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11.02.2011

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Porque todos - tenemos derecho a compañia de vez en cuando
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. -
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Este hombre - me enseñó algo :
Nunca juzgues por las apariencias
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Ruleta De La Suerte - Aceptalo ati tambien te ha jodido
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Desmotiva - no tener motivos para motivarse.

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  -                                                     ¿Sabes que es lo mejor de los corazones rotos? 
                                                       Que sólo pueden romperse de verdad una vez. 
                                                                                 Lo demás son solo rasguños...
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Porque tu tambien - lo has usado para ver que habia en el horizonte
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Blanco Nuclear - Blanco… Blanco súbito a su alrededor. Un blanco nuclear, de esos
que te deslumbran a pesar de que entrecierres los ojos para usarlos a
modo de filtro.

Cayendo, pese a que notaba el contacto del suelo en sus nalgas y en la
palma de sus manos, manteniendo una cómoda posición en estado
horizontal.

Eco. En su cabeza resonaba un eco que acentuaba cada golpe y lo
devolvía levemente muteado cada pocos segundos.

Sentía calor en todo su cuerpo, pero por dentro estaba helada. Pero
no le molestaba; era incluso agradable tener esa extraña sensación,
novedosa para ella.

Un agradable olor levemente cítrico, con toques de maderas y frutas
del bosque en perfecta armonía danzaba por su pituitaria provocando
una leve sonrisa en sus pequeños labios.
Intentaba recordar un motivo que justificara aquella colocación en el
espacio-tiempo, pero sólo pudo recordar aquella asquerosa función de
onda que predecía que el sitio más idóneo para su estructura
molecular fuese aquel peculiar lugar.
La función de onda del universo.

A pesar de que estaba muy cómoda, como incitada a cerrar los ojos por
completo y descansar durante meses, quiso concentrarse en recordar
cosas. Ya tendría tiempo para descansar luego; o no.

En su mente resonaba un bajo de 9 cuerdas afinado en Dropped C-0,
tocando la línea de bajo de CAFO. Al llegar al solo, se incorporaron
todas las líneas instrumentales de golpe.
Ese sonido, tan característico que daba su pequeño cabezal a
válvulas, fue su primer recuerdo consistente que llegó a su cabeza
tras despertar en medio de ninguna parte.
Cuando intentaba recordar su nombre sólo recordaba un estribillo
compuesto por ella.
“Falling… falling in that desire, which never comes true…”
Acto seguido vino a su mente un ferviente deseo de morir, de olvidar,
pero daba la casualidad que ahora luchaba por recordar; ya tendría
tiempo para morir luego. O no.

Ni siquiera recordaba su cara, así que se la palpó con las manos, y
notó con su sistema nervioso una piel tersa, sin imperfecciones ni
impurezas, cuasi inmaculada.
Su cerebro procesó otra cosa muy diferente. Un líquido pastoso y
denso goteaba entre sus dedos; parecía sangre. Su piel estaba hecha
jirones, parecía que había estallado de dentro hacia fuera e incluso
algunas tiras de piel colgaban de otras dejando intuir trozos de lo
que en algún momento fue el masetero con trozos de astillas de la
mandíbula, ahora deformada, hecha añicos y despedazada.

-¿Hola? – Dijo sin obtener más respuesta que la del eco de su voz
que rebotaba en ninguna parte. Tenía una voz grave para ser de una
chica, pero dulce; era una voz perfecta.
13 segundos después de pronunciar su saludo interrogativo cesó por
completo el sonido. Oía el bombeo grave de su corazón y el pitido,
agudo en exceso que producía su sistema nervioso central.

Y luego, hubo silencio.

Comenzó a entrever formas y colores que diferían del blanco nuclear
que segundos atrás –segundos bajo su punto de vista- había
observado.

Eso tuvo un alto precio a pagar. Dejó de oír para poder ver.
Vislumbraba una autopista de tres carriles por cada sentido, mar a su
derecha y un alto volcán justo enfrente. Un aire cálido rozaba sus
mejillas y coagulaba la sangre imaginaria que goteaba desde sus
maseteros.

Seguía estando sentada, pero flotando suavemente a más de 750 metros
de altura, sintiendo como el sol percutía su piel bajo una mullida
manta de fotones que la golpeaba a 1.080.000.000 km/h

Comenzó a oír de nuevo, empezando por una suave brisa y el murmullo
silenciado del mar, así que se preguntó de qué estaría privada en
este nuevo caso.
Su respuesta vino en forma de caída libre, acelerándose a 9.81
m/s^2, llegando al suelo a casi 300 km/h.
Mientras caía, su mente se dedicó a calcular que los fotones de la
luz del sol la golpearían a 1079.999.700 km/h, pero la física
teórica sobrevino a su memoria, haciéndola recapacitar y recordar
que la luz se mueve a c (300.000 km/s) bajo cualquier circunstancia de
observación.

Tras ese inciso, su cuerpo impactó contra el duro asfalto de aquella
autopista que vio desde la altura.

Vuelta a empezar. O no.

Trató de levantarse, y lo consiguió sin esfuerzo. Se asombró al ver
el cráter que había dejado en la tierra. Pasó revisión a su cuerpo
y místicamente estaba todo intacto, como si nada hubiese ocurrido.

Escuchó unos pasos metálicos y pesados a su espalda, como si una
grúa fuese corriendo para ella. Su peor pesadilla ahora era una
realidad.

Un meca (robot mecánico con procesadores orgánicos de positrones) de
demolición iba a por ella para acabar con su vida sin piedad.
Inconscientemente puso los brazos delante en cruz para defenderse.

3 segundos para el impacto… 2… 1…

Menos 1,602 por diez elevado a menos diecinueve. 9,1 por diez elevado
a menos treinta y uno.

El meca, yendo a más de 45 km/h le propinó un severo puñetazo en
los brazos con una de sus bolas de demolición propulsadas por
células de combustible sólido e hizo que saliera despedida hacia el
volcán.
Casi 7 segundos de vuelo rasante, reventando todo lo que estaba a su
paso.
No sintió dolor, ni siquiera el espaldarazo que pegó contra una de
las faldas que formaban la parte baja de ese alto monumento natural,
de más de 3.700 m. de altura, a más de 150 m/s

El simple hecho de pensar en que podría recibir otro ataque hizo que
delante de ella apareciese una katana de una aleación de acero y
titanio, con el filo embadurnado en sangre.

Siguiente impacto en 3… 2… 1…

En su cerebro comenzó a crearse la acción química que
desencadenaría en milésimas de segundo el impulso eléctrico que
mandaría la orden de contracción del bíceps para hacer que la
katana intentara cortar, rebanar, eviscerar a aquella mole mecánica
que emitía un ensordecedor ruido metálico. O no.

Y de repente, se vio de nuevo en medio de ninguna parte, en Blanco
Nuclear.
Ahora le dolían un poco los brazos y tenía el costado derecho un
tanto dolorido, pero apenas era sensible.
Vino a su mente de nuevo aquél olor que tuvo antes de su peripecia
cibernética. Limón, naranja, lima, grosella, pino, fresas y jazmín
en perfecta armonía, curando sus heridas.
Por unos instantes, al abrir los ojos y alzar las manos al cielo,
presenció un fallout artificial, hecho exclusivamente para ella.

Neutrones que durante 12 minutos lloverán en forma líquida,
irradiándolo todo con una cantidad brutal de Curies.

Con una impasividad pasmosa, disfrutó segundo a segundo de ese
espectáculo del cual ningún humano sale vivo.

Pasaron los 885 segundos… y comenzó a llover arenisca, pero de un
color extraño, de un material que nunca había visto antes.
Llovían protones. Recordó el título de un artículo que Isaac
Asimov escribió acerca de los protones. “Y tras muchos veranos, el
protón muere”

Simplemente vio ante sus ojos como un protón, la partícula
subatómica más estable, iba envejeciendo.

Para hacernos una idea, si la vida del universo fuera de 1 segundo, un
protón viviría 1.6 billones de milenios. Aproximadamente, un protón
vive 100.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000 segundos.

Y ella fue testigo de ese acto de magnificencia, de insignificancia
humana, de alzamiento teológico.

Comenzó a cuestionarse si podría haberse convertido en un ser
superior en el momento de haber aparecido en Blanco Nuclear, hacía un
rato –al menos según su criterio- de no más de media hora.

Y posiblemente alguien pudiera darle la respuesta…

Y el ingeniero se pronunció, rompiendo el silencio.

-Sé lo que sientes- Dijo un hombre elegante, de porte gallardo,
vestido de blanco y matizado con una corbata verde pistacho recién
aparecido de la nada.
-No tengo sentimientos- Respondió ella tras unos segundos un tanto
tensos –Así que desaparece de mi vista.
Cumplióse su voluntad, y después de unos minutos un tanto aburridos
sin nada que hacer o sin tener nada en lo que pensar, se entretuvo
imaginando la profesión del hombre que la visitó antes.

Sin saber nada de su vida, comenzó a darle forma.
Comenzó por imaginar un nombre. Parecía de ascendencia británica,
como un lord muy caballeroso. Su nombre sería Joshua. Josh para sus
amigos.
Estudió en las más altas escuelas obteniendo siempre unos resultados
académicos espectacularmente fructíferos.
Su familia hubiera deseado tener un médico entre sus profesionales,
pero Josh acabó siendo la oveja negra y se convirtió en pizzero.
Tras un aparatoso accidente a lomos de su ciclomotor, su cerebro
perdió la conexión entre ambos hemisferios.
En ese momento, quedó en coma. Su mente estaba ausente, en su propio
mundo mientras su dueño luchaba por sobrevivir un día más en el
hospital.

En uno de los muchos movimientos involuntarios que presentan los
comatosos, pronunció sus últimas palabras antes de morir a la tierna
edad de 28 años. “Nunca dejé de ser… ingeniero de sueños”. En
ese momento saltaron las alarmas y su habitación del hospital, la
1314, se llenó de enfermeros, cirujanos y comenzaron a intentar
reanimarlo.

En ese instante, de nuevo en Blanco Nuclear, comenzaba a hacer algo de
frío. Mas no importa; el dulce aroma de la soledad hacía que ella,
la única habitante de Blanco Nuclear estuviera a gusto.

En sus entrañas había algo que le decía a gritos que necesitaba
recordar la verdad. Todo estaba en su mente, medio ordenado, medio
desordenado. Si es que realmente tenía neuronas en su cerebro, en
ellas debía estar la respuesta que necesitaba saber para poder
escapar de aquél apacible- aunque al mismo tiempo siniestro- lugar.

En su cabeza habían varias funciones matemáticas, que al derivarlas
daban una parábola perfectamente definida en todo el conjunto de
números reales.

Y el universo no era más que una gota en un cristal…

Poco a poco, sin darse cuenta, se fue quedando dormida plácidamente
en una posición similar a la primera que tuvo en Blanco Nuclear;
solamente un poco más reclinada contra una pared.

Soñó que era piloto de rallies, profesora de acupuntura, campeona de
natación y madre de un carnero mutante venido del espacio.
No obstante, tuvo un descanso reparador, pleno como pocos.

Un espasmo repentino desencadenó una serie de estornudos e hizo que a
cada repetición del movimiento involuntario, Blanco Nuclear fuera
mutando, de forma inesperada.

Sin desearlo ni esperarlo se vio enjaulada en una cárcel de cristal,
que a cada instante se iba haciendo más estrecha, más angosta y
dificultando la respiración, agobiando a su prisionera en cuerpo y
alma.

Volvió a estornudar cuando quedaban escasos segundos para morir
aplastada por la jaula.
Salvada por los pelos. Apareció lejos de allí, en un sitio que
parecía ser familiar.

Y sólo pudo ver como un chico luchaba a muerte en la ladera de un
volcán contra un meca de demolición con sistemas de camuflaje activo

La inteligencia del humano contra la precisión de la máquina; golpe
a golpe las fuerzas del ingenio mecánico iban medrando. Impacto a
impacto, el valiente joven iba desvaneciéndose.

-¡Basta! –Gritó desesperada nuestra protagonista, viendo que si no
hacía algo el meca acabaría despedazando al chico; haciendo que
instantáneamente el meca se convirtiera en un recuerdo en la mente de
muy pocos.
Corrió hasta la posición del joven al que acababa de salvar con su
grito, con su desesperanza ciega; él yacía en el suelo, y mientras
ella se acercaba, él se incorporó.

Se miraron a los ojos, y podría decirse que entre ellos el tiempo no
existía. Pasaron los minutos y mientras ella se ahogaba en sus
profundos y vidriosos ojos azules, él la rescataba mirando
tiernamente a través de su enrojecida esclerótica.

No llegaron a tocarse; no hizo falta ni fue necesario. Como una hoja
que cae del árbol en otoño y te roza la espalda con suavidad, así
desapareció él. Sin abrir la boca, ambos supieron dónde volverían
a verse.
Solamente existía un problema: no sabía volver a Blanco Nuclear.

La desidia reinaba en su corazón, deseando volver al punto de
partida, conocer a su protegido, poder verlo de cerca…
De repente dejó de escuchar el suave vaivén que proporcionaban la
relativa cercanía a las olas del mar.

Saltó rápidamente a ver si alcanzaba a vislumbrar el motivo del
repentino ensordecimiento del océano. Pero más grande fue su
sorpresa al comprobar que podía volar.

Volvemos a intercambiar sentidos por habilidades, volvemos a vernos.

Eppur si muove.

Decidida a volver a donde le corresponde, alzó el vuelo lo más
rápido que pudo, haciendo que la isla donde se libró la pelea con el
meca se quedara minúscula desde su punto de vista.

Con una sonrisa en la mitad de los labios, confesando la seguridad
irracional en su plan, se dejó caer a merced de la gravedad.
Sintiendo la humedad en su fina tez al atravesar las nubes.

Llegó a la velocidad crítica de 315 km/h, así que decidió utilizar
su habilidad de vuelo para acelerarse más y más. En unos segundos
notó a su alrededor cómo superaba la velocidad del sonido, para
seguir acelerándose durante los 4 km restantes de camino.

Llegó al suelo a 3.861 km/h. No era consciente de lo que hacía;
sólo obedecía a su corazón, aunque muchas veces dudaba de que
tuviera uno de esos…

La fina capa de polvo que estaba a ras del suelo comenzó a abrirse,
dejando paso al cuerpo acelerado. Las capas más externas de su
epidermis comenzaron a evaporarse, comenzando así una deceleración
que detendría su cuerpo en no más de varias décimas de segundo.

Su blanca tez entró en contacto con el suelo, su mandíbula estalló,
su piel se hizo jirones, su masetero se deshizo. Su cara estaba
demacrada.

Sin ser consciente de todos esos detalles, golpeó el suelo haciendo
un monumental cráter y levantando una columna de polvo, sangre,
tierra y huesos de varios metros de altura.

Fin del juego. O no.

Abrió los ojos lo más rápido que pudo, y vio confirmado su regreso
a Blanco Nuclear. Mirando al frente, al infinito, a la asíntota de su
línea de visión no consiguió ver a aquél chico.

Estaba desolada. O no.

Su piel se tornó fría, como de gallina. Sintió un dedo acariciando
su cuello y sin pensarlo se dio la vuelta. Unos infinitos ojos azules
la miraban escudados tras una alfombra de lágrimas.

Sin mediar palabras, se fundieron en un beso ilimitado, dulce,
pasional, con litros de sustain y toneladas de ganancia.

-Siempre seremos uno –Dijo el chico mirando la cara devastada de
nuestra protagonista.

Una intensa luz nació entre sus caras. Cada vez más intensa,
entrando en sus mentes, absorbiendo sus recuerdos, haciéndolos uno
por siempre, en un acto de amor desmesurado.

Después de esto sólo vino algo familiar… muy familiar…

Blanco… Blanco súbito a su alrededor. Un blanco nuclear, de esos
que te deslumbran a pesar de que entrecierres los ojos para usarlos a
modo de filtro…
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y kikiri ki haga? -
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Porque todos... - Nos hemos preguntado como coño meten los barcos en las botellas

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La casa - de Quagmire...
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¡Claro que si campeón! -
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DJ Blend - posiblemente el mejor DJ compositor de electro del mundo y a la vez poco conocido
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¿Qué sois - las novias del paco y yo?
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Antes de criticarlo ...  - Intentar superarlo ;)

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Remi Gallard - Probablamente el hombre con mejor abogado del mundo
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Tener un buen cartel en mente - Y pasar de hacerlo
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MOUTIVA -

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los lunnis - y su misteriosa desaparición de la televisión
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yo también  - quiero ese pintalabios de color rojo
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pocos
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CRUCE DE LA MUERTE  - ¿Y ahora pa dónde tiro?

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MIRE USSSSHHTED -
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finguer skate - porque tu tambien quieres uno
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Challenge Accepted - Nivel: Dios
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Admitelo - tu también te pasas las clases jugando con uno de estor

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