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El placer de mear. - Descripción Gráfica
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Al otro lado de la vida 1x79 - Sobre la boca de un túnel, entre Etzel y Sheol
17 de septiembre de 2008

No esperó siquiera a llegar abajo para comenzar la ofensiva contra
los que se empeñaban con acabar con la vida de su amigo. Consiguió
abatir a dos de los que le estaban mordiendo en ese momento para
cuando pisó de nuevo el duro hormigón junto a su amigo. Uno de ellos
perdió gran parte de la cabeza y medio cuello, quedando inmóvil de
espaldas sobre la baranda de hormigón. La otra recibió su ración de
plomo en los pechos, pero aún así pareció suficiente porque se
quedó en el suelo con unos extraños espasmos; al menos parecía
haber dejado de ser hostil. Todavía había seis más para los que él
mismo era el objetivo principal, que habían estado tratando de
alcanzarle escalando desde que se dejase caer, y otro más, un
adolescente que bien podría haber sido uno de los que acompañaban al
duendecillo de la voz dulce, que se ensañaba con Rafael.
	Al pisar el suelo apuntó al adolescente que acababa de hundir su
mandíbula en la carne del brazo de Rafael, que luchaba cada vez con
menos fuerzas por quitárselo de encima. El sonido vacío que hizo su
arma no le sorprendió en absoluto, pues sabía que contaba con muy
poca munición ahí dentro. Un segundo clic le acabó de convencer de
que no serviría de nada seguir insistiendo con eso. Ahora no había
tiempo para abrir la bandolera y recargar la escopeta, pues para
cuando lo hubiera hecho ya se lo habrían merendado varias veces. Fue
entonces cuando se dio cuenta que su decisión había sido demasiado a
la ligera. Se había expuesto a si mismo para salvar a alguien que a
todas luces no tenía apenas posibilidades de sobrevivir. Pero ya era
tarde para arrepentirse; debía pasar a la acción.
	Agarró la escopeta del cañón, todavía algo caliente, y utilizó
la culata para batear la cabeza de ese adolescente. Ni una bayoneta
hubiera hecho mejor el trabajo. El chico cayó redondo al suelo, con
una gran brecha en la cabeza de la que empezó a brotar una sangre
negruzca que tiñó el gris hormigón a su paso. Se movía tratando de
levantarse pero no lo conseguía, estaba como aturdido. Entonces,
mientras ofrecía su mano a Rafael para que éste se levantase de una
vez por todas, notó como una cara se hundía en su costado, tratando
de morderle. Afortunadamente llevaba mucha ropa y bien ajustada, para
evitar precisamente ese tipo de problemas. Apenas consiguió babear un
poco la camisa antes que Morgan le agarrase por los hombros y le
tirase por la borda, partiéndole la nuca al caer al suelo de la
calzada ahí abajo.
	Ahora eran dos contra al menos seis o siete de ellos, sin contar los
que seguían subiendo por las escaleras. Rafael hizo una llave a uno
de ellos haciéndole perder la estabilidad con una patada en la
espinilla y cayó al suelo. Al que había detrás lo derribó de un
cabezazo, todavía sangrando bastante por las heridas que le habían
hecho quienes ahora ya habían recibido su merecido. Morgan tuvo que
deshacerse de cuatro más, aprovechando lo fácil que resultaba
tirarles por el antepecho mientras trataban de morderle sin éxito.
Incluso comenzó a sentir algo de placer al ver lo fácil que le
resultaba. Fue al tirar al último de cuantos tenía a su lado de la
pasarela cuando esa sensación le abandonó.
	Era un hombre de su edad, pero caucásico. No le había costado mucho
tirarle por la borda puesto que no pesaría ni sesenta kilos. El
problema surgió cuando éste, al caer, le agarró de la camisa.
Desgarró un trozo de la tela azul marino, se llevó unos cuantos
botones por delante, y a punto estuvo de llevárselo consigo abajo.
Pero Morgan se agarró al antepecho de hormigón como si la vida le
viniera en ello, aunque de hecho le venía la vida en ello, y ese
hombre no pudo soportar su propio peso con la mano con la que tenía
agarrada la tela y acabó cayendo sobre un montón de sus compañeros,
que pronto le dejaron caer al suelo. Morgan se sintió desnudo y
vulnerable, con parte del pecho al aire, y eso aún le dio más
fuerzas para acabar con el último de los que quedaban ahí arriba en
su parte de la pasarela. Prefirió no mirar atrás para ver como lo
llevaba Rafael. Asió la escopeta de la culata y le hundió el cañón
en el cuello al último. Éste cayó arrodillado al suelo y se llevó
la mano a la garganta, notando la falta de respiración.
	Se giró y vio que Rafael se giraba al mismo tiempo hacia él. Por un
momento dio la impresión que estaban solos ahí arriba, que lo
habían conseguido. Sin contar los cuerpos de los cadáveres a los que
habían disparado y los infectados que todavía se retorcían por el
suelo, podrían haber jurado que estaban a salvo. Pero entonces
aparecieron cuatro más, dos a cada lado, subiendo por las escaleras.
No podían seguir tentando a la suerte más tiempo, de modo que se
agarraron de nuevo al saliente más cercano y comenzaron a escalar al
tiempo que esos desalmados les alcanzaban, trataban de agarrarles y se
escurrían una vez más hacia abajo, llevándose tierra y piedrecillas
en el proceso.
	Subieron hombro contra hombro una distancia prudencial y entonces
pararon a retomar el aliento, agarrados al mismo árbol del que se
soltó Morgan minutos antes para ayudar a su amigo. Al mirar atrás de
nuevo, ésta vez sin perder de vista a Rafael, pudo ver el gran charco
de sangre que había dejado ahí abajo, y el caminito rojo que
todavía se intuía entre la maleza delatando por donde había pasado.
Ahora más de una docena de ellos se había congregado ahí abajo,
gritando y gruñendo, conocedores de que habían dejado pasar su
oportunidad. Al mirarle a él vio la cara cansada y pálida de alguien
que instantes antes había tirado la toalla y para el que ahora se
abría frente a sí un nuevo mundo de posibilidades, aunque con
ciertas reticencias. Sonrió.
RAFAEL – No tenías que haberlo hecho.
MORGAN – No podía dejarte ahí solo, carajo.
RAFAEL – Podrían habernos matado a los dos.
MORGAN – Pero no lo han hecho, ¿verdad? Así que más vale que te
calles, patoso.
RAFAEL – Que hijo de perra.
	Ambos rieron a carcajada limpia, tratando de alejar de sus interiores
el agobio que habían acumulado en tan poco tiempo. Entonces Morgan
reparó en las múltiples heridas que tenía su compañero por gran
parte del cuerpo. Le habían conseguido sacar la camisa del pantalón
y en su carne blanca se dibujaba un óvalo rojo sanguinolento, un
agujero donde faltaba parte de la carne, al igual que en un par de
heridas en los brazos y en una de sus orejas donde faltaba más de la
mitad. Rafael miró un poco abajo y hacia un lado avergonzado al
asumir lo que le pasaría, sabedor de que Morgan había arriesgado su
vida para nada. Aunque todavía no había tenido ocasión de asumirlo.
MORGAN – No tiene porqué, y lo sabes.
RAFAEL – Todo el mundo al que muerden…
MORGAN – No todos. Lo dijeron en las noticias. Hay mucha gente que
es inmune…
RAFAEL – Si, el 5%.
MORGAN – Pero… Recuerda que tú fuiste de los primeros en
vacunarse con la vacuna ЯЭGENЄR en cuanto entró en el mercado. Si
alguien tiene posibilidades de salvarse, ese eres tú.
RAFAEL – Tú estás bien, ¿verdad?
	Morgan se echó un vistazo a si mismo. Quitando el desgarro de la
camisa, todo lo demás parecía en regla.
RAFAEL – Gracias a Dios. Nunca me podría perdonar que por mi
culpa…
MORGAN – Cállate, ¿quieres? Sigamos subiendo a ver si encontramos
algún lugar seguro donde refugiarnos. Y olvídate de eso ya.
RAFAEL – Si bwana.
Al mirar de nuevo arriba vieron a la chica que les había dado la idea
que sin duda les había salvado la vida a ambos. Seguía en el mismo
sitio, pese a que hacía un buen rato que se había quedado callada,
contemplando acuclillada el espectáculo que había resultado la lucha
en tal inferioridad de condiciones entre el bien y el mal. Se
reunieron con ella y charlaron un rato antes de proseguir su camino.
Al parecer ella se había enemistado con el resto de los chicos, por
querer esperarles. Pero ahora se la veía risueña y tranquila de ver
que ambos habían conseguido sobrevivir. Que las soldados y aquel
niño hubieran muerto, y que Rafael estuviese malherido y seguramente
infectado, parecía carecer de relevancia para ella. Esos cuatro
chicos llegarían en dos horas más a una carretera secundaria en un
lugar a mitad de camino de ninguna parte donde serían sorprendidos
por seis niños que habían ido de colonias a un lugar no muy lejos de
ahí. No fueron capaces de correr más que ellos.
Morgan, Rafael y Macarena, pues ese era su nombre, continuaron
haciéndose paso entre la maleza, desviándose a propósito del lugar
donde sabían que emergía la otra boca del túnel. Tras algo más de
una hora llegaron a una zona más plana, igualmente arbolada y
tranquila, y vieron un viejo camino de trashumancia que decidieron
seguir. No tardaron mucho en llegar a cruzarse con el río, y al
seguir la corriente, llegaron a una vieja cabaña de madera que
parecía que alguien había colocado ahí expresamente para ellos. Al
acercarse un poco más a la cabaña, la puerta de la misma se abrió
rápidamente, llegando a chocar contra la fachada al girar ciento
ochenta grados, y de ahí salió un lo que parecía un viejo ermitaño
que sostenía una escopeta parecida a la que Morgan se apresuró en
levantar, cargada desde hacía ya largo tiempo.
	La chica pidió por favor que no disparase, alegando que eran
personas normales y que no querían hacer daño a nadie, que solo
venían de paso. Al viejo le faltó tiempo para bajar el arma y una
amplia sonrisa se dibujó en su cara. Enseguida les invitó a entrar
con un buen humor impropio de los tiempos que corrían, ofreciéndoles
un reparador café caliente y un lugar donde pasar la noche.
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Dos hombre y medio - descripción gráfica.
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Eeeehhh!! - Tienes una mosca detras, ¿te la quito?
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¿Por qué... - ...Backyard Monsters está en Spanglish?

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Hanz Zimmer - Seguro que pocos los conoceis, pero es el padre de
obras de arte como las BSO de Piratas del Caribe y El Codigo Da Vinci
puntos 9 | votos: 9
Todo un año  - amandote sin que lo sepas
Y hoy, te veo feliz con otro
Espero por siempre que seas feliz
Pues es solamente lo que deseo
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Lo facil es ser del Madrid/Barça - Lo bonito es sufrir cada partido
puntos 2 | votos: 8
Piruletas - Riquísimas pero...uno de sus ingredientes son los bichos bola
puntos 9 | votos: 9
¿Por que - hay gente que se dedica a estudiar la mierda?

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Esa tensión que se crea - cuando no sabes a que ojo mirarle...
puntos 27 | votos: 27
¿Sabías que...? - En la portada del disco Abbey Road, de los Beatles, se simboliza la
escena de un entierro:
Lennon, vestido de blanco sería el sacerdote.
Ringo, sería el amigo del difunto.
Paul, el difunto. Va descalzo y camina a pie cambiado.
George Harrison sería el enterrador. Va vestido de manera informal y
con una expresión fría, ya que parece no interesarle mucho el
evento.

Es considerada una de las portadas mas simbólicas del mundo.
puntos 12 | votos: 12
¿Sabías que.. - no puedes poner ningún 
comentario escribiendo los nombres
de las páginas webs enemigas?
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El barro  - y sus efectos negativos sobre la publicidad
puntos 31 | votos: 31
Desmotivaciones.es - no pretendo que este cartel suba a la principal solo hago este cartel
para decirles que hoy se me ha muerto un familiar muy querido y como
desmotivaciones es lo unico que me saca una sonrisa he querido hacer
este cartel para desearos que no tengais que pasar por mi
situacion.Gracias desmotivaciones.es

puntos 15 | votos: 17
Se te queda esta cara - cuando buscas ``eroski malaga´´ en imágenes de google.
puntos 3 | votos: 7
Papa... - ¿Que pasara cuando Casillas se jubile?
Tranquilo hijo, eso esta hecho ya
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La verdad - Siempre duele
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Mensajes subliminales - Estan en todos sitios
puntos 0 | votos: 8
Duda Existencial: - ¿Por qué los cojines se llaman cojines y los cojones se llaman cojones si los
cojines son mas grandes que los cojones?

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Cornada - Oleeee!!!



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