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20.07.2011

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GeekVeterano Nivel 2

puntos 7 | votos: 9
Teoría de la conversión cognitiva - Dicen que electricidad rima con felicidad, pero yo no me lo creo. No
me lo creo, no. Aquí se está de puta de madre. Aquí  se está muy
bien. Hace buen tiempo. Me gusta el buen tiempo. No me pienso mover de
aquí, en contra de lo que puedan decir. No se molesten en rimar más
veces electricidad con felicidad. No veo por ningún maldito lado que
rimen. Sean honestos y dejen de rimar esas dos palabras, joder.

…

Sus ojos, afónicos de tanto mear, le provocaban una intensa molestia.
A pesar de su cansancio, los mantenía abiertos como platos; aunque no
por su redondez, sino por su fragilidad. Aquellos lentos luceros no
tardarían en estallar en un huracán de trocitos de cristal
enfurecidos y desesperados. Lo peor de los huracanes es que tienen la
mala costumbre de llevarse consigo todo aquello que se cruza en su
camino. 
Pero es divertido ir en un huracán de esos, te puedes desplazar
rápidamente de un sitio a otro. 
Y además de forma totalmente gratuita.

…

A veces sueño con ser un bolígrafo. Nadie me podría decir “Eh,
tú aquí no pintas nada”.  Tal vez me lo digan si estuviera viejo y
gastado, pero soy joven. Además, podría ser rojo o azul.
Incluso naranja.

…

Me gusta el color naranja.
Me gustan las piedras de color naranja, joder.
puntos 5 | votos: 7
... - Cuando la luna se desnuda,
 con su destello oscurecido, 
con su desierto de serenidad,
con su fragilidad sonámbula,
con su promesa de un nuevo amanecer,
con su embriaguez melancólica…

Cuando, tras un lapsus de tempestad diurna, 
deja imaginar todo su esplendor fulgoroso,
cubierta tras un manto de terciopelo gris,
sentada sobre un horizonte eterno y puro…

Cuando el círculo de luz reina entre la oscuridad,
puedo escuchar una risa inocente.

Puedo escuchar una risa inconte.

Puedo escuchar una risa incente.

Y en ese instante, tierno devenir,
soy capaz de hallar paz y felicidad

Paz y felicidad

Sólo tras una risa inocente reflejada en esa luna esplendorosa.
Sólo cuando se refleja en la luna de tus ojos inmensos.
puntos 8 | votos: 8
=¿==================?= - Su forma cúbica suscitaba violencia, la más terrible y cruel forma
de violencia.
Un tacto gélido y homogéneo que no podía ser compartido conseguía
activar su nerviosismo. Se sentía frustrado, incomprendido. Quizás,
aquellos hielos tenían su origen en un agua estúpida, estancada y
contestona. 

 Maldito hielo, siempre ha tenido por costumbre responder preguntas
que nadie hace.

Él también estaba cansado de esa actitud. No le importaría recurrir
a la violencia, aunque sabe que es ilegal  y físicamente imposible
herir al agua. Esa noción le frustraba aún más.

A veces esbozaba una sonrisa al tratar de imaginar durante cuánto
tiempo estaría condenado a soportar aquel hielo. 

PERO A MÍ NO ME HACE NINGUNA GRACIA.
BUENO, EN REALIDAD ME RESULTA CIERTAMENTE CÓMICO.

O TAL VEZ NO

Mastica los jodidos hielos, mastícalos. Te sentirás mejor. Quizás,
con un poco de suerte, esa boquita de mierda acabe por deteriorarse
(ya sabes, al comerse los hielos de la desidia) y, con el tiempo, por
caerse y desaparecer.

No pienso que tu boca sea fea, nadie lo piensa. Realmente, el
beneficio reside en el hecho de que sin boca no puedes hablar. Hablar
sólo sirve para desentenderse, al menos en el caso de las personas de
color azul.

Pero sí puedes existir. Eso supongo que no es ni bueno ni malo.
Tú, sin embargo, me pareces idiota.
puntos 9 | votos: 9
Reloj, reloj, reloj... ¡Reloj! - Me gustaría ser la luz que todas las mañanas penetra por la ventana
de tu habitación y equivocarme de ventana, pero no de habitación.
puntos 9 | votos: 9
La ley de Murphy - Los Respiral De Limón Mentón están muy ricos.
Por cierto, Eddy lleva gafas de sol porque le deslumbran esos dos soles que tú tienes.
Manzanas.
Piña. 
Ornitorrincos.
Fascistas.
Viña.
Mañanana.
Brinco.
Pistas.

puntos 15 | votos: 15
Yo nunca me fío de las merluzas - Me dan muy mala espina
puntos 5 | votos: 5
... - Un par de horas se desvanecieron después de que la noche clavara sus
desalentadoras dagas sobre el horizonte oscuro. Ella, tumbada sobre el
sofá, quedó envenenada por el silencio de las calles sumidas en el
horror y la angustia. Sus ojos estaban abiertos como platos y era
incapaz de conciliar el sueño. Sentía ese profundo vacío que, a su
vez, llenaba su estómago de desolación. 

Aquellos ojos enormes dejaron circular un par de lágrimas, tal vez
injustificadas e irrelevantes, puede que incomprendidas… La
habitación que alojaba el sofá donde ella dejaba reposar su cuerpo
parecía hacerse más pequeña con el paso de los minutos. Se sentía
aprisionada, y estúpida al mismo tiempo por el propio conocimiento de
su sensación. 

A veces se cansaba de las personas. Se cansaba de su arrogancia, de su
hipocresía, de su crueldad, de su inconsciencia, de su egoísmo…
Sin embargo, ella siempre mostraba afectividad y simpatía hacia
ellas; al fin y al cabo, era otro terrible ser caracterizado por sus
defectos. 

Esa noche, aquellos pensamientos martilleaban su cabeza de forma
constante. Se preguntaba, una y otra vez, si vivía encadenada por su
propia y falsa simpatía, si en muchos casos ocultaba su opinión por
miedo a no ser tomada en serio. Entonces, el oscuro techo que
contemplaba vagamente se transformó en un espejo. La persiana de la
habitación estaba subida; por lo que la luz de la luna permitía
iluminar aquel espejo que reflejaba a un ser hipócrita y falso,
características que ella misma detestaba.

Desidia, desidia, desidia. Sus labios cortados repetían estas
palabras; sin embargo, no tenía fuerzas para empujar el aire hacia
las cuerdas vocales, por lo que no emitía ningún sonido. Cerraba los
ojos durante unos segundos, tratando de visualizar el futuro. Un
enorme abismo parecía absorberla. En aquel momento, las posibles
actividades que las circunstancias le permitían realizar no
suscitaban ningún interés por su parte. Sentía su vida como un
conjunto de acciones absurdas encaminadas a un profundo agujero de
eternidad. El tiempo se deshacía en un montón de lágrimas saladas. 

De pronto, el miedo invadió aquella habitación. Rápidamente,
encendió la luz y salió de la sala. Siempre quiso huir de la soledad
brindada por la compañía de sus semejantes. Ahora busca escapar de
su propia soledad.  La luz reportaba a la joven cierto descanso, pues
la oscuridad destacaba el brillo fluorescente de sus demonios. 

salir de aquel cuarto, se encerró su habitación y encendió de nuevo
la luz. Se asomó a la ventana y extrañó el nostálgico golpeteo de
las gotas de agua. La lluvia permitía que hallara tranquilidad, ya
que permitía cubrir el silencio que la desnudaba ante el ruido de sus
pensamientos. 

Las calles lamentaban afónicas la ausencia de su Alma. Tan sólo el
brillo lunar de las aceras parecía escuchar y comprender sus
lamentos. Ella deseaba poder estar allí, rodeaba de aquellos gritos
sordos. Pero era peligroso dar un paseo a esas horas de la madrugada.
puntos 7 | votos: 7
Sonríe -
puntos 7 | votos: 7
... - Cae la noche, y puede que un puñado de gotas frías también. Ni
siquiera sé si está lloviendo; tan sólo puedo intuir el ronroneo
del agua sobre el alféizar. Pero,  a pesar de todo, puedo salir de mi
habitación y recorrer toda la casa. Puedo bajar las escaleras hasta
llegar al portal. Y puedo salir de él. 

Puedo comprobar si llueve; sin embargo, ¿para qué? 

Comprendo que he dejado de sentir esa necesidad imperiosa de escapar
de estas cuatro paredes. Ya no siento su vacío. Ni siquiera puedo
oler ese hedor de angustia solían emanar
Es más: ahora sé que tienen un color azul cielo.  Quizá, las teñí
con mi sangre. Lo hice al pensar que jamás volvería a usarla. La
Divina Providencia se ha burlado de mi tristeza transformando mi
sangre en una sustancia azul.  Incluso la que mis entrañas aún
guardaban.  

Mi mirada se pierde en cada una de esas paredes mientras escucho el
sonido de la lluvia. Sus gotas son las notas  trituradas de un piano
que caen sobre la cerámica brillante de la ventana. Me gusta escuchar
ese sonido, sobre todo cuando sé que puedo tocarlo sin miedo a
mojarme. Aunque, de momento, prefiero quedarme aquí, mojándonos.
puntos 3 | votos: 7
La sabiduría de los corderos - ¡Y entonces se cansó de las luces de la ciudad!

¿Por qué el cielo estrellado tenía un color rojizo?

Se sintió frustrado, muy frustrado. Y echó a correr buscando algún
sitio donde se pudiera refugiar de las crueles farolas que pretendían
secar sus lágrimas con su destello nocturno. ¡Maldita sea!

Pero no hallaba paz alguna en mitad de aquel carrusel de ladrillos. El
destello de las farolas llegaba a todas las esquinas que él recorría
con impaciencia. ¡Hasta el más recóndito de los lugares! Sentía
cómo el humo del cigarrillo que sostenía entre sus dedos cargaba el
aire y lo hacía asfixiante.  Parecía que el humo quería rodear su
cuello y acabar con él, como su fuera un folio lleno de tachones a
punto de ser arrugado y tirado a la papelera. ¡Qué frías eran las
papeleras! ¡Y qué frías se presentaban!

Un instante de lucidez. Tan sólo un jodido instante y pudo comprender
que era imposible escapar de él mismo. A pesar de la noche y de la
ausencia del sol, su sombra seguía acompañándolo. ¡Y olía tan
mal!

Cabizbajo y sumido en la resignación, decidió dirigirse a su
refugio. Donde podría desahogarse con la dialéctica del ron
Barceló. 

Subía las escaleras con cierta apatía.
Apatía.
Y abrió el pomo con lentitud
Lentitud.

Entonces se sentó violentamente en el sofá polvoriento. Las
lágrimas aún cubrían su cara llena de cicatrices. Por fortuna, 
sobre el sofá estaba la botella de alcohol cuya compañía ansiaba
como el niño pequeño que busca a su madre cuando éste tiene
pesadillas. 

Y empezaron a conversar.
A conversar.
A conversar…

Hubo un momento en el que él se cansó de hablar mientras se veía
reflejado en el líquido oscuro de la botella. Entonces decidió
llenar de aire las paredes de cristal de su amigo dominicano. Sólo de
aire. 

Y su alma quiso escapar, hasta que al final salió vomitada en
dirección a la moqueta. Aquella sustancia viscosa desprendía un
hedor nauseabundo. Ante la visión de su alma inerte, decidió escapar
de allí con la esperanza de que la policía culpase a su amigo
Barceló su muerte. Era su chivo expiatorio.

Salió de allí apresuradamente y bajó rápido las escaleras; tan
rápido que se tropezó y comenzó a rodar por ellas. Se rompió dos
costillas, un cúbito y sus dos alas.

puntos 11 | votos: 11
... - Flexiona tus rodillas, arquea la espalda, mira al frente, tensa tus
gemelos y respira hondo. Haz temblar al suelo de arena con cada una de
tus pisadas. 
Junta los dedos, cierra el puño y comprime las venas que recorren tu
mano. Rompe con la brisa tranquila en un torbellino de caos e
incertidumbre. 
Aprieta con fuerza tu mandíbula, que se escuche el rechinar de tus
dientes amarillos y escúpele al conformismo. Ahógalo con tu saliva
furibunda y hazlo desaparecer. 
Prepara tus oídos para detectar la respiración débil del enemigo y
grita, grita fuerte enmudeciendo al sol brillante, a la mañana
apacible y al sonido del caudal de agua sucia que recorre las calles
para filtrarse por las viejas alcantarillas oxidadas. Destruye el
horizonte lanzando una bocanada de entusiasmo, para después
pisotearlo con tus catorce puñales bañados en barro.
puntos 10 | votos: 10
Tratas - De comprender un mundo que no te comprende,
pero acabas siendo un incomprendido.
puntos 9 | votos: 9
Tratas - de juzgar a los demás con tolerancia y sin prejuicios,
pero sólo buscas la intolerancia y los prejuicios en los demás.
puntos 9 | votos: 9
Tratas - de afrontar la vida con coraje y valentía,
pero la vida sólo ofrece miedo y desolación.
puntos 8 | votos: 8
Cuando el agua - Se encuentra estancada, poco a poco acabará emanando un hedor putrefacto.

puntos 9 | votos: 9
El conformismo - Es un círculo minúsculo de aparente confort en el que quedas preso y
entonces éste se comprime cada vez más hasta formar un punto enano
que la gente no es capaz de ver.
puntos 5 | votos: 5
Ese pavo me da mal rollo -
puntos 3 | votos: 3
... - Como el agua fría que rejuvenece el amanecer,
con su rumor de azahar triste-
Como el aire puro, que inunda el paisaje llano
de sol, polvo y cielo azul.
Como mis pies cansados,
que dejan sus huellas sobre la llanura infinita.

Aquella que abarca toda mi visión y la llena de luz.

Como aquella lenta primavera, que hace florecer a los árboles
desnudos.
Y embriaga el paisaje con su aroma dulce.

Como la luna brillante que lanza un grito sordo sobre la eternidad de
la noche,
tus ojos emanan un fulgor que se solidifica en mi tácita alma;
y la golpea, liberándola de la cárcel del silencio.

Sólo entonces tu mirada se convierte en una brillante línea dorada y
densa que desciende sobre mi cuerpo.

Y sólo entonces siento cómo mis manos pueden sentir el cálido tacto
de tus ojos.
puntos 6 | votos: 8
... - Y todo acabó con cierto desdén y oscuridad. Las calles se
resquebrajaban en una lenta agonía; sus grietas emanaban un rumor de
vómito y todo lo que reposaba en ellas desaparecía de forma brusca y
violenta.

Los edificios, sólidos, pulcros y perfectos en un pasado, se
desvanecían en una maraña de escombros polvorientos y humeantes. Los
sacos de huesos y carne que acostumbraban a habitarlos se
transformaron en una masa de papel de periódico agujereado.

El cielo rojo que iluminaba toda aquella escena vertía su desidia
sobre la vertiginosa ciudad ahora desordenada, que por primera vez en
mucho tiempo mostraba cierta congruencia con las sombras que habían
oscurecido lentamente todo su esplendor del pasado. 

Las fábricas dejaron de expulsar aquel humo denso que día a día
contaminaba el aire que llenaba nuestros pulmones; en su lugar,
dejaban escapar un líquido negro apestoso. 

Y allí me encontraba yo, perdido en ese muladar de caos y
desolación. Era el único superviviente de una escena sórdida y
angustiosa. Me encontraba de pie, mirando fijamente aquel paisaje
extraño. 

La realidad se presentaba tan absurda, vacía e irónica que llegaba
incluso a tener cierta gracia. Comprendí con extrema lucidez lo
difícil que resulta crear algo hermoso sobre la fragilidad de un
papel en blanco, cuyos cimientos son frágiles, y lo fácil que
resulta su destrucción.

Intenté soltar una carcajada, esbozar una sonrisa, pero sólo podía
llorar.
puntos 5 | votos: 5
Muchas - Felacio... Facilidad... Falocida...Patatas

puntos 1 | votos: 1
Y ahora vienes - Con 17 años
puntos 10 | votos: 12
Qué hostia tiene en la cara... -
puntos 3 | votos: 3
Eh, ¡qué pasa, tronco... - ...
Cerebral!
puntos 4 | votos: 4
... - Como el viento plácido de una primavera desconocida, tu voz tierna
acaricia mis oídos. Es entonces cuando abro los ojos, levanto la
cabeza y te veo infinita y eterna. 

Como un sol madrugador que se abre paso entre el horizonte, tu sonrisa
despliega su brillante destello de fantasía sobre el rocío de mi
alma, secando las lágrimas que ahogan su luz de juventud.

Como un gran río de cauces dorados, tu cabello rubio inunda mis manos
frágiles de entusiasmo y éstas se dejan llevar por la corriente
hacia tus dos grandes lagunas solitarias; sólo entonces dejo sumergir
mi mirada en tus profundos ojos de mármol puro, perdiéndose en la
infinitud de sus aguas dulces y cálidas.

Como un puñado de copos de nieve, tus dedos minúsculos rozan mi
vientre, produciéndome un agradable y sutil escalofrío. Mi alma
paralizada siente cómo éstos van se van acumulando, unos sobre
otros, formando una fina capa de embriaguez. 

Es entonces cuando tu boca de amapola extiende sus pétalos rojos
sobre mis labios impacientes. Sólo entonces nuestra sombra de
anochecer se pierde en la inmensidad de la Luna.
puntos -2 | votos: 2
Érase una vez - Un ornitorrinco diferente, estigmatizado por su forma de pensar.
Entonces llegó un ejército de macarrones y le obligaron a cantar
canciones de Paco Ibáñez. 
Después se puso a bailar el Gangnam Style hasta que los macarrones se
cansaron y lo mataron.
Fin
Fin
Fin

puntos 6 | votos: 6
... - Te ocultarás tras las hojas secas de los árboles. Tú cálida
sonrisa quemará la brisa fría de noviembre. Dejarás atrás todos
tus recuerdos y tus pulmones se llenarán con el rumor de la noche.
Sentirás y desearás sentir el frío tacto de la lluvia que inunda a
la luna con su aroma elegante. Acariciarás el suave tacto de los
adoquines mojados y quedarás hechizada en una atmósfera serena.
Tocarás el dulce sabor de una ciudad dormida y te fundirás en la
tranquilidad de la noche eterna

Lanzarás un grito de alegría,  pero nadie podrá escucharte porque
tu sonido se esconderá en cada esquina, en cada escondrijo, en cada
sombra, en cada resquicio  que la ciudad deja a su disposición.
Dejarás de buscar un amanecer vespertino porque, sencillamente, tú
eres ese amanecer que se esconde tras la noche.
puntos 2 | votos: 8
Teclas, ¡teclas! - 1

Imagina una imagen imaginada, animada e imantada. Imagina que esa
imagen imaginada, animada e imantada se invierte, creando una imagen
imaginada, animada e invertida.

Tan sólo es una imagen que no existe en la realidad, pues es
imaginada. Además, está imantada, por lo que se adhiere a cualquier
metal imaginado, animado e invertido. 

Lo mejor de todo es que se mueve, dado que es animada (pero no pienses
que es real, tan sólo es una ilusión). La imagen es animada; se
mueve, ergo sufre cambio. Entonces esa imagen es efímera, pues está
sujeta a un constante cambio. Por tanto es una imagen ilusoria que no
existe en el presente; se trata de una sucesión indeterminada de
características que el devenir atribuye a esa imagen imaginada,
animada, imantada e invertida. 


2

La mayor parte de la gente sabe hablar. Hay gente que no sabe hablar,
hablar, hablar, hablar y sencillamente calla. 


 3

Respira hondo y expulsa todo el ruido que ensordece tus entrañas
bañadas en sangre. A veces, sólo a veces, muy pocas veces, no muy
frecuentemente, es bueno expulsar todo ese ruido que distorsiona tu
intestino y lo tiñe de un color morado. También es recomendable
llenar tus órganos de dinamita para poder, finalmente, ensuciar las
calles con trocitos pequeños, pequeñísimos, enanos de tu propia
carne; lo malo es que después te toca limpiar. Siempre eres tú el
que limpias. Siempre. 

Deberías suponer que, a veces, es bueno explotar (o jugar a la
petanca) y hacerte oír, aunque luego tengas que limpiar. El silencio
es un buen hotel; allí te cuidan bien, pero no te dejan manchar el
suelo con trocitos de carne. Si decides explotar en silencio,
prepárate para fregar porque si no recoges todos los trocitos rápido
(antes de ser visto), te echarán de allí y no sabrás adónde ir.
Además, resulta un poco caro hospedarte siempre en el silencio. ¡Por
no hablar del desayuno!

Debe ser el único hotel de la zona donde no tienen desayuno
continental. 


4

Un árbol.

Delgado capitán de  hojas verdes, verdes, verdes.

Un árbol

Grueso capitán de hojas verdes, verdes, verdes, verdes.

Un árbol

Grueso capitán de hojas marrones, rojas, marrones.

Un árbol.

Grueso capitán.

Un árbol.

Nada.

 Después llega el cielo naranja.

La noche se acerca lentamente.

Lentamente. 

El cielo naranja tiene miedo.

Mucho miedo.

Es comprensible.

Pero la noche parece retrasarse.

Siempre llega tarde.

Siempre.

Siempre llega.
puntos 5 | votos: 5
... - Las piedras exaltadas
 de una llanura lejana 
cuentan con fría desgana
una historia complicada
(Quizás no tanto)

Un tren azul azulado
pequeño, triste, cansado
está llorando, llorando.
Bueno, quizás no tanto.
Quizás no tanto.

Alguien escuchó el llanto
del tren azul azulado
y preguntó con descaro:
¿por qué lloras, desdichado?
(Quizás no tanto)

Él, taciturno y ofendido,
detiene su recorrido.
Y responde muy tranquilo:
señor, creo que me he perdido
Bueno, quizás no tanto.
puntos 6 | votos: 6
La gente se corta las uñas. - Continuamente presenciamos la eterna lucha entre el miedo y la
ilusión; por desgracia muchos caen en el abismo que separa a ambos
elementos.
puntos 7 | votos: 7
No deberíamos evitar el dolor - Éste puede ser nuestro mejor maestro.

puntos 6 | votos: 6
¿Y si... - La calles se separan, unas de otras, formando en cada esquina un
profundo abismo?

¿Y si  las farolas se encuentran cada vez más lejanas, creando
espacios oscuros, privados de la luz nocturna reflejada en el asfalto
mojado?

¿Y si las franjas blancas que forman los pasos de peatones se alejan
eternamente, generando trayectos donde los coches no pueden divisar
dichas franjas y arrebatan involuntariamente las vidas de centenares
de ciudadanos?

Lejos,
lejos,
lejos.

¿Y si los edificios se distancian cada vez más, lo cual hace que los
cables de alta tensión tengan que ser agrandados para cubrir las
necesidades eléctricas de todas las comunidades?

Lejos, 
lejos, 
lejos.

¿Y si los árboles del Retiro aumentan su distancia entre ellos,
incrementando el tamaño de dicho lugar e inundando la ciudad de hojas
secas?

Lejos.

Las personas se alejarían.
puntos 5 | votos: 5
... - Transparente y frágil, recuerdo que tus paredes eran de cristal.
Ahora, sólo eres una mota de polvo, un suspiro, una centésima de
segundo, el último rayo de sol que atraviesa el cielo naranja. Opaco,
 inerte, efímero e insignificante; tan sólo eso.

Recuerdo también que estabas lleno de vitalidad. Una energía
desconocida recorría tu piel como el viento recorre las frías calles
de la ciudad, lenta e intensamente. Ahora, se ha evaporado todo. Tan
sólo queda el silencio. 

Finalmente, recuerdo que perseguías el éxito y la felicidad. Ahora
buscas la soledad. A veces, sueñas con caer al vacío y desaparecer
débilmente en un montón de pedacitos de porcelana. A veces, sólo
quieres ahogarte en la desidia de la rutina y desvanecerte en un
presente efímero.
puntos 6 | votos: 6
... - Apoya los codos en el alféizar y sujeta su cabeza con las dos manos
abiertas. Enciende un cigarrillo y lo fuma con ansia.  De repente,
alza la mirada; enfrente sólo puede ver una pared de ladrillos. Una
serie de ladrillos sucios y polvorosos es todo lo que la ventana
ofrece. Se habitúa a su visión, por lo que decide mirar fijamente al
suelo, sintiendo que cada vez está más cerca de él. Un extraño
silencio recorre todo el edificio; sin embargo, el fluir de la sangre
irrumpe en el vacío con arrogancia y soberbia. Su agonía quedó
suspendida en el alféizar de la ventana
puntos 0 | votos: 8
Batman - Una batselina :D
puntos 2 | votos: 2
Tú - Yo

puntos 3 | votos: 3
Ese sentimiento incómodo - Que tienes cuando eres un florero que sufre trastorno por estrés
postraumático y sientes que todo el mundo te quiere violar incluso el
ordenata superbueno que está a la derecha. Y eso.
puntos -1 | votos: 9
2 - Verde, verde, verde, verde.
puntos 6 | votos: 6
ElectroenceFALOgrama -
puntos 8 | votos: 8
Desayunar es demasiado - Mainstream para mí, prefiero darme cabezazos contra la pared.
puntos 5 | votos: 5
Mi abuelo era mi abuelo, - No  vuestro abuelo.
Admiradme, mortales.

puntos 1 | votos: 3
r - Un paño húmedo, empapado de amoniaco nostálgico. Ni siquiera sé de
dónde cojones viene. Desidia, a lo mejor viene de desidialandia. Lo
único que tengo claro es que todo lo que me rodea me parece una
jodida trivialidad, incluso mis propias palabras.
puntos 8 | votos: 8
1 - Una mañana templada
donde los arroyos  creen
ser  largas lenguas de plata,
donde el viento hace vibrar
finas ramas de hojalata.

La luna oculta su rostro,
da paso a la madrugada
que ilumina las mejillas
de una joven encarnada.

Sus ojos verdes  alejan
a una vil luna lejana.
La luna oculta su rostro,
da paso a la madrugada

Sus anchos labios carnosos,
portal de bellas palabras. 
Su ternura queda oculta
bajo las sombras calladas.

Ánima, cálida y bella;
ella, alegre, caminaba 
con su cabello oscuro,
negra oscuridad ordenada.

El dulce brillo de su iris,
sus dos ojeras moradas.
Su aliento de azahar triste
humedece a la alborada.

La luna oculta su rostro,
da paso a la madrugada.
puntos 5 | votos: 5
Odio los complementos directos - Los odio.
puntos 12 | votos: 12
8 - El viento consternado de una ciudad que no respira  golpea con
violencia las hojas marchitas de un otoño eterno. Aquel ser cruel no
se conforma con desnudar impunemente los árboles; también arrastra
sus ropajes por el frío asfalto, sin piedad. Su sonido se confunde
con el de las pisadas de Dánae, generando un sonido delicado y
monótono. La joven camina con ligereza hacia su cuarto; desea
completar el puzle cuanto antes.

Un pomo frío siente la delicada presión de los dedos de Dánae. La
puerta se abre y la joven vuelve a su paraíso de soledad. La muchacha
taciturna tropieza con una mesa y cae al suelo. Sus pálidas mejillas
entran en contacto con el suelo del cuarto, adquiriendo un tono
rojizo. Dánae se levanta sin preocupación alguna y se dirige al
trapo negro que cubre el puzle. La joven no siente desasosiego. Sus
mejillas están inmunizadas por años y años de violencia. 

Dánae se sienta en la tarima y observa el puzle inacabado. Saca de su
bolsillo la pieza que encontró en aquel misterioso lugar. Sus
delicados labios, de forma automática, esbozan algo parecido a una
sonrisa. La joven, impaciente, se dispone a colocar la pieza. Sus
dedos fríos y temblorosos tratan de llenar el vacío que impedía al
puzle ser una máquina perfecta y ordenada, construida con un único
propósito: permitir que Dánae se hechizara con la visión de un
atardecer mágico. Un horizonte naranja, como los urinarios, que con
el tiempo daría paso a un anochecer eterno, tal vez una caída
constante. Oscuridad, sencilla y amarga, bendita oscuridad. Dánae
presiona el cartoncito de papel para encajarlo en el rompecabezas. No
encaja. Segundo intento, tercer intento… Nada.

La joven recoge con sus manos el pelo enmarañado; mira con odio la
habitación. Se sienta en el suelo y rodea unas rodillas frágiles con
sus brazos pálidos. Un instante de calma antes la tempestad, un
silencio que se nutre de la  rabia que Dánae ha acumulado durante
años, una suave brisa, la característica serenidad que siempre
precede a un momento de destrucción se adueña del cuarto
polvoriento. Dánae se levanta bruscamente.

En medio de la habitación, una silla destrozada  presenciaba aquella
declaración de odio y rabia hacia un mundo que había sido injusto
con la muchacha. Los cristales de las ventanas ahora son un montón de
pedazos inútiles. La joven lanza un grito intenso y las paredes del
cuarto comienzan a resquebrajarse. Tira el armario con fuerza sobre la
mesa, cuyas patas no soportan la furia de Dánae y ceden ante el
imparable huracán  taciturno. La joven levanta vigorosamente la
mesilla, que es lanzada contra la pared formando un cúmulo de madera
donde se encontraba la cajita con  heroína, que se desintegra ante el
peso de un somier que sujetaba un colchón ahora destrozado.

De repente y sin previo aviso, Dánae detiene aquel procedimiento
destructivo. La habitación ha quedado devastada por la furia que la
joven supo reprimir en el pasado. El dormitorio vuelve a recuperar la
tranquilidad ansiada.
Sólo ha quedado un espejo y un reloj. La joven observa la imagen del 
reloj reflejada en el espejo, donde el segundero avanza en sentido
contrario. Sus ojos marrones dibujan un mundo imaginario donde el
tiempo va hacia atrás; odia la incertidumbre del futuro, la caducidad
del presente y el dolor del pasado. Si tan sólo pudiera volver atrás
y salvar a la antigua Dánae… La joven sueña con traspasar aquel
cristal que la separa de las inmutables leyes de la existencia.
  Por primera vez en mucho tiempo, Dánae comprende que su habitación
no es más que una cloaca apestosa. La tranquilidad que recorre la
habitación ha concedido a su mente algo de lucidez, la suficiente
para comprender que no es la pieza el elemento que no encaja en su
puzle, sino ella. La joven taciturna no encaja en aquella sórdida
ciudad. Demasiado dolor, demasiada frustración, demasiada furia para
sus huesos débiles.
Aquel rompecabezas de ladrillos y vehículos no está hecho para ella.
Dánae recuerda el sueño, aquel precipicio infinito. Ahora sabe que
lo único que puede hacer es cerrar los ojos y aceptar la caída con
resignación.
puntos 8 | votos: 8
He subido este cartel sin querer - Creo que he metido la pata-ta.

puntos 10 | votos: 12
Posiblemente - Patata
puntos 13 | votos: 13
Pérdida inmediata de la dignidad - Cuando eres una lechuga y todo el mundo te confunde con una patata. Y
entonces dices:tierra, trágame, y todo el mundo exclama: normal,
es una patata.
puntos 3 | votos: 5
¿El skate? - No, él es Juan :D
puntos 4 | votos: 6
7 - Una locura instintiva inunda el vacío de sus pulmones. Finalmente
decide caminar a pie hasta la dirección que encontró en aquella caja
sucia y nauseabunda. Su triste corazón opta por salir a la calle a un
ritmo sonámbulo, después de introducir en su organismo otra dosis de
heroína, que la transporta a una cínica felicidad. La joven coge un
abrigo oscuro y sale de su cuarto con premura, sin pensarlo demasiado.
 
La ciudad se presenta fría y aterradora. Una noche lluviosa y  la
frágil luz de una tímida farola iluminan el rostro pálido de
Dánae, cuyas piernas se mueven lentamente en el océano del silencio.
La luna aparece cubierta bajo un manto de terciopelo gris, sentada
sobre la azotea de un edificio antiguo. A veces se presenta redonda e
insolente; esta vez no. Dánae sueña con besarla y escapar de aquella
caída eterna. “Princesa de la luz que reina en la oscuridad”.
Perdida en la fragilidad de sus fantasías, Dánae sigue caminando.
Sus ojos profundos miran con indiferencia el paso de otras personas.
Algunos rostros conocidos no despiertan su interés. Ella evita
intercambiar palabras. No expresan nada. No exoneran  su angustia. No
merece la pena usarlas.

Sigue lloviendo. Aquella húmeda melodía es interrumpida por el paso
de unos coches que impregnan de humo el muladar de ladrillos y
asfalto. Dánae llega a su ya irrevocable destino. Un edificio enorme
y algo ruinoso espera a la joven taciturna. La gigantesca puerta de
roble macizo está abierta. “Qué extraño”. La joven se adentra
en aquel misterioso lugar. Su delicada mano busca algún interruptor
que ilumine aquel sitio. Una luz intensa recorre toda la sala y
permite satisfacer las necesidades curiosas de los ojos de Dánae. Al
fondo se deja ver una escalera que conduce a otra planta. Tras bajar,
la joven siente que el silencio es sustituido por el sonido ordenado
de unos instrumentos de cuerda. Un violín intrépido se encarga de la
melodía principal. Dánae recuerda con nostalgia la afición de su
madre por la música de Schubert. La joven da un paso atrás. “Esto
es ridículo”. Su madre, fallecida hace cinco años, la sonríe
desde el final de aquel sótano. Aquella imagen fantasmal lleva en su
cuello la bufanda roja con olor a lavanda que siempre vestía e invita
a Dánae a bailar. La joven taciturna se deja llevar por el sonido
seductor de aquel violín y acepta aquella absurda petición. Mientras
su cuerpo se mueve al ritmo de aquella melodía, una pila de urinarios
naranjas captan la atención de Dánae.  Un puñado de cerdos rodean
aquellos objetos de porcelana. 

La joven deja aquel baile macabro. El miedo hunde su sombra en los
huesos frágiles de Dánae. Su memoria se traslada al fatídico día
en que fue violada en aquel bar de los urinarios naranjas. La joven
lanza un grito sordo y sube apresuradamente las escaleras. De nuevo en
la planta central. Esta vez,  la muchacha advierte la presencia de un
puzle. Es la misma imagen que formaba su rompecabezas inacabado; sin
embargo, este atardecer sí está completo. Dánae recuerda la
posición exacta del hueco vacío de su puzle y extrae la pieza
situada en la misma posición del rompecabezas de aquella sala. 
La joven abandona aquel edificio misterioso y deshace su antiguo
recorrido. Sigue lloviendo.
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6 - Los rayos emitidos por un sol tranquilo y sereno se filtran por la
ventana y despiertan a la joven muchacha. Sobre una almohada
desgastada por su desbordante imaginación, una rígida cabeza toma
conciencia de su actual lucidez y se incorpora al mundo consciente.
Sus agrietados talones pisan con timidez la tarima envejecida y su
boca emite un profundo bostezo. Dánae tiene hambre y decide salir de
su cuarto polvoriento. En la cocina, la joven lucha contra la
nostalgia que invade su amargo corazón, contra el recuerdo frustrado
de algo que nunca ocurrió. Odia salir de su habitación. Como
siempre, los cereales se presentan nauseabundos para el gusto
desvirtuado de Dánae. En cualquier caso, comprende que su ingesta es
necesaria. “¿Necesaria para qué?”.  Mientras desayuna, su
agitada cabeza vuelve a sumergirse en aquel abismo onírico de
tristeza.

La joven se dirige al baño y coloca sus pies sobre un plato de ducha
cuyas juntas se encuentran ennegrecidas, fruto de una desidia
ignorada. Su mano gira únicamente la rueda que permite la salida de
agua fría; el agua caliente desintegraría sus gélidos huesos como
una rosa marchita lanzada al fuego. Un escalofrío violento recorre su
espalda, pero a Dánae no parece importarle. Después de enjabonarse 
y aclararse, la joven se cubre con un albornoz deshilachado.

Su armario, o los restos que han dejado las voraces polillas, albergan
un camisón que ella utiliza instintivamente para vestirse. Aquella
prenda le resulta familiar. “¿Y qué?”.  Dánae no puede desviar
su atención del puzle. El tiempo ha concedido a sus delgados dedos la
capacidad de seleccionar las piezas adecuadas en el momento adecuado,
por lo que terminar el puzle no debe suponer un gran esfuerzo para su
cuerpo cansado. Después de unas horas, Dánae habría completado su
misión de no ser por la presencia de un fragmento que no encaja en
aquel paisaje armonioso y crepuscular. “Tiene que haber otra
pieza”. Sus manos palpan con desesperación el suelo de una
habitación podrida, en busca de un trozo de cartón que permita
finalizar aquel laborioso trabajo. Abre cajones. Levanta el colchón.
Mueve el armario. Esta vez no es el Odio quien la persigue, sino la
frustración. Dánae siente que no puede resistir otro fracaso. En el
fondo del pozo hay un lodo negro que la consume y destroza,
ahogándola en el muladar de su desesperación funesta. Triste Dánae.

Como último recurso, decide mirar en el fondo de la caja donde el
puzle se hallaba antes de atraer la atención de la joven taciturna.
Hay un papel arrugado con una dirección anotada.





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