La chica adolescente me cogió en sus brazos, y me llevó con sus padres a su casa. Me bañaba todos los días; me ponía colgantes rosas, pendientes, sombreritos,… ¡cómo si fuese una conejita! Estuve hasta el momento, cuando estoy escribiendo en este ordenador mi historia, para averiguar si alguien sabe una manera rápida de suicidarme, porque no voy a aguantar ni un día más aquí ni tampoco que mi suicidio resultara de nuevo fallido.
Comentarios (86)
phphtmleroTodo empezó cuando yo tenía quince días. Era el conejito enano más mono de la tienda, y no es por presumir. Ese día una chica de seis años entró en la tienda acompañada de su madre. Vestían con ropa cara, como las que llevan las famosas, y llevaban un montón de joyas. Decían que querían un conejo, y me terminaron eligiendo a mí. Me llevaron a su mansión, que era gigantesca. El padre de la niñata esa, llamada Herminia, tenía un trabajo un poco…no sé…’’sucio’’. Lo único que sé es que no era legal, y que a los dos días de estar en su casa lo pilló la policía (os dejo imaginaros cómo). Bueno, es el caso, que al quedarse el padre sin trabajo, se quedaron a la vez sin dinero, y yo empecé a ser maltratado. Quiero decir, no me daban de comer, ni me bañaban. Herminia, como no podía ya presumir ni de su ropa ni de sus joyas, se dedicaba a tirarme de una de las orejas, que se me quedó más larga que la otra. La suciedad se acumulaba en mi cuerpo, y terminé con mis tres manchas marrones. Al final me dejaron tirado en la calle, sin comida, sin abrigo. La gente por la calle se me quedaba mirando, porque creían que tenía alguna enfermedad extraña. Como nadie me ayudaba y todos me insultaban, decidí suicidarme. Vi el reloj de la torre, decidí ahorcarme atando una cuerda a la aguja grande del reloj. Mi muerte sería a la una en punto (y me estaría empezando a asfixiar sobre la una menos diez). Calculé la medida de la cuerda. A las doce y media ya estaba atado. Y aquí me encontraba, esperando mi final. La gente empezó a acercarse a mí, solamente para verme morir. Las madres tapaban los ojos de sus hijos. La una menos cuarto, ya quedaba menos. A la una menos diez empecé a dejar de sentir el aire, pero hasta la una menos cinco no se hizo insoportable. Minuto a minuto, y yo esperando a que llegara la hora. Llegó una chica de unos quince años, de estas que no pueden ser más repulsivas e insoportables, acompañada por sus padres, que eran de protección de animales. No me impidieron mi suicidio. A la una menos un minuto, y yo ya casi sin nada de aire, el nudo de la cuerda sobre la aguja empezó a escurrirse por esta. Yo recuperé el aire. La gente que me observaba se partía de risa. La chica adolescente me cogió en sus brazos, y me llevó con sus padres a su casa. Me bañaba todos los días; me ponía colgantes rosas, pendientes, sombreritos,… ¡cómo si fuese una conejita! Estuve hasta el momento, cuando estoy escribiendo en este ordenador mi historia, para averiguar si alguien sabe una manera rápida de suicidarme, porque no voy a aguantar ni un día más aquí ni tampoco que mi suicidio resultara de nuevo fallido.
ceacorpphphtmlerophphtmleroceacorp@ceacorp, se la he pasado a sweet666, no necesito que os la leáis...
phphtmlerophphtmleroceacorp*sacando la katana*
ceacorpphphtmlerophphtmlero*persiguiendo a php, para matarle* Ya puedes correr ¬¬
phphtmleroceacorpceacorpphphtmlerophphtmlerophphtmlerophphtmlerophphtmlerophphtmleroceacorpphphtmlerophphtmleroceacorpphphtmlerophphtmleroceacorpceacorp@Ceacorp, mmm, vale, ¿quieres decir con eso que me vencerás? Ni lo sueñes xDD
ceacorpheavy psicopataceacorpceacorpceacorpceacorpceacorpceacorpceacorpceacorpceacorpceacorpTu redacción me encanta :)
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