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Prefiero - mil mentiras a escuchar que no me quieres  !
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Ese arrebato caníbal - al ver unos mofletes de este calibre en una cara como ésta.
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Cuando estoy contigo - me entran ganas de ver un coche amarillo;
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Desmotiva - Que se metan con él por el simple hecho de ser calvo...
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Al otro lado de la vida 1x134 - Nave de las celdas de la prisión Kéle de Etzel
18 de septiembre de 2008

Cobra sintió la adrenalina apoderándose de su cuerpo. La cabeza
agujereada de Andrés cayó de lado, y del orificio de bala empezó a
brotar sangre de un color rojo muy oscuro. Los gritos y aplausos le
acompañaron mientras se agachaba para revisar el cuerpo, del que se
apropió un cargador para la pistola, una porra y unas esposas. Con
ese pequeño arsenal, se levantó y se dirigió hacia la puerta de
salida. En ese momento los gritos y vítores se fueron apaciguando,
dando pie a un momento de tensión, en el que muchos vieron cómo se
iba, para abandonarles a su suerte.
	La realidad fue distinta. Cobra se dirigió a la garita, y se limitó
a abrir la puerta, que no ofreció resistencia. Ahí el suministro
eléctrico seguía funcionando, gracias al mismo generador de
emergencia que había encendido aquellas débiles luces en los
pasillos de las celdas. Cobra observó con atención la sala. Abrió
un par de cajones sin encontrar nada interesante, y sacó del tercero
una tableta de chocolate que devoró con ansia. Al darse cuenta que
todo se había vuelto a sumir en el más absoluto silencio, se
preparó para llevar a cabo su objetivo ahí dentro.
	Si el mundo exterior se parecía al pequeño ejemplo que se les
había mostrado con la visita del carcelero, sin duda necesitaría
compañía para hacerse un lugar en él. Dio con el botón que
accionaba la sirena y lo apretó, haciendo estallar de nuevo en gritos
a los presos, al oír la sirena que indicaba que enseguida serían
libres. Acto seguido, se acercó al panel de mandos que controlaba los
cierres electrónicos de las puertas de las celdas, y tras media
docena de intentos infructuosos, dio con la llave adecuada. Al
girarla, todas las puertas se abrieron al unísono, de idéntico modo
a cuando las abría el ya difunto Andrés cuando tenían que ir al
patio o a la cantina.
	Sin perder ni un segundo salió de la garita. Vio a docenas de
compañeros arrodillados frente a sus celdas, cogiendo del suelo la
comida reseca que habían tirado hacía ya más de una semana a
quienes la trajeron. Muchos huyeron en estampida, otros se limitaban a
gritar de alegría, abrazándose unos a otros y estrechándose las
manos. Un pequeño grupo tiró varios colchones al espacio central
para luego prenderles fuego, entre risas y emoción desbordada. Cobra
se dirigió a las escaleras, esquivando el cadáver de Andrés,
ignorando a quienes se acercaron a él para mostrarle su
agradecimiento por la liberación. Muchos le siguieron, hasta la celda
202.
	Christian había estado observándolo todo desde su celda, superado
por los acontecimientos, con una mezcla de alegría e incredulidad. En
ese momento estaba encaramado a la escalera de la litera, recogiendo
la fotografía que tenía guardada debajo de la almohada. Estaba
hablando con Fernando, y al no oír respuesta, se giró y vio a Cobra
en el umbral de la puerta, seguido de un séquito de fieles
delincuentes. Su compañero estaba al otro extremo de la celda, le
miró y acto seguido miró a Cobra. Christian bajó hasta el suelo,
con la foto en la mano. Tragó saliva.
COBRA – ¿Dónde crees que vas?	
	Christian se esforzó por no mirar la pistola que Cobra sostenía con
su mano derecha. Se quedó callado, sin saber qué decir ni qué
hacer. Cobra notó el pánico en la mirada del chico, y esbozó una
sonrisa; iba a disfrutar con eso.
COBRA – ¿Qué llevas ahí?
	Christian levantó la mano en la que llevaba la foto. 
COBRA – ¿Me la das?
	No tuvo tiempo de responder. Cobra se acercó, y se la arrebató.
COBRA – Anda. ¿Es tu mamá?
	Christian le miró a los ojos, y asintió levemente con la cabeza.
COBRA – Creo que me la voy a quedar, para acordarme de cuando me la
tiraba.
	El novato no movió un músculo; sabía que su vida en esos momentos
pendía de un hilo, y no estaba dispuesto a hacer ninguna estupidez.
El asesino de Andrés se guardó la foto en el bolsillo, donde
encontró las esposas que había sustraído a su cadáver. Unos
segundos de silencio, en los que Cobra estuvo reflexionando sobre
cómo llevar a cabo su venganza, fueron suficientes para que su
macabra mente diera con una solución que creyó muy ingeniosa.
COBRA – Te podría matar ahora mismo, Dios lo sabe. Y no me
faltarían motivos, pero no lo haré. Hoy es tu día de suerte. Lo que
haré, será pagarte con la misma moneda.
	Christian frunció el entrecejo. Cobra se giró a Fernando, y le
tiró las esposas. Éste las cogió al vuelo, y miró al chico.
COBRA – Espósale una muñeca a la cañería del lavamanos.
	Fernando titubeó unos segundos. Observó alternativamente a Cobra y
a Christian, que le miraba con ojos de cordero degollado. Cobra
levantó la pistola, apremiándole.
COBRA – No tengo todo el día. Y luego te vendrás con nosotros. Nos
vendrá bien un mecánico. No quiero quedarme tirado en la carretera.
	Fernando se quedó quieto. No quería sentenciar la vida del chaval,
pero tampoco quería que Cobra le disparase.
COBRA – Es sencillo. O lo haces tú o lo hago yo. Y si lo hago yo,
créeme que envidiarás al mataniñas.
FERNANDO – Va… Vale.
	Fernando respiró hondo, y se acercó a la bajante del lavamanos,
dónde colocó una de las manillas de las esposas. Cobra empujó a
Christian hasta donde estaba Fernando, y éste cayó de rodillas
frente a su compañero de celda. Fernando le susurró un débil lo
siento mientras le sujetaba un brazo y le colocaba las esposas en la
muñeca izquierda. Christian, con los ojos húmedos, notó más cerca
su muerte a cada clic que hacían las esposas. Fernando se levantó,
dejando al chico sentado en el suelo. Cobra le miraba con desprecio.
COBRA – Aprétaselas más, no hagas que me enfade.
	Fernando se agachó ligeramente, y sostuvo la manilla que rodeaba la
muñeca de Christian, apretándola hasta que quedó bien sujeta.
Christian le miró; una lágrima brotó de sus ojos. Fernando se
levantó, evitando mirarle a la cara, y se reunió con Cobra,
cabizbajo.
COBRA – Así me gusta. Y tú, niñato, así aprenderás a no meterte
con Cobra.
	El reo comenzó a reír, y los lameculos que había tras él le
acompañaron a coro. Se hizo paso entre ellos, acompañado de cerca
por Fernando, y dejaron a Christian solo. El chico gritó pidiendo
clemencia, rogando piedad, pero sus gritos y llantos se perdieron en
el eco de la nave. En cuestión de cinco minutos el edificio quedó
nuevamente en silencio. Con la única compañía de un par de
colchones ardiendo, el cadáver de Andrés y un pájaro perdido que
revoloteaba sin encontrar la salida, se dejó caer en su desgracia y
se dispuso a morir. Al menos ya lo tenía asumido desde hacía varios
días.
	Cobra creía haber obrado su mayor y mejor venganza, sin saber que
con ello le estaba dando una nueva oportunidad de sobrevivir, pues de
todos los presos que escaparon ese día, apenas una cuarta parte de
ellos seguían con vida a la mañana siguiente.

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Aprecio - Se logran hacer las cosas, sigues adelante, si dejas que te ayuden,
puedes con todo, pero si te dan la mano y la rechazas... ¿Qué haces?
puntos 12 | votos: 12
Motiva - Que cuando estés haciendo lo del abecedario salga la letra de ella..
puntos 14 | votos: 14
Parecidos razonables... -
puntos 18 | votos: 18
Es difícil... - tratar de olvidar algo o a alguien que en su momento te hizo feliz.
puntos 12 | votos: 12
Y que te entre - todo el agua por la nariz

puntos 23 | votos: 23
Y sin el tampoco. -
puntos 12 | votos: 14
Preguntas estupidas - te sientes obligado a responer mal o marcarlas todas.
puntos 10 | votos: 14
Desmotivan.. - Todos esos kilómetros que nos separan , parece mentira que estemos
bajo el mismo cielo (L)
puntos -2 | votos: 8
No sólo es más fácil  -  que entre un pobre en el cielo, sino que también tiene muchas más
posibilidades de hacerlo antes.



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