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13.07.2011

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No permitas - que un pobre bastardo con algun trauma infantil
melle tu dignidad de mujer

NO AL MALTRATO FEMENINO
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Al otro lado de la vida 1x112 - Ana llegó a morder a tres personas más antes que la pudieran reducir
entre los pocos presentes que no huyeron al verse peligrar en medio de
todo el alboroto. El único que hubiera podido acabar de un plumazo
con ella había huido al verla aparecer en escena. El guarda de
seguridad, todavía conmocionado por haber acabado con Nicolás,
había vuelto a su plaza de aparcamiento para salir a toda pastilla lo
más lejos de ahí que pudo con su vieja moto. Nicolás había
perecido, pero había propiciado seis nuevas infecciones antes de
irse, asegurándose la propagación de la que si nadie lo impedía,
acabaría por ser la nueva raza dominante en la tierra. Todos y cada
uno de los nuevos infectados fueron llevados a la séptima planta del
hospital, que se evacuó esa misma noche, transformándola
provisionalmente en la planta de cuarentena.
La enfermera fue sedada y llevada a un cuarto especial, al fondo del
pasillo de la última planta, que disponía de una cama con correas
que utilizaron para atarla de manos y pies, preparada para ser objeto
de estudio con la intención de tratar de averiguar qué diablos le
había ocurrido. No tardó mucho en sumársele el pobre anciano del
andador, que murió esa misma noche aquejado de un intenso dolor en el
pecho, que nadie pudo diagnosticar. Gracias a la rápida intervención
del doctor Gutiérrez, que movió cielo y tierra para que atasen al
cadáver, en contra de la voluntad de sus familiares, no hubo que
lamentar ninguna muerte más, al menos no esa primera noche.
	Al día siguiente, tres de los otros cuatro infectados comenzaron a
mostrar síntomas similares a los que habían abocado a Nicolás a la
muerte, apurando aún más el trabajo de los médicos, que habían
pedido refuerzos a la capital para tratar de esclarecer el que
parecía el mayor reto de la medicina en mucho tiempo, y tal vez la
mayor pandemia del mundo, a tenor de lo fácil que era su contagio y
de la actitud que adoptaban los que habían contraído la enfermedad,
dispuestos a propagarla por doquier. A ellos se les sumaron una docena
más de pacientes aquejados de síntomas similares. Todos afirmaban
haber sido mordidos por enajenados que habían encontrado en las
afueras de Sheol, en la linde con el bosque de Pardez.
	Superados por los acontecimientos y apurados por sus compañeros y
los familiares de quienes morirían de no encontrar una solución en
breve, tomaron la decisión de inyectar un recordatorio de la vacuna
ЯЭGENЄR a todos los nuevos infectados, confiando vanamente en que
eso sirviera de algo, pues prácticamente ya habían desistido.
Incluso vacunaron por primera vez a la chica adolescente que había
recibido la sangre mortal de Nicolás, la única que todavía no
había presentado síntomas de infección. Llegaron a creer que se
salvaría al ver su evolución las siguientes horas, pero no pasó ni
un día antes de que empeorase. 
	Los datos obtenidos del estudio que se les practicó eran extraños e
inconexos, nada concluyentes, incapaces de verter algo de luz para
esclarecer lo que ahí estaba ocurriendo. A medida que pasaban las
horas aumentaban los casos de gente infectada que acudía al hospital
en busca de una cura de la que parecía ya una seria epidemia. La
policía e incluso un grupo de soldados custodiaban las que con el
paso de los días acabaron siendo más de tres plantas con pacientes
en todas las habitaciones y en camillas en los pasillos. 
Muchos de ellos se dejaban esposar a las camas, como exigía el cuerpo
de policía dadas las circunstancias, pues sólo así podrían
salvarse las espaldas si morían y se volvían violentos al volver en
sí. Otros muchos se negaron en redondo a ello y volvieron a sus casas
a morir, con la consiguiente tragedia familiar. Los que sólo estaban
infectados podían recibir visitas en las plantas inferiores. Los que
habían cruzado la línea de la muerte para echarse atrás en el
último momento, eran relegados a la última planta, sedados
continuamente, pues en cuanto el efecto del sedante desaparecía se
volvían extremadamente violentos y amenazaban con escapar e infectar
a más gente sana.
	La situación se fue haciendo más y más insostenible a medida que
la epidemia se hizo más acusada en las calles, con repetidos
episodios de pánico y descontrol en el hospital, hasta el punto en el
que se acabó clausurando poco más de una semana más tarde. Los
médicos se acabaron negando a volver por miedo a acabar infectados
igual que les había ocurrido a muchos de sus compañeros. Las puertas
eran custodiadas por esos entonces de docenas de oficiales del
ejército armados hasta los dientes, dispuestos a repartir plomo al
primero que se pasara de la raya. A cada nueva hora se presentaban
más y más personas a las puertas del hospital. Eso, y el hecho que
no hubiese tratamiento alguno para la infección más que
administrarles morfina a los moribundos para que el trago fuera más
liviano, acabó por apresurar lo que ya era evidente. 
	Al día siguiente al abandono definitivo del centro médico, todavía
quedaban más de trescientos pacientes repartidos despreocupadamente
por todas las plantas. En una acción sin precedentes entre la
policía y el ejército se tomó la decisión de erradicar el problema
de raíz, acabando definitivamente con la vida de todas y cada una de
las personas que quedaban dentro del edificio. Fueron barriendo uno a
uno todos los pisos, matando a los infectados maniatados que luchaban
infructuosamente por zafarse de sus grilletes, a los moribundos que
pedían clemencia y a los que imploraban que acabasen de una vez con
su sufrimiento.
	Pero eso no sirvió de nada, pues la infección se propagó mucho
más lejos de esas paredes, extendiéndose por la piel de toro a una
velocidad impensable, demostrando que de nada servía tratar de
contenerla, transformando poco a poco a las personas sanas en meros
refugiados que trataban de librarse del manto de ese brote denominado
por algunos expertos como esquizofrenia caníbal.
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Mi mudo es diminuto  - COMPARADO CON LO K SIENTO POR TI
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LA VIDA NO TIENE SENTIDO - Si no es a tu lado



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