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07.06.2011

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Carta de Seattle, el jefe indio - de la tribu Suwamish, al presidente de los Estados Unidos Franklin
Pierce. El Gran Jefe de Washington manda decir que desea comprar
nuestras tierras. El Gran Jefe también nos envía palabras de amistad
y buena voluntad. Apreciamos esta gentileza porque sabemos que poca
falta le hace, en cambio, nuestra amistad. Vamos a considerar su
oferta, pues sabemos que, de no hacerlo, el hombre blanco podrá venir
con sus armas de fuego y tomarse nuestras tierras. El Gran Jefe de
Washington podrá confiar en lo que dice el Jefe Seattle con la misma
certeza con que nuestros hermanos blancos podrán confiar en la vuelta
de las estaciones. Mis palabras son inmutables como las estrellas.
¿Cómo podéis comprar o vender el cielo, el calor de la tierra? Esta
idea nos parece extraña. No somos dueños de la frescura del aire ni
del centelleo del agua. ¿Cómo podríais comprarlos a nosotros? Lo
decimos oportunamente. Habeis de saber que cada partícula de esta
tierra es sagrada para mi pueblo. Cada hoja resplandeciente, cada
playa arenosa, cada neblina en el oscuro bosque, cada claro y cada
insecto con su zumbido son sagrados en la memoria y la experiencia de
mi pueblo. La savia que circula en los árboles porta las memorias del
hombre de piel roja.

Los muertos del hombre blanco se olvidan de su tierra natal cuando se
van a caminar por entre las estrellas. Nuestros muertos jamás olvidan
esta hermosa tierra porque ella es la madre del hombre de piel roja.
Somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros. Las fragantes
flores son nuestras hermanas; el venado, el caballo, el águila
majestuosa son nuestros hermanos. Las praderas, el calor corporal del
potrillo y el hombre, todos pertenecen a la misma familia. Por eso,
cuando el Gran Jefe de Washington manda decir que desea comprar
nuestras tierras, es mucho lo que pide. El Gran Jefe manda decir que
nos reservará un lugar para que podamos vivir cómodamente entre
nosotros. El será nuestro padre y nosotros seremos sus hijos. Por eso
consideraremos su oferta de comprar nuestras tierras. Mas, ello no
será fácil porque estas tierras son sagradas para nosotros. El agua
centelleante que corre por los ríos y esteros no es meramente agua
sino la sangre de nuestros antepasados.  Si os vendemos estas tierras,
tendréis que recordar que ellas son sagradas y deberéis enseñar a
vuestros hijos que lo son y que cada reflejo fantasmal en las aguas
claras de los lagos habla de acontecimientos y recuerdos de la vida de
mi pueblo. El murmullo del agua es la voz del padre de mi padre.

Los ríos son nuestros hermanos, ellos calman nuestra sed. Los ríos
llevan nuestras canoas y alimentan a nuestros hijos. Si os vendemos
nuestras tierras, deberéis recordar y enseñar a vuestros hijos que
los ríos son nuestros hermanos y hermanos de vosotros; deberéis en
adelante dar a los ríos el trato bondadoso que daréis a cualquier
hermano.

Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestra manera de ser. Le da
lo mismo un pedazo de tierra que el otro porque él es un extraño que
llega en la noche a sacar de la tierra lo que necesita. La tierra no
es su hermano sino su enemigo. Cuando la ha conquistado la abandona y
sigue su camino. Deja detrás de él las sepulturas de sus padres sin
que le importe. Despoja de la tierra a sus hijos sin que le importe.
Olvida la sepultura de su padre y los derechos de sus hijos. Trata a
su madre, la tierra, y a su hermano el cielo, como si fuesen cosas que
se pueden comprar, saquear y vender, como si fuesen corderos y cuentas
de vidrio. Su insaciable apetito devorará la tierra y dejará tras
sí sólo un desierto.

No lo comprendo. Nuestra manera de ser es diferente a la vuestra. La
vista de vuestras ciudades hace doler los ojos al hombre de piel roja.
Pero quizá sea así porque el hombre de piel roja es un salvaje y no
comprende las cosas. No hay ningún lugar tranquilo en las ciudades
del hombre blanco, ningún lugar donde pueda escucharse el desplegarse
de las hojas en primavera o el orzar de las alas de un insecto. Pero
quizá sea así porque soy un salvaje y no puedo comprender las cosas.
El ruido de la ciudad parece insultar los oídos. ¿Y qué clase de
vida es cuando el hombre no es capaz de escuchar el solitario grito de
la garza o la discusión nocturna de las ranas alrededor de la laguna?
Soy un hombre de piel roja y no lo comprendo. Los indios preferimos el
suave sonido del viento que acaricia la cala del lago y el olor del
mismo viento purificado por la lluvia del mediodía o perfumado por la
fragancia de los pinos. 

El aire es algo precioso para el hombre de piel roja porque todas las
cosas comparten el mismo aliento: el animal, el árbol y el hombre. El
hombre blanco parece no sentir el aire que respira. Al igual que un
hombre muchos días agonizante, se ha vuelto insensible al hedor. Mas,
si os vendemos nuestras tierras, debéis recordar que el aire es
precioso para nosotros, que el aire comparte su espíritu con toda la
vida que sustenta. Y, si os vendemos nuestras tierras, debéis
dejarlas aparte y mantenerlas sagradas como un lugar al cual podrá
llegar incluso el hombre blanco a saborear el viento dulcificado por
las flores de la pradera.

Consideraremos vuestra oferta de comprar nuestras tierras. Si
decidimos aceptarla, pondré una condición: que el hombre blanco
deberá tratar a los animales de estas tierras como hermanos. Soy un
salvaje y no comprendo otro modo de conducta. He visto miles de
búfalos pudriéndose sobre las praderas, abandonados allí por el
hombre blanco que les disparó desde un tren en marcha. Soy un salvaje
y no comprendo como el humeante caballo de vapor puede ser más
importante que el búfalo al que sólo matamos para poder vivir.
¿Qué es el hombre sin los animales? Si todos los animales hubiesen
desaparecido, el hombre moriría de una gran soledad de espíritu.
Porque todo lo que ocurre a los animales pronto habrá de ocurrir
también al hombre. Todas las cosas están relacionadas ente sí.

Vosotros debéis enseñar a vuestros hijos que el suelo bajo sus pies
es la ceniza de sus abuelos. Para que respeten la tierra, debéis
decir a vuestros hijos que la tierra está plena de vida de nuestros
antepasados. Debéis enseñar a vuestros hijos lo que nosotros hemos
enseñados a los nuestros: que la tierra es nuestra madre. Todo lo que
afecta a la tierra afecta a los hijos de la tierra. Cuando los hombres
escupen el suelo se escupen a sí mismos.

Esto lo sabemos: la tierra no pertenece al hombre, sino que el hombre
pertenece a la tierra. El hombre no ha tejido la red de la vida: es
sólo una hebra de ella. Todo lo que haga a la red se lo hará a sí
mismo. Lo que ocurre a la tierra ocurrirá a los hijos de la tierra.
Lo sabemos. Todas las cosas están relacionadas como la sangre que une
a una familia.

Aún el hombre blanco, cuyo Dios se pasea con él y conversa con el
-de amigo a amigo no puede estar exento del destino común-. Quizá
seamos hermanos, después de todo. Lo veremos. Sabemos algo que el
hombre blanco descubrirá algún día: que nuestro Dios es su mismo
Dios. Ahora pensáis quizá que sois dueño de nuestras tierras; pero
no podéis serlo. El es el Dios de la humanidad y Su compasión es
igual para el hombre blanco. Esta tierra es preciosa para El y el
causarle daño significa mostrar desprecio hacia su Creador. Los
hombres blancos también pasarán, tal vez antes que las demás
tribus. Si contamináis vuestra cama, moriréis alguna noche sofocados
por vuestros propios desperdicios. Pero aún en vuestra hora final os
sentiréis iluminados por la idea de que Dios os trajo a estas tierras
y os dio el dominio sobre ellas y sobre el hombre de piel roja con
algún propósito especial. Tal destino es un misterio para nosotros
porque no comprendemos lo que será cuando los búfalos hayan sido
exterminados, cuando los caballos salvajes hayan sido domados, cuando
los recónditos rincones de los bosques exhalen el olor a muchos
hombres y cuando la vista hacia las verdes colinas esté cerrada por
un enjambre de alambres parlantes. ¿Dónde está el espeso bosque?
Desapareció. ¿Dónde está el águila? Desapareció. Así termina la
vida y comienza la supervivencia.
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Solo sé tu mismo; - Eres maravilloso
puntos 13 | votos: 13
Por esas amistades - con las que pensamos y soñamos lo bonito que seria estar junto a esa
persona pero al final no son mas que eso...Sueños y pensamientos y en
la realidad nunca seremos mas que eso...Amigos...
puntos 14 | votos: 14
solo quiero salvarte, -  mientras aún haya algo que salvar.
puntos 23 | votos: 23
¿Y tú,Con que sueñas? -




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