Aveces no le prestamos atención a esas criaturas que nos alumbran el camino y nos desvían de la oscuridad, enseñándonos de que afuera hay cosas hermosas por descubrir o experimentar.

Tengo mala memoria para esas cosas...

Era una etapa tan hermosa la infancia, en dónde no existía la computadora para mí y yo era uno con el mundo. Explorar y aventurarme era apasionante, y a la vez, sentía que eso era lo más maravilloso que podía haber: jugar. Jugar todo lo que yo quiera, sin ser colapsado por el mundo explosivo de Internet o los videojuegos.

Sería raro que no odiemos. Todo sería de un mundo de lo más apacible y ni la mínima brisa afectaría el perfecto equilibrio de paz, y tarde o temprano, vamos a terminar odiando al final.

Nada más hermoso que despertar con las mujeres u hombres soñados.

Siempre trato de tragarme las lágrimas o dejar de hablar para evitar llorar, porque sé que sí suelto tan solo una lágrima, luego...luego no podré detenerme.

JAJAJAJAJ joder, hay que ser gilipollas para hacer eso!

Siempre tan delicados los abuelitos, ¡qué ternura!

Quizás se nos ocurren porque estamos más tranquilos y podemos pensar mejor, y no nos damos cuenta, de que todo termino.