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02.08.2011

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GeekVeterano Nivel 3

puntos 48 | votos: 48
Que te digan raro - es sinónimo de que tienes mucha más personalidad que los demás.
puntos 10 | votos: 10
¿Perdona?¿Decías algo? - Lo siento, no te oigo. Ya me importa una mierda lo que pienses de mi.
puntos 9 | votos: 9
Ganas de darte con la cabeza - contra la pared cuando tu pesadilla parece volverse realidad
puntos 42 | votos: 42
Los sueños sobreviven… - cuando las personas mueren.
puntos 35 | votos: 35
Monkey D. Luffy - ¡Claro que no sé una mierda sobre espadas!
Tampoco sé cómo navergar.
No sé cocinar.
Ni siquiera sé mentir.
Sólo sé que necesito la ayuda de los demás 
si quiero seguir viviendo.

puntos 19 | votos: 19
Motiva y mucho - que sus fans no se hayan olvidado de el y 
que en el concierto de Barcelona cantaron todos juntos
So Far Away.
puntos 29 | votos: 31
Sin música, - la vida sería terriblemente distinta.
puntos 8 | votos: 14
El vidrio que se desvaneció - Habían pasado aproximadamente diez años desde el día en que los
Dursley se
despertaron y encontraron a su sobrino en la puerta de entrada, pero
Privet Drive no
había cambiado en absoluto. El sol se elevaba en los mismos
jardincitos, iluminaba el
número 4 de latón sobre la puerta de los Dursley y avanzaba en su
salón, que era casi
exactamente el mismo que aquél donde el señor Dursley había oído
las ominosas
noticias sobre las lechuzas, una noche de hacía diez años. Sólo las
fotos de la repisa de
la chimenea eran testimonio del tiempo que había pasado. Diez años
antes, había una
gran cantidad de retratos de lo que parecía una gran pelota rosada
con gorros de
diferentes colores, pero Dudley Dursley ya no era un niño pequeño, y
en aquel
momento las fotos mostraban a un chico grande y rubio montando su
primera bicicleta,
en un tiovivo en la feria, jugando con su padre en el ordenador,
besado y abrazado por
su madre... La habitación no ofrecía señales de que allí viviera
otro niño.
Sin embargo, Harry Potter estaba todavía allí, durmiendo en aquel
momento,
aunque no por mucho tiempo. Su tía Petunia se había despertado y su
voz chillona era el
primer ruido del día.
—¡Arriba! ¡A levantarse! ¡Ahora!
Harry se despertó con un sobresalto. Su tía llamó otra vez a la
puerta.
—¡Arriba! —chilló de nuevo. Harry oyó sus pasos en dirección a
la cocina, y
después el roce de la sartén contra el fogón. El niño se dio la
vuelta y trató de recordar
el sueño que había tenido. Había sido bonito. Había una moto que
volaba. Tenía la
curiosa sensación de que había soñado lo mismo anteriormente.
Su tía volvió a la puerta.
—¿Ya estás levantado? —quiso saber.
—Casi —respondió Harry
—Bueno, date prisa, quiero que vigiles el beicon. Y no te atrevas a
dejar que se
queme. Quiero que todo sea perfecto el día del cumpleaños de Duddy.
Harry gimió.
—¿Qué has dicho? —gritó con ira desde el otro lado de la
puerta.
—Nada, nada...
El cumpleaños de Dudley... ¿cómo había podido olvidarlo? Harry se
levantó
lentamente y comenzó a buscar sus calcetines. Encontró un par debajo
de la cama y,
después de sacar una araña de uno, se los puso. Harry estaba
acostumbrado a las arañas,
porque la alacena que había debajo de las escaleras estaba llena de
ellas, y allí era donde
dormía.
Cuando estuvo vestido salió al recibidor y entró en la cocina. La
mesa estaba casi
cubierta por los regalos de cumpleaños de Dudley. Parecía que éste
había conseguido el
ordenador nuevo que quería, por no mencionar el segundo televisor y
la bicicleta de
carreras. La razón exacta por la que Dudley podía querer una
bicicleta era un misterio
para Harry, ya que Dudley estaba muy gordo y aborrecía el ejercicio,
excepto si
conllevaba pegar a alguien, por supuesto. El saco de boxeo favorito de
Dudley era
Harry, pero no podía atraparlo muy a menudo. Aunque no lo parecía,
Harry era muy
rápido.
Tal vez tenía algo que ver con eso de vivir en una oscura alacena,
pero Harry había
sido siempre flaco y muy bajo para su edad. Además, parecía más
pequeño y enjuto de
lo que realmente era, porque toda la ropa que llevaba eran prendas
viejas de Dudley, y
su primo era cuatro veces más grande que él. Harry tenía un rostro
delgado, rodillas
huesudas, pelo negro y ojos de color verde brillante. Llevaba gafas
redondas siempre
pegadas con cinta adhesiva, consecuencia de todas las veces que Dudley
le había
pegado en la nariz. La única cosa que a Harry le gustaba de su
apariencia era aquella
pequeña cicatriz en la frente, con la forma de un relámpago. La
tenía desde que podía
acordarse, y lo primero que recordaba haber preguntado a su tía
Petunia era cómo se la
había hecho.
—En el accidente de coche donde tus padres murieron —había
dicho—. Y no
hagas preguntas.
«No hagas preguntas»: ésa era la primera regla que se debía
observar si se quería
vivir una vida tranquila con los Dursley.
Tío Vernon entró a la cocina cuando Harry estaba dando la vuelta al
tocino.
—¡Péinate! —bramó como saludo matinal.
Una vez por semana, tío Vernon miraba por encima de su periódico y
gritaba que
Harry necesitaba un corte de pelo. A Harry le habían cortado más
veces el pelo que al
resto de los niños de su clase todos juntos, pero no servía para
nada, pues su pelo seguía
creciendo de aquella manera, por todos lados.
Harry estaba friendo los huevos cuando Dudley llegó a la cocina con
su madre.
Dudley se parecía mucho a tío Vernon. Tenía una cara grande y
rosada, poco cuello,
ojos pequeños de un tono azul acuoso, y abundante pelo rubio que
cubría su cabeza
gorda. Tía Petunia decía a menudo que Dudley parecía un angelito.
Harry decía a
menudo que Dudley parecía un cerdo con peluca.
Harry puso sobre la mesa los platos con huevos y beicon, lo que era
difícil porque
había poco espacio. Entretanto, Dudley contaba sus regalos. Su cara
se ensombreció.
—Treinta y seis —dijo, mirando a su madre y a su padre—. Dos
menos que el año
pasado.
—Querido, no has contado el regalo de tía Marge. Mira, está debajo
de este grande
de mamá y papá.
—Muy bien, treinta y siete entonces —dijo Dudley, poniéndose
rojo.
Harry; que podía ver venir un gran berrinche de Dudley, comenzó a
comerse el
beicon lo más rápido posible, por si volcaba la mesa.
Tía Petunia también sintió el peligro, porque dijo rápidamente:
—Y vamos a comprarte dos regalos más cuando salgamos hoy. ¿Qué te
parece,
pichoncito? Dos regalos más. ¿Está todo bien?
Dudley pensó durante un momento. Parecía un trabajo difícil para
él. Por último,
dijo lentamente.
—Entonces tendré treinta y.. treinta y..
—Treinta y nueve, dulzura —dijo tía Petunia.
—Oh —Dudley se dejó caer pesadamente en su silla y cogió el
regalo más
cercano—. Entonces está bien.
Tío Vernon rió entre dientes.
—El pequeño tunante quiere que le den lo que vale, igual que su
padre. ¡Bravo,
Dudley! —dijo, y revolvió el pelo de su hijo.
En aquel momento sonó el teléfono y tía Petunia fue a cogerlo,
mientras Harry y tío
Vernon miraban a Dudley, que estaba desembalando la bicicleta de
carreras, la
filmadora, el avión con control remoto, dieciséis juegos nuevos para
el ordenador y un
vídeo. Estaba rompiendo el envoltorio de un reloj de oro, cuando tía
Petunia volvió,
enfadada y preocupada ala vez.
—Malas noticias, Vernon —dijo—. La señora Figg se ha fracturado
una pierna. No
puede cuidarlo. —Volvió la cabeza en dirección a Harry.
La boca de Dudley se abrió con horror, pero el corazón de Harry dio
un salto. Cada
año, el día del cumpleaños de Dudley, sus padres lo llevaban con un
amigo a pasar el
día a un parque de atracciones, a comer hamburguesas o al cine. Cada
año, Harry se
quedaba con la señora Figg, una anciana loca que vivía a dos
manzanas. Harry no podía
soportar ir allí. Toda la casa olía a repollo y la señora Figg le
hacía mirar las fotos de
todos los gatos que había tenido.
—¿Y ahora qué hacemos? —preguntó tía Petunia, mirando con ira
a Harry como si
él lo hubiera planeado todo. Harry sabía que debería sentir pena
por la pierna de la
señora Figg, pero no era fácil cuando recordaba que pasaría un año
antes de tener que
ver otra vez a Tibbles, Snowy, el Señor Paws o Tufty.
—Podemos llamar a Marge —sugirió tío Vernon.
—No seas tonto, Vernon, ella no aguanta al chico.
Los Dursley hablaban a menudo sobre Harry de aquella manera, como si
no
estuviera allí, o más bien como si pensaran que era tan tonto que no
podía entenderlos,
algo así como un gusano.
—¿Y qué me dices de... tu amiga... cómo se llama... Yvonne?
—Está de vacaciones en Mallorca —respondió enfadada tía
Petunia.
—Podéis dejarme aquí —sugirió esperanzado Harry. Podría ver lo
que quisiera en
la televisión, para variar, y tal vez incluso hasta jugaría con el
ordenador de Dudley
Tía Petunia lo miró como si se hubiera tragado un limón.
—¿Y volver y encontrar la casa en ruinas? —rezongó.
—No voy a quemar la casa —dijo Harry, pero no le escucharon.
—Supongo que podemos llevarlo al zoológico —dijo en voz baja tía
Petunia—... y
dejarlo en el coche...
—El coche es nuevo, no se quedará allí solo...
Dudley comenzó a llorar a gritos. En realidad no lloraba, hacía
años que no lloraba
de verdad, pero sabía que, si retorcía la cara y gritaba, su madre
le daría cualquier cosa
que quisiera.
—Mi pequeñito Dudley no llores, mamá no dejará que él te
estropee tu día especial
—exclamó, abrazándolo.
—¡Yo... no... quiero... que... él venga! —exclamó Dudley entre
fingidos
sollozos—. ¡Siempre lo estropea todo! —Le hizo una mueca burlona
a Harry, desde los
brazos de su madre.
Justo entonces, sonó el timbre de la puerta.
—¡Oh, Dios, ya están aquí! —dijo tía Petunia en tono
desesperado y, un momento
más tarde, el mejor amigo de Dudley, Piers Polkiss, entró con su
madre. Piers era un
chico flacucho con cara de rata. Era el que, habitualmente, sujetaba
los brazos de los
chicos detrás de la espalda mientras Dudley les pegaba. Dudley
suspendió su fingido
llanto de inmediato.
Media hora más tarde, Harry, que no podía creer en su suerte, estaba
sentado en la
parte de atrás del coche de los Dursley, junto con Piers y Dudley,
camino del zoológico
por primera vez en su vida. A sus tíos no se les había ocurrido una
idea mejor, pero
antes de salir tío Vernon se llevó aparte a Harry.
—Te lo advierto —dijo, acercando su rostro grande y rojo al de
Harry—. Te estoy
avisando ahora, chico: cualquier cosa rara, lo que sea, y te quedarás
en la alacena hasta
la Navidad.
—No voy a hacer nada —dijo Harry—. De verdad...
Pero tío Vernon no le creía. Nadie lo hacía.
El problema era que, a menudo, ocurrían cosas extrañas cerca de
Harry y no
conseguía nada con decir a los Dursley que él no las causaba.
En una ocasión, tía Petunia, cansada de que Harry volviera de la
peluquería como
si no hubiera ido, cogió unas tijeras de la cocina y le cortó el
pelo casi al rape,
exceptuando el flequillo, que le dejó «para ocultar la horrible
cicatriz». Dudley se rió
como un tonto, burlándose de Harry, que pasó la noche sin dormir
imaginando lo que
pasaría en el colegio al día siguiente, donde ya se reían de su
ropa holgada y sus gafas
remendadas. Sin embargo, a la mañana siguiente, descubrió al
levantarse que su pelo
estaba exactamente igual que antes de que su tía lo cortara. Como
castigo, lo encerraron
en la alacena durante una semana, aunque intentó decirles que no
podía explicar cómo
le había crecido tan deprisa el pelo.
Otra vez, tía Petunia había tratado de meterlo dentro de un
repugnante jersey viejo
de Dudley (marrón, con manchas anaranjadas). Cuanto más intentaba
pasárselo por la
cabeza, más pequeña se volvía la prenda, hasta que finalmente le
habría sentado como
un guante a una muñeca, pero no a Harry. Tía Petunia creyó que
debía de haberse
encogido al lavarlo y, para su gran alivio, Harry no fue castigado.
Por otra parte, había tenido un problema terrible cuando lo
encontraron en el techo
de la cocina del colegio. El grupo de Dudley lo perseguía como de
costumbre cuando,
tanto para sorpresa de Harry como de los demás, se encontró sentado
en la chimenea.
Los Dursley recibieron una carta amenazadora de la directora del
colegio, diciéndoles
que Harry andaba trepando por los techos del colegio. Pero lo único
que trataba de hacer
(como le gritó a tío Vernon a través de la puerta cerrada de la
alacena) fue saltar los
grandes cubos que estaban detrás de la puerta de la cocina. Harry
suponía que el viento
lo había levantado en medio de su salto.
Pero aquel día nada iba a salir mal. Incluso estaba bien pasar el
día con Dudley y
Piers si eso significaba no tener que estar en el colegio, en su
alacena, o en el salón de la
señora Figg, con su olor a repollo.
Mientras conducía, tío Vernon se quejaba a tía Petunia. Le gustaba
quejarse de
muchas cosas. Harry, el ayuntamiento, Harry, el banco y Harry eran
algunos de sus
temas favoritos. Aquella mañana le tocó a los motoristas.
—... haciendo ruido como locos esos gamberros —dijo, mientras una
moto los
adelantaba.
—Tuve un sueño sobre una moto —dijo Harry recordando de
pronto—. Estaba
volando.
Tío Vernon casi chocó con el coche que iba delante del suyo. Se dio
la vuelta en el
asiento y gritó a Harry:
—¡LAS MOTOS NO VUELAN!
Su rostro era como una gigantesca remolacha con bigotes.
Dudley y Piers se rieron disimuladamente.
—Ya sé que no lo hacen —dijo Harry—. Fue sólo un sueño.
Pero deseó no haber dicho nada. Si había algo que desagradaba a los
Dursley aún
más que las preguntas que Harry hacía, era que hablara de cualquier
cosa que se
comportara de forma indebida, no importa que fuera un sueño o un
dibujo animado.
Parecían pensar que podía llegar a tener ideas peligrosas.
Era un sábado muy soleado y el zoológico estaba repleto de familias.
Los Dursley
compraron a Dudley y a Piers unos grandes helados de chocolate en la
entrada, y luego,
como la sonriente señora del puesto preguntó a Harry qué quería
antes de que pudieran
alejarse, le compraron un polo de limón, que era más barato. Aquello
tampoco estaba
mal, pensó Harry, chupándolo mientras observaban a un gorila que se
rascaba la cabeza
y se parecía notablemente a Dudley, salvo que no era rubio.
Fue la mejor mañana que Harry había pasado en mucho tiempo. Tuvo
cuidado de
andar un poco alejado de los Dursley, para que Dudley y Piers, que
comenzaban a
aburrirse de los animales cuando se acercaba la hora de comer, no
empezaran a practicar
su deporte favorito, que era pegarle a él. Comieron en el restaurante
del zoológico, y
cuando Dudley tuvo una rabieta porque su bocadillo no era lo
suficientemente grande,
tío Vernon le compró otro y Harry tuvo permiso para terminar el
primero.
Más tarde, Harry pensó que debía haber sabido que aquello era
demasiado bueno
para durar.
Después de comer fueron a ver los reptiles. Estaba oscuro y hacía
frío, y había
vidrieras iluminadas a lo largo de las paredes. Detrás de los
vidrios, toda clase de
serpientes y lagartos se arrastraban y se deslizaban por las piedras y
los troncos. Dudley
y Piers querían ver las gigantescas cobras venenosas y las gruesas
pitones que
estrujaban a los hombres. Dudley encontró rápidamente la serpiente
más grande. Podía
haber envuelto el coche de tío Vernon y haberlo aplastado como si
fuera una lata, pero
en aquel momento no parecía tener ganas. En realidad, estaba
profundamente dormida.
Dudley permaneció con la nariz apretada contra el vidrio,
contemplando el brillo de
su piel.
—Haz que se mueva —le exigió a su padre.
Tío Vernon golpeó el vidrio, pero la serpiente no se movió.
—Hazlo de nuevo —ordenó Dudley.
Tío Vernon golpeó con los nudillos, pero el animal siguió
dormitando.
—Esto es aburrido —se quejó Dudley. Se alejó arrastrando los
pies.
Harry se movió frente al vidrio y miró intensamente a la serpiente.
Si él hubiera
estado allí dentro, sin duda se habría muerto de aburrimiento, sin
ninguna compañía,
salvo la de gente estúpida golpeando el vidrio y molestando todo el
día. Era peor que
tener por dormitorio una alacena donde la única visitante era tía
Petunia, llamando a la
puerta para despertarlo: al menos, él podía recorrer el resto de la
casa.
De pronto, la serpiente abrió sus ojillos, pequeños y brillantes
como cuentas. Lenta,
muy lentamente, levantó la cabeza hasta que sus ojos estuvieron al
nivel de los de
Harry.
Guiñó un ojo.
Harry la miró fijamente. Luego echó rápidamente un vistazo a su
alrededor, para
ver si alguien lo observaba. Nadie le prestaba atención. Miró de
nuevo a la serpiente y
también le guiñó un ojo.
La serpiente torció la cabeza hacia tío Vernon y Dudley, y luego
levantó los ojos
hacia el techo. Dirigió a Harry una mirada que decía claramente:
—Me pasa esto constantemente.
—Lo sé —murmuró Harry a través del vidrio, aunque no estaba
seguro de que la
serpiente pudiera oírlo—. Debe de ser realmente molesto.
La serpiente asintió vigorosamente.
—A propósito, ¿de dónde vienes? —preguntó Harry
La serpiente levantó la cola hacia el pequeño cartel que había
cerca del vidrio.
Harry miró con curiosidad.
«Boa Constrictor, Brasil.»
—¿Era bonito aquello?
La boa constrictor volvió a señalar con la cola y Harry leyó:
«Este espécimen fue
criado en el zoológico».
—Oh, ya veo. ¿Entonces nunca has estado en Brasil?
Mientras la serpiente negaba con la cabeza, un grito ensordecedor
detrás de Harry
los hizo saltar.
—¡DUDLEY! ¡SEÑOR DURSLEY! ¡VENGAN A VER A LA SERPIENTE! ¡NO
VAN A CREER LO QUE ESTÁ HACIENDO!
Dudley se acercó contoneándose, lo más rápido que pudo.
—Quita de en medio —dijo, golpeando a Harry en las costillas.
Cogido por
sorpresa, Harry cayó al suelo de cemento. Lo que sucedió a
continuación fue tan rápido
que nadie supo cómo había pasado: Piers y Dudley estaban inclinados
cerca del vidrio,
y al instante siguiente saltaron hacia atrás aullando de terror.
Harry se incorporó y se quedó boquiabierto: el vidrio que cerraba el
cubículo de la
boa constrictor había desaparecido. La descomunal serpiente se había
desenrollado
rápidamente y en aquel momento se arrastraba por el suelo. Las
personas que estaban en
la casa de los reptiles gritaban y corrían hacia las salidas.
Mientras la serpiente se deslizaba ante él, Harry habría podido
jurar que una voz
baja y sibilante decía:
—Brasil, allá voy... Gracias, amigo.
El encargado de los reptiles se encontraba totalmente conmocionado.
—Pero... ¿y el vidrio? —repetía—. ¿Adónde ha ido el vidrio?
El director del zoológico en persona preparó una taza de té fuerte
y dulce para tía
Petunia, mientras se disculpaba una y otra vez. Piers y Dudley no
dejaban de quejarse.
Por lo que Harry había visto, la serpiente no había hecho más que
darles un golpe
juguetón en los pies, pero cuando volvieron al asiento trasero del
coche de tío Vernon,
Dudley les contó que casi lo había mordido en la pierna, mientras
Piers juraba que había
intentado estrangularlo. Pero lo peor, para Harry al menos, fue cuando
Piers se calmó y
pudo decir:
—Harry le estaba hablando. ¿Verdad, Harry?
Tío Vernon esperó hasta que Piers se hubo marchado, antes de
enfrentarse con
Harry. Estaba tan enfadado que casi no podía hablar.
—Ve... alacena... quédate... no hay comida —pudo decir, antes de
desplomarse en
una silla. Tía Petunia tuvo que servirle una copa de brandy.
Mucho más tarde, Harry estaba acostado en su alacena oscura, deseando
tener un
reloj. No sabía qué hora era y no podía estar seguro de que los
Dursley estuvieran
dormidos. Hasta que lo estuvieran, no podía arriesgarse a ir a la
cocina a buscar algo de
comer.
Había vivido con los Dursley casi diez años, diez años
desgraciados, hasta donde
podía acordarse, desde que era un niño pequeño y sus padres habían
muerto en un
accidente de coche. No podía recordar haber estado en el coche cuando
sus padres
murieron. Algunas veces, cuando forzaba su memoria durante las largas
horas en su
alacena, tenía una extraña visión, un relámpago cegador de luz
verde y un dolor como el
de una quemadura en su frente. Aquello debía de ser el choque,
suponía, aunque no
podía imaginar de dónde procedía la luz verde. Y no podía recordar
nada de sus padres.
Sus tíos nunca hablaban de ellos y, por supuesto, tenía prohibido
hacer preguntas.
Tampoco había fotos de ellos en la casa.
Cuando era más pequeño, Harry soñaba una y otra vez que algún
pariente
desconocido iba a buscarlo para llevárselo, pero eso nunca sucedió:
los Dursley eran su
única familia. Pero a veces pensaba (tal vez era más bien que lo
deseaba) que había
personas desconocidas que se comportaban como si lo conocieran. Eran
desconocidos
muy extraños. Un hombrecito con un sombrero violeta lo había
saludado, cuando estaba
de compras con tía Petunia y Dudley Después de preguntarle con ira
si conocía al
hombre, tía Petunia se los había llevado de la tienda, sin comprar
nada. Una mujer
anciana con aspecto estrafalario, toda vestida de verde, también lo
había saludado
alegremente en un autobús. Un hombre calvo, con un abrigo largo,
color púrpura, le
había estrechado la mano en la calle y se había alejado sin decir
una palabra. Lo más
raro de toda aquella gente era la forma en que parecían desaparecer
en el momento en
que Harry trataba de acercarse.
En el colegio, Harry no tenía amigos. Todos sabían que el grupo de
Dudley odiaba
a aquel extraño Harry Potter, con su ropa vieja y holgada y sus gafas
rotas, y a nadie le
gustaba estar en contra de la banda de Dudley.
puntos 33 | votos: 41
Desmotiva - que mi madre diga que los tatuajes y los piercings son para macarras
y no me deje hacérmelos.
puntos 27 | votos: 27
No importa la fama de algunos - lo que realmente cuenta es el TALENTO

puntos 19 | votos: 19
El día de hoy no se volverá  - a repetir. Vive intensamente cada instante.
puntos 28 | votos: 28
Ayer - Ayer iva caminando tranquilamente por mi barrio. Crucé un parque y vi
unos niños, no msyores de 5-6 años. Cuando me iva a ir escuché
gritar a uno de ellos : ``Galleta, galleta... METRALLETAAA !!!´´ .
No pude evitar sonreir. Yo, 15 años... niños, 5-6 , pero  la misma
serie.  Ayer fue el día en que la esperanza volvió a mi mente... 
porque ahora sé que todavía existen niños `` como los de antes ´´
.
puntos 11 | votos: 11
Júzgame tanto como quieras - pero no podrás cambiarme, yo soy así.
puntos 42 | votos: 44
En la mayoría - de los conciertos, te das cuenta de los grupos que valen de verdad y los que no.
puntos 10 | votos: 10
Momentos en los que  - no sabes lo que haces, ni lo que sientes ni lo que piensas, simplemente te dejas llevar

puntos 9 | votos: 9
Not bad - nivel: Syn Gates.
puntos 1924 | votos: 2012
No te he dado una bofetada - he chocado los cinco con tu cara.
puntos 34 | votos: 34
Aquel que busca la perfección - acaba encontrando su propia destrucción
puntos 18 | votos: 18
No te rindas - si el destino llama a tu puerta, no le dejes entrar.
puntos -74 | votos: 154
Para mí el puede llegar a ser - mejor que Kurt Cobain y Jimi Hendrix juntos, el es el que hace que mi
vida tenga color.

puntos 30 | votos: 30
La amistad - no es algo que tenga que ver con el tiempo.
puntos -5 | votos: 13
Perfeccion - Descripción Gráfica
puntos 13 | votos: 13
La razón habla  - y el sentido muerde.
puntos 14 | votos: 14
Aquella cara de felicidad - cuando sabes que esa persona especial viene hacia ti.
puntos 11 | votos: 19
Hello Thurman ... !! - It´s your first day of school

puntos 14 | votos: 14
Tio,que te dije sobre ser discreto? - - Vete a la mierda  y sonrie, que nos sacan foto
puntos 9 | votos: 9
Hay un infierno... - Creeme...lo he visto.
puntos 21 | votos: 21
Una pequeña sonrisa puede - Iluminar el momento mas oscuro.
puntos 10 | votos: 10
por que pelearnos -  entre nosotros sobre cual es la mejor banda cuando podemos unirnos
todos contra el falso metal
puntos 57 | votos: 57
Llorar por alguien que ya no esta - no es signo de debilidad, es signo
de que aun y de que siempre lo llevaras en tu corazón

puntos 14 | votos: 14
Ley Universal #1 - No puedes decir No me gusta,si no lo has probado
Y mucho menos, criticarlo sin ponerlo a prueba
puntos 27 | votos: 27
Me siento orgullosa - de ser como soy
puntos 2848 | votos: 2874
Típico  - Estas mal y lees un cartel en desmotivaciones con tu mismo problema.
puntos 36 | votos: 38
Imposible es sólo una palabra - todo puede hacerse y se hará, hasta el momento que se haya intentado
y, al ver que el intento no ha valido, la palabra podrá tomar su
significado
puntos 35 | votos: 35
La gente no siempre - a estado a mi lado cuando la e necesitado
pero la música siempre a estado ahí.

puntos 19 | votos: 19
Todos - creamos historias para protegernos del mundo.
puntos 30 | votos: 30
El corazón - es el único instrumento que, una vez roto, sigue funcionando.
puntos 20 | votos: 24
Roronoa Zoro: - Cuando tienes mala suerte lo único que puedes hacer es enfrentarla,
quejarte y poner excusas te hara lucir patético.
puntos 31 | votos: 33
Gente que - sin conocer a las personas habla mal de ellas.
puntos 22 | votos: 22
Aprovecha el dia - o muere lamentando el tiempo perdido

puntos 40 | votos: 42
No hay nada mejor.. - que tener a tu lado a alguien,que te ame,que te diga lo estupend@ que
eres para el/ella y que te lo demuestre en cada instante.
puntos 16 | votos: 24
  - Respiraré por el amor de mañana
 porque no hay esperanza para hoy.
puntos 66 | votos: 70
One piece - Las personas sólo mueren de verdad cuando son olvidadas.
puntos 12 | votos: 14
NO JUZGUES A NADIE - POR SU APARIENCIA. JÚZGALE POR SU FORMA DE SER.
puntos 11 | votos: 11
Puedes morir hoy - de orgullo si quieres pero si decides dejar tu orgullo sobrevivirás y
veras el día de mañana

puntos 24 | votos: 28
Desmotiva - que ninguna de las personas que te rodean coincidan en ninguno de tus
gustos y no poder compartirlos
puntos 37 | votos: 39
Los que renuncian - son más numerosos que los que fracasan
puntos 1992 | votos: 2032
-¿Por qué escuchas eso tan raro?, - ¿por qué no puedes escuchar música como la gente normal?
- Nadie es normal, no existe gente normal.




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